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Versión Completa: CALDERA DE LUBA
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El fantasma del Blog
Apéndice6:Extracto del Informe del Gobernador de Fernando Poo, D. Ignacio Ga. Tudela, demostrando y encareciendo la necesidad y la conveniencia de abandonar dicha colonia y sus dependencias, Santa Isabel de Fernando Poo, 14 de Diciembre de 1873, A.G.A., África-Guinea, Caja 670.

[Se inicia el Informe con un relato histórico de la Colonia hasta el Gobernador La Gándara]

Vinieron despues otros Gobernadores, todos animados del mejor deseo, todos afanosos por sacar utilidad para la Nacion de esta preciosa Isla. Se pusieron en cultivo por cuenta del Estado algunos terrenos para conocer que ventajas podian obtenerse para la agricultura y para estimilar á los particulares, se protegió á estos con cuanto puede facilitar un Gobierno, dandoseles las tierras gratuitamente, trayendoles los trabajadores, declarando libres de derechos los productos de la Isla, dando transporte de valde en los buques del Estado á todo el material y á todos los articulos que tenian que conducir y en fin haciendo cuanto es imaginable para llegar al logro de tan patrioticas aspiraciones.

Doloroso es confesar que tan sabias disposiciones se estrellaron contra las condiciones peculiares de esta Isla, condiciones que en rigor difieren poco de la de todo el litoral del Golfo de Guinea. Recojimos algun algodón, pero de inferior calidad, recojimos tambien algun café y algun cacao cuyo cultivo salia muy caro y cuyas calidades dejaban mucho que desear, pues ni siquiera se igualaban á las que se cogen en las Islas del Principe y de Santo Tomé y el resultado fué que estos ensayos vinieron á demostrar que sin el trabajo forzoso no se llegaria á obtener ninguna utilidad.

Como consecuencia de esto, de los pocos agricultores que emprendieron el cultivo de un millar de hectareas aproximadamente de terreno, los unos se arruinaron y se vieron obligados á renunciar á su empresa abandonandolo todo y los otros haciendo desesperados esfuerzos por sacar algun fruto de tantos años de indecibles fatigas, van enterrando en sus fincas lo poco que les resta de su capital y con él su salud y sus esperanzas. En el dia solo quedan dos cultivadores, de los cuales uno es el único colono que ha quedado de cuantos hán venido en las diversas expediciones salidas de España desde el año 1858. Este colono que lleva aqui cerca de catorce años, logró hacer su regular capital en el Comercio, trayendo articulos de España cuando habia en la Colonia muchos Españoles, y en la esperanza de acrecentar su fortuna se dedicó a cultivar algodón, café y cacao invirtiendo en esto el producto de sus negocios con tan fatal exito que me ha declarado que de nó concedersele que traiga negros contratados para los trabajos del campo, tendrá que abandonarlo todo en muy corto plazo y retirarse á España completamente arruinado. El otro colono es de color, natural de la Isla Portuguesa del Principe y casado con una muger rica de esta Colonia y sus asuntos no ván tan mal, pero es por que utiliza una infinidad de recursos como no puede hacerlo ningun Europeo.

Que el Gobierno Español há puesto de su parte cuanto cabe en la imaginacion para colonizar racionalmente esta Isla se concluirá de provar recordando que hasta hizo venir de Cuba un buque transportando gran cantidad de negros emancipados de ambos sexos para neutralizar siquiera en parte la influencia Inglesa. A estos nuevos colonos se les proporcionó casa propia para cada familia y se construyó una Capilla en su barrio para afirmarlos en sus rudimentarios conocimientos de nuestra religion. Se les dió á todos ocupacion por el Gobierno que cuidó de su manutencion y una parte de ellos entraron á formar parte de la Compañía que guarneció la Isla. Pero tampoco esto condujo a ningun resultado por que estos negros en su totalidad originarios del Congo son en extremo indolentes y viciosos y mientras el Gobierno los alimentó y los misioneros Jesuitas los cuidaron y hasta los mimaron, no hicieron nada absolutamente por adquirir por si mismos un medio de vivir. Asi es que desde que se les dejó reducidos á sus propias fuerzas por que la cifra del Presupuesto no alcanzó yá para mantenerlos, se abandonaron en terminos que causa compasión ver la miseria en que viven, y los muchos que sucumben por que solo se alimentan de yerbas, platanos y raices. En la actualidad apenas viven la tercera parte de los que vinieron y su numero disminuye con asombrosa rapidez: El barrio que se construyó para ellos está casi desierto y sus barracas arruinadas y de los que restan se ván asimilando á la poblacion de origen Inglés, aquellos que están dotados de alguna energia y aficion al trabajo. De manera que este nucleo de habitantes que se trajo aquí para Españolizar la Isla no nos há conducido de ningun modo al objeto propuesto y que el resto que queda de él solo sirve para desprestigiarnos por que se les considera como Españoles y se distinguen de los demas pobladores de esta Capital por su incuria, por su suciedad, por ser endebles y por los harapos asquerosos con que apenas cubren sus cuerpos.

El Gobierno provisional de la Nacion introdujo importantes economias en la Administracion de la Colonia y confirió su mando al Comandante de la Estacion Naval, pero intentó un nuevo esfuerzo enviando crecido numero de Colonos en 1869, los cuales fueron devueltos inmediatamente á España en el mas deplorable estado y sin haberse conseguido con su venida aquí otra cosa que adquirir el profundo convencimiento de que la Colonizacion de esta forma era imposible y ruinosa y que solo conducia á sacrificar inutilmente hombres y dinero.

La reforma decretada en 26 de Octubre de 1872 redujo el personal administrativo de la Colonis á lo absolutamente indispensable y la cifra del presupuesto á unos limites tan reducidos que está muy distante de cubrir todas las atenciones que pesan sobre él. Para convencerse de esto bastará indicar que solo hay presupuestadas 335.450 Pesetas, cuando para satisfacer todos los servicios, no obstante haberse reducidos estos á la menor expresion, son necesarias proximamente 500.000. Es decir que lo menos que podemos gastar en Fernando Póo anualmente sin sostener mas fuerza armada que una Goleta pequeña y un Ponton pobremente dotado y no dedicar para Fomento mas que la exigua cantidad de cinco mil pesetas, que apenas alcanzan para sostener los edificios del Estado en pié, son necesarios dos millones de reales, lo cual se explica perfectamente si se considera que todo lo que se consume aquí viene de Europa, que los viveres de la marinería cuestan un 60 por % mas que en España, que gran parte de ellos hay que desecharlos por la excesiva humedad y el excesivo calor del clima los descompone rapidamente, que hay que pagar numerosos y costosisimos pasajes en los correos Ingleses, de los individuos que hay que enviar á España para que nó sucumban aquí y de los que vienen en su reemplazo, y por ultimo que los sueldos que aquí se abonan, son como no puede menos de ser, iguales á los de America. Tan crecida suma la gastamos pura y exclusivamente para izar nuestra bandera en esta Isla sin ventaja ninguna para la Nacion y para tener que pasar por el sonrojo de arriarla al primer embate que pudiera surgir de complicaciones internacionales.


Nosotros nó contamos con la mas insignificante fortificacion, vivimos en una localidad que es accesible por todas partes, no disponemos ni de un solo cañon montado, no debemos contar con el apoyo de la poblacion por que no es Española, vivimos sin otra comunicación con el resto del mundo que la que nos facilitan los Ingleses con sus vapores correos: nuestra correspondencia tanto oficial como privada la recivimos por el intermedio de un Comerciante Inglés: los citados correos tocan ó nó en Tenerife, segun les conviene, dependiendo de su voluntad que recivamos ó nó noticias de España y en fin, estamos completamente aislados y sin disponer de mas fuerza que un pequeño buque de guerra cuya dotacion disminuida en no pequeña parte por la influencia de las enfermedades y en general con la robustez perdida, dificilmente podria en un caso extremo desembarcar veinte y cinco hombres armados, que caerian atacados por las fiebres en cuanto tubieran que operar sufriendo el sol ó la lluvia ó respirando el aire viciado (...).

En religion estamos como en 1858. Entonces salieron de la Isla los Misioneros Protestante y quedó dueña absoluta del campo la Mision de la Compañía de Jesus, que emprendió sus trabajos de propaganda con un celo y una voluntad superiores a todo encomio. Pero fuerza es reconocer que sus esfuerzos y sus sacrificios se estrellaron ante el espíritu anti-católico de la poblacion y que con excepcion de muy contados casos, todos los habitantes siguieron aferrados á sus creencias protestantes y celebrando su culto privadamente. Los Reberendos Padres Jesuitas establecieron una escuela de párbulos y solo á fuerza de paciencia, de alhagos y de dadivas lograron reunir un numero insignifcante que instruyeron en nuestro idioma y nuestra religion. La base de esta escuela se planteó con niños de Corisco y con otros que eran hijos de padres idólatras, pues las familias protestantes se negaron á enviar los suyos. Nada es comparable á la abnegacion y á los sacrificios que hicieron nuestros Misioneros, pero vinieron á trabajar en un campo que otros habian explotado yá, y apenas cojieron mas que rastrojos. Con el fin de llevar las luces de la religion á los Boobies, y para ver de encaminarles por la senda de la civilizacion, se establecieron dos misioneros en el pueblo indígena de Banapá y empezaron á trabajar al parecer con fruto en sus santas tareas, pero ¡cual no seria el asombro de dichos misioneros, cuando una mañana se encontraron con que los boobies habian abandonado sus chozas y sus sembrados y se habian marchado, dejandolos solos, para establecerse en otro lugar!

Despues se estableció otra casa Mision en Basupú pero el Misionero á quien se confió la benéfica obra de cristianizar aquellos salvajes, sufrió tantas enfermadades, que apenas pudo intentarlo. Donde los Misioneros Católicos encontraron facilidades para enseñar el cristianismo, fue en los Congos que vinieron de Cuba, los cuales adquirieron nuestras creencias y aprendieron nuestras practicas religiosas, pero quizás no sería aventurado afirmar que su fé no tubo gran arraigo y que solo por su carácter sumiso é indolente y tambien por propia conveniencia, se conformaron con todo lo que se exigió de ellos. Ello es, que se bautizaron, que se casaron, que asistian á la Iglesia y que se les hizo vivir
cristianamente.

La poblacion católica de Fernando Poó estaba pues reducida en 1871 á los pocos Peninsulares aquí existentes, á los Congos venidos de Cuba, á algunos negros portugueses de la Isla del Principe, á media docena ó poco mas de individuos catequizados por los Jesuitas y al reducido numero de jovenes ó niños educados en su escuela. En cambio continua siendo ardientemente protestante la inmensa mayoria de estos moradores.


Aprovechando los misioneros Metodistas la livertad religiosa introducida en nuestras leyes, a consecuencia de la revolucion de Setiembre de 1868, volvieron á establecerse en esta poblacion en 1871, y en el mismo año se retiraron para España los Misioneros Españoles, siendo sustiutidos por un Cura Párroco. Imposible seria describir el gozo de los protestantes al contar entre ellos á sus antiguos pastores: el culto de su secta se hizo publica y ostentosamente y conquistaron adeptos hasta entre los que habian abrazado el catolicismo.
Contribuyó cada uno con cuanto pudo para enaltecer dicho culto y las mugeres llegaron hasta á vender lo que mas estiman las negras, que son sus alajas de oro, para reconstruir una casa que compraron y disponerla de modo que les sirviese de Iglesia. Los citados Misioneros metodistas compraron tambien una casa para habitarla y quedó establecida la Mision protestante mas esplendidamente que lo habia estado jamas. Es decir, que los doce años que estubieron ausentes de aquí solo sirvieron para acrecentar la fé y la decision de sus correligionarios y que los mismos doce años tan laboriosamente empleados por los Padres Jesuitas solo produjeron los resultados mas desconsoladores, y no debe pasar desapercibido que nosotros hemos levantado á expensas del Tesoro Nacional una pequeña Iglesia construida con costosos materiales venidos de España, y una Capilla de madera para uso de los Católicos, y que éstos lejos de haber tenido que desembolsar ni la mas insignificante cantidad para el servicio Divino, ni para recibir los Santos Sacramentos, ni para ningun acto religioso hán recivido por el contrario continuos donativos y beneficios de los Sacerdotes de la Compañía de Jesus.

Mientras que el protestantismo se muestra cada dia mas pujante, el elemento católico decrece visiblemente y debe suceder asi, por que si cuando habia aquí una Mision Católica que llegó á contar hasta trece misioneros entre sacerdotes y hermanos coadjutores, todos llenos del mas ferviente celo, y todos dispuestos á sacrificar hasta la vida por la propagacion de la fé, solo se recojia tan escaso fruto ¿qué há de suceder desde que no hay mas que un solo Cura parroco que frecuentemente enfermo, apenas puede hacer otra cosa que celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y administrar los Sacramentos, y que por lo tanto está imposibilitado de atender á otras tareas religiosas? La consecuencia de esto es que nuestra Iglesia está cada vez menos frecuentada y que hay dias de precepto que está desierta, mientras que á la Iglesia protestante acude en masa toda la poblacion. Y no se crea que esto carece de importancia por que en esta localidad la Inglaterra está representada por los protestantes y la España por los católicos, y juzguese del papel que haremos cuando ademas de su reducido numero pertenecen, con raras excepciones, á la parte mas miserable é indolente de estos habitantes. Preciso será tambien decir que para que los Congos no dejen de ir á la Iglesia, tiene el Parroco que estimular su celo religioso con algun donativo ó
limosna, al paso que los protestantes que acuden con asombrosa exactitud á todos los actos de su culto, sufragan espontaneamente todos los gastos que ocasiona.

Los misioneros protestantes, favorecidos por nuestras leyes, extienden más cada dia su esferade accion y mientras que nosotros sumidos en la pobreza y en la impotencia perdemos terreno por momentos, ellos ha establecido este año una casa mision en la Bahia de San Carlos de la que se prometen el mejor éxito y otra en Basupú del Sur, que parece van siendo frecuentadas por algunos niños indigenas.

Para instrucción pública no existen en esta poblacion mas que la Escuela gratuita Española sostenida por el Gobierno y la Escuela Inglesa que dirijen los Misioneros Metodistas. En la primera estan matriculados cuarenta y cuatro niños y veinte y seis niñas. A la segunda acuden todos los niños y niñas de la Colonia. Para que los Padres enviasen sus hijos á nuestra Escuela, fue preciso obligarlos á ello y hacerles saber que en la instrucción que se les diera no se les enseñaria absolutamnete nada de religion y solo de este modo y empleando gran firmeza es como se há conseguido que los envien, pero siempre que pueden se eximen de hacerlo inventando mil escusas, por cuya razon apenas asisten la mitad de los matriculados. En cambio todos los niños van puntualmente a la Escuela Inglesa, no obstante que por asistir a ella tienen que satisfacer diez reales mensuales cada uno. En nuestra escuela adelantan muy poco en el conocimiento de nuestro idioma, que es lo que mas se procura enseñarles, por que los maestros que empleamos no conocen el Inglés, que es la lengua que todos los niños hablan y por que los niños entre si solo se entienden en dicho idioma, por mas que se pone empeño en que durante las horas de clase no hablen mas que en Español, y el resultado es, que por mas que nos afanamos para que la generacion que crece conozca el castellano; esta generacion no hablará mas idioma que el que está hablando desde que nace y el que emplea en todos los casos, que es el Inglés. Mientras que nosotros empleamos todo el tiempo en enseñarles á balbucear el Español, ellos llevan ya aprendido el Inglés en la Escuela Inglesa donde pueden dedicarlos á adquirir por completo la instrucción primaria y donde se educan en la religion protestante.

Nosotros no tenemos mas escuela que la de la Capital y los Misioneros Metodistas ademas de la que tienen aquí, hán planteado otra en San Carlos en Basupú del Sur. Ellos procuran llevar su lengua y su religion á lo mas oculto de los bosques de esta Isla, y con su espiritu propagandista y con el auxilio que encuentran para todo en estos habitantes, lo conseguirán con el tiempo, de manera que la influencia Inglesa se extenderá mas y mas, mientras que nosotros lejos de adelantar ni un paso, estaremos cada dia mas anulados.

No teniendo yá nada que hacer los Misioneros Metodistas en esta capital, por que en ningun lugar del globo hay un pueblo mas ardientemente protestante, todas sus miras están fijas en hacer propaganda entre los Boobies y aunque encuentran resistencia en estos para conseguirlo, esperan fundadamente que con la influencia que la Inglaterra ejerce en todo el Africa, con el trato mas ó menos intimo que el cambio de objetos establece entre indigenas é Ingleses y con algunos regalos, llegarán mas ó menos tarde á su objeto. No les importa que como sucedió hace pocos dias no quisiese ser recivido de ningun modo uno de dichos Misioneros por el Cocoroco de Biapa, á cuyo pueblo fue para ver de establecer una escuela-mision, teniendo que regresar con esta contrariedad, por que ellos insistirán valiendose de cuantos medios estén á su alcance y al fin tendrán su nuevo punto para sus operaciones en Biapa, como lo tienen yá en los lugares indicados. Ellos se estenderán astutamente por los parajes mas reconditos de esta Isla, valiendose de los negros yá catequizados y utilizando las relaciones comerciales que en mayor ó menor escala sostienen todos los Pueblos Boobies, y no es aventurado asegurar que andando el tiempo todos los indigenas hablarán el Inglés (...).

El Comercio de esta colonia está exclusivamente en manos de los Ingleses, con los que no puede rivalizar ninguna nacion en el litoral del Africa.

Aquí no se comen otros alimentos, ni se visten otras ropas, que las que vienen de Inglaterra. Todos los objetos precisos para todos los usos y necesidades de la vida son Ingleses: todas las manufacturas y todos los efectos que se emplean para el cambio con los productos del pais, son Ingleses tambien; y en fin todos los buques que arriban á este puerto asi de guerra como mercantes, no arbolan mas pabellon que el de la Gran Bretaña, con la sola excepcion de alguno que otro buque de guerra de diferente potencia, que hace aquí escala para proveerse de carbon, y de algunos muy contados buques mercantes, tambien de otras Naciones, que siempre vienen fletados por cuenta de los comerciantes Ingleses.

En cuanto á buques Españoles, solo llega de año en año una Goleta de Guerra destinada á la Estacion Naval, en relevo de la que se retira por haber cumplido su tiempo aquí, y respecto á los buques mercantes nacionales, solo hán aparecido en estas costas desde que vinimos en 1858, dos o tres de escaso porte, que enviaron por via de ensayo una casa de Valencia y otra de Barcelona, al principio de nuestra Colonizacion, ensayo que no debió serles favorable cuando no lo repitieron. Despues vino una Fragata de la Habana á traer deportados por delitos comunes y no verificó ninguna operación comercial, pero es fama que á su regreso á Cuba llegó con un cargamento de bozales que se habia hecho preparar creo que en el Congo. Con lo que, queda probado, que para la navegación Española carecen totalmente de utilidad estas posesiones. Demasiado sabemos todos que del Africa no hemos buscado jamas otra cosa que hombres para trabajar en nuestras colonias, por que nada de lo que produce tiene aplicación á nuestras atrasadas industrias y por que nada de lo que producimos tiene salida aquí, de lo que se deduce lógicamente que nuestra bandera mercante, que jamas habia venido antes á Fernando Poó, há desaparecido del golfo de Guinea desde que la trata de negros está tan perseguida y desde que la esclavitud está en vias de desaparecer por completo en nuestras Antillas.

Los Ingleses dominan sin rival en el Africa, en primer lugar por su prodigioso genio comercial y por el portentoso adelanto de sus industrias y en segundo lugar, por que la presencia continua de una poderosa Escuadra Britanica en estos mares y los castigos que hán impuesto á los que no hán respetado humildemente á los subditos y á los intereses Britanicos, hán producido el resultado mas favorable para adquirir tal prestigio en las naciones Africanas, que no hay la menor exageracion al decir que son los dueños absolutos del litoral y que no hay potencia alguna civilizada que pueda, ni remotamente competir con
ellos.

Para los Africanos no tienen aceptacion mas que las manufacturas Inglesas y debe suceder asi por que ninguna otra nacion del mundo se las presentan ni tan baratas, ni tan de su gusto. No hay industria ninguna que como la Inglesa pueda vender aquí por cuatro duros un fusil, por cuatro pesetas un barril que contiene cinco libras de polvora de caza, por otras cuatro pesetas una pieza de tela de algodon de doce varas y por cinco pesetas un sombrero de corcho fabricado con todo esmero y forrado de tela de seda, y tengase en cuenta que el Comerciante en Africa, no gana nunca menos del doble del valor de los objetos que vende. Asi se vé que los pocos comerciantes Franceses y Alemanes que trafican en las costas del vecino continente, tienen que hacerlo con mercancias Inglesas, pues las que producen sus respectivas naciones, no obstante su poderoso desarrollo, no pueden competir con ellas. Pero hasta en esto se nota una particularidad y és que los comerciantes que no son Ingleses, no pueden vender los articulos, tambien Ingleses, que reciven directamente de Londres ó Liverpool, á tan reducidos precios como los hijos de la Gran Bretaña. Sucede aquí que hay un comerciante natural de la Isla Portuguesa del Principe, que es hombre especulador y en gran manera laborioso y que hace algunos pedidos de articulos de comercio á Inglaterra; pues este negociante pasa por el disgusto de ver sus generos por largotiempo en su almacen por que no puede darlos al mismo precio que los que se venden en las tiendas Inglesas, que son de la misma fabrica y en un todo iguales a los suyos. El Portugues no puede por ejemplo vender una lata de conservas alimenticias por menos de ocho reales y los Inleses la dán por siete: el primero apenas gana en ella un cincuenta por ciento y el segundo gana el doble de lo que le cuesta. Esto parecerá absurdo; pero tiene su explicacion y no es otra sinó que los establecimientos mercantiles Ingleses de Africa no son mas que unas sucursales de grandes Compañias y de grandes casas de comercio establecidas en las principales Ciudades de Inglaterra que hacen sus negocios en bastisima escala, al paso que el modesto mercader que no es Inglés y viene á buscar su fortuna en Africa, tiene que pagarlo todo mucho mas caro y satisfacer ademas exorbitantes comisiones.

Si ni los Alemanes ni los Franceses, ni los Norte-Americanos pueden competir en los mercados del Africa con los Ingleses, excusado es ni siquiera indicar lo que nos sucederá á nosotros cuyo atraso mercantil é industrial es tan evidente por mas que nos cueste rubor el confesarlo.

Por otra parte los productos del Africa se exportan en su totalidad para Inglaterra que emplea en este tráfico sobre treinta vapores grandes y una porcion de vapores pequeños y ademas considerable numero de buques de vela para las mercancias brutas, como palo de tinte, sal, carbon etc. El aceite de palma y la goma que son los principales articulos de exportacion y el marfil se transportan general mente en vapores, causando asombro al considerar el gran movimiento Comercial que la Inglaterra há sabido crear en estas incultas regiones, la gran riqueza que estrae de ellas y el alimento que proporciona á sus imponderables industrias.

Todo lo que produce el Africa desde Sierra Leona hasta la Hotentocia vá á reunirse en Inglaterra que es el mercado universal: de alli se esparce una pequeña parte por las diferentes comarcas de Europa pero casi la totalidad se emplea en las innumerables fabricas Inglesas, donde se transforma de mil maneras para darle aplicación á multiples y variados usos. El aceite de palma se convierte en jabon, en materia lubrificante y en bugías y muchas cosas mas: la goma se convierte en infinidad de objetos para usos domesticos, en calzado para evitar que nos mojemos los pies y envolver los cables submarinos: el marfil se transforma en objetos de lujo y todo vá á robustecer la prodijiosa fabricacion Inglesa y á aumentar su enorme navegacion y su portentoso comercio.

Nosotros no comerciamos absolutamente en nada, ni en el litoral Africano, ni en esta Isla en particular y forzosamente debe suceder asi por que no tenemos nada que traer ni nada que llevarnos ¿Que hariamos en España con un cargamento de aceite de palma que es la unica materia prima que se exporta de Fernando Poó, sino tenemos fabricas para manipularlo? ¿Que hariamos con un cargamento de goma sinó tenemos a que aplicarlo? Tendriamos que llevarlos á Inglaterra á que nos pagasen el precio que quisieran por ello.

Evidenciado como queda que ni para la navegacion ni para el comercio nos sirve para nada esta Isla, trataré de hacer ver palpablemente que tampoco podemos esperar absolutamente nada de la Agricultura y á este fin empezaré recordando el negativo resultado obtenido de los ensayos hechos por el Gobierno para obtener frutos intertropicales de exportacion y lo ruinoso que há sido para algunos agricultores el invertir sus capitales en el mismo objeto. Sabido es que en este clima los trabajos rudos no pueden ejecutarlos mas que los negros por que los blancos apenas si sostienen artificialmente la vida á fuerza de tomar quinina, a fuerza de evitar el tomar el sol ó recibir la lluvia; a fuerza de rodearse de las posibles comodidades; y a fuerza de alejarse de las miasmas pestilente que se desprenden de la exhuverante vejetacion tropical, descompuesta por una humedad y un calor excesivos: pues bien, la principal dificultad para cultivar aquí las tierras consiste en proporcionarse negros que las trabajen.

En toda la Costa Africana solo se encuentra una localidad conocida por la Costa del Krou, y que no es otra que la Republica de Liberia, cuyos naturales, dotados de amor al trabajo salen contratados de su pais para servir generalmente por un año á aquellos que les pagaran sus servicios.

Estos hombres, que son robustos y honrados, son los que emplean todos los negociantes Europeos y todos los Capitanes de buques en toda Guinea para sus faenas, y puede considerarse el gran numero que ordinariamente están ausentes de sus aduares, para adquirir con el producto de su trabajo alguna pieza de tela, alguna baratija, alguna polvora y un fusil para retirarse suficientemente enriquecidos á su patria, con solo reflexionar que en una extension de mil leguas de costa, apenas se mueve ningun objeto de peso ni se maneja un remo ó un canalete como no lo muevan ó lo manejen los Kroumanes.

El Krouman es la fuerza viva del comercio y del trabajo y sin él no se sacarian del Africa las riquezas que se sacan; por eso es tan estimado por todos los Europeos y por eso se les solicita y estimula: El Krouman trabaja contento en las factorias y en los buques, pero se niega completamente á trabajar en el campo y por haberlos empleado aquí en la Agricultura há adquirido esta Isla tan mala reputacion entre ellos, que ya no vienen sinó con la condicion expresa que no se les há de dedicar á dichas labores. Pero aunque los naturales del Krou se prestasen á las tareas campestres, ni podrian obtenerse en numero suficiente, ni serian soportables para el agricultor los gastos que le ocasionarian. Cada Krouman le cuesta á su patrono por termino medio contando con su pasaje de ida y vuelta cien duros al año que es mucho mas de lo que podrian sufragar sus ganancias, por que aquí hay que estar renovando continuamente las plantaciones y limpiando el terreno en razon á que los arboles del café que en las Isla de Santo Thomé y el Principe duran de 20 á 25 años, son atacados en Fernando Poó á los tres por un insecto que los destruye y por que los arboles del cacao aunque resisten mas tiempo envejecen tambien muy pronto, y por que es tal la fuerza de esta vejetacion que para que medren las plantas hay que estar incesantemente cortando las yerbas y las cañas que brotan con imponderable abundancia y robustez.

Ademas de que los Kroumanes se resisten tenazmente á las faenas del cultivo de las tierras, de lo costosos que son y de que nunca se encontrarian ni remotamente el numero necesario, resulta diariamente que obligados por la necesidad de brazos los agricultores á ir á contratarlos á los paquetes Ingleses que suelen traerlos, cuando dichos negros ven que en lugar de dedicarlos á los trabajos de los almacenes ó del puerto los envian á las plantaciones, se fugan en gran parte, haciendo perder á sus patronos lo que hán satisfecho por su pasaje y lo que les han dado por su contratacion, lo que viene á ser un nuevo motivo de ruina para los cultivadores que frecuentemente ven perdidos los frutos por no tener quien los recoja.

Queda sentado que con los Kroumanes no puede contarse para la agricultura, no solo por que ellos no quieren y cada dia querrán menos, por que el comercio necesita mas de los que pueden salir de la costa del Krou, si nó tambien por que su trabajo sale muy costoso para el agricultor y voy á probar que si nó debe cifrarse ninguna esperanza en estos trabajadores para el cultivo de la Isla, mucho menos debe contarse para ello con ningunos otros hombres del Africa.

Lo primero que se ocurre es preguntar ¿ por que no se emplean a los Boobies? Y á esto hay que responder que con los Boobies no hay que contar absolutamente para nada, que pertenecen a una raza que se defiende de un modo asombroso contra la civilizacion, que viven en completa independencia, que no hán cambiado ni en lo mas minimo ni en sus usos ni en sus costumbres, que andan desnudos y cargados los cuellos, brazos y piernas y cinturas de las cosas mas asquerosas; que se engrasan la piel y se dan de barro colorado el lanudo cabello, que viven en tribus bajo la autoridad de sus Gefes que disponen absolutamente de ellos: que no tienen necesidades de ninguna clase; y que les sobra con lo que recojen del suelo ó de los arboles casi sin trabajo; que los fusiles, la polvora, el aguardiente y el tabaco que es lo que generalmente desean de los factores Europeos los obtienen con esceso con solo cambiar su aceite de palma: que en la actualidad casi no se molestan en benir a buscar dichos articulos á los almacenes por que las rivalidades entre los comerciantes y el deseo de mayor lucro há establecido la costumbre de que sean los agentes subalternos de los factores los que vayan a las rancherias indigenas con Kroumanes materialmente a solicitar el aceite de palma, ofreciendoles cada vez mayores valores en los cambios, que por esta causa disminuyen de dia en dia los Boobies que bajan a la poblacion y se hacen por lo tanto mas independientes y hasta mas soberbios: Que no habria medio de persuasion suficiente para modificar la manera de ser de los Boobies y mucho menos para impulsarlos á que trabajasen para ningun agricultor ni para que ellos cultivasen otra cosa que ñames: Que solo por medios violentos se podria llegar a un resultado en este sentido y que para ello se tropezaria con tales dificultades que nos harian ciertamente renunciar a una empresa que saldria ruinosa por lo cara y muy sangrienta y abocada á muy trascendentales
complicaciones. Para intentarlo tendriamos forzosamente que someter a los Boobies por la fuerza de las armas y por mas que sean de natural pacifico é indolente no debemos olvidar que pueden reunirse hasta un numero de diez mil cada uno con su fusil, que ellos en sus montañas podrian desafiar un ejercito numeroso, que seria menester abrir caminos para llegar hasta el sitio en que se estableciesen; que sin ser vistos pueden desde sus impenetrables bosques impedir que nadie avanze hacia el interior, dando muerte segura al que lo intentase: que por lo mortifero del clima para el Europeo se inutilizarian completamente para entrar en operaciones todos los hombres que hiciesemos venir de España, y que qunque viniese aquí todo el ejercito de la peninsula no dispondriamos al cabo de pocos dias, ni de una compañía para hacer la guerra; que en caso de lucha con los Boobies estos encontrarian poderosa ayuda en el elemento poco avenido con nuestra presencia aquí: Que la Inglaterra empezaría enseguida con reclamaciones á pretesto de los perjuicios que sufririan sus mercaderes y quizás tambien á pretesto de que pretendiamos esclavizar a los indigenas; y ultimamente que suponiendo lo que no es de manera alguna posible, es decir, que consiguiesemos buenamente que los Boobies quisieran trabajar en nuestras plantaciones, nos encontrariamos con unos hombres de tal indole que solo a fuerza de dolorosos latigazos, doblarian su cuerpo para labrar la tierra con la actividad y la constancia que es indispensable para recoger abundante fruto, lo cual está en abierta oposicion con los principios civilizadores que hemos aunque inutilmente tratado de inculcarles, y con las Leyes humanitarias que sirven de regla en los tiempos presentes y que son el mas honroso galardon del siglo en que vivimos.

Por lo tanto contar con los Boobies para ningun genero de trabajo seria quimerico y asi han debido reconocerlo todas las Autoridades que han gobernado esta Isla y todas las que se han dedicado á la agricultura y al comercio, cuando á precio de tenerlos tan cerca, ni siquiera se les há ocurrido que pudieran aplicar ni á la mass insignificante tarea.

Antes que los Boobies sean utiles para algo tienen que pasar muchas generaciones y si hay quien esté llamado á conseguirlo no seremos ciertamente nosotros, sinó los Ingleses que cuentan en esta rejion con elementos de propaganda de que nosotros no dispondremos en el transcurso de muchos años y quizás algunos siglos.

En defecto de los Boobies podriamos acudir a traer negros contratados de los pueblos proximos á las costas del continente inmediato. En esto hán pensado los dos Agricultores de esta Isla, como en su ultimo refugio para evitar su ruina, y para obtenerlo hán recurrido en diferentes ocasiones con solicitudes al Gobierno de la Nacion que hasta ahora no hán sido aun resueltas. Para ellos, como parte interesada, la cuestion se presenta facil y al ver que no se les atiende llegan hasta figuarse que España los abandona y no les presta ninguna ayuda para salvarlos. Los cultivadores se fundan en que así como los Franceses llevan á sus Antillas negros contratados del territorio del Gaboon para trabajar en sus ingenios y cafetales podriamos traerlos nosotros tambien aquí, y preciso es confesar que mirado superficialmente el asunto parece que tienen razón, pero deteniendose un poco se encuentra que no estamos en iguales circunstancias que los Franceses y que de plantear un sistema semejante para traer brazos a esta Isla, tropezaríamos con obstaculos de tal trascendencia, que habría que rebocar inmediatamente la autorizacion que se diese sobre el particular.

La Francia es una nacion que gracias a su poder há podido negarse abiertamente a que sus buques mercantes sean visitados por los de guerra Ingleses, así es que el pabellon Francés puede transitar por los mares del Africa sin tener que sufrir la humillacion de que nadie le detenga. La bandera Francesa proteje todo lo que conducen los buques que cubre. Cierto es que la Francia se obligó con la Inglaterra á no consentir el trafico de esclavos y á cuidar con su marina de guerra del cumplimiento de esta obligación, pero la misma Francia salió del conflicto en que la falta de trabajadores iva á colocar sus colonias ideando la introduccion de negros contratados por diez años que son declarados libres al cumplir este plazo de tiempo al servicio de su patrono. Esto no es precisamente la esclavitud, ni esto es hacer la trata bajo la proteccion de una Nacion poderosa, pero en el fondo no se ocultará a nadie que hay algo de las dos cosas. Comisionados Franceses contratan los negros en Gaboon, haciendoles venir del interior ó de donde pueden, los rescatan de la esclavitud en que vivian, ó mejor dicho, compran el derecho de disponer de ellos y asi que tienen reunidos los necesarios los embarcan en un buque Francés y los envian á su destino donde se apoderan de ellos sus nuevos Señores despues de abonar el importe de su adquisicion y los demas gastos que ocasionan y la ganancia natural de los que se hán cuidado de buscarlos y remitirlos. A los negros asi estraidos del Africa se les hace un gran beneficio, por que se les arranca a la barbarie y á los sufrimientos horribles de la esclavitud en este continente, que son tales que no hay palabras con que describirlos, por que estos negros son así sin escepcion esclavos en su patria.

Es decir que en un territorio Francés se embarcan negros que deben ser considerados Franceses, en un buque de su nacion no sujeto a ser visitado en la mar por nadie, para ir a trabajar en colonias Francesas, de modo que la operación es inatacable, las apariencias estan tan bien cubiertas que los falsos apostoles de las ideas filantropicas, los que atropellan a los debiles sin consideracion y sin mas miras que las de medrar arruinando á las demas naciones, aunque cubriendose hipocritamente con la capa de la humanidad, no tienen nada que decir y se da por satisfechos.

Pero nosotros ¿podemos hacer lo que hacen los Franceses? Para mi es evidente que nó y que si lo intentasemos tendriamos sin demora, irritantes exigencias y aun atropellos de los que humildes ante los que tienen la fortuna de poder obligarles hasta á satisfacer indemnizaciones exageradas de muchos millones de duros, han abusado tanto de las desgracias de nuestra España y tanto han contribuido á nuestra decadencia y empobrecimiento.En primer lugar nosotrros tenemos vigente con Inglaterrra el tratado de 28 de Junio de 1835 hecho en dias aciagos para la patria y que tantas humillaciones y tan inauditas tropelías há acarreado á nuestra bandera. Cierto es que nuestros buques mercantes no vienen yá por estos mares ni podrán venir mientras dicho tratado subsita y mientras nó progresemos tanto en las industrias fabriles que produzcamos mucho y barato, lo cual está tan distante que apenas lo alcanza la imaginacion; de lo que se desprende que los negros que se desean no pueden venir con bandera Española, y que si algun buque nacional se aventurase á intentar de traerlos, seria sin remision alguna detenido por los cruceros Ingleses y llevado á Sierra Leona donde radica el llamado Tribunal Mixto, y que generalmente no lo es, ni nunca lo há sido, por que casi siempre ha faltado el Juez español. El Tribunal lo declararia ciertamente buena presa y aquí tendriamos la primera complicacion. Por otra parte no debemos olvidar que mientras la esclavitud subsista en Cuba podria ser esto un aliciente para los negreros que á pretesto de buscar braceros para Fernando Poó llevarian bozales allí produciendo una gran dificultad al Gobierno de la Nacion que sería indudablemente tachado de usar mala fe por los que monopolizando sin fundamento alguno el título de propiedad de la humanidad, son los primeros es esclavizarla, oprimirla y aniquilarla, abusando a veces de una manera incalificable de su poder.

Debemos suponer que si nuestros buques mercantes estan incapacitados para traer negros contratados, tampoco será factible que los recivamos por los buques estranjeros por que estos se opondrán á conducirlos temiendo las consecuencias, y por que si alguno alucinado por una ganancia que en ningun caso sería considerable, se decidiese á ensayarlo, no se espararia de ningun modo de ser secuestrado por los buques de guerra britanicos y á que su propio Gobierno no se lo prohibiese por sujestiones de la Inglaterra.

La idea de enviar un buque del Estado á buscar dichos negros, debe completamente desecharse, por que seria ocasionada á un conflicto del cual nuestra debilidad no nos dejaría salir airosos y por que el pabellon de guerra se rebaja cuando se le emplea en comisiones que le son totalmente agenas. La simple contratacion de los Kroumanes verificada antes por nuestros vapores transportes y posteriormente por la Goleta de la Estacion todos los años, era depresiva para nuestros oficiales, que han visto con la mayor satisfaccion que el Gobierno de la Republica haya determinado que deje de efectuarse en lo sucesivo, y que
contratemos los que sean necesarios para la Colonia, del mismo modo que los contrara el comercio, es decir en los correos ingleses que los trae de pasaje. La adquisición de negros en el continente solo puede efectuarse comprandolos á sus dueños, esto és, ejerciendo lo que siempre se há llamado la “trata” y aunque el negro se adquiera para declararlo libre, es innegable que para el vendedor siempre será un aliciente la ganancia que encuentre en la venta y que procurará buscar los que se le demanden, por los medios empleados por la barbarie Africana. Si á un Rey se le ofrecen por ejemplo tres mil duros en mercancias por cien negros y no los tiene, los adquirirá haciendo la guerra a su vecino, y el comprador será
justamente acusado de sostener y estimular estas costumbres inícuas.

Yá hemos dicho que en toda la Costa de Africa, solo los Kroumanes se brindan para el trabajo, pero nó para el del campo, y como los negros de los demas puntos solo son capaces de trabajar bajo el yugo mas ó menos encubierto de la esclavitud, no hay mas medio que resignarnos á renunciar al cultivo de Fernando Poó y por lo tanto á que esta Isla continúe siendo una carga tan pesada como improductiva para España. Y mas valdria no acordarse jamas de tratar de imitar el metodo empleado por los Franceses para llegar trabajadores de Guinea á sus colonias por que podría costar á la patria un sacrificio infinitamente mayor
que el que lleva yá hecho en esta frustrada Colonizacion.

Podrá argüirse que los Portugueses recojen cosechas de café, cacao y algodón en Angola y en las Islas de Santo Thomé y del Principe y que las exportan para Europa, pero esta observacion queda destruida con colo manifestar que si los Portugueses obtienen dicho resultado es por que cuentan con numerosos esclavos y por que al poner en productos sus citadas posesiones, disponian de mas brazos de los que podían utilizar. Por lo demás nadie ignora que las Colonias Portuguesas están en plena decadencia y que se arruinarán completamente asi que termine la esclavitud en ellas, lo cual no sucederá tan pronto como debiera suceder, según lo estipulado sobre el particular entre Portugal é Inglaterra, por que los Colonos Portugueses podrán eludir en cierto modo el compromiso contraido por su gobierno, con la facilidad que encuentran para adquirir los negros que necesitan por la situacion continental de su estenso reyno de Angola.

Con escepcion de los Portugueses que se valen de esclavos para sostener languidamente la agricultura en estas regiones, ninguna otra Nacion Europea ni Americana há podido realizar empresas agricolas en el Africa ecuatorial y hasta creo que nadie lo há intentado. Los Franceses en Gaboon no cultivan absolutamente nada, como no sea alguna huerta o jardin: los Ingleses en sus territorios no se ocupan de semejante cosa y los Anglo-Americanos se limitaron á formar la Republica de Liberia con los hombres libres de color de los Estados Unidos los que á su vez se dedicaron exclusivamente al tráfico. Los Holandeses y los Dinamarqueses, tampoco utilizaron la fecundidad del suelo africano de ningun modo y se limitaron á comerciar con el oro en sus hoy dia casi abandonadas fortalezas, situadas en la costa que lleva el nombre de este precioso metal.

Por regla general los hombres de raza blanca nó hán venido a la costa de Africa comprendida entre el rio Gambie y la Bahia de Algoa, mas que há buscar trabajadores para la explotacion de la America y ciertamente no hemos sido los Españoles los que mas nos hemos dedicado á este negocio por que precisamente los Ingleses, que tanto se encandalizan en esta epoca de la esclavitud de los negros, son los que hán monopolizado por mucho tiempo este tráfico y los que hán llenado de ellos el mundo descubierto por Colon.

Donde que la razón y la justicia se ha hecho luz en este asunto; los Europeos nó buscan en dicha costa mas que alimento para su comercio y para sus industrias, por que los Africanos no trabajan jamas espontaneamente, y para coger frutos de los campos es menester trabajar mucho, lo cual solo se obtendria de ellos obligandoles á la fuerza, ó lo que es lo mismo sometiendolos a la esclavitud.


El Africa es rica en productos que ofrece abundantemente su suelo, sin que cueste casi mas trabajo que el recojerlos, y estos productos son los que se llevan en su totalidad los Ingleses, en cambio de sus objetos manufacturados, sin ocuparse de introducir en esta region cultivos de ninguna clase, por que demasiado conocen que en esto fracasarian. Los Franceses puede decirse que á parte de la Goma Arabiga que estraen por el Senegal, no se llevan del Africa mas que el pistacho que se coje en abundancia desde el Gambia hasta la Costa de Oro y con el cual fabrican un aceite que compite con el de oliva. Todo lo demás como aceite de Palma, goma elástica, marfil, oro, etc. vá para Inglaterra. En la inmensa extension de la Costa de Africa que queda indicada casi todas las factorias son Inglesas y las pocas que pertenecen á otras naciones de Europa hacen sus negocios exactamente del mismo modo que los Ingleses valiendose de las manufacturas, de los mercados y de los buques de éstos, es decir que con corta diferencia son tambien factorias Inglesas. Sobre esto no hay mas escepcion que con el pistacho, que como se deja expresado se conduce a Francia.

La indole y las costumbres de los Pueblos Africanos y lo insalubre de su clima, son una dificultad insuperable para que la iniciativa del hombre blanco produzca aquí los portentosos resultados que hán producido en territorios aun mas estensos y cuyo descubrimiento há sido posterior. Así se vé que mientras en America, en la Oceanía y en la Australia la civilizacion Europea há formado en poco tiempo grandes y opulentas naciones que compiten y aun superan á las de Europa, el Africa que está mas proxima y que es conocida desde los tiempos de Hannon, no há dado un paso por dicho camino y se mantiene tan salvaje como cuando la recorrió el celebre navegante. Esta es una enseñanza que debe tenerse muy presente cuando se trate de colonizar en este pais. Vease si nó que es lo que hán conseguido los Portugueses en esta parte del mundo, no obstante que ningun otro pueblo les há superado y ni siquiera igualado como colonizadores. Los Portugueses crearon el Imperio del Brasil y conquistaron el gran Imperio de la India Inglesa donde plantaron su gloriosa bandera, allí se arraigó la civilizacion, allí produjo la tierra riquezas y allí se fundaron hermosas ciudades. Solo en esta rejion se estrelló su noble genio y aunque contó siempre y cuenta ahora con hombres de sobra para el trabajo no há obtenido otra cosa despues de cuatro siglos, que unas pobres Colonias que apenas producen lo indispensable para sostener una administracion exiguamente retribuida.

El Africa no sirve mas que para traficar en ella, y si sirviese para otra cosa pertenecería casi en su conjunto á Inglaterra, pues para ello no tendria mas que quererlo. Nadie desconoce la facilidad con que los Gefes indigenas ceden sus territorios á los Europeos á trueque de una pension, de un regalo ó simplemente para que estableciendose entre ellos les lleven los articulos de comercio que codician y les compren los frutos que prodigamente les dá la naturaleza. Pero la adquisicion de estos terrenos trae consigo la tutela de unos pueblos que refractarios á la civilizacion, solo ocasionan gastos, dificultades y guerras. Por eso los Ingleses con su buen sentido practico se niegan tenazmente á hacer adquisiciones y solo tienden á desprenderse de las que poseen con escepcion de Sierra Leona. Por circunstancias especiales se posesionaron de Lagos y arrepentidos de ello, están esperando coyuntura oportuna para devolverlo á su Rey indigena. La guerra costosa y dificil que en estos momentos sostiene la Inglaterra con los Achantis, es una comprobacion de lo que cuesta poseer territorio en esta parte del mundo. Si los Ingleses lo deseasen serian los dueños de los principales centros de produccion Africana, como son Bonny, Calabar, Opobo, Benin, Camarones, etc., pero esto les conduciría á cuantiosos gastos de ocupacion y á tener que tomar parte en las luchas con los pueblos del interior y les és mucho mas conveniente dejarlos que vivan á su manera y obligarles á que respeten los subditos Britanicos que se dedican á tratar con ellos, desde sus factorias establecidas yá en Pontones yá en tierra, según la localidad, con lo que consiguen ser completamente los dueños del litoral, ser temidos y estimados, ser considerados unos protectores de la raza negra y en en fin enriquecerse y sostener un bastisimo mercado para sus manufacturas. La Inglaterra tiene formal empeño en que sus posesiones de la costa occidental de Africa se sostengan sin auxilios de la Metropoli, y hasta ahora está muy lejos de conseguirlo, por mas que há establecido gravosisimos impuestos y eso que en su pretension no entra que sostengan la escuadra que proteje sus cuantiosos inteseses en estos mares.

Conviene dejar consignado que si los Ingleses aceptaron pequeños territorios en Africa, fue para poder perseguir mas eficazmente la trata de negros y que yá que nó los necesitan para este exclusivo objeto, la conveniencia les aconseja á deshacerse de ellos como de una carga enojosa y pesada.

A los Ingleses que tanto decantan sus sentimientos humanitarios, les importa poco que en su provincia se cometan horribles sacrificios humanos, como sucede en Bonny, pues lo que les interesa es adelantar en sus negocios y lo demás hacen como que no lo ven.

Pero fuerza será declarar que si la Inglaterra tiene tanta prisa en abandonar á Lagos, es por que allí se sostiene la esclavitud á lamentable altura lo cual está en abierta oposicion con sus principios filantropicos y con las leyes de los pueblos cultos. Queda pues sentado que el tener territorios en el Africa occidental no significa absolutamente nada y que si hay alguna nacion que tenga este deseo puede satisfacerlo facilmente y sin tener apenas mas gasto que hacer de entrada, que lo que importa una pipa de aguardiente, algunos barriles de polvora y algunas baratijas.

Los Franceses que tomaron con gran calor la colonizacion del Gaboon se hán desengañado que no les sirve mas que para proporcionarles gastos y luchas, pues por mas que se hán esforzado no hán logrado hacer una colonia Francesa. En Gaboon sucede poco mas ó menos lo que en Fernando Poó y es que el comercio es Inglés en tal manera, que la Francia es una espectadora de los negocios que hacen sus vecinos del otro lado del canal de la Mancha, y que si tiene que usar medidas de represion enerjicas contra los turbulentos habitantes de las orillas del rio, como se vé obligada á tomar con frecuencia, es pura y exclusivamente para proteger los intereses Britanicos. Seguramente que la Inglaterra vería con singular placer que toda la costa de Africa se la repartiesen entre sí todas las naciones civilizadas, por que así tendrian mas garantido su comercio, sin tener que entenderse con razas irresponsables, sin tener que temer á competencias mercantiles, por que en estos mercados está por encima de todas, y sin tener que sostener una fuerte escuadra en este Golfo. La especulativa Inglaterra se dará ciertamente la enhorabuena, y se sonreirá ironicamente, cuando vea que otra nacion iza en estas regiones la bandera haciendose la ilusion de que vá á Gobernar y colonizar un territorio.

Hace poco tiempo que hé oido decir que los Franceses, en vista de que del Gaboon no podian esperar ningun provecho, tenian el proyecto de abandonarlo, pero que con intento de no perder todo lo gastado allí trataban antes de ver si los Ingleses lo cambiaban por las posesiones que tienen en el rio Gambia al lado de las suyas. En mi concepto si esta proposicion la hiciesen sería desechada sin vacilacion, por que los Ingleses no podrán nunca obtener de Gaboon mas que lo que obtienen en el dia y por que les interesa que los Franceses no sean los unicos dueños de Gambia, en donde sostienen un grán comercio. Se comprende que los Franceses fijen sus ojos en el citado rio Gambia por que cruza estensos terrenos en que se recoje el pistacho en grandes cantidades, al paso que de Gaboon no exportan casi nada.

Nosotros tenemos en la Bahia de Corisco unas posesiones que solo sirven para crearnos conflictos y para tener comprometido el corto destacamento establecido en el Islote de Elobey pequeño. De dichas posesiones no sacamos mas que gastos y disgustos. Nuestro pabellon no se arbola allí mas que para proteger á los especuladores Ingleses, ni mas ni menos que en Fernando Poó. Los Ingleses que tanto abusan de su preponderancia, no se acuerdan de que somos los duelños del territorio, mas que cuando los indigenas no son tan puntuales en sus pactos como ellos les exigen. Garantizados con nuestro pabellon, los Ingleses se aventuran á internarse en el Rio Monney y á separarse de las costumbres establecidas para los negocios en Africa, y en cuanto encuentran resistencia en los naturales, vienen enseguida á reclamar nuestra proteccion. Si como sucedió hace dos años en la bahia de Corisco, se pierde en ella un buque Inglés, y los naturales cometen algun atentado, de los que en tales casos tienen lugar en todas partes, las quejas y las reclamaciones de la Inglaterra no se hacen esperar y en fin podemos decir que en Africa, que nó hacemos otra cosa que proteger y fomentar el comercio Inglés en la parte que nos toca, estamos abocados á cada paso á tener que responder á la misma Inglaterra de los desmanes que cometan nuestros imaginarios subditos, que no entienden mas lengua Europea que la Inglesa y que no sostienen relaciones mas que con los Ingleses.

En la Isla de Corisco hay establecida una Mision Protestante que tiene su correspondiente escuela donde los niños solo aprenden Inglés. Nosotros no tenemos ni Misionero ni Maestro de Escuela Español, de modo que nuestra situacion allí no puede ser mas anómala.

Entre nosotros, que no conociamos la indole de estos pueblos ni su organización, causo hasta entusiasmo cuando los habitantes de Corisco en 1843 y los de Cabo de San Juan en 1858, se unieron espontaneamente a nuestra nacionalidad, pero este acto que és tan importante para todos los pueblos, solo significó para los Africanos que hay un Gobierno que adquiere la obligacion de protejerlos, de establecer factorias para que hagan sus negocios, de regalar á los Caciques y de enviar sus buques á traficar. Así es que Boncoro, el Rey del Cabo de San Juan, siempre se lamenta de que no hán ido factores á su pais, de que nuestros buques de guerra no lo visitan y de que nó há obtenido ninguna ventaja con declararse Español.

De Annobon, roca solitaria en medio del mar, alejada del transito de los buques, no hay en rigor para que ocuparse, y eso que és la única de estas posesiones que podriamos Españolizar, en razon á que los Ingleses no hán pasado por ella y á que sus habitantes conservan un resto de la civilizacion que les llevaron los Portugueses; pero és tan pobre y de tan reducida superficie, que su escasa poblacion apenas puede sacar de ella su miserable alimento y pasan epocas de hambre, lo que demuestra su despreciable valor, por que sabido es que en estos paises la tierra provée con excesiva abundancia á los naturales de todo lo
necesario para la vida. Hace cuatro años que la Goleta de la Estacion nó vá á dicha Isla por evitar un consumo de carbon inutil y por que á nada conduce ir allí, permanecer dos ó tres dias asesidiados por las peticiones de vivieres y de ropas de aquellos famelicos insulares y tener que volverse sin haber hecho mas que gasdtar para no obtener otra cosa que una nueva decepcion respecto á las ventajas de su posesion para España. En Annobón conseguiría buenos resultados un Misionero por que se conservan allí principios religiosos que inculcaron los Portugueses, pero el sostener á éste Misionero, saldria enormemente caro por que todo tendria que recivirlo periodicamente de Fernando Poó, por medio de un buque y puede calcularse el sacrificio que esto impondria a la Nacion (...).

Esta demostracion conduce naturalmente á preguntar ¿Por qué no abandonamos éstas posesiones? y fuerza es reconocer que por mas que se medita no se comprende la razon de continuar en estos conatos de colonizacion ni por qué la España sacrifica en tan esteril proposito sus hijos y su fortuna.

Comprendo que mis argumentos hán de encontrar terribles adversarios en las pintorescas descripciones que se hán hecho de éstas Islas y en los varios proyectos que con un fondo mas ideal que positivo, se hán escrito con la mejor intencion, para llevar á buen termino la obra comenzada, y para rebatirlos me limitaré á decir que se há tratado de construir sin cimientos, que aquí están representados por los agentes del trabajo, que son los brazos, á que hemos intentado tomar por asalto, sin disponer, ni con mucho, de los medios necesarios, una fortificacion inexpugnable ó lo que es lo mismo, que nos propusimos combatir con nuestra civilizacion la civilizacion Inglesa y hemos sido completamente derrotados, como no podia menos de suceder.

En efecto: ¿Cómo habiamos de poder competir con la influencia Inglesa si lejos de resistirnos á ella en nuestra España nos está dominando mas y mas cada dia? ¿Cómo habiamos de obtener aquí tamaño resultado cuando en todo lo que vá de siglo no hacemos mas que seguir las huellas de la Inglaterra que cada vez nos lleva mas ventajas? ¿Qué hemos hecho sinó asimilarnos á la Inglaterra cuando los Torenos, los Calatravas, y los Martinez de la Rosa copiaban su Codigo politico, para implantarlo en nuestra nacion? ¿Qué hacemos ahora cuando copiamos de ella sin llegar nunca á igualarla, sus metodos de fabricacion, sus telares, sus maquinas, sus buques, sus cañones, su polvora, sus trajes, sus costumbres y hasta sus estravagancias? ¿Qué hacemos ahora cuando rompiendo la unidad religiosa, abrimos Templos protestantes y derribamos nuestros templos catolicos? Claro es que no hacemos mas que caminar por la senda que la Inglaterra nos traza con su poderosa iniciativa y con el ejemplo de sus riquezas, de su bien estár y de su inconcebible progreso. Pues si somos nosotros los que vamos en pos de Inglaterra ¿Como se pretende que aquí en este rincon del mundo, sea Inglaterra la que se suprima, la que destruya una obra levantada con su potencia propagadora para que la sustituyamos nosotros con nuestro atraso y nuestras desventuras? Luchar con la Inglaterra sobre cualquier asunto en España, seria grande y patriotico, pero querer luchar aquí es lastimosamente ridiculo.

Como complemento de las apreciaciones que llevo relatadas, no puedo dejar de señalar el espectaculo que ofrecemos a los ojos de estos habitantes el puñado de Españoles que poco menos que hambrientos y careciendo de lo mas indispensable, por que nó recibimos los auxilios, con tanta ansiedad pedidos á la Metropoli, representamos á nuestra empobrecida patria, siendo nueva causa para que se aumente nuestro desprestigio.

Nunca me hé lamentado como me lamento en esta ocasión de mi escasez de luces, por que nunca las hé necesitado tanto como ahora, para llevar á ilustrados animos la intima conviccion que siento en el mio de que es de todo punto conveniente é indispensable abandonar estas Colonias y que en hacerlo á la brevedad posible está interesada hasta la dignidad de la Nacion.

Por mi parte desconozco la alta razon de Estado que pudo influir en que nos acordasemos de venir á estas olvidadas Islas, y respeto á la patriotica resolucion de las Cortes que en 1841 desecharon la proposicion de la Inglaterra de que se les cedieren por sesenta mil Libras Esterlinas, pero reconociendo como reconozco los levantados y nobles propositos del Gobierno y de los representantes de la Nacion en ambos casos, permitaseme manifestar, con el mayor acatamiento, que la triste experiencia há venido á demostrar que se cometió un error.

Para mi, es tan evidente que hay que abandonar estas colonias que por mas que se trate de prolongar nuestra imaginaria dominacion aquí, tendrá que efectuarse irremisiblemente en un plazo mas ó menos cercano, y quizás en circunstancias en que nos sea mas costoso que nos seria ahora, pasar por la amargura de arriar nuestra bandera. En semejante acto no puede caber desdoro ninguno para la Nacion, toda vez que se realice, como se podría realizar hoy dia al solo impulso de la conveniencia nacional y sin que remotamente medie presion extraña.

Comprendo demasiado que la altivez Nacional se resienta y nuestra indignacion, cuando se trate de la desmembracion de alguna parte del territorio, y no desconozco que ésta será la mayor dificultad que habrá que vencer para llegar á de la ruinosa y depresiva carga que soportamos con estas posesiones, pero el clamor, que el amor patrio y el espiritu de partido puedan levantar en contra de tan conveniente medida, no podrá resistirse á la consideracion de que no se trata del abandono de tierras Españolas por que estas no lo son de ningun modo en su esencia, sino pura y sencillamente de retirarnos de alfgunos lugares que imponen a la nacion grandes sacrificios, y en que nuestro pabellon está completamente desairado.

Estoy en la creencia de que nó hay Nacion ninguna que esté dispuesta á desprenderse de la menor suma por la adquisicion de Fernando Poó y sus dependencias y que ni la misma Inglaterra, que es la usufructuaria absoluta de estas posesiones, nos dará por ellas no yá los veinte millones de pesetas que cuando menos llevamos aquí dolorosamente perdidos, pero ni siquiera las sesenta mil libras que rechazamos en 1841. Lo mas que podriamos esperar sería que diese el valor en tasacion de los edificios que en estado de mayor ó menor deterioro poseemos y que hán sido construidos á expensas de considerables gastos. Preciso
será manifestar en este lugar que si la propiedad rustica carece aquí completamente de valor: la propiedad urbana vale tan poco en la actualidad, que algunas de las mejores casas de los particulares hán sido desbaratadas para aprovechar los materiales y que otras están habitadas sin ganar el menor alquiler y sin mas utilidad para los propietarios, que el que las cuiden.

No hay razon ninguna para prometerse que la Inglaterra haga un desembolso mas ó menos importante por esta Isla, por que toda la utilidad que podria sacar siendo suya, la saca siendo nuestra y por que nadie hace gastos por adquirir aquello de que en realidad disfruta sin ninguna clase de obstaculos.

Há habido quien ha llegado hasta á imajinarse que los Ingleses nos darian á Gibraltar en cambio de lo que aquí tenemos, pero esto es un delirio que ojala fuera realizable y que de ningun modo lo será. Pensar en esto, es simplemente una locura.

Si como tanto aconsejase la conveniencia y el interés de la Nacion, llegasemos á abandonar estas posesiones, parece que los principios de recta justicia deberian ejercerse con el único Colono que há tenido la virtud y la abnegacion de cooperar con todas sus fuerzas y con inmerables sacrificios á la realizacion de los frustrados proyectos de colonizar a Fernando Poó, concediendole una razonable indemnizacion y tambien con los infelices negros emancipados que se trajeron de Cuba, á los que habria que devolver allí si lo solicitasen.

Para realizar el abandono de esta Colonia sería indispensable que viniese una vapor transporte en vez de la Goleta que estaciona aquí, para embarcar en él todo el material civil, naval y de guerra que hay en los almacenes y para conducir al reducido personal de su administracion.

Al elevar a V.E. este informe, no me mueve mas interés que el sagrado interés de la Nacion, ni pueden caber otras miras en quien, como el que tiene la honra de dirijirse á V.E., há consagrado su vida á servirlas lealmente sin escasear jamás ni los desvelos ni los sacrificios para cumplir sus deberes. Duro és el que las circunstancias m
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Continuacion


Al elevar a V.E. este informe, no me mueve mas interés que el sagrado interés de la Nacion, ni pueden caber otras miras en quien, como el que tiene la honra de dirijirse á V.E., há consagrado su vida á servirlas lealmente sin escasear jamás ni los desvelos ni los sacrificios para cumplir sus deberes. Duro és el que las circunstancias me imponen en esta ocasión, por que es doloroso el tener que consignar verdades tan tristes como las que dejo expuestas, y dúro doblemente para mí, que amo a mi patria con idolatra culto: pero mi conciencia de Español honrado me remorderia eternamente si me callase y por eso arrostro con animo tranquilo toda la responsabilidad que pudiese caberme por este largo escrito que remito respetuosamente a su elevada consideracion.

Para concluir, solo me resta suplicar a V.E. que se digne perdonarme la defectuosa redaccion de este informe y la rudeza del estilo, que es hijo de mis habitos de hombre de mar, y que me permita manifestarle que tengo la honda persuasion de que habrá hecho un señalado servicio a la Republica, si de alguna manera he podido contribuir aunque solo sea en la mas insignificante parte, á que se abandonen estos ilusorios y costosos dominios.

Dios guarde a V.E. m. a.

Ignacio Gª Tudela.
Al Excmo. Sr. Ministro de Ultramar.




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Apéndice 7: D. José Montes de Oca presenta una Memoria sobre la Colonizacion y desarrollo de la riqueza de las posesiones españolas en el Golfo de Guinea, Madrid 28 de Abril de 1883, A.G.A., África-Guinea, Caja 700.

Excmo. Señor Ministro de Ultramar.
Excmo. Señor.

Habiendose dignado S. M. el Rey (q. D. g.) nombrarme Gobernador de nuestras posesiones del Golfo de Guinea, en diez y nueve de Junio de 1880, se dispuso en la misma fecha por el Gobierno de S. M. que viniese á esta Corte para recibir instrucciones de los distintos Ministerios que intervienen, en la administracion de estas Colonias.

Llegado que fuí á esta Corte, conferencié con los Ministros de Marina, Ultramar y Presidente del Consejo: por todos fuí recibido con las mayores atenciones.

El Excmo. Señor Presidente del Consejo de Ministros, me manifestó que mi principal mision, habia de ser estudiar el pais con el mayor detenimiento, para que á mi regreso, pudiera proponer lo mas conveniente para el desarrollo de nuestros intereses en aquellas apartadas regiones.

Asi hé tratado de hacerlo y despues de dos años y medio de permanencia en aquellos paise, hé de cumplir con el mandato á que aludo, si bien sea incompletamente, ni mis estudios anteriores en una vida dedicada al servicio de la Marina, me dan los conocimientos necesarios para formar un verdadero plan de Colonizacion, ni los escasos medios con que he contado me há permitido practicar los ensayos que eran oportunos para que sirvieran de base al desarrollo de la riqueza agrícola en aquellas islas.

Pero en cumplimiento de lo dispuesto por esa órden superior, debo dar cuenta á V. E. De lo que en mi sentir creo más conveniente para el porvenir de esas posesiones, como en esas instrucciones se me recomendaba.

Llegué á Santa Isabel (isla de Fernando Poó) el dos de Setiembre de 1880, y en el mismo dia me hice cargo del mando de nuestras posesiones del Golfo de Guinea. Con el conocimiento que en anteriores campañas por esta zona tenia del carácter apático de los habitantes de Fernando Poó comprendí que el mejor modo de empezar á combatirle, sería el acostumbrarlos á ciertas necesidades, pues está en la naturaleza humana, que una vez contraidas, se aficione el hombre á ellas y se generalicen entre sus semejantes, obligandoles asi de un modo indirecto á trabajar para cubrirlas. Con este objeto publiqué desde luego un bando, prohibiendo la entrada en la Capital á los indigenas que no vinieran vestidos. Al principio, esto es los quince primeros dias dejaron de entrar en la poblacion; pero despues fueron volviendo para hacer sus ventas que consisten principalmente en gallinas, huevos y caza, y comprar sus articulos de consumo como son lienzos, pólvora, espingardas, abalorios, etc, etc, y ya con sus carnes cubiertas.

La constancia en no permitirles la entrada en la poblacion sino vestidos ha procurado el que se vayan acostumbrando á cubrirse con ropas y hoy se nota que en los pueblos cercanos á la Capital, que son los que hacen el tráfico con ella, no solo usan vestidos sino que sienten la necesidad de abrigarse durante la noche, para lo cual compran sacos de lona en los que se meten poara dormir.

A la larga esta necesidad irá en aumento, y se traducirá en la práctica por afianzar en el trabajo para poder satisfacerla.

Si se continua formandoles por distintos medios otras necesidades se conseguirá ir poco a poco venciendo por el amor al relativo bienestar, su apatia y falta de aficion al trabajo pero esto há de ser naturalmente obra de mucho tiempo.

Asi pues, considero, que con el elemento indígena por sí solo no se puede contar por ahora, para el rápido desarrollo de la riqueza agricola en el pais.

Pero entiendo que mas adelante, cuando por medios que estan bien indicados, se logre aficionar al trabajo á los negros párvulos podria lograrse mucho partido de los indigenas; en los adultos, es dificil, pues su inactiva existencia anterior los hace refractarios á todo progreso. Estos medios á mi modo de ver serían las misiones católicas, escojiendo entre ellas las que por sus estatutos fueran mas á propósito para dedicarse á la enseñanza práctica de la agricultura, y estudiando detenidamente el gobierno de S.M. las bases que esas instituciones propusieran.

Examinada ya la poblacion indígena y su poca aptitud para el rápido desarrollo de la producción agricola, pasaremos á exponer los otros dos medios que se ocurren para conseguir ese ideal. El primero, que puede decirse que está hoy en ensayo, por la llegada á Fernando Poó durante mi mando, de doscientos desterrados cubanos.

Como estos deportados no eran criminales, sino sentenciados por delitos políticos, ha sido una inmigracion en buenas condiciones. Su custodia no procura los gastos que serian precisos si se tratara de verdaderos criminales que hubiera que vigilar con mas cuidado.

Por otra parte, estos deportados, que son cubanos y en su mayoría de color, tienen condiciones para soportar relativamente bien los rigores de este clima cálido: y como gran numero de ellos eran en su pais agricultores, esta circunstancia hace muy oportuna su instalacion en estas islas.

En general se ha notado, que se dedican con afan á cultivar los terrenos que se les há concedido: han levantado rapidamente sus viviendas que les presta suficiente abrigo, y empezado en buenas condiciones sus sementeras de tabaco, que espero que en poco tiempo podrán alcanzar cieta importancia, asi como la siembra de maiz y crianza de gran numero de gallinas.

Estimo, que si hubiera un modo práctico y económico de traer á Fernando Poó algunas de las familias de estos deportados desde Cuba, lo que tal vez no fuera difícil que ellos mismos lo solicitaran, se habría dado un gran paso en el desarrollo de la colonia.

Como indico mas arriba el buen resultado relativo que estos deportados han producido no puede servir de norma para que se deduzca que tendría buen éxito la colonizacion de Fernando Poó por medio de desterrados criminales.

Concurren en los actuales deportados varias condiciones que sería muy difícil reunir en estos criminales á que nos referimos.

Además, de que asi como estos deportados políticos no exigen gran cuidado en su custodia, tampoco es incompatible el que vivan libremente en la isla y puedan estar en contacto con la otra inmigracion que á mi modo de ver conviene atraer hácia estas posesiones y de que pasaré á ocuparme enseguida.

Consistiria esta en los Canarios, que como es sabido emigran en gran número de su pais, con frecuencia á territorios de América que no están cobijados por nuestra bandera y algunos de los cuales, no son mejores bajo el punto de vista sanitario que Fernando Poó.


Estos canarios laboriosos, honrados y nacidos en un clima que en cierto modo los habitua y prepara para la vida en bajas latitudes, serían á mi modo de ver preciosos para desarrollar una gran riqueza agricola en estas islas, formando al mismo tiempo la suya propia. La proximidad relativa de las Canarias a Fernando Poó, y la facilidad en las comunicaciones, facilidad que puede y debe ser mayor en lo sucesivo, contribuiría muy poderosamente á dar aliciente a los Canarios para emigrar en esa direccion.

Desmontando previamente algunos terrenos; haciendo algunas edificaciones ligeras en la montaña para abrigarlos á su llegada, concediendoles en propiedad esos terrenos desmontados con algunas semillas y herramientas, la suerte de estos emigrantes en Fernando Poó sería bastante mas favorable que la que van á buscar á veces al Brasil, á Venezuela y aun á ciertas regiones de Cuba, en que la mortalidad relativa no es menor que en Fernando Poó.

Entiendo, pues, Excmo. Señor que la futura colonizacion y progreso de esta isla debe fundamentarse:

Primero: En las misiones católicas, que levantando el espiritu y el amor al trabajo y a la patria de los indígenas niños, puedan lograr que estos indígenas se decidan a salir paulatinamente de su inactiva y ociosa existencia.

Segundo: En la deportacion á estas colonias de cubanos de color, no criminales, sino que se hayan hecho reos de ciertos delitos, y que encuentren dentro de esta isla su libertad y los elementos tal vez de mejorar su porvenir material bien ampliamente: estos deportados podrían solicitar el trasporte de sus familias en los casos que el Gobierno de S.M. lo juzgara oportuno. Entra en lo posible que la deportacion á las mismas colonias de reos peninsulares de delitos de esa índole fuera aceptable, aunque nunca daría los buenos resultados que los cubanos procuran por las razones indicadas al hablar de estos y de sus condiciones.

En cuanto á destinar á estas islas sobre todo á Fernando Poó y Corisco los criminales con gravisimas condenas, como algunas veces se ha indicado, lo encuentro perjudicial por varias razones que sería largo detalllar. Solo señalaré una muy importante y es, que tanto en Fernando Poó como en Corisco la evasión de estos grandes criminales sería facilisima, á no ser que se estableciesen prisiones ad-hoc, con su correspondiente custodia, empleados especiales, etc, cosa de la cual debe por ahora huirse, pues traería grandes gastos. No es tampoco oportuno, que donde existe una numerosa raza inferior como los negros, que hay que elevar y civilizar, se desprestigien los europeos con el espectaculo de hombres de su raza presos, tal vez con cadenas, etc. Hay que conservar á toda costa en estas regiones el prestigio del europeo.

Si hubiera una necesidad absoluta de mandar á estas colonias esos criminales á que me refiero lo mas indicado sería enviarlos a Annobon, que mas distante de la derrota de los buques de Europa, sin puertos, ni abrigos, ofrecería al menos cierta garantía de que no pudieran fugarse. Establecidas las misiones en Fernando Poó y Corisco, si estas misiones pudieran tener una residencia con uno ó dos misioneros en Annobon, tal vez pudiera intentarse el mandar á esa isla algunos de esos reos en corto número: hoy sería muy inconveniente aun en el mismo Annobon cuyos habitantes tienen en tanta estimacion a los Españoles y á los Católicos.

Tercero: En la inmigracion de colonos y familias Canarias, concediendoles en propiedad los terrenos oportunos ya desmontados, habitacion en la montaña donde refugiarse mientras que pudieran levantar la suya propia y cierta cantidad de semillas y herramientas; la emigracion de los habitantes de Fuerteventura y Lanzarote és considerable; gran parte de ellos recelan en estrañas tierras y sería muy de desear que se intentase el atraerlos hácia esta posesion española.

Indicadas someramente las bases que convendrian para inciar la colonizacion de un modo práctico, debo decir algunas palabras sobre las condiciones climatologicas actuales de esta isla, que tanto con la colonizacion se relacionan. Y digo actuales, porque entiendo que las condiciones sanitarias de esta isla, no deben considerarse de un modo absoluto.

Algunas de estas condiciones, las que dependen de su latitud y de su situacion con respecto al continente Africano, indudablemente no pueden sufrir alteracion, y siempre habrá en estas islas las enfermedades propias de las cortas latitudes.

Pero con respecto á otras acepciones, generalmente de índole palúdica, y que son las que mas bajas ocasionan en la isla sobre todo entre los europeos, no solo pueden mejorarse sinó que llegarán á desaparecer, cuando el desmonte de parte de los bosques existentes y su sustitucion por plantaciones oportunas, sanearan convenientemente los terrenos.
Asi se nota, que en lo poco que se ha hecho en este sentido se ha adelantado notablemente en el resultado sanitario. Por datos estadisticos se apreciaba antes la mortandad en los europeos en mas de un 7 %, hoy no pasa del 3 y diez céntimos %.

En el tiempo que he desempeñado el mando de estas posesiones me he esforzado todo cuanto ha sido posible en este desmonte y su susticion por siembras utiles. Con este objeto no solo me apresuré en repartir terrenos á los deportados cubanos en cuanto llegaron á la isla, sinó que les facilité algunas herramientas y semillas costeadas en parte de mi bolsillo particular. Mas adelante expresaré á V.E. el resultado de estos ensayos y gestiones.

Procurando el saneamiento rápido de los terrenos desmontados intenté las plantaciones de eucaliptus, que por su pronto crecimiento y sus cualidades esenciales podrian haberme ayudado muy eficazmente en este ideal; desgraciadamente la mayor parte de las semillas no brotaron, ignorando yo si debo atribuir esate mal resultado á la mala calidad de esas semillas ó á otras causas que no estén a mi alcance. Pero ya digo, con solo lo que há aumentado ese desmonte en pequeña escala y su sustitucion por sembrados útiles, las condiciones sanitarias han mejorado sensiblemente. El dia que pueda hacerse ese desmonte
ampliamente y que puedan levantarse viviendas en la montaña, que teniendo una altura de 11.000 pies disfruta de zonas muy diversas de temperatura y de especies agricolas, esta isla será una de las mas sanas de la costa de Africa, como ya lo habian predicho hace muchos años varios médicos ingleses que la conocieron en tiempos en que no existia nada desmontado, y que aun entonces la suponian eminentemente sana, en su comparacion con los demas territorios del Africa central. Creemos que idéntica opinion tienen hoy muchos facultativos de nuestra Armada de tanta competencia en el conocimiento de estos paises cálidos.

La mortandad relativa de Fernando Poó, hoy no puede ser un contra estímulo para aquellos españoles que emigran al Brasil y otros puntos de la América Central, y aun há ciertas zonas de Cuba.

Examinadas ya la colonizacion y las condiciones sanitarias, pasaré á presentar á V.E. las plantaciones de productos valiosos que hoy existen, á parte de la palma que como V.E. sabe crece espontaneamente en la isla, de cuyo aceite se aportan unas 300 toneladas al año y podría aportarse mucho más, sin tener tampoco en cuenta, las siembras de ñames, maiz, yucas, plátanos, etc. que son importantes y pueden ser extensísimas. Estas plantaciones de productos valiosos á que me refiero consisten en:

Un millon y medio de arbolitos de cacao
Setenta mil pies de café
Sesenta arboles de quina
Cincuenta idem de canelos
Ochenta plantones de vainilla
Gran número de plantaciones de tabaco
Algunas plantaciones de caña de azucar

El estado de desarrollo y crecimiento de la mayor parte de estos arboles y plantas, dá la nocion segura de que está asegurada su aclimatacion en la Isla, y que con medios adecuados podrá lograrse una gran cantidad de estos productos que en su mayoría, son como V.E. vé valiosisimos. La mayor parte de los cacaos han sido plantados en mi tiempo; asi como gran parte del café y toda la caña de azucar. Del primero, del café, se trasplantaron á esos sembrados gran cantidad de pies que exitian silvestres en el monte á una elevacion de 600 metros. Todavía existen en esa montaña silvestres en gran número pudiendo por tanto ampliarse en gran escala las actuales plantaciones.

En la misma montaña á una altura de 550 metros, se encuentra una variedad del café que se diferencia algo en la forma del casquete del café comun; es tambien muchomas amargo que este. Estimo que será muy rico en cafeina.

Los canelos y el árbol de la quina los importé de Santo Tomé: no tengo que encarecer a V.E. la importancia de esta última especie, si llega á comprobarse como espero, en fácil aclimatacion en la Isla. Los árboles por mi órden sembarados, presentan mucha robustez y buen desarrollo. Si en la práctica resultan confirmadas mis esperanzas, será de consecuencias decisivas para el porvenir de la Colonia, no solo por el valor comercial de esta corteza, sino por lo que intervendrá en las condiciones sanitarias de la isla.

Las plantas de vainilla en su mayor parte las importe de Gabon.
El tabaco fue sembrado con semillas de Cuba, traidos de Canarias.
Las plantaciones actuales de cacao dado su estado de desarrollo, podrán dentro de dos años empezar á producir utilidades de importancia: lo mismo digo de las del café, hoy la produccion de estos frutos, procedente de las plantaciones que ya existian al tomar yo el mando, se puede estimar en 1400 quintales del primero y unos 400 de café.

En cuanto al tabaco, como planta anúa [sic] produce ya hoja de buena calidad, y solo falta aumentar debidamente los semilleros y plantaciones.

Está pues, Excmo. Señor, comprobada de un modo que pudieramos llamar práctico, la fácil produccion en Fernando Poó de cuatro cultivos valiosísimos como son el cacao, al café, la quina y el canelo, y que ademas no exigen gran número de brazos para su explotacion y beneficio. La vainilla y el tabaco que tambien se logran con facilidad y que tampoco exigen gran número de brazos para su cultura y recoleccion, se producen tambien de un modo práctico.

La caña de azucar, se dá tambien fácilmente asi como el algodón, pero exigiendo el cultivo del primero de estos productos gran número de brazos, asi como costosas instalaciones en beneficio industrial, y el segundo muchos brazos para la recoleccion no siendo por otra parte el precio de estos articulos de tan alto valor como los anteriores, no creo que esté indicado por ahora su cultivo en grande escala.


Fundamentada la produccion en los articulos valiosísimos que indicamos y que solo exigen un número relativamente reducido de brazos, creemos, que el porvenir de la colonia quedaría asegurado, pudiendose preveer que en un corto número de años, costearía todos sus gastos. Todo lo que hemos indicado nos parece práctico y hacedero. En los detalles, estos es, en el modo de llevarlo á la práctica con el menor gasto posible, no debo entrar por que sale yá y se separa del motivo de esta memoria. Sin embargo no sería indiferente el modo que se adoptase, para la inmigracion y socorro de los Canarios en estas colonias, y
deberá ser objeto á su tiempo de detenido estudio.

Quedame por último, Excmo. Señor, examinar en esta parte de la memoria, la necesidad bien conocida para el progreso de estas Colonias, de la comunicación directa con la Madre Patria.

Esta fase del asunto tiene extraordinaria importancia y a mi modo de ver interesa estudiarla con atencion. El conocimiento que tengo de esta zona y de la costa Occidental de África, me anima á decir, que cualquiera empresa española que contando con una muy limitada subvencion del Gobierno de S.M., estableciese una línea de dos ó tres vapores á Fernando Poó, no tendría motivos para arrepentirse, antes al contrario, es muy fácil que tuviera que aumentar en breve plazo el número de sus buques.

Las condiciones para que este proyecto pudiera ser viable, tendrían que ser al principio bastante ámplias. Sería preciso á mi modo de ver que los vapores de esta linea salieran de España tocando en los puertos de Marruecos que há la empresa conviniera; despues se dirigieran á Arrecife: de Arrecife á las Palmas de Gran Canaria (que yá está en contacto con Tenerife por medio de los vapores correos de Canarias) y retornando á Arrecife saliera para Fernando Poó y puertos españoles del Africa Central que le conviniera.

Al regreso recalaría igualmente en Arrecife; de este puerto á las Palmas, y regresaría á España, tocando antes en los puntos de Marruecos que pudieran convenir. Tanto á la salida como al retorno, podrían despues de haber recalado al puerto de la península designado, dirigirse á cualquier puerto del Extranjero como lo hacen los vapores de Filipinas.

Tenemos fé en el resultado mercantil de una empresa española que en esta forma se estableciese por muy modesta que fuera la subvencion.

Pero no debo ocultar a V.E. que hay un inconveniente de índole internacional, que pudiera ser un obstáculo á esta empresa; obtáculo que interesa remover.Yá habrá comprendido V.E. que me refiero al tristísimo tratado de 1835, que puede ligar las manos del comercio y de la navegacion española en esta parte del Africa Central.

No es de la incumbencia del modesto Jefe que suscribe presentar los inumerables motivos que hoy podrían alegarse para denunciar este tratado y V.E. mejor que nadie, puede juzgar si estos motivos son solidos, y si és ó nó de necesidad absoluta el que este tratado injusto desaparezca.

Antes de terminar este informe, debo hacer presente a V.E. que la lancha de vapor que hoy existe, es deficiente para recorrer nuestras posesiones en esta zona.

A mi modo de ver el tipo de buque más a propósito para prestar servicio en ella, sería un Cañonero de la clase del Salamandra ó Cocodrilo. Si esto no fuera posible, se podría mandar una Goleta de las de ochenta Caballos, que solo tuviera completa la dotacion de maquinistas pero cuya tripulacion para economizar en los gastos estuviera disminuida en un tercio.

Asi podrian recorrerse todas las islas y la parte de Costa firme que nos pertenece: como tambien comunicar con frecuencia con las posesiones Portuguesas y Gabon. A parte de los ensayos y trabajos agrícolas que dejo anotados se han hecho en la Colonia durante el tiempo que hé desempeñado el mando las siguientes obras:

Un varadero para la lancha de vapor, que al entregar yó el mando, quedaba bastante adelantado.

La recorrida del Ponton, dejándolo á propósito para poder vivir en él y para que puedan almacenarse en el mismo víveres debidamente resguardados.

Rehabilitacion del hospital que casi estaba inhabitable y ha quedado como nuevo.

Reparacion de la casa del Gobierno y algunas obras en los demas edificios: los materiales para la primera fueron costeados con los fondos municipales. Estos fondos municipales los establecen con un derecho fiscal a la importacion y otro a la exportacion. Con estas pequeñas entradas se atiende a la policia, al alumbrado y demás servicios de esta índole.

Nuestras posesiones actuales en el próximo continente Africano del Cabo San Juan, de las que hasta ahora he hablado incidentalmente, tienen una extensión de treinta millas; comprendiendose entre esas posesiones la embocadura del importante rio Muni.

En la visita que giré á esta costa en Mayo de 1882, el Jefe de una factoría inglesa establecida en la embocadura de ese rio, solicitó mi protección haciendome presente que los indígenas no solo se negaban á cumplir sus compromisos sino que lo amenazaban.

Comprendiendo que conviene en estas regiones apoyar prudentemente al elemente europeo, remonté el rio hasta unas 45 millas y cité á los Jefes indígenas del brazo derecho de dicho rio que no pertenece á nuestra nacion. A pesar de esto acudieron y tuve la suerte de lograr el convencerles de que debían pagar, quedando terminantemente arregladas estas diferencias.

En aquel momento, me pidió el Jefe de aquellas tribus su anexion á España, á lo que accedí en nombre de S.M. el Rey Don Alfonso XII (q.D.g.) estendiendole documento en que acreditase suficientemente que era súbdito español, y Jefe de aquel territorio en representacion de nuestro Soberano.

En el tiempo que hé desempeñado el mando de estas posesiones, me hé conservado en mi perfecta y cariñosa armonía con las autoridades francesas del Gabon y con las portuguesas de San Tomé.
Es cuanto puedo informar á V.E. en cumplimiento de mi deber.

Dios guarde a V.E. muchos años.
Madrid 28 de Abril de 1883.




El fantasma del Blog
Apéndice 8: Espedicion al interior de la Isla de Fernando Poó, Luis Sorela, Madrid 2 de Junio 1894, A.G.A., África-Guinea, Caja 799.


Dia 24 Noviembre 1885
No entraré aquí en detalles del personal que formaba la espedicion y del material que llevabamos puesto que la solicitud de V.S. llega al estremo de velar hasta de los mas pequeño detalles del viaje, pudiendo decir que su interes suplia á las faltas de recursos en que se halla hoy como nunca la colonia para facilitar lo mas indispensable.

Me limitaré pues á dar á V.S. cuenta á grandes rasgos del itinerario de nuestro viaje y de algunas de las obserbaciones que se deducen del estudio de este interesante pais y de sus curiosos habitantes.

Despues de nuestra salida de Santa Isabel á las dos de la tarde emprendimos la marcha hacia Basileh donde llegamos cerca de las seis penetrando en la finca de D. Geronimo Lopez para aguardar conforme me habia V.S. mandado la llegada del Sr. Rognizinski [sic] que según dijo habia solicitado permiso a V. para agregarse á la espedicion: al recibir carta de dicho señor aquella misma noche en la que me manifestaba la imposibilidad en que se hallaba de acompañarnos por su mal estado de salud dí orden para emprender la marcha el dia siguiente.

Dia 25 Noviembre

A las siete de la mañana y despues de oir la misa de campaña que dijo el R.P. Misionero nos dirijimos hacia Regala donde llegamos a las cinco de la tarde de aquel mismo dia conducidos por un guia Bubi del pueblo de Basiléh.

No hicimos mas alto en aquella jornada que la indispensable para almorzar y dar algun descanso á nuestras gentes para quienes fue pesadisima la marcha por los mil accidentes de un camino de cabras, á traves del bosque teniendo que irnos abriendo camino machete en mano.

Pero antes de llegar á Regala encontramos un grupo de mas de cien hombres del mismo pueblo, armados todos de carabinas de chispa y cargadisimos de antilopes y puercos espinos; venian de dar una batida por el monte para llevar carne de regalo con que celebrar las bodas de uno de sus nobles al que vimos luego.

En las inmediaciones de Regala se puso enfermo uno de los hombres que no pudo resistir mas tiempo á la fatiga del dia, teniendo ademas que renovar algunos de los Krumanes encargandose Bubis.

Al entrar en Regala, salió á recibirnos el Batuko con salvas de fuseleria en obsequio nuestro muy agradecido á nuestra visita; despues de decirle que me indicara el sitio para acampar y descansar un rato tuvimos una larga conferencia en la que me produjo las quejas que he transferido ya Vd. reservadamente y concluyó prometiendome el que iria á verle pasado mañana para tratar de algunos asuntos.

Antes de nuestra salida habia tenido el honor de proponer á V. el itinerario que me parecia mas acertado con la índole esencialmente politica de la mision que era subir hasta Regala tomar luego la linea N.S. desgraciadamente tuve que desistir de ello en vista de la resistencia invencible del Botuko de no proporcionarnos guias para Bony pretextando que era una empresa irrealizable la que yo intentaba por el mal estado de los caminos teniendo las peregrinas ocurrencias de decirnos que si fuesemos ingleses nos dejaria pasar que pereciesemos pero que de ningun modo y en ninguna forma podia él consentir que siguiesemos ese camino pues no queria tener que responder de la muerte de los Españoles á su amigo el Botuko de Santa Isabel.

Al estudiar el caracter de este Gefe indigena he conocido con las propias observaciones que ha hecho V. en las relaciones que con él ha tenido. Me parece hombre astuto por excelencia habiendo tenido por la situacion mas proxima de sus estados relaciones mas frecuentes con Vd. ha comprendido las ventajas que podia sacar de nuestro trato no limitandose sin embargo su ambicion a esto solo sino á demas el ser intermediario entre la autoridad española y los demas pueblos bubi.

La autoridad del de Regala parece tal, tanto por la extension del territorio de su mando como por el numero de los habitantes que pueblan esa zona que muy bien puede considerarse este Botuko como el primer Lugar Teniente de Moka.

Las diferencias entre los Bubis de aquella rejion y la que conocemos en el litoral, no pueden ser mas marcadas, he visto en esa parte de la isla hombres cuyos caracteres fisicos pueden hacerles ocupar ventajosimas [sic] entre las distintas y numerosas tribus que pueblan el continente africano y que he tenido lugar de ver en mis largos viajes, la sola vista de un Bubi del interior desvanece la burda creencia en que estamos por lo general de que el Fernandiano es un ser refractario á nuestra accion civilizadora no ya solo por su escasa aptitud intelectual sino tambien por su condicion material, he visto numerosas casos de longevidad en los dos sexos, constituyendo casos excepcionales las enfermedades de la piel que en cambio marcan casi el estado general en los pueblos del litoral.

La riqueza forestal del distrito de Regala me ha parecido tal por la densidad del bosque y las dimensiones extraordinarias de algunos arboles que era de verdadera utilidad el estudio tecnico de ingenieros de montes, cuyos resultados podrian animar a nuestros grandes industriales para intentar una explotacion que podria ser una fuente de riquezas atendido a que como sabe V.S. las colonias situadas al Norte de esta posesion se vén obligadas a importar sus maderas de construccion del Norte de España y de los estados Unidos.

He visto bastantes cabezas de ganado cabrio y lanar; si esto se agrega la abundancia de caza puede que el mercado de Regala se halle quizas mejor abastecido que el de Santa Isabel.

26 de Noviembre

Por la mañana traté de nuevo de pedir al Botuko el que me diese guias para ver si podiamos seguir el primitivo itinerario, pero en vistas del firme proposito que ví en el de no acceder á mi peticion fundandose en las razones del dia anterior y ateniendome á sus instrucciones simulé rendirme á sus razonamientos y agradeciendo sus buenos oficios acepté guias que me ofreció para volver á la playa para donde emprendimos la marcha despues de almorzar llegando á la finca de San Salvador donde dí la orden de acampar á las cuatro de la tarde.

El paisaje de la parte de roca por donde verificamos el descenso varia mucho del que vimos el dia anterior. Las palmeras dan abundantes cosechas de vino y las plantaciones de coco y ñames bastante bien entretenidas son extensas y llegan hasta cerca de la costa.

Alas dos horas de hallarnos en Esibusilu vimos pasar á lo largo la lancha del ponton Ferrolana que arribó despues de ver las señales que mandé hacer desde tierra.

Aquella misma noche remití V.S. el diario de la espedicion desde nuestra salida de Basiléh pidiendo autorizacion que se sirvio aprobar ilusionado por la conducta del Botuko de Regala pues de lo contrario hubieramos quizas gastado nuestras fuerzas sin haber intentado el principal objeto de la mision que me habia hecho el honor de confiar de ver al misterioso soberano indigena.

27 Noviembre

Despues de recibir su autorizacion a las dos de la madrugada dí la orden de marcha inmediatamente viendome obligado de dejar al cuidado de los Sres. Gilbruy y Roca el kruman enfermo en cambio del cual tuvieron la bondad de darme uno de los suyos, y aquella madrugada salimos de la ensenada de Esibusilu con rumbo a la Concepcion.

Inutil considero referir á V.S. de nuevo el viaje por mar de la expedición que duró dos dias y dos noches por reinar siempre calma completa viendonos obligados á servirnos de remo durante todo el tiempo haciendo solo una escala de dos en dos horas para hacer agua. V.S. podrá considerar lo pesimo de un viaje realizado en las condiciones que lo hicimos cuya consecuencia fue el que se me enfermaran otros dos hombres que tuve que enviar de nuevo con la lancha al volver esta á Santa Isabel.

Dia 29 de Noviembre

A las cinco de la madrugada desembarcamos en la Concepcion, en donde despues de procurarnos un guia y cuatro cargadores, tomar el descanso mas preciso emprendimos la marcha hacia Kutan.

Esta jornada fue de las mas pesimas de la espedicion; lo abrupto del camino notoriamente despues de rebasar la altura del pueblecito Elobé y los ataques de las hormigas bravas, contra las cuales era imposible la defensa por habernos sorprendido la noche durante algunas horas de marcha por el bosque, que los cargadores se detenian á cada paso, dejando caer sus cargas, á pesar del ejemplo que daban los blancos; con esta marcha enfermaron cuatro hombres de los cuales tuve que dejar en Kutan hasta mi regreso.

Llegamos al pueblo cerca de la diez de la noche dirijiendome ensequida el guia á casa del Botuko al que no vimos hsta el dia siguiente viniendo á saludarnos entre los muchos hombres y mujeres que se acercaban á nosotros movidos de gran curiosidad, uno de sus hijos hombre de veinte y tantos años que habla muy completamente el español y el inglés y que nos dijo (según me confirmaron luego) haber sido dependienta de Vivour en Santa Isabel cerca de unos diez años.

Las mujeres del Botuko nos trajeron agua y leña, pero por mas que hice no puede lograr que nos señalará sitio para acampar, pasando la noche con nuestra jente en una choza que se nos indicó.

Kutan 30 Noviembre

Al amanecer y con objeto de evitar cualquiera diferencia que pudiese ocurrir entre los indijenas y nuestra gente dí la orden de acampar en las inmediaciones del pueblo. Al poco rato vino el Botuko con su hijo y varios hombres armados con carabinas principiando nuestra conferencia, se mostró muy agradecido por nuestra visita y mucho mas aun por nuestros regalos le hice entrega de una de las banderas procurando explicarle su significado; despues de emplear yo gran suma de argumentos que obtenia por resultado otras tantas negativas parecio por fin acceder á que su hijo, al que yo habia convencido con anterioridad, nos acompañara hasta la misma residencia de Moka.

El resto del dia lo pasé en conferencia con los principales del pueblo entre los cuales hay un fetichista que debe tener mucha influencia siendo el único que nos regaló algunos ñames.

Kutan capital del distrito del mismo nombre, es un pueblo mayor que el de Regala no solo por la superficie que ocupa sino por el contingente de su poblacion, los alrededores presentan agradable aspecto por los numerosos cultivos de coco y ñames, hay bastantes piezas de ganados lanar y cabrio, siendo sus habitantes mucho mas robustos que los que he visto en el norte de la isla.

El Botuko de Kutan me ha producido la peor impresión posible paticipando de ella mis compañeros de viaje, hombre de edad avanzada ha vivido siempre apartado de nuestro trato añadiendose á su malas condiciones de carácter una desconfianza que hace dificilisimo su trato sin embargo podremos hallar en el un auxiliar para nuestra politica si alimentamos de cuando en cuando su avaricia que parece ser la principal pasion que le domina y á la cual supedita por lo tanto todos sus actos.

Por la noche se desencadenó un fuerte tornado que concluyo en una lluvia torrencial que duró hasta cerca de la madrugada; mandé entrar todo el mundo el material en la tienda todo el tiempo que duró la tempestad.

Kutan 1 Diciembre

A las siete de la mañana hora á la que habia quedado citado el hijo del Botuko para reunirse a nosotros y emprender enseguida la marcha apareció nuestro guia al que habia yo encargado viniera con él, diciendome que habia hallado los Bubi muy sobrexcitados oyendoles decir que no solo maltratarian sino matarian al hijo del Botuko si acompañaba á los españoles á ver á Moka, al poco rato apareció el Botuko en persona repitiendome lo que me acababa de decir el guia. A todo eso habia yo mandado arriar la tienda y que se preparara todo para marchar en esta disposicion, empecé de nuevo á conferenciar con el Botuko; estrellandose toda la fuerza de mi raciocinio contra su mala voluntad, hasta que agotada toda mi argumentacion, le manifesté que tenia el firme proposito de seguir adelante con ó sin guia “por que el español era siempre el amigo de sus amigos pero que no retrocedia jamas en las opiniones”.

No oculto á V.S. lo emocionado que me hallaba interiormente al tomar tal resolucion de la que dependia el éxito ó el ver malogrado la espedicion, los informes que habia adquirido el dia anterior en el campamento estaban en harmonia con la noticia que me habian ya dado en Santa Isabel, sobre el fracaso que habia sido siempre el resultado de lo que yo me proponia llevar á cabo citandome entre otras cosas las dos espediciones dirigidas la una por un ministro anglicano, Mr. Grifith y otra por el viajero austriaco Burmann compañeros de Lerote [sic], que se habian visto obligados á retroceder ante la actitud hostil de los Bubis.

Por otra parte, la extraña manía de comunicarse familiarmente entre ellos nuestro interprete inglés, habia hecho que algunos de nuestros krumanes se enterasen de lo que ocurria cundiendo el panico que se apodera del salvaje cuando va en pro de lo desconocido sobrecojiendo hasta los mejores hombres de nuestra caravana entre ellos el que habia habilitado de ... por haber enfermado el que lo era antes.

En caso de sorpresa no contabamos pues mas que con los blancos, dos ó tres negros quizás, dos carabinas winchester, dos revolveres, una escopeta de piston y unas cuantas municiones.

La satisfaccion que proporciona al Gobierno de S.M. y á V.S. que tanto ha hecho ya en el buen espacio de tiempo que lleva al frente de esta colonia, que sera de nuevo coronada de éxito la mision con que me habia honrado me hicieron parecer ligera la responsabilidad que ocurriria al tomar tal determinacion.

Al ver mi resolucion de seguir adelante uno de los hombres que acompañaban al Botuko se brindó á servirnos de guia hasta la misma residencia de Moka cuya proposicion me apresuré á aceptar saliendo en poco tiempo en direccion al pueblo de Moka despues de haber dado yo las instrucciones necesarias para poder preveer á toda eventualidad; antes de salir de aquel lugar tuve que dejar los enfermos.

Desde Kutari al final de nuestro viaje no hicimos mas alto que en las inmediaciones de la aldea de Rioba para almorzar.

La distancia que media entre Kutari y Rioba se recorre por un camino que escepcionalmente puede rivalizar con algunos de los vecinales que tenemos en muchos de nuestros peninsulares, situado a traves de un bosque.

Al rebasar la altura del monte situado a espalda de Rioba, cambió por completo el paisaje y cree uno hallarse en nuestras hermosas provincias pirenaicas, valles magnificos rodeados de magestuosas cordilleras en que á mas no se vé un solo arbol en toda la extension que abarca la vista, teritorios aptos para ensayar multitud de cultivos, temperatura agradable; todo enfin hace que se pueda considerar esa parte del pais como un paraiso terrenal, cuyas condiciones climatologicas tienen que hacer forzosamente esas increibles a los fines africanos[¿]. Desde Riaba á la capital del monarca africano, el aspecto del pais es el mismo que imperfectamente acabo de describir el trazado inverosimil de la mayor parte de los caminos Bubis, estan hechos (si se me permite la frase) á despecho de las agujas, hace que añadido esto á la mucha elevacion que hay que subir forme esta jornada un trayecto penosisimo para la caravana. A las tres de la tarde oimos con la emocion que V.S puede imajinar la voz del guia que nos señalaba á cierta distancia una aglomeracion de chozas con la corte del misterioso Jefe que tanto anhelabamos ver.

Al llegar á la puerta de la poblacion mandé hacer alto y envié un interprete con el cabo de policia Malanga para anunciar nuestra llegada y el objeto de nuestra visita.

Al detenernos nosotros, se habian ido agrupando poco á poco alrededor nuestro buen numero de hombres y mujeres y criaturas que no cesaban de mirarnos con la mayor curiosidad y que habian huido primero al aproximarnos.

Despues de algunos minutos de espectacion vimos una gran algazara, huir á los Bubis que nos rodeaban y apareció ante nosotros un personaje que se distinguia de todos no solo por sus formas herculeas, sino por el estraño disfraz que vestia; sombrero de anchas alas tejido en el pais rodeado de cuernos y plumas de aves y multitud de huesos cubrian ademas sus brazos, piernas y su cuerpo, multitud de adornos del mismo genero, que para el viajero africano no constituian solo el conjunto mas tipico y orijinal que se pueda imaginar, sino que aquellos adornos, aquellas piezas de esqueletos de pequeños animales, todos aquellos
accesorios innumerables eran para mí otras tantas pruebas no solo del poder temporal sino de la autoridad relijiosa de aquel hombre que tenia ante mi vista.Este hombre era Moka y V.S. puede calcular la impresión que en nosotros hacia aquel ser cuya vida habia sido un misterio para nosotros y con el cual no habiamos podido ponernos aun en relacion.


Haciendo caso omiso de nosotros se dirigió desde luego al guia que nos habia conducido hasta ellos “increpandole duramente por no haberlo verificado antes y habernos puesto tanta traba” al oir esto le alargué la mano que estrechó desde luego, despues de cuyo saludo le hicimos repetir el objeto de nuestro viaje pidiendole ademas sitio para acampar y manifestandole la alegria que tenia al verle; inmediatamente dispuso que se nos proporcionara la mas grande de sus cabañas para mi gente señalandome un sitio cerca para poder poner mi tienda de campaña, mandó ademas matar el mas hermoso cordero de una de las piaras que estaban pastando en las cercanias, siendo este el primer obsequio que recibimos pues los demas Jefes indigenas se habian solo hasta entonces dignado a aceptar nuestros regalos sin ofrecernos siquiera unos ñames.

Aquella misma noche á la hora de cenar vino á vernos Moka á nuestra tienda no pudiendo el Botuko comer delante de nadie, le brindé á beber lo cual aceptó y dispuse que al dia siguiente á la hora que el comiese por la mañana y tarde le enviasen una parte de todo lo que constituia nuestro frugalisimo alimento: antes de retirarse celebramos una conferencia de la que pareció salir muy satisfecho por las señales evidentes que de continuo me prodigó, le dí ademas un pequeño regalo anunciandole que al dia siguiente le haria entrega de todo cuanto el Gran Botuko de Santa Isabel me habia dado para el al irse á descansar le hice que le acompañasen con luces de Bengala produciendo en él el efecto que puede facilmente V.S. concebir.

Corte de Moka 3 Diciembre

Persuadido por la experiencia que me ha dado la vida entre los pueblos salvajes de la impresión que producen en ellos todas las manifestaciones de la vida exterior procuré dar al acto de nuestra visita oficial y de la entrega de las banderas y regalos toda la solemnidad posible con los escasisimos recursos con que contabamos. Despues del almuerzo hice formar toda nuestra gente, dí regalos á cada uno de los krumanes y vanderas de las que se habian hecho en el campamento haciendose salvas de fusileria al llegar a la morada del Moka, despues de lo cual empezó nuestra entrevista de cuyos resultados he tenido ya la
honrosa satisfaccion de someter a la superior consideracion de V.S. y al ilustrado criterio de S.M.

Moka no supo como manifestar su agradecimiento por los objetos que le entregamos siendo de notar el istinto practico que revelaban cada una de sus preguntas y observaciones notandose en todo ello manifestaciones nada vulgares para una intelijencia que en realidad se halla sin cultivar.

El soberano indijena de la isla fisicamente considerado se destaca todos y entre todos sin saber que es Moka se dintingue luego de sus subditos.

Uno por uno fue examinando los objetos de nuestra industria que constituian nuestros regalos, fijandose en la materia de que estaban hechos, contando las partes de que se componian, preguntando el objeto á que se
destinaban y abrumandome á preguntas que yo procuraba responder del modo mas comprensible á un burdo entendimiento; verdaderamente sorprende ver en un salvaje que jamas habia visto un blanco y para quienes las manifestaciones de nuestra civilizacion eran enteramente desconocidas, tal afan de indagar y tal espiritu de observacion. El final de cada una de sus interminables preguntas, era el pedirme siempre si de la amistad con nosotros podia el aguardar el que enseñaramos á los suyos la fabricacion de objetos iguales á aquel que constituia nuestros regalos.

Corte de Moka 4 Diciembre

Seguimos acampados descansando la gente de las penosas jornadas que habiamos recorrido y consagrado yo en union del R. P. Juanola y del Sr. Aguirre a recorrer en detalle la residencia del Botuko y á celebrar con este las conferencias necesarias, tanto para percatarle de la conveniencia suya en estrechar sus relaciones de amistad con nosotros como para satisfacer mi natural curiosidad y adquirir algunos informes comprovando estos respecto á la poblacion, lengua, usos y costumbres, relijion, adornos, alimentacion, genero de vida, organización domestica, social y politica, derecho y propiedad, comercio y en una palabra
cuantos datos pueden constituir el material de conocimientos necesarios para poder formar juicio respecto a un pueblo tan orijinalmente curioso como es el Bubi y á cuyo estudio hacia tiempo me habia yo sentido verdaderamente inclinado por los caracteres propios que ofrece como lo demuestra el trabajo que tuve la honra de publicar durante una de mis estancias en Paris antes de mi ida á Alemania para seguir los trabajos del Congreso de Berlín en 1884 bajo el titulo de
…………………………………………………..

Entre las observaciones propias y las series de noticias verbales y apuntes que conservo en mi poder tengo redactadas unas series de notas que no me atrevo sin embargo á publicar no solo por no dar extension á este diario si no porque creo que el juicio del explorador viajero que visita ó recorre un pais no puede desde luego ofrecer las mismas garantias (...) como la opinion madura y sensata de ciertas personas que residiendo por razon de sus cargos hace largos años en el pais estan en perfectas condiciones y disponen de medios que no están al alcance del que solo atraviesa una rejion rapidamente para poder apreciar las cosas tales cuales son.

Dejo pues al cuidado de los funcionarios de la colonia española de los R.P. misioneros, y muy especialmente al virtuoso padre Juanola que por su larga residencia en el pais, por su clara intelijencia y por el sublime objeto de su apostolado está llamado á identificarse mas y mas con los indijenas de la Isla el cuidado de profundizar el secreto de su misteriosa existencia, no teniendo yo otro objeto si no el exponer en esta relacion de viaje sencilla y llanamente cuales fueron nuestros pasos y la forma modesta de realizar la mision que se nos habia confiado.

De la impresión que me ha producido el pais nada tengo que decir por haberlo manifestado anteriormente ademas de ella como de sus curiosos habitantes pueden dar alguna idea las fotografias sacadas al efecto y que tengo el gusto de remitir a V.S.

La familia de Moka es la unica que con sus servidores habita esta parte del pais siendo por lo tanto relativamente corto el numero de chozas ó habitaciones que componen el pueblo.

Despues de algunas consideraciones Moka me afirmó el placer con que veria establecerse una mision en las inmediaciones de su residencia y no solo se contento con proponernos esto si no que me aseguró enviaria a ella tan pronto como estuviera establecida á sus propios hijos para educarlos según nuestras costumbres; realmente hora es ya de que la accion de España en este apostolado dominio hiciese sentir de un modo mas eficaz pues a pesar de mis numerosos viajes por paises exoticos no recuerdo haber visto vivir á hombres y tribus salvajes algunas en estado tan primitivo ni desnudos tan absolutos como los Bubis contrastando con esta impresión la sorpresa de mis compañeros de viaje y mia al ver que casi el unico articulo de cambio eran los fusiles de chispa que vimos en numero relativamente extraordinario en el curso de nuestro viaje.

Corte de Moka 5 Diciembre

Apremiado por las comunicaciones que habia recibido de V.S. en las que me manifestaba la necesidad de apresurar el regreso por el escaso personal con que contaba para el servicio de las colonias, dispuse la madrugada de este dia se hiciesen los preparativos necesarios para nuestra marcha.

Despues de una ultima conferencia con Moka en la que acordamos y ratificamos lo anteriormente convenido, en medio de cordiales pruevas de afecto y simpatia no solo de él si no de toda su jente, emprendimos el mismo dia nuestro descenso hacia la Concepcion.

Al pasar por Kutari recojimos los cuatro krumanes que me habia visto precisado á dejar al cuidado de aquel Botuko manifestandome ellos que habian sido peerfectamente atendidos en premio de lo cual se les dio algunos obsequios, contrastando por otra parte no poco la acojida que nos hicieron entonces con la forma que tuvieron de recibirnos a la ida.

A las diez de la noche despues de una marcha forzada hasta el extremo de causar el asombro de los indijenas, llegamos a la bahia de la Concepcion donde mandé acampar hasta el dia siguiente.

Bahia de la Concepcion 6 Diciembre

En esta madrugada se levanto el campamento procediendose al embarque y efectuandose la travesia con mucha mayor rapidez que el viaje de ida aunque con las molestias consiguientes á verificarlo en una embarcacion que apenas tenia las dimensiones necesarias para contener parte relativamente escasa del personal y material que llevamos á bordo haciendose por extremo dificil de maniobrar en ciertos casos; vencidas estas dificultades tuvimos la fortuna de fondear en Santa Isabel en la tarde de aquel dia siendo recibidos por V.S., R. Padres Misioneros y personal de la colonia con manifestaciones tales de afectuoso entusiasmo que consideramos recompensadas con creces nuestras pasadas fatigas.

Despues de un solemne Tedeum en accion de gracias por nuestro feliz regreso se celebro en la Casa del Gobierno una comida especial en la cual decidió V.S. disponer mi inmediato regreso á la Peninsula interrumpiendo la mision que debia continuar en el Continente, para dar cuenta al Gobierno de S.M. del resultado alcanzado por la espedicion.

No entraré aquí en consideraciones sobre las consecuencias políticas y beneficios favorables que pueden deducirse como consecuencia de la mision que hemos tenido la fortuna de realizar y por cuyo resultado me permito felicitar sinceramente a V.S.

No era solamente la incomunicacion con los indijenas la causa del estado poco halagüeño de la Colonia, sino que habia dos obstaculos de no escaso monto privavan de que el comercio ó la industria española pudiesen intentar empresa alguna de consideracion como no fuera á costa de grandes sacrificios y contando con capitales importantes estos dos obstaculos se basaban en otros tantos errores desvanecidos hoy a Dios gracias por nuestra propia informacion.

Creian en la casi imposibilidad sino despues de obras costosisimas el disponer de terrenos aptos para al cultivo á causa de la exuberante riqueza forestal de gran parte de la isla, si bien esto es cierto, en muchos de los puntos del itinerario recorrido por nosotros, tambien lo es, que no existe inconveniente en muchas de las zonas que hemos visitado.

No menos contraproducente era esta opinion respecto del pais que la que existía referente á sus habitantes formando un verdadero problema de difícil solucion para los escasos colonos que tienen tierras en explotacion el contratar el numero de krumanes indispensables para las faenas precisas por considerar á los Bubis fisica y moralmente incapaces de producir la mano de obra necesaria.

Si esta apreciacion es justa respecto á los Bubis dejenerados por el alcolismo y multitud de enfermedades que mantienen las escasas relaciones de que hemos hablado, no lo es ni con mucho respecto á los indijenas del interior que segun lo comprueba la coleccion fotografica que he tenido la fortuna de sacar pueden ser bajo el punto de vista antropolojico favorablemente comparados á los pueblos mas robustos é intelijentes que he visitado en mis viajes a traves del Continente.

De desear eso el Gobierno de S.M. penetrandose de las ventajas que puede reportar el atender á esta Colonia se preoucupe seriamente de su porvenir.

Dios guarde á V.S. muchos años.
Madrid 2 de Junio de 1894.

[Acompaña el informe una relación del personal que participó y una hoja
con detalles y observaciones del itinerario de la expedición]





El fantasma del Blog
Apéndice 9: “Noticias sobre Fernando Póo y territorios contiguos que contiene una carta del Sr. Ossorio, individuo de la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, dirijida al Presidente de la misma Don Francisco Coello y transcritas por este Sr., en carta particular de 6 de Febrero de 1885, al Sr. Ministro Plenipotenciario de S.M. en Berlín”. A.G.A., África- Guinea, Caja 854.

“Si el comercio español, y principalmente el catalán tuvieran la menor idea del muy extraordinario que todas las naciones, menos la nuestra, hacen en esta costa, y de las riquezas que de ellas se extraen, de seguro sentirian en el alma de no haber pisado antes dichas regiones. Basta para tener una noción de ello saber los muchos miles de duros de mercancias que traen, la mayor parte en telas cada vapor inglés que llega semanalmente, sin contar los extraordinarios y lo que llevan á toda la costa los franceses, alemanes y portugueses, viendose también como vuelven cargados á Europa con los productos de un pais, al que tanto se teme y para el cual sirven de seguro, mucho mejor los españoles que los de otras naciones. Debe por lo tanto, procurarse que desaparezca el miedo, bien poco fundado que hay entre nosotros para venir á este pais y demostrar á los extrangeros que somos tan buenos, sino mejores que ellos, tanto para comerciar como para explorar el territorio y que si no vinimos antes ha sido por la falta de relaciones directas, nunca por falta de disposición y de valor. Hay sobre todo, que hacer conocer, y á los catalanes principalmente las ganancias que obtendrian si pusieran aquí factorias que es lo indispensable, tanto para que España aproveche las riquezas de estas tierras como para sostener el espiritu español. Los indígenas lo piden tambien diciendo mas de una vez que nuestra Nacion debe ser muy pequeñita y pobre cuando no tiene vapores ni factorias. El establecimiento de estas ultimas, es lo que puede darnos influencia en la costa, observandose hoy que apenas hay un negro que no hable el inglés, desconociendo casi por completo los demás idiomas. Yo creo que ha contribuido mucho para impedir el tráfico de los españoles en estos territorios, el tratado sobre la trata de esclavos hecho entre España y la humanitaria Inglaterra que sea dicho de paso, considera á estos individuos como bestias; con él se vieron los barcos de vela imposibilitados de aproximarse á dichas playas por temor de ser apresados, como ha sucedido á mas de uno, por los vapores de guerra ingleses que las recorren continuamente. Es preciso hacer saber que Fernando Poó no es tan malsano como dicen la mayor parte de los empleados que de allí vienen. Observando la higiene y alimentación debida y no la que hoy se acostumbra; trabajando además aquella fertilisima tierra, seria otra isla de Cuba. ¿Cómo han de tener salud aquí nuestros marinos si se hace trabajar á estos desdichados soldados en las mismas horas y en faenas iguales á las que desempeñan cuando están en Europa, sin tener para nada en cuenta la región en que ahora viven? Esto es no solo inhumanitario sino que dá tambien motivo para que los estrangeros nos digan que no tenemos conocimientos bastantes para saber las modificaciones que alli son necesarias: sus barcos de guerra estan tripulados y reglamentados, en realidad de otra manera. No encuentro mal la venida de tantos misioneros á estos paises, pero creo que nada perderia España, si algo de lo que se gasta en misiones se dedicara a otros objetos. Tampoco perderian acaso las almas de estas gentes á quienes la religión gusta muchisimo menos que el comercio, riñendo con los que tratan de alterar sus costumbres, aunque sea solo por consejos. Los Misioneros protestantes no vienen en comunidad como hacen los catolicos, ya sean españoles ó franceses. Cada uno se establece en su punto, y su sola misión es enseñar inglés y nada mas que inglés; así deberiamos hacer nosotros, limitandonos á poner escuelas y mas escuelas para hacer españoles y facilitar de este modo, las negociaciones que puedan tener lugar en lo sucesivo. Portugal, nación mucho menos importante que España, tiene linea de vapores magnificos que superan, mal que les pese, á todos los de otras Naciones. España debiera haberlos aprovechado, mucho tiempo hace para llevar su correspondencia y para todo: tienen grandes comodidades, y viages con mayor rapidez que los demás, tardando solo 23 dias desde Lisboa á Sto. Tomé. Parece mentira que el Gobierno español no se haya fijado alguna vez en la circunstancia de que ellos podian prestarle mejor servicio que los ingleses. En algun tiempo quisieron los vapores portugueses hacer escala tanto á la ida como á la vuelta, en Fernando Póo, pero consultado para este fin un Cónsul de aquella isla, negro bastante instruido, pero que era factor y muy ligado á los intereses ingleses, aconsejo, según el mismo y en dos ocasiones me ha dicho, á la Compañía portuguesa que ninguna utilidad les hacia tocar en nuestro puerto.”

El fantasma del Blog
WEBS DE ESCLAVISMO Y ABOLICIÓN


African American Odyssey Slavery--The Peculiar Institution

http://lcweb2.loc.gov/ammem/aaohtml/exhibit/aopart1.html


Chronology On The History Of Slavery And Racism 1830 To The End

http://innercity.org/holt/chron_1830_end.html


Enslave African Resistance and Revolts

http://www.swagga.com/revolts.htm


Freedom Destruction of Slavery

http://www.inform.umd.edu/ARHU/Depts/Histo...edman/dospg.htm


Informed ReSource Historical Documents Regarding Slavery

http://www.bungi.com/cfip/slavery.htm


Middle school links about the history of slavery

http://www.middleweb.com/Amistad.html


Spartacus Educational Home Page

http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/USAslavery.htm


Studies in the World History of Slavery, Abolition and Emancipation

http://www2.h-net.msu.edu/~slavery/


The Slave Trade

http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/slavery.htm


BUBL LINK - 515 Internet Resources Slavery

http://bubl.ac.uk/link/s/slavery.htm


Africa y Esclavismo

http://www.fordham.edu/halsall/africa/The%...%20of%20Slavery


Africa and Slavery - African History on the Internet

http://www-sul.stanford.edu/depts/ssrg/afr.../hislavery.html


Julian Navascues
EDITORIAL

Un viaje útil

06/12/2006


El viaje de Zapatero a Senegal, acompañado de una importante delegación en la que figuraban tres ministros y una secretaria de Estado, no ha reportado todos los frutos que cabía suponer, pero no por ello hay que concluir que la visita -la primera en dos décadas de un jefe de Gobierno español a un país del África subsahariana- haya sido inútil. Forma parte de la estrategia socialista de intentar combinar vigilancia y pragmatismo a cambio de ayuda al desarrollo para reducir el fuerte flujo de ilegales.

Era más o menos previsible que, a dos meses de las elecciones presidenciales y legislativas senegalesas, el presidente Abdulaye Wade se resistiera a suscribir un convenio de repatriación de sus conciudadanos que llegan irregularmente a España, debido a la fuerte crítica interna que suscitan acciones de este tipo, como se ha visto con los 5.000 devueltos casi clandestinamente por las autoridades españolas hasta septiembre. No hay que olvidar que las remesas de los senegaleses en el extranjero representan un 25% de los ingresos de un país en el que la pobreza afecta a un 44% de la población.

Ambas partes han constatado su acuerdo sobre los principios que deben guiar la política de migración: estrechar el control fronterizo, combatir las mafias, apoyar un flujo legal y ordenado y más asistencia económica. El Gobierno de Zapatero ha triplicado en dos años, hasta 450 millones de euros, la ayuda al desarrollo del África subsahariana y elevado de 5 a 35 millones de euros los fondos para Senegal. Este país es el primer receptor de fondos españoles y está considerado como prioritario en materia migratoria. La mitad de los cerca de 30.000 inmigrantes que han llegado a Canarias clandestinamente son senegaleses. Las relaciones bilaterales se han visto marcadas por encontronazos, sobre todo la pasada primavera, cuando la avalancha de cayucos a España llegó a su punto álgido. Las visitas de los ministros de Interior y Exteriores sirvieron para limar diferencias.

Habría sido un error que, sin la firma previa de un convenio de repatriación, Zapatero hubiese acordado con Wade, como éste quería, la fijación de antemano de un cupo de emigración legal (unos 4.000 en un plazo de dos años), tal como prometió el ministro Moratinos, quizás precipitadamente, en su visita a Dakar el pasado octubre. Ambos Gobiernos se han comprometido a lograr esa meta. Quizás lo más tangible haya sido la aceptación por parte de Senegal de prorrogar por otros seis meses el operativo de vigilancia en sus aguas de la agencia de fronteras europea, que, aunque modesto, ha servido para frenar algo el flujo clandestino.
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La expedición Argelejo.

Los detalles de la expedición Argelejo están descritos con minuciosidad por Cencillo de Pineda, una fuente secundaria que se ha convertido en un clásico del tema. Es inevitable, por tanto, remitir al lector a este libro si desease consultar todos los pormenores de la fatal expedición. Sin embargo, también es preciso advertir de la enorme parcialidad de esta fuente que constituye claramente un intento del cuerpo militar franquista de rehabilitar a sus “heroicos compañeros coloniales”. El propio Cencillo de Pineda era militar y el libro lo prologa José Diez de Villegas, a la sazón Director General de Marruecos y Colonias.

El contenido del prólogo es un ejemplo de hispanotropicalismo descarado, con rancias frases justificativas de la colonización española que jalonan el texto: “España (...) fue siempre mucho más que una mera expresión geográfica. Fue un pueblo; un designio; una misión”.

En la obra de Cencillo de Pineda la responsabilidad del fracaso de la expedición recae en el afrancesamiento y la incompetencia de la dinastía Borbónica, en concreto de Carlos III y sus ministros ilustrados, unida a la alianza anti-natura con Francia, cuando “Carlos III se dejó llevar por pueriles afectos de familia, y no por los intereses sagrados de la Patria, que le mandaban permanecer neutral y amigo de Inglaterra, porque esa sí que era la obligada política de España”. Sin embargo, a pesar de ello,

“la vitalidad de la raza dejó sentir sus efectos por encima de nuevas dinastías y de su detestable política bélica familiar. El Brigadier Conde de Argelejo (...) ofrendó su vida a España, en acto de servicio, al cumplir una misión verdaderamente nacional, que aún perdura: la toma de posesión de los que hoy se llaman Territorios Españoles del Golfo de Guinea.”.

Efectivamente, en 1948 –año de la edición del libro-, la colonización aún perduraba. Sumidos en plena autarquía, el gobierno de Franco redobló su presión sobre las colonias españolas en África y pasó a desarrollar en Guinea una política colonial económicamente depredadora y socialmente racista.

Existe otra fuente a la que podemos recurrir en caso de desear exhaustividad. Se trata de la obra de Palau Claveras, cuyo interés radica en las transcripciones literales que hace a veces de la documentación original. Por lo demás hay que agradecerle, a pesar de sus errores cronológicos, que no escribiese el típico prólogo de rancio sabor castrense.

No obstante, siendo conscientes de la parcialidad de las fuentes, podemos utilizarlas perfectamente para realizar un breve recorrido por los acontecimientos históricos de esta primera expedición española al África Ecuatorial.

Llegados a este punto, parece imprescindible presentar a los principales protagonistas de la historia. El Ministro de Indias, José de Gálvez, nombró comisario regio y jefe de la expedición al brigadier, conde de Argelejo; su segundo era el teniente coronel de Artillería, Joaquín Primo de Rivera, que se había distinguido en la toma de Sacramento; como asesor técnico fue designado el teniente coronel de Ingenieros, Francisco de Paula Esteban y, finalmente, como jefe de la flota fue nombrado el capitán de fragata José Varela Ulloa.

La flotilla española salió de Montevideo el 17 de abril de 1778, veintiocho días después de la ratificación del Tratado del Pardo, y llegó el 29 de junio a la isla de Príncipe donde, según la notificación de Floridablanca, ya debería estar esperándoles la flota lusa con el comisario real encargado de realizar la cesión. Sin embargo, éste no llegó hasta el 4 de octubre. Este considerable retraso supuso el que la misión perdiese su carácter secreto y la sorpresa, ligada a la rapidez,

"pues en la isla fondearon durante la estancia española barcos negreros ingleses, franceses, daneses y portugueses, y siendo conocida tanto en Príncipe como en Santo Tomé la razón de la presencia española, el secreto ya no era tal, y bien pronto se manifestó el desagrado de los comerciantes británicos a la presencia española en la zona".

Es decir, la expedición española había perdido sus dos única ventajas y bien pronto los portugueses de la isla de Príncipe les hicieron comprender lo comprometido de su situación.

Las autoridades isleñas, lejos de tratar a España como nación más favorecida, hicieron que la estadía forzada de los militares españoles en la isla se convirtiera en un cúmulo de dificultades. Durante los tres meses que los españoles pasaron en Príncipe les sucedió toda clase de calamidades: muchos murieron de fiebres de las que enfermaron casi todos ellos; los víveres que necesitaban les eran vendidos a precios abusivos; los buques de guerra ingleses llegaron a bloquear la flota española y los habitantes de la isla los trataban con desprecio mofándose de su mala suerte. En 1799, Varela Ulloa, en una carta al ministro portugués Mello, denunciaba enérgicamente los malos tratos inflingidos por las autoridades portuguesas de la isla y, después de los agradecimientos de rigor hacia las pocas personas que les habían ayudado, terminaba diciendo:

"No puedo decir lo mismo de Dn. Vicente Gómez Ferreyra, porque nos obligó a pagar los víveres a un precio exhorbitante contra lo estipulado en los artículos de la Paz. Este Caballero no consulta más que su propio interés, y por lo tanto fueron inútiles todas las reconvenciones que le hicimos sobre el particular el Brigadier Conde de Argelejos y yo. Algunas vejaciones recibimos también del Vicario de la Matriz y entre ellas la de habernos llevado 61 pesos fuertes por el entierro de un Guarda-marina, sin embargo de que los derechos prorrogados por la ley o costumbre de la Isla, no ascienden más que a 6.400 Reys. Me he hecho el desentendido en estos asuntos, con el fin de no faltar a la buena harmonía y correspondencia que debe haber entre las dos Naciones, pero me prometo de la justificación de V.E. que hará saber a los habitantes de Príncipe que los vasallos del Rey Católico no van a aquella Isla para ser tratados en los mismos términos que si fuesen unos piratas".

Efectivamente, cansados ya los españoles, a primeros de septiembre, Argelejo solicita del gobernador la pronta entrega de las islas cedidas, éste se niega alegando que por órdenes de la Reina de Portugal la cesión sólo podía ser realizada por Esquivel. Ante el engaño evidente de los portugueses y las mentiras y excusas del gobernador, cuya actitud Argelejo calificó de "entretenida dolosa", se produce un bloqueo de la situación que lleva a Argelejo a pensar en tomar Príncipe por las armas o tomar Fernando Poo sin esperar la llegada del comisario portugués.

El 6 de septiembre, y para intentar desbloquear una situación tan desairada, Argelejo, de acuerdo con Varela Ulloa, reúne a la Junta de Jefes de la expedición: Ramón Topete (comandante de la fragata “Soledad”), el teniente de navío José Grandellana (Comandante del “Santiago”), el segundo jefe de la expedición, Primo de Rivera, y el teniente coronel de ingenieros Francisco de Paula Esteban. En el acta de la reunión se reflejaba la preocupación de los expedicionarios, se hacía un pormenorizado relato de lo acontecido y se aludía a las “noticias adquiridas de la situación, estado y circunstancias geográficas de estas islas; a la falta de ejercicio de dominación de los portugueses en las cedidas a España”. También se mencionaban los rumores de guerra, el problema de los víveres y las enfermedades que comenzaban a menguar la expedición. En esta reunión, Argelejo puso sobre la mesa sus intenciones de tomar Príncipe y/o Fernando Poo sin esperar al comisario portugués, haciendo constar que

“era su voluntad no esperar a las providencias de la Corte en aquel puerto, sino pasar a la isla de Fernando Póo y hacer un establecimiento con su artillería y fuerzas de tierra, con cuya operación se ponían las fragatas a mejor resguardo, como los demás efectos del Rey, y en mejor estado de defensa en el caso que pudiera ocurrir la guerra, y de poder ocultar nuestra flaqueza si enfermase considerablemente nuestra gente, lo que se puede temer”.

Pero una decisión así debía tener necesariamente la aquiescencia del Comandante de la Marina, Varela Ulloa, que respondió negativamente aduciendo que en sus instrucciones se le mandaba expresamente:

“ir a tomar posesión de las islas con asistencia del comisario portugués, y que, no habiendo llegado éste, sería contrario a las órdenes del Rey dar cualquier paso en aquel asunto sin esta expresa circunstancia”.

Cencillo de Pineda toma posición claramente por Argelejo. Castro y de la Calle hacen un análisis más serio del comportamiento de ambos militares: "la oposición entre Argelejo y Varela Ulloa no lo era tanto por cuestión de táctica a seguir, sino que más bien refleja una oposición personal y de las dos armas, Ejército y Marina, que forman parte de la expedición”. Pero continúan la cita posicionándose al fin a favor de la actitud de Argelejo: “La respuesta de Varela podía ser criticable, pues pretendía obedecer las órdenes reales en la forma, sacrificando para ello el fin esencial de la misión: tomar la posesión y soberanía de las islas”. Sin embargo podemos interpretar la posición del comandante de Marina desde otros ángulos, teniendo en cuenta que disponemos de sus informes a la Corona sobre Fernando Poo y Annobón que redacta en la misma Guinea y en el mismo año de 1778. Parece claro que Varela Ulloa tenía “in mente” un plan más diplomático y algo más ambicioso que el de Argelejo y en él no pesaban tanto “las virtudes militares –patriotismo, lealtad, espíritu religioso y abnegación” , junto con el honor y el espíritu de conquista que, sin duda, habían presidido la educación de Dn. Felipe de los Santos Toro y Freyre, Brigadier y VII Conde de Argelejo. Varela debía temer, con razón, un enfrentamiento directo con Portugal que, en aguas africanas dominadas por éstos y por sus aliados, los ingleses, en nada les beneficiaba a las puertas de una guerra entre España e Inglaterra. La situación desfavorable estaba clara: burlas, dilaciones y engaños por parte de los colonos y autoridades portuguesas, amagos de ataque de la flota inglesa, posición de debilidad de los españoles ante sus necesidades de víveres, agua y atención sanitaria para los enfermos, desconocimiento del terreno y, algo mucho más grave, las comunicaciones con la Península eran muy difíciles dado el tiempo que costaba cubrir la travesía (más de tres meses) y los posibles riesgos de naufragio por turbonadas, ataque de los ingleses o de la piratería, muy abundante en estas aguas.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, Varela se muestra en su informe enérgico y contundente sobre qué hacer en Guinea: “El partido pues que se debe tomar en las circunstancias actuales, es pedir a los Portugueses la Isla de Príncipe, en la qual hay una Regular Población, y un mediano Puerto”. Y muestra su interés especial en potenciar desde allí el comercio con El Gabón –que era en realidad el país a colonizar que interesaba a la Corte española- e intentar, aunque fuese clandestinamente, llevar la trata más hacia allá, cuando dice a continuación:

“Establecidos allí los españoles, se podría construir una Fortaleza en el Gabón que nos asegurase el comercio de aquel Río, y el de la ensenada de López Gonzalvo, que son las más ventajosas de la Costa. Se podría también enviar algunas embarcaciones a los puertos de Tuda [sic], sino está prohibido a los Españoles en los tratados de paz; y de todos modos no faltaría proporción para hacer un comercio clandestino, a que se prestan por su próspera utilidad los Ingleses, Holandeses y Dinamarqueses”.

Finalmente, de la reunión de Junta de Jefes se sacó la conclusión de enviar el paquebote “Santiago” a España con información de todo lo sucedido, demandando auxilios y órdenes a seguir. El “Santiago” zarpó para España el día 27 de septiembre de 1778.

La situación quedó desbloqueada por el momento, cuando el 4 de octubre llegó a Príncipe la fragata “Nuestra Señora de Gracia”, procedente de Pernambuco (a donde había arribado por equivocación), mandada por el comisario portugués, Frey Luis Cayetano de Castro. Que la Corte portuguesa era conocedora del estado de las islas lo demuestra la actitud del comisario portugués y sus instrucciones que le ordenaban

“trasladarse a Anobón y desembarcar un destacamento de 40 soldados, al mismo tiempo que otros tantos españoles, convocando a los habitantes para que proclamasen soberano al Rey de España, (...) y que si aquéllos se retiraban al bosque intimados no tendrían obligación de volverlos a juntar, bastando hacer presente al Comisario español que a él correspondía reducir y civilizar a aquellas gentes”.

Con respecto a Fernando Poo, sus órdenes le facultaban para que hiciera la entrega “en la ciudad de Príncipe o en cualquier otro paraje, sin más formalidad que pasar a manos del Comisario español un certificado en el que consta que la referida isla pertenecía desde entonces a los dominios del Rey de España”.Argelejo, por supuesto, se negó a un trasvase de soberanía tan poco comprometido y tan irregular y obligó al comisario portugués a marchar primero a Fernando Poo y efectuar todos los rituales de rigor.

De acuerdo con ello, el 14 de octubre de 1778 salieron para Fernando Poo las fragatas españolas “Santa Catalina” y “Soledad”, y la portuguesa “Nuestra Señora de Gracia”. Llegaron el 24 y después de recitar el Acta de Posesión, Argelejo:

“lanzó tierra al aire y quebró ramas de los árboles e hizo todos los demás actos posesorios diciendo en altas voces, de modo que todos los presentes lo entendieron, que en virtud de la comisión que tenía del Rey Católico (...) tomaba posesión de esta isla de Fernando Póo como perteneciente al Reino de España para que de hoy en adelante reconocieran sus habitantes a dicho Soberano como su Rey con pleno y supremo poder”.

Mientras tanto, los habitantes de la isla habían huido al interior al verlos llegar y, según Varela, sólo se les presentó un adolescente de 15 ó 16 años el último día de estancia en la isla de la expedición.

Argelejo se dio cuenta de inmediato que instalar un puesto militar, de almacenaje y suministro, sería excesivamente costoso (por lo menos en el lugar que habían escogido, la bahía que ellos mismos habían bautizado con el nombre de San Carlos, al sudoeste de la isla) para el Erario y, además, la expedición no poseía los medios materiales y humanos para realizarlo. Cencillo de Pineda, al citar el diario de Argelejo, señala que éste había desistido de instalarse en San Carlos

“estimando que el punto escogido era pantanoso y húmedo y que las orillas de la ensenada estaban cubiertas de bosque impenetrable que requería se allanase en parte, careciendo para ello de operarios, puesto que de los 100 soldados que llevaba, 53 estaban enfermos y 22 convalecientes”.

Podemos imaginarnos las discusiones entre los comisarios español y portugués hasta que Argelejo y Varela aceptaron la oferta alternativa del portugués “de entregarle Annobón con la obediencia del pueblo y con los edificios necesarios para cuartel, hospital, almacén de pólvora y víveres”. De nuevo se dirigían los españoles, sin saberlo, hacia otra trampa...

Partieron de Fernando Poo el 25 de octubre y el 4 de noviembre estaban en Santo Tomé para repostar víveres, reanudando el viaje hacia Annobón el día 10. El 14 sucedió algo inesperado que, creemos, fue importante para el ulterior desarrollo de los acontecimientos: la muerte –probablemente a causa de la malaria inoculada en las costas africanas- del brigadier Argelejo. El 16 de noviembre el mando como Jefe Principal militar pasó a ser detentado por el teniente coronel Joaquín Primo de Rivera, de plebeya familia castrense. El 29 desembarcaron en la isla para tomar posesión de ella oficialmente a lo cual, y después de algunos enfrentamientos verbales, se negaron rotundamente los indígenas con estas palabras

"nâo queriam, porque elles nâo conheciam outro Rey, senâo o de Portugal, e que este era seu Rey para os deffender, mas elles erâo senhores da terra, e do governo (...) e que de el Rey de Hespanha nunca ouviram fallar a seus avós, e que aquella terra Ihes fora dada por seu pay Adam; e que absolutamente nâo queriam brancos em terra mais que o padre, porque os queriam fazer captivos, sendo elles livres" y las mujeres se manifestaron “en procesión con crucifijos, Santos, calaveras y otros huesos humanos”. Los portugueses, ante las preguntas de Primo, contestaron con el mayor descaro que ellos ya habían cumplido y lo demás corría a cargo de los españoles. Lo demás, como es obvio, era la necesidad de reducir a los indígenas con las armas ya que éstos se mostraban irreductibles en su postura “reafirmada con gritos y alboroto creciente, y más tarde huyeron al bosque”.
Una vez más los portugueses habían engañado a los españoles al prometerles que les entregarían la isla con la obediencia del pueblo. En un acto quijotesco que se explica por un orgullo militar excesivamente herido, Primo decide abandonar también Annobón, sin tomarla oficialmente68 (realmente no se “conquista” la isla hasta mediados del siglo XIX), y mandar a Varela Ulloa con la “Santa Catalina” a España para informar de todo lo ocurrido. Por su parte, el comisario portugués, Cayetano de Castro, vuelve a Bahía para reparar la nave “Nuestra Señora de Gracia”. La “Soledad”, con parte de la tripulación española, se quedará en Santo Tomé en espera de las instrucciones de Madrid, durante todo un año. Un año que iba a ser decisivo.

Trasladémonos ahora a otro escenario: Madrid, la Corte, ¿qué estaba sucediendo allí desde la llegada del paquebote con noticias de la expedición? El 1 de enero de 1779, más de tres meses después de su salida de Príncipe, se tuvieron noticias del “Santiago” en la Corte. El teniente de navío, José Grandellana, remitió desde Cádiz a los ministros Gálvez y Marqués de González de Castejón unos pliegos conteniendo las comunicaciones de Argelejo y su Informe.

En el Informe Argelejo, el brigadier hace hincapié en la desconexión entre la Corte de Lisboa y sus posesiones en el Golfo de Guinea y en la carencia total de soberanía de Portugal sobre las islas “a las que tenía en el más completo abandono”. Respecto al comercio practicado en la costa, desde Ouidah a Luanda, los portugueses no tenían establecimientos, ni eran reconocidos, ni comerciaban apenas, pues “como jamás han sido fomentados, ni protexidos, ni tienen sino tres o quatro embarcaciones como lanchas, en encontrándolos les quitan lo que llevan, y en la Costa hacen lo mismo los Negros”.

Por la letra del Informe se supone que por lo menos la oficialidad de la expedición debía ser, ya por aquellas fechas, conocedora de la belicosidad de los descendientes de esclavos de Annobón y su renuencia a recaer en ese estado propio de la “civilidad”, pues Castro y De la Calle, citando indirectamente a Argelejo, manifiestan:

“teniendo en cuenta que en ninguna de las islas se acata soberanía extranjera alguna, habrían de conquistarse, y en éste caso era más fácil atraerse a los pobladores de Fernando Poo, ‘por quanto se extrañan sólo por falta de cultivo, y no haber conocido civilidad jamás, ni unión republicana’, que a los de Annobón, ‘que habiéndola tenido, y reconocido, están hechos a sacudirla y extrañarse por elección’”.

Enterado Floridablanca del contenido de las cartas y del Informe Argelejo, resuelve el 9 de enero de 1779 se les despache

“el paquebot que ha venido y otra embarcación bien provista de todo lo que les falta para la posesión de las islas, con el fin de que fijen el pie y se establezcan en la de Fernando Poo, para desde allí tantear nuevas fundaciones en López Gozalvo y otros lugares de la costa”.

Por lo tanto, las órdenes eran claras: establecerse en Fernando Poo en tanto que condición necesaria para abordar el continente. Mientras se hacían los preparativos, llegó a Cádiz el 12 de marzo la fragata “Santa Catalina”, con su comandante Varela Ulloa enviado por Primo de Rivera.

El Informe Varela es mucho más preciso y contundente que el de Argelejo pues disponía de mayor información, resultado de sus expediciones tanto a las islas como a la costa del continente africano y su relación con los comerciantes extranjeros. Consta de dos partes bien diferenciadas, una con la descripción de la isla de Fernando Poo y otra con la de Annobón, con sus ventajas y dificultades con respecto al principal objetivo de la misión de desarrollar la trata de esclavos con la costa, e incluye una conclusión final en la que aporta a la Corona una solución alternativa. Este Informe es el primero de otros muchos que a lo largo del siglo XIX aconsejan al gobierno una colonización efectiva –a la manera inglesa- de la zona y que, prácticamente, no tendrían ningún eco hasta justamente el intervalo de la Dictadura de Primo de Rivera.

Varela empieza su Informe de Fernando Poo con una precisa y detallada descripción geográfica y después de hablarnos brevemente de su casi invisible población, pasa a enumerar las posibles ventajas que ofrece dicha isla para el comercio con la costa vecina. A causa de su cercanía a Calabar, Camarones, Campo Benito y Gabón, se podría utilizar la isla para tres fines: comprar fácilmente esclavos, cera, marfil y palo de tinte en las costas del continente; convertirla en un centro suministrador de esclavos “recogidos” en las costas vecinas:

“no sería difícil entablar en ella [refiriéndose a la costa] un comercio seguido, y obligar a los habitantes a que viniesen a Fernando Poo a vender sus esclavos en las grandes Canoas o Piraguas de que usan”,

y, finalmente, hacer de Fernando Poo un punto necesario de referencia en cuanto a suministro de agua y víveres, papel que ya jugaba, de hecho, y que continuaría realizando en toda la fase de la llamada trata ilegal o “intérlope”. Lacroix es muy explícito al respecto:

“Au fond du golfe de Guinée, la grande île de Fernando-Poo, San Thomé et ïle du Prince (...) servaient surtout de points de relâche pour y faire de l’eau et du bois. On y trouvait une main-d’oeuvre abondante pour toute les transformations à accomplir, loin de regards indiscrets. C’est pourquoi, à partir de 1820, la plupart des bâtiments avouant se rendre à la Côte d’Afrique, donnaient l’una de ces trois îles comme lieu de destination”.

Varela añade que, de esta manera, podría desarrollarse un próspero comercio beneficioso para los colonos “que podrían enriquecerse por ese medio como lo han hecho hasta ahora los Portugueses en el Príncipe y Sn. Tomé”.

No olvidemos que, a fines del XVIII, la isla de Bioko (Fernando Poo) estaba pasando por una epoca “dorada” para los indígenas porque los posibles países colonizadores –Portugal, Inglaterra, España- aún no podían o no sabían cómo aprovechar sus riquezas con los mínimos costes. Es decir, la isla, hasta la segunda mitad del XIX, fue predominantemente utilizada por los navíos privados y piratería en general para abastecerse de agua (era uno de los pocos lugares del Golfo donde se encontraba en abundancia), descansar, etc. Y habitualmente las tripulaciones que desembarcaban en sus playas, nunca se adentraban hacia el interior. Por lo tanto, lo que proponía Varela era que ese comercio, que ya se estaba realizando, fuese impulsado y regularizado por la administración colonial española.

Evidentemente Varela barajaba todas las posibilidades y, dentro de ellas, las alternativas que veía más viables. Sin embargo, la conclusión que saca es tajante: “de ningún modo combiene el establecimiento en aquella isla”, y a continuación, enumera un cúmulo de dificultades que hace inviable el establecimiento en Fernando Poo junto con una denuncia de la inexistente soberanía portuguesa en las islas y los puertos costeros:

-La ensenada de San Carlos (primitivo lugar de emplazamiento de los españoles), no se puede defender dada su longitud y sus especiales características físicas.

-Para desarrollar un establecimiento sería tanto el bosque que se tendría que talar y acondicionar que se necesitaría mucho tiempo, muchos trabajadores y gran cantidad de dinero.

-Y, con respecto a los indígenas, con mucha sensatez señala que “es muy difícil reducir y civilizar aquellos isleños acostumbrados a vivir en los montes; y que tal vez no gustaran de sugetarse a las leyes que quieren imponerles unos Europeos, cuya vandera nunca han visto en sus orillas”. De aquí se deduce, obviamente, que tampoco se podía contar con los isleños para los trabajos de infraestructura (desmontes, construcción, etc.) que era necesario efectuar.

Su denuncia del engaño de los portugueses es tajante al mencionar los derechos de comercio con las costas africanas, cedidos por el artículo segundo de los tres reservados: “Voy a manifestar a qué se reducen estos pretendidos derechos, y haré ver palpablemente el fraude con que ha procedido en el asunto la Corona de Lisboa”. Y a partir de esta afirmación, procede a explicar la realidad, contraria a los intereses españoles, de cada uno de los puertos enumerados en el Tratado: “En Cabo Formoso no hay establecimiento de Europeos ni dependen de la Costa. Nunca van allí las embarcaciones del tráfico, ni se ha hecho comercio de esclavos en aquel parage, desde que se descubrió el Golfo de Benin”. Con respecto a Camarones, además de tener una barra muy peligrosa que obliga a cruzar con embarcaciones pequeñas, el comercio es tan despreciable “que apenas van allí los ingleses (aún siendo dueños del Nuevo y Antiguo Calabar) porque se necesitan 4 ó 5 meses para comprar 40 Esclavos”. Santo Domingo, sencillamente no existe. Finalmente, Varela señala que en el Gabón el comercio para los españoles sería más difícil por la competencia de franceses, ingleses y holandeses.

Lógicamente, y haciendo cuentas, la conclusión que saca es la no conveniencia del asentamiento en Fernando Poo porque en las circunstancias del momento “es imposible que las utilidades del tráfico puedan sufragar para los gastos precisos del Establecimiento; pues suponiendo que por la extracción de cada esclavo se paguen 8 pesos fuertes, como se acostumbra entre los Portugueses, Dinamarqueses y Holandeses, se necesita una extracción anual de 562 Negros para reembolsar los sobresueldos que se han señalado al Gobernador; y a su Segundo; y los sueldos que gozan el Factor, el sugeto encargado del manejo y distribución de Caudales. Agregando a ese Cálculo los salarios de carpinteros y albañiles (...) debe ser aquel número mucho mayor, y como esto nunca llegará a suceder, resulta que en las circunstancias actuales, ha de ser perjudicado el Erario del Rey” .

La parte del informe que Varela dedica a Annobón es bastante parecida a la anterior pero quizá su importancia radique en que, por un lado, contiene anotaciones muy interesantes y, además, en su recopilación final, desarrolla la propuesta alternativa de pedir la isla de Príncipe a los portugueses –como ya hemos visto.

Tras empezar con otra detallada descripción geográfica de la isla de Annobón, sigue con el número de sus habitantes (1500) y las características de su rudimentario gobierno de dos jefes, uno civil, llamado Capitán Mor y el Sacristán que, a pesar de no ser sacerdote, atendía al edificio de la iglesia y convocaba al pueblo. Respecto a las costumbres de éste, el siguiente párrafo demuestra el gran sincretismo que había en la isla:

“El pueblo profesa el Cristianismo; pero anda tan mezclada la superstición con el culto, que por una vana y ridícula Ceremonia, suelen quebrantar los preceptos más sagrados de la Ley. De aquí nace una relajación en las costumbres que parece casi increíble”.

Respecto a la cuestión de la tan discutida soberanía de Portugal, reseña que los habitantes de Annobón siempre han rechazado a los portugueses: “Están obligados por ley y tradición que será perpetuada de padres a hijos, a no fiarse de los Portugueses (oxalá que nosotros huviéramos hecho lo mismo) y a noconsentirlos en la isla”. Por ello y por las noticias que obran en su poder, Varela dice contundentemente que:

“Los derechos, acciones y posesiones de S. M. F. a esta Isla, son tan ambiguos y oscuros que no hallo voces con qué explicarlos. Por una parte me parece que se falta al respeto a un Ministerio sobrio e ilustrado como el de Lisboa, si se asegura que no existen; y por otra me consta que los Portugueses nunca se han establecido en Annobón, ni han sojuzgado a los habitantes”.

De los derechos portugueses a comerciar con los puertos de la Costa y, haciendo recapitulación, denuncia:

“no comprendo cómo los Portugueses se han ofrecido a conducirnos a los parages de la Costa que expresan los Artículos Reservados, considerándolos como unas dependencias de Annobón y Fernando Pó. En efecto ¿qué derechos pueden alegar al Río Camarones, y al Río Gabón? Qué establecimientos han formado allí? Qué tráfico han exercido en aquellos puertos? Qué tratados o combenciones han hecho con los habitantes? Yo estoy bien seguro de que no hay vestigio ni memoria de quanto han aparentado al tiempo de ajustar la paz, y me atrevo a sostenerlo aunque sea a expensas de mi vida”.

Es decir, fundar el establecimiento en Annobón tampoco convenía y las razones que apunta son muy determinantes: es una isla improductiva; no tiene puerto idóneo para las embarcaciones del tráfico; resulta muy difícil “reducir y civilizar aquellos Negros, que prefieren a su misma vida la libertad e independencia”. Tampoco hay ninguna ventaja con respecto al comercio con la costa y por ello “no se han empeñado los Portugueses en ocuparla, y es muy probable que ya estarían en olvido todos sus derechos, si la guerra que hemos tenido en la América Meridional no les huviera presentado la bellísima ocasión de hacerlos valer”. Además los vientos dominantes de S y SW hacían muy difícil la navegación hacia España, por lo tanto las islas tampoco servirían de lugar de descanso y trueque en la arribada de Filipinas. Por otra parte, señala que los productos –fundamentalmente, pañuelos de algodón- que llevan los españoles “son poco interesantes para el tráfico de la Costa”. Y finalmente, expresa que el tráfico de esclavos sería más provechoso desde la isla de Príncipe por estar ya instalada como factoría de la trata.


Por último, Varela hace una interesante y sensata recomendación antimilitarista a la Corte de Madrid, que, una vez conocidos los hechos de esta primera expedición, parece premonitoria:

“que el gobierno no se confíe a Militares, los quales preocupados de ciertas ideas de honor, familiares en la Tropa, desprecian el Comercio, y a los que se executan en él. Me consta que Juan Ortoman [sic], Governador de Sn. Jorge de Mina, nunca ha tomado un fusil; y sin embargo en ningún tiempo ha florecido tanto el Comercio de los Holandeses”.

Cuando Floridablanca leyó el Informe Varela, procedió a emitir los oficios pertinentes para la ayuda a los expedicionarios y pasó a pactar con la Corte portuguesa. El día 16 de marzo escribía al embajador portugués en España –Souza Coutiño-, enviándole una copia del Informe y una nota que decía: “en fuerza de lo acaecido se encontraba el Rey en derecho de exigir, con arreglo a la buena fe, se le ponga en pacífica posesión de dichas islas, o se le dé por la Reina Fidelísima un equivalente de ellas”. Por otra parte, exigía se dejase a los españoles establecerse en Santo Tomé o Príncipe interinamente.

Floridablanca había decidido ser fuerte con la corte de Lisboa, pero no para pedir Príncipe, sino para que los portugueses le ayudasen a formar un establecimiento en el punto de menor fricción para las dos Coronas: Fernando Poo. Había aceptado –como mal menor- las ventajas que, según Varela, tenía esta isla y, posiblemente entendiera que no se podía hacer otra cosa con la isla más que utilizarla oficialmente como centro intermediario de la trata de esclavos con las costas vecinas.

Se decidió que la embarcación de abastecimiento saliese, por mayor rapidez, desde Canarias y se contrató un navío de comercio de Tenerife, el “Santiago”. Sin embargo, a mediados de septiembre el barco aún no había salido, porque el 21 de junio los rumores de guerra entre Inglaterra y España se convirtieron en realidad. Dado el estado de guerra, el 14 de septiembre de 1779, Gálvez ordenó a la polacra “Santa Engracia” se trasladara a Canarias para proteger el navío “Santiago”. Los dos barcos zarparon finalmente hacia Guinea el 21 de noviembre.


En Lisboa, la posición tajante de Floridablanca en su carta de marzo antes mencionada, había surtido efecto y la Corte –en nota del 6 de abril- dio

“toda clase de facilidades para que tuviera lugar la cesión, a tal fin dispuso que la fragata “San Juan Bautista”, mandada por José de Souza, estuviera pronta a hacerse a la vela para Santo Tomé (...) para allí unirse a las fragatas españolas y proceder a Annobón y Fernando Póo para vencer la resistencia de los indígenas a cambios de dominio”.

Desgraciadamente, los portugueses llegaron casi ocho meses antes que el navío de comercio “Santiago” a Sto. Tomé. En este puerto se encontraron el 20 de junio con el “Nuestra Sra. De Gracia" que volvía con el comisario portugués, Cayetano de Castro, de ser reparada en Brasil.

Así empezaron dos meses de discusiones y enfrentamientos entre el comisario portugués y Primo de Rivera que se negaba a recibir la posesión de la isla de Annobón “alegando que no tenía arbitrio para hacerlo sin antes recibir la resolución de su Soberano”82. El 18 de septiembre, el comisario luso, cansado y temiendo las turbonadas del NE, regresó a Lisboa sin haber cumplido su misión. En las fragatas portuguesas iba también el correo en el que Primo le justificaba a Gálvez su decisión y le pedía ascensos para la tropa. El embajador de Portugal en Madrid entregó a Floridablanca la correspondencia de la expedición africana y éste ofició a Gálvez para que destituyera a Primo y designara en su lugar a una persona activa y dispuesta a tomar posesión de las islas “reduciendo las facultades e incumbencias del Jefe Militar a prestar auxilio al sugeto encargado, para lo cual bastará un Oficial de menor graduación que la de Primo de Rivera”.

Gálvez y Floridablanca tuvieron en este punto algunas fricciones y la situación no se desbloqueó hasta el 18 de septiembre de 1780 (más de un año después) cuando Floridablanca cedió en cuanto a la destitución de Primo a cambio de la toma de las islas y del inicio del establecimiento en Fernando Poo. Gálvez trasladó todo esto junto con una reprimenda a Primo el mismo 16 de octubre. Pero las comunicaciones entre España y África se habían ralentizado todavía más por la interceptación de los británicos. Cuando las órdenes llegaron a su destino, habían ocurrido en África demasiados acontecimientos que harían inviable su cumplimiento.

Retornemos a Guinea. ¿Qué había sucedido durante todo ese año en las islas africanas? A primeros de septiembre llegó a Santo Tomé la zumaca “Concepción” (fletada en España por la Real Hacienda), al mando del teniente de fragata Guillermo Carboner. Primo la despachó hacia Fernando Poo para un reconocimiento de sus costas con el fin de establecerse allí. El 12 de septiembre, Carboner llegó a una ensenada, situada en el sureste, donde entró. “Reconocí y puse el nombre de la Concepción. Aquí se vajó a tierra y se trató con unos 30 negros que se presentaron manifestando mucho agrado y confianza”. Carboner bordeó toda la costa de la isla hasta la ensenada de San Carlos, encontrando tres ensenadas al este (del Corral, de la Cruz e isla de los Pájaros) y cuatro al norte. También reseña en su informe el encuentro en la isla con un navío británico.
Con las informaciones de Carboner, los jefes de la expedición decidieron instalar el establecimiento en la ensenada de la Concepción por tener agua en abundancia, leña y estar relativamente abrigada de las turbonadas. Después del intento fallido de reclutar trabajadores cualificados, Primo opta por comprar 60 esclavos de una embarcación portuguesa, para realizar las tareas de desmonte, desecación, construcción, etc. Todo ello fue notificado a Gálvez por Primo y Grandellana, ya que representaba la primera trata directa y oficial que hacían los españoles en el Golfo de Guinea. En febrero de 1780, los esclavos, exhaustos a causa de los duros trabajos de infraestructura de la colonia y atacados por la viruela, morían en masa o huían al monte. Pero todas estas noticias llegaron a Madrid un año después.

Mientras tanto, el 29 de noviembre de 1779, la flota española se hizo a la vela para Fernando Poo, llevando víveres sólo para seis meses. A finales de febrero las enfermedades ya habían hecho mella en la tripulación y los trabajos no podían realizarse porque cincuenta esclavos estaban enfermos de viruela y seis ya habían muerto.

El “Santiago” y la polacra “Sta. Engracia” llegaron, desde Canarias, el 20 de enero de 1780, a Príncipe. El primero quedó en la isla desembarcando los pertrechos ya que la ensenada de la Concepción aún carecía de almacenes; la “Santa Engracia” se dirigió a Fernando Poo, desde donde Primo la despachó, con correo, a la Península. Pero fue apresada por los ingleses. En este correo, se le comunicaba a Gálvez todos los infortunios ocurridos: las embarcaciones estaban atacadas por la broma (insecto que destruye la madera), las defunciones se elevaban ya a 85 y en el hospital había 54 enfermos, sin incluir los oficiales y cirujanos, también dados de baja “contando solamente con dos Sargentos y 21 hombres, únicos que hacían el servicio de guarnición” . Tan sólo le quedaban a Primo cuatro carpinteros negros paralizados por el miedo. Por otra parte, las medicinas enviadas desde Canarias habían llegado en mal estado y la actitud de los habitantes de la parte norte de la isla no era precisamente amigable. Solicitaba auxilios y el envío de dos compañías de tropa y operarios de todas clases para lo que ya proponía “que se escogiera negros de La Habana o de Cartagena de Indias, acostumbrados a malos climas”. El gobernador de Santo Tomé, Juan Manuel Azambuja, enterado de las desgracias de los españoles, se ofreció a socorrer a Primo con 60 hombres, pero la ayuda quedó en proyecto porque el 2 de agosto anterior había llegado el navío “Santiago” procedente de Fernando Poo, esparciendo tales rumores “que hicieron imposible formar el socorro con voluntarios por motivo del horror con que las noticias fúnebres del establecimiento tenían preocupados a estos pueblos”.

En Madrid, conscientes de la desesperada situación en que se encontraban los restos de la expedición, el día 22 de agosto se había ordenado el flete de una embarcación neutral –con el fin de que no pudiese ser apresada por los ingleses hacia Guinea. Y el 16 de octubre –sin ningún otro conocimiento de lo que había ocurrido en África-, Carlos III ordenó al Virrey de Buenos Aires que enviase 50.000 pesos por medio de naves portuguesas que fuesen a Santo Tomé.

De hecho, mientras se estaban cursando estas órdenes, se desencadenaba en Guinea la tragedia final: un motín contra Primo de Rivera por parte de la tropa cuyo único objetivo era dejar el establecimiento como condición imprescindible para sobrevivir.

En efecto, durante el verano del motín, la situación de los pocos españoles que quedaban en Fernando Poo se hizo desesperada: los víveres estaban en mal estado y comenzaban a escasear; la harina había sido roída por las ratas. Casi todos los soldados que quedaban en el establecimiento estaban enfermos de escorbuto y todos temían la llegada de las turbonadas otoñales, famosas en el Golfo de Guinea por su violencia. Lacroix les dedica varios párrafos:

“Bourrasques aussi violentes parfois qu’un cyclone, mais ne durent guère plus de deux heures, ces coups de vent éclatent au nord-est et tournent au sud-est pour finir au sud-ouest, d’oú leur nom de tornade (tourner) (...) On doit les recevoir presque à sec de toile, tant leur force est redoutable et tout navire qui n’a pas pris ses précautions à l’avance risque des averies majeures ou une perte totale”.

Las circunstancias adversas para los españoles eran múltiples. Como afirma Palau Claveras, al realizarse el Sumario contra los amotinados

“todos hasta el mismo Primo de Rivera coinciden en afirmar la trágica situación de los españoles sin alimentos o estos averiados, sin medicinas ni facultativos, con fiebres, con muertes cotidianas, con deserciones continuas de negros, sin ayuda de su metrópoli, angustiada que estaba con los apresamientos ingleses, y con la marcha absolutamente necesaria de la Bahía por el mal estado del amarre del único navío que les quedaba en condiciones de navegar”.

En efecto, el navío “Santiago”, al mando del capitán francés Sicart, llegó el 19 de septiembre a Fernando Poo procedente de Santo Tomé. El barco estaba ya en mal estado al salir de Canarias –quizás por ello su armador lo regaló a la Real Hacienda sin más obligación que el coste del seguro-, y al llegar a la isla se encontraba en el siguiente estado:

“tenía toda la proa podrida, por dentro y por fuera, así como el palo trinquete, su verga, el bauprés rendidos, los trancaniles abiertos dejando pasar a chorros el agua a la bodega, y deficientes los cables, siendo de opinión que el barco no podía resistir las primeras turbonadas”.

Por lo tanto, el “Santiago”, la última esperanza de la tropa española de salir de la mortífera isla, casi no podía navegar. Primo de Rivera dio orden al capitán Sicart de volver a Santo Tomé para arreglar el barco y traer los socorros oportunos. Esta orden fue la desencadenante del motín pues los soldados –que querían partir hacia Santo Tomé- temieron verse nuevamente desamparados y olvidados durante otros seis meses.

Además de las pésimas condiciones objetivas sufridas por los expedicionarios, el ambiente psicológico era de terror y paranoia colectiva a causa de la conjunción de otra serie de circunstancias más subjetivas. Los bubis, que habían rechazado la dominación española desde el principio, se volvieron más audaces conforme iba menguando la fuerza y cantidad de la tropa. Las descripciones de enfrentamientos entre ambos grupos son continuas; del memorial del sargento amotinado, Jerónimo Martín, se deduce que el miedo a un ataque de los bubis, una vez partido el navío, fue un factor determinante:

“Señor, ya sabe VD. los negros que se nos han desertado al mato que pasan ya de 18, y éstos pueden ser espías para abrirles los ojos a los brabos de las pocas fuerzas que tenemos, y viendo se va el navío vendrán y se apoderarán de la población y de todos los efectos que tiene el Rey, y acabaremos de fenecer”.

Por otra parte, y para empeorar las cosas, no parecía que el carácter de Primo fuese precisamente el de dar ánimos a sus subordinados. Cencillo intenta obviar el tema de las crueldades del jefe militar, pero Palau Claveras nos proporciona sustanciosos datos, aunque, como no podía ser de otro modo, justifica la actitud de Primo:

“Difícil era la situación de Primo de Rivera como Comandante de un grupo de hombres valientes pero con la rusticidad propia de su inferior graduación (...) Había que conservar el prestigio de la autoridad (...) y conservar la rígida disciplina militar. Su mando no fue blando pues no podía serlo en aquella época, tiempo y circunstancia, pero no
excesivamente duro”.

¿Qué entiende Claveras por “no excesivamente duro”? A continuación nos relata una serie de hechos, revelados por las declaraciones de los testigos –en el proceso que se les comenzó a incoar en Sto. Tomé- que desmienten su anterior juicio de valor: “A palos obligaba a salir de las chozas a los negros que eludían la asistencia a la Santa Misa”. También se le acusaba de haber echado a palos del hospital al soldado Andrés Pérez mientras le gritaba “¡Maulón!, tú lo que buscas es no trabajar” y a los pocos días moría. Al soldado León no le permitió curarse y murió con una cadena puesta en las piernas en trabajos duros. Y, por último, Félix García murió de “un palo a las partes porque no había ido a oir Misa”. A todo ello se unían las intrigas del cura de la misión, el padre Agustin de Couto, portugués reclutado en Santo Tomé. Según Cencillo y Palau Claveras, el padre Couto era claramente un quinta columnista de los portugueses que no sólo

“excita al asesinato [de Primo] presentándolo como obra meritoria, sino que al ver el nulo resultado de la excitación a la violencia, debió sugerir a Jerónimo Martín la legalidad de erigirse en Comandante por incumplimiento de los deberes del cargo del Primer comandante”.

Y según Cencillo, el padre Couto Manivesa “realizó entre la tropa una larga y reiterada labor de instigación, propaló rumores, vertió especies inciertas, produciendo los efectos deseados de relajar la disciplina”. El desencadenante final del motín fue producido por las noticias que llevó a Fernando Poo una canoa-correo enviada por Azambuja desde Sto. Tomé el 22 de septiembre. La tripulación portuguesa comunicó a los españoles que el paquebote “Santiago” –anclado en Santo Tomé- no podría llegar a auxiliarlos dado su lamentable estado y que los dos batallones demandados, con cirujano y subsistencias, no estaban aún preparados para salir.

El 24 de septiembre de 1780, el sargento Jerónimo Martín y los cabos Borrego, Millán y Cañadas visitaron a Primo entregándole un documento conminatorio sobre la necesidad del navío. Parece que la única respuesta de Primo a tan sensata propuesta fue una carcajada, a la cual siguió este delirante diálogo sobre la marcha del navío canario “Santiago”, que nos muestra a un Primo de Rivera deprimido, airado y sin ningún control de la situación:

“-Sr., aunque las fuerzas sean pocas, él se hace respetable a los que ignoran las faltas interiores, y no teniendo este parapeto de dicho navío, puede aparecer alguna embarcación enemiga y viendo la entrada franca puede hacer un desembarco y apoderarse de esta población, sin poder hacer nosotros oposición ninguna, lo que con el Navío mirarían muy despacio el aproximarse.
“Cmte.- (enérgicamente)- El navío ha de marchar y aunque lo aprese el inglés no se pierde nada.
“Sgto.- Sr., con que todo está perdido? No hay remedio?.
“Cmte.- El remedio que hay es hacer un hoyo y enterrarse de cabeza, y así estas conversaciones vayan Vds. a tenerlas con los soldados en el cuartel que mi casa no es cuartel”.

El apresamiento de Primo fue realizado en la noche de ese mismo día con un simple intercambio de palabras y sin violencia por parte del sargento Martin con la ayuda de los soldados Mariano Pechuán y Antonio Merino, cuando el Comandante se dirigía a su casa.

Así, el 31 de octubre de 1780 la expedición dejó definitivamente Fernando Póo y el 16 de noviembre fondeaban en Santo Tomé. Pasarían 63 años hasta que el capitán de fragata, Juan José Lerena, tomara posesión por segunda vez, en nombre de la reina Isabel II, de la isla de Fernando Poo.

El 22 de noviembre, con el nombramiento de fiscal que recayó en el teniente José Berjillas, se empezó a tomar declaración a los soldados. Hasta que partieron hacia Brasil el 30 de diciembre de 1781, los españoles pasaron un año y dos meses en Santo Tomé sin que les dejase de suceder penosos acontecimientos99. En concreto, en la madrugada del 23 al 24 de septiembre de 1781 el navío “Santiago”, anclado en un puerto “amigo” y con toda su tripulación a bordo, sufrió un intento de abordaje por parte de tres fragatas inglesas. Durante las muchas horas de combate, las autoridades portuguesas no intervinieron y sólo al amanecer y cuando los británicos huían, se acercaron dos lanchas del gobernador. El ataque está relatado con bastante minuciosidad por Fleitas:

“Los intentos de asalto fueron repelidos con valor durante las horas que duró este acto de piratería (...) Los canarios oyen voces y golpes de remo alejándose del “Santiago”. Agonizaba la noche (...) De pronto sonó un cañonazo en el fuerte portugués que domina la bahía, a la vez que dos lanchas, enarbolando la bandera lusitana, se dirigen con rapidez al navío mercante canario para indagar sobre los hechos y tomar decisiones”.

Los que realmente tomaron decisiones fueron los españoles que, después de comprar el navío “Nuestra Señora del Carmen” a los portugueses y cargar éste y el “Santiago” con los pertrechos, partieron rumbo a Bahía de Todos los Santos el 30 de diciembre de 1781. Llegaron a la ciudad brasileña el 24 de febrero de 1782,

“todos enfermos y sin dinero por lo que acuden al crédito que habilitan los comerciantes Agustín José Barreto y Miguel José de Oliveira a un interés crecidísimo (...) El préstamo fue de 31.730 pesos (...), al 20%”.
En Bahía estuvieron diez meses, sin que se sepa qué hicieron durante todo ese tiempo. El 12 de febrero de 1783 llegaron a Montevideo donde “Primo de Rivera entrega al Sargento Jerónimo Martin y demás reos al Tribunal del Virreinato para que se le siga la causa cuya memoria se había incoado en Sto. Tomé”. Sin embargo, Primo había tenido mucho tiempo para recapacitar y yaen este momento no consideraba tan culpables a sus hombres como a las circunstancias. Así, primero, en respuesta a un oficio de Gálvez (de 22-2-1782), escrita ya en Montevideo tan sólo dos días después de su llegada, se excusa de no haber aplicado castigo: “En este oficio me dice V.E. que S.M. espera que de resultas de la causa que se le estaba siguiendo al Sargento y sus secuaces, se le habrá impuesto la pena correspondiente a su enorme delito",y continuaba la carta explicando que no puso en ejecución el castigo por falta de oficiales competentes para formar un consejo de guerra ya que él, como afectado, había renunciado a presidir el consejo. Y, después, ya de regreso en Madrid, Primo eleva a S.M. un memorial con fecha 8 de marzo de 1785 en el que pide perdón para sus compañeros, exponiendo

“que en consideración a los fuertes motivos que conoce llegaron a afligir el espíritu de estos reos para cometer el delito con el deseo de salir de aquella isla por los infinitos trabajos y miserias que experimentaban y en el ejemplo de las repetidas muertes y enfermedades que padecían, les perdona el agravio que en ello recibió”, y pidiendo a S.M. que, por lo menos, se dignase a “indultarlos de la pena de muerte a que tal vez pueda juzgárselos acreedores”. El indulto fue finalmente concedido.

El coste de la fracasada aventura africana en vidas humanas, entre muertos y desaparecidos, ascendió a 281 hombres (contando, por supuesto, los 60 esclavos comprados por Primo). Sólo 26 hombres llegaron a Montevideo. Primo de Rivera fue nombrado en 1786 Gobernador de Maracaibo, ascendió a brigadier en 1791 y murió el 23 de septiembre de 1805.

Floridablanca y Gálvez continuaron apoyando (desde la Compañía de Filipinas) la idea de crear una colonia mercantil en Guinea. No obstante, Floridablanca, recordando las recomendaciones de Varela, escribió a Gálvez lo siguiente:

“Gálvez (...) piense en destinar persona inteligente y activa que cuide de formar y tomar posesión de aquellos establecimientos reduciendo al xefe militar a prestar auxilio (...) a cuyo fin se supone que S. Ex. Tendrá presente que los franceses, holandeses y daneses jamás pudieron establecerse en forma y sacar fruto de aquellas costas, hasta que se valieron de negociantes activos (...) y teniendo nosotros más necesidad de formarlos por la que tenemos de negros, será cosa ruborosa que no alcance nuestra constancia y conducta donde llegó la de aquellas naciones”.




El fantasma del Blog
EL “HAMBRE DE NEGROS” Y LA PARADOJA DE LAS ISLAS OLVIDADAS (1785-1820).

El premonitorio e inteligente comentario de Floridablanca a Gálvez que se acaba de citar revela, por una parte, los verdaderos problemas de fondo que los ilustrados debían enfrentar y, por otra, sus propios límites en la articulación y aplicación de soluciones modernizadoras. Estos límites que no pudieron superar, independientemente de lo que desearan sus voluntades, determinaron el fracaso de la mayoría o casi totalidad de sus objetivos africanos. Este fracaso vino a coincidir por azar con la crisis de finales del siglo XVIII.

El citado comentario de José Moñino se mueve entre el deseo de emular las colonizaciones de los países del norte de Europa, en la línea de la conocida anglofilia de los ilustrados, y un premonitorio temor al fracaso. El deseo está patente en los consejos que da al ministro de Indias sobre cómo ocupar las islas africanas con “negociantes activos” que deberían encargarse de la administración política de la colonia, reduciendo a los militares a un papel subsidiario de apoyo y defensa. El temor es recogido en los últimos párrafos: “será cosa ruborosa que no alcance nuestra constancia y conducta donde llegó la de aquellas naciones”. Y, efectivamente, la constancia y conducta de los ministros de Carlos III, aún siendo requisitos políticos indispensables, no fueron suficientes para alcanzar sus principales objetivos en África, y el fracaso de la Corona española en Guinea fue estrepitoso. En realidad, las islas africanas no serían colonizadas oficialmente por España hasta 1858, con previas reocupaciones y ensayos en 1843, 1845 y 1856. Las preguntas obviamente, surgen de inmediato: ¿por qué no tuvo continuación el proyecto?; ¿por qué los sucesivos gobiernos españoles de la época, tardaron más de medio siglo en ocupar un puesto tan aparentemente ventajoso en África si tenían, como dice textualmente Floridablanca, gran necesidad de negros y de librarse del asiento?; ¿por qué la fuerte demanda de trabajo esclavo producida en la segunda mitad del siglo XVIII como consecuencia de la extensión y desarrollo del cultivo del azúcar en Las Antillas, no se convirtió en un factor de aceleración y potenciación de las políticas de los ilustrados con respecto a Guinea?

En este punto sólo podemos analizar la historia de una ausencia colonizadora con la cuasi imposibilidad que el vacío entraña. Pero, además, los intentos de explicación de esta ausencia se hacen harto difíciles no sólo por la duración del periodo, sino también por las muchas variables de índole nacional e internacional que concurren en el complejísimo panorama que se extiende desde finales del siglo XVIII hasta la primera mitad del XIX, variables de vital importancia para el proceso de transición del capitalismo librecambista al
imperialismo que tendría lugar a finales de siglo; complejo panorama internacional cuyo desarrollo condujo, por primera vez en la historia, a la introducción de toda la humanidad, de forma coercitiva, en un mercado en vías de mundialización, dirigido por los países más ricos.

De todo este enorme entretejido de hechos, y en lo que compete a nuestra investigación, podemos entresacar dos tipos de factores diacrónicos: los que explican la fuerte demanda colonial, tanto de productos elaborados como de trabajo esclavo, que podría determinar la necesidad de ocupación de las islas; y los factores disuasorios, tanto internos como externos, que explican la ausencia de una oferta nacional suficiente para compensar tal demanda y, por lo tanto, la ausencia también de una sólida clase de “comerciantes activos”, esto es, tratantes negreros principalmente, que desease y pudiese llevar a cabo la colonización en África. Estos factores disuasorios, nada desdeñables, explicarían, en parte, un tan prolongado olvido.

Transversalmente, tendremos que estudiar la política que desarrolló la metrópoli intentando adecuar la jurisprudencia colonial española de finales del XVIII a los requerimientos de un mercado que, ya por entonces, daba sus primeros pasos hacia la mundialización. En el análisis de los hechos concretos se muestran los límites de la posibilidad reformistas, sus luces y sus sombras.

Cuba a fines del XVIII. Los orígenes de la sustitución.

Un hecho que queremos resaltar desde ahora es la importancia que tuvo la isla de Cuba, tanto en las ausencias como en las presencias colonizadoras españolas en África Ecuatorial, hasta el punto que su historia es uno de los hilos conductores de todo un proceso colonial verdaderamente atípico ya desde sus mismos inicios.

Cuba fue, sin duda, el motor de aceleración de una demanda casi exponencial de mercancías y de mano de obra esclava a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Fue todo un reto para la economía nacional. También fue el motor de la política liberalizadora ilustrada que, si bien no logró consolidar, aunque abrió canales para ello, una burguesía nacional, sí que cumplió con el papel de potenciar en sus orígenes a la oligarquía colonial cubana que, a finales de siglo, pasaría a depender casi totalmente del monocultivo del azúcar que, a su vez, dependía de la abundancia de trabajo esclavo y, por lo tanto, del mantenimiento y crecimiento paralelo del tráfico de negros. En esta situación y en este momento histórico, los hacendados y comerciantes cubanos condenaron a la isla de Cuba a sufrir una dependencia secular en el juego de fuerzas del mercado internacional. En este sentido, los planes ilustrados –y algunas de sus realizaciones, como el Tratado del Pardo- con respecto a las islas africanas, que tenían como principal objetivo satisfacer la demanda cubana, marcarían la colonización de Guinea Ecuatorial desde sus inicios con el sello de una dependencia marginal. Es decir, la característica esencial de la especialísima colonización que España realizó en Guinea vendría determinada por la dependencia que las islas africanas tenían de otra isla, Cuba, a su vez dependiente. Remoto, sutil, y ya, sin embargo, clarificante origen de la formación de los hoy denominados Cuartos Mundos.

Una larga serie de circunstancias internas y externas impidieron a España consolidar su presencia en Cuba hasta los años veinte del siglo XIX. Consecuentemente, durante todo este periodo las islas africanas, subsidiarias de la antillana, fueron ignoradas por España. Esta larga ausencia fue aprovechada por Inglaterra que ocupó Fernando Poo a principios del XIX. Sus misioneros “instruyeron” a la población residente y a buena parte de la indígena en la lengua y costumbres británicas mientras sus comerciantes sacaban provecho de los recursos naturales de la isla. Cuando en 1820 la Administración española rescató el pleno control de la isla de Cuba, era prácticamente imposible, por la abolición de la trata, utilizar de la misma forma las posesiones guineanas y, además, ya no existía la necesidad real de una ocupación efectiva de las islas dado que los plantadores cubanos se abastecían ilegalmente de esclavos bozales en las factorías piratas, la mayoría de ellas en manos españolas, ubicadas en una amplia zona comprendida entre Sierra Leona y Liberia1. Sin embargo, cuando en 1840 (año en que Cuba se convirtió en la primera exportadora mundial de azúcar) los británicos, amparados por los tratados abolicionistas internacionales, destruyeron a cañonazos dichas factorías, el gobierno español empezó a contemplar la posibilidad de la ocupación, para lo cual hizo un primer intento-exploración en 1843, que no llevaría a cabo oficialmente hasta 1858. A partir de este momento, Cuba pasó, por decisión de la metrópoli, a tutelar económicamente a Fernando Poo. Los presupuestos de la isla se cargaron al Presupuesto General de la isla de Cuba con lo que la dependencia económica de Fernando Poo con respecto a la mayor de las Antillas fue total.

Es inevitable, por tanto, que a lo largo de los siguientes capítulos, las referencias a la Gran Antilla sean constantes. Hasta por lo menos la década de los mega_shok.gif del siglo XIX, Fernando Poo y Cuba van a tener historias paralelas aunque muy distintas. Si el crecimiento de la economía azucarera cubana fue determinante tanto en la ausencia como en la ocupación de las islas, sobre todo en la de Fernando Poo, será preciso estudiar también someramente las causas de que Cuba deviniera la Perla de la Corona.

Aunque seguramente es cierta la teoría de la existencia de un crecimiento importante de la economía azucarera cubana previa a la ocupación británica, casi todos los especialistas vienen a converger en la importancia del año 1762 para el despegue de Cuba. Efectivamente, este fue el año en que, como ya hemos mencionado en el primer capítulo, el almirante Sir George Pocock y el conde de Albermale capturaron el puerto de La Habana y retuvieron la ciudad durante un año. En este periodo de tiempo, y con la ayuda de algunos hacendados criollos a los que venía muy bien un poco de libertad comercial y precios más asequibles, los británicos introdujeron en la isla casi 11.000 esclavos, cifra muy importante si tenemos en cuenta que hasta ese momento habían en la isla unos 50.000. De los 11.000 introducidos por los británicos, 3.262 eran negros bozales y el resto adquiridos en Jamaica. No sólo aumentó la trata en las Antillas sino que todo el comercio en general entre Cuba y las posesiones británicas americanas adquirió una mayor intensificación.

Las facilidades que proporcionaban el libre comercio y el contrabando para obtener mano de obra esclava fueron decisivas para la multiplicación de los trapiches y el desarrollo de los ingenios. Antes de 1762, Cuba gozaba de una producción bastante diversificada y autosuficiente: ganadería extensiva, agricultura de subsistencia y el típico sistema de plantación caribeño con más tabaco que azúcar, aunque ya empezaban a extenderse los trapiches con todavía un reducido número de esclavos. El aumento de la producción de azúcar no fue debido a mejoras técnicas, sino a un aumento de la superficie cultivable potenciado por la presencia masiva de esclavos que proporcionaron a la oligarquía criolla fáciles beneficios. Fue la mayor oferta de esclavos a mejores precios y mayores facilidades el factor decisivo que espoleó la reconversión de la isla al monocultivo del azúcar, con lo cual se convirtió en un simple peón en el tablero de ajedrez del comercio internacional. La dependencia del azúcar la hacía enteramente dependiente de las relaciones globales de mercado. En este sentido, la tesis del profesor Tornero de que la reconversión agrícola de la isla fue, y continúa siendo, uno de los principales factores del subdesarrollo actual de la misma, devendría perfectamente plausible .

La ocupación británica de La Habana también favoreció intensamente las transacciones legales y el contrabando entre norteamericanos y cubanos, contrabando que ya realizaban, en pequeñas cantidades, desde mucho antes:

“En el siglo XVIII no se dio, quizá, otro caso de dos países tan cercanos entre sí que tuviesen productos tan diferentes como las Indias Occidentales y las colonias británicas de América del Norte. Las primeras producían azúcar, mieles de caña, ron, café, índigo y sal; las segundas, harina panificable, cereales, carne, pescado, maderas, ganado y caballos. Las colonias norteamericanas recibían con agrado los productos tropicales de sus vecinos del sur; los agricultores de las Indias Occidentales, a su vez, en ninguna otra parte podían hacer sus compras esenciales como en las colonias norteamericanas, en cuanto a rapidez y baratura”.

El creciente comercio de Inglaterra entre sus posesiones continentales y las Antillas capturó en su órbita a Cuba. Ya en 1750 se daba un estrecho comercio entre las destilerías de ron americanas y las plantaciones de azúcar cubanas. En este año había 63 destilerías en Massachussets y más de 30 en Rhode Island, donde se transformaba la melaza del azúcar en ron, bebida que se convirtió en un medio de cambio obligado en las transacciones esclavistas en costas africanas. La producción de ron iba aumentando a mediados del siglo XVIII y, en un momento de fuerte demanda, la reconversión al azúcar de la isla de Cuba fue un motor importante para el despegue del tráfico de esclavos norteamericano que, desde entonces, se dedicó al contrabando con Cuba y demás Antillas utilizando el ron como primer producto de intercambio.

La persistencia de las relaciones norteamericano-cubanas originaría a lo largo del siglo XIX la nada sutil sustitución colonial de España por los Estados Unidos en territorio cubano. Estas relaciones comerciales hicieron posible la captura económica de la isla por parte del imperialismo norteamericano mucho antes de que en 1898 instalase su presencia política y militar.

Todos los analistas coinciden en considerar la revolución de las Trece Colonias como factor esencial en los orígenes de esta sustitución. Como ya hemos mencionado anteriormente, España entró en guerra en 1779 contra Inglaterra a favor de la naciente República norteamericana y este hecho, obviamente, produjo mayores y más libres contactos entre Cuba y sus vecinos y aliados, los norteamericanos. Como bien señala Roland T. Ely:

“desde hacía tiempo había un comercio ilícito entre las Trece Colonias y la Gran Antilla (...) Los principales canales parecen haber sido principalmente Luisiana (perteneciente a España desde 1764 hasta 1802) y la vía directa entre el continente y Cuba. Estos contactos clandestinos preexistentes constituyeron la base de la expansión de ese comercio, sancionado por el gobierno español después de que entró en guerra contra Gran Bretaña”.

Por su parte, el gobierno español ya hacía mucho tiempo que llevaba facilitando dicho comercio. Había caído de forma irremediable en la contradicción de tomar medidas liberalizadoras del tráfico colonial destinadas tanto a cubrir la demanda como a impulsar una oferta nacional hacia aquellos mercados, en un momento en que empezaban a ser ocupados por el país que iba a convertirse, sin que la Corona, en su ceguera antibritánica, pudiese llegar a imaginarlo, en su más terrible competidor. En este sentido, las medidas liberales aunque favorecieron a ciertos sectores económicos de algunas zonas de la geografía nacional, sirvieron fundamentalmente para enriquecer y potenciar una oligarquía esclavista cubana y, a la postre, beneficiaron al capital comercial norteamericano.

La Corona apoyó siempre a esta oligarquía como la principal base económica de su presencia colonial en la isla. A este respecto, Tornero señala que, a partir de 1763, año en que se recobró el control de La Habana, tuvo lugar un pacto político-económico, de indudables repercusiones, entre la oligarquía criolla y el gobierno de la metrópoli:

“se estableció un pacto tácito entre esa oligarquía y la corona, que será el leitmotiv de la política entre España y Cuba durante muchos años, por el cual el Estado español permitió mediante leyes y decretos (reglamentos de comercio (...), liberalización de la trata, medidas fiscales de apoyo al azúcar, permisos para que la isla pudiese traficar con el extranjero, mediante el llamado “comercio con neutrales”, etc.) que ese ‘poder’ criollo tuviese la posibilidad de emprender aquel camino económico que pasaba por el azúcar y la esclavitud (...) A cambio esa oligarquía se convirtió en la más firme defensora de los intereses españoles en Cuba”.

El Decreto de Esquilache de 1765 sobre el libre comercio selló este pacto que tuvo su punto álgido en dos medidas tomadas por los ministros ilustrados en 1778. La más importante, sin duda, fue la promulgación el 12 de octubre del ya mencionado Reglamento de Aranceles para el comercio libre, pero no lo fue menos, para las esperanzas de la oligarquía criolla, la firma el 24 de marzo del Tratado del Pardo que teóricamente ponía fin a la ausencia oficial española en el África negra. La noticia de la firma del Tratado así como la presencia española en aguas africanas, se recibió en Cuba

“casi al mismo tiempo que había fenecido la contrata del marqués de Casa Enrile, y el Gobierno había concedido algunos permisos a navíos españoles para introducir negros por el puerto habanero, los comerciantes de la capital habanera creyeron, llegada la oportunidad, de apoderarse del monopolio esclavista”.

De hecho, la oligarquía cubana se apresuró a pedir la consiguiente autorización real para realizar el tráfico de esclavos con las islas, con la intención de formar una compañía a tales efectos8. Pero la guerra que mantuvieron España e Inglaterra desde 1779 a 1783 provocó una seria alteración del tráfico atlántico y, fundamentalmente, del tráfico entre Cuba y la metrópoli, al tiempo que contribuyó a hacer inviables los planes de los ilustrados con respecto a Guinea. Por lo tanto, las esperanzas de la oligarquía cubana de servirse de las islas para hacer el tráfico directo, se vieron defraudadas, lo que les incitó a volver, otra vez, su mirada hacia sus socios “naturales”, los norteamericanos. Las cifras son claras: entre 1781 y 1783, las importaciones de Estados Unidos sobrepasaron a las nacionales. Cuando, después de la guerra, la Corona española se encontró con un panorama nacional nada consolador, no tuvo más remedio que recurrir a la vieja fórmula del asiento extranjero para cubrir la cada vez mayor demanda de esclavos de sus colonias americanas y, al tiempo que rebajaba los derechos de importación y facilitaba el comercio libre mediante circulares ministeriales, realizar una contrata general en 1784, con la firma de Liverpool “Baker and Dawson”, que amplió en 1786 para la isla de Cuba a petición de los propios hacendados cubanos.

Pero la contrata inglesa no fue capaz de abastecer suficientemente ni tan siquiera a los plantadores de Santiago de Cuba, que pronto volvieron a sus prácticas de contrabando con sus vecinos los jamaicanos.

Como consecuencia de la doble presión de la oligarquía cubana, por una parte, que demandaba más libertad y mayores facilidades para el tráfico de esclavos y deseaba hacerse con su monopolio y, por otra, de los comerciantes nacionales que protestaban contra el monopolio extranjero, la Corona tomó dos medidas de extrema importancia: la primera fue denegar la solicitud de “Baker and Dawson” para una tercera contrata; la segunda, y más importante, puesto que contribuía de forma decisiva al imparable desarrollo del monocultivo de azúcar en Cuba, fue la promulgación el 28 de febrero de 1789 de una Real Cédula por la que se autorizaba por dos años el libre comercio de esclavos a los españoles
“metropolitanos o de Indias”, pero también a los extranjeros. Con respecto a Cuba, decía que:

“convenía (...) proveerla de negros bozales, con abundancia en el número y con equidad en los precios (...) permitiendo la entrada en este puerto, libre de derechos y de alcabala en la venta primera, a todo el que esclavos trajese, fuese cual fuese su nación o procedencia, así como el retorno directo de frutos o dinero en pago de los esclavos, rechazando S. M. toda idea de contrata, privilegio o gracia”.

Es decir, se volvía a la política más flexible de los “registros sueltos” que, obviamente, se ajustaba más a los intereses de los dos grupos de presión. Esta política permitió a la oligarquía cubana mayores y más libres transacciones tanto con las posesiones británicas y francesas en las Antillas, como con los estadounidenses que, en definitiva, volvieron a ser los mayores beneficiados como apunta Tornero:

“el comercio extranjero, sobre todo el estadounidense, domina en los intercambios cubanos, con breves interrupciones, desde 1797 hasta el final del periodo analizado [1840] (...) y concretamente entre 1797 y 1814 la isla ve cómo un aluvión de buques norteamericanos inundan sus puertos, al tiempo que, por esos mismos años las salidas del azúcar alcanzan sus cuotas más considerables”.

Para hacer más exitosa, si cabía, su reconversión al monocultivo del azúcar, Cuba gozó de una coyuntura perversamente favorable. Una serie de factores externos determinaron que la economía azucarera cubana diese un salto de cualidad. Entre ellos hay que destacar, el agotamiento de las tierras de las colonias antillanas extranjeras y el proceso revolucionario de los esclavos de Saint Domingue (Haití).

Una exagerada sobreexplotación de la tierra y la imposibilidad de renovación de espacios terminó, en un período de 50 años, con la capacidad productora de las colonias azucareras antillanas más importantes hasta ese momento: las británicas y las francesas.

Pero un factor mucho más decisivo por sus repercusiones para el éxito de Cuba en el mercado internacional fue la rebelión de esclavos que se produjo en 1791, en la mitad francesa de la isla de Santo Domingo –Saint-Domingue- de la que en 1776 Adam Smith había dicho que era, sin duda, la primera exportadora de azúcar de las Indias Occidentales. Sin embargo, a partir de 1789 Saint Domingue se convirtió en un polvorín de anunciada explosión. En 1790 la isla, al contrario de Cuba, contaba con una población muy desigual y heterogénea: 31.000 blancos, 24.000 negros manumitidos y alrededor de 500.000 esclavos africanos, grupo con durísimas condiciones de vida y de trabajo que se reflejaban en los índices de mortalidad más altos de las Antillas. Los manumitidos estaban en una situación jurídica parecida a la de los emancipados, es decir, de facto, carecían de la mayoría de las libertades, pero un grupo de ellos, los mulatos, gozaba de buena posición económica y los más privilegiados de ellos habían sido educados en Francia. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y los principios de la Revolución Francesa les incitaron a luchar por una libertad que también consideraban extensiva a los de su raza 11. La revuelta de mulatos de 1790 fue aplastada por las autoridades coloniales pero, en 1791, se les unieron los esclavos y el resultado fue el nacimiento de la segunda nación independiente del Nuevo Mundo: Haití que, curiosamente, nacía ya marcada con el estigma de la miseria de los Cuartos Mundos mientras su vecina y pionera –los Estados Unidos se colocaba en el primer puesto de salida de los países industrializados y subdesarrolladores. Empezaban a surgir así, como si de un proceso de revelado se tratase, los nítidos contornos de la geografía de la globalización: el centro y las periferias.

La revolución haitiana tuvo dos consecuencias favorables para la oligarquía cubana: por una parte, el aumento vertiginoso de los precios del azúcar y del café como consecuencia del colosal derrumbe de la economía haitiana, oportunidad que Cuba supo aprovechar magníficamente y, por otra, el flujo migratorio de colonos franceses que, huyendo de los amotinados esclavos, se dirigieron y afincaron en la parte oriental de la isla contribuyendo con sus aportaciones a una mayor diversificación de la economía cubana .

Estos factores externos contribuyeron, como ya hemos dicho, a hacer de Cuba la primera exportadora de las Antillas y, consecuentemente, las presiones de la oligarquía criolla sobre la Corona española para que dilatase todavía más los términos del pacto eran constantes. A partir de 1789 y hasta 1804, se sucedieron toda una serie de disposiciones que confirmaban y ampliaban las facilidades para el comercio negrero. Las más importantes fueron, la Real Orden de 22 de noviembre de 1792 que confirmaba la Cédula de 1789, ampliando por otros seis años la libertad de comercio, facilitando fiscal y económicamente el tráfico, y otra
R. O. de 24 de enero de 1793 por la cual se declaraba que todos los españoles que pudieran realizar el tráfico directo desde cualquiera de los puertos de España o América tendrían que hacerlo con una tripulación en la que el capitán y el cincuenta por ciento de los marineros fueran españoles, concediendo absoluta libertad de derechos y exención del derecho de extranjería para los barcos de propiedad extranjera, alquilados por españoles para realizar este tráfico.

Precisamente el tráfico de esclavos y la propia esclavitud señalan los límites más claros de la posición ilustrada. Los ilustrados españoles no se cuestionaron expresamente ni el tráfico ni la esclavitud en un momento en que las ideologías abolicionistas tanto en Estados Unidos como, fundamentalmente, en Inglaterra iban preparando ya el terreno para la abolición del tráfico a principios del XIX y de la esclavitud a mediados del mismo siglo. Sin embargo, y a pesar de su no cuestionamiento, elaboraron un Código Negro que resultó ser, a fines del XVIII y en comparación con los franceses e ingleses, uno de los más benignos. En efecto, tres meses después de liberalizado el comercio por la R. C. de 1789, el 31 de mayo se publica la Real Cédula de Instrucción circular a las Indias sobre educación, trato y ocupación de los esclavos. Hasta ese momento regían las durísimas Leyes de Indias puestas en vigor por Carlos II en 1680 que, aunque contemplaban los muchos abusos de los hacendados, sin embargo, no los prohibían, creando así un vacío legal que propiciaba el reino de la arbitrariedad y hacía decir a Rafael María de Labra que, de este modo, se llegaban a constituir costumbres casi tan respetables como las propias leyes: “entre cuyos abusos no fue el menor el empleo de aquellos perros feroces para persecución de negros, que hicieron tristemente célebres a los españoles en Antillas”. La preocupación por evitar dichos abusos y por mejorar las condiciones de vida de la población esclava, no tanto ya en su vertiente ética o paternalista, sino en la racionalización y mejora de los recursos humanos laborales para su mayor rentabilización, fueron los fines de la Cédula de Instrucción de 1789 que ya en su preámbulo apuntaba, refiriéndose a los excesos arriba mencionados, que “...se habían introducido por sus dueños y mayordomos algunos abusos poco conformes y aún opuestos al sistema de legislación y demás providencias generales y particulares tomadas en el asunto” y explicitaba de forma clara los fines de la Instrucción: establecer una legislación más coherente y unitaria sobre la “educación y ocupación” de los negros “conforme a los principios y las reglas que dictan la religión, la humanidad y el bien del Estado, compatibles con la esclavitud y tranquilidad pública”14. Este último párrafo era, sin duda, tranquilizador para los propietarios de esclavos: podían gozar en paz de sus propiedades porque la Corona no tenía la menor intención de cuestionarse la institución de la esclavitud.

Pero aunque su veleidad abolicionista fuese nula, sí que se disponía la Corona a mejorar notablemente las condiciones de vida de los esclavos de sus colonias y, por ello, la Instrucción de 1789 fue, con toda probabilidad, el más benigno y protector de todos los durísimos Códigos Negros vigentes en las potencias coloniales de la época. La Corona intentó introducir la declaración y regulación de las propiedades esclavas de los hacendados mediante los tan polémicos “registros de negros”:

“los dueños de esclavos habían de presentar anualmente a la justicia de la ciudad o villa en cuya jurisdicción se hallase situada la hacienda, una lista firmada y jurada del número de esclavos, con distinción de sexos y edades, de la cual tomaría razón el escribano del ayuntamiento en libro particular”.

Una tal Instrucción, que introducía un cierto control protegiendo a los esclavos y castigando a los hacendados que los maltratasen por encima de ciertos límites, en un momento de efervescencia de la demanda en el lucrativo reino de la arbitrariedad, fue objeto rápidamente de los ataques de la oligarquía cubana que veía amenazado su derecho de propiedad16. La lucha contra la Instrucción terminó con la victoria de la oligarquía colonial que obtuvo, en la práctica, su anulación, al pedir que no fuese ejecutada al pie de la letra “por lo que comprometía a la autoridad dominica, si bien debía tenerse en cuenta y observarse el espíritu de humanidad que respecto de los esclavos recomendaba a los amos”. Por supuesto, las recomendaciones no servían de nada cuando la desobediencia a la ley, consentida por la metrópoli, convertía en papel mojado las normas jurídicas que las sancionaban, y de los abusos que de ello se derivaba protestaba, cínicamente, el esclavista e “ilustrado” cubano, Francisco Arango y Parreño en 1796:

“A pesar de la sabiduría y de la dulzura de la legislación española, ¿a cuántos excesos no queda expuesto un esclavo en la soledad de un plantío o una hacienda, donde un capataz grosero, armado de un machete y de un látigo, ejerce impunemente su autoridad absoluta? (...) ¿Cómo podrá llegar ante el juez, el esclavo azotado y extenuado por el hambre y por la demasía del trabajo?. Y si llega, ¿cómo se defenderá contra su amo poderoso que cita por testigos los cómplices asalariados de sus rigores?”.

En esta lúcida exposición de la total indefensión de los esclavos, Arango mostraba lo mejor de su doble y cínico rostro esclavista.

Su papel, en las discusiones que sobre el “comercio de neutrales” mantuvieron la oligarquía cubana junto con sus autoridades coloniales (que ya habían entrado a formar parte de los lucrativos circuitos del azúcar) y la Corona española desde 1793 hasta 1814, fue de total protagonismo. El tema era de una importancia vital para los cubanos, dado que la triple coyuntura bélica que soportó España a partir de 1793 fue absolutamente nefasta para sus intercambios coloniales o los paralizó totalmente, con lo que la Corona española fracasó no sólo en abastecer la demanda de Cuba sino también en mantener su control político y administrativo. En esta ausencia real y forzada de la metrópoli, el comercio con neutrales, que equivalía al comercio con estadounidenses, era la forma de supervivencia de una isla que tan sólo poseía azúcar y dependía de este comercio para todo lo demás, desde la importación de alimentos y materias primas a toda clase de productos manufacturados.

Se considera la obra de Arango, Discurso sobre la agricultura de la Habana y medios de fomentarla, publicada en 1793, como la obra teórica intelectual que plasma las necesidades del interés comercial cubano que, en todo momento, intentará zafarse de las restricciones metropolitanas y cuyo objetivo económico más importante era la ampliación del espacio físico de sus exportaciones.

La Corona española también alentó este comportamiento cuando, en 1793, iniciada la guerra, permitió mediante una Real Orden la entrada de harinas norteamericanas que pasó a prohibir en 1796. A pesar de ello, las autoridades de la isla permitieron que el comercio estadounidense continuase y, en 1797, una Junta reunida en La Habana y formada por el Capitán General, Comandante General de Marina, Intendente, Junta del Consulado y altos cargos de la Hacienda cubana, decidió oficialmente conceder por tres meses el permiso de navegación hacia su puerto a los buques norteamericanos.

La reacción de España no se hizo esperar y el Consulado de Cádiz pidió rápidamente a la Corona que prohibiese al Consulado de La Habana dictar medidas comerciales, al tiempo que la Junta de Comercio de Barcelona decía con evidente exageración:

“Nuestro tráfico con América ha sido (...) el termómetro de nuestra Marina, Agricultura e Industria (...) el pueblo ha mirado con razón a América como el mercado preciso de sus artefactos y con bastante cálculo para conocer su inferioridad con respecto a los extranjeros (...) no puede dejar de ver que compelida su venta por ellos en América, sin las restricciones que antes, serán desestimados los suyos y que este edificio fabril, que con tanta rapidez se consolida y se mejora quedaría sobremanera reducido”.

A pesar de las protestas metropolitanas, las autoridades cubanas ampliaron por otros tres meses los permisos al tráfico norteamericano. De nuevo, la Corona, por R. O. de 20 de abril de 1799, prohíbe el comercio con neutrales. Su importancia había llegado a ser tal que, en 1798, de los 685 buques arribados a La Habana, 593 eran estadounidenses y sólo 5 españoles. El Intendente de La Habana exponía ante la Corte su pensamiento contrario a la prohibición y, textualmente, decía:

“esta isla no puede subsistir sin el auxilio de los extranjeros (...) Esto es dar fomento a la utilidad del inglés con el contrabando que perdieron del todo con el auxilio que nos dan dichos americanos (...) pero lo cierto es que no están en el día con esta nueva orden en el caso de que la logren, pues hasta los negros no podían entrar para las labores, se escasearan porque son los que nos proveen de ellos con equidad”.

Los párrafos anteriores nos muestran hasta qué punto el control del comercio cubano, fundamentalmente el tráfico de esclavos, motor de la plantación azucarera, estaba en manos estadounidenses. La publicación de la Real Cédula de 22 de abril de 1804, última medida importante del proyecto ilustrado, viene a sancionar esta situación y condiciona la política comercial de la metrópoli hasta casi mediados de siglo. En efecto, la Corona española se doblegó ante la realidad de los hechos consumados y decretó en 1804:

“se continúe el comercio de Negros, y se prorrogue su introducción por doce años (...) para los Españoles, y por seis para los extranjeros (...) con la indispensable calidad de que los Negros que se introduzcan (...) hayan de ser precisamente bozales, quedando prohibida absolutamente (...) la introducción de negros que no sean bozales”.

Aunque con esta última fórmula la Corona pretendía la erradicación del contrabando, lo cierto es que la Real Cédula fue muy bien acogida por la oligarquía cubana. Sin embargo, aún resonaban las palabras de Arango cuando, ante la guerra de 1793, denunciaba la incompetencia de la metrópoli como abastecedora mercantil de Cuba:

“Pero prescindamos un instante de tan inevitables riesgos. Supongamos que no los hay y que en su lugar tenemos lo que es imposible aquí y mucho más en España, quiero decir, convoyes periódicos y oportunos. Pues ni aún así, podría hablando de buena fe, nuestro comercio la provisión de esta plaza”.


Y, efectivamente, las tímidas prohibiciones de la metrópoli continuaron y también las fáciles y reiteradas desobediencias de la oligarquía colonial hasta bien entrado el siglo XIX.






Andy Maykuth
Guinea es como Cuba: merece una política seria

Este articulo de JUAN JOSÉ LABORDA  resume la visita de Teodoro Obiang Nguema a España y en el se razona como, si bien Guinea Ecuatorial no es precisamente una democracia, sin embargo se merecia una visita mejor planificada.

El señor Laborda expuso la intencion de un grupo de personas interesadas por su pais en crear una fundacion que sirva para que la sociedad española conozca Guinea como se merece y la sociedad guineana vea que en España preocupan sus problemas e ilusiones por vivir con mas justicia y con una democracia real.

 Guinea es como Cuba, desde la prespectiva de lo que significa España para sus sociedades, y despues Laborda, escribe que si no existen vinculos economicos dificilmente se puede condicionar la marcha de un pais. De ahi la importancia de incrementar nuestra presencia en Guinea Ecuatorial.

No toca, sin embargo, Laborda, la relacion que vincula historicamente a Cuba y a Guinea por lo que el articulo se le queda un poco cortito (en mi opinion), pero algo es algo. Se lo decia yo a Maripili en Papua Nueva Guinea; Maripili, antes de entrar en una cuestion es mejor estudiarse la situacion y relaciones historicas de los paises. Ya ves lo que nos ha pasado a nosotros en Irak.

Articulo para suscriptores El Pais, jueves 7 de diciembre de 2006
El fantasma del Blog
El derrumbe del comercio colonial.

Gracias, en parte, a las medidas de mercantilismo librecambista que sobre el comercio colonial tomaron los ilustrados, se desarrolló, durante el siglo XVIII, una importante acumulación de capital en algunas áreas regionales españolas muy específicas pero de gran peso como Cataluña y, en mucha menor medida, Andalucía, País Vasco o País Valenciano. Esta acumulación propició el nacimiento de la clase de “comerciantes activos” con los que soñaban los ilustrados y que empujaban, en su ascensión, a ciertos sectores tanto agrícolas como industriales dedicados casi en exclusividad, o bien a la elaboración de productos para su exportación al mercado colonial, o bien a construir o abastecer los medios de comunicación con ese mismo mercado. Si bien está documentado que un grupo de estos comerciantes se enriqueció con el tráfico de esclavos en la primera mitad del XVIII, lo cierto es que su número fue muy reducido y solían depender de las redes y contactos de los extranjeros, por intermedio de los cuales habían accedido a la trata, pero no habían hecho de ésta su especialización.

Y era precisamente esa especialización el requisito básico que necesitaba en primer lugar la Corona. Es decir, en el contexto en el que Floridablanca habla de la necesidad de “negociantes activos”, está explicitando, en realidad la necesidad de “negreros”. Pero también resultaba conveniente que estos traficantes de esclavos estuvieran dispuestos, a través de este comercio con el cual abastecerían las colonias, a reconvertirse en administradores y colonizadores de las futuras posesiones españolas en el Golfo de Guinea. Ciertamente, tal y como se presentaba la coyuntura nacional e internacional, era pedir demasiado.

Fue, sin duda, la secular tardanza de la Corona española en librarse del asiento negrero extranjero, el factor que más influyó negativamente en la ausencia de un sólido grupo de especialistas en el comercio de esclavos durante el siglo XVIII. Es evidente que con las redes comerciales, los contactos y los conocimientos en manos extranjeras, los españoles no podían acceder a la experiencia, tan necesaria en este arriesgado comercio, y sin esa experiencia era muy difícil el surgimiento de este peculiar grupo arriba mencionado. Empezaron a surgir, con la poca experiencia que heredaron de sus antecesores y sus
competidores, sólo a partir de 1809, después del embargo norteamericano de 1808 y cuando la abolición, en los países que se habían encargado de abastecer la demanda americana, les dejó prácticamente solos ante el reto del comercio directo. Se multiplicaron entre 1820 y 1850, período de máximo esplendor de la trata ilegal. Además, la coyuntura económica de finales del XVIII no fue la más propicia para el inicio de este tipo de actividades. En realidad, la crisis de la sociedad española de fines del siglo XVIII y principios del XIX, paralizó el comercio colonial.

Entre 1783 y 1789, los intercambios entre la isla de Cuba y la metrópoli se pueden calificar de regulares. Los principales agentes de los intercambios cubanos continuaban siendo comerciantes nacionales y, además, un grupo de ellos se había convertido en los banqueros de la Hacienda cubana y por ello tenían un peso específico en la administración colonial25. Sin embargo, esta bonanza sólo duró hasta 1793, año en que se interrumpe totalmente el comercio con América, con un período de breve recuperación entre 1801 y 1804.

La crisis se estaba gestando desde hacía tiempo y en este proceso de degradación, la muerte en 1788 de Carlos III, el rey ilustrado por excelencia, aparece ante nuestros ojos como el momento-bisagra hacia la degeneración de la Corona. La desaparición del monarca, siete meses antes de producirse el asalto a la Bastilla, es todo un símbolo del anunciado fin del Despotismo Ilustrado.

Efectivamente, fue el miedo a la Revolución Francesa lo que incitó al pragmático Floridablanca, que continuaba siendo Secretario de Estado por expresa recomendación de Carlos III a su hijo, a retroceder en sus planteamientos ilustrados. Floridablanca había convocado Cortes, restringidas prácticamente a la pequeña nobleza de 37 ciudades, el 5 de mayo y fueron disueltas, con mucha celeridad, por su presidente, Campomanes, el 17 de octubre, después de conocerse el ataque a Versalles. Empezó de esta forma el corto período denominado por Richard Herr “pánico de Floridablanca” en el que el Secretario de Estado en particular, y los ilustrados en general, empezaron a temer muy seriamente que, dadas ciertas similitudes con el proceso prerrevolucionario francés, la situación se les fuese de las manos. A consecuencia de ello, se inició un mayor acercamiento de la Corona a la Inquisición y a la Iglesia. Floridablanca pensaba utilizarles de baluarte contra la penetración de las ideas revolucionarias francesas en España. De esta forma, comenzó un retroceso político e ideológico dirigido fundamentalmente contra la propaganda revolucionaria francesa que entraba abundantemente en la península y que podía caer en terreno abonado porque coincidía con el malestar existente en muchas ciudades por la escasez y el alto precio del pan, situación que a Floridablanca le recordaba mucho lo ocurrido en París los días 12, 13 y 14 de julio. El terror a que los motines de subsistencias, influenciados por la epidemia ideológica del otro lado de los Pirineos, deviniesen en revolución, era patológico. Para el ministro pesaba mucho más el miedo al contagio revolucionario de la sociedad española que el temor a dejar vía libre a Inglaterra en las Indias Occidentales. Por ello, tuvo clara su política de intervención junto a Prusia, Austria, Suecia y Rusia, sobre todo después de que llegase la noticia de la huida de Luis XVI y su detención en Varennes. Sin embargo, en esto chocó con la posición del monarca que temía que la política intransigente del primer ministro dejase sola a España frente a Inglaterra y pusiese en peligro la vida de su real primo. Carlos IV cesó a Floridablanca el 28 de febrero de 1792. En el breve paréntesis en que su sucesor y enemigo, el conde de Aranda, estuvo en el poder apoyado por el partido aristocrático e intentó una política de reconciliación con Francia, sucedieron dos hechos vitales para el desarrollo posterior de los acontecimientos: el ataque a las Tullerías el 10 de agosto de 1792 y la sorprendente victoria del ejército francés en Valmy el 21 de septiembre. Estos hechos vinieron a invalidar la política de Aranda que fue sustituido por Godoy que se apresuró a declarar la guerra a la Convención Francesa en 1793.

La guerra contra la Convención que terminó en 1795, una vez firmada la Paz de Basilea, tuvo consecuencias nefastas para la economía nacional, sobre todo en aquellos territorios que, por su proximidad a Francia, fueron los naturales teatros de operaciones, es decir, fundamentalmente el País Vasco y Cataluña. La firma de la Paz de Basilea el 22 de julio de 1795 y el Pacto de San Idelfonso el 11 de agosto de 1796 sellaron la alianza contra natura de la Corona española con la Convención francesa que implicaba la total dependencia política de España con respecto al país vecino que, a la postre, desencadenaría el hundimiento tanto de la industria nacional como del comercio colonial, al dejar el campo libre a los intereses ingleses y norteamericanos que habían reactivado el contrabando después de la Paz de Basilea. Y, finalmente, todas las dejaciones no sirvieron para nada puesto que España se vio otra vez envuelta en una guerra contra Inglaterra en 1798, que agravó todavía más la situación.

Aunque la Paz de Basilea no tuvo, aparentemente, más repercusiones negativas en América que la de entregar a Francia la parte española de Santo Domingo y lograr encolerizar a los ingleses26 (cuya impunidad en la acción percibía Godoy como una de las mayores amenazas para la presencia española en las Indias Occidentales), políticamente el coste fue escandaloso porque determinó, un año después, el Tratado de San Idelfonso que suponía la ya total dejación de la soberanía del país en manos de Francia. Fin de un proceso que, sin duda, se había venido larvando durante el siglo XVIII a causa del principal lastre de la Corona Borbónica española: su alianza con la Monarquía francesa mediante los conocidos “pactos de familia”. Los ilustrados, que eran perfectamente conscientes de las consecuencias perversas de este proceso de dependencia, supieron trampear la situación con tacto y habilidad política pero también con determinación en aquellos proyectos de la Corona española que, aún chocando con los intereses franceses, consideraron de vital importancia para el futuro del país. El Tratado de San Idelfonso significó el fin de la política entre pactista y rebelde que Carlos III y sus ministros habían puesto en práctica en la segunda mitad del XVIII, y el inicio de la dejación de la soberanía nacional. España entra así, en contradicción con sus intereses, en la órbita francesa.

Como es evidente, la alianza con Francia no favorecía precisamente los intereses de la incipiente burguesía nacional, todavía muy ligada al abastecimiento británico. Godoy lo sabía y por este motivo dio largas a los franceses en su intento de realizar tratados comerciales con España que facilitasen la entrada masiva de productos y capital francés. De hecho, el sentimiento antifrancés estaba ya muy generalizado entre la sociedad española a mediados del XVIII por ser los comerciantes franceses, bien asentados en los puertos con más actividad comercial, importantes y difíciles competidores. Estas tensiones estallaron violentamente en los motines antifranceses de 1793-94. Después de estas experiencias, nunca podría ser bien recibida una política comercial que pretendiese tratar a España, aunque fuese como medio interpuesto, como si de una colonia se tratase. En efecto, para la burguesía francesa, España significaba la posibilidad de controlar el puerto de Cádiz, no sólo importante por su valor de punto privilegiado de distribución comercial, sino por su valor estrictamente estratégico como centro de reunión de las dos flotas francesas, la atlántica y la mediterránea; también suponía un mercado potencial para las manufacturas francesas, la posibilidad de obtener metales preciosos y, sobre todo, la llave para introducirse en América haciendo retroceder a los británicos.

Así las cosas, el Tratado de San Idelfonso, de agosto de 1796, alianza ofensiva-defensiva con el Directorio francés, dirigida fundamentalmente contra Inglaterra, fue muy mal recibido por la opinión pública porque significaba una importante provocación contra los ingleses que hacía temer una paralización del comercio nacional y de muchas actividades en desarrollo, lo que, inevitablemente sucedió con la también inevitable declaración de guerra entre España e Inglaterra el 5 de octubre de 1798. En un largo, pero interesante párrafo, el profesor Parra hace un buen retrato de la situación y de sus posteriores consecuencias:

“El incremento del paro y el cierre de empresas subsiguientes al comienzo de la guerra contra Inglaterra demostraron el fundamento de tales temores (...) El caso de Alicante puede servir de ejemplo. En esta próspera ciudad mercantil donde arribaban navíos de toda Europa, muchos de ellos ingleses, la guerra hizo disminuir drásticamente el tráfico portuario, casi paralizó el comercio, originó serios problemas de abastecimiento, puso al municipio en importantes dificultades fiscales y afectó muy negativamente al desarrollo de la agricultura de exportación. En estos lugares fue cuajando poco a poco un intenso odio popular hacia los franceses (...) En 1807, al final de este proceso, el cónsul francés en
Alicante reflejaba con suma claridad el cariz de la situación: los alicantinos se muestran decididos a luchar contra Francia porque se consideran perjudicados por la alianza y aprovecharán la menor ocasión que se les depare para hacerlo. Los sucesos de 1808 le dieron la razón”.

Por otra parte, la política de Godoy con respecto a América no pudo ser más desafortunada y condujo a España a una situación indigna. En 1793, Godoy forjaba un plan destinado a consolidar una alianza con los Estado Unidos (aprovechando el dominio de España sobre Luisiana y Florida) que fuese capaz de contrarrestar a Inglaterra en caso de guerra en las Indias Occidentales. Pero las esperanzas de Godoy de utilizar ventajosamente a favor de España a los Estados Unidos, se desvanecieron tras la firma el 19 de noviembre de 1794 del Tratado de Jay entre los norteamericanos e Inglaterra, por el cual ésta última obtenía importantes ventajas comerciales en aquellos territorios. El Príncipe de la Paz, desde la debilidad de su posición, intentó granjearse la amistad de los Estados Unidos a cualquier precio y firmó, el 27 de octubre de 1795, el que luego sería denominado “Picnkey’s Treaty” o Tratado de San Lorenzo, de “Amistad, Límites y Navegación”, cuyas excesivas concesiones a los norteamericanos propiciaron la penetración de capital y negociantes estadounidenses tanto en Luisiana como en Florida, hecho que, con el tiempo, tendría funestas consecuencias para España. Los Estados Unidos obtenían, a cambio de unas pocas migajas, una serie de ventajas comerciales y derechos que les servirían de base para la ocupación en el futuro de los territorios arriba mencionados y su expansión hacia el oeste hasta ocupar también las tierras mejicanas. Esas ventajas y derechos comerciales consistían, en lo sustancial, en la libertad de navegación por el Mississipí, situación de privilegio de los buques mercantes norteamericanos que no podían ser apresados por la armada española, concesión de status de puerto franco a Nueva Orleans –que se convertiría en el siglo XIX en uno de los mayores puertos negreros norteamericanos-, libertad general de comercio y navegación, etc.

Claramente el Tratado de San Lorenzo permitió otro avance imperialista de Estados Unidos sobre los territorios de teórica soberanía española, regalado por el torpe servilismo de una Monarquía moribunda.

El fantasma del Blog
Guinea: la memoria olvidada de una dudosa soberanía.

La compleja situación expuesta en los apartados anteriores creemos que puede explicar el abandono por parte de la monarquía de sus aventureros planes africanos y que los proyectos ilustrados de colonización del golfo de Guinea mueran con la desaparición de Floridablanca de la escena política. Pero hubo más que abandono de proyectos colonizadores, se llegó incluso a perder la memoria de la soberanía, del acto de posesión que con tanto sacrificio y ritual realizó el conde de Argelejo. Así lo atestigua un expediente fechado entre 1803 y 1805, con documentación reservada, que intenta rastrear la situación institucional de
Fernando Poo y Annobón en estos años.

El título del documento, Expediente sobre el mal estado del Cristianismo en las islas de Annobón y Fernando Poo30, no sólo induce a confusión en cuanto al contenido del mismo, sino que, además, evidencia la enorme diferencia existente entre las motivaciones estrictamente comerciales y políticas del primitivo proyecto y las supuestamente religiosas que obligan a la Monarquía a reabrir un tema ya abandonado. El título arriba mencionado, que sólo en parte corresponde al contenido de los documentos, venía determinado por el origen del expediente. Las pesquisas comienzan, en efecto, por las protestas de Alejandro de Cosmao, Vicario General de Santo Tomé, al Cardenal Borja, prefecto de la Sacra Congregación de Propaganda, sobre la dejación religiosa en que España tenía a los indígenas de Annobón. Protesta que provoca un oficio del Nuncio Papal a la Corona, indirectamente a través del Virrey de Buenos Aires, adjuntándole un informe al respecto del mismo Cardenal Borja, en dónde éste sugería que fuesen misioneros capuchinos italianos los que se encargaran de la evangelización de Annobón, a cargo de las arcas de la propietaria del territorio, es decir, la Corona española.

Este oficio sacó a la luz inmediatamente el cuestionamiento de la citada propiedad y, en este cuestionamiento constante, se pueden leer los términos exactos de una total ignorancia. El Consejo de Indias, contestando a los oficios que la Corona emite en septiembre de 1803 pidiendo noticias de las islas africanas y sus títulos de propiedad, escribe al monarca el 27 de junio de 1804 recordando el artículo 13 del Tratado del Pardo, relatando brevemente los acontecimientos de la expedición Argelejo y, después de achacar el fracaso en África a su clima, insoportable para los blancos, termina con el siguiente y revelador párrafo de la ausencia española:

“por lo que ni en Annobón ni en Fernando Poo hay establecimiento alguno español, Gobernador, ni otro Jefe a quien pudieran dirigirse cualquiera Misioneros que se destinasen para el Socorro Espiritual de los Naturales de la de Annobón, que solicita el Nuncio de su Santidad”.

Se adjunta el informe del Fiscal que contiene una recomendación: que la Corona se ocupe de los gastos de los capuchinos italianos a cambio de que se conviertan en exploradores al servicio de España, indicando que podrían remitir “noticias exactas del carácter y costumbres de los Naturales; calidad del terreno; posibilidad de hacer algún establecimiento; razón de las Poblaciones; y gobierno de sus habitantes”. Al mismo tiempo, el Consejo de Indias reconocía que, no habiendo ninguna autoridad española en las islas, los capuchinos pasarían a depender directamente de Roma y así lo advirtieron a la Corona, absteniéndose, finalmente, de aventurar un dictamen con la excusa de la falta de datos. Y el Monarca decide el 22 de julio de 1804: “No vengo en que se confíen las Misiones a Italianos; pido al Consejo vea cómo pueden componerse de españoles”.

El Consejo procede entonces a pedir información a los ministerios de Estado, Guerra y Marina. El ministro de Estado contesta remitiendo algunos documentos de 1782 a 1785, el de Guerra, señalando que en su ministerio no se encuentra mención del asunto ni antes ni después de 1781 y, el de Marina, cuestionando claramente la propiedad de las islas, decía no creer “que dichas islas fuesen en la actualidad Posesiones Españolas”. Estos informes fueron determinantes en la siguiente resolución emitida por el Consejo el 23 de diciembre de 1804, que tuvo la osadía de desobedecer al Monarca, explicitando con mucha claridad, la no responsabilidad de España ante unos territorios de dudosa pertenencia:

“El Consejo en inteligencia de todo, y mediante la incertidumbre de si dichas Islas son, o no en la actualidad de dominio de V. M., no puede proponer los medios de satisfacer los deseos de V. M. en beneficio espiritual de aquellos Habitantes”.

En este punto, la Corona, buscando la legitimación de sus propiedades, empezó por pedir información a la institución que había seguido más de cerca la expedición Argelejo, el Virrey de Buenos Aires, con lo que se cerraba el círculo. La desidia de la burocracia española acompaña al olvido y así en el expediente citado podemos leer: “Por no haverse hecho jamás extracto en lo de Annobón y Fernando del Poo, está complicadísimo y desarreglado este expediente”.

Años de memoria olvidada por parte de España. Años de libertad y bonanza para los traficantes de esclavos ingleses, holandeses y franceses que operaban en la zona. Años, suponemos, de tranquilidad para los habitantes de las dos islas africanas, interrumpidos por la ocupación británica de Fernando Poo en 1827. Pero no adelantemos acontecimientos

En definitiva, el proyecto esclavista de colonización que tomó su impulso en el Tratado del Pardo y tuvo el coste de la expedición Argelejo, quedó abortado en su continuidad, pese a los intentos de Floridablanca y Gálvez para llevar a cabo la colonización de la zona. La última noticia que tenemos de los proyectos de estos ilustrados en Guinea data de 1787, y la constituye un acuse de recibo por parte de la Real Compañía de Filipinas de un oficio remitido por el Ministro de Indias en el que éste adjuntaba los expedientes relativos a la cesión de las islas y los documentos de la primera expedición. Gálvez y Floridablanca pretendían con ello que fuese la misma Compañía de Filipinas la que se encargara de llevar a cabo el proyecto colonizador en Guinea. La condición del Marqués de Sonora como presidente de la citada Compañía (después de su remodelación el 10 de marzo de 1785) le facultaba para incidir en los ánimos de los miembros de su Junta de Gobierno a favor de la colonización de las islas, una influencia que ejerció en la reunión de la Junta el 11 de diciembre de 1785, presentando el tema de la necesidad y utilidad de crear una colonia mercantil en Guinea que sirviese, además, para “dar a la Compañía una escala propia en la costa de África en los viajes al Asia”. Volvió Gálvez a reiterar sus propósitos en las reuniones del 16 de julio y 15 de diciembre de 1786 y, por fin, en esta última se nombró una comisión compuesta por Dn. Antonio Ricardos y Dn. Gaspar Leal que tendría como objetivo formular una propuesta de colonización, después de haber estudiado la situación. Para facilitar esta labor, Gálvez remitió el oficio anteriormente mencionado, acompañado de la documentación pertinente el 3 de junio de 1787.

Sin embargo, Floridablanca sabía perfectamente que Fernando Poo no era el lugar más idóneo para comenzar la trata directa. Ya hemos visto cómo fue advertido de ello por Varela Ulloa, advertencia vuelta a reiterar por el Capitán General de Canarias, marqués de Branciforte en su escrito de 3 de diciembre de 1784 que respondía a su petición de un informe sobre la posibilidad de que el comercio con Fernando Poo y Annobón tuviese como centro las Islas Canarias por su mayor proximidad. En su informe, el mencionado Capitán General proponía que se formara una Compañía Canaria de Negros que monopolizase el tráfico con las costas africanas y que este comercio se hiciera, no con las islas, sino con el continente, en la zona comprendida entre los 15º y 5º latitud norte, entre Cabo Verde y Cabo Palmas, “territorio en el que se supone podría obtenerse un cargamento completo de esclavos en menos de dos meses”. Aunque Floridablanca no tuvo en cuenta este informe por diversas razones, entre las que se encontraba la no aceptación por parte de la oligarquía cubana del monopolio canario de la trata, hay que señalar que, años más tarde, en los tiempos de la trata ilegal, se produjo una curiosa coincidencia entre la solución Branciforte y la realidad. En efecto, el lugar de la costa que los negreros españoles consideraron más idóneo para establecerse fue, precisamente, entre Cabo Verde y Cabo Palmas y, más concretamente, en las costas de los países que hoy conforman Sierra Leona y Liberia, donde crecieron y se multiplicaron las factorías negreras españolas ocupando los cerrados meandros pantanosos, llenos de manglares, fáciles de defender y difíciles de atacar por la escuadra inglesa, de las desembocaduras de los ríos Scarcies, Sherbro, Gallinas, Sulima, Sestros, etc. Además de contar con una situación geográfica adecuada al tráfico ilícito, la navegación hacia las Antillas desde estos puntos era también mucho más fácil y rápida que desde Fernando Poo. Estas fueron las principales razones que impulsaron a los negreros españoles a afincarse en estos territorios y, dentro del marco condicionante y siempre cambiante del tráfico ilegal, vivieron, mataron, corrompieron y traficaron con carne humana desde estas costas. Su motivación: las enormes ganancias que,
burlando el bloqueo británico, podían obtener satisfaciendo la siempre creciente y voraz demanda de la oligarquía esclavista de allende el Atlántico. Hasta 1840, aventureros sin escrúpulos como Pedro Blanco, Da Souza, Ormond, Burón, Canot, etc. desde sus emporios comerciales en la Costa de Sierra Leona y en la Costa de la Pimienta, se habían convertido en los grandes abastecedores de trabajo esclavo de las plantaciones americanas (donde muchos de ellos habían invertido). Su principal mercado era Cuba, pero también comerciaban con el resto de las Antillas, Estados Unidos y Brasil.

La idea de una colonización africana no figuraba al principio de su establecimiento, allá por 1820, ni en los planes del gobierno ni en las cabezas de los negreros, algunos de los cuales se consideraban a sí mismos como emperadores en sus pequeños dominios públicamente clandestinos. Mientras la trata ilegal fue un negocio no excesivamente difícil y muy rentable, no necesitaron de una colonización y no estuvieron dispuestos a gastar tiempo, dinero, voluntades y energías en la inversión que suponía cualquier empresa colonizadora. Después, cuando comenzaron los tiempos difíciles, el más famoso e inteligente de ellos estuvo dispuesto; los planes colonizadores de Pedro Blanco y su influencia en el comienzo de la colonización de Fernando Poo serán estudiados más adelante.



Pero muchos años antes, en 1787, la Compañía de Filipinas declaraba no estar interesada en dedicarse directamente al comercio de esclavos “al que consideraba poco ventajoso por las dificultades que entrañaba y por el desconocimiento que tenían de él” . Ante coyuntura tan poco propicia, la muerte de Dn. José de Gálvez, Marqués de Sonora y Ministro de Indias, principal impulsor del proyecto y hombre de confianza de Floridablanca en todo lo concerniente a éste, acabó también con las posibilidades de su realización.

Con independencia de las razones apuntadas del fracaso de los monárquicos ilustrados, en realidad, el proyecto devenía ya obsoleto porque era fruto del modelo esclavista de colonización, mientras que el panorama internacional iniciaba el cambio hacia la abolición y la reconversión de la fuerza de trabajo en las periferias. Por lo tanto, a España le quedaban muy pocos años para aprovecharse de la trata legal. Era un proyecto a destiempo. En efecto, el mismo año en que la expedición negrera española llegó al Golfo de Guinea, 1778, empezaron las discusiones en el Parlamento británico sobre la abolición del tráfico de esclavos y la emancipación de los mismos. Además de las indudables razones económicas, el papel que jugó históricamente el movimiento abolicionista en el cambio de actitud fue importante y hubo una clara conexión entre el antiesclavismo y la expansión general de la actividad política de masas. Se ha demostrado que los negros que vivían en Inglaterra y se encontraban en una posición intermedia entre la esclavitud colonial y la servidumbre doméstica

"se convirtieron en importantes agentes de su propia emancipación. La serie de revueltas negras a partir de la década de 1770 contribuyeron a crear un clima de opinión y una situación que hizo posible la abolición y la emancipación, al mismo tiempo".

Paralelamente, se desarrollaba la lucha política: en 1787, Thomas Clarkson fundó en Londres La Brithis Antieslavery Society. En 1796 y 99, Willberfoce presentó sendas mociones sobre la supresión de la trata de esclavos al Parlamento que tuvieron un éxito relativo, pero prepararon el terreno para la promulgación en 1807 de la Abolition Act. Gran Bretaña, que había sido la primera potencia esclavista del mundo y, con mucho, la más beneficiada por el ominoso tráfico, iba a convertirse en pionera y adalid de la abolición. Este hecho fue decisivo en la política colonial de la primera mitad del siglo XIX.




El fantasma del Blog
La imposición del abolicionismo y el interés inglés.

Gran Bretaña abolió el tráfico de esclavos en 1807 y, desde ese momento, pretendió que los demás países europeos poseedores de colonias que utilizaban trabajo esclavo y, por tanto, necesitaban aún de la trata, hiciesen lo mismo. Con este fin, Inglaterra abrió una gran polémica en el ámbito internacional sobre la licitud del tráfico de negros que, consecuentemente, puso en cuestión la propia existencia de la esclavitud como forma de trabajo en los subsistemas coloniales.La polémica sacaba a la luz una paradoja ideológica de la modernidad: la esclavitud crecía al otro lado del Atlántico y también en África, mientras en Europa se extendía y desarrollaba una visión optimista y eurocéntrica de la historia que cruzaba todos los mares del planeta en la nave del "progreso", sustentada ideológicamente en el principio de la libertad, concepto obviamente antagónico al de esclavitud.

Al contrario de lo que podría esperarse del racionalismo del siglo de las Luces, el cuestionamiento de la esclavitud no era tan evidente ni estaba demasiado extendido a finales del siglo XVIII1. Existían, en contra de ello, demasiados intereses económicos y graves prejuicios morales. Los países que se beneficiaban con el trabajo esclavo no estaban dispuestos a prescindir de tan lucrativa fuente de ganancias por muy desagradable y odioso que aparentemente les pareciese. Por lo tanto, Inglaterra tuvo que hacer de la abolición una cruzada que las clases dominantes de los países y colonias poseedoras de esclavos entendían como una intolerable intromisión contra sus propiedades y su soberanía. Estos países se resistieron a la abolición y acabaron firmando, ante las amenazas y promesas económicas del gigante industrial, tratados bilaterales que retardaban los plazos y en cuyo cumplimiento no manifestaron ningún celo.

No es el objetivo de este trabajo, ni la intención de la autora, el hacer un exhaustivo análisis del significado histórico de la abolición que nos conduciría, irremediablemente, a realizar un más profundo estudio del significado de la esclavitud moderna a la luz del devenir histórico del capitalismo y que nos introduciría de lleno en la polémica historiográfica sobre el esclavismo, el colonialismo y los orígenes de la acumulación mundial, polémica tantas veces olvidada y retomada pero siempre silenciada y marginada2. No obstante, sí nos gustaría apuntar, sin demasiadas pretensiones, algunos aspectos básicos de nuestra visión sobre las posibles causas del abolicionismo inglés, los cambios de estrategia de la política abolicionista inglesa en el tiempo y en el espacio y las repercusiones generales que de todo ello se derivaron, durante la primera mitad del siglo XIX. También es pertinente, para el propósito de este trabajo analizar, con mayor detenimiento, la repercusión que la abolición británica tuvo sobre la política española del momento, sobre todo, en su especialísima relación con Cuba. El análisis histórico de esta relación metrópoli-oligarquía colonial, mediatizada por la prohibición, resulta muy esclarecedor de las actitudes e ideologías de los diversos actores en juego, tanto en el centro como en la periferia. Y es especialmente pertinente estudiar las consecuencias que la puesta en practica, por parte de Inglaterra, de una política activa de represión de la trata a partir de los años veinte del siglo XIX, tuvieron para la isla de Fernando Poo.

Hoy, con el siglo XX a las espaldas, podemos contemplar con perspectiva histórica el panorama mundial que la evolución y extensión imparable del capitalismo durante el "más mortífero siglo de la historia", como lo califica Hobsbawm, ha desplegado ante nosotros: un paisaje desolador caracterizado por el crecimiento exponencial del abismo que separa a la minoría de la población rica y blanca de la inmensa mayoría de la humanidad pobre y, generalmente, de color; por el resurgimiento de larvadas y apolilladas, pero mortíferas, ideologías, y por la reaparición de arcaicas y periclitadas, creíamos, formas de explotación. Una sensata reflexión sobre los acontecimientos del pasado más reciente nos hace replantearnos la cuestión abolicionista desde presupuestos menos románticos y generalistas, mucho más modestos y ligados a los intereses coyunturales de la evolución del capitalismo inglés que, en el siglo XIX, era el motor de la internacionalización, y a los intereses de las diferentes formaciones históricas capitalistas, ya fuesen metrópolis o colonias. Sin embargo, sería una insensatez, totalmente discordante con la rica y variada realidad de la historia, no tener en cuenta en este análisis los factores ideológicos, así como la propia resistencia y lucha de los esclavos por su liberación. Factores todos que se conjugaron y unieron sus fuerzas desde distintos campos, entre 1807 y 1833, para confluir en un objetivo común: la abolición de la esclavitud .

En efecto, los abolicionistas ingleses y norteamericanos consiguieron, con sus bien organizadas redes internacionales y su eficaz propaganda, crear un cierto estado de opinión entre los países esclavizadores sobre la igualdad de los hombres independientemente del color de su piel, algo que en el siglo de las Luces (etapa, por otro lado, de mayor esplendor de la trata), debería haber sido obvio para los occidentales si la Ilustración no hubiera contenido en sí misma sus propias oscuridades y sombras, su espíritu de dominio y explotación. Este estado de opinión cada vez más favorable a la abolición de la trata y, después, de la esclavitud, se transmitía irremediablemente al mundo colonial, objeto central de la cuestión, produciendo dos versiones diametralmente opuestas: la de los amos, nítida, pues tenían toda la información que, muchas veces, ellos mismos generaban, y la de los esclavos necesariamente distorsionada, aunque no equivocada en lo esencial. Es decir, aunque confundiesen la abolición de la trata con su total emancipación, sabían que el tema esencial en debate era, fuera subterfugios, su liberación y la de sus descendientes. Hasta el momento en que se produjo la quiebra abolicionista de la opinión pública, los esclavos resistieron; cuando vieron una ventana abierta a la esperanza, pasaron a la acción.

La reiterada presencia social e insistencia de los abolicionistas, los clamores de la opinión pública occidental, concienciada por sus campañas, los propios intereses económicos, sociales y políticos de la burguesía inglesa y las rebeliones de esclavos fueron todos, dialécticamente entrelazados como estaban, factores decisivos para el surgimiento de un marco jurídico internacional y unos tribunales de represión de la Trata que sentaron los principios de una jurisprudencia y de otros tribunales internacionales posteriores sobre los derechos humanos.

Sin embargo, la abolición de la trata en 1807 no supuso su desaparición del panorama internacional por la simple voluntad de Inglaterra, sino que, por el contrario, intensificó desde principios del siglo la demanda de esclavos, el número efectivo de esclavos exportados y, por supuesto, las ganancias obtenidas con el infame tráfico, al mismo tiempo que las condiciones de captura, transporte y trabajo, se hacían cada vez más duras y crueles para los esclavos ¿Eran efectos perversos y no deseados de la abolición? Más bien eran las consecuencias de un tráfico que aún resultaba rentable para algunos sectores del capitalismo internacional y cuya prohibición hizo mucho más rentable 4 porque, por una parte, bajó los precios en África y los aumentó en América y, por otra, desencadenó en las clases dirigentes coloniales el ansia temerosa de acumular "brazos" en el menor tiempo posible. Todo ello unido a la aplicación de la tecnología tanto al tráfico como al trabajo esclavo, no hizo precisamente que el camino de la abolición fuese corto y fácil, sino que se convirtió en un largo calvario para aquellos cuya libertad se pretendía. Efectivamente, los efectos resultaban perversos pero, desde luego, la mayoría de ellos cínicamente deseados.

La tecnología no vino a aliviar el trabajo esclavo sino que, por el contrario, la utilización de los avances tecnológicos de la época endureció las condiciones del esclavo, desde su captura, pasando por la travesía intermedia, hasta su trabajo en las plantaciones. Mientras la aplicación de la tecnología en el tráfico desencadenaba epidemias, rebeliones y grandes mortandades en los barcos, su aplicación en las plantaciones tuvo la virtualidad de reducir, por la intensificación de la producción, la capacidad productiva de un esclavo, a siete u ocho años. Esto hacía necesario renovar constantemente la mercancía humana, lo cual, a su vez, alimentaba la trata.

Frecuentemente, en esta etapa, la trata se hacía en los famosos clippers, originariamente utilizados por los norteamericanos y luego por cubanos y brasileños. Estos barcos tenían la ventaja de ser muy rápidos y poseer gran movilidad para sortear el bloqueo inglés, pero precisamente por ello eran muy pequeños y esto influía de manera decisiva, no sólo en el aforo real del barco, sino en la forma de distribuir a los esclavos y en el espacio que se dejaba al almacenaje de alimentos. Por otro lado, tanto la máquina a vapor incorporada a los ingenios, como el ferrocarril no trajeron consigo el trabajo asalariado en la periferia sino
que, por el contrario intensificaron el ritmo de producción del trabajo esclavo, aumentando la necesidad de esclavos y acortando su esperanza media de vida5. En África, la captura masiva de esclavos, en medio de las matanzas de pueblos enteros, se hizo más eficaz con las nuevas armas de fuego y, posteriormente, con las cañoneras a vapor que remontaban fácilmente los ríos.

Por otra parte, el sistema de plantación monoexportadora se reveló más que nunca no sólo como "devorador de tierras", sino también como "devorador de hombres". Pero el sistema plantacionista-esclavista, lejos de ser un cuerpo anómalo en el sistema económico capitalista en vías de mundialización, que emergía desarrollándose con una rapidez y amplitud nunca vistas en la historia, constituía uno de sus pilares fundamentales, hasta mediados del siglo XIX, en las periferias.

La economía mundializada fue históricamente posible por el agotamiento del modelo tradicional de expansión europea, sobre todo después de la crisis del siglo XVII, y su exitosa sustitución por el modelo atlántico, es decir, por el desplazamiento estructural de la economía a la vertiente atlántica que puso en contacto de forma directa a tres continentes e indirectamente también a Asia, en el momento en que se producían en Europa y en Norteamérica las primeras revoluciones burguesas. De modo que el colonialismo capitalista creó, desde principios del siglo XVIII y gracias al desarrollo masivo de las plantaciones de
azúcar, café, tabaco y posteriormente, algodón un modelo de centro desarrollado y periferia en constante subdesarrollo que descansó, en su origen, sobre el tráfico y sobre el trabajo de los esclavos negros en las plantaciones ultramarinas.

Barcia señala que este aparentemente arcaico modelo se desarrolló en todas las zonas donde los colonizadores no poseían mano de obra abundante y barata:

"Las relaciones de producción esclavistas fueron engendradas anacrónicamente por el capitalismo, al no encontrar éste, en los territorios dependientes de las metrópolis, subsistemas del sistema, condiciones sociales tales como, la existencia de una fuerza de trabajo en condiciones de ser explotada, que posibilitase la necesaria creación de un ejército
industrial de reserva.".

Esto fue exactamente lo que ocurrió con la colonización americana en general y, particularmente, en los casos de las Antillas, Brasil y el sur de los Estados Unidos. La no disposición de mano de obra suficiente para el cultivo y extensión de las plantaciones de azúcar de las Indias Occidentales, parece ser la razón fundamental de que Inglaterra sólo aboliese teóricamente la esclavitud en sus colonias en la tardía fecha de 1833 y, de facto, en 1838. Este dilatado periodo que va de 1807 a 1838, creó un malestar creciente entre los esclavos de las colonias británicas por la diferencia entre las expectativas que había generado la abolición del tráfico y la excesiva tardanza de la tan repetidamente prometida y ansiada emancipación, malestar que se tradujo en repetidas rebeliones de esclavos que provocaron "el miedo al negro" y, finalmente, la no rentabilidad real del trabajo esclavo. El círculo se cerraba. El sistema aún necesitaba en la periferia americana del trabajo esclavo -aunque no por mucho tiempo- pero las condiciones sociales creadas por la propaganda abolicionista y las rebeliones de esclavos, lo hicieron imposible. Por otra parte, los demás países europeos, que pasaban por momentos históricos muy diferentes a los de Gran Bretaña y a los que la esclavitud les resultaba muy rentable, no mostraron el más mínimo interés por la abolición hasta fechas muy tardías, empujados por las presiones británicas, los acontecimientos internos y externos y la propia dinámica de las fuerzas productivas mundializadas.

El colonialismo, pues, cambiaba la naturaleza de las sociedades colonizadas de modo que resultasen funcionales a las diversas economías metropolitanas europeas en cada momento histórico. Así se sellaban los términos de la dependencia y el subdesarrollo. La funcionalidad de la plantación esclavista en el orden internacional está bien expresada por Barcia:

"Esta plantación, engendrada por el sistema capitalista, descansa sobre la base de relaciones de producción fundamentalmente esclavistas, éstas no pasan de ser para éste relaciones secundarias, un subsistema que él mismo genera, desarrolla y, una vez agotadas todas sus posibilidades de racionalidad hace desaparecer por sus propios mecanismos".

Finalmente, cuando el capitalismo desarrolló los mecanismos que llevaron a la extinción del esclavismo, entre 1833 y 1850, no sustituyó la fuerza de trabajo esclava por la asalariada en las colonias, sino que implantó una nueva división del trabajo a escala mundial, muy diversificada pero siempre coercitiva y desventajosa para los subsistemas periféricos. Como dice Fradera:

"Gran Bretaña primero, y los demás estados europeos con intereses en áreas de agricultura tropical después, se aplicaron a partir de las décadas centrales del siglo XIX en erradicar la esclavitud y en generalizar otras formas de control laboral que no implicaban el trabajo asalariado".

Implicaban, sin duda, otras formas mucho más depredadoras de canalizar el excedente hacía la minoría europea: el sistema tributario sobre las populosas comunidades campesinas que Gran Bretaña impuso en la India y Holanda en Indonesia, o bien, las deportaciones masivas y el trabajo forzado. Es decir,

"allí donde no se disponía de un marco social heredado manipulable a través de políticas coloniales basadas de alguna forma en el tributo, el desarrollo del capitalismo procedió a través de la movilización del trabajo en unidades productivas que empleaban trabajo forzado o cuasi forzado".

Pero, aunque no dudamos que la burguesía industrial inglesa, en el poder a partir de 1830, hubiese deseado una perfecta sincronización temporal entre su ascenso y la nueva reorganización internacional del trabajo, se encontró con fuertes resistencias en la periferia americana y se vio obligada a prohibir y reprimir para impedir y detener la trata. Pero esto se le hizo siempre muy difícil porque el factor decisivo para la persistencia, hasta bien entrado el siglo XIX, de la esclavitud en las más importantes colonias americanas, fue la gran demanda de esclavos que se desencadenó provocada por la extensión del sistema de plantación tardío en Brasil, Cuba y Estados Unidos.

La evolución histórica de estos países (colonias y antiguas colonias) les había llevado por caminos diferentes a los de las posesiones antillanas británicas o al capitalismo que se desarrollaba en las metrópolis. Los momentos de mayor auge de la plantación en estos países y, por lo tanto, del esclavismo, vinieron a coincidir con el clímax de la revolución industrial en Inglaterra y su comienzo en Francia. Por lo tanto, mientras Inglaterra impulsaba su política abolicionista, los países y colonias de ultramar más importantes y extensas basaban su riqueza, en plena expansión, en el trabajo esclavo.

Puede parecer a primera vista (y seguramente esa era la impresión de la burguesía ilustrada de la época, como hemos apuntado) que ello implicaba una cierta disfunción temporal entre la economía de estos países ultramarinos y la del Centro. Sin embargo, durante mucho tiempo se complementaron. Ante las grandes expectativas de ganancia provocadas por el desarrollo inusitado de estos países de la periferia, la esclavitud pasó a ser una cuestión relativa, como comenta Williams:
"Que la esclavitud para ellos era relativa, no absoluta, y dependía de la latitud y la longitud, lo prueba la actitud hacia la esclavitud que asumen, después de 1833 con respecto a Cuba, Brasil y los Estados Unidos."

En este sentido, será preciso contextualizar más detalladamente el abolicionismo en el marco histórico de la siempre cambiante revolución industrial inglesa. Piqueras y Sebastiá, centran la cuestión:

"En plena revolución industrial, Inglaterra postula la abolición de la trata negrera después de haber sido la principal potencia dedicada a este comercio. Se declara incluso dispuesta a indemnizar a los países que sigan sus pasos y se erige en juez y gendarme del Atlántico para exigir el cumplimiento de la supresión (...) La cuestión estriba en saber por qué (...) en un determinado momento, Inglaterra fue el único país a encontrar más ventajoso luchar contra el comercio de esclavos que tomar parte en él".

Esta sensata pregunta es contestada en parte, certera y concisamente, por Hobsbawm, al señalar que: "Detrás de la Revolución industrial inglesa, está esa proyección en los mercados coloniales y 'subdesarrollados' de ultramar y la victoriosa lucha por impedir que los demás accedieran a ellos." En efecto, Inglaterra consiguió neutralizar a sus competidores en ultramar, durante el siglo XVIII, con la posesión largamente detentada del monopolio de la trata, con la práctica sistemática y descarada de un contrabando generalizado y con los éxitos de su Marina en las guerras coloniales, drenando así una sustanciosa parte del excedente colonial mundial hacia su propio desarrollo industrial. A principios y mediados del XIX, parece que el abolicionismo jugó un papel similar, malgré lui, al convertirse en la gran justificación de Inglaterra para diversificar y flexibilizar los modelos de trabajo en los subsistemas y obstaculizar de forma sistemática el tráfico de esclavos de sus competidores.

La burguesía inglesa apostó muy fuerte a partir de 1830 por el libre cambio, que conllevaba, entre otras cosas, terminar con el monopolio del azúcar de las Antillas porque, con la nueva redistribución mundial del trabajo y la producción, el azúcar asiático resultaba, a la larga, más barato. Ello clarifica bastante el fondo de la cuestión, se trataba de liberar también el trabajo esclavo en unos momentos de rentabilidad decreciente de éste por varias razones: por las dificultades de expansión de las haciendas azucareras de las Antillas británicas que tropezaba con los límites de la escasez de tierras, por la densidad de su
población negra que sobrepasaba las necesidades productivas y por los frecuentes sabotajes y rebeliones de esclavos. Tampoco se trataba, claro está, de reconvertir el trabajo esclavo en el modelo asalariado europeo y mermar así la cuantía global de la tasa de ganancia. Era preciso aflojar las cadenas de la esclavitud, pero no soltarlas del todo.

El capital necesitaba hacia 1830, a escala internacional, trabajo muy barato pero "libre", es decir, sin el lastre económico que significaba el oneroso paternalismo esclavista y el dispendio político y militar que ocasionaba en la metrópoli. En este sentido y dentro de la magnitud de la operación, la burguesía inglesa utilizó el ideal emancipatorio haciéndolo coincidir con sus intereses más burdamente utilitaristas y siempre funcionales a su desarrollo económico.

Cuando Inglaterra empezó a defender el abolicionismo en los foros internacionales, a partir de 1815, se encontraba en plena revolución industrial y uno de sus motores principales era el algodón. A partir de 1830, coincidiendo con la fase más agresiva e intervencionista británica en cuanto a persecución de la trata, se da por concluida una etapa de la Revolución Industrial inglesa, la textil. Inglaterra con su potente industria algodonera ya asentada, se embarcará a partir de ahora en los negocios de las industrias de base, esto es, el carbón, el hierro y el acero que resultaban necesarias para el desarrollo de la mecanización. Esta nueva etapa industrial abrió nuevos horizontes económicos, nuevos productos que exportar y elaborar, nuevos mercados que conquistar y, en definitiva, nuevas formas de producir. A partir de 1870, las potencias europeas industrializadas estaban ya preparadas para comenzar el saqueo sistemático de África, pero incluso en los momentos que anteceden a 1870, década en la que el mundo se hizo capitalista, el algodón continuó siendo el rey de las exportaciones inglesas:

"los artículos de algodón británicos, vanguardia de la penetración en el mercado a lo largo de casi medio siglo, incrementaron su índice de crecimiento por encima de las anteriores décadas. Entre 1850 y 1860 se habían doblado aproximadamente".

Los textiles ingleses de Lancashire, confeccionados en Manchester y exportados por el puerto de Liverpool, inundaron, en efecto, los mercados mundiales durante todo el siglo XIX. Pero la contradicción radicaba en que estos tejidos estaban confeccionados mayoritariamente con el algodón producido por los esclavos de las plantaciones sureñas de Estados Unidos y elaborado por los proletarios europeos en las sombrías fábricas infernales inglesas. Simetría asimétrica que abría grandes interrogantes filosóficos, morales, económicos, en fin, humanos, bien sintetizados por Barcia:

"en tanto los manufactureros ingleses dependieron del algodón cultivado por esclavos, podía afirmarse confiadamente que descansaban en una esclavitud doble, la esclavitud indirecta de los blancos en Inglaterra, aquella que hiciera exclamar a Ferguson, el maestro de Adam Smith, 'somos naciones enteras de ilotas y no tenemos ciudadanos libres', y la esclavitud directa de los negros en el otro lado del Atlántico".

Esta contradicción, que se hallaba en la base misma del sistema y que lo retroalimentaba, fue determinante para que Inglaterra, a partir de 1830, aún impulsando con más firmeza la materialización de la abolición de la trata (creación de tribunales mixtos, presencia activa de la marina británica), no recurriese en el caso del algodón a los métodos usados anteriormente con el azúcar, tales como el boicot al consumo de azúcar proveniente de las Indias Occidentales, con la excusa de haber sido trabajado por esclavos20. El gobierno inglés no levantará definitivamente las preferencias coloniales sobre el azúcar hasta 1854.

En efecto, el comportamiento de los ingleses con el algodón fue muy diferente y resulta revelador de lo muy mediatizada que estaba su política abolicionista por los intereses económicos en juego. El azúcar había resultado un cultivo muy rentable para las economías del centro en cuanto a la ampliación tanto de su comercialización como de su consumo cotidiano durante el siglo XVIII. Una obtención muy barata y en grandes cantidades de este, en otros tiempos, producto suntuario, significó su inclusión en la dieta diaria de los
europeos y, por lo tanto, supuso el ensanchamiento del mercado. Pero el cultivo del azúcar americano empezó a perder interés para Gran Bretaña desde el momento en que dejó de ser la gran beneficiaria de los ingresos rentados por este cultivo, al tiempo que empezaban a asomar, en el panorama internacional, las plantaciones asiáticas como fuertes competidoras, y se desarrollaba en Europa el cultivo y la transformación de la remolacha. Ni en un lugar ni en el otro, tenía el capital problema de "falta de brazos". El esclavismo ya no les era útil en estos nuevos enclaves geográficos y, sin embargo, el cultivo del algodón en el sur de los Estados Unidos continuaba siendo funcional al sistema (gracias irónicamente a la revolución americana) y, por ello, resultaba muy perjudicial para los intereses económicos británicos boicotear la exportación de una materia prima sin la cual no hubiese sido posible su propio desarrollo industrial. En consecuencia boicotearon el azúcar, pero dejaron pasar el algodón.

Es decir, Inglaterra tenía una razón económica de peso para ser militante hasta la década de los cincuenta en la cuestión abolicionista: durante la segunda mitad del siglo XVIII había perdido, por una parte, el monopolio de la trata y, por otra, sus colonias de Norteamérica, así como la rentabilidad de sus posesiones caribeñas por rebeliones de esclavos o por agotamiento del suelo sin posibilidad física de expansión. Consecuentemente, si Inglaterra ya no controlaba el trabajo esclavo, era preciso abolirlo y transformarlo y si, en esta materia, sus intereses económicos coincidían con los ideales emancipatorios del momento, la coyuntura se presentaba propicia al poder político británico que podía utilizar la abolición como un caballeresco disfraz filantrópico para obstaculizar la competencia de los demás países, al tiempo que se beneficiaba indirectamente del trabajo esclavo de las colonias de esos países.

De esta forma, la economía inglesa rediseñaba el mapa distributivo de la fuerza de trabajo -centro versus periferia; trabajo asalariado versus trabajo forzado- y lo presentaba al mundo como un solo y único modelo teórico de validez universal: el trabajo asalariado, término que se aplicaba de hecho a realidades muy diferentes y que, en colonias, enmascaraba la utilización y abuso del trabajo cuasi esclavo (trabajo forzado, trabajo esclavo strictu senso o formas contractuales dolosas). Parece que para el capitalismo, la amplitud y variedad de las formas de trabajo y, por tanto, del abanico salarial, era, y es, inversamente proporcional al grosor de la línea que separa la conversión en mercancía de la fuerza de trabajo de las personas, de la mercantilización de las propias personas. Como dice Duchet en el contexto de su tesis sobre la permanencia de la trata a causa de esta nueva reorganización del trabajo:

"même sans violence, la déportation et le retour impossible créaient dans la practique un état d’esclavage, puisque le travailleur ‘sous contrat’ était à la merci de ses employeurs. Aliéné, il n’etait plus ‘libre’, la traite abatí fait de lui un être déraciné, un exilé, un captif"


La nueva división internacional del trabajo en la que coexistieron durante mucho tiempo diversas formas modernas contractuales y neo-arcaísmos no contractuales

"fue seguramente el proceso de ingeniería social más complejo y decisivo del siglo pasado, tanto por sus dimensiones y por el esfuerzo político que implicó como por sus repercusiones a largo plazo".

Inglaterra intensificó y generalizó en sus colonias asiáticas, a lo largo del siglo XIX, unos procedimientos de tributación forzosa y de reclutamiento de mano de obra de las comunidades campesinas que ya había implantado la Compañía de las Indias Orientales a partir de 1757, con la ayuda del ejército británico, en el norte de la India, y cuyos resultados se habían revelado muy provechosos para los intereses de la burguesía británica y para las arcas de la Corona. A partir de 1830, Holanda pondría en práctica sistemas parecidos en Indonesia. Se trataba, como afirma Fradera

de "forzar la ocupación rentable de aquella fuerza de trabajo, en los términos apropiados para una demanda en ascenso de productos tropicales o subtropicales (...) la participación del poder colonial, de la coerción colonial, resultó decisiva".

Desde una perspectiva política, en Inglaterra la ofensiva contra la esclavitud fue paralela a los intereses económicos y políticos de su clase dirigente a lo largo del siglo XIX. La periodización de la política abolicionista que hace Carmen Barcia y que nos parece adecuada, se desarrolló en tres fases:

"la primera comenzó con el ataque a la trata en 1807; la segunda con la lucha contra la esclavitud misma en 1833 (...); la tercera fase se desarrolló a partir de 1846, cuando las posiciones abolicionistas de Inglaterra comenzaron a ser menos recalcitrantes. Por esta época los objetivos fundamentales de su burguesía industrial y financiera ya se habían consumado (...) Era más importante para Inglaterra adquirir azúcar barato que tener en cuenta la fuerza de trabajo que lo producía".

En realidad, estas tres etapas están muy estrechamente relacionadas con las distintas políticas de los gabinetes tory y whigh en cuanto a la marcha de la economía del país (mercantilismo o librecambio), y el problema de la representación parlamentaria y el derecho al voto. Aunque, con respecto a la economía, ambos partidos pudiesen converger en momentos puntuales, los dos últimos temas, en cuanto significaban el ascenso al poder, fueron objeto transversal de enfrentamientos durante toda la primera mitad del XIX.

Muy a principios de siglo, la burguesía industrial inglesa alentada por la gran acumulación del siglo anterior, empezó a reivindicar una mayor participación en la toma de decisiones y reformas legales que le garantizasen su permanencia en el poder. Fue, sin embargo, el ala liberal del partido tory (Canning, Peel y Huskisson) la que abrió el camino de las reformas de 1822 a 1830, hecho que no tiene nada de extraño cuando se advierte que la reforma no pretendía un gran calado ya que, cuando se produjo, no consiguió el derecho al voto secreto y dejó fuera de juego deliberadamente a la mayoría del pueblo inglés. A partir de 1830,
momento crucial de la revolución industrial, el gabinete whig de Grey presentó a las Cámaras sus diversos proyectos de reforma parlamentaria, mientras el país vivía un ambiente de pre-guerra civil, proceso que culminó con la aprobación finalmente del tercer proyecto (Reform Bill) que inclinaba el equilibrio de poderes a favor de la clase industrial y mercantil. A partir de este momento se abría un periodo de asentamiento en el poder y desarrollo económico de la burguesía industrial inglesa que implicaba paralelamente una transformación del Estado y de la economía con una serie de medidas librecambistas de inspiración ricardiana adoptadas en la década de 1840. A la luz del devenir histórico, no pudo existir una correlación más estrecha entre la intensificación de la lucha contra la trata por parte de Inglaterra a partir de 1820 y la intensificación de la lucha por la reforma parlamentaria. Asimismo, también hubo correlación entre el posicionamiento de Inglaterra como primera potencia mundial a partir de la década de los cincuenta y su despreocupación por el tráfico de esclavos y por la esclavitud misma, cuestión que ya le importaba muy poco, cuando, en 1872, se desmantelaron los Tribunales Mixtos cuya eficacia había resultado muy dudosa en sus últimos años de existencia.

Sin embargo, los frecuentes cambios en las actitudes y estrategias de la burguesía inglesa hasta aproximadamente 1820-30, no son tan fáciles de explicar por motivos estrictamente económicos. Si atendemos sólo a las necesidades económicas, la trata habría sido abolida en Inglaterra demasiado tempranamente, cuando aún eran rentables muchas de sus posesiones americanas. Por ello y porque la realidad es siempre más rica y compleja que cualquier análisis, podríamos tachar de excesivamente mecanicista27 la tesis de Barcia que hace depender "los cambios que llevarán (...) de la protección de la trata a la abolición" exclusivamente a la planificación por parte de la burguesía industrial y comercial inglesa de una estrategia de futuro desarrollo, "estableciendo la táctica correspondiente a cada uno de sus momentos históricos". Esta tajante afirmación es, por lo menos, incierta hasta 1830, década en que la burguesía industrial británica adquiere plena conciencia de sus necesidades políticas y económicas, como clase. Pero aún a partir de esta fecha, es dudoso que la mera voluntad de la burguesía, clase, por otra parte, con intereses muy diversos, fuese capaz de planificar a tan largo plazo, y en tan complejo panorama, una tan perversamente bien tejida trama.

Además, tenemos que recordar que, hasta su despegue en la década de 1840, la industrialización inglesa se basó fundamentalmente en pequeñas unidades descentralizadas como nos indica Hobsbawm:

"En conjunto, (...) y a excepción del algodón y de los grandes establecimientos característicos del hierro y del carbón, el desarrollo de la producción en fábricas mecanizadas o establecimientos análogos tuvo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aún entonces el tamaño medio de la planta o de la empresa fue pequeño".

Concederle a una burguesía de estas características, necesariamente dividida en muchos grupos de presión, una tal autoconciencia de sus intereses comunes es, como mínimo, adelantar el proceso. Es en ese proceso de coyunturas diversas, donde la burguesía va definiendo, adaptando y cambiando sus estrategias, siempre con el objetivo de la mayor acumulación. Pero es un largo proceso en el que concurren otros muchos factores.

Y en este devenir histórico no podemos menos que reconocer la importancia que jugaron factores como la ideología antiesclavista y su lucha contra el sistema, y las rebeliones de esclavos en las colonias.



El fantasma del Blog
El movimiento social abolicionista.

¿Cuáles fueron los soportes éticos del abolicionismo para que éste no se percibiese como un simple ajuste del mercado?; ¿qué papel jugó la ideología abolicionista en este proceso y cuáles fueron sus principales contradicciones?

Las propuestas actuales de erradicación de la esclavitud se justifican en los Derechos Humanos considerados, justamente, herederos de los principios ilustrados de libertad e igualdad. Lo curioso es que en la batalla real por esos valores en el ámbito del conflicto de la abolición, los ilustrados tuvieron un papel muy secundario, siendo los verdaderos protagonistas las personalidades y colectivos de pensamiento hondamente religioso. Sin embargo, la percepción social e intelectual ilustrada europea continúa, de forma autocomplaciente, dando por sentado que, aunque fueron los europeos quienes mayoritariamente esclavizaron a los africanos, también fue la modernidad europea la que los liberó. No obstante, aunque es cierto que los ilustrados no bajaron a la palestra de la lucha abolicionista, no me atrevería a decir, con Fontana, sacando del contexto párrafos de Voltaire o de Montesquieu, que “lo que para el sometimiento de los indígenas americanos hicieron los teólogos castellanos, lo hicieron para los esclavos negros los filósofos franceses del siglo XVIII”30. Si bien es cierto que en los dos autores citados la ironía crítica con respecto al esclavismo se mezcla con el cinismo, postura que puede parecer demasiado frívola ante la gravedad del tema, no podemos olvidar que la rama de la Ilustración que lleva a Benjamín Constant y a los abolicionistas franceses de los años 40 del siglo XIX, proviene de Rousseau, Diderot y el Abate Raynal, digno heredero de Las Casas.

Desde sus comienzos cuáqueros americanos a principios del siglo XVIII – William Penn había fundado en 1681 la American Quaker Colony of Pennsylvania-, el movimiento abolicionista tuvo un marcado carácter religioso, es decir, se basaba en unos principios éticos igualitarios que hundían sus raíces en antiquísimos preceptos religiosos cristianos pasados por el tamiz del protestantismo que perduraban en la conciencia popular (especialmente entre los cuáqueros, los anabaptistas y los metodistas) desde las rebeliones campesinas medievales o las guerras campesinas de los siglos XVI y XVII31. Eran, en definitiva, los mismos principios de igualdad y fraternidad preconizados por la Revolución Francesa y siempre sacrificados en nombre de la libertad económica y la propiedad. Por ello, solamente fueron las sectas marginales, de un puritanismo más radical, cuya moral más rigurosa y su modo austero de vida contrastaban más con los mensajes de la ideología dominante y que, en el pasado, habían sido objeto de persecución y conocían las desventuras del exilio forzoso, las que tomaron en primera instancia la bandera de la abolición. Ello le hace decir a
Duchet, parafraseando a D. Brion Davis, que el fermento de la lucha contra la trata y la esclavitud debe buscarse no en la tradición religiosa "mais bien dans la naissance d’une nouvelle conception qui refusait de considérer l’ordre établi comme un compromis avec le péché et donnait à Dieu et à ses fidèles le pouvoir de transformer le monde”. Como no creo que las dos posturas sean irreconciliables, sino más bien complementarias, no puedo por menos de señalar que los cuáqueros (que si bien, en sus orígenes americanos cometieron el pecado de comprar esclavos) reunían, a mediados del XVIII, todas las condiciones subjetivas necesarias para poner sus voluntades de "transformar el mundo" en marcha.

Estas condiciones ya habían empezado a gestarse a finales del siglo XVII. Como nos recuerda H. Thomas,

"en 1696 y en 1711 las reuniones anuales de los cuáqueros de Filadelfia dieron el 'consejo' de guardarse de futuras importaciones de africanos y también instrucciones para asegurarse del buen trato a los ya comprados".

Los cuáqueros ingleses empezaron a seguir los pasos de los norteamericanos en la segunda mitad del siglo XVIII presentando, en 1783, la primera petición sustancial antiesclavista. Pero sólo la presencia, a partir de 1785, de Thomas Clarkson -a quienes los esclavistas denominaban "negro jacobino de color blanco"- revitalizó el comité cuáquero, transformado en 1787 por el mismo Clarkson, con la ayuda de Grenville Sharp y el famoso fabricante de porcelana Josiah Wedgwood, en la Sociedad para la Abolición de la Trata. Si el tema ya levantaba ampollas por sí mismo, a ello se sumó una coyuntura política nada propicia:

"A partir de 1792 la vida política en Gran Bretaña entró en un periodo de conservadurismo extremo. La Francia revolucionaria era entonces su principal enemigo, pero también tenían que enfrentarse los soldados británicos a los esclavos insurrectos de Santo Domingo (...) El solicitar derechos para los negros era considerado casi como una traición".

Tampoco la coyuntura económica era especialmente buena: no sólo la ideología esclavista continuaba siendo la dominante sino que la aparición de nuevas tecnologías, aplicadas al algodón, creaban amplias expectativas de crecimiento entre los propietarios de esclavos y, muy especialmente, entre los norteamericanos que poseían tierra en abundancia. En efecto, la invención de la desmotadora de algodón en 1793 impulsó una intensa demanda de mano de obra:

"Anteriormente desmotar las semillas de una sola libra de fibra de algodón requería un día completo de trabajo de una esclava negra (...) una desmotadora de mano, hizo posible que una sola persona limpiase 50 libras de algodón por día, y las primeras desmotadoras de vapor obtenían unas mil libras".

Ello produjo una intensificación de la producción que, paradójicamente, no redujo el trabajo esclavo sino que, por el contrario, demandó más brazos para las nuevas plantaciones que progresaban aceleradamente.

Ante la magnitud de las fuerzas contra las que tenían que enfrentarse, la estrategia y la lucha de los abolicionistas no podía desarrollarse, en absoluto, desde la marginalidad. Así lo entendieron y supieron ganarse para su causa a hombres que ocupaban puestos relevantes en la sociedad inglesa: políticos, parlamentarios, periodistas, intelectuales, industriales, plantadores... Hombres que representaban a influyentes sectores de la sociedad y que poseían los medios económicos, políticos y propagandísticos que los abolicionistas necesitaban para crear un estado de opinión favorable . Pero todo ello no hubiera servido de nada sin el tesón de Clarkson, la firmeza, resistencia y oratoria del parlamentario Wilberforce y el apoyo indirecto, a veces vacilante, del primer ministro, Pitt.

Todos los historiadores de la abolición vienen a coincidir en que Clarkson fue la "máquina a vapor de la abolición" y que su amistad con Wilberforce fue decisiva:

"Wilberforce y Clarkson se hicieron íntimos amigos y trabajaron juntos formando un equipo de extraordinaria eficacia, pues cada uno poseía las cualidades de que carecía el otro y los dos estaban entregados a la misma causa. Conjuntamente idearon una estrategia para atacar el tráfico de esclavos".

Fue una estrategia bien pensada y planificada que supo tocar las fibras más sensibles de la sociedad británica y reavivar el universal precepto cristiano de "amáos los unos a los otros"40. Efectivamente, partieron de estos presupuestos elementales como buenos puritanos que eran: Clarkson era hijo de un pastor protestante y su único deseo, antes de encauzar su filantropía hacia el abolicionismo en 1785, había sido la de tener una parroquia rural donde seguir los pasos de su padre; por su parte, Wilberforce estuvo a punto de dejar el Parlamento y ordenarse sacerdote de lo que fue disuadido precisamente por Pitt. Fueron apodados "Los Santos" y el lema que pusieron sobre el icono que les servía de divisa, un negro encadenado, arrodillado y suplicante, resumía muy bien el mensaje que querían transmitir: "¿No soy acaso hombre y hermano?" Wedgwood imprimió el sello en porcelana y sacó copias a millares. Pronto la imagen del esclavo de la Sociedad Abolicionista "adornaba" vajillas, jarrones, muebles, telas, tabaqueras, brazaletes... Mientras, los ingleses se negaban a consumir el azúcar americano.

Finalmente, en 1806 se formó el denominado "Gobierno de todos los talentos" que presidían Grenville y Fox. Ambos se habían pronunciado contra la trata en todos los debates parlamentarios desde finales del XVIII. El 23 de febrero de 1807,

"Grenville presentó a la Cámara de los Lores un proyecto de ley en que se disponía 'la abolición de toda clase de trata y comercio relacionados con la compra, venta, trueque o traslado de esclavos' (...) El proyecto fue aprobado por ambas Cámaras; Wilberforce (...) se desplomó sobre su asiento, entre sollozos. Se dice que le fue dispensada la mayor ovación nunca escuchada en el parlamento".

La Abolition Act era un hecho. Sin duda, los abolicionistas habían logrado sentar un precedente de importancia decisiva.

El mismo día 30 de abril de 1807, el último barco negrero legal abandonaba Inglaterra hacia África. El duque de Clarence, futuro rey Guillermo IV, públicamente conocido por sus posiciones esclavistas, se lamentaba que "lord Grenville, de un soplo, destruye la fuerza marítima de la nación". ¿Verdaderamente la abolición de la trata representó un caos económico como vaticinaban los agoreros del esclavismo? En absoluto. Lord Grenville, en el proyecto de Reforma, entre variadas consideraciones humanitarias introdujo otras menos filantrópicas y, en su creencia de que la abolición era necesaria para conservar las viejas colonias del Caribe, se preguntaba: "¿No estarán ahora amenazadas por la acumulación de productos para los cuales no pueden encontrar mercado? ¿Y no sería aumentar esta amenaza (...) tolerar la continuación de más importaciones [de esclavos]?”. Y es que, como más tarde reconocería el importante abolicionista James Cropper, "los esfuerzos de los hombres benévolos tuvieron más éxito cuando cooperaban con causas naturales".

Sería interesante analizar las contradicciones en que incurrieron con frecuencia estos hombres benévolos llevados por su nula percepción de la distancia entre sus buenas intenciones y la forma correcta de llevarlas a cabo. Esta nula o, más bien, distorsionada percepción provocó macabros y persistentes resultados históricos. A finales del XVIII, los abolicionistas ingleses y norteamericanos pensaban seriamente que una posible solución para los esclavos liberados en puertos americanos era enviarlos de nuevo a África, solución que, por razones obvias, era apoyada por sus respectivos gobiernos. Granville Sharp esperaba fundar en Sierra Leona –zona de influencia inglesa- “una sociedad libre de los maleficios de la economía monetaria”. El asentamiento que fundó tuvo, en realidad, un patético destino; el lugar era tan insano que el primer año murieron más de la mitad de los 411 colonos exportados, algunos desertaron y otros entraron a formar parte de las redes esclavistas de los tratantes de la región. Desde Londres, Sharp escribía desanimado a los colonos:

“No podía imaginar que hombres bien conocedores de la maldad del comercio de esclavos, y que ellos mismos lo habían sufrido (...) se volvieran tan depravados que se prestaran a ser instrumentos para fomentar y extender la misma detestable opresión sobre otros humanos”.

En 1791, el asentamiento pasó a depender de la St. George’s Bay Company, más tarde Sierra Leone Company y, en 1792, una expedición de 1.190 negros de Nueva Escocia y 119 ingleses blancos fundaron Freetown. Pero en 1808 el asentamiento se convirtió en colonia y pasó a depender directamente de la Corona británica a la cual se le transfirieron las posesiones de la mencionada Compañía. Sierra Leona se convirtió en sede del Tribunal del Vicealmirantazgo que debía juzgar a los barcos negreros capturados por la marina británica, depositando allí a los esclavos emancipados. Es decir, independientemente de las buenas intenciones iniciales de los abolicionistas, la colonia de Sierra Leona sirvió fundamentalmente a los intereses económicos y políticos de Inglaterra en la zona. Así, las ideas mesiánicas y las “buenas acciones” del abolicionismo fueron el origen de una constante conflictividad en la región debidamente alimentada por la política inglesa de favorecer la deportación pura y simple de esclavos manumitidos y cimarrones americanos y de crear en zona un depósito de esclavos liberados cuyos lugares de origen, lengua y cultura eran muy dispares. Los indígenas de la zona, no sin cierto desprecio, les pusieron el mote de “willifoss”. De esta forma, Sierra Leona se convirtió en una especie de Babel imposible donde se mezclaban deportados de diversos lugares con colonos blancos ingleses, holandeses y suecos que malconvivían con las tribus del país: bullon, mende, timmi, etc. Así pues, la asegurada inestabilidad creada por la ocupación inglesa, se convertiría con el tiempo en una bomba de efectos retardados.


El origen del artificial país que hoy conocemos como Liberia fue similar. En 1821, la American Colonization Society depositó en Cabo Mesurado el primer cargamento de negros y mulatos libres norteamericanos. En 1824, el reverendo Gurley bautizó la colonia con el eufemístico nombre de Liberia y llamó a su capital Monrovia, en honor del presidente norteamericano que, por lo visto, creía que América debía ser para los norteamericanos blancos y África para los afroamericanos. Lo cierto es que con ello crearon un conflicto permanente porque los negros de las diversas tribus de la Costa de los Granos odiaban a los veegee –negros americanos- que les humillaban constantemente con su aire de superioridad civilizada. De hecho, estos americanos jugaron el papel de avanzadilla de los intereses de los Estados Unidos en su única colonia africana que, posteriormente, se convertiría en el gran feudo de caucho de la Firestone.

Y si de contradicciones estamos hablando, es preciso rescatar del olvido que las posiciones más resueltas en defensa no sólo de la abolición de la trata sino de la esclavitud, no fueron las de los “santos varones” sino las de las mujeres antiesclavistas, excluidas de la Sociedad Antiesclavista fundada en 1823 por el mero hecho de ser mujeres, a pesar de que representaban, por ejemplo en Manchester, un cuarto de las suscripciones. En 1825, Lucy Townsend, Elizabeth Heyrick, Mary Lloyd, Sara Wedgwood, Sophia Sturge, etc. decidieron durante un mitin formar la Birmingham Ladies Society for the Relief of Negro. Rápidamente surgieron por todo el país asociaciones de mujeres antiesclavistas. En 1831 se contabilizaban ya 73. Por supuesto, las posiciones de las mujeres eran mucho más realistas (ellos las tildarían de radicales) dada la situación general, que las de la Sociedad Antiesclavista masculina. En 1824, Elizabeth Heyrick publicó su panfleto Inmediate not Gradual Abolition donde argumentaba apasionadamente a favor de la inmediata emancipación de los esclavos de las colonias británicas, mientras que la política oficial de la Sociedad defendía una abolición gradual. Los dirigentes de la organización intentaron ocultar la existencia del escrito y Wilberforce ordenó a los líderes del movimiento que cortasen toda relación con las sociedades de mujeres. Teniendo en cuenta que muchas de las dirigentes eran sus hijas, esposas, etc. el asunto tomaba un cariz delicado. En este declarado conflicto de género, sobre la cuestión de la esclavitud de la humanidad entera, los varones autodenominados antiesclavistas hicieron gala de tal paternalismo con respecto a sus compañeras militantes que esta actitud puso de relieve lo muy sesgado de su concepto de esclavitud frente a la Otra y, finalmente, la incoherencia de sus actos mostró de forma diáfana los límites más profundos de u ideología.

Finalmente, aunque, como es obvio, no sólo por la presión de las mujeres, en su conferencia de mayo de 1830 la Sociedad Antiesclavista acordó eliminar las palabras “abolición gradual “ de su denominación. Después del Acta de Abolición e 1833 las sociedades de mujeres se disolvieron, pero muchas de ellas continuaron la lucha en otros frentes: en la reforma de las fábricas, en la reforma el Parlamento o en el movimiento cartista. Fue el caso de Anne Knight cuya contribución a la lucha contra el esclavismo fue reconocida por los esclavos jamaicanos libres cuando bautizaron una de sus ciudades con el nombre de knighville
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La Libertad no tiene color. La rebelión del esclavo.

En este siniestro juego de intereses, en este drama colectivo, hubo unos actores que lo sufrieron sin ningún beneficio: ni ganancias económicas ni satisfacciones morales. Fueron convertidos, por el contrario, en las mercancías de trueque más codiciadas de un comercio cada vez más descarnado y voraz. Fueron las víctimas y pagaron con sus vidas. Unas vidas de las que, salvo raras excepciones, carecemos de datos49 y una historia que solemos dejar en manos de la antropología. Parece como si una humanidad muda, un inmenso y negro rostro anónimo nos mirara interrogante desde el pasado. Parece como si desde nuestra, y
quizás inevitable, perspectiva eurocéntrica, hubiésemos interiorizado en lo más profundo de nuestro subconsciente esa incómoda imagen colectiva, reduciéndola a un estereotipo: el dibujo que el abolicionista Wedgwood hizo popular en todo el mundo gracias a su potente y lucrativa industria ceramista, el sello-icono de los Santos que representaba al pobre negro encadenado y humillado, suplicando de rodillas al dios blanco que le concediese el don de la libertad. La justificación ideológica estaba servida en la misma redención de la conciencia europea que, si bien había cometido el pecado de considerar al hermano negro como una mercancía, también, en su vertiente salvadora ilustrada, le había otorgado el regalo de la libertad.

Pero el factor de la lucha de los esclavos por su emancipación nos hace dudar de hasta qué punto los europeos se vieron obligados a conceder la libertad o, más bien, les fue en parte arrebatada. Si bien es cierto que los esclavos no tenían demasiada capacidad de acción, debido precisamente a la violencia ejercida sobre ellos y a sus míseras condiciones de vida, no se limitaron a ser simples sujetos pasivos de sus desgracias. Demasiado a menudo solemos olvidar el protagonismo que tuvieron en el proceso de su propia emancipación. Cierto que no se olvida la importancia que tuvo en la abolición "el miedo al negro", pero esto también es una doliente prueba de cómo los seres humanos o las colectividades se
reafirman y se contemplan sólo en su choque frontal con el Otro, en el no reconocimiento de la diferencia.

A pesar de nuestros prejuicios, el protagonismo de la digna lucha de los esclavos por su emancipación fue tan importante que le lleva a decir al propio Williams: "Contrariamente a la creencia popular y aún a la erudita (...) la fuerza social más dinámica y poderosa de las colonias fue el propio esclavo". Los africanos no aceptaron nunca dócilmente su condición de esclavitud pero esa misma condición, absolutamente desesperanzadora, les paralizaba y marcaba violentamente los límites de sus posibilidades de acción. Es decir, parafraseando a Marx, los grupos humanos sólo se plantean aquellos problemas que pueden solucionar. En este sentido Klein apunta:

"la violencia física, inherente a un régimen que tenía al esclavo por bien mueble, generaba un nivel de miedo y de indefensión sin paralelo en América con otras formas de relaciones laborales o de clase. Esta violencia provenía de arriba, y poco podía hacer el esclavo para contenerla o modificarla".

Por ello la respuesta más común entre los esclavos ante el objeto de su alienada existencia, el trabajo forzado, era la de "brazos caídos" como lo resume Williams: "La mayor parte del tiempo, la pasaba en la mayor ociosidad posible. Esa era su forma habitual de resistencia pasiva. La docilidad del esclavo negro es un mito."

La alternativa más frecuente, que no implicaba directamente la autodestrucción, había sido y continuaría siendo a lo largo del siglo XIX la fuga individual o colectiva, lo que condujo a la aparición de grupos permanentes de cimarrones, maroons, etc. que sobrevivían en sus palenques, escondidos en las selvas, aunque su existencia se vio cada vez más amenazada por la creciente extensión de las plantaciones que conducía inevitablemente a la desaparición de su clandestino hábitat.

Aunque las revueltas de esclavos estuvieron presentes desde los inicios de la esclavitud moderna, las rebeliones masivas se hicieron más frecuentes al intensificarse el tráfico a finales del XVIII, con la consiguiente sobreexplotación y el crecimiento, en la mayoría de las colonias de plantación, de la población negra sobre la blanca. Estas rebeliones empezaron, para desesperación de los blancos, a distanciarse de las revueltas espontáneas o de las guerras raciales fácilmente reprimibles, para ir adquiriendo progresivamente una mayor autoconciencia y formas organizativas más eficaces.

La rebelión de Saint Domingue, cuyas causas más elementales ya hemos mencionado en este trabajo, fue la única rebelión de esclavos que se convirtió en una revolución. Dirigida por mulatos y libertos, como su principal líder, Toussaint L'Ouverture, fue seguida por multitud de esclavos de las más diversas etnias africanas que, finalmente, después de varios años de lucha rompieron las cadenas que les unían a sus amos a costa de un pírrico triunfo. Aunque Toussaint L'Ouverture55 se movió muy inteligentemente en los estrechísimos márgenes que el juego de intereses de varias potencias sobre Saint Domingue le dejaron, fue finalmente traicionado por todos: por los españoles que veían la posibilidad, en medio del caos, de expulsar a los franceses y recuperar las tierras perdidas, por los ingleses que, aliados con la oligarquía colonial, desembarcaron en la isla tomando varias ciudades y, finalmente, por su enemigo más directo, el Consulado francés. Fue detenido por Napoleón y murió asesinado en Francia en 1803. Pero al llegar la noticia a Saint Domingue de que Napoleón había repuesto la esclavitud que el mismo Toussaint había abolido en la Constitución de 1801, se recrudeció la lucha y finalmente las tropas francesas tuvieron que abandonar la isla vencidas por los negros y por la fiebre amarilla. El 1 de enero de 1804 se proclamó la independiente República de Haití.

Fue, insistimos, un pírrico triunfo puesto que a partir de ese momento, Haití, intolerablemente gobernada por negros ex-esclavos, fue premeditadamente marginada del mercado mundial y sus gentes fueron utilizadas durante el siglo XIX como mano de obra cuasi forzada en los otros sistemas de plantación americanos. Pero esto fue después... A principios del siglo XIX, el fantasma de Toussaint L'Ouverture, mitificado por los esclavos como héroe y mártir de la libertad, saltaba de isla en isla y recorría América.

Si la revolución haitiana abrió caminos de esperanza para los esclavos, el largo periodo que media entre la abolición de la trata por Inglaterra en 1807 y la emancipación en 1833, los irritó profundamente y las rebeliones se sucedieron de forma ininterrumpida durante toda la primera mitad del XIX. Los gobernadores de las distintas islas británicas del Caribe advirtieron reiteradamente a la metrópoli que una espera tan prolongada significaba vivir sobre un barril de pólvora a punto de explotar. Así, desde Barbados

"el gobernador insistía en la 'doble crueldad' del suspenso: paralizaba los esfuerzos de los colonos y llevaba a los esclavos, que habían sido mantenidos durante años en la esperanza y la expectación, a una sombría desesperación. Nada podía ser más perjudicial, advertía, que asegurar a los esclavos, de sesión en sesión, que la emancipación era inminente (...) porque la situación engañosa bajo la cual se hallan trabajando, los convierte en una carga para sus amos y en algunos casos aumenta el inevitable infortunio de su condición".

Por fin, la masiva y casi exitosa rebelión jamaicana de 1832 acabaría de un plumazo con las últimas resistencias británicas a la emancipación.

El fantasma del Blog
La cuestión abolicionista en España. Cuba, española o negra (1811-1837).

Como era de prever, el fantasma de la revolución haitiana, tras el que pretendían esconder el interés más burdo, fue agitado varias veces por los diputados cubanos de las Cortes de Cádiz en los debates sobre el abolicionismo. Así Blanco White podía decir con razón en 1814, en su Bosquejo del comercio de esclavos:

"bastó recordar a las Cortes la existencia de este horrible abuso para que unánimemente declarasen su determinación de abolirlo. Oyólo el interés, y levantó tal alarido que las Cortes atemorizadas y confusas, sepultaron su primera determinación en el silencio".

El alarido venía de Cuba, desde donde el Ayuntamiento, la Sociedad Patriótica y el Consulado de La Habana elevaron a las Cortes una enérgica protesta redactada por Arango, en la que ponía de manifiesto el carácter anómalo y vulnerable de las propias Cortes "para concluir que ellas, en el estado en que se hallaban carecían de facultades para resolver un asunto de tanta trascendencia".

En las Cortes se discutía la proposición del diputado mejicano José Miguel Guridi Alcocer, presentada el 26 de mayo de 1811, sobre la abolición de la trata, que contemplaba también los "vientres libres" y la manumisión por rescate del esclavo, lo cual, muy a la larga, podía suponer la abolición gradual de la esclavitud. Sin embargo, los liberales peninsulares distaban mucho de estas posiciones. Agustín Argüelles, que el 2 de abril ya había manifestado su cautela al señalar que los términos de su propuesta abolicionista no implicaban, al contrario que la de Guridi Alcocer, “manumitir los esclavos de las posesiones de América, asunto que merece la mayor circunspección, atendido el doloroso ejemplo acaecido en Santo Domingo”, presentó el día 11 de abril una moción resumida en dos puntos que contemplaba escuetamente, por un lado, la abolición del tráfico y, por otro, la comunicación a Inglaterra de tal decisión:

"decrete el Congreso abolido para siempre tan infame tráfico; y que quede desde el día en que se publique el decreto no puedan comprarse, ni introducirse en ninguna de las posesiones que componen la monarquía en ambos hemisferios, bajo ningún pretexto, esclavos de África, aunque se adquieran directamente de alguna potencia de Europa o América". [Y] "que el Consejo de Regencia comunique (...) al gobierno de S. M. británica tal decreto, a fin de que pueda conseguirse en toda su extensión el grande objeto que se ha propuesto la nación inglesa en el célebre bill de la abolición del comercio de esclavos".

Ni siquiera con una propuesta tan moderada estaban de acuerdo los diputados cubanos y, mientras Arango atacaba de frente con el Memorial del Consulado de La Habana63, éstos desviaron la cuestión hacia el "necesario" secretismo de estos debates parlamentarios. El diputado por La Habana, Jáuregui, se encargó de ello y, recordando a la Cámara el desastre de Santo Domingo, argumentó que la publicación de los debates sobre tan delicada cuestión en el Diario de Cortes podría acarrear sucesos parecidos:

"Con la noticia de que esto se trata sin que le acompañe una resolución que concilie tantos intereses como en sí encierra este asunto, puede comprometerse el sosiego que felizmente reina en una posesión tan interesante bajo todos los aspectos. Movimientos demasiado funestos y conocidos por V.M . agitan una gran parte de América (...) Acuérdese V.M. de la imprudente conducta de la Asamblea Nacional de Francia, y de los tristes, fatalísimos resultados que produjo, aun más que sus exagerados principios, la ninguna premeditación: digo más, la precipitación e inoportunidad con que tocó y condujo un negocio semejante".

En las Cortes no hubo precipitación ni decisión. Se produjo, como muy bien señalaba Blanco White, el silencio, y

“Las Cortes de Cádiz (...) dejaron perder (...) la oportunidad que les brindaba la iniciativa del sacerdote Argüelles. De manera que no puede extrañarnos que la recuperación del absolutismo (...) sea, de hecho, la hora inicial de un sostenido y empecinado esfuerzo de resistencia a la abolición (...) Un esfuerzo que, a partir de aquí, se dilatará hasta el máximo”.

En realidad, la debilidad de los postulados abolicionistas españoles durante todo el siglo XIX está presente ya en estos debates donde la timorata filantropía de los liberales españoles no pudo resistir a la apetencia del beneficio. Sus causas tenemos que buscarlas tanto en el ya mencionado conflicto entre filantropía e “interés” como en la nueva definición de las relaciones con los americanos en el marco constitucional. Efectivamente, de forma simultánea, entre abril y septiembre de 1811, se discutía en las Cortes tanto la abolición del tráfico de esclavos como la cuestión de los derechos de ciudadanía recogidos luego en la Constitución en el Capitulo IV. En este debate, y abundando Argüelles en la clásica cuestión de los ciudadanos “activos” y “pasivos”, “apeló a la ‘diferencia’ derivada de un montesquiano ‘clima’ y de un determinado ‘sistema social’, es decir la esclavitud” para marginar de toda decisión política a las denominadas “castas pardas”, aquellas que, según el artículo 18 de la Constitución, no cumplían el requisito de ser originarios de los dominios españoles de ambos hemisferios por ambas líneas familiares. Como dice Fradera, la inferioridad de las “castas pardas” derivaba del estigma de la esclavitud y, por lo tanto, su injustificable exclusión de la ciudadanía es terriblemente clarificadora de los límites de los diputados españoles de las primeras Cortes en cuanto a la abolición.

Los diputados novohispanos, sin embargo, estaban en contra de la política de exclusión, como muy bien supo defender Guridi Alcocer, pero la excepción fue, de nuevo, Cuba que se alineó junto a las posturas de los peninsulares, entre otras cosas porque, como dice Fradera:

“El crecimiento del número de esclavos alteró la percepción que las elites blancas tenían de los negros y mulatos libres, aunque en el Caribe español no se hablaba de ‘castas’, al faltar el ‘indio’ como uno de los vértices del triángulo racial. La exclusión de los negros y mulatos libres del juego político era, para ellos, absolutamente esencial, una prioridad absoluta”.

De ellos decía Blanco White en 1814:

“he aquí una porción de hombres reclamando la protección de las leyes, para que los dejen corromper moralmente la sangre de millares de individuos y hacer que produzcan una serie de generaciones que jamás podrán salir de su abatimiento (...) Pero decidles que cometen en ello un delito, y los veréis burlarse de la moral que os lo dicta: veréislos llamar al compasivo ardor (...) humos de filantropía con que los hombres se adormecen”.

Efectivamente, el “miedo al negro” y la pasión por el interés adormecieron los ya muy menguados humos de filantropía de los liberales españoles. De este modo, las primeras Cortes españolas mantuvieron vergonzosamente la esclavitud y cerraron las posibilidades de futuro de los afroamericanos.

Pero la situación política vino a abrir un largo paréntesis en el cual la quiebra del Estado y la restitución del absolutismo, después de las guerras napoleónicas, condujo a España, como dice Fontana, a su dimisión como gran potencia europea, mientras perdía la mayor parte de su Imperio Americano .

En estas circunstancias, España hizo todo lo que pudo para eludir las pretensiones abolicionistas de Inglaterra en el Congreso de Viena. Estas pretensiones no llegaban más allá de las intenciones de Castlereagh y Wellington de obtener una declaración conjunta de todas las potencias sobre la abolición del tráfico en un plazo más o menos largo. Y además, abolirlo tan sólo al sur del Ecuador, en tanto en cuanto una abolición en la totalidad del Atlántico hubiese comprometido seriamente los intereses de su gran aliada, Portugal, con respecto a su colonia brasileña.

España, Portugal y Francia fueron, de forma evidente, los países más reacios en admitir las propuestas inglesas. Portugal fue neutralizada ofreciéndole el suculento bocado de la trata libre al sur del Ecuador, y la Francia de Luis XVIII no tuvo más remedio, después de la revolución francesa y bajo las presiones británicas, que ser la falaz heredera de la política abolicionista de Benjamín Constanta pesar de que su comercio negrero estaba en pleno auge y los intereses de burguesías tan importantes como la de Burdeos o Nantes eran contrarios a la abolición. Francia firmará un tratado bilateral con Inglaterra en 1818 desde su "digna" posición de no permitir injerencia alguna en su soberanía nacional.

Por lo que respecta a España, su situación de inferioridad política y las amenazas británicas de boicotear el azúcar cubano, no dejaban al plenipotenciario español, Dn. Pedro Gómez Havela, marqués de Labrador, a pesar de su famosa ineptitud, mucho margen de maniobra y su voto en contra no fue óbice para que la declaración de intenciones del Congreso de Viena sobre la abolición saliese adelante en el Tratado de París de 30 de mayo de 1814, a la vez que, a requerimiento de Inglaterra, Fernando VII se vio abocado a reconocer el principio de la abolición del comercio de negros, reconocimiento recogido en unos artículos
adicionales al Tratado de Paz de 5 de julio de 1814.
El gobierno inglés siguió presionando para que España pasase de una mera declaración de intenciones a una actuación decidida contra la trata. ¿Cuándo pensaba España abolir tan infame tráfico? Esta era la primera cuestión a dirimir. Inglaterra exigió la fijación de un plazo y "obtuvo por la necesidad que la Real Hacienda tenía de los empréstitos del Gobierno británico (...) que se circunscribiese a ocho años", plazo reducido luego a cinco años por los británicos. Irremediablemente se avanzaba hacia el Tratado Bilateral de 1817.

Bécker encuentra que la propuesta de Tratado que Cevallos le presentó al rey en 1816 tenía un tinte demasiado abolicionista y trata de explicar este cambio de postura, o bien por las reclamaciones inglesas, "o porque en realidad se abriesen gran camino entre los elementos oficiales españoles las ideas abolicionistas". En realidad, el asunto era mucho más complejo y, a la larga, cambiaría completamente las reglas del juego entre España y Cuba. El carácter supuestamente abolicionista de Cevallos era el mismo que el mostrado por el Consejo de Indias en su dictamen de 15 de febrero de 1816: "En efecto, el acuerdo firmado en 1817, entre Fernando VII y Gran Bretaña, en definitiva, va a contener lo mismo que preconizaba el grupo del Consejo de Indias que se oponía a la abolición de la trata.". Tanto el Consejo de Indias como el de Estado recogieron, como lo hizo el Tratado, las proposiciones de la vieja oligarquía cubana representada por Arango , miembro ahora del Consejo de Indias que, en su lucidez, ya se había dado cuenta de que no se podía hacer nada enfrentándose directamente al curso de la historia pero, en cambio, se podía sacar un gran provecho si se seguía la corriente con una cierta y ladina inteligencia. La propuesta de Cevallos, en efecto, recogía todas las reivindicaciones cubanas (incluida la cuantiosa indemnización pedida) que intentaban reducir la abolición al menor de los males posibles al tiempo que utilizaban los términos del Tratado de 1817 a su favor para frenar la arbitrariedad de Inglaterra:

"eran los propios defensores de la trata, en España, los que defendían un protocolo, que sirviese de tapadera legal, para seguir manteniendo su lucrativo negocio y al tiempo evitar los cañones británicos ".

En definitiva, Fernando VII se plegó a firmar un tratado de abolición del tráfico de negros por dos importantes razones: por las necesidades hacendísticas de una monarquía en total bancarrota y por la vieja alianza de los Borbones con la oligarquía criolla cubana.

Pero a pesar de las intenciones del rey y de la oligarquía cubana, el Tratado de 1817 establecía un nuevo marco de relaciones políticas internacionales y los condicionamientos de este marco romperían definitivamente el Viejo Pacto. Resuenan las palabras del marqués de Labrador cuando en su ingenuidad política y atacando el abolicionismo por lo que perjudicaba a los intereses de los súbditos españoles en colonias, señalaba que

"esta última consideración era de particular importancia para España, pues las conmociones de sus colonias en Tierra Firme la obligaban a atender con mayor esmero a la conservación y prosperidad de las de Cuba y Puerto Rico".

En efecto, después del drama de la pérdida de casi todo su imperio americano, se trataba para España de afianzar y controlar la inigualable y lucrativa posesión de Cuba. Y, sin embargo, era demasiado tarde para hacerlo "a la vieja usanza". Con independencia de la voluntad de las antiguas familias criollas, pero con la ayuda inestimable de la burguesía mercantil e industrial metropolitana, se estaba desarrollando un grupo de "hacendados de nuevo cuño, traficantes de esclavos, comerciantes refaccionistas y otros hombres de negocios que, además de al mercado mundial, habían vinculado el desarrollo de sus patrimonios y monopolios a la Administración de España en Cuba y al resto de las directrices de la relación colonial".

La fuerza económica de este grupo desembocaría, finalmente, en la existencia de un correlativo e importante peso político y social, tanto en Cuba, como en algunos enclaves industriales españoles (Cataluña, País Vasco, Cádiz, Galicia...). La fortuna de estos hombres estaba cimentada en el tráfico de esclavos. Es decir, a partir de 1820 y hasta 1860, aproximadamente, surgirían y se desarrollarían los sectores sociales cuyos miembros más destacados formarían más tarde la cúpula del partido español en Cuba, que iniciarían el trasvase de capitales a Europa. Esta burguesía negrera pro peninsular, que se había
desarrollado no a costa del ingenio, sino al amparo de los negocios portuarios, tuvo como principal objetivo económico la acumulación rápida, tanto de capital (seguros, contratas, etc.) como de fuerza de trabajo (esclavos y mano de obra forzada), cuyos beneficios invertía en el mercado mundial por medio de sus importantes contactos ingleses y norteamericanos. Su principal interés político fue controlar el puesto de mayor poder colonial: la Capitanía General de Cuba.

Su primer objetivo fue ampliamente cubierto:
"En 1817 entraron en Cuba 28.301 negros esclavos, la cifra de entrada anual más alta producida hasta ese momento (...) de 1815 a 1820 (...) entraron 128.313 esclavos, el 43'3% del total arribado a la isla desde 1790 hasta esa fecha.".

La base de su poder político se asentó definitivamente a la sombra de las Capitanías Generales de Francisco Dionisio Vives, de 1823 a 1832, y de Miguel Tacón, de 1834 a 1837, y gracias a la alteración del statu quo colonial, que ya había empezado a modificarse con los aranceles de 1824, 1826, 1828 y 1834 y que alteraría definitivamente los términos de la relación entre los dos países. Como afirman Bahamonde y Cayuela:

"De hecho, España y Cuba invirtieron las pautas clásicas que informaban los intercambios comerciales entre una metrópoli y su colonia: España exportaba fundamentalmente productos alimentarios e importaba de la colonia, entre otros artículos, azúcar elaborada (...) El nuevo sistema fiscal acabó con una etapa de libre comercio que fue sustituida por un conjunto de aranceles que privilegiaban e intentaban salvaguardar la relación bilateral entre España y Cuba, sin intromisión de terceros países, y que en realidad convertía a la colonia en proveedora de recursos fiscales para la Hacienda Pública metropolitana".

Es decir, Cuba se había convertido en una pieza clave del motor de la economía española,

"por una lado como proveedor de recursos a las exhaustas arcas del Erario Público, sujeto a un déficit crónico; por otro, como elemento equilibrador de la balanza comercial metropolitana. Además la metrópoli practica con Cuba la política de mercado reservado para la colocación de stocks no realizables en el mercado interno español".

Los distintos gobiernos metropolitanos de la primera mitad del siglo XIX fueron conscientes de que, para que Cuba continuase siendo española -ante los no disimulados intereses imperialistas de los Estados Unidos, la presión abolicionista inglesa y el miedo a una revolución interna similar a la haitiana-, debían, por un lado, asegurar a esta nueva burguesía negrera el pilar principal de sus ganancias, la trata, y, por otro, sujetar con mano más férrea la isla y alejar de ella toda veleidad constitucional. De modo que los intereses de la burguesía esclavista y los de la metrópoli venían a coincidir en el tiempo. La primera unió sus destinos al Absolutismo mientras éste duró y, luego, a los del Estado Liberal español a condición de erradicar las palabras "libertad" y "constitución" del lenguaje de los cubanos.

Durante la Década Ominosa, el tándem que formaron el general Francisco Dionisio Vives, capitán general y gobernador de la isla, y el intendente de Hacienda, Claudio Martínez de Pinillos, contribuyó decisivamente a la continuación de la trata85 e, incluso, a que ésta alcanzase su mayor esplendor en las mismas narices de los británicos. La burguesía esclavista cubana, con el apoyo de las autoridades de la isla, intentaba dilatar lo más posible el plazo de la prórroga del Tratado de 1817 que expiraba en octubre de 1820.

Ya en 1818, el Consulado de La Habana elevó una protesta cuyo fin era que se prorrogase el plazo de cese del tráfico y en donde plasmaban su rabia ante la "injusticia" del trato diferencial dado a Portugal, acordándose de forma araneramente instrumentalizadora de las islas del Golfo de Guinea:

"que si por tener Portugal posesiones en África, no podía ponerse coto a que los esclavos de ella pasasen al Brasil, que era también parte de la nación Portuguesa (...) tampoco podía prohibirse a Cuba igual introducción, puesto que España también tenía posesiones en África, (...) las islas de Annobón y Fernando Poo".

Como es obvio, estos falaces argumentos no hicieron cambiar de posición a los británicos, sino que, más bien, sirvieron para recordarles la existencia de unas islas que España no ocupaba, ubicadas en pleno corazón del área de influencia inglesa en las costas occidentales de África. Por lo tanto, el plazo no se alargó y el primero de noviembre de 1820 el tráfico al norte del ecuador pasó a ser oficialmente ilegal, pero ello no detuvo a los traficantes. El desarrollo de la trata ilegal llegó a tal punto de intensidad y a realizarse con tanto descaro que, en un oficio reservado del administrador de Rentas Reales de Trinidad al intendente de Hacienda de Puerto Príncipe, de 4 de septiembre de 1824, se puede leer la siguiente proposición con referencia al comercio negrero que se justifica exclusivamente por la ganancia:

"en la seguridad y ciencia de que se hace y continúa haciendo encubiertamente a pesar del mayor celo y vigilancia, porque la promueve el interés particular y el general de los propietarios de la Isla, que hacen consistir sus fortunas en los brazos de que necesitan (...) me parece que la autoridad superior, ya que no puede estorbar la introducción, saque de ella algún partido, a favor de la Real Hacienda estableciendo un derecho con el título de Alcabala fijada de 18 a 24 pesos exigibles de los negros (...) y que sin proteger, ni permitir la introducción, disimule y tolere la ya hecha o que se hiciese mediante la indicada contribución".

En el mismo año de 1824, y siendo intendente interino Arango, el juez británico Kelbee denunciaba ante Vives que

"los buques que salen ahora para la costa de África aunque no puede haber duda razonable del verdadero objetivo de sus viajes, y aunque a su vuelta es materia de notoriedad y pública conversación que desembarcan los cargamentos de negros en las costas de esta Isla, sin embargo se anuncian oficialmente como llegados en lastre de puntos que como ya he manifestado hay muy pocas dudas que nunca han tocado".

Hugh Thomas señala que Kelbee pudo informarse simplemente leyendo El Diario del Gobierno de que más de 40 buques negreros habían zarpado desde La Habana en ocho meses, de junio de 1824 a enero de 1825. Esta tirante situación provocaba que cualquier captura de un barco negrero por parte de la armada británica produjese verdaderos escándalos diplomáticos (caso, por ejemplo, de "Las Tres Manuelas"), y el destino que se debía dar a los cargamentos de esclavos de los barcos apresados se convirtió en el punto de mayor fricción entre españoles y británicos. Empezaba el problema de qué hacer con los emancipados. Su destino en Cuba no difirió mucho al de la esclavitud y, en muchos casos, fue todavía más duro, sobre todo a partir del mandato de Tacón. El problema de los emancipados y su utilización como fuerza de trabajo esclava o como mano de obra forzada se convertirá en un tema repetitivo y transversal en las historias de Cuba y Fernando Poo durante el siglo XIX.

La burguesía esclavista cubana percibió, desde el principio, el peligro que representaba la presencia en su isla de contingentes de esclavos liberados. El miedo a que la presencia real del ejemplo de la libertad, en una población ya mayoritariamente negra, se convirtiera en un peligro para la propiedad impulsó al Ayuntamiento de La Habana en 1825 a exigir a la metrópoli su expulsión de la isla. Por Real Orden de 25 de abril de 1828, el gobierno accedía a esta petición ordenando el traslado a otros dominios coloniales de los emancipados cubanos como consecuencia del tratado concluido en 1817 con Inglaterra. Para cumplir la orden el capitán general publicó un Reglamento el 14 de julio de 1828 que, bajo el pretexto de implementar el tratado abolicionista, permitió durante muchos años el reparto de emancipados entre los plantadores y el gobierno de la isla, de manera que en los ingenios trabajaron como verdaderos esclavos y, para el Gobierno, trabajaron como ilotas. En efecto, el artículo primero del Reglamento permitía al gobierno entregar los negros emancipados bajo su tutela a las corporaciones, o particulares, por un tiempo que el artículo 16 fijaba en:

"5 años para los grandes y 7 para los pequeños, y las hembras que tuvieren algún hijo incapaz de trabajar; pero si al expresar ese término no estuviese todavía en estado de ganar la vida por sí solo, podrá el Gobierno aumentar el plazo por 3 años".

Es decir, la burguesía negrera había sabido darle la vuelta a la situación y convertir lo que en principio constituía un peligro y un problema para ella en un suculento negocio. Así empezó el tráfico negrero de emancipados que, después de todo, resultaban más baratos que los propios esclavos obtenidos directamente de las costas africanas, cuyos precios estaban ascendiendo de forma vertiginosa. La metrópoli, por su parte, aseguraba su repatriación, siempre que resultasen molestos, a las islas de Annobón y Fernando Poo, entre otros lugares enumerados. Pero ya en 1831 la "solución Vives" para los emancipados se estaba consolidando: Joaquín Gómez, máximo dirigente de la oligarquía negrera y uno de los más importantes traficantes de la isla, se hizo cargo oficialmente de los emancipados y

"hubo de organizar una actividad complementaria del comercio ilícito de esclavos, y distribuyó entre hacendados y colonos, durante los años que oficialmente estuvo encargado del futuro destino de los negros liberados por los barcos ingleses, los millares de emancipados que caían en sus garras mediante el cobro de crecidas sumas, cuya mayor parte distribuía con sus asociados: las autoridades coloniales de Cuba".



Estas prácticas ilegales adquirieron su punto más álgido durante el funesto mandato de Miguel Tacón que debía su nombramiento al liberal Martínez de la Rosa. La "solución Tacón" para los emancipados fue tajante y despiadada. El historiador británico Hugh Thomas hace un buen análisis de ello:

"Dos destacados tratantes, Joaquín Gómez y Francisco Martí y Torrent fueron no sólo los principales consejeros de Tacón, sino sus amigos. El capitán general encargó al último la venta de los emancipados. Él y sus amigos aplicaron una versión cubana de Las Almas Muertas de Gogol: cuando moría un esclavo (y un diez por ciento al año lo hacía) se daba su nombre y su lugar a un emancipado. En 1836, el precio de un emancipado era un tercio del de un esclavo. En aquellos años, los gobernadores de Trinidad y de otras islas británicas pedían que se les enviaran emancipados cubanos, pero Tacón había encontrado una mejor manera de utilizarlos. Cuando Tacón regresó a la Península, los mercaderes de La Habana le regalaron, muy apropiadamente, un lacayo negro de dos metros de altura, como muestra de su gratitud".

Y según Luciano Franco:

"La necesidad de trabajo fue tan grande que los depósitos de emancipados y cimarrones se transformaron en otro enorme negocio. El Depósito judicial de esclavos de La Habana fue arrendado por el Real Consulado que utilizó a sus negros en las tareas del ferrocarril. Más tarde, en 1845, el Real Consulado lo subarrendó. A su vez el subarrendador, alquiló a los negros y todos tuvieron una alta utilidad en el negocio".

Estas dos citas son suficientemente explicativas del destino dado a los emancipados. Constituían, de hecho, una forma disfrazada de esclavitud mucho más barata, que pasaba de manos del gobierno colonial a las de particulares, según fueran sus necesidades económicas. Además, podían librarse de ellos cuando ya no les fuesen útiles, bien dando por finalizado el plazo de emancipación, arrendándolos o enviándolos a las colonias británicas o francesas, que también participaban -por lo menos en cuanto a la utilización del trabajo forzado- en el negocio.

La ganancia creciente que éste reportaba a todas las Antillas era la causa del incesante regateo de emancipados entre unas colonias y otras, y de muchas de las fricciones entre británicos y españoles. El hecho de que los ingleses también traficasen con emancipados fue empleado como argumento contra ellos por las autoridades coloniales cubanas, como podemos apreciar en la correspondencia entre Jerónimo Valdés, capitán general de Cuba, y el gobierno metropolitano en 1842. En efecto, el 31 de enero del citado año, Valdés le adjunta al Secretario de Estado la Gaceta de Jamaica, de octubre del año anterior, en la que se insertaba el discurso del Gobernador de aquella isla en la Cámara de la Asamblea de Kingston. En él, el gobernador inglés hacía balance de sus gestiones y, dando cuenta del fracaso de los intentos de colonización blanca de la isla, decía:

"Los comisionados (...) siguieron a la Costa de África y pusieron el cimiento a la emigración de los africanos libres de Sierra Leona, que promete ser altamente beneficioso, porque parece que no hay duda de que los Africanos son los trabajadores más a propósito para el cultivo de los campos en este clima".

Esta escueta noticia sobre deportación de emancipados de Sierra Leona a Jamaica por los ingleses, en un momento en que aún eran recientes las destrucciones de las factorías negreras españolas en Corisco y Gallinas, le da pie a Valdés para denunciar cínicamente en los ingleses las mismas practicas que venían realizando los cubanos desde hacía tiempo, y para proponer la presencia urgente de los representantes españoles en el Tribunal Mixto de Sierra Leona en donde debían realizar más bien una función de espionaje hacia los británicos. En su carta denunciaba que los ingleses traficaban con emancipados trasladados
desde Sierra Leona a Jamaica, evidentemente por la fuerza, pues se declara convencido del “ningún influjo que una persuasión racional tendrá en estos seres abyectos para decidirlos a trasladarse voluntariamente a un país desconocido en donde se les convida a trabajar”. Con ello constata el hecho de

“que estos negros no dejan de sufrir una servidumbre, y que debiendo ser libres y dueños de permanecer en su País, la filantropía Inglesa les arrancó de nuestras manos (...) [pues] no puede perderse de vista que estos negros deportados en Sierra Leona son emancipados, en cuya suerte tiene la España derecho de intervención”,

y concluye “que el Tratado de 1835 se cumple más filantrópica y religiosamente por lo que respecta a los emancipados por el Gobierno Español que por el Británico".

En suma, la carta resulta muy reveladora de la postura tomada, años antes, por la sacarocracia cubana que no estaba dispuesta, y mucho menos después de la revolución de esclavos de Jamaica de 1831-32, a consentir que se abriese la menor brecha filoabolicionista en el muro esclavista que habían levantado alrededor de la isla. Con sus nulos escrúpulos morales y en busca siempre del máximo interés y la ganancia privada, convirtieron a los negros libres, depositados en su territorio, en esclavos y así hicieron del abolicionismo en la isla otro negocio. Un negocio que tuvo sus desventajas precisamente en los excedentes que generaba, de tal forma que hacia la década de los 60 una de las mayores preocupaciones de los sucesivos Capitanes Generales de la isla era deshacerse de aquellos negros excedentarios que constituyesen un peligro para el orden establecido. Este hecho cobra una importancia inusitada si tenemos en cuenta que las primeras colonizaciones de Fernando Poo a partir de 1860 se llevaron a cabo desde Cuba, precisamente con "remesas" de estos esclavos, algunos repentina y adecuadamente convertidos en emancipados, como tendremos ocasión de estudiar.

Tampoco era ajeno a estas prácticas el cónsul norteamericano en La Habana Nicholas P. Trist (plantador de la isla) que, a partir de 1833, estuvo al lado de Tacón en sus apoyos a la trata, facilitándole documentación estadounidense, banderas y registros norteamericanos para los barcos negreros cubanos. La explicación de esta actitud la encontramos en una mayor intensidad y fluidez del tráfico de esclavos entre los Estados Sureños y Cuba después de la independencia de Texas, puesto que este estado era un lugar idóneo para
desembarcarlos, la mayoría de ellos con destino al mercado de Nueva Orleans.


Debido a esta escandalosa situación y en el mismo año en que Inglaterra abolía la esclavitud, 1833, el ministro inglés George Villiers pasó una nota a Zea Bermúdez notificándole las incalificables y sistemáticas violaciones por parte de las autoridades españolas del Tratado de 1817. Martínez de la Rosa contestó al gobierno británico con su buena disposición a firmar unos artículos adicionales que hiciesen más eficaz la letra del Tratado, pero los ingleses aprovecharon la ocasión para exigir la necesidad de un nuevo tratado que corrigiese las desviaciones observadas, tanto en América como en África.

En efecto, el capitán Denman99, que jugará un papel importante en esta historia, destinado a la armada británica antitrata en Sierra Leona, continuaba denunciando en 1842, años después de endurecidas las condiciones, ante la Cámara de los Lores las trampas habituales entre los negreros españoles en las costas africanas:

"no teníamos poder sobre el buque [interceptado] hasta que hubiesen embarcado a los esclavos. En consecuencia, si un buque de guerra se hallaba en un puerto lleno de buques de la trata, como he visto que ocurría en Ouidah, con diez o una docena (...) a la vez, mientras el buque de guerra se encontrara en el puerto, ellos no embarcaban esclavos; en cuanto el buque de guerra se perdía de vista, los embarcaban y todos los navíos levaban anclas y zarpaban. El crucero solía perseguir al barco equivocado y, al cabo de 100 millas, el capitán de éste se burlaba de él, diciendo que se había hecho a la vela como pasatiempo".

El nuevo Tratado anglo-español fue firmado en Madrid el 28 de junio de 1835 por Martínez de la Rosa y Villiers. En lo sustancial se basaba en las estipulaciones del anterior, pero era más específico y, en algunas cuestiones, cualitativamente diferente. Por su artículo 2º, España se obligaba a adoptar las medidas más apropiadas para la abolición total de la trata y a promulgar, dos meses después del canje de ratificaciones, una ley penal imponiendo severos castigos a los traficantes negreros (en realidad, esta ley no se promulgó hasta
1845, siendo otra vez ministro de Estado Martínez de la Rosa); en el artículo 4º ambas partes consentían en que sus buques de guerra pudiesen registrar a los mercantes, de las dos naciones, sospechosos de traficar con esclavos. Este derecho de visita se reducía en la práctica a que los buques de la armada inglesa pudiesen abordar sin problemas a los barcos sospechosos españoles. ¿Cuándo un barco resultaba sospechoso y podía ser registrado? Los británicos especificaron las condiciones con minuciosidad en la denominada "cláusula de registro": que llevasen grilletes, esposas, botes, mayor cantidad de agua y víveres de lo necesario para la tripulación, más esteras de las habituales, escotillas con enrejados que no se cerraban, etc., etc. Realmente era muy fácil, si se tenía acceso a él, descubrir a un barco negrero. Estas disposiciones facilitaron notablemente la labor de captura a la armada británica. El artículo 7º del Tratado reforzaba las existentes Comisiones de los Tribunales Mixtos que, aunque con parecida composición, detentaban ahora mucha más autoridad, hasta el punto -y he aquí la importante novedad- de que sus decisiones eran inapelables. Se estipulaban penas para los oficiales que vulneraran el tratado y, en cuanto a los buques apresados y condenados, serían destruidos y vendidos por trozos separados. Esta última
disposición intentaba evitar una práctica fraudulenta muy común en las costas africanas: cuando un barco era declarado "buena presa" se vendía después entero en pública subasta y frecuentemente el comprador era un negrero que lo reutilizaba para la trata o lo revendía para el mismo fin.

Tres Anexos acompañaban al Tratado: el que disponía las instrucciones a las armadas represoras del tráfico, un reglamento para los tribunales de justicia y el que definía el trato que debían recibir los emancipados. Inglaterra no dejó este tema en letra muerta sino que en 1836 Tacón recibía, junto a las Reales Ordenes correspondientes al tratado, la de 21 de junio notificándole la designación del Dr. Robert Madden para hacerse cargo de los negros que apresasen los cruceros ingleses.

El irlandés Robert Richard Madden, médico y periodista, fue nombrado por el gobierno británico superintendente de emancipados y árbitro en la comisión mixta anglo-española en La Habana. Había vivido en Jamaica el proceso de transición a la emancipación, que él mismo calificó como farsa. En el sincero informe que, después de su estancia en la isla, elevó al Gobierno británico sobre las condiciones de la esclavitud en Cuba, nos muestra un panorama realmente sobrecogedor basado en su propia experiencia sobre las prácticas esclavistas en la isla de Cuba, a la vez que nos proporciona una visión enriquecedora y analítica de la esclavitud moderna y nos informa sobre las cuasi imposibles condiciones de la manumisión o la emancipación101. Madden, cuyas posiciones ideológicas iban más allá del ideario oficial abolicionista de su gobierno, era claramente partidario de la abolición directa de la esclavitud y, coherentemente, sostenía la imposibilidad de aplicar correcciones a un sistema esclavista de trabajo que inmediatamente, en la experiencia cotidiana, entraban en contradicción con el principio del derecho absoluto a la utilización de la propiedad privada -el esclavopor u dueño. En este sentido, no ocultando su parecer sobre la bondad de las eyes esclavistas españolas, y denunciando su incumplimiento sistemático,
afirmaba:

"El servicio prestado por los esclavos negros en las Antillas se regula por la utilidad que reporta al dueño, y no por la suma de bienestar desventura que pueda proporcionar al esclavo la condición en que se halla colocado (...) Pueden adoptarse con buen éxito medidas generales para la abolición total de la esclavitud, pero no se conseguirá jamás poner en ejecución las que solo tiendan a modificar la naturaleza de ella".

Los numerosos casos concretos que se denuncian en el texto sobre malos ratos, asesinatos, etc. le sirven a Madden para ejemplificar una denuncia mucho mas general: la de la total perversión de las leyes españolas, encarnada en el verdadero Código negro por el que se regían los negreros cubanos, la "Exposición deberes de los síndicos, procuradores generales de los pueblos" de José Serapio ajorrieta, abogado de la Real Audiencia. Después de advertir al lector de las dificultades de la adquisición de la obra, Madden nos informa de su importancia oficial:

"Este libro está impreso en Puerto Príncipe en la isla de Cuba, con permiso real, de orden y a expensas de la Real Audiencia, el tribunal mayor de la isla y es la guía legal de los síndicos o protectores de esclavos ara la administración de justicia entre amo y esclavo".

En realidad, el libro reunía una serie de normas que revestían de impunidad legal las vulneraciones de las leyes metropolitanas. Era más bien una guía para resolver los intrincados vericuetos de la letra de la ley, de manera que su interpretación tramposa beneficiase siempre a los esclavistas. Del minucioso estudio de Madden sobre las diferencias que advierte entre los derechos de los esclavos contemplados en las leyes metropolitanas y el incumplimiento de estos derechos en cuanto a duración del tiempo de trabajo, escasez de alimentación, cncubinaje obligado de los esclavos, etc., nos interesa resaltar su denuncia sobre l tema de la manumisión del esclavo. Según el Reglamento de 1789, ya citado anteriormente, el esclavo podía comprar su libertad o parte de ella por medio del ago completo o a plazos de la cantidad que su dueño pagó por él. En cambio, lo que decía la guía de la Real Audiencia era muy diferente y cínicamente revelador:

"Algunos síndicos (...) han tratado de aliviar la esclavitud pretendiendo conceder la mitad de su tiempo a los esclavos ligados en servidumbre a su dueños (...) pero esta opinión no se conforma con la ley, y los síndicos debieron respetar los derechos del propietario sin dejarse extraviar por un principio de equidad mal entendida. La coortación (o pago parcial hecho or el esclavo) no fue establecida para reducir la esclavitud a mitades, ino para evitar que se alterase el precio de los esclavos. Un esclavo, qué, siendo su valor 500 pesos, entrega a su amo 400 por vía de coortación,queda tan sujeto a servidumbre como aquel que lo está enteramente. No puede privarse al dueño de los derechos propios de su autoridad, y elesclavo está obligado a prestarle su entero servicio".

Madden llega a la conclusión, en una metáfora muy británica, que los dueños de esclavos cubanos preferían "reventar a sus caballos" antes que realizarel esfuerzo de cuidarlos:

"¿Es acaso el interés supuesto de los dueños de nuestros miserables rocines el tratar de este modo al animal que alquila o cabalga diariamente,o por mejor decir, podrá llegarse a convencer a la mayoría de los tratantes de caballos que es de su interés hacerlo así? Seguramente que no (...)Estas personas niegan que sea de su interés tratar consideradamente a sus caballos; por el contrario aseguran que su ventaja consiste en obtener deellos la mayor cantidad posible de trabajo en el menor espacio de tiempo,
y cuando quedan inhabilitados, compran otros nuevos."

Finalmente, retoma el argumento de la imposibilidad de las correcciones al sistema cuando concluye con esta afirmación:

"Se ha dicho por el difunto Mr. Canning que todas las leyes que tienen por objeto el alivio parcial de los esclavos son necesariamentedefectuosas, porque carecen de principio ejecutivo, respecto a que las mismas personas a quienes está encomendada su ejecución tienen interésen que no se ejecuten. Mi experiencia propia confirma en un todo la aseveración de este eminente político inglés".

En estas condiciones, no podemos asombrarnos de que, a pesar de la firmadel Tratado de 1835, el tráfico continuase y fuese reforzado por la independencia de Texas que constituía un gran avance en el expansionismo esclavista de los estados sureños norteamericanos108. Desde que el presidente georgiano JohnForsyth comunicó que los Estados Unidos no participarían en ningún acuerdo internacional sobre la trata, había empezado la "edad de oro" de la trata estadounidense hasta tal punto que los norteamericanos desalojaron del tráfico más importante a franceses y portugueses, sobre todo en las décadas de los 40 y
50.

Por supuesto, las practicas corruptas de los distintos gobiernos coloniales que se sucedieron después del Tratado reprodujeron las mismas actitudesclaramente esclavistas de sus antecesores. Y mientras en la España de 1836 ardíanlos deseos románticos de la revolución liberal, en colonias se reforzaban los poderes dictatoriales de los capitanes generales que poseían incluso el veto sobrela aplicación en Cuba de las leyes españolas. La situación se asemejaba a un juego engañoso de espejos. España parecía decidida a encaminarse hacia un estado liberal-constitucional, teniendo que eliminar todavía de su camino no pocos
escollos arcaicos y arcaizantes; Cuba parecía esclavista pero, en realidad, aunque utilizase mano de obra esclava y la política de sus gobiernos fuese más propia del absolutismo, era más capitalista que la metrópoli. Esta contradicción sehacía más patente todavía con la instauración del Estado liberal y la Constitución.

De hecho:

"el liberalismo marcó con Tacón los límites dentro de los cuales desarrollaría su futura política colonial americana, caracterizada por una estricta centralización, que contrasta con la política asimilista de los dosprimeros periodos liberales. Estos criterios políticos se mantuvieron vigentes nada menos que hasta abril de 1881, cuando se promulgó en
Cuba la Constitución de 1876".

El gobierno surgido de la revolución de 1836, que se decía liberal y constitucional, aplicó sistemáticamente en su Perla de las Antillas la dictadura militar más férrea, prohibió la aplicación de la Constitución de 1837, persiguió alos pocos liberales de la isla y colaboró con los grupos más conservadores esclavistas de la sociedad cubana. Dos hechos, de la mayor importancia, corroboran ampliamente estas afirmaciones: la represión de la "sublevación liberal" de Lorenzo y la expulsión de los diputados cubanos de las Cortes de 1837.

En 1826, Cuba había sido dividida militarmente en 3 departamentos: Occidental, Central y Oriental. Este último, cuya capital era Santiago, poseía una producción económica más diversificada y los ingenios azucareros eran de menor tamaño que los del resto de la isla. Por lo tanto, el peso de la esclavitud también era menor. El 13 de enero de 1835 el general y mariscal de campo, ManuelLorenzo, famoso por su filiación liberal, fue nombrado gobernador político militar de Santiago y comandante general del departamento Oriental. Elenfrentamiento entre Tacón y Lorenzo era irremediable y empezó a raíz de los derechos de libertad de prensa.

Como es notorio, después de los acontecimientos de La Granja del 12 de agosto de 1836, María Cristina no tuvo más remedio que publicar un decreto eldía 13 mediante el cual se restablecía la Constitución de 1812 hasta que las Cortes redactasen una nueva. La noticia de la proclamación de la Constitución en España llego el 29 de septiembre a Cuba y Lorenzo se apresuró a aplicar el Real Decreto proclamar la Constitución. Sin embargo, el resto de la isla no secundó esta iniciativa y Tacón esperó órdenes de la metrópoli que llegaron fechadas el 19, 23y 25 de agosto. En estas órdenes se definía una política claramente anticonstitucional para la colonia que se basaba en el anuncio de la creación de unas "Leyes Especiales de Ultramar" (que nunca llegaron a promulgarse) y, porlo tanto, en la prohibición de la toma de posesión de los diputados cubanos salidos de las elecciones del 21 de agosto que, para disgusto de Tacón -que apoyaba a los pro peninsulares-, se identificaban, en su mayoría, con los intereses y el ideario dela oligarquía criolla112, hombres como N. Manuel Escobedo, Francisco de Armas José Antonio Saco. Finalmente, los diputados fueron expulsados y “la negativa española a aceptar cualquier reforma abrió una crisis sin precedentes en la relación entre la metrópoli y los grupos dirigentes de las colonias, en particular con Cuba”.

El mismo Lorenzo había apuntado ya los términos de esta aguda contradicción del Estado liberal, en una preciosa frase de una proclama que contestaba a otra que Tacón había lanzado a la población de Santiago:

"¿No es una rareza inexplicable, una extraña anomalía (...), que las mismas autoridades cuya existencia política emana de la Constitución, sean los que pretendan ahogarla en algunas partes de la monarquía, anulando el sistema que les ha dado el ser?"


Finalmente, Tacón cercó el departamento Oriental y entró con un verdadero ejército de ocupación en Santiago. Manuel Lorenzo fue destituido.

En suma, en el contexto de una Cuba avanzada económicamente pero socialmente retrógrada y autoritaria, cuyo principal problema era la falta de bazos, la posesión oficial de las islas africanas hubiese podido interesar seriamente a esta nueva burguesía esclavista. Pero en su deseo se interpusieron dos graves inconvenientes: por un lado, lo costoso que resultaba para el castigado erario español su reconquista y colonización y, por otro y más importante, el hecho de que Inglaterra tenía puestos sus ojos en Fernando Poo desde 1821.






El fantasma del Blog
Fernando Poo: “El Edén” británico.

El 27 de octubre de 1827, una expedición inglesa dirigida por el capitán William F. Owen a bordo del “Edén” desembarcaba en Fernando Poo y se hacía con la posesión efectiva de la isla. ¿Cómo se había llegado a esta situación? ¿Cuáles eran los intereses de Gran Bretaña en la mayor isla del Golfo de Guinea?

El estudio de Sundiata1 sobre la transición de la esclavitud al neoesclavismo en la Bahía de Biafra, y cuyo análisis se centra en Fernando Poo a partir de 1827, precisa de una forma clara parte de los objetivos perseguidos por los británicos con la toma de la isla:

“In the early nineteenth century the most persistent outsiders were the British. For the twenty years following 1821 Fernando Po was the cynosure of their interest in Niger Delta region. Some saw it as the future emporium of West Africa, the ‘free’ labor antipode of Zanzibar. Britishers as diverse as the parliamentary abolitionist Thomas Fowell Buxton and the proslavery geographer James McQueen proclaimed the island essential to antislaving or to commercial success in Africa. The latter urged his compatriots to ‘Plant the British standard on the Island of Socotra (...) –and upon the Island of Fernando Po- and inland upon the banks of the Niger, and then we may say Asia and Africa -for all their productions and wants- are under our control’”.

En un intento de repetir la experiencia de Zanzíbar en el África Occidental, confluían en Fernando Poo tanto el pujante abolicionismo inglés como el puro cálculo mercantil. Aunque estos dos motivos pareciesen contradictorios entre sí, los británicos estaban convencidos de que la introducción desde una isla estratégicamente situada del “legítimo comercio” y de la ideología del trabajo “libre” era imprescindible, junto con el control de la costa por su Armada antiesclavista, para borrar los últimos vestigios del comercio de esclavos en el Golfo de Guinea. Sin embargo, la contradicción latente e insuperable entre la
filantropía y el provecho económico estuvo siempre presente durante la ocupación británica, provocando serias disfunciones estructurales que perduraron durante todo el siglo XIX. El péndulo entre el abolicionismo y la explotación económica fue fluctuando durante toda la primera mitad del siglo mientras la isla se llenaba de esclavos liberados, se desarrollaba un núcleo de comerciantes británicos en el norte de la misma y, paralelamente, se iban desmembrando las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales de la población indígena. Sundiata comenta que el establecimiento de los ingleses en Clarence, en 1827, y de los franceses en el estuario del Gabón, en 1839, supuso el primer asalto directo a la forma de vida de los bantúes occidentales, y nosotros añadimos que ambos hechos jugaron un papel muy importante en la debilidad colonizadora española en la zona. En concreto, en Fernando Poo se pusieron las bases en la década de los veinte para la creación de una economía de plantación dependiente basada en el trabajo forzado de africanos importados:

“Wage labor has been present since the early nineteenth century, but has failed to overcome the objective circumstances which led to attempts to tie workers to plantations. The failure of Fernando Po and its neighbors to produce a self-replicating population created policies which made the distinction between slave and contract worker at times no more than nominal”.

El punto de partida que dio pie a las justificaciones abolicionistas británicas para ocupar la isla fue precisamente la firma del Tratado de 1817 que contemplaba la formación de dos Tribunales Mixtos de represión de la trata, uno en el lugar de extracción (según los plantadores cubanos, “las madrigueras”) y otro en el de recepción de la mercadería esclava. En el año 1819 ya se habían instalado los dos Tribunales de arbitraje anglo-españoles, en África, en la colonia británica de Sierra Leona y, en América, en La Habana. La elección totalmente estratégica de los dos lugares había sido una imposición británica. Es del todo evidente que ni a la Monarquía española ni a la oligarquía cubana les interesaba la
presencia en el puerto de Cuba, lugar de mayor recepción de esclavos de todo el continente, del Tribunal abolicionista y así se lo hicieron saber, de muy variadas formas, tanto a los jueces como a los cónsules británicos en La Habana.

La ubicación del Tribunal encargado de la represión de la trata en toda el África Occidental precisamente en Sierra Leona no estuvo determinada tanto por un cálculo de eficacia de los ingleses cuanto por la tenencia efectiva del territorio desde fines del XVIII, único lugar en esta parte del continente que podían denominar oficialmente como colonia desde 1808. Que no era el lugar idóneo que los británicos hubieran deseado lo demuestra el interés oficial que mostraba Inglaterra en la temprana fecha de 1821 por trasladar la sede del Almirantazgo y el Tribunal Mixto a Fernando Poo4. El índice de mortalidad en Sierra Leona les dio una excelente excusa, porque realmente los europeos sufrían allí las cotas más altas de mortalidad de la costa, rayanas casi en el 400 por mil al año.

Por otra parte, el desconocimiento de la isla llegaba a tales extremos que los europeos pensaban que, por su alta orografía, el clima debía ser mucho más benigno que el de las costas del continente, librándoles de la malaria de las zonas pantanosas. Los informes médicos británicos consideraban Fernando Poo casi como un “hospital natural”. Sin embargo, en la “isla negra” se encontrarían con los límites que la naturaleza les imponía. Como dice Sundiata, en ciertas circunstancias la ecología puede convertirse en algo más que una mise-en-escène del drama histórico para pasar a determinar fuertemente el ritmo del desarrollo del drama.

En suma, Fernando Poo reunía todas las condiciones requeridas por Gran Bretaña en ese momento: era el lugar más cercano a algunas de las mayores fuentes de extracción de esclavos y, por lo tanto, idóneo para una más eficaz represión de la trata; se hallaba situada en un punto estratégico importante, en medio de la Bahía de Biafra, a 30 Km de las bocas del río Camarones y a 70 del Delta del Níger, una buena plataforma para lanzarse sobre el occidente de África (disputado ya por los franceses)5 y un buen puesto para controlar el comercio en el Delta del Níger; además, si su clima se presumía beneficioso, resultaba la
alternativa ideal a Sierra Leona.

Las bahías de Benin y Biafra habían llegado a ser en la primera mitad del XVIII los centros más importantes del comercio de esclavos. Más del 45% de los esclavos embarcados entre los años 1710 y 1729 procedían de aquí y del África centro-oeste. Aunque las estadísticas bajaron a lo largo del XIX, Sundiata nos advierte que alrededor del 15’3% del total del comercio de esclavos entre 1821 y 1843 procedía de la Bahía de Biafra. Fernando Poo, situada en el centro de la bahía estaba en inmejorables condiciones no sólo para controlar la trata al norte del Ecuador, sino también como punto de avanzadilla contra las factorías
portuguesas al sur de la línea ecuatorial con vistas a la supresión de la trata en esta zona a partir de 1830.

El emplazamiento en Fernando Poo ahorraba a la escuadra inglesa otro de sus grandes problemas: la llamada “travesía de las mil millas” que debían efectuar los barcos británicos cargados de esclavos liberados desde la bahía de Biafra hasta Sierra Leona. Los ingleses comparaban este recorrido largo y mortal para muchos esclavos con los sufrimientos de la travesía intermedia.

Por otro lado, el orgullo de la primera potencia del mundo no podía soportar las repetidas y descaradas contravenciones de los súbditos españoles al Tratado de 1817 (y posteriores resoluciones de 1818 y 1820). Entre 1809 y 1810, la patrulla naval británica en Sierra Leona había interceptado, a pesar de sus escasos medios en estos años, 9 barcos de los 24 que salieron de Cuba hacia África. Hacia 1815, Page, el agente en Londres de los plantadores cubanos, se quejaba de que más de 200 buques propiedad de españoles habían sido capturados y condenados. A pesar de ello, en el mismo año de 1817 salieron rumbo a África 150 barcos desde La Habana, 30 desde Santiago y 16 desde Matanzas. En suma, la trata hispano-cubana se hallaba en ferviente ebullición; se trataba de acumular la mayor cantidad de esclavos posible antes de que venciese el plazo legal en 1820. Pero cuando llegó este año, la trata continuó con más potencia que nunca, ante el crecimiento imparable de la economía azucarera en Cuba. Y como es sabido, el gobierno de la metrópoli alentó este comercio:

“Parece también que el gobierno hispano decidió en secreto dejar que sus subordinados en Cuba incumplieran la ley (...) ‘al concluirse el Tratado de 1817 se comunicó una Real. Orden reservada a los capitanes generales de las islas de Cuba y Puerto Rico, y al Intendente, superintendente y delegado de ellos para que se disimulase la importación de negros procedentes de África, fundándose en que se consideraban necesarios para la conservación y fomento de la agricultura’”.

Después del breve periodo constitucional español que representó el Trienio, el tráfico hispano-cubano, que había descendido considerablemente entre 1822 y 1824, volvió a incrementarse. De hecho, las capturas de dos barcos negreros cubanos en 1824, cuando la trata era ya claramente ilegal, por la armada británica y los largos juicios que les siguieron en el Tribunal de La Habana envenenaron aún más las relaciones hispano-británicas, hasta el punto que el juez Kilbee informó en 1825 al gobierno británico de su convencimiento de que todos los escalafones del poder colonial español estaban implicados en la trata y que ello se hacía con la mayor desfachatez:

“El que pueda indicar el número de esclavos desembarcados no se debe a que cuento con mejores fuentes de información que antes (...) sino a que las transacciones de esta naturaleza son ahora públicas y notorias, sin misterio”.

Pero la filantropía abolicionista no era ni de lejos el motivo más importante de los británicos para ocupar Fernando Poo, aunque sí el más consensuado. Lo cierto es que el control de la entrada a las bocas del Níger –los ríos del aceite- era de vital importancia para los intereses económicos británicos en la zona. La isla se convirtió para ellos en el foco de su esquema colonial en la Bahía de Biafra. El argumento justificativo por excelencia fue el del “legítimo o libre comercio”, especialmente de aceite de palma, y la isla se encontraba muy cerca de los principales centros de producción. Sundiata nos informa que el aceite
importado a Gran Bretaña desde el África Occidental alcanzó las 1000 toneladas en 1810 y en 1818 los precios de este artículo se habían disparado en Liverpool a 60 libras por tonelada. Los británicos G. A. Robertson, W. Hutton y James McQueen escribieron a Londres urgiendo a la ocupación de la isla por razones comerciales. Para Robertson, tanto la filantropía como el provecho dictaban la ocupación de Fernando Poo ya que la isla podía servir como puesto permanente de intercambio con los factores africanos de las costas continentales cercanas. Tanto éste como McQueen pensaban que los llamados “ríos del aceite” eran las bocas del Níger. Las sucesivas expediciones que desde Mungo Park habían enviado los británicos intentaban, entre otras cosas, averiguarlo y, para ello, se necesitaban barcos cada vez mejor preparados.

Lógicamente, la industria de la construcción naval se interesó rápidamente por los proyectos de exploración y en 1830 los hermanos Richard y John Lander demostraron que, en efecto, el Níger y el Oil eran un mismo río que desembocaba en la ensenada de Benin. En 1832, Mcgregor Laird organizó su famosa expedición al Níger desde Fernando Poo con un barco de vela y dos pequeños barcos a vapor; uno de ellos, el “Alburkah”, era el primer barco de hierro que surcaba aguas africanas, así que este hecho, como pretendía Mcgregor
Laird, se convirtió en una demostración palpable de la viabilidad del hierro para sustituir a la madera con gran eficacia9. Se trataba de la irrupción de la industria de la fundición en la construcción naval cuyo pionero indudable en Inglaterra fue William Laird10, padre del explorador. En el caso de la navegación a vapor por el Níger, Fernando Poo era también el lugar ideal, no sólo por encontrarse muy cerca de su estuario, sino porque era uno de los pocos sitios de la costa (exceptuando Sierra Leona o Luanda, demasiado al sur) donde se podía repostar carbón. Así pues, coincidían en el tiempo tres buenos motivos económicos para la ocupación británica de Fernando Poo: la situación estratégica de la isla, el interés de la industria maderera y el empuje, al pairo de las exploraciones, del emergente sector
de la fundación.

Aunque el lobby de Sierra Leona hizo notar sus posiciones contrarias, parece que hacia 1825 la opción insular estaba ya tomada. Los británicos eran conscientes de su carencia de soberanía sobre la isla, pero no ignoraban la falta o escasez de soberanía de otros países. Por lo tanto, decidieron anunciar el traslado del Tribunal y el Almirantazgo a Fernando Poo omitiendo toda referencia a cualquier soberanía. En septiembre de 1825, la ignorancia hizo que se lo propusieran a Portugal, que accedió pensando que la isla continuaba siendo suya, opinión que rectificó más tarde al señalar a España como dueña de la misma. En consecuencia, en febrero de 1826 fue pedido el consentimiento de Madrid para transferir la Comisión anglo-española. El gobierno español contestó diciendo que necesitaba más información para comprometerse, pero el 28 de junio lord Dudley, sin tener noticias de Madrid, notificó a los demás diplomáticos extranjeros esta decisión. Sólo entonces los españoles dieron su asentimiento verbal al envío de una expedición. Sobre esta base, los británicos procedieron. El 29 de julio el barco de S. M. “Edén” salía de Plymouth hacia Fernando Poo vía Sierra Leona.

El 10 de septiembre, el conde de Ofalia exponía al ministro Dudley una serie de quejas al tiempo que ofrecía al gobierno inglés la buena disposición del español para negociar. Las quejas eran de hondo calado, pero de poca repercusión; se quejaba el representante español de que la expresión de la “favorable disposición” de España no era un acuerdo formal y que no se había efectuado la cesión de la isla ni España había expedido el indispensable permiso y que, además, era necesario derogar el artículo 12 del Tratado de 1817 para que el traslado fuese legal. Después de exponer tan claramente el agravio, señalaba, esperando sacar algún beneficio de tan comprometida situación:

“Que el Rey de España no podía consentir que sin su expresa y formal autorización se formasen establecimientos, se nombrasen gobernadores, se ejerciera jurisdicción, ni se enviasen tropas para ocupar territorios pertenecientes a la Corona, (...) [pero que, en cambio, el Rey de España] “estaría siempre dispuesto a entrar en negociaciones con el gobierno británico para cederles las islas de Fernando Poo y Annobón, bajo condiciones justas y razonables”.

Es decir, ante la aparente inutilidad para la España de 1827 de las islas cedidas por Portugal en 1777, la bancarrota del Erario español y los hechos consumados ingleses, Fernando VII pensó sacar algún provecho de la situación, vendiendo a saldo en un solo lote las dos islas. Dudley, con Owen ocupando Fernando Poo, se negó en redondo a negociar. En este inútil regateo, España, ante la firmeza de los ingleses, fue variando y rebajando sus pretensiones hasta pedir que Inglaterra se limitase al menos a reconocer los derechos de propiedad y soberanía y que accediese a trasladar el Tribunal de La Habana a Jamaica. Dudley no se sonrojó al aceptar cínicamente la soberanía de España y negarse con firmeza a que Inglaterra perdiese su presencia abolicionista en La Habana. El 6 de marzo de 1831, cuando los ingleses llevaban más de tres años ocupando la isla, el Consejo de Indias recibió el encargo de extender la cédula de permiso para trasladar el Tribunal a Fernando Poo. España se había rendido. La colonización británica tenía el campo libre con una autorización post facto del teórico propietario de la isla. Por ironías de la historia, Fernando Poo, buscada por los españoles como centro abastecedor de esclavos, se convirtió durante la ocupación británica en un centro de emancipación de los mismos.

Las consecuencias para España están bien resumidas por Sanz Casas:

"A partir de 1827 la ampliación del área geográfica de acción de la escuadra antiesclavista al golfo de Benin y a la Bahía de Biafra y la firma, en 1835, de un nuevo Tratado anglo-español para la represión del comercio de esclavos que posibilitó legalmente, perseguir a los barcos esclavistas españoles que operaban al Sur del Ecuador (...) redujo sensiblemente las posibilidades de la zona como fuente para el aprovisionamiento de esclavos y, lo que fue peor, marginó a la navegación comercial española de los circuitos comerciales del África Atlántica. En suma, la prioridad y exclusividad de los intereses esclavistas en detrimento de un plan de consolidación comercial de Fernando Poo y 'sus dependencias', no sólo anularon las perspectivas de establecer una zona de influencia al servicio de los intereses coloniales y comerciales españoles, sino que incluso, a mediados del siglo XIX, cuestionaron la soberanía española en Fernando Poo, (...) [pero] permitieron la intervención inglesa que, a diferencia de España, sí disponía de un proyecto de consolidación comercial y política en el golfo de Biafra".

Sin embargo, aunque los británicos tuviesen sólidas y bien fundamentadas expectativas, las diversas propuestas de acción no llegaron a cuajar en un proyecto único y los intereses en conflicto no llegaron a conciliarse. De hecho, los planes del gobierno fueron variando de acuerdo con las imposiciones conjugadas de diversos factores y los resultados de las acciones u omisiones de los gobernadores y cónsules británicos en la zona.

Lo cierto es que, en la primera mitad del siglo XIX, los británicos tenían ante sí diversas perspectivas para la colonización del Fernando Poo dentro del llamado "legítimo comercio": comercio versus agricultura, comercio libre versus comercio monopolista y pequeños agricultores propietarios versus grandes plantaciones dirigidas por europeos, alternativas todas que se ensayaron de forma progresiva y fluctuante.


El fantasma del Blog
Clarence: Al Norte del Edén

El 27 de junio de 1827, el gobierno británico dio las oportunas órdenes al capitán William Fitzwilliam Owen para partir hacia Fernando Poo. Llegaba a la isla el 27 de octubre con su barco el "Edén" y un carguero, el "Diadem". Inglaterra había sabido encontrar al hombre adecuado para la situación. Owen había intervenido cuatro años antes contra el comercio árabe de esclavos en Mombasa, donde proclamó un libre y nunca sancionado protectorado. Nombrado superintendente y gobernador, fondeó en una bahía al norte de la isla a la que denominó Maidstone y fundó un asentamiento que bautizó con el nombre de Clarence, en honor del Duque de Clarence, cabeza del Almirantazgo.

Al final de 1828, el asentamiento constaba de un lugarteniente de la Royal African Corps y 71 personas, muchas de ellas procedentes de Sierra Leona. Había 120 mecánicos nativos también de Sierra Leona y un número de trabajadores, incluidos los liberados africanos, de 241. El barco de Owen tenía 200 hombres entre oficiales y tripulación. También había un número de trabajadores contratados de Liberia que oscilaba, según el momento y las necesidades, entre 30 y 100.

El Diario de viaje del doctor valenciano Marcelino Andrés i Andrés ofrece constancia del desarrollo que Clarence había alcanzado en 1830:

"Esta isla (...) es propiedad o colonia perteneciente a España; pero como ésta la tiene abandonada, los ingleses (...) se apoderan de ella por momentos. Y en la actualidad están constituyendo en ella una plaza militar como en Sierra Leona. Es tanto el interés que los ingleses toman por esta posición que hacen los más grandes sacrificios para superar cuántos obstáculos presenta. Así el año treinta llevaron 200 arquitectos para construir una población y hacer los fuertes más soberbios".

También nos informa de sus actividades agrícolas y mercantiles:

"los ingleses hacen grandes esfuerzos para que los habitantes cultiven café, tabaco, azúcar, añil, que hacen tan rápidos progresos como en las islas inmediatas. En la actualidad se exporta mucha madera preciosa para Inglaterra".

Al igual que en Sierra Leona o Liberia, el impacto de la ocupación británica en Fernando Poo fue decisivo para configurar una sociedad compleja, de muy inestable estructura y no exenta, obviamente, de enfrentamientos. Fueron las actuaciones de los primeros gobernadores, Owen y Nicolls, siempre inmersos en la contradicción entre la filantropía abolicionista y el beneficio, las que ayudaron, en parte, a la creación de la explosiva complejidad de la sociedad fernandina.

Como dice Sundiata:

"Like overly ambitious architects, they both formulated grand schemes whose scope exceeded their instructions. By the early thirties it was obvious that even the instructions themselves would not be carried out".

Las acciones abolicionistas de ambos superintendentes consistieron, sobre todo en el caso de Owen, en la captura de barcos negreros. Existe una polémica entre los estudiosos del esclavismo en la Bahía de Biafra sobre el verdadero impacto de la nueva situación en la reducción del comercio de carne humana en la zona. Según las estadísticas de capturas existentes, puede dar la falsa sensación de que el impacto de Clarence no fue inmediato o incluso podría ser despreciable. Pero en contra de aquellos que señalan la ineptitud de los británicos como causa del supuesto fracaso abolicionista, Sundiata apunta otros factores como la caída del comercio de esclavos brasileño en la zona hacia 1830 ante el inmediato cese de la trata o, lo que es más importante, el lugar central que ocupaba Fernando Poo que hacía muy difícil la navegación por el golfo sin un muy alto riesgo de captura. En consecuencia, los negreros evitaban Fernando Poo y por lo tanto, el comercio de esclavos en la zona, según informaban los oficiales británicos, había disminuido considerablemente. Owen decía que los negreros que se atrevían a desafiar la presencia británica tan sólo obtenían dos tercios de su cargazón habitual. De todas formas, según las estimaciones más conservadoras, desde 1827 a 1830 fueron capturados 20 barcos y fueron liberados 2.281 esclavos.

El hecho es que, desde 1827 a 1832, el comercio de esclavos en las bahías de Benin y Biafra descendió de forma importante y ello se debió, sin duda, a la presencia de la escuadra en Fernando Poo desde donde los británicos tenían Bonny y Calabar "al alcance de sus cañones". Sin embargo, la eficacia de la Marina antiesclavista produjo paradójicamente dos problemas importantes que, a la larga, resultarían fatales para Owen. Uno de los mayores dilemas que tenían los británicos era qué hacer con los esclavos liberados en la isla. Cuando en abril de 1828 Owen informó de la captura de un barco español con 126 africanos a bordo y pidió instrucciones al gobierno de cómo disponer de los liberados, no recibió contestación alguna. Cualquier respuesta hubiese tenido una dudosa legalidad. ¿El gobierno británico podía disponer libremente de los emancipados en un suelo de teórica soberanía española? Esto puso de manifiesto la imposibilidad de liberar
los esclavos en Fernando Poo según lo acordado en los tratados antiesclavistas. De hecho, en mayo de 1831 los británicos preguntaron a España si podían dejar a los africanos liberados en la isla como súbditos británicos y España protestó. Ante la indefinición de los dos países empezó a desarrollarse en la isla una comunidad de hombres libres de dudosa ciudadanía y, por lo tanto, no adjudicados, como emancipados, a ninguno de los dos gobiernos aunque la mayoría de los liberados, de diversas procedencias étnicas (igbo, hausas, camerunenses, ibibio, etc.) trabajasen, al principio, en una granja agrícola experimental formada por los expedicionarios británicos y a la que denominaron "Paradise".

Por otro lado, los procedimientos de Owen eran de una dudosa legalidad y expresaban demasiado celo en el cumplimiento del deber. Algunos de los negreros apresados fueron juzgados antes por la Corte del Almirantazgo que por la Comisión Mixta (que, en realidad, nunca se trasladó), y aunque la primera tenía atribuciones para juzgar los actos de piratería, su utilización abusiva en detrimento de la jurisdicción civil trampeaba las letras de los tratados bilaterales antiesclavistas. La Comisión Mixta protestó contra los métodos del capitán ante el Foreign Office y el Almirantazgo le amonestó. Finalmente, y a instancias del
lobby de Sierra Leona, a principios de 1829 el capitán Owen fue sustituido por el coronel Edward Nicolls, hasta entonces gobernador de Ascensión, que fue nombrado superintendente del asentamiento.

Tanto para Owen como para Nicolls, la colonia representaba una permanente inversión en la "regeneration of Africa". Owen estaba convencido de que el principal comercio de los pueblos costeros era la trata y que sólo podía ser abolido mediante una “absolute subjugation and conquest, dictating our will", lo que equivalía a extender el mandato británico a las costas próximas a Fernando Poo que prometían así un flujo constante y cercano a Clarence de mano de obra africana liberada. Esta fuerza de trabajo era absolutamente necesaria para el esquema de desarrollo económico pensado por Owen para la isla y que se basaba, fundamentalmente, en el sistema de plantación de monocultivo dirigido por colonos blancos pero trabajado por jornaleros africanos, siempre en concordancia, claro está, con la ideología del trabajo "libre". De esta manera, sostenía, podía hacer la colonia viable económicamente en dos años.

En cuanto a los indígenas, los bubis no opusieron resistencia armada aunque "la ciudad fue siempre considerada como un elemento extraño, denominándola 'Ripotó' o lugar de los extranjeros, y sólo se unieron a la sociedad urbana bubis proscritos de su comunidad". De todas formas, Owen comenzó a comerciar con ellos de forma creciente en ñames y vino de palma y "believed that eagerness for commerce kept the islanders honest". En realidad, la demanda creciente del asentamiento y las necesidades de la escuadra fueron el origen del rompimiento de las estructuras económicas bubis. Los bubis del norte, más cercanos al emplazamiento, intentaron monopolizar el comercio de las mercaderías británicas: barras de hierro, cuchillos, algodón, armas, ron..., siendo ellos los únicos intermediarios. Era pues inevitable su enfrentamiento con las tribus del sur. La avidez por el comercio no trajo, como esperaba Owen, la "honestidad" a los isleños y sí, en cambio, como sucedía en la costa, la inestabilidad y la guerra. Las relaciones de intercambio no cumplían aquí las viejas perspectivas civilizatorias que se derivaban de la teoría de Montesquieu o Smith del “doux commerce”.

El segundo superintendente, Nicolls, favoreció durante su estancia en la isla (1829-1835) la ideología del "trabajo asalariado". Fue el primero en elaborar un plan para "civilizar" a los africanos. Para Nicolls los liberados afincados en Clarence no eran demasiado diferentes a las clases bajas de la metrópoli y sostenía que: "The intellect of a Negro is no way deficient, he is only what all ignorant and savage men are and equally capable of being instructed and enlightened with the rest of the human race". Es decir, como apunta Sundiata, al igual que los reformadores de la metrópoli querían inculcar en las clases bajas valores morales y económicos para que los trabajadores desearan hacer aquello que el mercado les demandaba, así Nicolls esperaba que los liberados africanos, a través de la interiorización de actitudes occidentales, se transformasen por sí mismos en trabajadores voluntarios. Creía que en los trópicos los negros rendían más que los blancos y estaba convencido de que con pocos oficiales para dirigirlos y controlarlos y un número reducido de expertos europeos que les enseñasen las artes del comercio y la ganadería, podría introducir fácilmente a los exesclavos en el modelo del trabajo asalariado, donde tan sólo interpretarían el rol de productores de materias primas y nunca de manufactureros. En este sentido, Nicolls veía África como necesaria y complementaria pero siempre dependiente:

"I am clearly of the opinion (...) that confining the Natives of Africa to the production of the raw materials of their native land with which it so richly abounds, is the most advantageous employment both for that and this country (at least) for a very long time to come".

Coherentemente con estas palabras, Nicolls favoreció al principio la pequeña producción tanto comercial como agrícola para terminar pensando en la década de los cuarenta que las pequeñas tenencias agrícolas negras podían coexistir con grandes compañías comerciales:

"putting down slavery and the slave-trade by a safe and judicious mode would be for the friends of Africa to form a large and efficient commercial company, and let the British Government take up positions on the coast, giving the governor permission to accept the sovereignty of any territory that may be freely offered to him and pass an act to declare every man free that comes into these colonies".

Como se desprende del párrafo, los planes de Nicolls no se circunscribían tan sólo a Fernando Poo. La isla era para él un puente de colonización hacia el continente: "who had already conceived the ambitious idea of a great British tropical possession in the Cameroons". Pensaba, en efecto, extender sus dominios a Camerún y asegurarse las tierras desde Bimbia a Río del Rey. En 1833 invitó a los jefes de Bimbia, Old Calabar, Cameroon, Malimba y Bonny a Fernando Poo para firmar una alianza antiesclavista. De esta manera, los esclavos liberados podían dejarse en las costas opuestas de Amboises Bay o Bimbia donde podrían pasar libremente a ser súbditos británicos. Pero sus ideas imperialistas no fueron aprobadas por el gobierno británico y, en realidad, no llegarían a formar parte de la política de éste hasta 1839. En realidad, Nicolls fue un adelantado de la política colonial posterior inglesa de firmar con los indígenas tratados antiabolicionistas ligados al legítimo comercio como forma de penetración imperialista en la zona.

La colonia de Clarence comenzó a ser desmantelada a principios de 1832. La Oficina Colonial pidió al Almirantazgo su traslado a Sierra Leona dejando en Fernando Poo a unas 200 personas. En agosto de 1832 la decisión era irrevocable y en octubre, España fue oficialmente informada de las intenciones del gobierno británico. Nicolls que había recibido la orden de proceder al desalojo del asentamiento y mandar a los esclavos liberados a Sierra Leona, retrasó cuanto pudo la evacuación y no llegó a Inglaterra hasta abril de 1835. Cuando él se fue, la evacuación continuaba, mientras en la isla comenzaban a desarrollarse nuevos esquemas de colonización impulsados por grandes compañías británicas que
utilizaban mano de obra forzada.

¿Cuáles fueron los motivos de los ingleses para abandonar oficialmente el asentamiento? Toda la bibliografía consultada coincide en que la razón fundamental de este abandono fue la insalubridad del clima. Lo mismo opinaba Marcelino Andrés que nos recuerda que en su segundo viaje a Fernando Poo se encontró con que ya habían muerto 145 de los 200 "arquitectos" llevados para construir la ciudad.

Hay que tener en cuenta que el experimento de Fernando Poo fue llevado a cabo porque los británicos pensaban que la isla era la gran excepción epidemiológica de Biafra y que, por lo tanto, serviría para ahorrar las muertes de los negros en la travesía de las mil millas y reducir la de los blancos en los trópicos. Sin embargo, y, como ya hemos mencionado, los resultados fueron absolutamente diferentes. Las condiciones pantanosas de las costas que rodeaban Clarence y las enfermedades importadas desde el continente se conjugaron para desarrollar más mortíferamente la malaria -que era endémica en la isla- y la fiebre amarilla -que no lo era- en un medio idóneo. En efecto, como después dijeron los misioneros baptistas:

"The fact was, no one in those days guessed the connection of the mosquito with malarial fever (...) the rank vegetation round the settlements harboured innumerable mosquitoes, including, no doubt, many Anopheles. The imported slaves from the adjoining mainland supplied the malarial germs, and so the fevers of Fernando Poo (...) were more frequent and more fatal than those of Old Calabar or the Cameroons estuary".

La situación llegó a ser desesperada. En 1829, alrededor del 50% de los hombres que habían llegado de Inglaterra en 1827 habían muerto, incluidos todos los médicos. Del contingente de 34 hombres de Nicolls, 19 murieron poco después de su llegada y de los 47 marinos que lo acompañaban en 1829 sólo 5 sobrevivieron dos años y "in 1831, 274 Europeans come down with fever. Many of these were not connected with the Nicolls expedition, but were palm oil traders or ex-slavers. The Clarence hospital took in 384 patients, of whom 79 died".

En 1847, el gobierno británico hizo un estudio sobre el número de muertes entre su personal en el África Occidental entre 1825 y 1845 y el resultado fue de 54'4 por mil; sin embargo, en 1829, año de pleno asentamiento en Fernando Poo, el número ascendía a 255'1 por mil, es decir, uno de cada cuatro. Todo ello hizo que en 1848 el London Thimes señalara al mar de Biafra como "the most deadly" y a Fernando Poo como "the most pestiferous land which the universe is known to contain” .

La propia naturaleza puso fuertes límites al expansionismo extranjero. África era todavía considerada como "la tumba del hombre blanco" y este límite sólo sería vencido, en parte, con la administración preventiva y constante de la quinina (que, aunque descubierta en 1820, su consumo no se generalizó en África hasta la década de los cuarenta) y con el desarrollo de condiciones de vida, trabajo y desplazamientos adecuados que la corta administración inglesa fue incapaz de llevar a cabo.

El excesivo gasto para el Erario Británico fue, en consecuencia, otro factor decisivo. Según Hernández Sandoica, en algunos casos, el abandono militar de ciertos lugares, fue para el Imperio Británico una salida para "reducir las obligaciones coloniales". El caso de Fernando Poo bien podría ser uno de ellos y la posición de Gran Bretaña sería coherente con la permanencia del imperio económico informal inglés en la isla durante buena parte del siglo XIX. Ello significaba, de hecho, el abandono del componente filantrópico que, al fin y al cabo, se costeaba con fondos públicos y el triunfo, a veces pírrico, de los objetivos
comerciales que reportaban beneficios privados.

Aunque resulta secundario, no hay que desdeñar en las motivaciones inglesas las presiones del "lobby" británico en Sierra Leona a cuya cabeza figuraba el Gobernador, Mr. Cac Auley, para que la isla fuese abandonada y Sierra Leona volviese a ser el centro del África Occidental inglesa. Así Nicolls se quejaba amargamente de que: "Mr. Mac Auley ha triunfado en arrojarnos de la isla".

Por otra parte, el problema de la soberanía española persistía y, según Sundiata, los británicos fueron inusualmente legalistas en la cuestión de Fernando Poo. En febrero de 1831 el Ministerio Británico de Comercio pidió informes sobre la retención de la isla. En julio, cuando algunos miembros del Parlamento hicieron la misma pregunta, el gobierno respondió que Inglaterra tendría que abandonar el asentamiento si España persistía en sus reclamaciones. Ante la protesta inmediata de los intereses comerciales, a principios de septiembre los británicos propusieron el cambio de Fernando Poo por Vieques o Crab Island, pero los españoles rechazaron la idea.

Puede también que este inusual legalismo británico tuviese mucho que ver con la situación internacional y nacional de los dos países. Los primeros años de la década de los 30 fueron especialmente conflictivos para las dos naciones pero es en 1834 cuando se conjugan una serie de factores, especialmente en España, que podrían explicar una mayor receptividad del gobierno inglés hacia las peticiones españolas. En Inglaterra, la dimisión el 9 de julio de 1834 del gabinete liberal de Grey (que, en el poder desde 1830 y bajo la presión de las clases trabajadoras, había realizado la reforma parlamentaria, desarrollado ciertas mejoras en el trabajo de los niños –la Factory Act- y procedido a la abolición de la esclavitud) abre un periodo de derechización en las filas liberales, protagonizado por Lord Melbourne, que va a permitir al gobierno inglés mostrarse más permisivo con las prácticas esclavistas españolas. Al fin y al cabo, era lógico que Inglaterra apoyase políticamente al gobierno liberal anglófilo español, dirigido por Martínez de la Rosa, en su moderado proceso de transición desde el Absolutismo al liberalismo que ese mismo año se plasmó en el Estatuto Real. De hecho, a partir de 1832 Nicolls ya se quejaba de que los esclavistas, creyendo que los británicos se habían ido, reinfectaban la zona.

La ausencia de situaciones conflictivas con España era también importante para Inglaterra en el momento de la renovación, el 22 de abril de 1834, de la Cuádruple Alianza entre estas dos naciones, Francia y Portugal y, sobre todo, con vistas a la firma de un nuevo Tratado bilateral de represión de la trata en 1835. De hecho, fue en abril de este año, cuando la máxima representación oficial del Gobierno Británico, Nicolls, se vio obligado a dejar la isla.

En realidad, uno de los objetivos principales de los ingleses con respecto a Fernando Poo, el que fuese la sede de la Comisión Mixta, no se cumplió nunca, nunca estuvieron allí los comisarios y el edificio destinado a tal efecto estaba aún inacabado en 1830. Sin embargo, la evacuación de la Armada y los funcionarios británicos no supuso la desaparición de la presencia económica inglesa en Fernando Poo que sería decisiva y determinante no sólo en la historia posterior de los bubis, sino también en el fracaso parcial del primer intento de colonización española a partir de 1858.

La evacuación británica dio paso a la preeminencia de las grandes compañías. Las propiedades del gobierno en la isla fueron vendidas a Richard Dillon and Company, una firma londinense que tenía alianzas comerciales con Nicolls y con Beecroft 30 al que había nombrado su agente comercial en el área. Dillon, cuyas pretensiones eran romper el monopolio de los comerciantes de Liverpool en el Delta del Níger, fue el primero en comerciar desde la isla ya en 1831. El 15 de octubre de 1834, Beecroft escribió a Nicolls31 exponiéndole su deseo de compra, en nombre de Richard Dillon Tennant y Cia. de Austin Triars en Londres, de las casas y tierras alrededor de Clarence, así como la madera, carros, hierro, instrumentos de cobre, lanchas, etc. por un valor de 1000 libras. El 16 de diciembre gira una letra a S. M. Británica por la cantidad de 1.978 libras, 7 chelines y 1 penique. Pero el objetivo era poseer todo el norte de la isla y posteriormente se efectúan dos compras más. Las dos escrituras de compra a nombre, esta vez, de Beecroft y Dillon, como socios, nos informan de que el 28 de mayo de 1835, Bobolappa y Bococo, jefes naturales de la isla, venden un trozo de tierra que se extiende desde el noroeste de Clarence hasta el cabo Bullen y desde oeste-sur-oeste hacia la punta de Barribato por 24 libras, 7 chelines y 4'50 peniques:

"Nosotros los sobredichos Gefes tenemos en nosotros mismos buen derecho, pleno poder y legal y absoluta autoridad para por la presente, ceder, conceder, negociar, vender y traspasar el sobredicho trozo de tierra llamado por cualquier nombre que sea ahora o en lo sucesivo".

Por la segunda, con fecha 14 de marzo de 1836, compran al cabecilla de Basso-allí, Eoola-ah y a Sopaloleh, pescador principal, un pedazo de tierra en Basso-allí, llamado Kokiboola, en la parte oriental de la isla por el que pagan 20 libras, 8 chelines y 8 peniques en mercancías que habían comprado, a su vez, a la marina británica: fusiles, hachas, navajas, tabaco, pólvora, ron, cabras, pipas y barras de plomo

La compañía Dillon cayó en la bancarrota en 1836 por mala administración y sus posesiones pasaron a la West African Company, compuesta, en su mayor parte, por los acreedores londinenses de Dillon. La West African buscaba un punto de almacenaje y transacción para su comercio de goma de copal, goma senegal, café, granos, etc., así como una fuente de extracción maderera. El 6 de julio de 1836 Dillon y Beecroft cedieron por 5.000 libras a la West African las siguientes propiedades:

-Clarence: hacienda, plantío y establecimiento.

-Nuevo Egipto: trozo desde Clarence hasta el Cabo Bullen por el noroeste y hasta la punta de Baribats (sic) por el oeste-sur-oeste.

-Bimbia (en la orilla septentrional del río Camarones): hacienda e Islas Ambrosías.

Beecroft logró ser nombrado agente de la West African Comp. Mientras debilitaba a la propia compañía, comprando por su cuenta lotes de tierra a cambio de mercancías baratas: el 8 de septiembre de 1836 compró a Anoo-yan-ya (alias Rey Pullaway) y a Bor-sie-yer-zicke (alias Rey Jorge) un trozo de tierra cuyos lindes eran Punta Kelly hasta Carlos Folly, por mercaderías valoradas en 50 libras, 7 chelines y 3 peniques35. Su permanencia en la West African duró poco, ya que se opuso a la firma de un intento de monopolio y estableció, fuera ya de la compañía, nuevas conexiones comerciales sobre las que volveremos.

La actuación de la West African Company entre 1836 y 1843 resultó ser muy clarificadora de los problemas inherentes a cualquier plan de concesiones a grandes compañías. El objetivo de la compañía era una población de gentes sin tierra que estuviesen obligados a trabajar en sus actividades mercantiles y en sus negocios madereros. Pero este descarnado objetivo originó la misma pregunta que ya se habían hecho los británicos en Sierra Leona: ¿cuáles eran las verdaderas intenciones de Inglaterra? En palabras de Sundiata:

"Was the territory a philanthropic haven for freed slaves or tropical property to be run for profit? If the latter was the aim, Fernando Po would have to pay, and this could be accomplished only by prodding the resident labor force into company employ".

Los agentes y supervisores de la compañía que habían adquirido experiencia en las colonias americanas, utilizaban la represión para transformar a los habitantes en dóciles trabajadores forzados. Los malos tratos, expulsiones y encarcelamientos eran frecuentes, así como el incendio de las casas de los braceros cuando éstos se saltaban las normas de la Compañía. Las protestas de los trabajadores negros iban en aumento y alrededor de 50 aserradores huyeron a la Bahía de San Carlos. Por otra parte, en 1841 los kru escaparon al noroeste y establecieron su propia organización política bajo un líder de sobrenombre Baffler. Fueron acusados de atacar a los pescadores bubis y robarles su pescado y sus mujeres. La West African tomó represalias y Baffler fue capturado y trasladado a Sierra Leona mientras los kru acusados de robo fueron encarcelados.

A fines de la década de los treinta, Nicolls, desde Inglaterra asumió el papel de protector de los liberados de Fernando Poo. Antes de su partida les había adjudicado casas en propiedad que fueron posteriormente requisadas por la West African. En julio de 1838, el superintendente recibió una carta de los africanos de Fernando Poo haciéndole saber su temor a ser de nuevo esclavizados y denunciando el plan de la Compañía de cobrar un alquiler "simbólico" a los habitantes de Clarence. Nicolls pensaba que "They dare not refuse (...) or are subject to be severely flogged or sent off the island to any of the neighbouring places, viz. Bimbia, Calabar, Cameroons or Bonny".

Nicolls informó al gobierno británico de las condiciones de Fernando Poo y pidió una explicación al Secretario de la Compañía quien respondió que ésta no estaba allí por filantropía sino para obtener beneficios. La posición del gobierno británico estuvo muy determinada por la fuerte presión antiesclavista y el Foreign Office pensaba que "it is singular that this self-formed Company should be levying Duties by their own Authority in an Island which belongs to the Spanish Crown". Un comandante de la Marina Británica rehusó dar apoyo a las reclamaciones de la Compañía sobre los jefes de Old Calabar, rechazo que fue aprobado por el Gobierno.

Esta falta de apoyo oficial, más sus graves pérdidas financieras, determinaron la bancarrota de la West African Company en Fernando Poo. El último embarque de aceite de palma y madera para Inglaterra tuvo lugar en 1843 y fueron cantidades tan ridículas que la compañía no pudo llenar los barcos fletados. La West African decidió definitivamente dejar la isla después de sufrir una pérdida de alrededor de 50.000 libras. Sus propiedades y derechos fueron comprados en 1844 por la Sociedad Misionera Baptista que se había instalado en la isla en 1841.









El fantasma del Blog
Edén versus Erebo. Comerciantes independientes y fuerza de trabajo.

El esquema económico más consolidado en la isla, finalmente, fue el que establecieron los comerciantes independientes que poseían pequeñas plantaciones, pero que obtenían la mayor parte de sus beneficios en las transacciones comerciales entre la isla, las costas del continente e Inglaterra. Este triangular esquema tenía su base en la ciudad de Clarence.

La fusión de la comunidad de Clarence, cuyo número de habitantes había descendido de 2000 a 788 después de la evacuación británica, fue un proceso gradual y complejo dada la diversidad étnica de sus componentes. Los esclavos desembarcados entre 1827 y 1835 pertenecían a diversos pueblos; el grueso de esta población estaba compuesto por gentes de Sierra Leona, Cape Coast (fanti), camerunenses (bakwerri e isuwu) y Calabar (efik). Había un número considerable de jornaleros emigrantes Kru que vivían segregados espacialmente fuera de la ciudad39 y algunos esclavos escapados de Príncipe o Santo Tomé. También era creciente el número de trabajadores contratados provenientes de las tierras de Biafra. En 1835 residían en la isla 110, o sea, el 14% de la población y diez años más tarde su número había ascendido a 374.

La clase dominante durante estos años estaba formada por los grandes comerciantes y propietarios, que tampoco mostraban reparos en utilizar instrumentalmente los castigos corporales para asegurarse el trabajo y la obediencia. La mayoría de ellos habían llegado amparados por la ocupación británica y formaban un pequeño grupo de europeos, sierraleoneses y emigrantes fanti.

El más importante de estos comerciantes fue John Beecroft (1790-1854) que sirvió con Nicolls como superintendente de trabajo y permaneció en la isla después de la evacuación en 1835. Como ya hemos comentado, fue agente de la Dillon y después de la West African Company. Compró tierras alrededor de Clarence y estimuló a los jornaleros a trabajar para él en su establecimiento comercial de New Town, en la parte oeste de la isla. Su especial relación con Robert Jamieson, un gran comerciante de Liverpool, le supuso numerosas ventajas. Beecroft, utilizando el barco de Jamieson, el "Etíope", se dedicó a comerciar con aceite de palma. Utilizó las ventajas de su doble e increíble posición como Gobernador "español" de Fernando Poo a partir de 1843 y como Cónsul británico en las Bahías de Benin y Biafra, y volcó a su favor las transacciones mercantiles de tal forma que sus exportaciones a partir de 1843 estaban libres de impuestos. A principios de 1840 Beecroft había logrado formar una compleja red de factorías con diversas manufacturas europeas en el noroeste de la isla. Algunos de los pequeños factores trabajaban directamente para él y otros tenían lazos más informales, como el trabajo ocasional en su comercio de cabotaje.

Como cónsul británico viajaba mucho tanto por la costa como hacia el interior (Dahomey) y tampoco estaba exento de tentaciones imperialistas: ocupó Lagos en 1851 y depuso al Rey Pepple de Bonny en 1854 y, aunque tenía a su mando un personal muy reducido y dependía de la Royal Navy para el transporte, en las Bahías se le tenía como el Gobernador de facto, aunque su actividad fundamental fuera la de árbitro en temas de comercio externo. En Inglaterra se le valoraba también como explorador del Níger y de las costas del Golfo de Guinea.

El sucesor de Beecroft como Gobernador “español” en Fernando Poo fue otro comerciante inglés con ancestros holandeses, William Lynslager (1810-1864). Empezó su carrera en la armada alemana, que luego dejó por la marina mercante; estuvo cinco años en Batavia desde donde pasó a Fernando Poo para dedicarse a la reparación de barcos, hasta que logró ser uno de los principales abastecedores del gobierno británico. A su muerte sus negocios pasaron a su viuda africana.

Entre los sierraleoneses, uno de los más sobresalientes fue John Scott que, después de recibir una educación occidental en la Church Missionary Society, marchó a Fernando Poo en 1827 y permaneció allí como tesorero de una firma británica, Foster and Smith. Compatriota de Scott fue William Henry Mattews que también había llegado con la expedición Owen. Trabajó primero como mecánico y en 1845 compró un almacén en Santa Isabel a un miembro de la Misión Baptista; en 1852 era ya propietario de una goleta con la que comerciaba en aceite de palma con los ríos del Camerún. Después de su muerte sus negocios fueron manejados hábilmente por su culta y famosa viuda africana que hablaba inglés, francés y español.

Samuel Richard Brew jugó un papel menos importante. Los Brew, una conocida familia fanti, procedían de Cape Coast en la Costa de Oro. Samuel Brew nació en 1819, hijo de Richard Brew y nieto de un negrero irlandés. Sirvió durante un tiempo como dependiente de Scott. Era miembro de la Iglesia Baptista y, después de la expulsión de la Misión en 1858, Brew marchó a Victoria (Camerún) donde empezó a comerciar en aceite de palma y fue agente de las líneas marítimas German Woermann.

Todos ellos formaban un "trust" que monopolizaba, en gran parte, el comercio en la Bahía de Biafra. Eran gente "respetable" que vivía en grandes casas y llevaba a sus hijos a escuelas occidentales. Formaron el Consejo de la Ciudad al que Lerena concedió a partir de 1843 amplios poderes de control sobre Santa Isabel y sus alrededores. Hacia mediados de los sesenta, casi todos ellos habían muerto, pero fueron rápidamente sustituidos por otros, entre los que destaca el británico John Holt que llegó a la isla en 1862, introdujo el cultivo del cacao, comerció con Gabón y Nigeria y llegó a convertirse en el mayor inversor
del África Occidental.

En un puesto muy secundario, se encontraban los pequeños tenderosintermediarios, la mayoría de ellos socios de Beecroft, que comerciaban con los bubis cambiando barras y anillas de hierro, cuchillos, textiles, mosquetes, jabón, etc. por ñames y pequeñas cantidades de aceite de palma. A finales de los cuarenta, la Bahía de San Carlos, al suroeste de la isla, se había convertido en un centro con numerosos establecimientos de comercio a pequeña escala. Los centros más importantes estaban en Basupu y entre el noroeste de la Bahía y Basupu, entre el grupo indígena Bolokko. En la costa este, el centro más importante estaba en Melville Bey (Bahía de la Concepción). Los alrededores tenían al menos siete mercados y en 1845 más de doscientas personas realizaban transacciones comerciales allí.

Entre los intermediarios más importantes se encontraban John Showers, de la Costa de Oro, que poseía un embarcadero en Melville Bay; Samuel Cooper, un nuffie que tenía otro embarcadero en Basualla, en la costa este. Henry Bull estaba solo en Bolokko en la costa oeste. Quizás el más importante de todos ellos fue el comerciante Igbo, Peter Nicholls, por sus extensos contactos con el interior de la isla. John Marklin era un marinero hausa que comerciaba con los barcos que pasaban por la costa oeste. Otros fueron John Richardson, Peter y Thomas Collins, T.H. Johnston y Jacob Collyer.

Para los bubis, el establecimiento de Clarence fue, sin duda, el factor de mayor desequilibrio. En el siglo XVIII, los contactos de los indígenas con extranjeros se habían limitado al comercio de ñame con los barcos de esclavos. Las escaramuzas entre las tribus comenzaron a principios del XIX por una fiera competencia por el hierro y, en menor grado, por el tabaco. Hacia 1821, un cuchillo extranjero no se compraba por menos de una cabra, y una anilla de hierro de un par de pulgadas costaba tres pollos. En las primeras décadas del siglo XIX, como resultado de la ocupación británica, el comercio de aceite de palma comenzó a despegar. Aunque la recolección de aceite de palma era ancestral entre los bubis y los pueblos de Bepepe, Eorí, Ariha, Etoddo y Moobe estaban casi completamente dedicados a este cultivo, la base británica y el mercado vallado que establecieron los ingleses, hicieron crecer la demanda y también la avidez de los bubis por las mercancías europeas. Un miembro de la expedición Owen anotaba:

"This establishment of a neutral ground was a mesure of great importance and advantage, as we had now discovered that the natives are not only divided into distinct tribes, but that each tribe possesses a distinct portion of territory and is extremely jealous of admitting others within its boundaries".

Pero la situación entre los creoles-fernandinos41 y los bubis no estaba exenta de conflictos agravados por el sistema de crédito que empleaba el "Trust". Sundiata cita dos ejemplos clarificadores: en 1846 un bubi de Banni compró una vaca a un colono prometiendo pagarle con pequeñas cantidades de aceite de palma. Cuando estuvo claro que no podía pagar, una partida armada de Clarence fue a por él. En el otro caso, en 1848, sesenta personas de Clarence capturaron a Beti-Beti, un jefe recalcitrante que logró escapar, pero su pueblo fue destruido.

Así, cuando llegaron los misioneros Baptistas se quejaron de que el Edén británico se había convertido en una tierra de sufrimientos y opresión. Intentaron prohibir el comercio porque el sistema de trust les parecía moralmente denigrante. Los misioneros tenían miedo de que

"unless some improved methods of trading are adopted, mutual hatred and jealousies will be indulged and the palm oil trade (which may be greatly increased) will become less, as it is now the common practice for traders to sell a cow, a goat, or a gun to the natives, depending for payment simply upon their promise".

Sin embargo, como las ganancias de los comerciantes durante la década de los cuarenta pasaron del 150% al 300%, fue muy difícil suprimir la fuerza comercial de los colonos que siguieron con este sistema la mayor parte del siglo XIX. Una vez más, filantropía y beneficio se mostraban irreconciliables.


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Del deseo de la abolición a la intensificación del tráfico de esclavos.

La abolición del tráfico en 1807 por los ingleses y en 1820 por España, en aplicación del Tratado de 1817, trajo como consecuencia obvia la ilegalidad del tráfico de esclavos durante el XIX y, por lo tanto, su clandestinidad, pero, como ya hemos mencionado, en absoluto su erradicación. Por el contrario, el nefasto comercio aumentó en la década de los años veinte y uno de sus efectos más perversos fue el endurecimiento de las condiciones materiales de la trata, como en 1840 tuvo que reconocer el nuevo portavoz de la Sociedad Antiesclavista Británica, Thomas Fowell Buxton:

"El tráfico no se ha extinguido; ni siquiera ha disminuido; antes bien, ha aumentado el número de negros exportados. La destrucción de vidas humanas se ha incrementado terriblemente; las cifras de exportación de África, comparadas con las del año 1807, están en proporción de dos a uno, mientras la perdida anual de vidas en la 'travesía intermedia' ha subido del 17% al 25%".

Ante el agravamiento del mal a causa de la medida legal que pretendía erradicarlo, Gran Bretaña no supo o no pudo estar a la altura de la responsabilidad que le correspondía por ser la impulsora del cambio legislativo y por el papel que se arrogaba de primera potencia mundial. Hasta cierto punto, fue impotente para evitar la gran mortandad de esclavos que se produjo como consecuencia del comercio clandestino. La piratería convirtió el Atlántico en la tumba de millares de africanos puesto que en las escaramuzas con la armada británica, en los momentos de peligro inminente de ser abordados, resultaba más rentable desembarazarse de las pruebas más evidentes de su delito y cobrar el seguro del navío. Así, situaciones como las que relata Thomas, eran habituales:

"[En 1831] en la ensenada de Benin, el capitán Ramsay del Black Joke mandó dos botes tras dos buques hispanos sospechosos de ser de la trata (...) 'Durante la persecución vimos cómo arrojaban a sus esclavos por la borda, encadenados en pares por los tobillos, dejando que nadaran o se hundieran (...) Ciento cincuenta infelices murieron así".

La eficacia represiva de la Royal Navy en las costas de África Occidental en cuanto a capturas fue discutible y tuvo, sobre todo, un efecto disuasorio de desplazamiento. Las causas que impedían a la Armada Británica Antiesclavista un mayor número de capturas eran, por un lado, de orden material: lo anticuado de la tecnología naval británica en África, el gran espacio de costa que tenían que patrullar, etc. Pero fueron los motivos políticos los más determinantes tanto por las leyes de soberanía nacional o tribal (en el caso de los pueblos costeros africanos) que, teóricamente, no podían transgredir, como por la renuencia a cooperar por parte de los demás países europeos y de los Estados Unidos.

Los barcos que el Almirantazgo Británico destinaba a la Escuadra Antiesclavista en África eran restos de las guerras napoleónicas, tan anticuados, pesados y fáciles de detectar por la altura de sus mástiles que hasta Lord Palmerston en 1862, recordando las décadas de 1840 y 50, denunciaba que "si había alguna carraca especialmente vieja y lenta, lo más seguro es que acabara en las costas de África tratando de atrapar a los veloces clípers norteamericanos". Y además, estos anticuados barcos debían patrullar zonas muy alejadas entre sí, la mayor parte de ellas en áreas de calma tropical, cientos de bahías con impracticables y peligrosas barras y vientos contrarios. Dada la magnitud de las dificultades, las estadísticas del número de capturas realizadas por estos barcos, aún en su escasez, aparecen ante nuestra mirada, como realmente elevadas. Y en este sentido, dentro de la ineficacia general, hubo un decido empeño de actuar tanto por parte del Colonial Office como de los oficiales y tripulaciones de la Armada Antiesclavista. Es indiscutible la eficacia de la labor de algunos oficiales como el ya mencionado capitán Denman o el mismo Owen, aunque no hay que olvidar que sus procedimientos eran de dudosa legalidad y criticados por abusivos por los países implicados. También el gobierno británico era consciente de estos problemas como lo demuestra el intento de asentamiento en Fernando Poo para controlar mejor las ensenadas de Benín y Biafra y como lo demostrará, más tarde, su propósito de compra de la isla a España. Pero el problema más grave era la falta de una legislación internacional abolicionista que los británicos no habían podido suplir con los diversos tratados bilaterales. Los ingleses se encontraron, por una parte, con la renuencia de Francia y la firme negativa de Estados Unidos, países cuya presencia y actuación decidida resultaba indispensable para una eficaz represión del comercio de esclavos y, por otra, con el problema de no poder atacar directamente los almacenes de esclavos de las factorías costeras por encontrarse en territorios de reyes o jefes tribales cuyos derechos Gran Bretaña había prometido respetar. Como apunta Mannix:

"El problema de suprimir el tráfico de negros hubiese sido mucho más fácil si, desde el principio, la escuadra de bloqueo hubiera tenido el derecho a desembarcar patrullas armadas en suelo africano y liberar a los esclavos que estaban aherrojados en los barracones. Pero no poseía tal derecho, pues los barracones y los esclavos (...) se consideraban bajo la jurisdicción de reyezuelos indígenas, que eran soberanos independientes (...) Obstaculizar a esos comisionistas de esclavos era, conforme a la ley, un acto de agresión contra funcionarios de una potencia amiga".

En esta delicada situación, los británicos optaron por la táctica de la firma de convenios antiesclavistas con los jefes de los pueblos costeros (ya hemos mencionado los realizados por Owen y Nicolls) que entre 1840 y 1850 se elevaron a 42. Sin embargo, para estos pueblos que realmente obtenían su principal fuente de beneficios de la trata, como muy bien había señalado Owen, los tratados eran papel mojado que incumplían sistemáticamente.

Por otra parte, Francia, siempre tan celosa de su soberanía nacional, decidió actuar por su cuenta y, en enero de 1818, el cónsul francés en Londres comunicó al conde Molé, ministro de Marina, que en cuanto al "derecho de visita":

"La procèdure ne pouvait nuire à la dignité ni à la souveraineté nationales, puisque d'autres puissances europèennes l'avaient concédée; [sin embargo] (...) pour balancer, La France devrait instituer sur la côte d'Afrique une croisière de rèpression de la traite nationale (...) Cela pasé, rien n'obligeait la France à s'intéresser a l'efficacité réelle de cette croisière de répression.".

Coherentemente y por una ordenanza promulgada el 9 de junio de 1818 se instituyó la Armada Antiesclavista Francesa con órdenes de vigilar tan sólo las posesiones francesas y sus zonas de influencia, es decir, desde la isla de San Luis en Senegal hasta la isla de Gorée, trescientos kilómetros más hacia el sur. Su eficacia durante los primeros cuatro años fue escasísima y, aunque hacia 1823 hubo un notable aumento de capturas debido a la renovación tanto de barcos como de hombres, la Armada Francesa no pudo impedir que los barcos negreros nanteses expedidos a las costas africanas pasasen de 88 en 1789-90 a 95 en 1824-25. Tampoco fueron demasiado convincentemente abolicionistas los "efectos colaterales" de las capturas francesas. Daget lo señala irónicamente al justificar el que en la terminología francesa se tenga que emplear la palabra "recapturados" en lugar de "liberados", porque: "entre autres causes, les recapturés doivent toujours être conduits dans la colonie esclavagiste de Cayenne, qui souffre du manque de bras".

Sin embargo, el mayor problema de los británicos fue la reiterada negativa de los Estados Unidos a firmar cualquier tratado con Gran Bretaña y, mucho menos, admitir el derecho de visita de sus buques. John Quincy Adams, como Secretario de Estado, remitió el 2 de noviembre de 1818 una carta al embajador americano en Londres en la que decía:

"Admitir el derecho de la oficialidad de buques de guerra extranjeros de abordar y visitar los barcos de Estados Unidos en tiempos de paz (...) chocaría con la oposición unánime de la opinión pública de este país".

A pesar de este importante argumento, las negociaciones entre el Secretario del Foreign Office, Canning, y el presidente Monroe, vía Adams, continuaron y su resultado fue el envío de cuatro navíos de guerra a África Occidental que patrullaron de 1820 a 1823 desde su base en Cabo Verde. La presencia de los norteamericanos sirvió, sobre todo, para desvelar, como era normal en una situación de impunidad de la bandera de las barras y estrellas, la verdadera envergadura del tráfico con pabellón estadounidense. Las capturas de barcos negreros norteamericanos fueron, a pesar de lo escaso del tiempo, bastante
numerosas y el capitán Trenchard, con antepasados cuáqueros, explicó:

"Todos los navíos que se concentran en esta costa tienen el mismo tamaño, los mismos aparejos y la misma apariencia exterior; son muy marineros, sin duda norteamericanos (...) la mayoría son goletas de alto velamen".

Los hacendados del Sur cuyas plantaciones de algodón en continuo ascenso dependían más que nunca de la mano de obra esclava, se opusieron tenazmente a toda veleidad abolicionista y en 1824 desestimaron de hecho, desde el Senado, un proyecto de "derecho de visita" previamente aprobado por la Cámara de Representantes. Evidentemente los plantadores sureños necesitaban esclavos y no deseaban pruebas que evidenciaran la horrenda realidad que estaban alimentando. Por ello, John Quincy Adams podía decir, no sin un dejo de amargaironía que "los legisladores estadounidenses no podían tolerar que los extranjeros pusieran al descubierto el hecho de que este país no hacía respetar sus propias leyes.". Definitivamente las negociaciones entre Gran Bretaña y los Estados Unidos se rompieron cuando en 1831, el entonces Secretario de Estado, John Forsyth, un georgiano, poseedor de esclavos, informó al gobierno británico que los Estados Unidos no participarían en ningún acuerdo internacional sobre la trata. Esta clara manifestación de intenciones era la expresión de una realidad: el tráfico de esclavos sureño había resultado ser un negocio saneado, alimentado por una nueva tecnología naval muy veloz, los clípers, goletas que podían ganar en menos de un mes las costas de África, burlar tranquilamente el bloqueo británico y, de regreso, negociar en Brasil o Las Antillas con sus, generalmente, socios en el negocio.

Por otro lado, la negativa estadounidense propició una cierta impunidad en el mar para todos aquellos barcos que navegasen enarbolando la bandera americana. Y éste fue el principal escudo de todos los piratas, corsarios y negreros del Atlántico hasta tal punto que era público el hecho de que entre 1834 y 1836, el cónsul de Estados Unidos en La Habana, N. P. Trist, "extendía abiertamente 'cartas marítimas' a todos los barcos de esclavos que las pedían". Los norteamericanos continuaron con esta política hasta aproximadamente 1862 con dos insignificantes irrupciones de su Armada Antiesclavista en 1839 y desde 1843 a 1853, presencia que no dejó de ser simbólica11. Esta nula actividad de la escuadra estadounidense, cuyos oficiales eran, en su mayoría, sudistas, coincide curiosamente en sus primeros años, 1839-1846, con el mayor despliegue de fuerza antiesclavista británica tanto en el mar como en el asalto a las factorías costeras de tierra firme, como luego veremos.

Todos estos impedimentos frustraron, en parte, una labor antiesclavista más eficaz por parte de la Armada Británica. Sin embargo, el paisaje de fondo en el cual flotaban todos ellos era lo que constituía en realidad el gran obstáculo: el desarrollo acelerado del sistema de plantación, brasileño, estadounidense y cubano y, por lo tanto, su mayor dependencia del comercio de esclavos y la gran demanda de ellos que esto generaba así como la participación del capital comercial y financiero inglés y, en menor medida, de otros países europeos, en el circulo económico completo del negocio de la trata.

La trata en Brasil aumentó por exigencias de las plantaciones de algodón, azúcar, café y la incipiente minería hasta tal punto que

"a finales de los años treinta la importación de esclavos a Brasil había alcanzado niveles 'terribles e impresionantes', según el embajador británico en Río (...) La trata ilegal conseguía desembarcar cada año más de cuarenta y cinco mil esclavos. La ley de 1831 era letra muerta. Un primer ministro conservador, Bernardo Pereira de Vasconcelos, declaró (...) 'Dejemos que los ingleses hagan cumplir este tratado que nos han impuesto abusando de su fuerza superior, pero esperar que colaboremos con ellos (...) en estas especulaciones doradas con el nombre de humanidad, no sería razonable’”.

En los Estados Unidos había grandes firmas que compraban los esclavos en Virginia y los enviaban por mar a Nueva Orleans, desde donde se les podía distribuir por todo el Sur a través del Míssissipi. Pero el gran negocio de los navieros, aseguradores, capitanes, etc. norteamericanos se asentaba no sobre el tráfico interno clandestino, sino sobre la trata internacional con Brasil y Cuba, una de cuyas finalidades era la venta de los veloces clípers. Estos barcos salían de puertos tan diversos como Boston, Salem, Bristol, Providence...; a mediados del XIX, Baltimore se había convertido en el puerto más importante y la mayoría de los barcos para la trata salían de sus astilleros.

En todos estos aspectos del negocio, los hilos económicos continuaban en manos de Inglaterra, que no se implicaba directamente en el ominoso tráfico pero que contribuía a él exportando sus productos y atrayendo como un imán los capitales acumulados a base del trabajo forzado.

Aunque parecía que la mano de obra esclava se había asentado definitivamente en la periferia, con la importante excepción de los Estados Unidos, el capital, fundamentalmente inglés, continuaba su ronda más que triangular, internacional, teniendo en cuenta que Inglaterra dominaba ya las Indias Orientales y que otros países europeos seguían sus pasos. Así pues, las mercancías para la trata continuaban siendo, en su mayoría, inglesas: desde las indianas, textiles muy apreciados en África, hasta catalejos, pistolas, lentes, tijeras, pólvora y toda clase de armas en general así como la maquinaria de los ingenios junto con la infraestructura técnica y el apoyo del capital financiero. En una significativa cita, Bahamonde y Cayuela señalan que:

"Estados Unidos dependió en gran medida durante el XIX del capital británico para su desarrollo económico. España, la metrópoli política de Cuba, dependía del capital británico en múltiples facetas económicas, y Cuba dependía del marco capitalista inglés para la distribución de su azúcar y otros productos en Europa, y en lo concerniente a la infraestructura técnica del ingenio, el utillaje británico con destino al sistema azucarero fue preponderante hasta bien entrado el decenio de los setenta".

Canot, en 1854, era todavía más explícito y no se limitaba, en su recuento, a las mercancías inglesas:

"L'Anglaterrre d'aujourd'hui, malgré toute sa philanthropie, expédie, sous la croix de saint George, à des comptoirs commodément établis sur la côte en vue du commerce légal, des fusils de Birmingham, des cotonnades de Manchester et du plomb de Liverpool, les quels son vertueusement échangés à Sierra Leona, à Acra et sur la Côte de l'Or, contre des traites espagnoles ou brésiliennes sur Londres (...). La France, en dépit de son bonnet rouge et de sa fraternité, expédie des rouenneries, des eaux-de-vie de Marseille (...) L'Allemagne réclame sa part du gâteau avec ses miroirs et ses perles de verre".

Pero aunque las mercancías continuasen viniendo de la misma fuente, obviando vergonzosamente en pro del beneficio el obstáculo de la abolición, sin embargo ésta había obligado a un cambio no sólo en las formas de realizar el tráfico, sino también en las características de las nuevas sagas de negreros. El ejemplo más llamativo es, quizás, la isla de Cuba, la mayor exportadora de azúcar y la mayor receptora de esclavos a mediados del XIX. Como dice Fradera, refiriéndose a la participación de la industria catalana en la economía isleña:

"La prohibició del 1820 modificà el plantejament de la qüestió. En primer lloc perquè la clandestinització del negoci afavorí l'aparició del benefici de les expedicions negreres. La importància que prengueren en aquesta cojuntura determinats aspectes tècnics, com la simulació, les fórmules de finançament, l'obtenció diaria de la connivència de les autoritats espanyoles, etc., valoritzà el papel d'aquells qui estaven disposats a convertir el comerç d'homes en la seua ocupació especialitzada".

El desarrollo durante la primera mitad del XIX de una saga de familias de origen peninsular que, como ya hemos mencionado, comenzaron sus fortunas ligados al tráfico portuario y no a los ingenios, favoreció su especialización en la trata. El marco económico establecido desde el siglo XVIII había cambiado y también cambiaban ahora las reglas del juego político: esta nueva elite esclavista terminaría controlando el aparato administrativo de la isla en detrimento de la tradicional oligarquía cubana y en beneficio del incremento constante de sus patrimonios.

Dentro de este grupo jugaron papeles destacados los catalanes y los vascos. A mediados de siglo, el grupo españolista estaba compuesto por nombres tan conocidos como: la familia Zulueta, encabezada por Julián Zulueta, sin duda el traficante de esclavos más importante de la isla; una rama de esta familia se emparentaría después con el naviero británico Brodie Willcox, el propietario de la Peninsular and Oriental Navigation Company; la familia Baró cuyo progenitor Josep Baró i Blanxart, de Canet, fue un notorio traficante de negros que, como los demás, derivó posteriormente al complementario negocio del ingenio azucarero y a las transacciones internacionales más diversas. En parecida situación se hallaban la conocida familia Samá, los Gumá, los Partagás, Panxo Martí, Francisco Viñes, José Plá, José Antonio Suárez Agudí, Francisco Martí y Torrens... Los lazos que los unían y determinaban su fuerza eran de muy variada índole, desde los puramente económicos hasta los familiares, los inevitables lazos de unión ante la competencia de otros grupos de presión o por razones ideológicas o políticas como la, para ellos, indiscutible españolidad de Cuba. También unificaba al grupo la defensa de su status quo cubano enmascarado por un pretendido liberalismo político que se contradecía con sus prácticas cotidianas arbitrarias y autoritarias y sus formas corruptas de actuar. Su lucrativa vinculación a los poderes oficiales de la isla era notoria hasta extremos desafiantes y, en consecuencia, casi todos los funcionarios de la administración percibían su parte en el negocio18. Su poder, incluso en Madrid, era tal que según Piqueras, habían comprado a:

"Capitanes generales de probada venalidad y destituido a los que se atrevieron a perseguir la trata o rechazaron seguir sus indicaciones (...) Con el capitán general de su lado se hacía innecesario comprar blancos en la metrópoli para continuar vendiendo negros (...) Las facultades extraordinarias reconocidas en 1825 al Gobernador (...) le autorizaba a suspender la aplicación de cualquier ley en la isla. Con el Capitán general de su lado, el partido negrero, practica el poder omnímodo concedido al gobernante".

Esta situación de impunidad alentada por Capitanes generales como Tacón y protegida por la propia Corte (la reputación de María Cristina, como participante en los beneficios de la trata y factótum de los esclavistas cubanos, era conocida), llegó a su punto álgido de 1843 a 1848 con la Capitanía General de O'Donnell que:

"abrió las orejas y cerró los ojos a las actividades de los traficantes. También extendió la mano (...) Además de amparar los desembarcos de bozales y acallar toda contestación, O'Donnell prestó otros valiosos servicios a los propietarios de esclavos. Haciendo uso de los poderes omnímodos, sometió a censura la Gaceta de Madrid para evitar la difusión en Cuba de una disposición que había sido dictada específicamente para la colonia: la ley de represión del tráfico negrero de 27 de febrero de 1845".

Como es lógico, esta pública impunidad determinaba que la provisión de esclavos estuviese asegurada aunque sus vaivenes dependiesen de la situación de la oferta al otro lado del Atlántico.










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Las condiciones del tráfico de esclavos en África Occidental. Mongos y colonialismo.

La situación en África era muy diferente a la del siglo anterior. Los países europeos más desarrollados como Inglaterra y Francia comenzaban ya a desplegar sus zonas de influencia en el continente y, en lugar de las pequeñas factorías, mayoritariamente inglesas, dependientes de compañías monopolistas, habían aparecido, al amparo de la clandestinidad, una nueva generación de grandes suministradores de esclavos, los llamados Mongos, que actuaban como factores independientes para el mercado americano. Hasta tal punto solía ser así que muchas operaciones se hacían aventureramente sin consignatario ni documentación, con la seguridad de poder colocar el género a buen precio como nos lo cuenta Canot:


"Mon voyage était une spèculation entreprise sans préparation, donc sans papiers, ni manifeste, ni registre, ni consignataire, ni destination. Il me serait donc nécessaire d'agir avec un degré de circonspection tout à fair exceptionnel non seulement lorsqu'il s'agirait de débarquer ma cargaison humaine mais aussi dans le choix du lieu d'où je pourrais communiquer avec certaines personnes indispensables".

En el siglo XIX, la trata en África estaba manejada por proscritos y marginados de muchos países europeos y americanos, aunque los factores más importantes solían ser mestizos de origen portugués, también habían brasileños, portugueses y españoles. Sus orígenes, al igual que los de las tripulaciones de los barcos negreros o de los empleados en las factorías de esclavos, solían ser de verdadera marginación. Probablemente las agresiones vividas desde la infancia les habían endurecido y les habían empujado hacia el encarnizamiento en la agresividad. A través de sus implicaciones marineras en el tráfico de esclavos, desde lo más bajo habían devenido en grandes mercaderes sin escrúpulos que poseían barracones repletos de esclavos, harenes y criaderos -para una más "selecta" clientela- de seres humanos con sangre mixta en las proporciones que el demandante desease.

No se paseaban por las calles de La Habana como honrados propietarios, pero desfilaban como reyes entre los pueblos costeros africanos que, de hecho, trabajaban para ellos provocando guerras, saqueando poblados o raptando personas. Obviamente, sus métodos se habían tenido que adaptar a las nuevas condiciones de clandestinidad del tráfico y, por ello, la rapidez en los tratos y la habilidad para burlar el bloqueo de la Armada Británica eran requisitos fundamentales. Esto hacía necesario que la oferta pudiese superar o, por lo menos, responder a la demanda y, por lo tanto, los barracones debían estar repletos de
esclavos antes de la llegada de los barcos negreros. A su vez, esta necesidad apremiante de brazos y la rapidez con que tenían que embarcar a centenares de esclavos desencadenaban guerras tribales o saqueos con el fin de obtener aprovisionamiento masivo y rápido. Los lugares próximos a las costas occidentales de África, desde Senegal hasta Angola, bullían en conflictos tribales provocados por el hambre del beneficio y agravados por la venta masiva de armas de fuego a los indígenas. Los sufrimientos y la miseria, inseparables del tráfico de esclavos, habían aumentado de forma exponencial desde el momento de la captura hasta al almacenamiento en los barracones y la travesía intermedia, pasando por las largas y penosas caravanas de esclavos hacia la costa. Se había hecho de la muerte masiva otro negocio, tanto porque era menos comprometido tirar "la mercancía" al mar cuando se era perseguido por un barco de la escuadra inglesa, como porque los hacendados cubanos jamás adoptaron la llamada "solución virginiana" (la reproducción in situ) puesto que no les era tan rentable como el reemplazo rápido de sus "reventados caballos" y por esto, apenas había mujeres negras en las plantaciones. Los hacendados habaneros ya habían explicado espléndidamente en 1810 sus motivos a las Cortes de Cádiz:

"la esclava preñada y parida es inútil muchos meses, y en este largo periodo de inacción su alimento debe ser mayor y de mejor calidad. Esta privación de trabajo y aumento de costo en la madre, sale del bolsillo del amo (...) todo forma un desembolso de tanta consideración (...) que el negro que ha nacido en casa ha costado más que el que de igual edad se compra aquí en pública feria".

Por lo tanto, la solución, como decía Madden, era reventar de trabajo a los esclavos para su mejor amortización. El frío cálculo de la muerte estaba echado, como denunciaba Blanco White:

"Tiempo ha que está calculado (¡y jamás se ha hecho cálculo más horrendo!) que un negro a quien se hace morir a fuerza de trabajo, produce más ganancia, aunque haya que comprar otro, que dejando vivir el tiempo que naturalmente viviera de otro modo".

Por otra parte, al este del Atlántico, la perversidad de los mongos y su indiferencia ante la muerte o el valor de la vida humana, incluyendo las suyas propias, era proverbial:

"La traite illégale était une serre chaude où prospèrait la cruauté, pareille à quelque plante parasite des pays tropicaux. Tout semblait favoriser sa croissance: le pouvoir illimité du capitaine, l'asservissement illimité des esclaves, la couleur de leur peau, leur langage étrange, la vie, en marge des lois, des équipages composés d'hommes qui n'avaient plus rien à perdre, la peur de la fièvre, de la prison, de la potence


En efecto, estos hombres, los verdugos, tanto abastecedores como acarreadores, aquéllos que hacían el trabajo más desagradable, más peligroso y más sucio y cuya sensibilidad compasiva, hablando en términos de White, estaba embotada por la costumbre, no tenían absolutamente nada que perder y sí la ilusión de ganar un lugar entre los triunfadores. De ellos decía White:

"Si la disposición natural, la costumbre y la necesidad se combinan para despojar a una clase de personas de todo sentimiento humano ¿qué serán sino verdaderas fieras? Así que todo el que se emplea activamente en la conducción de negros es un monstruo, por oficio".

Y si nos preguntamos por el posible sentimiento de culpabilidad, sin descartar las normales excepciones, la misma disquisición de Arango a las Cortes, tantas veces citada, nos asegura que no pueden ser culpables aquellos que ni tan siquiera son meros instrumentos y que, en este sentido, la culpabilidad se convierte en virtud cuando dentro del inevitable mal, escogen razonablemente el "mal menor":


"Según se nos decía, y dicen todavía, muchos libros de respetables autores, era [la religión] muy interesada en liberar esas almas, de eterna condenación; y (...) no puede ser justo dejar burlados y expuestos a los blancos que obedecieron estos preceptos (...) Dios no permita que nosotros profanemos nuestra moral santísima (...) Dios no permita (...) que ahora defendamos nosotros como un acto de piedad la violencia de traer y de traer en cadenas desde países remotos a criaturas humanas; pero pues no somos autores ni aún instrumentos siquiera de semejante violencia; pues nos hallamos por ella rodeados (...) y autorizados para
escoger los que menores sean, huimos de las extremidades, y con igual cuidado procuramos evitar los del sórdido interés que los del loco entusiasmo".


Aunque, como dice White, la habilidad y destreza del redactor no salva las patentes contradicciones de la argumentación, hay que hacer notar la enorme profundidad de la premisa sobre la que se asienta la salvación de los negreros –que es, en definitiva, el Orden Divino- y el gran cinismo que demuestra en su redacción el aquí más sórdido interés que la mente humana pueda concebir. Sin embargo, la ausencia de culpa no debe equivocarnos sobre la lucidez de algunos de estos hombres. El mismo Canot, uno de los negreros más famosos de las costas africanas, reconocía que era la misma codicia del hombre blanco y las
necesidades superfluas impuestas a los africanos, a través del comercio, los principales desencadenantes de las guerras tribales y la desestabilización de África:

"Néanmois, j'affirme sans hésiter que les trois quarts des esclaves exportés d'Afrique sont le fruit de guerres fomentées par la cupidité de notre prope race. Nous excitons les convoitises des noirs en leur inculquant des besoins et des désirs dont l'indigène ingènu n'avait jamais rêvé tant que l'esclavage était resté une institution domestique (...) Mais des denrées et des objets, d'abord de pur luxe, sont devenus peu a peu de première nécessité et c'est l'homme qui, en Afrique, est devenu, véritablement, la monnaie d'échange".

En efecto, los productos extranjeros habían devenido artículos de primera necesidad no sólo para los pueblos costeros sino también para muchos del interior más inmediato y su obtención dependía exclusivamente de sus lazos con los factores esclavistas. Los mongos solían pactar el suministro de esclavos con los reyezuelos de aquellos pueblos, próximos a la costa, que habían desarrollado estructuras más centralizadas y estaban, por lo tanto, en disposición de ejercer un mayor poder sobre las tribus del territorio. Por ejemplo, John Ormond (Mongo John), asentado en Río Pongo (hoy, República de Guinea) había pactado con el musulmán Alí-Mami, rey de Fouta-Djalon, sencillamente porque las fuentes de
los ríos Pongo y Núñez se encontraban en las tierras altas de Fouta-Djalon y servían de excelentes vías de comunicación y transporte de oro, marfil, arroz y esclavos. Canot relata cómo el rey se abastecía de esclavos para vendérselos luego al mongo:

"Aux approches de la saison des pluies, l'Ali-Mami (...) comptait engager une 'grand guerre' contre diverses petites tribus et, grâce à la vente des captifs, les troupeaux détruits (...) pourraient être reconstitués".

Pero la alianza de Ormond con los Fouta-Djalon era sólo una más de sus variadas fuentes de beneficios.

Ormond era hijo de un traficante de Liverpool y una princesa indígena. Estudió durante algún tiempo en Inglaterra donde le había llevado su padre, aunque sin reconocerle legítimamente, por lo que, a la muerte de éste, se encontró totalmente desamparado. Se hizo marinero y finalmente volvió a su tierra a reclamar su herencia por ambas partes. Hacia 1820, Ormond, príncipe ya de una tribu costera, había sometido a la mayoría de los pueblos mandingos del interior del río, imponiéndoles como tributo la paga en esclavos. Seguía así la profesión de su siempre ausente padre y la condujo tan eficazmente que en pocos años se convirtió en uno de los mayores suministradores de esclavos de la costa. Su gran factoría se encontraba en el pueblo de Bangalang, en terrenos cenagosos al pie de los montes Soussous. Era un lugar ideal para la trata clandestina y a la escuadra británica le era muy difícil su vigilancia. De Ormond se decía que sus barracones rara vez tenían menos de 1000 esclavos y que podía conseguir con rapidez 5000. Le defendía su propio ejército pirata y poseía un harén famoso por la cantidad de mujeres que contenía, muchas de ellas princesas de las tribus vecinas con las que se había aliado. Es decir, Ormond había tejido a su alrededor todo un entramado de variados intereses tanto colectivos como individuales que dependía totalmente de la buena marcha de su deshonesto negocio que, en sus últimos años, comenzaba a decaer. Paradójicamente había creado su propia desgracia pues, como nos lo cuenta Canot, sería precisamente la absoluta dependencia que tenía su gente de las mercancías europeas y el miedo a perderlas lo que, en última instancia, desencadenó, con ayuda del alcohol, la muerte del mongo en 1828. Canot -que ya había pasado de ser empleado de Ormond a tener su propia factoría en Kambia- y Mongo John discutieron por la consignación de un cargamento de mercancías por valor de 375 esclavos. Ormond rehusó orgullosamente el 50% que le ofrecía Canot y esto desencadenó la tragedia puesto que las consecuencias no sólo atañían al mongo:

"Lorsqu'un facteur, sur la côte d'Afrique, refuse de traiter une affaire ou s'en montre incapable, la foule des parasites, des serviteurs, de vauriens et des habitants du village en souffre (...) Ils ne comprennent pas qu'une occasion de commercer puisse être refusée et ils s'en montrent toujours indignés".

Tan indignada estaba la gente de Ormond que se produjo una verdadera rebelión contra el mongo, capitaneada por sus mujeres completamente seducidas por los textiles, abalorios, espejos, etc. extranjeros. Canot desarrolla un relato muy interesante de la terrible venganza de las esposas:

"Elles osèrent l'accuser de tous les vices et de tous les péchés que des épouses outragées ont coutume de dènoncer (...) Elles se vantaient de leurs infidélités, célébraient les mérites de leurs amants et, exhibant leurs enfants avec de rires moqueurs, elles lui faisaient constater vuelque frappante ressemblance".

Ormond, lleno de furia y completamente ebrio, entró por la noche en el harén con la intención de castigar a sus esposas y, sintiéndose de nuevo humillado por la fácil huida de las mujeres, se pegó un tiro.
Una vida no menos macabramente novelesca tuvo el propio Canot, de quien se dice que había nacido en Francia y era hijo de un soldado del Imperio casado con una italiana. Después de múltiples avatares corsarios, embarca en 1826 en un negrero de La Habana hacia Río Pongo donde pronto, como hemos mencionado, tendrá su propia factoría en Kambia asociándose con un londinense, Edward Joseph, que había llegado a Sierra Leona con el gobernador Turner. Precisamente, en este hombre que aparece esporádica, aunque intensamente, en la Autobiografía de Canot, se dan muchas de las contradicciones y fisuras que produce la empatía con las víctimas. En Joseph se daba, mejor que ningún otro factor, ese extraño binomio amor-odio que, en realidad, aunque opuestos, se hallan en el mismo lugar porque del otro lado sólo encontramos la indiferencia. Es precisamente una indiferencia lúcida la que muestra Canot al relatarnos la buena predisposición de su socio para casarse con una princesa indígena:

"Peut-être sa philosophie était-elle plus libérale que la mienne ou son sens de la fraternité humaine plus éntendu (...) Quoi qu'il en soit, sa vie en Afrique ne lui avait pas seulement donné du goût pour les habitants de ce continent, leurs moeurs, leurs superstitions mais avait fait de lui un partisan de la fusion des races plus fervent et plus franc qu'aucun abolitionniste dèclaré. Joseph était victime de l'africomania".

Cuando este singular personaje tuvo que dejar África perseguido, como traficante de esclavos, por el Tribunal de Sierra Leona, Canot quedó como único factor de Kambia. Sus principales consignatarios eran cubanos y en este momento ya se había convertido en "Mongo Theodore" (después también se le conocería, por sus peligrosos juegos con la pólvora, como "Pólvora Canot") y se aprestaba a acumular una fortuna cuando, el 25 de mayo de 1828, lo perdió todo a causa de un incendio seguramente provocado por los herederos de Ormond, que consideraban peligrosa la competencia de Kambia. Después de numerosos actos de piratería en el mar, obtiene en Cuba el mando de un barco negrero, una goleta americana llamada "La Estrella" con destino a Ouidah, en la Costa de los Esclavos. Se esperaba obtener 450 negros a cambio de ron, pólvora, fusiles ingleses y textiles de algodón de Manchester. El receptor de las mercancías era otro de los mongos más importantes, Francisco Félix de Souza, más conocido entre los indígenas por Cha-Cha. Mestizo de Río de Janeiro emigró a Dahomey y, gracias a la eclosión de la demanda brasileña de esclavos, llegó a factor esclavista pactando con el rey de Dahomey el monopolio de la trata en la zona a cambio de una tasa por esclavo exportado. Vivía como un noble ocupando un antiguo fuerte portugués que había convertido en palacio. Tenía cientos de servidores, un gran harén y al igual que Ormond:

"il s'entourait de tout ce qui pouvait corrompe la vertu, flatter les passions, tenter la cupidité, faire apparaître les faiblesses, satisfaire la sensualité et compléter l'image de la traite telle qu'elle s'in carnait au Dahomey".

Cuando murió, en mayo de 1849 de una crisis cardiaca, los rituales fúnebres fueron los de un rey y la ceremonia se prolongó durante varios meses.

Canot tuvo un desgraciado viaje de vuelta a Cuba con el "Estrella" que incluyó una rebelión de esclavos, una epidemia de viruela, tempestades y vientos contrarios y, finalmente, la persecución de los británicos pero salió indemne y volvió a Sierra Leona siendo intérprete y piloto de una barco americano con destino al famosísimo mercado de esclavos de Gallinas donde se encontraría nuevamente con su destino de factor negrero. Corría el año 1836 y la trata continuaba. La reacción adversa de los pueblos playeros ante la abolición favorecía considerablemente el suministro de brazos. Resulta reveladora la respuesta del rey Holyday al capitán Crow cuando éste le comunicó la prohibición de la trata:

"Crow! Vous et moi avons été amis beaucoup de temps et moi savoir vous parler avec vraie bouche! Quoi faire nous si votre roi arrête commerce? Vous savoir bien que nous avoir trop femmes et enfants (...) Si commerce arrête alors falloir nous tuer enfants (...) Mais nous penser commerce pas possible fini et tous sorciers dire à nous aussi votre pays être jamais plus fort que le Dieu tout puissant!".

Con el recordatorio de que los ingleses no eran dioses, el rey indígena dejaba claro que ni tan siquiera ellos podían parar la maquinaria del comercio de esclavos que tanto habían contribuido a desarrollar.

El fantasma del Blog
Gallinas. En el corazón de las tinieblas.

Ciertamente, hacia 1829 la maquinaria de la trata ilegal continuaba con más esplendor que nunca en Gallinas, a 7º latitud norte y 12º longitud oeste, entre Sierra Leona y Liberia, calificada por Canot como "le coeur du comerse des esclaves"37. El efecto disuasorio de la presencia de la Armada Británica en Fernando Poo desde 1827 había desviado el tráfico hacia este bien administrado centro de comercio que, además, se había beneficiado del suicidio de Ormond en 1828, de tal forma que muchos de los barcos consignados, en un principio, a Río Pongo se desviaban hacia Gallinas. Canot hace una inmejorable descripción del oscuro lugar que él mismo calificaba de araña recordándonos inevitablemente la del personaje seminovelesco de Marlow cuando su barco pasa por el Golfo de Guinea:

"A près de cent milles au nord de Monrovia, une rivière paresseuse vient se perdre lentement dans l'Atlantique. Pendant la saison des pluies, elle apporte de riches alluvions qu'elle dépose au point de rencontre de la marée et de l'océan oú elles forment une réseau d'innombrables îlots spongieux. Pour qui vient de la mer, elles émergent à peine, couvertes de roseaux et de palétuviers et pareilles à un inmense champs de champignons vénéneux (...) sa dangereuse barre, son extrême désolation en faisaient le repaire désigné du traitant ou de l'outlaw"

Y en este lugar idóneo para la trata clandestina, que era factoría de esclavos desde 1813, se había establecido en 1821 el que sería el mayor traficante de esclavos de la costa occidental de África, Pedro Blanco Fernández de Trava .

La vida de este peculiar y novelesco personaje se cruza con la historia de Fernando Poo y la colonización española de la isla de forma sinuosa y harto difícil de narrar, pero el punto de confluencia de las dos historias es de una importancia que, hasta ahora, ha pasado desapercibida o, en todo caso, se ha minimizado. De hecho, el Mongo de Gallinas, fue el único negrero español con planes de colonización propios para las posesiones españolas en África y éstos se convirtieron en uno entre otros de los factores que decidieron al gobierno español, en 1842, a mandar su segunda expedición oficial a Fernando Poo y Annobón.
Blanco y sus planes de colonización fueron tan sólo una pieza más, aunque importante, de una complicada trama histórica tejida a ambos lados del Atlántico que determinó la presencia casi obligada de España en las islas, sesenta y tres años después de la malograda expedición Argelejo. A él debemos prestar, por tanto, cierta atención.

Este malagueño de desgraciada infancia y vida azarosa y rocambolesca, se convirtió, a partir de su llegada a Gallinas, en el mayor suministrador de esclavos de los negreros cubanos, a la vez que estableció redes y transacciones comerciales con Europa, África y América en plena era de la Abolición.

Las claves del éxito de Blanco residían tanto en su personalidad como en sus métodos. Blanco partía ya de ciertos conocimientos de navegación, tanto por ser hijo de capitán de barco cuanto por haber asistido durante unos años a la Escuela de Náutica antes de su huida apresurada de Málaga. La experiencia la halló en sus numerosos viajes como grumete, piloto y pirata en barcos negreros. Aprendió del criadero de esclavos de Mr. Reeves durante su estancia en Recife y de los métodos de Cha Cha en su etapa de empleado en Ouidah. Cuando decidió asentarse por su cuenta como factor de esclavos sabía ya muy bien lo que quería y cómo realizarlo. Los elementos cruciales del triunfo en los años de la trata clandestina eran la rapidez, abundancia y seriedad en el suministro de esclavos y la seguridad de no ser molestado por los buques ingleses. Para un rápido y abundante suministro, Blanco necesitaba fomentar el conflicto para así tener sometidos bajo su control a las tribus más cercanas que pudiesen hacer de intermediarias. También era preciso para evitar la competencia y favorecer el menudeo, un consenso entre todos los factores asentados en el río y, para ello, logró la formación de una especie de federación de factorías. Para asegurarse una cierta impunidad ante la Armada Británica requería de un lugar idóneo y de un eficaz sistema de vigilancia y espionaje que supo montar tan certeramente que Thomas señala: " que sólo en 1837, aunque el Tribunal de Sierra Leona condenó a veintiséis barcos, setenta y dos salieron de La Habana hacia África y noventa y dos llegaron a Brasil". La mayoría de ellos se abastecía en Gallinas.

Tanto el lugar como la gente ofrecían numerosas ventajas para la piratería; el laberinto de manglares del tenebroso estuario del río Gallinas y su peligrosa barra hacían impracticables todos los esfuerzos de vigilancia de los buques ingleses. Por otro lado, la ausencia de una estructura político-administrativa centralizada entre los habitantes del país del Vey, sus continuos enfrentamientos tribales y su escaso contacto con el comercio europeo, formaban una conjunción que posibilitaba con cierta facilidad la creación del conflicto a través de la guerra, la corrupción y el soborno, medios todos ellos que Blanco supo aprovechar al máximo. En muy poco tiempo, desencadenó la guerra en todo el territorio del Vey, facilitando armas de fuego a todos los contendientes a cambio de esclavos, aceite de palma, alimentos, etc. El resultado de la venta masiva de armas, hecho inusual en la región, fue el comienzo de un abundante suministro de "piezas de Indias" muy baratas, puesto que un esclavo podía ser intercambiado por un sólo fusil. De esta manera, pronto se fueron formando en Gallinas y Sulima pequeños estados dedicados exclusivamente a la caza de esclavos. Las tribus ribereñas se enriquecían mandando expediciones al interior o cobrando peaje a las caravanas e impuestos a los factores. Las tribus de la parte alta del río no estaban de acuerdo con este desigual reparto y, a partir de 1827, se desencadenó una gran guerra entre las tribus que habían devenido más fuertes, Amarar y Shiakar, cuyo sangriento resultado contribuyó a que Gallinas alcanzase su mayor volumen de exportación hacia 1832.

Ya hemos comentado que Gallinas, al igual que otro estuario parecido más al sur, Sulima, eran centros de la trata desde aproximadamente 1813, aunque los factores allí asentados eran seres marginados de varios países, sin expectativas, que apenas sobrevivían vendiendo pequeñas cantidades de esclavos a los negreros que recalaban allí cuando no podían hacerlo en la Costa de los Esclavos o en la Costa de Oro. Cuando llegó Blanco con su socio, Martínez, al que había conocido en un barco negrero, residían en los diversos islotes, junto a otros traficantes menores, generalmente portugueses, el español Tomás Rodríguez Burón y su socio, y los también españoles José Ramón, Vicuña y Gume Suárez. La llegada del malagueño sembró la desconfianza entre estos hombres que, después de varios intentos de expulsarle, que Blanco sorteó con la inteligencia que le caracterizaba, accedieron a realizar un pacto para repartirse proporcionalmente las ganancias de la trata y construir un sistema de vigilancia conjunto contra los británicos. Según la bien documentada información de Novás Calvo, se construyeron veinte puestos vigías, sobre árboles o torres de ladrillo con indígenas provistos de telescopios al mismo tiempo que Blanco:

"transmitió a los armadores un código de señales heliográficas, y por medio de fogatas, para orientar a los negreros de la costa. Pedro había encargado a Alemania una docena de aparatos, con espejo y telescopio, que enviaban los rayos del sol a muchas millas de distancia (...) Las claves de señales sólo la poseían los armadores, sus capitanes, los vigías escogidos y los factores... Los pestañeos de los espejos tenían todo un alfabeto... Era el principio del sistema de vigilancia más perfecto que había tenido la costa. Pedro adquirió el nombre de Mago-Espejo-Sol".

Para salvar el obstáculo de la peligrosa barra que cerraba el estuario, Blanco tenía a su servicio a un número elevado de krumanes y grandes canoas donde cabían más de mega_shok.gif esclavos que le permitían transportar a los barcos cientos de africanos en una hora escasa.

En la estación seca de 1823 fueron ya varios los barcos de La Habana que llegaron a Gallinas consignados a Blanco. Su fama de eficaz traficante se había extendido por Cuba, alimentada, al principio, por sus parientes, los Fernández de Trava, relacionados con los más altos cargos de la isla, y por sus contactos comerciales anteriores con los consignatarios de Regla.

Pero muy pronto, Blanco empezó a tejer sus redes financieras no sólo en Cuba, sino en Estados Unidos, Gran Bretaña y España. En Cuba se convirtió en el gran tratante de hacendados y negreros a través de Pancho Martí, su primer socio. Una breve descripción de éstos nos puede ser de gran utilidad para una mejor comprensión del triángulo financiero construido por Blanco. El catalán, Francisco Martí y Torrens, que llegó a Cuba en 1810 en la mayor de las miserias, recibió en 1829 el nombramiento de subdelegado de Marina de la Chorrera, encargado de reprimir el contrabando desde la entrada al puerto de La Habana hasta la playa de Baracoa, y este golpe de suerte le sirvió para colocarse entre los mayores negreros y contrabandistas que controlaban la isla. En 1840 su riqueza figuraba ya entre las fortunas más saneadas de Cuba y "sus andanzas por el Golfo de México lo llevaron a iniciar en Yucatán, bajo el disfraz de obreros contratados -a semejanza de la trata de culíes chinos- el tráfico esclavista en las costas de Yucatán y
Campeche" Para Fradera tuvo un papel muy destacado en este nuevo tráfico de carne humana que permitió al aparato negrero formado entre 1810 y 1840 rehacerse temporalmente y mantener entre 1850 y 1865 importantes entradas de nuevos esclavos. Otro de los socios y clientes de Blanco era el santanderino Joaquín Gómez que:

"no sólo era el pionero de la trata ilegal con África sino también uno de los primeros tratantes nacidos en España que compró molinos de azúcar (...) a los que él mismo se encargaría de abastecer de esclavos. Más tarde fue fundador y director del primer banco de Cuba, el Real Banco de Fernando VII, y el primer plantador cubano que empleó rodillos de acero, importados de Inglaterra, en sus molinos".

Ya hemos visto cómo primero Tacón y luego Vives le encargaron junto a Pancho Martí la organización de la distribución de emancipados y también vimos la forma y los métodos empleados para reesclavizar a éstos.

Los sobrinos de Blanco por vía paterna, Fernando y Julio Blanco, también se asociaron al principio con su tío, aunque en la década de los 50 se convirtieron en respetables mercaderes con patrimonio en Londres, Liverpool, La Habana, Santiago, Madrid, Cádiz, Barcelona, Santander y Bilbao.

El Mongo de Gallinas también podía presumir de tener como clientes a Drake y Cía., Pedro Forcade, el conde de la casa Brunet, Salvador Samá, Miguel Azopardo, etc. Pero su más fuerte y segura conexión fue, sin duda, con el mayor negrero y potentado cubano, el alavés Julián Zulueta, que se casó con una sobrina de su socio, Salvador Samá y Martí. Fue agente en La Habana de los negocios de su primo afincado en Londres, Pedro Juan Zulueta de Ceballos, con quien luego se asociaría y a cargo de cuya empresa en Londres, Zulueta and Co., solía girar sus letras Pedro Blanco, pues le suministraba equipo para los barcos negreros. Aunque los Zulueta, obviamente, negaron siempre su conexión con Blanco, William Macaulay declaró ante un comité de la Cámara de los Comunes que investigaba los negocios de la familia vasca, lo siguiente:

"Zulueta está en conexión íntima con el más grande distribuidor de esclavos de la Costa, Pedro Blanco, y una serie de documentos llegados a Londres nos muestran la estrecha unión de intereses de ambos".

Además de sus numerosos negocios financieros y negreros, Zulueta llegó a convertirse en uno de los mayores plantadores de Cuba proveyendo directamente a sus ingenios de esclavos negros y culíes chinos49 y "probablemente fue el importador de la mayor parte de los cien mil esclavos que llegaron a Cuba entre 1858 y 1862", como asimismo fue el mayor abastecedor de Fernando Poo a través de la casa filial de los Zulueta en Londres durante los intentos colonizadores de la segunda mitad del XIX. También era el principal accionista de la Compañía "Expedición por África" que poseía más de 20 barcos. Llegó a ser senador vitalicio, se le condecoró con las grandes cruces de Isabel la Católica y de Carlos III y se le concedió el título de Marqués de Álava. Al morir dejó una fortuna a su hijo, Salvador Zulueta Samá, de 200 millones de reales que le hacía uno de los hacendados más ricos de España.

Como ya hemos mencionado, las redes comerciales de Blanco se extendían también por Estados Unidos, Inglaterra y España. Están comprobadas sus transacciones mercantiles con la firma inglesa de William Hutton que le proporcionaba armas, con Peter Harmony and Co. de Baltimore, con Robert Barrey de Nueva York y con Cádiz, a través de su socio, Pedro Martínez.

Un año después de la muerte de Ormond, en 1829, la federación de factorías, encabezada y dirigida por Pedro Blanco en Gallinas era, sin lugar a dudas, la primera abastecedora de esclavos de África. Blanco había ampliado considerablemente su establecimiento con más barracones para esclavos y mercancías, oficinas, la construcción de su palacete y de su serrallo. Como más tarde describiría Canot:


"cet homme bien élevé, au parler élégant, s'entoura de tous les luxes que l'argent peut procurer en Europe ou aux Antilles et vécut au milieu d'une sorte de splendeur orientale mais a demi barbare qui eût plutôt convenu à un prince africain qu'à un gentilhomme espagnol".

La guerra entre los indígenas que Blanco se dedicó a fomentar, contribuyó decisivamente a su enriquecimiento y, cuando ésta acabó en 1830, los amarares prisioneros fueron comprados por el mongo tras hacer un pacto con el vencedor, el rey Shiakar Mana, para un suministro regular y abundante de esclavos. A pesar de que llegaban a salir 6000 esclavos por año de sus barracones, el crecimiento de la demanda le llevó a ampliar su base de operaciones, creando otras factorías al norte y sur de Gallinas. Por el norte, llegó a desafiar claramente a los británicos con su factoría de la isla de Sherbro frente a las costas de Sierra Leona, no muy lejos de Freetown. Hacia el sur, los agentes de Blanco se instalaron en Sulima, Gran Bassa, Cape Mount, Monte Chico, Gran y Pequeño Cestos y Digby. Cuando
Canot llegó a Gallinas en 1836, Pedro le destinó como factor único a Nuevo Sestros a 14 millas al sur de Gran Bassa, donde tuvo que enfrentarse a los indígenas a quienes venció fácilmente. Él mismo nos narra el desarrollo de Nuevo Sestros bajo su cínica "misión civilizadora":


"Ma victoire sur le roi m'avait valu (...) le nom de 'Poudre' mais, dès qu'ils entendirent pronnoncer le mot 'store', je ne fus plus, dorènavant que 'Stori'.

El Stori, sans posséder en Afrique aucun mandat législatif, était destiné à effectuer une rapide transformation des mobiles et des espérances des hommes de cette region. En quelques mois, la vie afflua à New Sestros (...) A vrai dire, la métamorphose de ce coin d'Afrique ne put avoir lieu sans que, parfois, l'humanité eût à souffrir; pourtant, je suis convaincu que la civilisation moderne fit là, pendant mon séjour, de plus grands progrès que pendant la visite d'aucune autre facteur".

Así, parte de las costas de Liberia y Sierra Leona fueron monopolizadas por los factores de Gallinas cuyas redes incluían a algunos corruptos miembros del Tribunal Mixto. Sin embargo, Blanco, que ya se había alarmado al tener noticia en 1829 de la fundación de Clarence como estación de represión de la trata, se dio cuenta, a partir de 1836, de que la situación estaba cambiando y que las posibilidades de Gallinas estaban llegando a su límite. En 1834 le llegó la noticia de la supresión de la esclavitud en las colonias inglesas el año anterior; en 1835, con el nuevo Tratado firmado por España, las facilidades de la escuadra
antiesclavista británica en las capturas se habían duplicado y la mayoría de los negreros apresados entre Cabo Palmas y Sherbro, en África y, en el Caribe, entre la Punta de Maisí y el Cabo San Antonio, remitían, por los documentos o las declaraciones de los capitanes, a las factorías de Gallinas. Si la escuadra inglesa le cercaba por el norte, los abolicionistas americanos iban ensanchando su territorio por el sur donde se había fundado recientemente una nueva colonia, Maryland, que pretendía enlazar con Monrovia y, de esta manera, la situación pronto asfixiaría a las factorías de Blanco en el sudeste. Y como literariamente señala Novás Calvo:


"Rico, con la satisfacción de haber logrado su riqueza en el oficio más peligroso y heroico que había tenido la época, después de haber dominado reyes negros, factores blancos, hundido barcos, abordado otros, dictado leyes, ejecutado sentencias, burlado cruceros y creado una patria, en Pedro se despertó como accidentalmente una refinada ambición".


En realidad, esta ambición no era accidental sino que nacía de su lúcido análisis de la cercanía inevitable del fin del tráfico de esclavos a la manera en que, hasta entonces, lo venía realizando. Conocía muy bien los métodos del neoesclavismo que se practicaban tanto en Cuba como en Sierra Leona o Liberia y, consecuentemente, había llegado a la convicción de que esta reconversión del trabajo podía llegar a ser más rentable y, sobre todo, más segura, para los tiempos que se avecinaban. Soñaba, por lo tanto, en convertirse en colonizador tanto de "sus" territorios del Vey, como de Fernando Poo y desarrollar grandes plantaciones trabajadas con emancipados o libertos que él y sus socios se encargarían de acarrear. El desarrollo de estos planes implicaba, en el momento en que los países europeos habían comenzado a mirar África como su última vía de expansión, la colonización oficial y, para ello, Blanco necesitaba el apoyo político y militar del gobierno español. En realidad, el mongo, sin comunicar sus planes a sus compañeros de factoría, hacía tiempo que venía gestando su marcha de Gallinas a Cuba con el fin de reconvertirse de un marginado negrero, al que sus dignos socios cubanos toleraban como un "mal necesario", en un respetable colonizador bajo la protección de la bandera española.

Blanco estuvo preparando durante 1838 su partida de Gallinas; renovó los tratados con los reyezuelos del Vey y les compró tierras, al mismo tiempo que dejaba a su socio Burón encargado del mando de las factorías. Partió hacia Digby para hablar con Canot y desde allí puso proa a Fernando Poo, donde sus barcos ya habían realizado otras veces labores de espionaje, para cerciorarse de los rumores que corrían por la costa sobre las pretensiones británicas de formar en la isla otra Sierra Leona. Bajo pretexto de avería, y como barco de cabotaje, fondeó en el puerto de Clarence, cerca de varios cruceros ingleses y observó la actividad desplegada por los británicos en la ciudad. No está debidamente documentado que Blanco enviase un pliego sellado al Ministerio de Ultramar, denunciando la intrusión británica en posesiones españolas pero es probable, puesto que Novás Calvo dice, y no es creíble que sea una licencia literaria en un asunto tan prosaico, que:

"Burón quedó encargado (...) de insistir en la denuncia, subrayando en nuevas cartas al Ministerio de Ultramar el servicio que Pedro había querido prestar a su patria y lo que Fernando Poo podía significar por su posición estratégica para España. Eso, caso de que ésta mandara pronto algún acorazado a ocupar la isla".

Blanco llegó a Cuba a fines de 1839 y comunicó sus planes al Capitán General Ezpeleta que, dada su marcha el 10 de enero de 1840, no se preocupó por el tema. Tampoco encontró apoyo en su sucesor, Téllez Girón, príncipe de Anglona; pero, en mayo de 1841, el General Jerónimo Valdés sustituyó a éste con órdenes precisas del gobierno esparterista de buscar una solución a la mano de obra azucarera, más acorde con los tratados firmados con Inglaterra. En cuanto conoció los planes de Blanco, se apresuró a transmitirlos a la metrópoli junto con las informaciones de éste sobre la dominación de hecho de los ingleses en Fernando Poo. Luciano Franco sostiene que la presión de los negreros de La Habana fue determinante para el envío de la expedición oficial española al mando de Lerena, que partió de El Ferrol el 18 de diciembre de 1842. Ese mismo año, el General Valdés había recibido un Oficio del Ministro de Marina, Comercio y Navegación de Ultramar por el que comunicaba a la cúspide negrera la decisión del gobierno sobre el envío de la expedición, al tiempo que explicitaba parte de los objetivos de la misma:

"para facilitar el comercio con la costa de Guinea, por cuyo medio podía facilitarse también la adquisición de negros africanos, que no en calidad de esclavos sino en clase de colonos vayan a sostener las labores agrícolas de esa Isla, sin que sobre esta emigración puedan interponerse reclamaciones algunas, ya porque nada tiene de común con la trata o tráfico que es lo que fue prohibido en los tratados".

La coincidencia entre los objetivos de los negreros cubanos y los del Gobierno de la metrópoli no nos puede resultar extraña si tenemos en cuenta dos hechos de suma importancia que habían ocurrido en los años inmediatamente anteriores: por un lado, el rechazo de Las Cortes españolas, en 1841, al proyecto de Espartero de vender las islas a los ingleses, con lo que el Gobierno se encontraba en la necesidad perentoria de ocupar sus posesiones sin saber exactamente cómo y para qué. En esta situación, los planes de Blanco que eran, en grandes líneas y en cuanto al tráfico de emancipados, los de los negreros cubanos, venían a responder efectivamente a las dudas del Gobierno de cómo desarrollar la colonización respetando los tratados firmados y, por lo tanto, solucionaban a éste el problema político colonizador. Por otro lado, Blanco, tras el incendio de su factoría por los ingleses a fines de 1840 (hecho que merece atención aparte) estaba más interesado y convencido que nunca de que la única forma de continuar en la trata, reconvirtiéndola, era precisamente con un desarrollo efectivo de sus objetivos desde una posición de seguridad legal que le permitiese hacer frente a los británicos.

Estos dos hechos, coincidentes, se convirtieron en las causas fundamentales del comienzo de la colonización española en el África Negra, como trataremos de demostrar y, como fácilmente se deduce de dos de los principales objetivos de la misión Lerena: tomar posesión de las islas del Golfo de Biafra en nombre de España, como cuasi un mandato de las Cortes que habían desautorizado la venta de un "trozo de la madre patria", y averiguar, en Sierra Leona, los sucesos ocurridos en Gallinas y Corisco en noviembre de 1840, a
petición de los súbditos españoles afectados, es decir, la elite negrera cubana.


El fantasma del Blog
¿Vendemos u ocupamos?

El interés británico por la isla de Fernando Poo no había desaparecido con la evacuación de 1835 sino que, por el contrario, se continuaba pensando en ella como la llave para la supresión del comercio de esclavos en el Golfo de Guinea y la puerta de penetración en el Níger para desarrollar el "lícito comercio". Estas dos ideas complementarias estaban presentes en la mente de Thomas Fowell Buxton cuando concibió su plan de abrir el corazón de África a través de la navegación por el Níger. Para ello, Buxton pensaba en recuperar la base de Fernando Poo que, bajo un sistema de libre comercio podía, según él, prosperar como Singapur. En consecuencia, propuso al gobierno británico un plan de penetración comercial en África que supondría, a la larga, la desaparición del comercio de esclavos si se hacían tratados con los reyes africanos desde Gambia, en el oeste, a Bergharmi, en el este; y desde el Desierto, al norte, hasta el Golfo de Guinea, al sur. Este plan levantó no pocos entusiasmos entre la burguesía inglesa que, a través de la African Civilization Society, estaba dispuesta a proporcionar el staff científico siempre que el gobierno proveyera de barcos y misioneros. Una empresa privada, la Agricultural Association, tomaría a su cargo la construcción y gestión de una granja modelo.

En noviembre de 1838, el gobierno inglés escribió a Nicolls pidiendo información sobre el estado político, social y económico de la isla. La soberanía de España no se podía poner en duda puesto que ya se había reconocido anteriormente, así que al gobierno británico sólo le quedaba la acción de la compra. El 18 de abril de 1839, el mismo mes en que Espartero y Maroto iniciaron las negociaciones que llevarían en agosto al Tratado de Vergara, el embajador inglés en Madrid, Henry Southern, trasladó al gobierno español el interés del británico por la compra de la isla, no sin antes hacer una pequeña historia interesada de las dificultades que los dos gobiernos habían tenido en años anteriores para llegar a un acuerdo satisfactorio. Southern hacía referencia en su escrito al consentimiento que en 1825 dio el gobierno español al inglés para establecer la Comisión Mixta en Fernando Poo, a la par que señalaba que, estando los británicos en la isla y los edificios casi terminados para recibir a los comisionados, el gobierno español:

"retiró el libre consentimiento que antes había dado; e instó al Gobierno Británico que obtuviese por compra de España, la Soberanía y propiedad de Fernando Poo y Annobón. El Gobierno Británico no se hallaba dispuesto a admitir esta proposición, porque el objeto que entonces se tenía a la vista, era un acomodamiento al Gobierno español más bien que al Inglés, y el arreglo propuesto no se extendía más que al establecimiento de las Comisiones mixtas y a la locación en Fernando Poo de los esclavos libertados; y el Gobierno Británico creyó que estas medidas podían llevarse a efecto sin entrometerse con el título de España a la Isla".

La carta continua señalando que el gobierno español volvió a acceder al establecimiento británico cuando Inglaterra dio "amplia seguridad que no se entrometería con el título de España a la plena soberanía sobre la Isla..." para pasar a quejarse de que

"el Ministro español omitió significar el consentimiento del Gobierno español a la locación en la Isla de Negros libertados; y se tocó [sic] tanta dificultad en obtener para los Negros que se libertaban y colocaban en la Isla bajo dominio español, el pleno goce de su libertad y privilegios como súbdito británicos, que se juzgó conveniente proponer a España que consintiese a un cambio territorial, por el cual se hiciese Fernando Poo una posesión Británica y que los negros que estuviesen morando allí estuviesen por consiguiente seguros en el goce de sus derechos como súbditos británicos".

El cambio territorial que proponían los ingleses era el de Fernando Poo por una pequeña isla cercana a Puerto Rico llamada Vieques o Crab Island, a lo cual se negó el gobierno español. Mientras tanto, la insalubridad de Fernando Poo estaba más que probada ya en 1831 y este hecho, junto a que "había motivos para temer que la libertad de estos negros no podía asegurárseles mientras que la España conservase la soberanía sobre la Isla", decidieron al gobierno británico a abandonar el establecimiento. El embajador inglés termina su largo escrito exponiendo las razones que llevan a su gobierno a querer comprar ahora la isla:

"Mas ahora parece que el Comercio de Negros se hace bajo la bandera portuguesa, en tanto grado como nunca, en las bahías de Benín y Biafra; y el Gobierno de S. M. se ve obligado a estacionar cruceros en aquellas bahías con objeto de interceptar el tráfico. El Gobierno de S. M. pues, se alegraría de poseer la facultad de desembarcar y colocar de una vez a los negros capturados, cerca del punto de su captura (...) El Gobierno de S. M. desea con esta mira, volver a abrir la negociación con el Gobierno español (...) para la cesión de las Islas de Fernando Poo y Annobón a la Gran Bretaña bajo términos justos y razonables de compra".

En efecto, las relaciones entre Inglaterra y Portugal pasaban por sus peores momentos debido al aumento del tráfico brasileño bajo bandera portuguesa. Los ingleses urgían al gobierno portugués a la firma de un nuevo tratado abolicionista con condiciones denigrantes para la soberanía nacional lusa. Las presiones británicas provocaron una gran conmoción en la sociedad portuguesa y fuertes respuestas nacionalistas. El tratado continuaba sin firmarse, mientras el gobierno septembrino de Sá da Bandeira promulgó el Decreto de 10 de diciembre de 1836 que prohibía la exportación de esclavos por mar en todas las posesiones portuguesas y, ante el abuso que otras naciones hacían de la bandera lusa, publicó otro nuevo Decreto de 16 de enero de 1837 que restringía la concesión del pabellón nacional a los barcos construidos en Portugal. Sin embargo, el gobierno portugués se hallaba en una situación de total impotencia para hacer cumplir las leyes, tanto por la lejanía y extensión de su imperio como por la falta de recursos financieros y militares. Así, los nuevos gobernadores coloniales, encargados de hacer cumplir la ley contra el tráfico de esclavos, se vieron impotentes ante la falta de alternativa al ominoso comercio, las presiones de los negreros y la corrupción existente entre las autoridades de las colonias africanas y, o bien cayeron en las redes de la corrupción o fueron expulsados. El primer gobernador de Angola después de la promulgación del Decreto abolicionista, Bernardo Vidal, escribía a Sá da Bandeira:

“não publicarei a lei da escravatura (...) A Lei não é exequível (...) A publicação da Lei só traz consigo a ruína total, e inevitável desta colónia (...) Meu amigo, podemos perder esta Colónia, mas nem por isso se deixará de fazer o mesmo número de escravos, pois que podem prescindir dos nossos portos. Façam o que quiserem, na certeza que eu não esou resolvido a Governar sobre ruínas, e miséria”.

Estas palabras son suficientemente explicativas de la enorme debilidad del gobierno luso, debilidad que Palmerston aprovechó, sin ningún respeto hacia la soberanía nacional de su vieja aliada, promulgando el Bill de 24 de agosto de 1839 que permitía a los cruceros ingleses el apresamiento de barcos con pabellón portugués y daba poderes a los tribunales británicos para juzgarlos. Como dice Alexandre, era un acto de guerra no declarada que colocaba al gobierno portugués en una dificilísima situación de indefensión. A Inglaterra, la nación más poderosa del mundo, no le hubiese importado recibir una suicida declaración
de guerra por parte de su decadente aliada:

“A Palmerston não desagradava, aliás, que o governo português, em resposta, tomasse a iniciativa de fazer essa declaração: nesse caso –escrevera particularmente a Howard [el embajador británico en Lisboa]-melhor seria, já que várias das colónias de Portugal conviriamperfeitamente à Grã-Bretanha, que as ganharia na guerra e reteria na paz subsequente”.

En esta importantísima coyuntura, la posesión efectiva de Fernando Poo y Annobón era vitalmente necesaria a Inglaterra no sólo para controlar mejor las bahías de Benín y Biafra y al mayor abastecedor del Brasil, Angola, sino también como bazas a jugar contra la posición de Portugal.

Por su parte, España estaba en una delicada situación política y financiera: "El préstamo concedido por el Reino Unido en virtud del Tratado de 28 de octubre de 1828, se había hecho demasiado oneroso y los intereses vencidos no podían ser amortizados por falta de recursos"62. En 1839, el atraso en el pago de los intereses era ya de cuatro semestres y, ante la aparente inutilidad de las islas, se contemplaba por parte del gobierno español la posibilidad de vender sus posesiones a cambio de saldar parte de la deuda. Pero el Presidente del Consejo, Evaristo Pérez de Castro, tenía miedo, y con razón, tanto a la reacción pública como al lobby cubano representado en Madrid por María Cristina y, por lo tanto, optó por dar largas al asunto. El 4 de julio de 1839, los ingleses hicieron la propuesta formal de comprar las islas por 50.000 libras, no dejando de señalar que: "esta cantidad es más que el valor real de aquellas islas bajo cualquier punto de vista". El Ministerio de Estado acusó recibo el 17 de julio:

"He puesto en conocimiento de S. M. la Augusta Reina Gobernadora esta proposición, y tomada en consideración por su Gobierno, tengo el honor de hacer presente a V. S. que el punto de la enajenación o venta, dependiendo de la autorización de las cortes, cualquiera que sea la disposición del Gobierno de S. M., no está en las facultades del Gobierno Español anticiparse a la decisión de la Legislatura (...). [Y respecto al ridículo precio] (...) el Gobierno Español tenía en otro tiempo una idea más lúcida del valor de ellas, por una apreciación alzada, sujeta sin embargo a modificaciones; y que por este antecedente se persuade que el precio ofrecido es de menor importancia que lo que varios antecedentes han hecho concebir".

Pasó casi un año hasta que, el 9 de junio de 1840, el entonces embajador británico, Arthur Aston, después de lamentar el retraso del Gabinete de Madrid, pidió contestación urgente en los siguientes términos:

"el Gobierno de S. M. deseoso de asegurarse sin más pérdida de tiempo alguna posesión de territorio cerca de las ensenadas de Benín y Biafra, con objeto de facilitar la supresión del tráfico de esclavos en África, anhela por saber sin más demora la resolución del Gobierno Español sobre este asunto".

Cuando parecía que la situación se hallaba en un callejón sin salida, se produjeron tres hechos que desencadenaron una verdadera tormenta política: en agosto, Lord Palmerston subió su oferta a 60.000 libras; el 16 de septiembre de 1840 Espartero era nombrado Presidente del Gobierno y en mayo de 1841 era ya Regente Único del Reino y, por último, el 19 de noviembre de 1840 eran destruidas las factorías hispano-cubanas en Gallinas por la Armada Británica, hecho que muchos historiadores interpretan como una forma de presión para que el gobierno accediese a la venta de la isla.

Aunque la conjunción cronológica de estos tres factores hiciera que en abril de 1841 variase completamente la posición del gobierno español, es evidente que la importancia de estos hechos, por separado, está muy lejos de poder medirse con la misma vara. Seguramente la poco generosa nueva oferta británica influyó mínimamente en la decisión del gobierno puesto que la cifra ofrecida no alcanzaba para saldar toda la deuda. Por otra parte, si una de las intenciones de los británicos al destruir las factorías de Blanco era la de presionar al gobierno español para que vendiese, era una intención, de haberla, muy secundaria, que se
podría tachar incluso de torpe, puesto que sus efectos fueron los contrarios a los teóricamente deseados. Por lo tanto, no es probable que fuese esa la intención del gobierno británico. En cambio, la subida al poder de Espartero fue decisiva. Como es sabido, las deudas de Espartero y su grupo de Ayacuchos con Inglaterra sobrepasaba en mucho la mera cuestión financiera. Era fundamentalmente una deuda política y ésta fue la causa de que Espartero, habiendo desaparecido el obstáculo que significaba la persona de la Reina Regente y sus intereses esclavistas cubanos, no tuviese ningún inconveniente en que el Ministro de Estado, Antonio González, hombre de su confianza que había estado ultimando el asunto personalmente con Palmerston en Londres, en febrero de 1841, contestase a los ingleses positivamente el 4 de abril del mismo año, un mes antes de la elección de Espartero como Regente por las Cortes. Los términos de la carta son claros y taxativos de las intenciones del General de devolver una pequeñísima parte de los favores ingleses, haciéndoles el bonito regalo de unas islas inútiles, lejanas y desconocidas:

"Reunidas ya las Cortes me ha parecido deber tomar de nuevo en consideración este asunto, para tratar de que se finalice, puesto que el resultado ofrece ventajas tanto a la España como a la Inglaterra (...) Enterada la Regencia de las diferentes comunicaciones que han tenido lugar, me ha autorizado para concluir la negociación pendiente, a pesar de que la suma de sesenta mil libras esterlinas que por último ofreció Lord Palmerston (...) le ha parecido bastante reducida si se consideran las ventajas que la Inglaterra reportará una vez dueña de ellas. Esto no obstante, deseando complacer al Gobierno de su Augusta aliada la Reina
de Gran Bretaña sin más exigencias de nuestra parte, la Regencia del Reino consiente en la enajenación de las islas de Fernando Poo y Annobón, mediante la entrega de las referidas sesenta mil libras esterlinas y para dar una nueva muestra del anhelo con que el Gobierno de S. M. Cª procura cumplir los empeños que ha contraído con el de Gran Bretaña, en virtud del Tratado de 1828, desde ahora destina la Regencia dichas sesenta mil libras esterlinas al pago de los intereses de aquella obligación".

El 29 de mayo, el Embajador inglés envía ya la Minuta de un Convenio y un Borrador de Declaración, con cuyos textos el gobierno español estaba de acuerdo, pidiendo se añadiese tan sólo un artículo por separado donde casi se rogaba el trato de nación más favorecida para los buques españoles que recalaran en las islas. En el Borrador de la Declaración se contemplaba el destino de las 60.000 libras pagaderas por Inglaterra:

"se aplicará al pago de intereses de los que adeudan a los súbditos de S. Magestad Británica por cuenta de las certificaciones de inscripción emitidas para satisfacer sus reclamaciones en virtud de los Convenios concluidos entre la Gran Bretaña y España en 12 de Marzo de 1823 y 28 de Octubre de 1828 (...) la referida suma (...) se destinará al pago de un semestre corriente de dichos intereses que venció el 8 de Marzo último y otro semestre de los atrasados (...) y también se abonará el semestre corriente que vence el 8 de Septiembre del presente año y otro atrasado".

El 9 de julio de 1841 se presentó el Proyecto de Ley a las Cortes con un único artículo:

"Se autoriza al Gobierno para que ceda a la Gran Bretaña las islas de Fernando Pó y Annobón por la suma de sesenta mil libras esterlinas que ha ofrecido por ellas, y con arreglo a un convenio especial que se firmará por los plenipotenciarios nombrados al efecto por su Majestad Católica y S. M. Británica, del cual se dará cuenta a las Cortes después de ratificados".

En la Gaceta de Madrid del 10 de julio aparecieron los nombres de los miembros de la comisión que debían informar el proyecto: Ferrer, como presidente, Chacón que actuaba de secretario, Primo de Rivera, Campuzano y Capaz. El informe, como era de esperar, fue favorable a la venta. Sin embargo e inesperadamente, se desencadenó una furiosa campaña de prensa en contra del proyecto detrás de la cual se encontraban los enemigos del Regente, tanto los moderados como progresistas desencantados por su autoritarismo, así como, naturalmente, los intereses negreros cubanos, muy bien representados en la península.

Las posiciones del gobierno fueron defendidas con los ya típicos argumentos de la inutilidad de las islas, por dos periódicos oficialistas: "La Constitución" y "El Eco del Comercio", mientras la prensa de la oposición, "El Correo Nacional", "El Corresponsal" y "El Cangrejo", atacaban duramente el proyecto de venta desde posiciones patriótico-populistas. "El Corresponsal", diario de los monárquicos constitucionales, dirigido por Buenaventura Carlos Aribau, argumentaba que si los poseedores de bonos iban a ser pagados con las islas, otros podrían pedir sus compensaciones con la venta de Filipinas, Las Antillas, Canarias, incluso Las Baleares y que "esto era una tentativa para entrar en más importantes concesiones a la Inglaterra", no dejando de señalar que

"La posición de las islas africanas las constituye la llave para el comercio, no sólo negrero sino de muchos artículos que con el África hace nuestra Habana, y su cesión a Inglaterra traería a esta rica posesión nuestra perjuicios muy considerables, por más de un concepto".

Pero el enemigo más virulento de los planes del Regente era "El Correo Nacional", diario moderado dirigido por Andrés Borrego, que, durante todo el mes de julio y hasta que se retiró el proyecto en agosto, sacó largos artículos en contra de la enajenación de las islas. En uno de ellos atacaba la línea de argumentación abolicionista de Inglaterra, desvelando los propósitos económicos del gobierno británico:

"Cuatro grandes intereses van a lograr en su provecho el Reino Unido de la Gran Bretaña con la posesión de esas islas que tan desventajosa e inexactamente han procurado pintar los periódicos del ministerio: el primero es la represión segura y absoluta del comercio de negros (...); el segundo, la creación de una nueva colonia que rivalice con nuestras Antillas; el tercero, el establecimiento de pesquerías en un mar abundantísimo en pescado que empieza a llamar la atención de Europa; y el cuarto y principal, la formación de un punto magnífico de depósito, escala de comercio y base de colonización para todo el interior de
África".

Cuando ya la opinión pública estaba mayoritariamente en contra del proyecto y éste a punto de ser retirado, una serie de consideraciones indirectas sobre la necesidad de colonización de las islas, aparecidas en el mismo periódico, se encargaron de reforzar tal postura:

"Es un hecho (...) en todos los establecimientos destinados a bases de colonización, que hayan de estar en lo posible situados en las islas (...) En el mundo actual, y dado el estado de América, y el que tiene ya en La India, el objeto mercantil más inmediato es el África (...) Si nos cogen estas dos islas, los ingleses pueden decir que han bloqueado todo el África, circundándola con una cintura de posesiones británicas, dominadoras de todo el porvenir mercantil de aquella parte del mundo, destinadas en tiempos no remotos a jugar una parte muy importante en la historia y vida de la civilización".

Ante esta delicada situación, el 19 de agosto el ministro se apresuró a comunicar a Inglaterra la obligada retirada del proyecto:

"el Gobierno de S. M. se ve en la necesidad de retirar el proyecto de Ley presentado a las Cortes en 9 de Julio último (...) Me parece escusado el referir a V. S. todas las razones que han impedido al Gobierno dar este paso, pues consta a V. S. sobradamente la fuerte oposición que la prensa periódica en general ha hecho contra el citado proyecto desde que éste llegó a ser noticia, y sabe asimismo que la opinión pública y la de los dos cuerpos legislativos se ha declarado no menos severa, según he tenido la honra de hacerlo presente a V. S. en diferentes conferencias. Sólo bastará probar al Gabinete Británico que el de S. M. Cª ha hecho por su parte lo posible para terminar felizmente la negociación, y que si no ha logrado su objeto sólo se puede atribuir a los insuperables obstáculos que se han opuesto, los cuales obligan a suspender toda gestión sobre este asunto".

El asunto en cuestión, al que el gobierno, ingenuamente, no había dado importancia, se había convertido en uno de los flancos más atacables del Duque de la Victoria, del cual sólo podía salir airoso mandando la expedición que los negreros cubanos venían pidiendo desde hacía tiempo. Por su parte, Inglaterra había fracasado en su intento de poseer una base permanente en Biafra, como también fracasaron los planes del abolicionista Buxton cuya expedición, embarcada desde África occidental en abril de 1841, había sufrido un índice muy elevado de mortalidad. Los supervivientes de la expedición al Níger permanecieron en Fernando Poo durante la estación seca de 1841-42 hasta que el gobierno británico les ordenó volver a Inglaterra.

Finalmente, con la expedición Lerena, Madrid terminaba con las últimas esperanzas de Gran Bretaña con respecto a Fernando Poo, a lo que, sin duda, contribuyó el resentimiento hispano-cubano ante una nueva y violenta fase en las tácticas antiesclavistas inglesas que les dejaba sin sus habituales proveedores y asestaba un duro golpe a sus finanzas. En efecto, la represión británica de la trata en tierras del continente y la destrucción de Gallinas conducen de nuevo a Fernando Poo.






El fantasma del Blog
Entre el cálculo y la filantropía. El caso “Amistad”.

La destrucción de las factorías de Corisco y Gallinas (y, posteriormente, de otras en las costas de África occidental) por la Armada Británica, en noviembre de 1840, respondía, efectivamente, al comienzo de una fase más agresiva en las tácticas antiesclavistas del gobierno inglés, perfectamente enmarcada en la época de prosperidad y reformas que empezó en 1830 y que llevaron al triunfo del ideario económico librecambista de la Escuela de Manchester en 1846. La década que empezó en 1840 constituyó para Inglaterra el periodo de los grandes cambios económicos:

"Hacia los 'años dorados', la clase media había vencido en su lucha (...) contra la retaguardia del viejo régimen. La reina misma era (...) un pilar visible de la respetabilidad de la clase media (...) económicamente el cambio fue espectacular".

En este contexto, la liberalización de la fuerza de trabajo y su reconversión, como ya hemos visto, formaba parte del proceso, y el que los británicos actuaran violentamente, contra todo derecho internacional, fue una demostración de fuerza de ese imperialismo solapado del que habla Fieldhouse, anterior a 1880. La diferencia con el imperialismo posterior fue que Inglaterra continuó, como política general, pactando con los indígenas, en nombre del legítimo comercio, sencillamente porque no veía la necesidad de

"ocupar partes de África occidental para lograr un monopolio comercial. Su más probable motivo de anexión, era por consiguiente el miedo a que Francia pudiera anexionarse lugares en que los comerciantes británicos tenían intereses”.

Precisamente, la entente cordiale entre las dos potencias se rompió de 1840 a 1843. Palmerston decidió excluir a Francia de la conferencia internacional para el Oriente Medio y esto causó un enorme resentimiento en París, que derivó en una situación crítica hacia 1841. También sobre estos años se hizo notar uno de los factores que, según Fieldhouse, contribuyó a la expansión territorial europea antes de 1880: las necesidades fiscales de las posesiones existentes. Era el viejo y siempre debatido problema del costo de la financiación pública de las posesiones ultramarinas que, otra vez, volvió a reavivarse y:

"quedó claro que la única manera de lograr que los fuertes se autofinanciaran era aumentar el área de la que podían recaudar derechos de aduana, de los cuales dependían casi por completo sus presupuestos. Si el área controlada por los fuertes no era continua a lo largo de la costa vecina, los comerciantes tratarían directamente con los Estados africanos para evitar el pago de los derechos de aduana británicos. Por eso se hicieron varios tratados de protectorado con los gobernantes africanos de los territorios cercanos a las bases británicas que los sometía a los derechos de aduana británicos y al mismo tiempo los colocaba bajo la jurisdicción de los tribunales británicos".

Este parece ser el caso de los tratados que la flota británica firmó con los pueblos que habitaban las riberas del río Gallinas primero, y luego de parte de la costa occidental africana. Gallinas quedaba demasiado cerca de Freetown para que los ingleses no hubieran pensado ya en engullirla en su avance hacia el sur, y más teniendo en cuenta que su ilegal actividad mercantil era el principal y descarado obstáculo para el desarrollo de la política del legítimo comercio con los indígenas. Tenemos datos para pensar que los hechos ocurrieron de esta forma.

Está debidamente documentado que, en una fecha indeterminada, entre los años 1836 y 1839, Denman, al mando de una flotilla de cruceros ingleses que venía de Fernando Poo, aprovechó el pretexto de un temporal para recalar en Gallinas y tomar buena nota de una situación que, por otra parte, era del dominio público. Parece que fue a partir de esta visita cuando los ingleses, con datos más precisos sobre la situación de las factorías y su sistema de seguridad en el interior del río, comenzaron a pensar en un ataque directo en tierra. Años más tarde, en 1886, uno de los herederos de Blanco por vía materna, José Antonio Fernández de Trava, relataría como un mérito de su tío, la acogida que éste había dispensado a la escuadra inglesa:

"Que por los años del 36 a 40 la flota inglesa a causa de un temporal en las costas de África, sufrió averías sin cuento y se vió obligada a arribar a Gallinas para repararse. Con los colonos blancos y sus esclavos Dn. Pedro hizo las reparaciones consiguientes y durante el tiempo que para ellas empleara, todos los oficiales ingleses fueron hospedados en la gran casa palacio de Dn. Pedro, tratados con exquisita cortesía y con una profesión y grandeza propias de una corte de Europa. Cuando las reparaciones terminaron, el Jefe pidió a Dn. Pedro Blanco la cuenta para presentarla a su Gobierno, a lo cual contestó que los había recibido como huéspedes y como amigos, que nada le debían".

Este acto de una más que intencionada generosidad de Blanco mereció un cortés aunque irónico telegrama de la Reina Victoria en el que decía: "En nombre de la nación le doy las gracias siendo lástima que un hombre tan grande, tan generoso y tan noble se ocupe de la trata de esclavos”.

Por otra parte, un mes después del ataque a las factorías, Denman redactó un informe para el Gobernador de Sierra Leona en el que, a la par que hacía una espléndida descripción de la zona, señalaba las dificultades que, hasta ese momento, se habían tenido allí para desarrollar el legítimo comercio y hacía un recuento de las prometedoras facultades que para ello poseía Gallinas, así como la posibilidad de enlazar con Freetown siguiendo el curso del mismo río. Tampoco ocultaba en su informe las dificultades que un más que posible resurgir de la trata, negocio y hábito demasiado implantado ya entre los indígenas tanto de la costa como de las tierras inmediatas, podría acarrear al gobierno británico en su política de reconversión laboral y comercial como, de hecho, sucedió y por lo cual los británicos se vieron obligados a intervenir nuevamente en 1849.

El informe de Denman, redactado en el paquebote Wander, anclado en Monrovia, con fecha 12 de diciembre de 1840 es, por muchos aspectos, sumamente interesante. En su descripción geográfica de Gallinas reconoce que es un buen sitio para implantar factorías comerciales:

"Después de pasar la barra se abre el río a modo de una espaciosa planicie de agua como de tres millas en todas direcciones, la que está poblada de Islas que han sido últimamente ocupadas por los traficantes de esclavos y ofrecen situaciones muy favorables para factorías de comercio. De allí corre el río en tres brazos hasta Noroeste, Norte y Nordeste. El primero durante la estación lluviosa se junta con el Río Bronkit.tan, estableciendo así una comunicación interior por agua con Sierra Leona".

Describe a continuación el lamentable estado del comercio de productos a causa de la dedicación exclusiva de las gentes del país a la trata:

"Cuando se abolió el tráfico Inglés de esclavos se entabló un comercio considerable y se aumentó con rapidez al tiempo de empezar los Españoles el tráfico de negros por el año mil ochocientos diez y siete. Desde aquel tiempo fue debilitándose el comercio legítimo, y al fin se aniquiló totalmente por el establecimiento de una factoría permanente de esclavos, tierra adentro hace como quince años por Pedro Blanco entonces piloto de un buque negrero. Desde aquel tiempo el tráfico de esclavos ha sido el único Comercio".

Continua evaluando las posibilidades del sistema de plantación de monocultivos para la exportación y la ventaja que representa para su implantación y comercialización la dependencia de los naturales de las manufacturas extranjeras y el promedio de consumo que hacen de ellas:

"Ya tienen el algodón en estado silvestre aunque de la mejor calidad, añil, pimienta, palmiche, caña de azúcar y tabaco que pueden beneficiar. La sal se logra en cantidades considerables y no hay duda que se daría el café también como en Sierra Leona y Morabia. Los Jefes convienen unánimemente en que podrían obtener palo de tinte del interior y se podría criar ganado (...) Me aseguraron que la siguiente lista de artículos se encontraría una pronta venta: (...) harina, vino, té, café, ron, mantequilla, queso, tabacos, sombreros, vestidos, zapatos, corales, fusiles, cuchillos y tenedores, abalorios, juguetes, vidrería, loza, pólvora, pailas para hacer sal, ferretería y géneros de algodón, lencería de todas clases.
Se puede formar una idea del Consumo por una lista de buques que han desembarcado sus cargamentos en la factoría de esclavos durante los últimos nueve meses".
Lista de buques que resumimos en el siguiente cuadro nº. 1.

CUADRO Nº 1: BARCOS QUE RECALARON EN GALLINAS DESDE ENERO A NOVIEMBRE DE 1840 Y VOLUMEN DE SU CARGAMENTO (*).

Cargamento….. Nombre………... Volumen

Americano…... Lisa Dalvison…...….200 T.
Americano …...Theopleidas Chan .160 T.
Americano …...Alejander ……....…..200 T.
Americano…... Seminole………...... 100 T.
Americano…... Crannfort ……...…...300 T.
Americano …...Warbely ………......…200 T.
Hamburgués.. Argus ………….......…100 T.
Francés ……....Antonie Feriol …......109 T.
Francés…….... Jeune Frederike …...200 T.

(*) Fuente: A.G.A., África-Guinea, Caja 782. Informe del Comandante
Denman al Gobernador de Sierra Leona, cit. Elaboración propia.

Finalmente, Denman informa de sus intentos de convencer a los indígenas de los beneficios de la "civilización" con sus arengas abolicionistas y de la renuencia de éstos a dejarse manejar tan fácilmente, afirmando que jamás abandonarían el tráfico de esclavos mientras lo considerasen un negocio fácil y lucrativo. La opinión de Denman era certera: los pueblos del Vey, muy acostumbrados a obtener mercancías europeas a cambio de esclavos, no iban a dejar este negocio tan fácilmente como la historia posterior demostraría. Sin embargo, en un alarde de optimismo, decía:

“estoy persuadido de que las consecuencias para las Gallinas por causa a la supresión de su tráfico de esclavos, debe tener un efecto importante sobre los estados adyacentes. Con este fundamento considero de la primera necesidad aprovecharse de la ocasión de animar a aquel pueblo a cultivar sus recursos naturales. Si faltasen, o aún demorasen, en dedicarse a esta única y segura base de mejora y Civilización, las ideas de propiedad y tráfico de esclavos se combinarán indisolublemente en una vasta extensión del País con gran perjuicio de nuestros esfuerzos. Pero me parece que si se aprovechan las actuales circunstancias, Gallinas por tanto tiempo el baluarte más fuerte para el tráfico de esclavos, podrá ser de
grande utilidad en destruir este fatal comercio (...) y podrá ser el medio de esparcir por todos lados los bienes de una industria pacífica y seguridad de vida y propiedad".

Si este informe es explícito sobre las claras intenciones de expansión colonial de Sierra Leona hacia el sur, no es suficiente para explicar las causas por las cuales el ataque a Gallinas se verificó en 1840 y no antes. En esta coyuntura, concurren una serie de hechos tanto en el ámbito de la política interna inglesa, como en el ámbito internacional, que ayudan a despejar incógnitas.


Después de las denuncias hechas por Buxton en 1839 sobre el incremento de la trata, la actividad abolicionista volvió a tomar vigor, aunque fueron sus últimos estertores. El Dr. Madden, tantas veces citado, fue el elegido para realizar un informe sobre el tráfico de esclavos en las costas occidentales africanas, de cuya lectura se deducía que la mayoría de las mercancías destinadas al trueque en este negocio, eran de producción nacional. La Cámara de los Comunes, ante el escándalo, se apresuró a formar un “Select Committee”, para proponer medios de supresión de la trata en la zona. La política antiesclavista, tanto de Russell como de Palmerston contra España y Portugal, comenzó a endurecerse, al tiempo que se hacían cada vez más fuertes las voces en contra de ella por parte de los representantes de los intereses británicos en la trata en las dos Cámaras.

Por otro lado, a principios de 1840 apareció en Inglaterra la publicación del ferviente abolicionista David Turnbull (que después sería cónsul inglés en La Habana), Travels in the West: Cuba; with Notices of Porto Rico and Slave Trade, donde denunciaba el enorme descaro con que se efectuaba el tráfico en Cuba y ponía como ejemplo de burla macabra a las sucesivas denuncias de las autoridades británicas y a las reiteradas negativas de los Capitanes Generales de la Isla, el hecho de que se hubiesen erigido dos barracones de esclavos con capacidad para 2.500 negros en un punto estratégico de venta: al final del Paseo y cerca de la línea ferroviaria. La vergüenza no les había impedido a los negreros cubanos colocar los barracones, como dice Turnbull "just under the windows of his Excellency's residence". Esta publicación, en la que se verbalizaba y hacía público lo que el gobierno británico ya sabía, es decir, la impunidad con que se continuaba realizando la trata en Cuba, escandalizó a la opinión pública abolicionista inglesa. Además, se sabía, por la documentación de los barcos apresados a ambos lados del Atlántico, que este tráfico provenía, en su mayor parte, de las factorías de Blanco que gozaba, muy cerca de la ubicación del Tribunal Mixto, de la misma impunidad que sus socios cubanos. Era, evidentemente, demasiado para el orgullo nacional británico.

En este polvorín, la chispa que desató el bloqueo y el incendio de las factorías de Blanco por la Royal Navy, fue un suceso inesperado que tendría una importancia explosiva no sólo en el ámbito internacional sino también para la historia del ideario abolicionista norteamericano: una rebelión de esclavos bozales, a principios de julio de 1839, cuando provenientes de Gallinas y vendidos en el mercado de esclavos de La Habana, estaban siendo transportados por mar a Guanaja. La goleta, respondiendo a esos pequeños guiños de la historia, se llamaba “Amistad”. Llevaba una carga humana de 53 negros bozales, la mayoría mende, cuya documentación, absolutamente legal y totalmente avalada por las autoridades cubanas, rezaba que eran ladinos9. José Ruiz y Pedro Montes eran los compradores. La rebelión, encabezada por Sengbe Pieh, rebautizado como José Cinque, se desencadenó el 2 de julio de 1839 por el hecho de que la tripulación se mofase de los esclavos haciéndoles creer que les llevaban como comida para blancos caníbales. Sólo querían volver a su hogar en África y, con este objetivo, obligaron a los blancos a dirigir la nave siempre hacia el este, pero Montes, por la noche, iba desviando la ruta poco a poco hacia el nordeste, de manera que, después de dos meses de enfermedades y hambre, la “Amistad” llegó a las afueras de Long Island donde fue apresada, sin mandato previo, por la Brooklyn Navy Yord con su nave “Washington”, al mando de Richard W. Meade y Thomas R. Gedney, los cuales por el interés de obtener los derechos de captura, llevaron el barco a New London (Connecticut) porque en este Estado la esclavitud era legal.

Los sucesivos juicios que tuvieron lugar fueron tan escandalosos, tan torpes las negociaciones de los embajadores españoles con el Secretario de Estado, Forsyth, tan descaradamente instrumentalizadora, en un año de elecciones, la actuación del Presidente Van Buren, y tan bien montada la campaña de propaganda de los abolicionistas que, a pesar de la “Ley de la mordaza”, el asunto se convirtió en un clamoroso problema interno para los Estados Unidos y en un grave incidente diplomático de dimensión atlántica.

Los africanos, que eran reclamados por sus dos compradores, por el gobierno español, por los oficiales del Washington y por un hombre que se los encontró, fueron llevados a New Haven (donde se encontraba un pequeño foco abolicionista con ansias de misión civilizadora, la Yale Divinity School) para ser juzgados. El Comité Amistad que, liderado por Lewis Tappan11, se había formado el 4 de septiembre de 1839, para obtener fondos con que pagar los procesos, contrató a tres buenos abogados que se movieron rápidamente lo que alarmó al Embajador de España en Estados Unidos, Calderón de la Barca, que en su carta a Forsyth de 6 de septiembre advertía del peligroso ambiente creado:

“Prueba es igualmente del fundamento de los temores que expresa, la exaltación que esta ocurrencia ha producido en el público, el lenguaje con que algunos de los periódicos han dado cuenta de ella, y los esfuerzos que muchos ciudadanos han principiado a hacer para abogar en defensa de los amotinados esclavos de la Amistad, a cuyo efecto han escogido jurisconsultos de nota de Boston, New Haven y New York”.

Federico Calderón estaba en lo cierto, pues presidía la defensa el prestigioso abogado de New Haven, Roger Sherman Baldwin, que abrió la misma proclamando “that the case affected (...) ‘America’s national character in the eyes of the whole civilized world”, junto con otros dos famosos abogados abolicionistas de poderosas familias. Estos tres personajes deberían enfrentarse no sólo a los prejuicios de toda una sociedad, sino a dos gobiernos -el estadounidense y el español-, al lobby negrero cubano que hacía suyas las reivindicaciones de Ruiz y Montes, y a los plantadores sureños representados por senadores y congresistas de once estados de la Unión.

El gobierno español, defendiendo los intereses de la elite negrera peninsular y de la Reina Regente y, a la vez, reafirmando la soberanía de su colonia cubana, sus aguas y sus métodos, presionaba constantemente al Gabinete Van Buren que, en un año de elecciones, necesitaba los votos sureños. Las peticiones de España, a través de su embajador, Federico Calderón de la Barca, se basaban en los artículos 8, 9 y 10 del Tratado de Pickney de 179514 entre ambos países y el Tratado de 1819, redactado precisamente por John Quincy Adams, cuando era Secretario de Estado, donde se recogían los citados artículos. Las peticiones españolas reivindicaban su soberanía sobre las aguas de la colonia y, por tanto, su competencia para juzgar el caso, al tiempo que exigían la devolución de barco y esclavos a sus propietarios cubanos. El gobierno español estaba defendiendo, en realidad, la esclavitud, toda una institución intocable y fundamental para la economía cubana como explicita el siguiente párrafo de la carta del embajador español:

“El crimen de que se trata a quedar sin castigo es de aquellos que pueden perturbar el sosiego interior y la seguridad de la isla de Cuba, donde los ciudadanos Americanos no sólo trafican, sino que poseen propiedades territoriales que benefician con los brazos de sus esclavos Africanos. Alentados estos por la impunidad, que no dejaría de llegar a su noticia por el conducto de sus amigos, intentarían, con frecuencia, amotinarse en las repetidas veces que, a cada hora, son transportados por mar de un puerto a otro de la Isla”.

Y después de cargar contra los abolicionistas calificándoles de ladrones, Calderón recuerda al gobierno estadounidense que:

“Los Americanos gozan en las islas mencionadas de buena acogida y amparo. El Gobierno Español protegiendo sus propiedades, ordenaría, al momento, la extradición de los esclavos del Sur que allí se refugiasen, y observador fiel de los Tratados reclama, el cumplimiento de éstos e igual correspondencia de una nación vecina y aliada a la cual da constantes pruebas de justo aprecio que hace de su amistad”.

A pesar de todo ello, el Presidente no pudo parar la maquinaria judicial que se había iniciado con el apresamiento de la nave y el 19 de septiembre empezó el primer juicio que acabaría el 13 de enero de 1840 con un veredicto inesperado del juez Judson: que los Estados Unidos gozaban de jurisdicción; que las pruebas habían demostrado que los hombres y niños eran africanos libres secuestrados ilegalmente y vendidos como esclavos ilegalmente y, por lo tanto, su acto de amotinamiento era un acto de legítima defensa y que, en cuanto a los asesinatos cometidos en aguas españolas el asunto pertenecía a la jurisdicción española pero, en cambio, no ordenaría la extradición a Cuba de los africanos que había decidido entregar al Presidente Van Buren.

En efecto, las pruebas habían demostrado que unos hombres que no hablaban ni entendían una sola palabra del español y, en poco tiempo, habían aprendido a defenderse en inglés lo suficiente para poder contar su historia, no podían nunca ser ladinos, como figuraba en los documentos de propiedad de los españoles. La defensa de Baldwin fue brillante, pero la declaración ante el juez Judson del doctor Madden, de quien ya hemos hablado anteriormente, fue determinante para dar un giro en la opinión del conservador pero honesto juez. El Dr. Madden, superintendente británico de los emancipados en Cuba, regresaba a Inglaterra después de haber pasado diez años en la isla y, enterado del caso “Amistad”, declaró ante el juez que él no conocía a ningún ladino en Cuba que no hablase español tan bien como cualquier cubano, informó a Judson de la corrupción existente en la isla y le explicó cómo los documentos de propiedad habían sido amañados por las autoridades cubanas. A los pocos días, los periódicos de New York, Boston y New Haven, mediante una filtración, conocieron y publicaron con detalle las declaraciones de Madden. El 25 de diciembre, después de la declaración de éste, y cuando aún se estaban celebrando las largas sesiones judiciales, el nuevo embajador español, Pedro Alcántara Argaiz, que no entendía, al igual que su antecesor, el por qué el presidente Van Buren no actuaba directa y personalmente como la máxima autoridad solía hacer en España, en su respuesta al Secretario Forsyth que le había escrito quejándose de que no entendiese las reglas constitucionales de su nación, escribió lo siguiente:

“Es posible que el infraescrito no forme ese puntual conocimiento (...) de las sutilezas legales (...) pero tiene la persuasión de que si la tripulación de la goleta Amistad se hubiese compuesto de hombres blancos, el tribunal (...) se hubiera limitado a averiguar el hecho de los asesinatos del 30 de Junio; y no comprende el privilegio de que gozan los negros, para que se abra un interminable juicio, en el que depone todo el que quiere, y hasta hace venir con este objeto de la Habana a un Dr. Inglés, quien acusa al Gobierno Español de no cumplir los Tratados, y calumnia al Capitán General de la isla de Cuba ausándole de soborno y cohecho”.

Si hasta ahora el tono de la carta resultaba provocador e insultante tanto para las instituciones constitucionales estadounidenses como para los africanos y para el abolicionista Madden, la torpeza que demostró al escribir su siguiente párrafo, hecho público por la prensa, fue utilizada en su contra por los abolicionistas y, además, el Gobierno Van Buren perdió credibilidad:

“Con gusto recibe el infraescrito la seguridad que más adelante le da el Señor Secretario de Estado, de que ‘cualquiera que sea en fin la resolución de la cuestión, ésta será en consecuencia una decisión emanada del Gobierno, y no de ningún otro origen’ y no duda de que aquélla sea conforme a la opinión que confidencialmente se le hizo conocer el 19 de Noviembre en ese departamento, la cual encontró fundada en la de un sabio jurisconsulto, y se le aseguró había sido adoptada por el gabinete”.

Consecuente con el objetivo común de ambos gobiernos, aunque sus formas difiriesen, Van Buren llevó la apelación de la sentencia hasta el Tribunal Supremo, que le era favorable por su composición: cinco de los nueve jueces eran sureños o de ideario esclavista y sólo dos se habían manifestado públicamente a favor de la abolición.

Como fácilmente puede suponerse, al otro lado del Atlántico, en Inglaterra, el ambiente abolicionista se había caldeado bastante y el gobierno británico se veía fuertemente presionado por la opinión pública y doblemente burlado: tanto en la letra de los tratados bilaterales suscritos con España, como en su política diplomática con los Estados Unidos. Estamos a finales de abril de 1840 y el tema de los africanos de la “Amistad” está pendiente de otro juicio, esta vez con veredicto final. Ese mismo mes, comenzó el bloqueo de la Armada Antiesclavista Británica al mando del capitán Denman a la bahía de Lomboko,
desembocadura del río Gallinas. Con ello, Inglaterra avisaba de su fuerza y su decisión de actuar tanto a los piratas negreros de las factorías y a los pueblos indígenas implicados en el tráfico, como a los gobiernos español y estadounidense.

La decisión de actuar sin cobertura internacional contra un buen número de factorías en tierra firme, empezando por Corisco y Gallinas, fue el mayor acto de fuerza contra la trata realizado por Inglaterra hasta ese momento y se hizo de una forma sistemática y bien planificada, como estudiaremos en el siguiente apartado. Aunque su principal objetivo fuera dar una lección internacional de fuerza, no lo era menos el intento de ensanchar su zona de dominio y poner bajo la jurisdicción de Sierra Leona, como primer paso, a las tribus indígenas costeras con las cuales se apresuró a realizar tratados que contemplaban sobre el papel esta dependencia. Estos tratados, firmados con casi todas las tribus de la costa bajo la intención filantrópica abolicionista, serían el punto de partida de una peculiar conjunción entre legítimo comercio, trata y trabajo que formaría la base del imperialismo inglés en la zona. Las razias de la Marina británica fueron, a partir de aquí, no sólo contra las factorías negreras europeas sino también contra las tribus costeras que se negasen a firmar dichos tratados. Con este fin, Inglaterra no dudó efectivamente en vulnerar el derecho de gentes. El 19 de noviembre de 1840, cuando el juicio contra los africanos de la “Amistad” continuaba pendiente de la reunión del Tribunal Supremo, el capitán Denman se adentraba con sus cañoneras en el interior de Gallinas y, el 22 de febrero de 1841, tres meses después del incendio de las factorías de donde habían salido Cinque y sus compañeros, comenzaban en los Estados Unidos las sesiones del Tribunal Supremo.

Los africanos fueron defendidos esta vez por una de las figuras más relevantes y respetadas de la política norteamericana, John Quincy Adams. La parte más brillante de su alegato llegó al analizar y desmontar la justificación del fiscal, basada, fundamentalmente, en el Tratado de Pickney y en el de 1819, sosteniendo que se tergiversaba no sólo la letra, sino también las intenciones de éste al equiparar personas con mercancías:

“Adams observed that the case was not covered by Pinckney’s Treaty, or the Adams-Onis Treaty (...) the said that article nine of the Treaty of 1795 did not include human beings, since it spoke only of merchandise that must restored entire -‘A stipulation to restore humans beings entire might suit two nations of cannibals!’. Furthermore, he asked, how could the Mendians be simultaneously ‘merchandise rescued out of the hands of pirates and robbers and pirates or robbers out whose hand merchandise was rescued?’”?

El 9 de marzo, el juez Story comunicó el sorprendente veredicto a defensa y acusación por el cual los africanos de la “Amistad” eran declarados hombres libres. Los abolicionistas habían ganado, no sin ayuda divina, como llegó a creerse (dos de los jueces sureños no tuvieron más remedio que abandonar el caso por enfermedad y muerte), pero el gobierno español continuó insistiendo en sus reclamaciones hasta la década de 1860, presionado por la influyente elite negrera cubana.



El fantasma del Blog
Las factorías en llamas. El ataque inglés a Gallinas.

El gobernador de Sierra Leona, Richard Dohesty, terminaba su informe a John Russell sobre la actuación de la Armada Británica en Gallinas de la siguiente manera:


“Indudablemente el tráfico ha sufrido un golpe mayor con lo que ahora se ha hecho en tierra que los que ha recibido durante mi administración de este Gobierno por ninguno de los numerosos e importantes apresamientos que se han verificado en el mar. Gallinas era el mercado y el asidero más célebre del tráfico negrero Español en toda la línea de la Costa Africana. Como tal se había mantenido siempre en insolente despique de esta Colonia, (...) y como tal puede decirse que ahora ha dejado de existir. (...) Las novedades del mismo procedimiento y la perfecta determinación que ha mostrado por parte de la Escuadra (...) no puede dejar de haber excitado a los Españoles, comerciantes de esclavos, una nueva sensación de inseguridad y producido un profundo desaliento en sus ánimos que con rapidez se extenderá hasta La Habana; según observa justamente el comandante Denman debe haberse destruido en el mismo Río toda confianza entre los Españoles y los naturales”.

Leyendo estas palabras, no cabe la menor duda de cuáles eran las intenciones de Gran Bretaña: asestar un duro golpe a la élite negrera cubana que tan impune se creía, atacando de forma clara y contundente su principal fuente de aprovisionamiento.

Aunque la Armada Británica había intervenido doce días antes en las factorías españolas de Corisco, se puede afirmar, por la importancia de los establecimientos de Gallinas y por las implicaciones posteriores que tuvo su destrucción, que comienza aquí, como ya hemos mencionado, una nueva fase intervencionista británica, de represión en territorio africano, mucho más eficaz en sus resultados abolicionistas y que a la vez permitía a Inglaterra utilizar éstos para realizar, de una forma coercitiva, su política de pactos con aquellos pueblos indígenas que, por su grado de vinculación con la trata, habían rechazado cualquier alianza con Inglaterra que supusiera su reconversión al, así llamado por los ingleses, “legítimo comercio”.

Las novedades del procedimiento y la perfecta determinación de la Escuadra Británica, por citar al mismo Dohesty, no se habían reducido al ataque directo, saqueo e incendio de las factorías del río Gallinas durante los días 19 a 26 de noviembre de 1840, sino a un bloqueo previo y sistemático que duró casi ocho meses y que cortó, por una parte, el suministro de arroz desde las vecinas islas de Sherbro y Plantain, del que dependían vitalmente las factorías esclavistas y, por otra, impidió, lógicamente, durante casi un año, el funesto tráfico que allí se realizaba.

El bloqueo comenzó en abril y, aunque las factorías estaban bien abastecidas, la situación en septiembre resultaba ya desesperada tanto para los factores y los pueblos indígenas relacionados comercialmente con éstos, como para la Armada Británica que se quejaba de sufrir continuos vejámenes. Los negreros españoles, estaban, sin duda, detrás de la larga carta de protesta contra el bloqueo que, fechada el 9 de septiembre de 1840, envió el rey Siacca al Gobernador de Sierra Leona, en la que decía:


“Nuestro puerto ha sido y aún es puerto libre para todas las Potencias Europeas. Por informes vagos se nos ha hecho entender que este bloqueo (...) es por causa de los buques Españoles que visitan nuestro puerto (...) que nosotros se nos haga padecer, porque los Españoles visitan nuestro puerto lo creemos duro e injusto. Desde que los buques de S. M. han bloqueado (...) se ha cortado enteramente nuestra comunicación anterior con las islas de Sherbro y Plantain y (...) se ha hecho fuego por los buques de guerra de S. M. a varios de nuestros botes y canoas, apresándose algunos con cargamentos de arroz (...) y como toda nuestra subsistencia de arroz viene de esos puertos y el impedir que nuestras canoas y botes
vayan a esos puertos causará el hambre en nuestro País (...) por lo tanto (...) creemos justo que se nos quite este bloqueo (...) creemos que debería concedérsenos la misma lenidad que otros países a pesar que somos Africanos”.

La contestación del Secretario Colonial de Sierra Leona, fechada el 12 de octubre, dejaba claro que las órdenes de bloqueo provenían de la más alta autoridad británica, la Corona 22, y explicaba que las causas generales del bloqueo se relacionaban con la estrecha vinculación de los indígenas con la trata que hacían los españoles, amenazando, finalmente, con un fulminante ataque de la Armada cuyas fuerzas “arrasarán hasta el suelo cuantos pueblos y casas teneis, así como cuantos establecimientos hay en Gallinas”, bajo el burdo y desproporcionado pretexto –fabricado, sin duda, por los propios ingleses- de la devolución de dos libertos de Sierra Leona que habían sido apresados por el príncipe Mana, hijo del rey Siacca.

El día 30 del mismo mes, el Gobernador Dohesty enviaba a Denman tres cartas relativas al oscuro asunto de la detención de la liberta Fry (fechadas todas ellas a principios de septiembre) junto a la orden de atacar si ésta y su hijo no eran devueltos. La sospecha de que el secuestro era un montaje británico para tener un mínimo apoyo legal con el cual poder adentrarse en el río y atacar, surge de las mismas cartas adjuntadas por el Gobernador. La más importante y curiosamente escrita por el cirujano de las fuerzas británicas en Sierra Leona, William Ferguson, desde Guindemá (Gallinas) el 9 de septiembre, informa al Gobernador de que:“he recibido la noticia de que una joven Africana liberta llamada Fry perteneciente a esta Colonia se halla presa con grillos en Gallinas (...) Fry es una liberta africana y parece que tenía consigo un hijo suyo nacido en esta Colonia” .Termina diciendo que los confidentes son de total confianza, aunque, como era de esperar, no puede revelar sus nombres. Lo más curioso es que Fry, aún “presa con grillos en Gallinas”, pudiese redactar dos cartas, una a su antigua dueña y otra a su esposo, urgiéndoles a realizar los trámites para su liberación. La citada carta del Gobernador a Denman con la orden de atacar era de lo más contundente:

“que haga Vd. los mayores esfuerzos para la inmediata devolución a la libertad a las personas detenidas, tan injusta e insolentemente y que si no fuese posible lograr este objeto sin recurrir a la fuerza entonces usará de ésta (...) Si lo exigiesen las circunstancias estaré preparado para auxiliar a Vd. (...) con un piquete militar de esta Guarnición o de cualquier otro modo que lo precisara Vd. conveniente”.

Desde su puesto en el bloqueo, Denman contesta al Gobernador dándose por enterado de la orden e informándole de sus planes de ataque, al tiempo que no pierde oportunidad de manifestar sus objetivos filantrópicos:

“Me he determinado pues a aprovecharme de la primera oportunidad para pasar la barra con toda la fuerza que tengo a mi disposición y espero libertar pronto de la esclavitud a la desgraciada mujer y a su niño (...) Durante la rigurosa vigilancia que ha tenido que impedir la exportación de esclavos de Gallinas, no he perdido ocasión alguna de promover el legítimo comercio (...) el convencer a los naturales de la disposición amistosa de la Gran Bretaña hacia África es el único motivo que impele sus esfuerzos para la abolición de aquel trato pernicioso y destructor”.

El ataque se verificó durante los días 19 a 26 de noviembre. Al amanecer del 19, cuando los factores e indígenas trataban de llevarse a los esclavos hacia el interior, el capitán Denman atravesó la barra con 11 embarcaciones y 180 hombres, liberó a 90 esclavos de las canoas de los españoles y tomó la factoría más importante, la de Blanco, llamada Donvocoro, en donde instaló su cuartel general de operaciones. El primer objetivo inglés era mantener una reunión con los jefes locales para realizar un tratado antiesclavista y hacerles cómplices del saqueo posterior de las factorías españolas. Hasta cuatro diferentes misivas envió Denman durante el día 19 y hasta las 14 horas del día 20 a los renuentes jefes, primero con persuasiones y finalmente con amenazas. En la primera de ellas ya dejaba claro el principal objetivo inglés, es decir, la expulsión de los españoles, acusando a los mismos de forzar el bloqueo y convirtiendo así el ataque en un acto de legítima defensa, pues viene a

“defenderse de aquellos malvados blancos pero no viene a causar daño alguno al Rey Siacca o a su pueblo a menos que (...) se niegue a lo que justamente pide el Gobernador de Sierra Leona en nombre de la Reina de Inglaterra” .

Por fin, y después de una intensa correspondencia cruzada entre Denman y el príncipe Mana, éste llegó a Donvocoro acompañado de los otros Jefes sobre las 15 horas del día 20. Denman tenía bien pensada su actuación. Primero desmontó las peticiones de la carta del rey Siacca al Gobernador de 9 de septiembre acusando a los indígenas de haberse dejado llevar por los negreros, después pasó a enumerar los numerosos agravios sufridos por las tripulaciones del Wander, el Sarraceno y el Rolla, durante el bloqueo, el caso del rapto de la liberta Fry y otros agravios menores, para terminar conminando a los jefes a realizar un Tratado abolicionista cuyo primer punto les implicaba directamente en el saqueo de las factorías, ofreciéndoles como recompensa las mercancías que pudiesen obtener del mismo.

Sin embargo, la versión que tenían los españoles sobre la actuación de los indígenas en general y sobre el caso Fry en particular, era muy distinta: se encontraba en Gallinas por su propia voluntad e incluso, según las declaraciones posteriores de Burón, había manifestado a los ingleses su deseo de quedarse. En todo caso, les parecía una nimia excusa para “tan bárbara satisfacción” y denunciaban el objetivo real de la Armada Británica de esta forma:

“su verdadero objeto era obligar a los naturales a ajustar un Tratado, en que se estipulase la extinción de la esclavitud y la expulsión de los blancos, en el término de cuatro meses, dejando a los negros en libertad de apropiarse los intereses de las factorías y establecimientos (...) [los indígenas] consintieron al fin el tratado, y terminaron la horrorosa ruina de los establecimientos, celebrándola por su parte los Ingleses, que arrojaron cohetes contra Camasuro, los cuales produjeron el incendio total de sus almacenes y casas, incendio que se repitió en todos los demás establecimientos”.

En efecto, mientras duró el bloqueo, los indígenas se posicionaron claramente a favor de los españoles en cuanto éstos representaban sus propios intereses, pero ante lo inevitable del acto de fuerza británico y la amenaza de incendiar sus poblados terminaron por doblegarse a las peticiones inglesas y, evidentemente, no rechazaron la obtención gratuita de algunos beneficios. Según Denman, fueron los propios indígenas quienes pidieron confiscar los bienes de los españoles, con lo que se libraba de la posible acusación de haber alentado el saqueo: “El Rey Siacca reclamó formalmente los efectos existentes en las factorías como sujetos a confiscación a su favor según las leyes del País en tanto en cuanto que los blancos habían usurpado su autoridad”. El reparto del botín fue bastante equitativo: mercancías para los indígenas y esclavos y pertrechos necesarios para la cautividad (grilletes, cadenas, etc.) para los ingleses.

El día 21 tuvo lugar la obligada firma por parte de los nativos de un tratado con los británicos bastante singular. Por él, el rey Siacca se comprometía “a destruir totalmente y sin demora las factorías pertenecientes a estos hombres blancos”, entregando los esclavos liberados a Denman, y a expulsar a los negreros de su país en un plazo de cuatro meses y no permitir, en lo sucesivo, el tráfico de esclavos en su zona. A cambio, los ingleses se comprometían a fomentar el “libre comercio”, especialmente con Sierra Leona, al tiempo que pedían al rey Siacca que dirigiese “a Sierra Leona cualquier queja que tenga que dar en adelante contra alguno de los buques de S. M. Británica” .

Este último punto dejaba claro las intenciones colaterales inglesas anteriormente mencionadas: el intento de ensanchar su territorio de Sierra Leona (alrededor de Freetown) hacia el sur, en primer lugar jurídicamente, para después proceder al desarrollo del comercio y a la ocupación efectiva. Es decir, se hacía depender jurídicamente de Sierra Leona a los habitantes de un país teóricamente independiente.

Del día 22 al 26 fueron llevados los esclavos a los ingleses en número de 880, 30 menos de los que, reiteradamente, había pedido Denman. Del 22 al 26 tuvo lugar el incendio y saqueo de las factorías: “fueron incendiadas hasta arrasarlas las factorías de esclavos de Paisté, Temba, Minna, Dececerer, Comalsoon, Comatinde y Feiro, y la de Donvocoro, donde se alojó mi gente, fue destruida totalmente doce horas después de mi embarque”.

Denman continua su Informe señalando la importancia de Gallinas como lugar de extracción, relacionado directamente con las compañías de La Habana:

“La enorme extensión del tráfico de esclavos en este lugar podrá inferirse del número de factorías de grande extensión, que ocupaban varias Islas o puntos en el Río pertenecientes a diferentes casas de la Habana. Es imposible que la exportación anual haya sido menos de quince mil pesos”.


Y el obediente y eficaz capitán Denman, el funcionario perfecto que, durante el saqueo, tuvo buen cuidado de proclamar que “en aquel momento no dependía de ningún Gobierno Superior”, termina con una declaración de filantropía al mismo tiempo que, con realismo, reconoce haber sacado de ello los efectos colaterales esperados:

“en todos estos procedimientos he tratado de convencer a los naturales del sincero deseo de la Gran Bretaña de fomentar la felicidad y prosperidad de los habitantes del África y confío que al mismo tiempo que se ha descargado un golpe severo contra el tráfico de esclavos, se han puesto los cimientos para el establecimiento de la comunicación mercantil entre Sierra Leona y Gallinas”.

Tenía razón en cuanto a la gravedad del golpe inflingido, sobre todo al tráfico cubano, como muy bien lo atestiguan las Diligencias que se abrieron a petición de Blanco a través de sus socios en La Habana, a partir de agosto de 1841, sobre los sucesos ocurridos en Gallinas el año anterior. Estas diligencias no sólo están plagadas de inteligentes y cínicos argumentos pro esclavistas y de una feroz defensa de la propiedad privada contra los agravios cometidos contra ella por los ingleses, sino que también proporcionan listas de las mercancías existentes, tanto en las factorías, como en los barcos anclados en ese momento en Gallinas. Obviamente los largos listados de cada producto con su respectivo peso y valor, se confeccionaron para reclamar las indemnizaciones pertinentes al Gobierno Inglés, pero su misma existencia demostraba, sin lugar a dudas, el tipo de comercio se efectuaba en aquel siniestro lugar.

En su reclamación al Gobierno Inglés, Burón, el mayor socio de Blanco en Gallinas, denunciaba la “violación escandalosa de los principios más sagrados del derecho internacional (...) para apoderarse de propiedades particulares” y sostenía lo siguiente sobre la propiedad privada y el esclavismo:

“En los enunciados Países [África] (...) es un verdadero progreso la esclavitud por cuanto liberta las villas de los prisioneros de guerra y proporciona artículos de Cambio en pueblos en que la agricultura y las artes no han salido de su infancia (...) En Gallinas no es ni debe ser reprobable la adquisición de esclavos (...) y mientras estos esclavos no salgan de aquel País, mientras no se violen los tratados que prohiben la introducción en éste y otros puntos sugetos a la dominación Española, la propiedad de aquellos esclavos debe ser respetada”.

El Memorial dirigido al Gobernador de Cuba por Domingo Fernández Martínez (¿pariente de Blanco?) se expresaba en parecidos términos:

“Las fuerzas Británicas invadieron un País libre y con el que no estaban en guerra (...) España e Inglaterra al celebrar el Tratado (...) se circunscribieron únicamente a prohibir la introducción de negros en las Colonias españolas (...) Con arreglo a estas instrucciones, los buques de crucero visitan las embarcaciones, que sospechan puedan emplearse en el tráfico de negros, limitándose a reconocerlos en alta mar pero nunca desembarcando hostilmente, sino el aciago diez y nueve de Noviembre del año próximo pasado en que en las playas pacíficas e independientes se perpetró por el crucero Inglés una irrupción sin ejemplar en los anales de la Historia”.

En suma, para los españoles los sucesos de Gallinas habían constituido no sólo un intolerable ataque a la propiedad privada, sino también un acto de fuerza, totalmente contrario a la legislación internacional, contra “un país libre e independiente de las costas de África”, planificado de antemano con sumo cuidado y llevado a cabo con pueriles excusas.

Durante el ataque, la mayoría de los factores españoles y sus dependientes, en un intento apresurado de huida, se embarcaron en la fragata de Hamburgo “Echo” que, al arribar a Sierra Leona para repostar víveres, según la versión española, “fue arbitrariamente secuestrada y vendida en pública subasta bajo el pretexto altamente falso y escandaloso de que era propiedad Española, o había conducido efectos a flete para un Español”. Sin embargo, parece claro que la citada fragata “Echo” era un buque negrero porque figura entre los documentos ingleses como “buena presa”. Los españoles estuvieron retenidos en Sierra Leona hasta la muerte del Gobernador Dohesty a principios de 1841. Su sucesor les puso en libertad puesto que ya habían pasado los cuatro meses comprometidos con el rey Siacca y, la mayoría de ellos, se embarcaron hacia La Habana, donde en el mes de agosto comenzaron las Diligencias sobre los daños sufridos en Gallinas.

Estos daños, que fueron cuantiosos, debieron suponer un duro golpe para los bolsillos de los negreros hispano-cubanos, aunque este aspecto no sea, en absoluto, ni el más importante (dada la rápida recomposición de la red de la trata en Gallinas)38 ni el más inquietante. El desasosiego que produce una lectura atenta de los documentos generados a partir de la petición de indemnizaciones de los afectados al gobierno inglés y el recuento de las mercancías, tanto de las factorías como de las decomisadas en los barcos, proviene de la luz cegadora que aportan sobre la enorme magnitud del tráfico de esclavos en este verdadero corazón de las tinieblas. Es el desasosiego de la certeza de una memoria histórica profundamente degradante para la especie humana, de la certeza de las desgracias, sufrimientos y degradación moral que podemos intuir, tanto en los verdugos como en sus víctimas, aunque no nos quepa la menor duda de en quiénes recae la responsabilidad histórica. En El corazón de las tinieblas, Conrad, que enfrenta la “barbarie de la razón” a la “barbarie primitiva”, relatando las consecuencias de este peligroso tándem del que sale muy mal parada la primera, hace decir a Marlow:

“No eran colonizadores; su administración era simplemente opresión, y sospecho que nada más. Eran conquistadores y para ello sólo se necesita la fuerza bruta; no hay nada en ello de qué jactarse cuando se tiene, ya que la fuerza de uno es sólo un accidente que se deriva de la debilidad de los otros. Se apoderaban de todo lo que podían por simple ansia de posesión, era un pillaje con violencia, un alevoso asesinato a gran escala y cometido a ciegas, como corresponde a hombres que se enfrentan a las tinieblas” .

Son unas palabras que expresan muy lúcidamente las mismas y macabras tinieblas que intuimos en la lectura de las Diligencias que se incoaron ante el Gobierno colonial de La Habana por parte de los españoles afectados y que nos disponemos a comentar.

Las factorías, objeto de saqueo e incendio, enumeradas en las Diligencias, fueron la de Vence Island, en Camasuro, perteneciente a Burón, por un valor de 595.501 dólares y 20 centavos, y donde no se encontró ningún barco negrero. Sin embargo, habían como mínimo 10 barcos consignados a Ángel Jiménez que regentaba la factoría de Pedro Blanco, Dombocoro, que estaba formada por 32 casas, almacenes y colgadizos y de ella dependían los establecimientos de Pueblo Nuevo con 22 casas y colgadizos; Palma con 17 casas y Mina con 7. El valor de lo destruido sólo en estas factorías alcanzaba, para los españoles, la cifra de 494.581 dólares y 91 centavos. Las más pequeñas, Cambatinda y Trieste, de Domingo Fernández Martínez, se valoraron en 147.632 dólares y 30 centavos; mientras que la de Mariano Díaz, canario de 34 años y uno de los traficantes más modestos, valía 40.000 dólares. También fueron destruidos otros establecimientos más pequeños, de los que no sabemos su valor, como Yikisi, Findo, Cambate y Fero.

Sin embargo, los datos más significativos de la magnitud que debió alcanzar el tráfico de esclavos en Gallinas nos los proporciona la enumeración de los productos que, para el intercambio, llevaban los barcos consignados a las factorías y que, con alguna excepción, debieron aguantar el bloqueo inglés, para ser finalmente incendiados o condenados como “buena presa”, pues estaba claro, por la misma naturaleza y cantidad de las mercancías, que los barcos no estaban allí para desarrollar precisamente el legítimo comercio.

Sólo la goleta americana “Cleopatra”, un barco con relativamente poca mercancía a bordo, transportaba lo siguiente:

-300 piezas de algodón [se consignan piezas de distintas yardas].
-150 docenas de pañuelos de algodón.
-391 piezas telas blancas de Guinea.
-100 piezas de guineas blancas.
-5 piezas pañuelos Komales.
-1.175 piezas guineas estampadas.
-40 docenas de machetes.
-40 medios bocoyos tabaco.
-100 docenas de cuchillos grandes.
-mega_shok.gif “ espejitos de cartón.
-mega_shok.gif0 mazos de abalorios azules.
-250 cuñeles de pólvora.
-250 fusiles.
-Aguardiente a 35 pesos la pipa.
-150 calderos de hierro colado.
-10.000 piedras de chispa.
-mega_shok.gif quintales de balas de plomo.
-250 barras de hierro.

Todo ello, con los gastos de embarque, el valor del flete del buque y el seguro sobre 20.000 pesos al 2%, sumaba un total de 21.328 pesos y 44 centavos de pérdidas.

El cuadro siguiente nos muestra el montante de las indemnizaciones solicitadas por algunos buques:

CUADRO Nº 2. Valor total de las pérdidas por los barcos apresados por la
Armada Británica en la factoría de Dombocoro (*).

Barco….... Nacionalidad….. Nombre…........ Capitán…….. Cantidad reclamada

Goleta….. ..Americana ...Cleopatra… ..Nathaniel Hoy….. 21.328 p. 44 cent.
Bergantín.. Americano… Alejandro….. William Hill …....…33.169 p. 4 cent.
Goleta ……Portuguesa ..Constancia ….De Prato………..... 58.752 p. 35 cent.
Bergantín …Inglés ……..Shan ………......Pernings ……....…39.654 p. 15 cent.
Bergantín …Inglés ….…Suppli …….......Leach ………........71.589 p. 52 cent.
Bergantín …Español…... Diana………... Victorio ……….....….6.560 p. 7 cent.
Goleta……. Portuguesa…Josefina…….. Rodríguez ……....….2.104 p.
Goleta…….Portuguesa …Sin Igual …..Martorell…………..... 4.135 p.
Bergantín…Americano …Elisa …….....Davidson Hamá… 95.877 p. 2 cent.
Bergantín… Americano ..Alejandro …Charles Raunced ..127.242 p. 77 cent.

(*) Fuente: A.G.A. África-Guinea, Caja 782, Testimonio de la información que ha promovido Dn. Ángel Jiménez sobre perjuicios sufridos en la Costa de Gallinas. La Habana, 26 de Octubre de 1841. Elaboración propia.

Por otra parte, en la factoría de Cambatinda, los ingleses apresaron a la goleta americana “Seminole” y al bergantín “Plant”, aunque no se reseña en las diligencias el valor de las pérdidas sufridas. A éstos habría que añadir los barcos que menciona Denman en su Informe al Gobernador de Sierra Leona , que no aparecen en el cuadro anterior y de los cuales sabemos que desembarcaron gran cantidad de mercancías en Gallinas durante los nueve meses anteriores al ataque. La suma que se le reclamó al gobierno británico, por medio del abogado inglés Mr. Power y por Pedro Zulueta y Co., como agentes de los interesados, fue finalmente de 5.000.000 de dólares.

Sin embargo, las reclamaciones hispano-cubanas se estrellaron contra el bien planificado montaje del gobierno británico: “Lord Palmerston contestó que el responsable era el Jefe de la Escuadra a quien debían acudir. Que hechas algunas averiguaciones, resultó que toda la fortuna que ostentaba el Jefe de la Escuadra, pertenecía a su esposa”. La posición de Inglaterra ante la petición de indemnización de los afectados fue de una total indiferencia favorecida por la pasividad que, a este respecto, mostró el Gobierno de Espartero.


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El ataque a Corisco. El conflicto jurídico-político con Inglaterra.

Como ya hemos mencionado al principio de este apartado, el ataque a las factorías españolas de la isla de Corisco se verificó doce días antes que el de Gallinas y quizás fue más violento y menos pactista con los indígenas, que se enfrentaron a los ingleses con fuego de fusilería. Sin embargo, las factorías de ponsy Vinent eran menos importantes en cuanto al número de esclavos exportados que las de Gallinas. Pero si el ataque a Gallinas sólo indirectamente condujo a los españoles hacia Fernando Poo, la destrucción de las factorías españolas en Corisco condujo directamente a Lerena, en nombre del Gobierno español, a anexionarse oficialmente una isla con respecto a la cual no tenía más derecho histórico” que la presencia en ella de unos cuantos piratas españoles. De esta manera, España preparaba el terreno para su salto al continente pues Corisco, mas cerca de las islas de Santo Tomé y Príncipe que de Fernando Poo o Annobón a pocos kilómetros del estuario del Muni, constituía una excelente puerta hacia l Gabón. Aquí, los españoles se enfrentarían posteriormente con los intereses expansionistas franceses que ya se hacían notar en la zona a partir de 1839.

La isla de Corisco, a tan sólo 24 kilómetros de la costa, cerca de Cabo San Juan y de las dos Elobeyes, a las puertas el estuario del río Muni y muy cerca de lo que más tarde sería Libreville, era una sla dedicada casi exclusivamente al tráfico de esclavos desde principios del siglo VIII:

“En 1723, le roi de Portugal, désireux de développer l’introduction de esclaves au Brésil, donna à un nommé Jean Dansaint et à ses associés de la ‘Compagnie de l’île de Corisco et de la côte adjacente’ le privilège d’acheter pendant quinze ans des esclaves sur la côte et les îles ‘depuis les Cameroens jusqu’au Cap Lopo Gonsalvez’”.

Aproximadamente en 1835 se habían establecido en la isla dos traficantes menorquines, provenientes de Cuba, Baltasar Simó y Francisco Vinent. No sabemos en que año lo había hecho Miguel Pons, pero no debió ser mucho más tarde; lo que sí nos consta es que desarrolló hasta tal punto lazos familiares con los indígenas que su familia de negros y mulatos era muy extensa y controlaba la trata en la isla.

El 7 de noviembre de 1840 arribó a Corisco el bergantín de la Escuadra Británica “Wolverine” y, después de un corto bloqueo, el comandante William Tucker envió cinco botes hacia la isla. Los indígenas, obviamente, se pusieron de parte de los seis factores residentes en ese momento en la isla y comenzó así un tiroteo en el que, según declaraciones del gobierno británico, hubo un marino inglés muerto y varios heridos. Esta provocación a la Armada de S. M. Británica tuvo como respuesta el incendio total de las factorías, y Miguel Pons que, según sus propias declaraciones, había intentado hacer de mediador, fue detenido y conducido a una prisión londinense donde entró el 22 de febrero de 1841. El contenido de la carta que Palmerston envió al embajador español en Londres, General Álava, el 29 de marzo, notificándole la liberación de Pons por “falta de pruebas”, al tiempo que tachaba al mismo de pirata, era una clara concesión del gobierno británico a su aliado, Espartero, a cambio de que éste procurase controlar con más celo a los negreros cubanos. Dice Palmerston:


“The individual in question had been concerned in the crime of wantonly fining upon some Boats belonging to ther Majesty’s Navy, by which means one of ther Majesty’s Subjects was killed and several others were wounded; and Captain Tucker of the Majesty’s Ship Wolverine had, on that account, sent Miguel Pons to England (...) the offence which Pons has committed is in its nature piracy: But the Law adviners of the Crown are of opinion, that in point of Law it is not cognizable by any tribunal in this Country: And the emdesigned therefore requested General Alava to urge the Spanish Government to take measures for bringing Miguel Pons to justice for the crimes which he had committed (…) Pursuits, but any admonition which General Alava might give to Miguel Pons to this effect would not fail to be useful to him and others with whom he will communicate on arriving at Cuba”.

Ante la magnitud de los hechos y las peticiones del gobierno inglés, la Regencia pidió informes el día 27 de abril al Gobernador General de Cuba, Jerónimo Valdés, que contestó el 2 de noviembre con un sustancioso informe donde defendía abiertamente la posición de los negreros cubanos y los factores afectados, acusando a los ingleses de injerencia en los asuntos internos nacionales y de tener como principal objetivo de la destrucción a la isla de Cuba (en lo que no le faltaba razón), dando finalmente algunos consejos al gobierno de la metrópoli sobre la forma más correcta de proceder en las costas africanas.

Los argumentos contra Inglaterra eran tan semejantes a los vertidos en las diligencias sobre Gallinas antes comentadas que diríanse escritos por la misma pluma. Dice Valdés, refiriéndose al ataque a Corisco:

“Los comandantes de los buques del crucero inglés en aquella Costa abusaron de su posición; sin consideración a los tratados y vínculos de alianza y amistad que unen a nuestra Nación con la Gran Bretaña, y con ofensa de los más sagrados derechos que respetaban los Africanos, incendiaron los establecimientos mercantiles existentes en Corisco, que no les pertenecía ni en territorio con el que estuviesen en guerra, ni que se hubiese dado motivo para un acto tan hostil que excitaría la indignación universal aún ejercido por enemigos”.

Después de hacer un breve recorrido por los sucesos de Gallinas y comparar ambos casos, Valdés previene al gobierno de la enorme perversidad que hacia España demostraba Inglaterra, actuando a la vez en tres direcciones diferentes pero confluyentes en la destrucción de la economía de la nación y de su imperial isla de Cuba:

“Sirvase V. E. fijar su elevada atención en su contexto [el de los hechos que acaba de relatar] porque suministran abundantes reflexiones sobre las miras de nuestros aliados casi a un tiempo incendiando estos establecimientos en Gallinas y Corisco, promoviendo la destrucción de la Isla de Cuba por medio de una ilegal y ominosa pesquisa, y destruyendo nuestra industria y comercio en la Península por medio del contrabando”.

Seguidamente, recuerda al gobierno que es su deber apoyar las reclamaciones de los súbditos afectados a través del embajador español en Londres y, en el último párrafo, denuncia a los ingleses por el trabajo forzado al que obligan a emancipados y libertos de Sierra Leona y recomienda al gobierno la vuelta de los jueces españoles del Tribunal Mixto y la necesidad de tener un cónsul en Freetown para defender los intereses nacionales en la zona. Era necesario “que en la Ciudad de Sierra Leona tenga nuestro gobierno una persona de carácter consular y que en el Tribunal Mixto (...) haya el Juez y Arbitro nombrados por nuestro Gobierno”.

Como se deduce de la carta del Embajador español en Londres al Ministro de Estado de 3 de abril de 1842, el gobierno tomó sus propias decisiones al respecto y optó por una solución intermedia que, a la par que recogía las “miras más altas de la nación” con respecto a las dos islas olvidadas, procuraba contentar a la elite negrera cubana con la posibilidad de realizar sus planes de reconversión de la mano de obra esclava en “contratada”, sin dañar sus relaciones diplomáticas con Gran Bretaña. Miguel Pons, en su declaración, había añadido datos semejantes a los proporcionados por Blanco respecto a la ocupación inglesa de Fernando Poo y esto era lo que realmente interesaba al gobierno español que pensaba ya en el envío de una expedición oficial para tomar posesión de las islas y, para ello, necesitaba de toda la información disponible. Los párrafos siguientes de la citada carta son muy reveladores de las órdenes que Espartero había dado a su Ministro Plenipotenciario en Londres, tanto por la política pactista con Inglaterra que demuestran, como por la nueva política que emprendía el gobierno español con respecto a su área de influencia africana:

“Sobre las violencias que dicen los promovedores de los sumarios fueron cometidas por los marinos ingleses en Gallinas y Corisco, no me manda Vd. que haga ninguna reclamación y no son difíciles de conocer los fundados motivos de su prudente reserva en esta parte. Mi reclamación debe únicamente recaer sobre los dos extremos de no permitir los ingleses que los españoles se establezcan en las islas de ‘Fernando Poo’ y ‘Annobón’ y de que tenga un Gobernador y guarnición en la primera de las dos”.

Los fundados motivos de Espartero para no pedir reclamaciones ni emprender acto alguno contra Gran Bretaña, eran bien claros: por un lado, las actividades probadas de los negreros en Corisco y Gallinas contravenían claramente tanto el espíritu como la letra de los Tratados abolicionistas; por otro lado, las últimas y enigmáticas palabras del embajador nos colocan ante un hecho que dejaba sin argumentos al gobierno español. Nos estamos refiriendo al conocido proceso que empezó en Londres en 1841 contra Pedro Juan de Zulueta por traficante de esclavos. A este respecto y, muy veladamente, dice el embajador:

“ha querido V. E., con su acostumbrada cordura, que se califique antes de algún modo la verdad de los hechos, pues no puede ser fundamento suficiente para proceder el dicho tan vago de una sola persona, ocupada en el tráfico de negros y que acaba de caer en faltas graves que han merecido una solemne reprensión”.

Aunque aquí, seguramente, el embajador se está refiriendo a Pons, podría estar hablando perfectamente de Zulueta puesto que, en realidad, la elite esclavista hispano-cubana ( Blanco, Pons, Martínez, Zulueta, Samá, etc.) actuaba en perfecta coordinación en los tres continentes atlánticos. Así lo da a entender el embajador, impotente contra la complicidad y presión de los negreros: “Para cumplir pues la orden de V. E. yo no he podido hacer más que dirigir el oficio nº 1 a Don Pedro Juan de Zulueta, cuya contestación nº 2 no me da absolutamente pie para seguir mi investigación”.

Efectivamente, el primo y socio en Londres de Julián Zulueta, Pedro Juan de Zulueta, fue acusado junto al capitán Thomas Jennings (que capitaneaba el “Augusta” cuando fue apresado en el ataque a Gallinas) por los tribunales ingleses en 1841 de tráfico de esclavos. La acusación logró demostrar que Zulueta and Co. compró un buque de pabellón ruso llamado “Gollupchick” en Porsmouth por 650 libras, le cambió el nombre y lo mandó a Gallinas con suficientes mercancías (p.e. 2.370 barriles de pólvora) para una sustanciosa compra de negros. La firma de Pedro Blanco, socio de Pedro Martínez y Carballo de Cádiz, realizaría los pagos pertinentes en La Habana. Sin embargo, el jurado declaró no culpable a Zulueta porque éste manifestó desconocer el tipo de comercio que se realizaba en Gallinas. Thomas señala muy certeramente que:

“Vista la comprobación de que en el río Gallinas no había más comercio que el de la trata y que tanto Pedro Blanco como Pedro Martínez eran importantes tratantes, (...) el veredicto parece muy generoso (...) Sin embargo, Pedro Blanco solía girar sus letras a cargo de Zulueta and Co. en Londres; por añadidura, unas pruebas posteriores que no llegaron a tiempo al juicio, demostraban que el cargamento del Augusta tenía por destino tres conocidos traficantes del río: José Pérez Rola, Ángel Ximénez y José Alvarez”.

Los tentáculos del tráfico ilegal de esclavos cubano llegaban hasta el mismo corazón del Londres abolicionista y librecambista. Los ministerios de Russell y Palmerston comenzaron a tener problemas a causa de los nuevos y más contundentes procedimientos antiesclavistas de la Armada Británica. En contra de ellos, no sólo se encontraba el partido tory, representante de los intereses comerciales ingleses que suministraban mercaderías para la trata, sino también los abolicionistas cuáqueros que, coherentemente con sus ideales fundamentalmente pacifistas, no podían ser cómplices ideológicos de actos de violencia y criticaban las actuaciones de Denman en Gallinas y de Matson en Cabinda. De hecho, al eficaz capitán Denman sus actuaciones en Gallinas terminarían por costarle años de inquietudes pues el asunto aún coleaba en 1848 como señala Thomas:

“En febrero de 1848 Palmerston se sintió alentado con la largamente postergada decisión del Tribunal Supremo a favor del capitán Denman, en un juicio en el que se condenó al tratante español José Antonio Burón por ser criminal según las leyes de su propio país”.

El movimiento abolicionista y el gobierno whig, sumidos en sus propias contradicciones con respecto a la ilegalidad del tráfico o la total emancipación y, empujados por la ola económica librecambista arancelaria con respecto al azúcar cubano y a los productos brasileños o estadounidenses, comenzaron a perder fuerza y a dividirse en cuanto a los procedimientos a seguir, lo que significó, muy a corto plazo, el comienzo del fin del abolicionismo inglés que se sumiría en una lenta agonía para reconvertirse en un movimiento misionero mesiánico, portador de los “altos valores civilizatorios” del hombre blanco inglés a los pueblos salvajes de África.

En la sesión de la Cámara de los Lores de 26 de julio de 1844, Palmerston se vio obligado a hacer la siguiente declaración:

“Quant aux baracoons, le gouvernement n’a pas cru pouvoir les détruir sans se conformer aux règles previstes par le droit des gens. On ne peut, sans l’autorisation des chefs africains, faire sur leur territoire un acte non autorisé par eux” .

El gobierno inglés se decidía por la política de pactos pacíficos con los jefes indígenas, dando así prioridad a la justificación ideológica de la colonización.






El fantasma del Blog
La proyección del pasado. Un Blanco recurrente.

Desde 1839 en que Pedro Blanco llegó al puerto de La Habana hasta 1852, año en que se pierde su rastro, el Mongo de Gallinas continuó traficando con esclavos, al mismo tiempo que intentaba conseguir, por medio del gobierno colonial cubano, el apoyo metropolitano a sus planes colonizadores en África. Como ya se ha mencionado, la propuesta de Blanco venía, aparentemente, a solucionar al gobierno español el problema de qué hacer con las islas, después de una ocupación forzada por las circunstancias y de carácter cuasi simbólico como fue la de Lerena. Un Informe del Ministro de Marina, Dionisio Capaz, de 28 de abril de 184349 sobre las cualidades de Pedro Blanco para merecer la gracia de Intendente de la Armada, lo demuestra contundentemente:

“Cuando me ocupaba en calcular los medios para realizar el pensamiento altamente nacional e importante de la colonización de las posesiones de Fernando Poo y Annobón, en términos que sirviendo de punto de apoyo para el Comercio Nacional con las costas de África, fuese también el Depósito de Negros que en clave de libres y en virtud de los convenios particulares pasasen a nuestras Antillas a reemplazar el déficit que ha de resultar precisamente de la estricta observancia de los tratados (...) he sido agradablemente sorprendido con un proyecto de propuesta presentado por Dn. Pedro Blanco, sujeto a quien conozco y que por sus relaciones, especiales conocimientos y bien adquirido concepto en el comercio, tiene cuantas garantías puedan desearse, ofreciendo verificar la indicada colonización ya por sí solo o asociándose (...) a personas de su confianza, bajo ciertas bases y concesiones en cuyo examen me ocupo”.

No nos deja de sorprender la proyección del pasado que demuestran las palabras del ministro, es decir, los objetivos del gobierno con respecto a las islas eran prácticamente los mismos, con las modificaciones que requerían los tiempos, que los del gobierno de Floridablanca a finales del XVIII, con la diferencia de que por aquel entonces los ilustrados tenían un proyecto pero carecían de negociantes activos, especializados en la trata, para llevarlo a cabo. En la década de los cuarenta del siglo XIX, España, por fin, había encontrado al hombre idóneo, pero el primitivo proyecto había devenido impracticable, incluso con el maquillaje con el que se le quería disfrazar.

El resto del Informe se centra en los recursos y méritos de Blanco para merecer tal distinción y en la conveniencia de otorgársela para apoyar oficialmente sus actos y estimularle a llevar a cabo sus planes:

“Las cualidades de este individuo que, sobre sus circunstancias ya indicadas, reúne la especial de haber residido muchos años en la Costa de Guinea, tener en ella grandes influencias y poseer en la misma cuantiosos recursos, me hacía esperar que con sus auxilios llegara a tener efecto este grandioso pensamiento”.

Después de enumerar las cuantiosas virtudes de Blanco, el Ministro de Marina terminaba señalando que estas eran “circunstancias poco comunes que vencen mi natural repugnancia a toda concesión que no sea rigurosamente de escala”. Todas estas “cualidades” de Blanco formaban parte de su leyenda en 1843, en vista de lo cual el Ministro de Marina informa favorablemente al gobierno:

“he pensado que podía ser político y conducente a nuestro objeto el concederle una distinción que al paso que acredita en aquellas posesiones la confianza que se merece, le sirva al mismo tiempo de estímulo para continuar con constancia sus útiles tareas”.

En efecto, el Regente decidió el 30 de abril de 1843 concederle el título de Intendente de la Armada mandando

“a los Oficiales generales y particulares de la Armada Nacional, Intendentes, Ministros, Oficiales y demás personas a quienes tocare (...) os reconozcan a vos, Dn. Pedro Blanco, por tal Intendente de Marina honorario a fin de que se os guarde y haga guardar todos los honores, preeminencias y execuciones que según esta clase os pertenece”.

Pero ¿cuáles habían sido realmente los méritos de Blanco desde su partida de Gallinas en 1839? En La Habana, su mayor deseo era alcanzar el status de sus poderosos e influyentes socios cubanos y, como ellos, se instaló como un noble en las proximidades de la plaza de Armas, centro de las instituciones españolas, junto al puerto, “en que proliferaban los mercados de esclavos tolerados por las autoridades coloniales”. Estableció una compañía de comercio legal interamericano, cuyo libro mayor se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba.Es decir, se encontraba en la posición perfecta para continuar, con cierta tranquilidad, con la trata como lo demuestran las distintas anotaciones de su libro de caja, a fines de 1839:

“el 3 de septiembre recibe de Julián Zulueta, por la tercera parte que le corresponde del cargamento del buque ‘Llobregat’, $ 10.021, 10 reales; y de Joaquín Gómez, por una operación a cargo de la casa Zulueta y Co. De Londres, en 2 de octubre: $ 2.699, 06 r.; y en otra negociación similar con el mismo Gómez $ 24.508 en 19 de ese mes y año. Y en las distintas partidas van desfilando los nombres de Drake y Cía., Pedro Forcade, Domingo Goicuría, Pedro Martínez, el Conde de la Casa Brunet, Salvador Samá, Miguel Azopardo, a los que se mezclan comerciantes de Nueva York, Filadelfia y Boston”.

También contaba Blanco “con la colaboración de Ramón de Armas, abogado y máximo representante de los intereses de la oligarquía negrera en el Ayuntamiento de La Habana y de la Sociedad Económica de Amigos del País”.


En la primavera de 1843, Blanco recibió la notificación del ministro de Marina de que el Regente había decidido concederle el título de Intendente de la Armada. Mientras tanto, Blanco alternaba el tráfico de esclavos bozales del que lo acusaron los ingleses el 24 de abril de 1844 después de la captura del “Andalucía” con 750 negros a bordo, con tímidos intentos de llevar a cabo sus planes de colonización en África con negros “contratados”.

En esto, Blanco era un desleal partidario de la política comenzada por Inglaterra diez años antes en Sierra Leona y en Jamaica y estaba inmerso en el ambiente que se respiraba hacia finales de los treinta: el temor al fin de la trata y el convencimiento de que éste se produciría imparablemente en un tiempo más o menos cercano. Además de hacer el negocio más difícil, la abolición y las medidas represoras inglesas habían tenido como consecuencia un encarecimiento muy importante de la mercancía humana. Por otra parte, las presiones diplomáticas inglesas se acrecentaban. En 1842 se firmó un tratado abolicionista entre Inglaterra, Austria, Francia y Rusia y, el artículo 9º del Tratado de Webster-Ashburton del mismo año, entre Inglaterra y los Estados Unidos era toda una provocación para España: “ambas potencias requiriesen a España y Brasil para que tomasen las medidas pertinentes para la eficaz supresión de la trata en sus colonias o territorios”.

La consecuencia de las presiones inglesas fue la Ley Penal de 1845, burlona réplica de los negreros españoles a Inglaterra pues también, casualmente, su artículo 9º rezaba:

“Las autoridades superiores (...) pueden y deben proceder (...) contra los que se ocupan de este ilícito comercio (...) siempre que llegue a su noticia que se está preparando una expedición marítima de esta clase, o que ha llegado a tierra con cargamento de esclavos procedentes del continente de África; pero en ningún caso ni tiempo podrá procederse, ni inquietar en su posesión a los propietarios de esclavos con pretesto de su procedencia”.

El juez Jos Tucker Crawford, llegado a La Habana para reemplazar al expulsado Turnbull, en junio de 1842, en la síntesis de su Informe, resume magníficamente el verdadero estado de corrupción social y administrativa deCuba:

“He mostrado a Su Señoría las tentaciones que existen para lanzarse a la trata de esclavos africanos, que el negrero puede sufrir diez capturas de barcos equipados, o cinco de barcos con negros a bordo, por una expedición exitosa. He demostrado cómo esa sola expedición con éxito enriquece a los corrompidos oficiales y autoridades españolas...demostrando consecuentemente el interés que tienen en su continuación, y que la isla de Cuba es actualmente el único mercado de esclavos en el mundo occidental”.

En efecto, en ese único mercado de esclavos cuasi monopolista, los negreros hispano-cubanos habían logrado hacerse los amos, burlando todos los tratados, expulsando de la isla a cónsules ingleses como el ferviente abolicionista Turnbull o a capitanes generales que osasen contradecirles en algo, como Jerónimo Valdés.

Sin embargo, el miedo a la pérdida de tan lucrativo comercio, al mismo tiempo que el miedo al negro, se había incrementado y hacia 1840 se había convertido en una realidad tan paranoicamente fuerte que la esclavitud como forma de trabajo se convirtió en el problema más importante de la isla. Hacendados medianamente sensatos como Saco o Aldama, temerosos de la revolución haitiana y los sucesos de Jamaica, abogaban por la supresión del tráfico de negros bozales puesto que en Cuba la población de color superaba ya a la blanca; pero los propenínsulares o partido Catalán, en su avaricioso afán de riqueza pronta y fácil continuaban con el tráfico o planificaban convertir el trabajo libre en una farsa. Como decía Crawford:

“los partidos aquí, promotores de esta especulación (...) conocen bien que los negros en África no querrán contratarse voluntariamente para venir a trabajar aquí (...) su plan es hacer contratos con los reyes por todos los prisioneros que ellos puedan entregar en ciertos lugares, y tanto por cada uno, y se va a poner en práctica la farsa de la contrata cuando, en realidad, la base es la esclavitud”.

Esta hipócrita farsa de convertir la trata en tráfico de emancipados y libertos negros, culíes chinos, yucataneses, etc. etc. teóricamente contratados, resultaba una alternativa más barata que poseía el mérito añadido de tener un punto de referencia teórico y real en las migraciones promovidas por los ingleses que cruzaban el Atlántico en ambos sentidos. Dice Pérez de la Riva, refiriéndose a la importancia de esta reconversión:

“El ejemplo cercano de Jamaica ofrece la pauta a seguir: la inmigración contratada. Esta es la característica original propia de la época y que no ha sido hasta ahora señalada con el énfasis que merece (...) ahora lo que se quiere son braceros contratados, es decir, reducidos a servidumbre temporal como los indentured servants del siglo XVII”.

En este sentido, y cuando el “miedo al negro” y la represión más brutal se desataron en 184462, Blanco intentó sacar partido de ello, vendiendo pasajes para las costas africanas a parte de los 400 negros expulsados de la isla, con la intención obvia de convertirlos en indentured servants. Sin embargo, no tuvo éxito en estos sus primeros ensayos de sucedáneos de la esclavitud pues el “San Antonio” que salió de La Habana con 97 pasajeros el 29 de noviembre de 1844, al llegar a África fue detenido por un barco inglés, conducido a Sierra Leona y declarado “buena presa” por el tribunal. Lo volvió a intentar hacia el final de su estancia en Cuba, ya sin socios y con las autoridades en contra, con la goleta “Caimán”, que devolvía cien negros oriundos de la Costa de los Granos a su lugar de origen y que tuvo el mismo destino que la expedición anterior.

También fracasó, como es evidente, en sus ambiciosos proyectos de medirse por un igual con los clanes más poderosos de la isla. Hacia 1840, Blanco hizo traer de Gallinas a su mulata e ilegítima hija, Rosa, a la que intentó hacer un hueco entre la oligarquía negrera, luchando por su legitimación desde el 17 de julio de ese mismo año hasta mayo de 1843 en que, finalmente, el abogado Ramón de Armas consiguió la R. Orden a favor. Pedro nunca perdonó esta tardanza y los desaires racistas que los poderosos de la isla le hacían a su hija. Por su parte, éstos, honrados padres de familia, enriquecidos, condecorados, ennoblecidos y convertidos, algunos, en diputados de la nación, se consideraban a sí mismos como una noble oligarquía en la que no tenían cabida plebeyos ennegrecidos, de morales dudosas y con hijas además de bastardas, mulatas. La aspiración de Blanco de ser totalmente reconocido por esta cerrada elite, se encarnaba, para él, en el hecho no sólo de la legitimación legal de su hija sino en su pública aceptación social y el desdén, la burla, cuando no el racismo más descarado, que mostró la oligarquía cubana hacia ella, produjeron en el negrero una amargura que, según casi todos sus biógrafos, fue una de las causas de su abandono de la isla, renunciando a todos sus planes.

Sin embargo, tenemos suficientes datos para pensar que esta huida fue la crónica de una desaparición anunciada desde el momento en que Blanco se convirtió, por una parte y obligado por su posición inferior, en la “cabeza de turco” de la elite negrera que conspiraba contra el Capitán General; y por otra, en una verdadera amenaza competitiva si, con su flamante título de Intendente de la Armada, conseguía convertirse en colonizador de las islas africanas y de la costa del Vey. El cuasi monopolio abastecedor que hubiese detentado y la dependencia que ello habría supuesto para las familias esclavistas cubanas, constituía un verdadero peligro que debía ser evitado. Así, el que había sido Emperador entre
reyezuelos, el Mongo de Gallinas, se encontraba en Cuba reducido al papel de “hombre de paja” de los verdaderamente poderosos, al que se le consentía algo porque se le necesitaba para realizar el trabajo sucio. Pedro Blanco fue, en realidad, expulsado de la isla por los mismos que había contribuido a enriquecer, sin que su inteligencia, tan lúcida entre los africanos, se lo pusiese a los hacendados demasiado difícil.

La Capitanía del general Valdés, coincidió, en parte, con la estancia en Cuba del cónsul británico Turnbull que, abolicionista convencido y con sus bien organizadas redes de espionaje, constituía un peligro cotidiano para los negocios negreros. La posición de Valdés no era sencilla y aunque, presionado por los esclavistas, logró la expulsión del cónsul, los planes de Blanco y sus socios con respecto a África no terminaban de despegar y los negreros llegaron a la conclusión de que el principal impedimento era la posición “pro-inglesa” del general Valdés, el cual presionado por el gobierno del Regente, al que presionaba, a su vez, el inglés, tuvo necesariamente que tomar algunas medidas represoras del tráfico que acallasen a los ingleses:

“La captura de 49 negros procedentes de África y el apresamiento el febrero de 1842 de la goleta portuguesa ‘Amelia Félix’ por el bergantín de guerra español ‘El Cubano’ así como la aprehensión de 105 africanos desembarcados en Matanzas (...) y el haber conocido que el general Valdés había propuesto un plan para efectuar la acordada y completa libertad a los negros emancipados (...) fueron las causas que determinaron a la oligarquía negrera a lanzar una violenta campaña para relevar al general Valdés de su mando en Cuba”.

La crisis de la política de Espartero fue el caldo de cultivo que facilitó a los negreros cubanos y a sus socios y camaradas peninsulares el desencadenamiento de una furiosa campaña contra las “veleidades abolicionistas” de Valdés. El 29 de junio de 1842, la Diputación Provincial de Santander dirigió un escrito a Espartero, dando apoyo a las demandas de los negreros cubanos, tachando a Valdés de colaboracionismo con los abolicionistas británicos y pidiendo su cabeza. Después vinieron idénticas peticiones de las Diputaciones de Málaga, Cádiz, Alicante y Zaragoza, plazas todas ellas en las que los cubanos tenían aliados e intereses. Finalmente vencieron estos intereses y el nuevo y acorralado gobierno español, liderado por Joaquín María López, destituyó a Valdés el 21 de octubre de 1843, no sin que éste hubiese redactado en su defensa, el 2 de mayo del mismo año, un amplio informe reservado tanto sobre los hechos como sobre el máximo responsable de los mismos.

El informe refleja claramente la postura de la máxima autoridad de la isla con respecto a la esclavitud que, en 1843, era la de maquillar con inteligencia y cautela la situación, al mismo tiempo que denuncia la completa ausencia de estas dos virtudes en los negreros en un “comercio que sin embargo de ser prohibido se hacía, no sólo con poca cautela, sino haciendo alarde de él y de sus cuantiosos provechos”, lo que considera la provocativa causa de las “mayores exigencias del Gabinete inglés” que le obligaron a hacer ciertas concesiones antiesclavistas que suponían realmente una amenaza para los negreros:



“Estas disposiciones represivas no pudieron ser gratas a los interesados [que] no toman jamás en cuenta los intereses generales de la nación (...) la más pequeña contrariedad en sus cálculos les hace prorrumpir en acriminaciones contra el que creen autor de sus frustrados proyectos”.

Obviamente, esas pequeñas contrariedades que señala el general se producían a causa de su política de no autorizar, si se enteraba, la introducción de negros bozales, pero callarse y disimular, ante una realidad consumada. Así lo dice en el párrafo siguiente:

“Mis disposiciones sobre la supresión del tráfico de esclavos, están dictadas con el tacto preciso para no traspasar lo prevenido ni proteger lo absolutamente vedado: no autorizo ni puedo autorizar la introducción de esclavos que se pretende hacer, pero cuando se trata de hechos consumados a pesar de la vigilancia exterior, mis providencias siempre se fundaron en el respeto a la propiedad adquirida, favoreciendo el interés particular en lo que pueda permitirlo la legal inteligencia de los tratados existentes”.

A continuación Valdés, pasa a acusar a los protagonistas de la conspiración:

“En todos los documentos aparecen las firmas de los parientes o corresponsales del prohombre de tan miserable fracción (...) pandilla de contrabandista cortísima en número, pero fuerte por sus riquezas mal adquiridas (...) tienen en Santander, en Málaga, en Cádiz, en Barcelona y en los Estados Unidos mismos, socios de sus reprobadas especulaciones; tienen fondos cuantiosos (...); tienen un agente osado que encargado de una verdadera propaganda y prevalido de sus recursos pecuniarios amontonados en la costa de África (...) recorre los pueblos y aún ha llevado sus aspiraciones a sentarse entre los diputados de la nación, explotando el desacuerdo y pugna de los partidos y no perdonando medio para adquirir una popularidad tabernaria (...) Este emisario es Dn. Pedro Blanco de esta residencia (...) Al mismo pertenecen diversos cargamentos de negros denunciados actualmente por el Cónsul y comisarios británicos, cuyos expedientes estoy instruyendo”.

No se contentó el General Valdés con la anterior denuncia y adjuntó a ésta lo que denominó “hoja biográfica” de Blanco que, según él

“si bien no es un documento oficial, es sin embargo muy fidedigno por ser un extracto de la demanda de divorcio intentada por su mujer y cuyo curso se ha paralizado por la marcha o fuga de Blanco, primero a los Estados Unidos y después a la Península” .

Este vergonzoso y sorprendente trozo de biografía fue, sin duda, el pretexto para que el gobierno de transición al moderantismo de González Brabo le negara finalmente el título de Intendente de la Armada por R. Orden de 19 de abril de 1844, prescindiendo así de Blanco para la colonización africana.

Curiosamente, y en contradicción con estos datos de su vida, los principales biógrafos de Blanco no dicen nada de un matrimonio cubano. En el libro de Novás Calvo da la impresión de que el protagonista permanece soltero toda su vida. Aunque tengamos en cuenta que hablan poco del Blanco cubano y mucho del Mongo de Gallinas, presentándole como un individuo de personalidad introvertidamente dura y cruel, de austeridad de costumbres y profundamente misántropo, sigue resultando extraño que este episodio de desavenencia matrimonial y relajación de costumbres no aparezca en los relatos de este personaje. En particular sorprende su ausencia en el relato del citado Novás Calvo –quien tanto provecho literario hubiera sacado de información tan suculenta- y puesto que, por lo que sabemos, examinó los archivos cubanos, cabe suponer que no encontró en ellos ninguna referencia, quizá por no dar con los documentos apropiados o quizás porque no existan referencias escritas de la vida privada de Blanco en La Habana, salvo, como es obvio, el documento que vamos a estudiar, baza que, sin duda alguna, guardó Valdés y que se apresuró a mandar a la península cuando así lo creyó conveniente.

También es probable que, sobre un fondo de realidad, en el documento biográfico se refleje, en sus posibles exageraciones, un montaje contra Blanco por parte de la oligarquía cubana o del propio gobierno colonial. Aunque si fue así, el negrero se lo puso muy fácil a sus enemigos puesto que en sus escritos reclamando el negado título de Intendente, aun quejándose de ser la víctima de una conspiración, no aporta pruebas suficientes ni niega rotundamente la veracidad de los hechos. En el documento biográfico que comentamos, no es al hombre de negocios al que se ataca sino al lado oscuro de la personalidad de Blanco. Se le acusa de casi todo, desde el soborno al asesinato, pasando por malos tratos físicos y psíquicos, secuestro y corrupción de menores. Después de repasar las actividades de Blanco como participante en el tráfico de esclavos desde los 16 años, su amistad con Cha-Cha y su establecimiento en Gallinas, donde “se hizo señor de vidas y haciendas” y propietario también de un serrallo “donde tenía un crecido número de esclavas con que satisfacer sus apetitos y pasiones”, nos informa el citado documento de que Pedro viajó a La Habana en
1834 donde se reunió con su mujer

“hasta entonces abandonada, y no tardó muchos días en manifestarle su poca afición al sexo femenino, y en exigirle concesiones que ella resistió,çprovocándose de aquí varios disgustos (...) por la frecuencia con que el marido introducía varios jóvenes negros y blancos en su aposento. Llegó a extremo de que el día 5 de Junio del mismo año de treinta y cuatro le sorprendiese su mujer en el instante que Blanco consumaba el crimen atroz con un negro esclavo nombrado Tomás”.

Tres o cuatro días después del incidente, Blanco volvió a África de donde regresó en 1839. Los datos biográficos en poder de la Capitanía General de la isla desde este año al 15 de agosto de 1841, son todavía más denigrantes para el célebre negrero. Después de reseñar algunas de sus “tabernarias” aventuras amorosas homosexuales, con asesinato incluido, añade con decimonónico lenguaje: “Ni los mismos sobrinos de Pedro Blanco han podido librarse del furor de su bárbara pasión. Dn. Vicente Fernández68 (...) fue forzado por su tío y obligado después al silencio” por medio de la paga de una cuantiosa cantidad. También forzó a Pedro Capella, hijo de una hermana de su esposa, el 11 de febrero de 1840, ante los ojos de las “horrorizadas mujeres”; sobrino político a quien, finalmente sedujo con “grandes ofrecimientos”. Según el documento, el hecho que desencadenó el que su mujer iniciase acciones judiciales contra Blanco fue el que éste la obligase, en julio de 1841, a ser cómplice voyeurista de sus “excesos”, decidiendo el juez refugiarla en la casa del Mayor Comandante, Dn. Pedro de la Roca, y citar a Blanco para el día 13 del mes de agosto.

Al parecer, Pedro comenzó una táctica dilatoria que le diese tiempo a solucionar el problema y, arguyendo enfermedad, prometió que se presentaría el 18 de agosto. Por carta del día 12 intentó convencer a su mujer de que retirara la querella y le entregase el expediente, a cambio, ofrecía una enorme suma de dinero; después de la negativa de ésta, procuró ablandar al depositario, Pedro de la Roca, y sobornar al abogado de su mujer, Joaquín Astray y Caneda, al que ofreció 10.000 pesos. Finalmente, sus amigos intercedieron para que se le concediese, como último recurso, una entrevista pública con su mujer. La reunión tuvo lugar en casa del depositario, el día 14, ante los siguientes testigos: el apoderado defensor Astray, el Comandante Pedro de la Roca y su mujer y otras personas, no especificadas que, según el escrito, quedaron escandalizadas ante el relato de la esposa y la confesión de Blanco:

“el marido no negó, limitándose tan sólo a implorar perdón (...) y exigiendo la esposa la confesión o negativa de este hecho [el que la hubiese obligado al voyeurismo], contestó el marido implorando perdón, y diciendo que trataría de contener y desterrar el vicio”.

Finalmente, Pedro, ante la reiterada negativa de conciliación de su esposa y el escándalo provocado, comenzó a preparar precipitadamente su huida:

“Para ello interesaron al Ayudante del Excmo. Sr. Capitán General, Dn. Jacobo de la Pezuela, hicieron entender a S. E. que un asunto urgentísimo en Nueva York exigía la presencia de Blanco, y por tal medio pudo éste embarcarse a las tres de la tarde del mismo día quince de Agosto en una goleta costera que hizo salir para Cayo Sal, y de este puerto pasó a Charleston a los pocos días”.

Aunque parece que no tardó en volver a la isla y convencer a su esposa de que retirase las demandas contra él y, si bien, como hemos visto, pudo continuar con sus negocios esclavistas bajo los últimos años del gobierno de Valdés y los primeros de la Capitanía General de O’Donnell, su falta de cautela no sólo en su vida “profesional” sino también en la personal y su torpe apoyo a la “Conjura de los Negreros” contra Valdés, parece que se volvió en su contra y le costó su ansiado título de Intendente que reclamó dos veces; la primera en 1844 y la segunda, residiendo en Génova, en 1850. En su segunda petición, hecha a través del apoderado, Basilio Minondo, se lamentaba de haber sido víctima de una confabulación familiar alentada por sus enemigos diciendo haber descubierto

“de resultas de rumores esparcidos en la Habana por enemigos suyos (...) personas mal intencionadas [que] hicieron concebir a su esposa Dñª. Rosalía Pérez, y que la impulsaron a prepararse legalmente para practicar diligencias judiciales (...) Equitativo en alto grado parece que rehabilitado como ha sido mercantilmente (...) y destruidas las calumnias con que se le quiso presentar a los ojos del Gobierno como hombre de costumbres estragadas, se le rehabilite también socialmente”.

Ante defensa tan débil, Blanco recibió por toda contestación el silencio y en 1852, se rendía, pidiendo al Ministerio de Marina le devolviese varios documentos que había aportado. El asunto se volvió a abrir, en el clima de rapacería que había desencadenado la Conferencia de Berlín, ante las reclamaciones que hicieron en 1886 los Fernández de Nueva Orleans sobre el territorio de Gallinas, propiedad, según ellos del heroico patriota, Dn. Pedro Blanco. Pero el expediente reservado se cerró con rapidez el 19 de octubre de
1886 con estas rotundas palabras: “Excmo. Sr.: Los informes que comunica el Ministerio de Marina no dan luz alguna sobre el punto principal de este asunto. Son noticias de Dn. Pedro Blanco, de tal naturaleza que su sola lectura repugna”.

Sabemos que Blanco abandonó La Habana en 1845 y nos consta que después del ataque a Gallinas de 1849, donde parece que aún poseía factorías, estaba en 1852 residiendo en Génova donde algunos dicen que murió. Luciano Franco, Novás Calvo y González de Vega sostienen que murió loco en Barcelona. Hay incluso quien lo hace morir en Nueva York, después de una estancia en el sur de Estados Unidos. Lo cierto, es que se pierde su rastro oficial hacia 1852. Pero sus especiales planes se proyectaron durante mucho tiempo como una oscura sombra sobre la desastrosa colonización española en Guinea Ecuatorial y el primer beneficiario de esta farsa colonial fue ¿cómo no?, el industrioso y esclavista Marqués de Álava, Julián Zulueta.


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Tibios intentos y un nuevo obstáculo: los baptistas.

Los primeros intentos colonizadores españoles de mediados del siglo XIX no pasaron realmente de ser meras ocupaciones poco más que simbólicas. La expedición de Lerena de 1843 y la de Manterola-Guillemard de Aragón en 1845-46 fracasaron por la conjunción de muchos y variados factores. Quizás el más importante fue la muy inestable situación tanto política como social y financiera de la metrópoli. El fin de la Regencia de Espartero abrió un periodo de diez meses de transición al moderantismo cargado de fluctuaciones políticas, omisiones e indecisiones que no favorecieron aventuras colonizadoras. Tampoco el gobierno moderado mostró ningún interés por las posesiones africanas. Además, existía otro gran obstáculo contra la ocupación efectiva y la colonización española: la continuada presencia británica en Fernando Poo. La isla no sólo era el depósito de carbón piedra que abastecía a toda la flota británica tanto mercante como militar de Bonny y Calabar, sino que también constituía un enclave donde depositar a los esclavos liberados. Por otro lado, la población de Clarence era en su totalidad inglesa por lengua, usos y cultura. Sin embargo, en esta sociedad, en la que los españoles no podían dejar de sentirse extranjeros, existían dos grupos de presión, enfrentados entre sí desde 1840: los comerciantes y los misioneros. A la larga, las disensiones entre ellos favorecerán los comienzos colonizadores españoles de 1858, pero en los años 40 el factor de distorsión más importante tanto para los comerciantes británicos como para el gobierno español era la presencia y actuación de los misioneros baptistas que no se contentaban con ser abolicionistas sino que, además, luchaban activamente contra el sistema de trusts que habían organizado con éxito los hombres de negocios de la isla, a cuya cabeza figuraba John Beecroft.

Los primeros baptistas habían llegado a comienzos de los 40, pero la emigración más importante fue la constituida por misioneros y negros libertos procedentes de Jamaica en 1844. Comenzaron entonces los problemas de los tranquilos comerciantes británicos de Fernando Poo que empezaron a ver en sus compatriotas a serios rivales boicoteadores de sus negocios. Como es evidente, la presencia de los misioneros tampoco era del agrado del gobierno español, no tan sólo por el argumento más utilizado –el que no se pudiese tolerar en territorios españoles otra religión que la católica-, sino porque los baptistas representaban también la avanzadilla de la alfabetización inglesa y de los rudimentos de instrucción escolar. Este era su papel en la isla cuando en 1845 hablaron con el Comisario Regio, Guillemard de Aragón. Tampoco se nos puede escapar que el ideario igualitario y abolicionista transmitido por estos singulares protestantes no sólo era contrario a la política de trust de los comerciantes afincados en la isla, sino también a los planes de España y la oligarquía cubana sobre el traslado de emancipados de una isla a otra. Por lo tanto, a partir de 1845, tanto el gobierno español como los habitantes acomodados de la isla tendrán un objetivo común: la expulsión de tan extraños personajes. Este objetivo contaba con la oposición de gran número de habitantes de Clarence, los menos favorecidos y, en principio, también del gobierno británico y, aunque la Misión Baptista fue finalmente expulsada en 1858, lo cierto es que Fernando Poo continuaría por mucho tiempo bajo la influencia ideológica del protestantismo.

La Sociedad Misionera Baptista, que había nacido en Nottingham en 1792, centró su atención a partir de 1806 en las condiciones de los esclavos negros de las posesiones británicas de las Indias Occidentales. En 1814, la que ya era Baptist Missionary Society of London envió a Jamaica a los primeros misioneros liderados por Jhon Rowe que, antes que capillas erigieron escuelas y se unieron a los cuáqueros y a otras sectas de los Inconformistas en la lucha por la abolición de la esclavitud . Una vez ganada ésta, los baptistas ingleses en las Indias, a raíz de la experiencia migracional promovida por sus hermanos protestantes a Liberia, empezaron a pensar que la solución para los africanos liberados que eran desgraciados en América era su “repatriación” a África y la creación allí de enclaves misioneros-educadores para ayudar a que se cumpliese la promesa de Dios: “Ethiopía shall stretch out her hands unto God”. En esta dirección, la Sociedad londinense envió a dos de sus trabajadores en Jamaica, Rev. John Clarke y Dr. G. E. Prince, a buscar un emplazamiento adecuado en el Golfo de Guinea que no fuese Sierra Leona o Liberia. Las excelentes referencias que dieron éstos sobre las posibilidades de Fernando Poo, a donde llegaron en 1840, y las buenas condiciones para comprar edificios y terrenos ya desmontados, decidieron a la Sociedad a mandar dos expediciones más en 1843: una, formada por el Dr. Prince, Thomas Sturgeon y el Rev. Joseph Merrick, salió de Inglaterra directamente hacia Fernando Poo; la otra, compuesta por Alfred Saker y el Rev. John Clarke, se dirigió, en primer lugar, a Jamaica para recoger a unos 50 negros y mulatos que deseaban regresar a África. Esta numerosa expedición llegó a Port Clarence en febrero de 1844. Mientras esperaban a éstos, los componentes de la primera expedición habían comprado las propiedades de la West African Co. donde habían construido casas, una iglesia y una escuela que, a finales de 1843, contaba ya con 70 niños. Después de la compra de un barco que les permitió no sólo un mayor y más fácil conocimiento de la isla, sino también mejor comunicación con las costas del continente, y después de la llegada masiva de jamaicanos, la Misión creció y tuvo sus mejores años entre 1844 y 1849.

Los baptistas trabajaban fundamentalmente con los emigrantes de las Indias Occidentales –con los cuales soñaban crear otra Liberia-, con los numerosos esclavos liberados que la Armada británica dejaba en Port Clarence procedentes de sitios tan diversos como el Congo, Camerún y delta del Níger y con los emigrantes de Sierra Leona . Así, los principales inculcadores de los valores británicos en la primera mitad del XIX fueron los misioneros, pero esta actividad no estaba exenta de problemas y contradicciones: “For some residents, Western education aided in trade and provided entrée to employment (...) the potentially missionized might overlook the separation of means and end, and view them as synonymous” y aunque los baptistas, conscientes del problema, intentasen luchar contra estas tendencias “materialistas”, el esfuerzo resultó infructuoso desde el momento en que los evangelizados entendieron demasiado bien los fundamentos económicos del protestantismo.

Quizás esta fue una más de las razones por las cuales, en su Informe de 1843, la Sociedad Baptista londinense anunciaba ya un nuevo giro en su política “civilizadora” en África y sostenía que los civilizadores de África debían ser los propios africanos. Esta propuesta que implicaba, a la larga, la no intervención directa europea acompañada de apoyo logístico, era justificada oficialmente por la Sociedad con dos razones de indudable peso en aquel tiempo: por las fiebres recurrentes que diezmaban a los europeos bajo el clima ecuatorial y por el color sospechoso de éstos, tándem nada funcional para los objetivos de los misioneros que pretendían acaparar la atención de los nativos de las costas y, así, introducirse en el interior del continente. El Informe decía textualmente:


“Mientras que los Europeos están imposibilitados de entrar en África por el clima malsano y su color sospechoso, se ha permitido a millares y millones de Africanos ser conducidos a países donde no sólo podían llegar a ellos los Europeos con seguridad sino donde están rodeados continuamente de las artes y conocimientos de Europa. Estos africanos pueden ser inducidos con gran facilidad a ser los civilizadores de su país”.

Es decir, debían ser los afroamericanos los civilizadores de África y éstos se encontraban en gran número, ya “civilizados”, en las posesiones británicas americanas.

Según los baptistas, que ponían especial énfasis en la educación, el nivel de civilización de los africanos era tan bajo que bastaba con que los primeros maestros negros que se enviasen supiesen un poco de “las artes comunes de la vida” y pudiesen instruir a los nativos en la lectura, escritura y aritmética. En una fase posterior, y cuando el negro hechizado por la magia que atribuía a los caracteres escritos desease por sí mismo una mayor instrucción, se mandarían maestros con conocimientos superiores, de tal manera que, al final, los misioneros blancos hiciesen sólo el papel de intermediarios. Todos estos planes de los baptistas y, particularmente su asentamiento en Fernando Poo, estaban avalados por las recomendaciones

“of various friends of Africa, personally acquainted with de African coast. Of these the Committee may be permitted to mention Colonel Nicolls, late governor at Fernando Po, and Macgregor Laird, Esq., to whom the Committee are under many obligations for the practical suggestions they have made”.

Luego veremos el verdadero papel que estos “alentadores de la experiencia misionera” interpretaron en la historia de las misiones baptistas en Clarence.

Volviendo a las expediciones españolas, sus proyectos colonizadores fueron abortados, como ya hemos dicho, por los acontecimientos políticos que se desarrollaron en España a partir de la caída de Espartero. La expedición de Lerena en 1843, a pesar de su carácter cuasi simbólico de renovada ocupación, superó las pocas expectativas que el gobierno español tenía para la zona y sus informes y buenos resultados alentaron al gobierno a preparar un segundo viaje cuyo objetivo era el comienzo de la colonización. Para ello la Regencia nombró a Lerena. Gobernador de las posesiones españolas en el Golfo de Guinea y destinó 3.000.000 de reales y 7 barcos para tan importante empresa. Desgraciadamente para los expedicionarios, la Regencia se derrumbó apenas dos meses después de la arribada de Lerena al puerto de Cádiz. Los gobiernos de Joaquín María López y de Olózaga continuaron apoyando la empresa y durante tres meses parecía que González Brabo iba por el mismo camino, pero las elecciones municipales de marzo, ganadas de forma aplastante por los moderados (por retraimiento de los progresistas) hicieron virar la política del gobierno hacia posiciones más conservadoras. A pesar de ello, el 13 de abril de 1844, el gobierno apoyó las medidas tomadas por Lerena sobre alistamiento de tropas y acopio de víveres, pero el 22 de abril, de forma sorprendente y sin demasiadas explicaciones, Lerena era separado del mando y arrestado10. El 4 de mayo, Narváez sustituyó a González Brabo en la presidencia del gobierno y el 30 del mismo mes se suspendían todas las actividades relativas a la expedición a las islas africanas hasta nueva orden.

Finalmente, la expedición Manterola-Guillemard de Aragón, que con las bendiciones del gobierno moderado salió para Fernando Poo a finales de 1845, significaba un importante recorte tanto en el presupuesto como en las expectativas colonizadoras. Oficialmente, se reducía a una expedición de reconocimiento. Extraoficialmente, sus objetivos aparecen muy difusos y sus contradicciones evidentes. Se trataba de que el recién nombrado Cónsul de S. M. para las posesiones españolas en el Golfo de Guinea explorara la situación de las islas e informara a la metrópoli, y asegurara la permanencia en ellas de dos clérigos católicos con un escasísimo presupuesto. Por lo tanto, Guillemard de Aragón carecía de órdenes ejecutivas, es más, se le ordenaba interferir lo menos posible en la vida de los habitantes de las islas. Sin embargo, se encontró con una realidad diferente a la que había vivido Lerena y tuvo que tomar decisiones que por su excesiva tolerancia no gustaron al gobierno español. Los resultados de esta segunda expedición fueron decepcionantes para España que tardó 12 años en repetir la experiencia. Irónicamente, los grandes beneficiados fueron los comerciantes británicos de Fernando Poo que vieron cómo su poder se acrecentaba, sancionado por el soporte político español. En cuanto a la expulsión de los baptistas, a pesar de ser uno de los objetivos más importantes del gobierno moderado, no se consiguió y, con el beneplácito del Comisario Regio, pudieron desarrollar su labor hasta su expulsión definitiva en 1858.







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La expedición Lerena (1843).

Esta segunda expedición oficial española a las islas africanas después de la desgraciada expedición Argelejo, fue, finalmente, el resultado de la confluencia de los diversos hechos relatados en páginas anteriores. El 18 de diciembre de 1842, el bergantín “Nervión”, con una tripulación de 75 hombres, partía del Ferrol con dirección a Sierra Leona donde llegó el 9 de enero de 1843. Al Capitán de Navío, Juan José Lerena y Barry se le habían dado amplios poderes y era portador de instrucciones claras y precisas. Su misión oficial y, sin duda, el hecho de mayor repercusión política ya que su cumplimiento disipaba las dudas sobre la soberanía territorial de las islas, era la toma de posesión de éstas en nombre de la Reina de España. Según sus instrucciones reservadas, el capitán Lerena tenía otras tres misiones que cumplir en Sierra Leona: investigar la composición y funcionamiento del Tribunal Mixto puesto que, según los tratados, el gobierno español debía enviar funcionarios, averiguar los detalles de los sucesos ocurridos en Gallinas y Corisco en 1840 y estudiar la metodología desarrollada por los ingleses en el transporte de emancipados de Sierra Leona a Jamaica con la más que probable intención por parte del gobierno español de copiar tales procedimientos. Que estas órdenes eran muy importantes lo demuestra el tiempo que Lerena dedicó a cada uno de sus objetivos: mientras estuvo 29 días en Sierra Leona, sólo pasó 13 en Fernando Poo, 4 en Corisco y otros 4 en Annobón.

Sobre sus resultados envió al ministro de Estado una información sucinta y apresurada en carta del 22 de mayo, poco después de su llegada a Cádiz, en la que decía, entre otras cosas:

“1º. Tribunal Mixto de Sierra Leona: He adquirido la información completa sobre sus fallos, jueces, españoles, presos, esclavos libertados y lo demás concerniente a la colonia; 2º. Traslación de negros a Jamaica: Traigo datos y operaciones efectuadas por los ingleses, sumamente interesantes al gobierno, y cuyo conocimiento puede ser muy ventajoso para lo sucesivo”.

Aunque desconocemos los informes posteriores de Lerena , sus opiniones sobre este último particular no debían diferenciarse mucho, de las que el padre Usera emitió después de su observación directa en 1845:

“el establecimiento colonial de Sierra Leona, cuyo principal y ostensible objeto es la represión del tráfico de negros, está convertido (...) en un mercado de los mismos: siendo las primeras víctimas que le surten áquellos, que los cruceros ingleses, dicen, rescatan de los buques negreros (...) conducidos a aquel punto, obligan a los infelices negros (...) ya a tomar un fusil para cubrir las bajas de sus batallones en las colonias, ya a pasar a Jamaica o a cualquier otra de las colonias inglesas, bajo la apariencia de jornaleros ajustados por cierto número de años; pero en realidad van destinados a experimentar un género de vida más sujeto, más duro y de peor condición, que nuestros llamados esclavos de las Antillas. Todo lo cual nos lo revela muy bien el llanto, los gemidos e imprecaciones de hombres, mujeres y niños, que yo mismo he oido, al obligarles a pasar a bordo de los buques que los han de transportar a las colonias de sus libertadores”.

En cuanto a las noticias sobre Gallinas y Corisco, decía Lerena en el punto quinto de su carta: “Las informaciones que he adquirido sobre los sucesos de la destrucción de las factorías españolas, no deja nada que desear al Gobierno” y, efectivamente, ya vimos como Espartero daba órdenes a su ministro plenipotenciario en Londres de no hacer ninguna reclamación oficial.

Lerena llegó a Fernando Poo el 23 de febrero de 1843 y, como literalmente dijera el padre Usera, “parece imposible que en el corto espacio de 13 días, y con tan reducida fuerza, pudiera el Sr. Lerena llevar a cabo tantas cosas a la vez”. Con la solemnidad que requería el acto, pero también con bastante rapidez dada la poca hospitalidad que encontró en sus habitantes19, tomó posesión de la isla en nombre de la Reina de España y rebautizó la capital con el nombre de Santa Isabel, según Usera, o con el más probable de Puerto Regente, como dice D’Avezac20. Ante la ausencia de españoles y con carácter provisional (es muy probable que Lerena pensase ya en una segunda y más firme expedición española en vistas a la colonización de la isla) nombró el 6 de marzo a Beecroft como Gobernador con las siguientes atribuciones:

“1º. Asegurar a cada persona o personas su libertad, su prosperidad individual y su religión, mientras continuen obedeciendo a las leyes de la colonia; 2º. Prohibir todo corte y exportación de árboles de la isla sin facultad o permiso; 3º. Exigir un pequeño derecho sobre toda importación y exportación de la isla; 4º. Exigir un pequeño derecho de tonelaje a todos los buques que anclen en cualquier puerto o rada, ya sea por causa de comercio, provisión, leña, agua, ya sea para llevar cualquier clase de exportaciones a la isla; 5º. Formar un Cuerpo de Milicia para el servicio de la colonia y conceder pequeñas porciones de tierra a todas las personas que quieran servir en ella; 6º. Formar un Consejo de cinco personas de arraigo, o ricos y respetables, para administrar justicia y atender a los intereses de la isla”.

Eran las primeras medidas administrativas, de corte débilmente proteccionista, que tomaba el gobierno español en Fernando Poo y que, de hecho, sirvieron de base para regular la vida económica de la isla durante un largo período de tiempo. De Castro y de la Calle, refiriéndose al contenido del primer artículo, comentan que con la implantación de la libertad política, económica y, sobre todo, religiosa por parte de la Regencia, se salía al paso

“de la repetida afirmación de que la soberanía española suponía el establecimiento de la esclavitud. Naturalmente, éstas disposiciones, sobre todo la libertad religiosa, tenían un carácter eminentemente político, ya que tendían a atraerse a los habitantes de Clarence, y a evitar una reacción airada del Gobierno británico”.

Estando de acuerdo, en general, con los autores en los intereses y compromisos políticos, más o menos confesables, que la España de la Regencia pudiera tener con Inglaterra, qué duda cabe de que en la letra de este importante artículo incidieron otros aspectos ideológicos y sociales bastante relevantes. No hay que olvidar que, por lo que sabemos de la coherencia de su vida profesional, Lerena era una persona de carácter progresista y, además, sensato; por lo tanto, al promulgar la libertad individual no estaba haciendo más que sancionar la situación social que ya era una realidad en la isla desde hacía mucho tiempo. Ni era posible, ni hubiese tenido sentido hacerlo de otra forma. En cuanto a la libertad religiosa, y dado que Lerena se encontró con una población cerradamente protestante y con unos pueblos, los bubis, que practicaban lo que para los europeos eran ancestrales religiones, no hizo más que aplicar coherentemente el artículo 11 de la Constitución transaccional y pragmática de 1837 por el cual el Estado no se declaraba confesional, aunque reconocía la confesionalidad católica de los españoles23. Con este artículo, en el que la naturaleza religiosa del Estado quedaba en la más completa indefinición, se posibilitaba la práctica de la libertad de creencias, aunque también planteaba la importante cuestión de la desigualdad jurídica de la ciudadanía que no profesase la religión mayoritaria

La prohibición de la tala de árboles “sin permiso” se promulgó para impedir que empresas, fundamentalmente británicas, menguaran la riqueza forestal de la isla en detrimento de España. La autoridad encargada de los permisos sería, irónicamente, un súbdito británico, el mayor terrateniente y comerciante de la isla a quien España concedía todo el poder delegado en ella:

“Habiendo el Regente del Reino de España y su gobierno juzgado conveniente el procurar que sea proclamado en la isla de Fernando Poo el justo y legal derecho y el soberano poder y autoridad de S. M. Doña Isabel II, Reina de España, a la misma isla, y de nombrar Gobernador de ella al caballero D. Juan Beecroft, se hace saber a todos los habitantes de Clarence (...) que en la dicha isla no será reconocido otro Gobernador ni admitir ninguna otra autoridad”.

El gobierno español concedía a Beecroft su beneplácito para otorgar permisos a las empresas madereras británicas que eran las únicas que operaban en la isla y, como es obvio, esta disposición de Lerena devino en un instrumento de protección oficial de Madrid a la tala y extracción de maderas para la construcción inglesa. Probablemente Lerena, pensando ya en la proyectada segunda expedición presidida por él como gobernador, suponía que esta situación iba a durar poco.

Beecroft dejó claro desde el principio quién iba a ser en los próximos años la primera autoridad de la isla y el 21 de marzo del mismo 1843, cuando Lerena llegaba a Annobón, se proclamó un Bando del Gobernador General fijando las tasas de exportación e importación recomendadas por Lerena, que eran de un 2,5% y un 5% respectivamente, pagaderas al propio Gobernador. Estas tasas no entrarían en vigor hasta el 30 de junio de 1848, de manera que, cumpliendo en la letra las órdenes de Lerena, se dañase lo menos posible los negocios de la elite comerciante de la isla que acumulaba capital gracias, entre otras cosas, a la ausencia de regulación. Sin embargo, la tolerancia en cuanto al plazo de puesta en vigor de las rentas de aduanas, contrasta con la dureza del siguiente bando emitido por el poderoso Beecroft tan sólo 20 días después, dictando leyes y ordenanzas para el gobierno local y orden en la colonia. Junto a las leyes sobre salud pública y saneamiento, observancia del domingo, etc., el recién nombrado Gobernador se aseguraba en el capítulo V, “Leyes que dicen relación al comercio y comerciantes”, el total control del comercio al menudeo y del comercio de cabotaje en la isla, imponiendo licencias y tasas y prescribiendo elevadas multas a los contraventores. También se aseguró el poder político nombrando personalmente a los cinco miembros del Consejo de la ciudad. En esta situación, el control político y económico de la isla por parte de una pequeñísima elite de ciudadanos británicos quedaba así asegurado con las bendiciones del gobierno español.

Lerena había marchado el 8 de marzo hacia Corisco para averiguar lo ocurrido en el ataque inglés de 1840. Llegó a la isla el día 15 y aunque Usera sostiene que los naturales pidieron “con instancia” a Lerena la carta de nacionalidad española “prendidos por su buen porte”, la realidad, según nos la relata Iradier, parece más complicada: los vengas, provenientes de Cabo San Juan, que ocupaban al llegar Lerena los islotes de Elobey, Corisco y Belokobue, tenían muy reciente una sangrienta guerra de cuatro años con los burus (tribus del interior) y su rey, Boncoro I, estaba interesado en lograr la protección oficial de algún país europeo, mejor los españoles que ya eran conocidos por sus actividades negreras; sin embargo no parece que éste fuese el sentir mayoritario de los habitantes de las islas del Muni, pues dice Iradier:

“Cuando reunió a su pueblo para anunciarle su propósito de entregar sus territorios a los españoles, hubo un gran motín a consecuencia de haberse dividido las opiniones. Entonces fue cuando Boncoro I seguido de sus adeptos, no titubeó en volver a ocupar las costas del Cabo San Juan, exponiéndose a las represalias de los burus del interior, con el fin de conseguir ser español”.

De hecho, a la llegada de Guillemard en 1846, éste constató que el pueblo corisqueño no era afecto a España y tuvo que renovar los tratados. No obstante, Lerena logró anexionar formalmente la isla de Corisco a los dominios españoles y de allí pasó a Annobón donde, al igual que en Fernando Poo, tomó posesión y, a petición de los propios nativos, se cantó una misa solemne a bordo del “Nervión” y en presencia de 300 annobonenses. Después de una corta estancia de 4 días, Lerena partía el 26 de marzo de 1843 rumbo a Cádiz.

Con respecto a estas dos islas, Lerena decía en su comunicación del 22 de mayo:

“Annobón: Esta pequeña isla con muy corta población, de nada sirve de por sí; pero es importante que otra nación no la posea: hasta ahora nadie se ha establecido en ella. El gobernador queda vestido a la española; es lo único que me ha parecido conveniente suprimiendo toda ceremonia, pues el idiotismo e ignorancia de sus habitantes no permiten otra cosa (...). Isla de Corisco. La quema de los establecimientos españoles por los ingleses en 1840, fue premeditada como las demás; (...) el recibimiento que tuvimos muy cordial y amistoso (...) resultando el hecho importantísimo de que los ancianos y el pueblo declarasen su voluntad de pertenecer a España”.

Daba, además, algunos detalles sobre la organización social, tribal y patriarcal, de la isla y hacía hincapié en la importancia de su adquisición por ser la entrada a los ríos Danger y Gabón donde abundaba el comercio.

Lerena trajo consigo a la península 12 muestras de diferentes maderas y también a dos africanos procedentes de Fernando Poo que le habían manifestado su deseo de viajar a España. Creyendo que eran nativos de la isla, se nombró al padre Usera para que los instruyese en la lengua castellana y la religión católica, con el objetivo de que su devolución a Fernando Poo sirviese de ejemplo civilizador español para el resto de los habitantes de la isla. En palabras del propio Lerena, los dos africanos significaban

“la pieza fundamental, el elemento grande para introducir en aquel país nuestro idioma que ya han aprendido, los principios del Cristianismo en que tantos progresos han hecho, y la influencia política de la España sobre los naturales, por el cariño que han tomado a este país”.

Por este motivo, fueron bautizados en la Real Capilla por el Patriarca de las Indias, siendo sus madrinas Isabel II y María Cristina. La realidad jugó una broma un tanto esperpéntica a los planes del gobierno, cuando posteriormente se supo que Quir y Yagüe eran krumanes y, como tales, seres extranjeros y marginados en Fernando Poo que no gozaban precisamente de las simpatías ni de la población británica ni de los verdaderos nativos, los bubis.

Como ya hemos mencionado, los relativamente buenos resultados de la expedición Lerena llevaron al gobierno a nombrar una comisión interministerial (Ultramar, Gobernación, Estado, Marina y Comercio) para que, a la vista de los informes, presentase sus propuestas al Consejo de Ministros que decidiría, de acuerdo con ellas, el futuro de las posesiones africanas. La Comisión que estaba formada por Jorge Pérez Lasso de la Vega, José Gartero Serrano y Juan José Arguindegui (Oficiales Mayores del Ministerio de Marina, de la sección de Ultramar del mismo y del Ministerio de Estado), propuso la ocupación militar de
las islas y el inicio de la colonización por medio de otra expedición que estaría al mando del propio Lerena, cuya actuación en África alabaron. Las razones en la que basaban su decisión eran seis: la situación estratégica de Fernando Poo, la posibilidad de desarrollar plantaciones de algodón, caña de azúcar y café, la abundancia de pescado, la prodigalidad de maderas de primera calidad para construcción de buques y la posibilidad de hacer de las islas centros mercantiles que diesen salida a las producciones peninsulares intercambiándolas por marfil, aceite de palma, cera, pieles, oro, etc. También destacaban que “los indígenas del país son dóciles y manejables y aunque algo indolentes; puede sacarse mucho partido de ellos”.

Presentado este informe al ministro de Marina, Portillo, obtuvo la unánime aprobación del Consejo de Ministros; de modo que empezaron en Cádiz los preparativos para la expedición que debía constituir el principio de la colonización española en el África negra. Como ya se mencionó, los gastos se calcularon en 3 millones de reales (en realidad se quedaron en 2.100.000 al destinar el mismo Consejo de Ministros 900.000 para los gastos de vestuario de los batallones de artillería de Marina) que debían ser empleados en levantar fortificaciones y construir un hospital, una capilla, la casa del Gobierno y dos almacenes, uno para pertrechos militares y otro para provisiones. A Lerena se le hizo responsable de la financiación de la empresa. Debía establecer contactos con la burguesía gaditana y formar una Junta de Capitalistas con el nombre de “Sociedad de Fomento de las Colonias del Centro de África” que tenía la misión de recaudar en el más breve plazo posible la cantidad mencionada. El gobierno de González Brabo apoyó la medida, cursando el 4 de enero órdenes a los jefes políticos de Cádiz, Málaga y Sevilla y a sus respectivas Juntas de Comercio para que cooperasen con Lerena. En principio, la expedición debía zarpar hacia África en febrero. Los barcos destinados a la misma fueron la corbeta “2790[1].gif”, el bergantín “Nervión”, la goleta “Isabel II”, los faluchos “Júpiter”, “Plutón” y “Rayo”, y el vapor “Peninsular”.

Cuando las naves se disponían a partir hacia Cádiz se les dio órdenes de bloquear las plazas de Alicante y Cartagena donde se estaban dando los últimos pronunciamientos progresistas de febrero y marzo de 1844, hecho que, obviamente, retrasó el viaje. Después de estos acontecimientos, continuaron los preparativos. Se formó una Compañía de Artilleros de Marina, casi todos voluntarios, compuesta de artesanos, labradores y “gente de oficios”, se organizó una agrupación musical y se nombró primer capellán y teniente vicario general al fraile Jerónimo Mariano Usera y Alarcón. Según relata el propio Usera, también se nombró “un asesor, un fiscal y el suficiente número de facultativos, todos ellos celosos, instruidos y animados de los mejores deseos”. Sigue contando Usera cómo la destitución de Lerena frustró el “grande entusiasmo” de los expedicionarios ya que “vino a darse en tierra con la expedición, pues habiendo ocurrido al mismo tiempo el cambio ministerial y la cuestión marroquí, influyeron tales sucesos (...) en paralizar la expedición (...) y posteriormente en su completa disolución”.

En realidad, los intentos colonizadores de Guinea Ecuatorial en el siglo XIX serían protagonizados casi siempre por gobiernos de corte progresista y, aunque en la práctica el conservadurismo doctrinario rehuyese este “compromiso internacional”, sus sucesores de mediados del siglo XX –por pura necesidad desarrollarían un apolillado sentido imperial de la colonización que se tradujo en una bárbara explotación de la Guinea Ecuatorial. Es cuanto menos curiosa la instrumentalización ideológica que, con este fin, hizo el franquismo de la política colonizadora progresista. Como ejemplo, es ilustrativa la opinión que sobre la abortada expedición Lerena sostenía en 1943 Juan Fontán y Lobe, que por entonces desempeñaba el cargo de Director General de Marruecos y Colonias:

“Una vez más, la política interfería la obra de España en Guinea (...) El capitán de navío don Juan José Lerena y Barry, después de realizar de modo brillante su primera comisión, después de ser nombrado gobernador y comandante general de las Islas de Fernando Poo, Annobón y Corisco, es destituido por disensiones internas, por política menuda, y se anula su segunda expedición. En cambio, en 1874, un aspirante extranjero, Brazza, (...) escribía el 23 de junio al ministro de Marina de Francia proponiéndole explorar el Ogoué, y su propuesta es aceptada. Dos tácticas, dos tendencias. Una va hacia el Imperio, la otra vuelve”.




El fantasma del Blog
El cerco a los baptistas.

La indefinición de los conservadores con respecto a la política colonizadora en África Ecuatorial y el poder político que el gobierno esparterista había concedido a la elite de comerciantes británicos de Fernando Poo, abrían para éstos una muy favorable coyuntura que supieron aprovechar sacando el mejor partido posible. Se beneficiaban, por una parte, de la impotencia de la metrópoli oficial que les permitía, en la práctica, una total libertad de maniobra, y, por otra, de su condición de súbditos británicos y sus poderosas conexiones
económica y políticas con la metrópoli real. Supieron, además, tejer una bien urdida trama, con la ayuda de sectores de la burguesía inglesa, para contrarrestar la influencia ideológica y socavar la base económica de sus enemigos internos, los misioneros baptistas. Éstos, en un principio apoyados por el Ministerio de Aberdeen, se encontraron con muy poco margen de maniobra cuando, posteriormente, se vieron cuestionados en sus reclamaciones sobre la propiedad de sus tierras y casas en Fernando Poo y sólo el alargamiento del litigio sobre ellas, débilmente respaldado por el gobierno inglés, la apelación al pueblo de Clarence y la ignorante tolerancia de Guillermard de Aragón, posibilitó una permanencia más dilatada de la Misión. De forma que los problemas entre comerciantes y misioneros no desaparecieron, pero la balanza política se había inclinado ya claramente, a partir de 1844, a favor de los comerciantes. Al fin y al cabo, el gobierno inglés tampoco estaba dispuesto a pagar un precio demasiado alto por asegurar la presencia en la isla de una secta contestataria de la Iglesia Anglicana.

Los comerciantes británicos aceptaron la soberanía española en Fernando Poo que, en los primeros tiempos, apenas implicaba la obligación de izar la bandera de España cuando se divisaba algún buque de esta nacionalidad, a cambio de asegurarse el control político, social y económico de la isla. En esta dirección, las tramposas maniobras de Beecroft y Nicolls ante un pacato, débil y desinformado gobierno español, dieron los frutos deseados por el reducido grupo de negociantes de Fernando Poo, que se aseguraron así el monopolio de la tenencia real de la isla hasta, por lo menos, su segunda generación.

Una variada correspondencia entre los protagonistas de esta mezquina historia durante los años 1843 a 1846, nos da las claves para comprender una ventura tan aparentemente esperpéntica como fue la expedición Manterola-Guillemard de Aragón.

Beecroft, que se había trasladado por asunto de negocios a Inglaterra residía en casa de su amigo, el Coronel Nicolls, en Shooter’s Hill, se dirigió en septiembre de 1843 al embajador español en Londres pidiendo instrucciones como gobernador de las islas, ante su proyectada vuelta a África en el plazo de dos meses. Si bien su nivel de exigencias fue subiendo, esta primera petición, aunque interesada, parece lógica dado el estado de incertidumbre y provisionalidad en el que Lerena había dejado la administración de la isla. Sin embargo, el tono de lamisma levantó las sospechas antibritánicas del gobierno español.

A Beecroft le preocupaba, en primer lugar, el garantizarse el control sobre la propiedad y posesión de las tierras. Sus dos primeras peticiones iban dirigidas, por tanto, a la permisividad sobre la compra de las mismas por “europeos y otros extranjeros” y si debía garantizar o no la posesión de sus tierras a los baptistas. Bajo la aparente necesidad de una presencia oficial en Annobón, “para evitar las escandalosas violencias que cometen las tripulaciones de los barcos que visitan aquella isla”, Beecroft pedía ser autorizado a nombrar su propio agente administrativo e izar bandera en un buque de apoyo, lo que proporcionaría al gobernador el control comercial de Annobón, isla muy visitada como lugar de descanso y repuesto por buques europeos y americanos. Después de limitarse comunicar al embajador que había decidido por su cuenta rebajar los aranceles fijados por Lerena a un 1% sobre toda exportación y al 2% para las importaciones, pasaba a preguntar por su compensación personal, “por consagrar su vida y mejores esfuerzos al servicio de España en aquella Colonia”. La respuesta del gobierno español fue a la vez comedida y desconfiada. Por una parte, el gobierno cedía ante la inevitabilidad de la situación y otorgaba a Beecroft el empleo y sueldo de Teniente de la Brigada Real de Marina con el cargo de capitán y la Cruz de Isabel la Católica; por otra, si bien aceptaba el hecho de la residencia del único misionero que se encontraba en la isla a la llegada del Nervión,rechazaba de plano la admisión de otros. En cuanto a la venta o adjudicación de tierras y el establecimiento de colonos extranjeros, la negativa del gobierno fue rotunda, “porque antes deben fijarse las bases sobre las que haya de fundarse la colonización”. Con respecto a los derechos de aduana, cuya rebaja beneficiaba,obviamente, a los comerciantes de Fernando Poo, se ordenaba al Gobernador atenerse a los derechos de puerto señalados por Lerena. Por último, el gobierno español no creía conveniente refrendar la presencia de un agente, sin duda, de ciudadanía británica en Annobón, única isla donde la influencia de Inglaterra era nula. Este oficio iba acompañado de otro confidencial dirigido al Embajador en Londres, también con fecha 21 de octubre, en el que el gobierno le encargaba “que sondease las intenciones de este sujeto, indagando por los medios que estuviesen a su alcance la clase de relaciones que mantuviese en aquella Capital, ideas y proyectos que dejasen entrever con las islas, tanto Beecroft como la Corte e Londres”.

En diciembre de 1843, las noticias llegadas a Londres sobre la preparación ya en marcha de una segunda y más firme expedición colonizadora española, alarmaron tanto a la Sociedad Misionera Baptista como al gobierno británico quese apresuraron a hacer patente sus posiciones. El secretario de la Sociedad Baptista, Joseph Angers, escribió al embajador de España en Londres a finales dediciembre. Al tiempo que explicaba en su carta tanto las adquisiciones de terrenos como la presencia en Clarence de tres misioneros y la inminente llegada de laexpedición procedente de Jamaica, trataba de congraciarse con los españoles
poniendo la infraestructura de la Misión en Fernando Poo a disposición del gobierno español y tratando de convencerles de que su labor de apostolado no interferiría en los planes colonizadores de España sino que, por el contrario,significaba una fuente de civilización:

“la influencia de la educación se hace ver ya en Clarence por las costumbres notablemente industriosas y morales de la gente y en losadelantos generales de la población. El Capitán Beecroft, nombrado recientemente Gobernador de la Isla, confirma este escrito y no dudamos que el Gobierno Español encontrará en todos los súbditos ingleses (...) relacionados con la Sociedad de Misioneros Anabaptistas amigos de la moralidad, del buen orden y de la paz (...) El Coronel Nicholls, exGobernador de Fernando Poo podrá dar a V. E. más informes acerca del objeto sencillo y benévolo de nuestra misión”.

La ignorante buena fe de los baptistas parece evidente a la luz de los acontecimientos posteriores. No obstante, la Sociedad se apresuró a pedir también protección a su gobierno y durante las conversaciones que sobre el particular mantuvieron Lord Aberdeen y el embajador español, ante la duda manifestada por parte de éste de que se pudiese permitir en dominios españoles el establecimiento de un culto no católico, la respuesta del ministro británico fue tajante y pragmática: “más valía que los súbditos de España fuesen cristianos de cualquier secta que no paganos, y que no creía debía proscribirse de aquel país salvaje un
elemento tan eficaz de civilización” .

Dando otra vuelta de tuerca a la situación, el 4 de enero de 1844 el embajador británico en Madrid, Henry Lytton Bulwer escribía a González Brabo, trasladándole las reclamaciones de su gobierno con respecto a la supresión“eficaz” del tráfico de esclavos, con la advertencia de que Inglaterra no permitiría una política de reesclavización en la zona y reclamando

“a cualquiera de las autoridades españolas que se establezcan en la isla (...) presten a las personas y propiedad de los misioneros y colonos ingleses, aquella protección que en virtud de antiguos tratados de amistad debe pedir para ellos el Gobierno de S. M. como súbditos de la Corona inglesa”.

Mientras esta nota era calificada por la Mesa encargada de la colonización como “un escrito altamente malicioso y sagaz” , recomendando al gobierno dar un breve término a los baptistas para salir de la isla y enajenar sus propiedades en el momento en que las tropas españolas ocupasen Fernando Poo, la Sociedad Baptista se apresuraba a presentar sus títulos de propiedad en la isla con la pretensión de que fuesen reconocidos por España. El 29 de mayo el embajador español admitía que “los títulos que presenta (...) son unas copias de actos autorizados por el Lord Mayor de Londres, un Escribano público y el Cónsul de
España en dicha Ciudad”. Aún en este mismo mes de mayo, la desconfianza hacia Beecroft por parte del gobierno español no se había disipado, como se desprende del punto 2º de las Instrucciones reservadas que se le dieron a Guillemard de Aragón, datadas el 12 de mayo, para las tareas que debía desempeñar en su viaje a las islas del Golfo de Guinea. En él se explicitaba la conducta, educada pero precavida y desconfiada, que el Cónsul debía observarcon Beecroft porque había dado “motivos para dudar de su fiel y decidida adhesión” , a la vez que la sospecha de “que este individuo conserve allí particulares influencias”, aconsejaba obrar sin levantar sus recelos:

“es de necesidad que Vd. observe con él una conducta de precaución tal que ni le ponga en desconfianza, ni le anime a aspirar a colocarse en una posición que no le corresponde (...) deberá tratarle amistosa y cortesmente, observar muy escrupulosa y sagazmente su conducta, y no iniciarle en secreto alguno de la intención del Gobierno de S. M.

”.Sin embargo, en junio la situación viró radicalmente a favor de los comerciantes. Fue este el mes en que el embajador español conoció al coronel Nicolls quien, como después escribiría el propio embajador al Gabinete deMadrid, le enseñó parte de la correspondencia que había recibido de Beecroft

“en que se queja de la conducta altamente reprensible que observa en los Misioneros (...) Igualmente dice que pretenden éstos tener derecho a terrenos sobre que están situadas las casas que adquirieron a aquellos habitantes del Gobierno Inglés, quienes en realidad sólo compraron los materiales de que estaban formadas. Añade que aconsejan a los habitantes de Fernando Poo, no cambien su producción sino por dinero en metálico con el designio sin duda de sacarlo por medios indirectos y artificiosos, como hacen con los Negros de Jamaica”.

El Coronel Nicolls fue más allá, atreviéndose a aconsejar al embajador de España “que lo más conveniente sería hacer salir de allí con el menor ruido posible a los Misioneros”. Puesta en conocimiento del gobierno español la actitud cooperante de los dos últimos, sucesivos y británicos gobernadores de Fernando Poo, en julio la opinión del gobierno había variado y en un despacho del Ministro de Marina leemos:

“que tanto el Coronel Nicolls como el Capitán Becroft opinan ser conveniente hacer salir de allí a los referidos misioneros (...) se ha revenido al Ministro de S. M. en Londres procure trabajar para que en atención a que por nuestras leyes no es permitida en el territorio español otra Religión que la Católica, el Gobierno inglés facilite la expulsión” .


Efectivamente, el embajador en Londres, en conversación con Aberdeen después de este despacho, creyó haber logrado, por lo menos, la no intromisión del gobierno británico, apoyando sus posiciones en las leyes españolas, sobre todo en la Constitución recientemente promulgada de 1845, cuyo artículo 11, aunque no prohibía taxativamente otros credos, dejaba bastante claro el carácter confesional del Estado. Sin embargo, esta impresión del embajador español severía desmentida por los hechos posteriores porque, si bien el gobierno inglés, apartir de aquí, no fue beligerante en la cuestión baptista, tampoco le facilitó demasiado las cosas al español iniciando un proceso de continuas reclamaciones a partir de 1847, cuando ya resultaba bastante claro que España había vuelto a caer en la amnesia colonizadora. En su segunda conversación oficial con Nicolls -cuenta el embajador-, éste se hizo eco de las quejas de Beecroft contra aquello que en esos momentos más molestaba al Gobernador: la reiterada exigencia de los misioneros de pedirle una renta anual de 7 libras por el terreno que necesitaba para construir un almacén de carbón piedra destinado a abastecer a la flota tanto mercante como militar británica. El mismo Beecroft descaradamente pedía al gobierno español “se le den instrucciones para hacer que no le sigan incomodando, y también para reconocer o no el derecho que dicen tener a varios terrenos”. Según el embajador, Nicolls terminó la conversación sobre el asunto insistiendo en su opinión de que los misioneros no tenían derecho alguno a exigir renta por los terrenos que habían comprado “por cuanto la gente que las [casas] construyó pagó sólo los materiales” y reiterando su consejo de “que el Gobierno Español debe hacer salir de Fernando Poo a los Misioneros con el menor ruido posible”.

Todo ello influyó de manera decisiva en la redacción de una larga Nota de la Mesa con fecha 20 de agosto, cuya letra, entre lúcida y patética, resulta muy reveladora de las importantes y torpes improvisaciones que, sobre las instrucciones dadas a Guillemard, se creyó obligado a hacer el gobierno español y que, al fin y al cabo, de nada servirían, pues la corbeta 2790[1].gif había zarpado hacia Guinea el 28 de julio. La referida Nota repasaba las razones legales, religiosas, políticas, económicas y “de conveniencia” por las cuales los baptistas no debían “existir en Fernando Poo ni como Misioneros, ni como propietarios”. Aducía en primer lugar razones legales de derecho público, señalando que “Inglaterra no ha sido nunca jamás legítima dueña de las islas (...) por consiguiente no ha sido dueña ni podido vender lo que no era suyo”. Continuaba hablando de la razón religiosa:“La Católica, Apostólica, Romana es la única del Estado (...) diga lo que quiera el Sr. Conde de Aberdeen, con cuya opinión sin embargo, no se hallarían discordes muchos Españoles ilustrados y de buena fe”. Con respecto al interés político, la Mesa era patéticamente explícita:

“En los momentos en que el Gobierno está haciendo esfuerzos por ir destruyendo la influencia de los Extranjeros en las Colonias Españolas(dígalo la isla de Cuba), ¿es político tolerar en una tan reciente como Fernando Poo la existencia de una secta enemiga (...) y que puede ser un medio de acción de algún gobierno extranjero? Cuando el mismo Gobierno a que se alude ha exigido que desde Fernando Poo contribuya el de S. M. a la destrucción del tráfico negrero ¿será político ni conveniente consentir tanto enemigo testigo de la impotencia de nuestra situación marítima para contribuir a impedir el tráfico, (...) para que se interprete esta impotencia por connivencia, y se dé pretexto para que nos incomoden
malamente el día de mañana?”.

También resultaba antieconómica la presencia de los misioneros, basándose en las interesadas informaciones de Beecroft según las cuales los baptistas incitaban alos naturales a cambiar sus producciones por dinero en metálico. Concluía la Mesa su escrito con varias propuestas que endurecían considerablemente los términos del ultimátum dado por el gobierno español a los baptistas, al tiempo que reforzaban el poder de Beecroft:

“se le autorice [al Gobernador] a ir expulsando de las Islas a todos los Misioneros Anabaptistas llegados a ellas después de la salida del bergantín de guerra el Nervión, (...) haciéndolo como dice Mr. Nicollscon el menor ruido posible (...) para no violentar las cosas (...) se les abone la cantidad que pagaron por los materiales de las casas (...) para que esto pueda tener efecto el Gobierno de S. M. deberá tener siempre en Fernando Poo al menos un bergantín de guerra, y algunas fuerzas sutiles(...) porque de lo contrario Mr. Beecroft o el que sea Gobernador nada podrá hacer sino desvirtuar al gobierno que representa, mandando lo queno tiene medios de hacer cumplir”.

En esto el dictamen de la Mesa resultó profético, pues la desvirtuación total de las intenciones del gobierno español fue lo que justamente consiguió la expedición Manterola, al encontrarse Guillemard, un español “ilustrado y de buena fe” pero desinformado y sin ningún poder ejecutivo, con una realidad bien distinta que leobligó a tomar algunas decisiones que, para su desgracia, venían a coincidir efectivamente con las opiniones de Aberdeen.

Finalmente, el despacho que con fecha 13 de octubre comunicaba tanto a Beecroft como a Guillemard la firme decisión del gobierno de proceder a la expulsión de los baptistas (por Real Orden de 30 de septiembre de 1845), llegó demasiado tarde como reconocía otra Nota de la Mesa de 1 de junio de 1846 que
decía: “esta Real Orden no ha llegado a Fernando Poo durante la residencia de Guillemard (...) Por consiguiente (...) no puede ser reconvenido por lo que haya dejado de hacer puesto que en sus instrucciones nada se le prevenía”. Sin embargo, se le reconvino durante largo tiempo por aquello que sí había hecho.


El fantasma del Blog
La expedición Manterola-Guillemard de Aragón, 1845-1846.

Recortes presupuestarios y, de nuevo, Cuba.

La expedición de la Corbeta 2790[1].gif a Guinea Ecuatorial fue concebida desde el principio como un viaje de simple exploración y, en parte, de espionaje. El gobierno moderado no pretendía la colonización de las islas africanas, sino tan sólo cubrir un expediente más y, de paso, informarse de nuevo del estado de la situación en las costas del África occidental. Era, como ya comentamos, un importante recorte en las expectativas colonizadoras de la segunda y abortada expedición Lerena.

Muchos eran los motivos del gobierno moderado para dar tan importante paso atrás y obrar con semejante cautela en la colonización de sus únicas posesiones en el África negra. Por lo que respecta a la situación interna del país, fue precisamente en 1845 cuando el orden moderado realizó las reformas más importantes en la administración del Estado, tanto en el ámbito político como económico, y su ensimismamiento en estos quehaceres y en la represión interna, no dejaban espacio para aventuras coloniales de dudosos rendimientos. El Erario se encontraba en una lastimosa situación que obligaba a recortes drásticos en todo
aquello que el gobierno no entendiese como absolutamente prioritario. Era preciso sanear para edificar el orden tributario isabelino y establecer el marco legal hacendístico del nuevo Estado que se concretó, como sabemos, en la ley Mon. En este contexto, una de las causas del fracaso de la expedición Manterola será su magro y continuamente regateado presupuesto.

En el ámbito internacional, la situación había devenido tan compleja como delicada. La ofensiva abolicionista inglesa, comenzada en 1840, se había desplegado en tres frentes: la vía diplomática, la intervención militar y el trabajo ideológico.

La ofensiva diplomática inglesa se traducía en la presión hacia los tres países más implicados en la trata, Estados Unidos, Portugal y España, para la firma de nuevos y más eficaces tratados abolicionistas. Gran Bretaña continuó sin poder firmar un tratado bilateral con los Estados Unidos, aunque en el tratado sobre fronteras de Webster-Ashburton de 9 de agosto de 1842 le arrancase alguna que otra declaración de intenciones. Con Portugal fue diferente: después de la larga batalla diplomática mantenida desde 1839, el 3 de julio de 1842 Palmela y Howard firmaron un nuevo y definitivo tratado aboliendo el tráfico de esclavos al sur del ecuador. En esta línea, el 17 de diciembre de 1840, reciente aún el ataque a Gallinas, el gobierno británico había propuesto al español un nuevo proyecto de tratado para la abolición del tráfico que implicaba la puesta en libertad de todos los esclavos introducidos en Cuba después de 1820. La propuesta británica amenazaba con demoler tanto la economía de la isla como, en parte, la de la metrópoli ya que

“venía a desaparecer el ‘sobrante’ de 90.000.000 reales que recibía de la isla de Cuba. También perdería alrededor de 200.000.000, que era aproximadamente el producto del comercio con la Isla; desaparecería su principal mercado de harinas, vinos y aceites, así como de tejidos de algodón, lino, etc. La marina mercante española también se vería herida de muerte”

En realidad, la herida sangraba ya desde la contundente aplicación por parte inglesa del derecho de visita y la consiguiente “cláusula de registro”, contemplados en el Tratado de 1835. Tanto la burguesía metropolitana como, en mayor medida, la cubana sostenían que la Armada Británica hacía uso y abuso de la mencionada cláusula, de tal manera que entorpecía el negocio hasta el límite de paralizar el desarrollo del “legítimo” comercio español. De manera que la posibilidad de la firma de un nuevo tratado que suponía la liberación de casi todos los esclavos de la isla, hecho que, sin duda, provocaría la abolición, alarmó y paradójicamente dividió en sus métodos, aunque no en sus fines, a las clases dirigentes de Cuba.

En efecto, como hemos apuntado en páginas anteriores, el fin era común: la permanencia durante el mayor tiempo posible de la esclavitud como forma de propiedad privada y la sustitución gradual de ésta por el trabajo “libre” contratado. Sus métodos, sin embargo, diferían: mientras que los descendientes de la vieja oligarquía cubana poseedora de grandes ingenios50, ante la conciencia de la inevitabilidad del fin de la trata, apostaban por la solución virginiana rechazando la importación de negros bozales, en cambio la burguesía esclavista de origen peninsular, cuyos intereses de acumulación eran más inmediatos y
perentorios –sin dejar de lado la posibilidad de reconversión laboral-, apostaba fuertemente por la continuidad del tráfico de esclavos como la solución más rentable a corto plazo. Sin embargo, había unanimidad en el rechazo al proyecto de tratado que proponía Inglaterra. Evidentemente, la liberación de todos los esclavos introducidos después de 1820 dejaba sin brazos a la isla y suponía el suicidio como clase de la burguesía esclavista en su conjunto. Por ello, el proyecto no fue bien recibido ni por unos ni por otros. Con la enérgica actuación del Capitán General Valdés, contra el Cónsul abolicionista Turnbull, la retirada de la escuadrilla de guerra del vicealmirante Parker del puerto de La Habana y el compromiso del gobierno esparterista de actuar más enérgicamente contra los negreros, se cerraba la discusión en 1841 sobre un nuevo tratado con resultados negativos, en este caso, para Inglaterra.

Sin embargo, aunque la vía diplomática se hubiera agotado, Gran Bretaña poseía otros recursos para luchar contra el tráfico cubano-español tanto de esclavos como de sucedáneos de esclavitud. De hecho, el tráfico de esclavos entre 1845 y 1848, según casi todos los estudiosos del tema, disminuyó de forma importante51. Aquello que, en parte, hizo disminuir la trata, fue por un lado, la represión abierta y, por otro, la intervención solapada. En efecto, en la década de 1840-1850, Inglaterra fue muy beligerante en la cuestión abolicionista, por motivos que ya tuvimos ocasión de estudiar, y logró crear una fuerza cuasi internacional contra la trata:

“Más de 30 barcos de la armada británica, 28 de la francesa, entre 3 y 8 de la norteamericana y hasta 9 de la portuguesa, se dedicaron a patrullar; ni Brasil ni España contribuían a la patrulla, aunque a finales del decenio sí lo hacían unos 60 barcos de otras nacionalidades en las costas africanas, lo que suponía un formidable desafío para la trata”.

De modo que los negreros cubanos, al tiempo que tenían que emplear toda su astucia para burlar la vigilancia, los bloqueos y volver a poner en pie sus factorías africanas destruidas por la Armada Británica en 1840, empezaron a pensar en las posibles soluciones alternativas ya ensayadas por los británicos y en cuya realización insistía Pedro Blanco. La apertura de una enorme zona gris entre el tráfico clandestino de esclavos y el de sucedáneos de la esclavitud, donde podía actuar la picaresca, se deduce de la mera existencia del punto 6º de las Instrucciones Reservadas dadas a Guillemard de Aragón por el Ministro de
Marina en 1845, donde se dice:

“Renovada recientemente la prohibición del tráfico de negros esclavos y su transporte a nuestras Antillas, con la publicación de la ley penal, observará Vd. muy cuidadosamente si se inventa algún ardid o medio de eludir la ley, cual pudiera serlo el llevarlos a nuestras posesiones del Golfo de Guinea, a fin de que naturalizándose allí después de una corta permanencia, pasaran luego en calidad o bajo la apariencia de hombres libres a dichas islas, dando a esto el carácter de traslación de unas provincias a otras de la Monarquía”.

Curiosa redacción ésta, puesto que, si por una lado, la letra de la instrucción intentaba apaciguar los bien fundados temores ingleses de que situaciones de este orden pudieran producirse, por otro, deja entrever otro posible móvil del gobierno español, es decir, averiguar precisamente a través del juez español en el Tribunal Mixto, las posibles formas de “eludir la ley” para poder trasladar la fuerza de trabajo de unas colonias ultramarinas a otras. Este objetivo será puesto claramente de relieve por el Padre Usera en 1848 con la publicación de su Memoria de la Isla de Fernando Poo al sostener que la cantera de “nuevos obreros” para Cuba era el Golfo de Guinea y el modo de proceder para obtenerlos era adquirirlos en las costas del continente mediante intercambio por mercancías para luego nacionalizarlos en Fernando Poo y deportarlos, acto seguido, a las Antillas.

Sin embargo, dentro del esquema general de poder trasladar la fuerza de trabajo de unas colonias a otras sin ser molestados por los ingleses, las necesidades de traslado en 1844-45 apuntaban justo en la dirección contraria: Antillas-África. Ya vimos cómo el “San Antonio”, fletado por Blanco y enviado a la Costa de los Granos con negros problemáticos, libertos y emancipados, con el fin de ensayar la viabilidad de este tráfico de “colonos”, fue apresado en 1845 por la Armada británica y conducido a Sierra Leona. La protesta del embajador español en Londres no se hizo esperar y el 11 de octubre del mismo año pedía a Aberdeen reparación y respeto para los barcos acreditados por las autoridades de Cuba y Puerto Rico para conducir negros a África,

“no tanto por ser de rigurosa equidad, (...) sino porque en otro caso veía imposible encontrar a ningún buque que, expuesto a semejantes eventualidades, quisiera conducir como pasajeros a los hombres libres de color que tuviesen intento de trasladarse a Fernando Poo”.

Esta protesta nos revela hasta qué punto el gobierno español había cambiado su enfoque hacia Fernando Poo y las preguntas que nos surgen de inmediato, son: ¿Por qué Fernando Poo devenía, de repente, en un posible lugar receptor de “hombres libres de color”? ¿Por qué se había dado la vuelta de forma tan absoluta al proyecto original de Floridablanca? ¿Por qué se habían pervertido hasta ese punto las perspectivas colonizadoras de Lerena y los progresistas?

Las respuestas vuelven a estar en Cuba. Paralelamente a la ofensiva diplomática y militar inglesa, se desataron en la isla frecuentes y masivas rebeliones de esclavos entre los años 1840 y 1843, debidamente alentadas por Gran Bretaña que desplegaba así su labor de zapa. La gran cantidad de población negra de la isla, que representaba el mega_shok.gif% de la fuerza de trabajo, junto con estas desesperadas revueltas, reavivaron entre los blancos el recuerdo de los sangrientos sucesos de Haití y agudizaron hasta extremos explosivos la situación paranoica de “miedo al negro”. La brutal represión que cayó sobre la población insurgente cubana con la llegada del Capitán General O’Donnell contiene las claves del porqué se necesitaba a Fernando Poo como lugar depósito-aliviadero de la que se había convertido en mercancía sobrante y peligrosa para el orden interno de Cuba. Lo urgente, librarse de su presencia física, se había convertido en lo necesario. Un breve estudio de los hechos y su conexión con ciertos documentos tanto de la máxima autoridad colonial como del gobierno de la metrópoli, nos probará este aserto.

El 21 de octubre de 1843, sustituyendo a Valdés, tomó posesión de la Capitanía General y Gobierno de la isla de Cuba, el general Leopoldo O’Donnell. Evidentemente, Narváez tenía la intención de alejar con este nombramiento a su peligroso competidor de la escena metropolitana, que pensaba cambiar con la ayuda de un sector del progresismo; sin embargo O’Donnell no desaprovechó en ningún sentido su nueva e influyente posición colonial y apoyó con firmeza al grupo pro peninsular y, por lo tanto, la continuación del tráfico de esclavos que le suponía, además, pingües beneficios. Durante los cuatro años y medio que estuvo en Cuba acumuló un capital de 100.000 libras. Los medios los relata Piqueras:

“El conde de Lucena restableció la cuota de participación del Capitán General en la trata clandestina, que en el pasado había sido la fuente de enriquecimiento de hombres como Dionisio Vives o Miguel Tacón (1834-1838). Los beneficios que obtuvo son proverbiales”

Porque la cuota de participación de la Capitanía General era de 3 onzas por esclavo introducido.

En coherencia con sus intereses personales, O’Donnell tomó partido por el núcleo más duro de la burguesía esclavista cubana que había logrado expulsar a su antecesor. Ante esto, la respuesta de la oligarquía criolla fue su acercamiento a su mercado de hecho, los Estados Unidos, y su derivación hacia posiciones anexionistas que supusieron no pocos problemas para el gobierno español en los años siguientes. En este contexto, O’Donnell reprimió brutalmente, antes de que ocurriese, la llamada “Conspiración de la Escalera”. La sublevación, en la cual estaban presuntamente complicadas las negradas de 5 ingenios y que debía estallar el día de Navidad de 1843, llegó antes a oídos de O’Donnell, quien hizo caso omiso de la petición de la mayoría de propietarios de llevar a cabo la represión por sí mismos, sin llegar a la eliminación física porque “creyó ver en todo el asunto una vasta conspiración de negros y blancos y nombró una Comisión militar”. La represión contra meras intenciones fue tan masiva y cruel que hubo necesidad de organizar un hospital provisional sólo para los presos enfermos

“adonde eran llevados los que sobrevivían al tormento. Fueron complicados y fusilados el 28 de junio de 1844 hombres libres, como el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (...) el dentista Andrés José Dodge, el músico José Miguel Ramón, un propietario de Matanzas (...) así hasta setenta y ocho. Esta represión pone término al periodo de rebeliones (...) específicamente negras”.

El 17 de agosto de 1844, con la situación controlada, se constituyó en la isla la Junta que debía informar sobre el proyecto de Ley Penal de represión del tráfico de esclavos. Estaba presidida por el Gobernador y formada por el conde de Fernandina, el marqués de Esteva de las Delicias, Rafael Quesada y Joaquín Gómez, una alcanforada representación de la elite negrera. La Ley quedó sancionada el 27 de febrero de 1845 con el beneplácito de la Junta que había obtenido con el artículo 9º la prohibición taxativa de molestar a los dueños de esclavos sobre la procedencia de sus propiedades. Sin embargo, a pesar de ello, O’Donnell sometió a censura la Gaceta de Madrid para evitar la difusión de la ley en Cuba y el 27 de abril de 1845 escribía al Regente de la Real Audiencia de Puerto Príncipe:

“Remito a V. E. (...) el adjunto impreso que contiene la ley promulgada en las Cortes y sancionada por S. M. (...) en la que se expresa las penas en que incurren los que infringen los tratados vigentes que prohiben la trata de esclavos (...) dicho impreso no deberá reproducirse en los periódicos ni de otra manera, pues (...) considero que no debe difundirse el conocimiento de esta disposición entre la gente de color para evitar las sugestiones y malas consecuencias que pudiese producir si se le diera una interpretación que fuese contraria a la tranquilidad y seguridad del país”.

Tan sólo dos meses después, el 25 de junio, el propio O’Donnell escribía al Ministro de Ultramar acusando un favorable recibo de la copia de las Instrucciones dadas a Guillemard de Aragón para su viaje a Guinea. En esta reveladora carta, donde se muestra que toda política colonial para Fernando Poo había desaparecido ante la urgencia de lo más inmediato, se decía:

“El pensamiento de fomentar en ellas [las islas del Golfo de Guinea] la colonización con la gente de color libre de estas Antillas la considero prudente y justa; de su realización resultaría al Gobierno dos beneficios: uno el consolidar la (...) posesión de aquellas Islas con la propagación de nuestras costumbres, idioma y religión, y el otro el de disminuir aquí esta parte considerable de la población. Esta circunstancia la he contemplado siempre tan útil a la seguridad del país que ya consulté [en 1844] a S. M. (...), la conveniencia de ir sacando gradualmente de esta Isla un número determinado de individuos (...) por ahora no vacilo en creer que el facilitar la espontánea emigración para Fernando Poo y Annobón y el destinar por medida gubernativa o judicial a aquellas posesiones a los individuos de color libres que por su carácter y tendencias ofrecen inconvenientes en esta Isla, sería gran beneficio para la misma”.

Efectivamente, el gobierno español, con el fin de fomentar la colonización “espontánea” de Fernando Poo, contestó con una medida gubernativa tal y como le había pedido la burguesía esclavista cubana: una Real Orden sobre Trabajo Indígena de 13 de septiembre de1845 que daba patente de corso a las urgencias cubanas:

“Enterada de todo la Reina (...) atendida la calidad y número de la gente libre de color existente en esa Antilla [y] deseando no perdonar medio que pueda contribuir a disminuir en esa isla los justos temores que son consiguientes al excesivo número de gentes de color; se ha dignado a autorizar a V. E. para permitir la traslación a las (...) islas españolas del Golfo de Guinea a todos los negros y mulatos libres, que espontánea y voluntariamente apetezcan hacer esta emigración”.

Con esta Real Orden que, en realidad, era la primera ley dada directamente por el Gobierno español a sus colonias africanas62 se sancionaba, sin haber empezado todavía la colonización, el status de Fernando Poo como presidio, marca que acompañaría a la isla durante mucho tiempo, aunque, en la práctica, estas migraciones no se realizasen hasta la subida al poder de la Unión Liberal .

Mientras gobernaron los conservadores, los intentos coloniales se redujeron a la expedición meramente informativa de Manterola-Guillemard de Aragón y, después de ella y dados sus resultados, a tímidos intentos de colonización misional en la línea ideológica del Padre Usera. Entre el modelo defendido por Guillemard (siguiendo la línea de los ilustrados y progresistas) de una colonización agrícola y comercial semitutelada por el Estado, donde predominase una sociedad laica con poco peso funcionarial, y el modelo, menos pragmático, del Padre Usera de priorizar la colonización ideológico-religiosa de las conciencias como base civilizatoria, el gobierno español se decantó por este último que, además de resultarle más barato, no implicaba enfrentamientos con Inglaterra. Finalmente, como hemos mencionado al principio, el propio ensimismamiento del gobierno en la política interna del país alejó toda veleidad colonizadora en el África negra hasta 1858. La situación no daba para más.









El fantasma del Blog
La preparación de la expedición y las Instrucciones Reservadas de Guillemard de Aragón.

En mayo de 1845, cuando el gobierno español estudiaba el envío de una nueva expedición a las islas del Golfo de Guinea, el ministro de Marina, Armero, evacuó un informe que introducía importantes modificaciones en los objetivos de la proyectada expedición Lerena y marcaba definitivamente el carácter de este segundo viaje. Las modificaciones, que suponían un drástico recorte en el presupuesto de la expedición, restaban importancia, de forma implícita, a las mencionadas islas en el contexto colonizador y rebajaban las expectativas con respecto a ellas hasta extremos verdaderamente ridículos, renunciando
textualmente a la colonización de las mismas: “emplazando para más adelante el plantear definitivamente el sistema de colonización proyectado”.

Las observaciones del ministro empiezan con una contundente y dudosa declaración, que enmascaraba la pobreza del Erario, el temor a Inglaterra y la falta de una ideología colonizadora para África, a la vez que justificaba los recortes que proponía a continuación:

“estando reconocidas sin la menor duda ni contestación aquellas islas como pertenecientes a los dominios de España es innecesario todo aparato de fuerza que induzca a manifestar recelos de oposición o resistencia por parte de los naturales o de otra nación extraña”.

Si la situación era realmente ésta, la inutilidad de enviar toda una flotilla de 7 barcos, era evidente. El ministro sugería mandar “uno o dos (...) auxiliados de un transporte”; con esta infraestructura y una serie de medidas como la construcción de una casa al lado del puerto, “algunas chozas o barracas” que sirviesen de almacenes o alojamientos a los “soldados obreros” y el nombramiento de un Gobernador para que administrase en nombre de España tan austero establecimiento, “bastarían para llenar esta primera parte del proyecto colonizador”. ¿Cómo pensaba el señor ministro mantener el entramado social de estas míseras perspectivas? Con un proyecto que marcaría el carácter de la colonización, esto es, con la propuesta del envío de misioneros que debían preparar el terreno al gobierno: “eclesiásticos ilustrados que en su doctrina, persuasión y buen ejemplo granjeasen la voluntad de los naturales, les inculcaran suavemente los principios del Catolicismo, cooperando de este modo a la intención del Gobierno”. Pero incluso, esta opinión del ministro, a la luz de los hechos posteriores, podemos conceptuarla como una idea carente de toda ambición. El ministro continuaba su informe con una muy explícita justificación que ponía de relieve tanto la miseria del Erario para afrontar los gastos de colonización de la que era, en realidad, una de las islas más importantes y comercialmente más activas del Golfo de Guinea, como la secular ignorancia del gobierno sobre ello. Para rematar las modificaciones al proyecto inicial, concluía el ministro: “Reducida (...) a este término simple la expedición (...) el costo de su habilitación definitiva puede reducirse a una cantidad soportable en las presentes circunstancias”.

Los recortes presupuestarios se produjeron rápidamente, así como la correspondiente protesta de los expedicionarios. Como venía siendo habitual, empezó en Cádiz el acopio de víveres y útiles necesarios. El presupuesto era de 14.000 reales, librados al Comandante de la corbeta 2790[1].gif, único barco destinado finalmente a la expedición, desglosados de la siguiente forma: 6.000 al socorro de los Krumanes Quir y Yagüe como salarios y para la construcción de una casa, y los 8.000 restantes destinados a la compra de objetos con los que sobornar a los naturales, y repartidos en 400 para comprar “abalorios, espejos y cualquier otras baratijas que han de llevar consigo los Capellanes para regalar a los habitantes de las islas con el fin de ganarse su voluntad” y otros 400 para obtener otras cosas como “aguardiente bueno, con el que el Cónsul (...) podrá obsequiar y agasajar a los caciques” . Además, se contaban los gastos de los dos clérigos, Usera y José del Cerro, que ascendían a 1000 reales al mes para el primero y mega_shok.gif0 para el segundo. La generosidad del gobierno llegó hasta el punto de proveer a la expedición de 200 kilos de tabaco y dos cajas de capillas y herramientas útiles que “se conceptúan como de necesidad probable”. Guillemard protestó, por una parte, ante el regateo que el gobierno hacía del tabaco y la exigua cantidad presupuestada para la compra de objetos y, por otra, ante la preparación de una infraestructura deficiente y errónea que se traducía en el aprovisionamiento de medicinas que Guillemard, como médico que era, sabía completamente inadecuadas e insuficientes, y en la falta hasta de lo más elemental como tiendas de campaña. Se le contestó, sin el menor reparo que dado el carácter de investigación de la expedición, el buen estado de las islas y el que sus habitantes fuesen ya súbditos españoles “no se estimó necesario invertir en el renglón de obsequios otra cantidad”. Finalmente, después de una reunión de las autoridades con Guillemard, Manterola y Usera, el gobierno se dignó a conceder 6.000 reales más. En cuanto a la petición de tiendas de campaña se les proporcionaron dos que luego se revelaron inapropiadas para el terreno. Con respecto a las medicinas, problema que el gobierno prometió solucionar, aprovechando una indisposición de Guillemard, que le obligó a guardar cama unos días, se colocaron en la corbeta las mismas cajas que él había rechazado, lo que le hizo redactar amargamente en su Memoria, lo siguiente:

“Me contengo para no hablar con indignación sobre los medicamentos que han sido elegidos (...) porque a menos de haber estudiado en el tiempo de Fray Come, es imposible que un médico se sirva de los que fueron empaquetados (...) No quiero achacar a esta culpa la muerte de dos de los seis que hemos perdido, pero suplico al Gobierno de S. M. en nombre de la humanidad, en nombre del honor del Cuerpo Medical, tome medidas más fuertes para que esa importante parte del servicio público, esté previsto como lo exigen las necesidades de ese mortífero clima”.

El aguardiente fue rechazado por los jefes indígenas acostumbrados al ron americano y, finalmente, la anécdota del tabaco es muy reveladora. Guillemard había avisado al gobierno de que los naturales de las costas de África consumían tabaco de buena calidad proporcionado por los británicos, pero el gobierno, empeñado en recortar gastos a costa del supuesto poco refinado gusto de los africanos, no hizo el menor caso, con el resultado que el tabaco ofrecido por el cónsul fue tomado por los indígenas como una ofensa.

La expedición, que tenía que haber salido el 20 de julio de 1845 desde Cádiz, se retrasó a causa de estos pequeños incidentes hasta el día 28 del mismo mes en que partió hacia Canarias.

Si el presupuesto y el equipamiento eran deficientes, las Instrucciones Reservadas que se le habían entregado al Cónsul de Sierra Leona y delegado del gobierno en las posesiones del Golfo de Guinea, Adolfo Guillemard de Aragón, no sólo eran contradictorias sino completamente inoperantes. El documento empezaba por no dejar claro si contenía instrucciones o meras observaciones:

“la mente del Gobierno al hacerle este encargo se reduce a adquirir noticias positivas de la situación actual de aquellas posesiones (...) S. M. me manda hacerle las observaciones siguientes, que podrá graduar asimismo de instrucciones particulares para el desempeño de dicho encargo”.


La primera instrucción, ordenaba al cónsul hacer una Memoria razonada y dividida por ramos sobre la situación general de las islas: la opinión de sus habitantes con respecto a España, cambios que se hubieran producido después de 1843, recursos del país, dificultades para la posible colonización, etc. La instrucción nº 2, se centraba en la persona de Beecroft con el que Guillemard debía guardar una conducta ambivalente de vigilante precaución e incluso de reconvención si “observase abusos intolerables (...) porque aproveche esta
coyunta para enriquecerse a costa de aquellos naturales (...) o porque se abrogue y ejerza facultades que no le fueron concedidas” pero, a la vez, no debiendo enemistarlo porque “este individuo tiene influencias y prestigio en el país”. Por otro lado, Guillemard debía, según su tercera instrucción, preguntar al Gobernador Beecroft -¿a quién si no?- por los derechos de puerto y anclaje fijados por Lerena de los cuales el gobierno no sabía nada a juzgar por el carácter de las preguntas: “si tuvo efecto (...) quién percibe este derecho; a cuánto asciende; qué reglas o métodos se sigue para su exacción y demás noticias convenientes a tan interesante asunto”.

Las instrucciones cuarta y quinta, le recordaban nuevamente que el carácter de la comisión encomendada “no es de mando, ni deliberación” y, por lo tanto, no se consideraba necesario más que dar algunas pinceladas sobre la norma de conducta que debía observar si se le preguntaba por las intenciones colonizadoras de España. Si la pregunta provenía de los indígenas debía contestar con evasivas, ofreciéndoles múltiples pero sencillos regalos para atraerse su confianza. Si, por el contrario, preguntaban los comerciantes de Clarence,

“la respuesta de Vd., dada como opinión particular suya, sea que S. M. respetará y aprobará todo acto consumado antes del día en que (...) le juraron fidelidad (...); pero que los posteriores ofrecerán más o menos dificultades para confirmarlos (...) por carecer de la indispensable Real anuencia”.

Al mismo tiempo que el gobierno daba tan espesa e imposible instrucción, dejaba en manos de Guillemard cualquier posible eventualidad que pudiese surgir en una cuestión que, paradójicamente, consideraba grave: “Vd. sabrá acomodar este principio a las circunstancias que se le presenten(...) entra en esta grave cuestión el establecimiento allí de extranjeros y entre ellos de algunos misioneros; comprende (...) la adquisición de propiedades públicas”. Respecto a la importante instrucción sexta, relativa al control de la introducción de negros esclavos “de otras posesiones”, ya hemos tenido antes ocasión de comentarla.

Las instrucciones 8 y 9 se referían a los dos clérigos y a los dos krumanes. En la primera, se le recomendaba que cuidase del bienestar de los misioneros, de manera que “no sean comprometidos allí por falta de recursos”, cosa a todas luces imposible con semejante presupuesto; en la segunda, totalmente ignorante el gobierno de la verdadera naturaleza de los ahijados negros de la Reina, se recomendaba su regreso a la isla

“por lo mucho que las explicaciones que harán indudablemente a sus compañeros, sobre el buen trato y protección que han merecido en España, debe influir a introducir allí la mejor opinión acerca de la suavidad de nuestras costumbres y de la honradez de nuestro carácter”

y se les recordaba que tenían que administrar los haberes mensuales que, como sargentos, les correspondían; más 150 duros que la Reina había regalado a cada uno para hacerse una casa.

La instrucción nº 13 iba dirigida a la Corbeta 2790[1].gif. Ésta debía permanecer un mínimo de 4 meses en Sierra Leona para luego

“reduciéndose esta comisión a meramente indagadora (...) si (...) se presentasen obstáculos (...) para desempeñarla, no deberán hacerse esfuerzos hostiles para vencerlos, y menos con riesgo de quedar desairado el Pabellón Español, lo que a toda costa debe evitarse”.

Finalmente, se les recomendaba, tanto a Guillemard como a Manterola, restar importancia a las “excursiones” que necesariamente tendrían que hacer por la isla: “todo debe tener el aspecto natural de ver por curiosidad”. Y auxiliar, si fuera necesario, a la construcción de la casa de los misioneros con recursos y carpinteros del buque, al que se le ordenaba volver transcurridos otros 4 meses de estancia en las islas.



ATAULFO
Vista la extrema pesadez, repetitividad y falta de agilidad (excepto en el copiar y pegar) del atontao del fantasma, desde el extranjero empiezan a hacernos invitaciones para marchar de esta web hacia otros sitios , a la busqueda de spam.
Fantasma, por favor, la erudicion no esta en hacer servir un buscador y copiar todo lo que salga con la palabra "GUINEA".
wink.gif wacko.gif nea.gif blink.gif mad.gif mad.gif
Recapacita y , a ser posible, parasita otro sitio.
Ataulfo.
El fantasma del Blog
Pero vamos a ver, Ataulfo, si esto no se trata;

1) De el papel de la prensa y las informaciones que difunde, a veces ciertas, otras veces falsas y otras veces tergiversadas.

2) De Internet.

3) De las relaciones de Internet y la prensa escrita.

4) De la expedición de Martín que parece que es un camelo.

5) De la situación de Guinea y su explotación por empresas multinacionales.

6) De el papel de los españoles en Guinea en otros tiempos.

7) De que Guinea y Cuba están mucho mas relacionadas de lo que se piensa.

dirol.gif De que la globalización no es un fenómeno nuevo, puesto que ya se ha dado otras veces, por ejemplo con Colon.

9) De que es un contrasentido ir a un país como Guinea machacado por la historia y dar allí lecciones de derechos humanos por unos señores, que vienen precisamente, de los países que previamente los han machacado.

10) De que resulta un pitorreo que la universidad española haga una expedición a Guinea y se vuelva con dos ranas y dos arañas. La universidad española podia hacer algo mas por Guinea.

Entonces ¿de que se trata en este foro?......................ATAULFO.
Maripili
LUIS GARCÍA MONTERO

La prudencia y la opinión

LUIS GARCÍA MONTERO

09/12/2006
El extranjero está obligado a ser prudente cuando opina sobre el país que lo recibe. Resulta muy antipática la soberbia hueca del visitante que se atreve a opinar sobre lo que desconoce, e incluso ofrece recetas para solucionar los desarreglos domésticos de una realidad ajena. Los andaluces de más de 40 años recordamos ejemplos de esa actitud. Era insoportable la figura del turista que, después de divertirse como un loco, por poquísimo dinero y en una tierra obligada al servilismo, pregonaba agradecido, desde cualquier hotel de lujo, las bondades de la España franquista. El dolor humano real se oculta bajo los dramas folclóricos de una soleá o de una ranchera en medio de una juerga. Tampoco se me olvida el paternalismo insufrible de un vasco que en junio de 1976, en un acto político todavía clandestino, nos explicó el comportamiento que debíamos seguir los andaluces para encarar nuestro futuro, aprendiendo la lección de su tierra, tan concienciada y tan izquierdista. Observar y permanecer en silencio es un rasgo de buena educación, además de una postura intelectual discreta y provechosa. He tenido la oportunidad de comprobarlo, y de vivirlo por dentro, durante los días de la Feria del Libro de Guadalajara, que han coincidido con el traspaso de poderes presidenciales y con la postura combativa del derrotado López Obrador, al no aceptar la victoria de la derecha. He conocido opiniones de todo tipo en bocas amigas. Desde la justificación del partido gubernamental, hasta la defensa encendida del PRD, pasando por la incertidumbre de algunos escritores de izquierdas que apoyaron a López Obrador, pero que han querido apartarse públicamente de su empecinamiento. Otros amigos me dieron detalles sobre la campaña turbia de una derecha que, a través del control de los medios de comunicación y del apoyo masivo de las multinacionales, convirtieron a López Obrador en un asesino cruel, antes de que él mismo se convirtiera en un iluminado.

Uno escucha, observa, aprende, tal vez se solidariza con alguna postura, smile.gif pero guarda silencio por educación. smile.gif Sólo una vez perdí los nervios, al asistir como oyente a una mesa redonda de la Feria del Libro, organizada por la Universidad de Guadalajara, que se dedicó a las relaciones de la Democracia y el libre comercio. Con unos gráficos muy bien diseñados, demostró que donde ganaba electoralmente el PRD se hundía el progreso económico, mientras que donde ganaba el PAN se producían verdaderos milagros gracias a su política neoliberal. Tenía una pinta repeinada y soberbia, muy parecida a la de los señoritos andaluces de antes de la democracia. Casi se atrevió a decir que es necesario no tomarse en serio el voto de la gente, porque la gente se equivoca al votar. La puesta en duda de la política, mad.gif la democracia entendida como un exceso, se advierte de manera clara en los ejecutivos de los bancos americanos, y es posible que la consigna no tarde en llegar a Europa. mad.gif Algunos economistas no son ciudadanos que hablan de su país, sino nuevos sacerdotes, en posesión de la verdad sagrada, que nos niegan a los mortales el derecho a opinar. México tiene 100 millones de habitantes. La mitad de los mexicanos viven en la pura miseria, dividiéndose la otra mitad entre los muy angustiados, los que van tirando, la clase media con condiciones dignas y una reducidísima élite multimillonaria que controla la economía del país. Hispanoamérica no es Europa, y conviene no aplicarle nuestros esquemas. Pero ante los sacerdotes de religiones injustas uno tiene la tentación de blasfemar. Así que le comenté al economista neoliberal que, según sus razonamientos, todos los españoles deberíamos haber votado al GIL, pequeño partido que había hecho de Marbella un ejemplo de progreso económico. Claro que las inversiones habían beneficiado a muy pocas manos, que el pueblo estaba destruido y que las autoridades benefactoras han acabado en la cárcel, acusadas de un inagotable patrimonio de actos delictivos. La democracia exige otra economía.


Esto va a ser algo asi fantasma, hay que ser prudentes a la hora de opinar de otros paises. Hay mucho sermon equivocado.
Invitado_el fantasma del blog_*
Una ave que llaman en España el ave de Sant Martín, e es ansí pequeña como un ruiseñor e aquesta ave ha las piernas muy hermosas a manera de junco.
Acaeció ansí que un día cerca de la fiesta de Sant Martín, cuando el sol está caliente, que esta ave se echó al sol cerca de un árbol, e alzó las piernas e dijo:
-Si el cielo cayese sobre mis piernas bien lo podía yo tener.
E ella que hobo dicho esta palabra, cayó una foja del árbol cabe ella. Espantóse mucho a deshora e comenzó de volar diciendo:

- Sant Martín, ¿Cómo no acorres a tu ave?

Tales son muchos en este mundo, que cuidan de ser muy recios e, al tiempo del menester, son fallados por flacos como cuenta de los hijos de Efrem que, armados de los arcos, en la batalla volvieron las espaldas e fuyeron. Puede esto hombre apodar a algunos caballeros: cuando tienen la cabeza bien guarnida e de buen vino, dicen que pelearían con tres franceses o que vencerían a los más fuertes de la tierra, e después viene el espanto: ¡San Martín, acorre a tu avecilla!
Julian Navascues
PERFIL CONTRASEÑA

El olor de la pobreza

MARGARITA RIVIÈRE

10/12/2006


"La pobreza huele igual en todas partes, como dice Vargas Llosa. La pobreza y el hambre pueden ser superadas, sin duda: España es un ejemplo". Ésta ha sido su obsesión vital: palpar, contrastar, estudiar, realidades y cambios aparentemente incomprensibles. Y sacar conclusiones que permitan entender y avanzar. "Me han encasillado demasiado de radical, me etiquetan como rojillo. Sólo me reconozco como economista de la solidaridad", dice. "Es por falta de solidaridad por lo que no se acaba con la pobreza, cosa perfectamente posible con los recursos actuales". No duda, afirma. Lo ha escrito y aún lo explica a sus alumnos de la Universidad Ramon Llull como profesor honorario. Ha cumplido 72 años y está contento, acaba de solventar una deuda pendiente: explorar África durante dos años desde su despacho en ESADE. sad.gif "Es un pecado desconocer lo que los europeos hemos hecho con África" sad.gif : así ha titulado un breve libro (Trotta) que le ha prologado Samuel Eto'o. Sólo el conocimiento abre la puerta a la responsabilidad: África es una parte del drama de la insolidaridad y el escándalo de la pobreza. "Debería estudiar ahora el problema del hambre", se dice hoy a sí mismo.

La vida de este barcelonés nacido en Burgos ha sido una larga cadena de descubrimientos y cambios producidos al compás de la historia contemporánea. "Yo quería ser sabio", reconoce para explicar por qué, a los 17 años, se hizo jesuita. Hijo de un médico formado en la mítica smile.gif Residencia de Estudiantes de Madrid smile.gif que fue ayudante de Juan Negrín, amigo íntimo de Severo Ochoa y Grande Covián, y que luego se hizo falangista, creció entre ocho hermanos y estudió con los maristas. "Aquello era un lavado de coco total. '¡Canalla, bandido, rojo, Azaña!': ése era el modo de insultarnos entre los compañeros de colegio". Ríe. Premio extraordinario al acabar el bachillerato, decide pedir el ingreso en la Compañía de Jesús, "que apenas conocía y para gran disgusto de mi padre". A los 19 años hace votos perpetuos (obediencia, pobreza, castidad): así comienza su recorrido por el camino del conocimiento y de la vida.

"Cuando hice los votos no sabíamos nada de nada. Mi cabeza sólo estaba para aprender, estudiar". Predicaba en latín, hablaba griego, mientras recorría universidades europeas: filosofía en Alemania; ciencias sociales en Roma; teología en Oxford, Salamanca y Londres; economía en la London School of Economics, hasta el doctorado en ciencias políticas en Ginebra. Los largos años de estudios incluían un master en divinity y cosas parecidas. No notó lo que pesaba la castidad hasta mucho más tarde, en Londres: "Yo iba a clase con clergyman y, claro, ningún chico se me acercaba, sólo las chicas. No había experimentado eso hasta entonces. Fue traumático".

En agosto de 1968 tiene su primer contacto con la Universidad José Cañas, de los jesuitas, en El Salvador, un lugar que, junto con sus amigos el jesuita Iñaki Ellacuría y monseñor Romero, arzobispo de San Salvador -ambos luego asesinados-, va a marcar profundamente su vida. "Fueron unos años intensísimos, de gran trabajo", señala. El compromiso de aquel grupo de jesuitas con la dura realidad de un país que estaba en plena dictadura le vale una expulsión, un reingreso y una secuencia de sobresaltos: "El 10 de octubre de 1980 nos pusieron 10 bombas en la casa, de las que sólo explotaron tres, tuvimos que escondernos"; él era vicerrector de la universidad salvadoreña. Ese año los escuadrones de la muerte asesinaban a monseñor Romero, Ellacuría caía en 1989. Sale de El Salvador en 1980 como representante del Frente Democrático Revolucionario y, financiado por diversas organizaciones religiosas, se dedica a captar ayuda internacional para los insurgentes populares. "En paralelo decidí salirme de jesuita y poco después conocí a Paqui, mi mujer, que era viuda con dos hijos". Desde entonces están juntos.

Aún quedaban otros pasos: se distancia de la guerrilla -"no era ya un frente unido y comencé a no verlo claro"-, comienza a dar clases en ESADE y concurre a un puesto -que consigue- en el Banco Interamericano de Desarrollo en Whasington, donde pasa dos años, pese a los problemas para entrar en Estados Unidos, estudiando la pobreza. "El drama básico que tenemos es que la economía planificada no permite la libertad y el mercado produce infinitas desigualdades. A estas alturas, pienso que sólo podemos reaccionar ante la catástrofe, que es lo que denuncia el informe Stern (que augura un empobrecimiento económico occidental del 20% por causas mediombientales) y que Blair respalda ahora". Le esperan hoy dos alumnos indios a los que da clases, en inglés, sobre la situación económica en América Latina.

PERFIL

Barcelonés nacido en Burgos, de 72 años, profesor de Economía Internacional en la Universidad Ramon Llull, puede dar también clases en inglés, alemán, francés e italiano. Ex jesuita, filósofo, teólogo, sociólogo, economista, doctorado en Ciencias Políticas, ligado en los años ochenta a la guerrilla salvadoreña, su vida está marcada por la búsqueda de explicación a una realidad insolidaria. "La pobreza no acaba por falta de solidaridad, pero hay recursos para superarla", dice y señala a África como "el pecado de Europa".

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Los de El Pais no le ponen ni el nombre; este señor es Luis de Sebastian. Luisito, si lo conozco yo de toda la vida.
Katharina Von Strauger
Documento del Banco Mundial
Traducción del Informe No.: 24430

INFORME DE EVALUACIÓN DE RESULTADOS GUINEA ECUATORIAL

SEGUNDO PROYECTO DE ASISTENCIA TÉCNICA PETROLERA

(CRÉDITO 2408-EG)

1 de julio de 2002

Grupo de Evaluación Sectorial y Temática
Departamento de Evaluación de Operaciones



Prefacio
Este es un Informe de Evaluación de Resultados del Proyecto (IERP) sobre el Segundo Proyecto de Asistencia Técnica Petrolera en Guinea Ecuatorial, para el cual la AIF aprobó un crédito (Crédito 2408-EG) de DEG 1,8 millones, equivalente a US$2,622 millones, el 2 de julio de 1992. El crédito se cerró como estaba programado el 30 de junio de 1997.

Este informe se basa en el Informe Final de Ejecución (IFE) preparado por la Región de África (Informe No. 17954 del 5 de junio de 1998), el Memorando y la Recomendación del Presidente (Informe No. P5808 del 10 de junio de 1992), el Convenio de Crédito, los documentos en los archivos del proyecto, los informes económicos de la Región y otras organizaciones y entrevistas con personal del Banco Mundial. Una misión del Departamento de Evaluación de Operaciones (OED) visitó Guinea Ecuatorial en marzo de 2002 para examinar los efectos a largo plazo del proyecto y tratar los resultados del proyecto y la eficacia de la asistencia del Banco con representantes del gobierno, las empresas petroleras, otros donantes y las autoridades locales. Se agradece la cooperación y la asistencia de los funcionarios actuales y anteriores del gobierno en los Ministerios de Planeamiento y Desarrollo Económico, Minas y Energía y Salud.

Cinco años después de la finalización del proyecto, este IERP busca validar las calificaciones anteriores del proyecto considerando los sucesos desde su finalización así como evaluar los efectos económicos, sociales, institucionales y de sostenibilidad ambiental a más largo plazo de las actividades apoyadas por el proyecto. Más específicamente, el IERP procura evaluar si el proyecto (a) contribuyó al desarrollo eficaz de los recursos petrolíferos y gas del país y ayudó a atraer las inversiones del sector privado; (cool.gif contribuyó a una mejor gobernabilidad y transparencia en la contabilidad y distribución de los ingresos petroleros y en la gestión del sector energético (incluyendo las importaciones de productos derivados del petróleo); © contribuyó a una distribución justa de los beneficios y costos del petróleo entre el gobierno y las empresas petroleras; (d) tuvo efectos significativos ambientales y sociales; y (e) cumplió con las políticas de salvaguardia del Banco.

De acuerdo a los procedimientos de OED, un borrador del IERP fue enviado al prestatario para sus observaciones antes de enviar la versión definitiva a la Junta Directiva del Banco. Hasta la fecha, ningunas observaciones fueron recibidas.

ANTECEDENTES

1. Guinea Ecuatorial (GE) es un país pequeño, con baja densidad de población, repartido en varias islas (siendo la más grande la isla de Bioko, donde se encuentra la ciudad capital, Malabo) y territorios continentales (Río Muni) ubicados entre Gabón y Camerún. La población total en 2002 se estimó en cerca de 475.000. Guinea Ecuatorial ganó su independencia en 1968. Durante los once años siguientes, hasta 1979, el país fue gobernado por un dictador militar que llevó al país a un deterioro sustancial. La elite educada abandonó el país o fue liquidada. En 1980, GE era una economía rural muy pobre, había perdido la ventaja competitiva en la exportación de productos agrícolas y necesitaba una rehabilitación económica completa. El nivel educativo y de formación generalmente deficiente de la generación que actualmente representa a la mayoría de la fuerza laboral todavía representa una grave limitación al desarrollo. Existe una falta generalizada de capacidad institucional y competencia en todos los sectores y, por consiguiente, una gran dependencia en la asistencia técnica externa y en los donantes.

2. El Banco Mundial comenzó a participar en el sector petrolero de Guinea Ecuatorial 12 años antes de la firma del Convenio de Crédito del proyecto. En 1980, el gobierno procuró la ayuda técnica del PNUD y del Banco para atraer a la industria petrolera en la exploración de petróleo en las cuencas sedimentarias del país. En 1981 y 1983, el PNUD concedió dos donaciones de asistencia técnica, que fueron ejecutadas por el Banco, que llevaron a la preparación y aprobación de una Ley de Hidrocarburos y al modelo de Contrato de Participación en la Producción (CPP) en 1981. Estas subvenciones fueron complementadas con un crédito de la AIF para el Primer Proyecto de Asistencia Técnica Petrolera (Crédito 1304-EG, por DEG 2,3 millones), que fue aprobado el 30 de noviembre de 1982. Ese proyecto procuró promover la exploración de petróleo, fortalecer la capacidad técnica del gobierno para monitorear las actividades de exploración llevadas a cabo por empresas petroleras, ayudar al gobierno en sus negociaciones con las empresas petroleras y ayudar a preparar una base de datos de energía.

3. En 1983, GEPSA (una empresa conjunta entre Hispanoil, cuyo nombre luego cambió a REPSOL y el Gobierno) descubrió el yacimiento submarino Alba de gas y condensado frente a la costa de Bioko, pero el operador consideró que el yacimiento era insignificante y abandonó sus derechos al yacimiento en febrero de 1990. Otros contratistas también habían perforado infructuosamente en otras áreas. En un intento de rescatar el desarrollo del yacimiento Alba, funcionarios de AIF presentaron a ciertas empresas petroleras independientes a representantes del gobierno. Estos contactos resultaron en un contrato nuevo de exploración y producción en mayo de 1990 con un productor independiente. Poco después se hizo evidente que las disposiciones de la Ley de Hidrocarburos de 1981 y del CPP eran demasiado generosas para el operador, lo que probablemente conduciría a una explotación ineficiente. En enero de 1992 comenzó la explotación de bajo costo del yacimiento, orientado sólo a la recuperación de condensados y quemándose todo el gas natural asociado.

4. El Segundo Proyecto de Asistencia Técnica Petrolera fue aprobado poco después, en julio de 1992. En vista de (a) los resultados decepcionantes de los esfuerzos de exploración anteriores, (cool.gif la identificación durante la evaluación inicial del despilfarro por parte del operador de los recursos petrolíferos limitados de Alba y © el efecto negativo sobre el medio ambiente, el segundo proyecto se centró en la optimización del uso del gas de Alba y en el uso doméstico de la energía. También incluía componentes de asistencia técnica básica con alcance en todo el sector y de fortalecimiento institucional así como condiciones para asegurar que el gobierno conseguiría una parte justa de la producción de futuras exploraciones y que contabilizara adecuadamente los ingresos.


5. Los desarrollos más importantes en el sector petrolero comenzaron tres años después, en 1995, bien entrada la ejecución del proyecto. UMC/Exxon-Mobil descubrió el yacimiento petrolífero Topacio-Zafiro en el Bloque B bajo los términos de un CPP firmado en 1992 con términos similares a los de Alba. Las perforaciones se aceleraron en 1999, descubriéndose nuevos yacimientos importantes de petróleo frente a la costa del Río Muni (el yacimiento Ceiba) en 1999. Se esperan también más descubrimientos en otro sitios, para los cuales ya se han otorgado otras licencias desde 1999. La producción total de petróleo y condensados en el país ha aumentado, de 3.000 bpd en 1992, a 6.500 en 1996 y a 221.000 en 2000;1 se espera que la producción siga aumentando—a más de 270.000 bpd en 2002—y que se mantenga entre 300,000 a 400,000 bpd durante los próximos 15 años. Las estimaciones de reservas comprobadas de petróleo han aumentado de menos de 400 millones de barriles en 1997 a niveles en cerca de mil millones de barriles en 2001. Las reservas de gas en Alba han aumentado—de 535 mil millones de pies cúbicos en 1992 a unos 8 billones de pies cúbicos en 2001. El desarrollo histórico de la producción y las reservas se presenta en el Anexo B.

6. Las perforaciones petroleras a partir de 1996 han tenido un efecto importante en la economía de Guinea Ecuatorial. El PIB aumentó de US$152 millones en 1993 a US$498 millones en 1997 y a US$1,4 mil millones en 2000. El PIB per cápita ha aumentado de US$407 en 1993 a US$950 en 1997 y a unos US$2.100 en 2000. El sector petrolero, que representaba el 11 por ciento del PIB en 1993, ascendió al 66 por ciento del PIB en 1997 y al 86 por ciento del PIB en 2000. Los ingresos por petróleo devengados por el gobierno crecieron de cerca de US$3 millones por año en 1993 a US$50 millones en 1997 y a unos US$212 millones en 2000 (y pueden llegar a alcanzar los US$725 millones en 2003). Este auge reciente ha dado lugar a mejoras visibles de la infraestructura, a mayor migración a la ciudad capital, Malabo (ejerciendo presión sobre la infraestructura y los servicios sociales disponibles) así como a un crecimiento muy rápido de actividades relacionadas a la actividad petrolera. Dadas las serias limitaciones de capacidad, el reto para el gobierno reside en cómo recaudar eficazmente la proporción que le corresponde de los ingresos del petróleo y cómo administrar estos recursos para que beneficien a la mayoría de la población, así como a las futuras generaciones.

OBJETIVOS Y DISEÑO

7. Los objetivos del proyecto fueron: (a) asegurar que el prestatario recibiera el máximo de ingresos y de forma sostenible de la producción del yacimiento de Alba; (cool.gif identificar los métodos más eficaces para utilizar el gas asociado de Alba; © reducir al mínimo los riesgos para el medio ambiente de las operaciones de Alba; (d) mejorar la eficiencia de las instituciones sectoriales de energía; y (e) fortalecer la capacidad del Ministerio de Minas e Hidrocarburos (posteriormente el Ministerio de Minas y Energía, o MME) para monitorear las actividades de las empresas petroleras, y para evaluar los sistemas de suministro y valoración de los productos derivados del petróleo.

8. Para lograr estos objetivos, el proyecto incluyó estudios, asistencia técnica, capacitación, la rehabilitación del edificio del MME y la adquisición de vehículos. El Anexo C presenta los objetivos del proyecto, detallando los componentes asociados, junto con los logros, los rendimientos y los resultados. Entre los componentes importantes del proyecto se encontraban la asistencia técnica para revisar el marco de exploración y producción de petróleo, y para negociar nuevos contratos o renovar los contratos existentes con la industria del petróleo.

9. El diseño del proyecto incluía las siguientes acciones principales como cláusulas en el Convenio de Crédito:

• Comenzando en 1993, el gobierno incluiría todos los ingresos derivados de la explotación del yacimiento Alba u otros ingresos relacionados a hidrocarburos en su presupuesto anual.
• A más tardar el 30 de noviembre de 1992, el gobierno llegaría a un acuerdo con la AIF sobre un plan de acción, basado en las recomendaciones de los estudios, para elaborar un programa para el uso del gas de Alba.
• El prestatario llevaría a cabo un Estudio de Impacto Ambiental para las operaciones de Alba y acordaría un plan de acción con la AIF.

10. La formulación un tanto desigual de los objetivos del proyecto en el Memorando del Presidente (MP), su Anexo Técnico y el Convenio de Crédito, crea cierta confusión acerca de la importancia relativa de los diversos objetivos. No obstante, si bien en retrospectiva los objetivos del proyecto parecen tener una enfoque restringido a la resolución de los problemas de Alba, el diseño del proyecto también brindó los medios y las oportunidades para encarar los problemas principales del sector, así como los que pueden surgir de la exploración y operación de otros yacimientos petrolíferos. Por consiguiente el diseño del proyecto fue totalmente satisfactorio.

EJECUCIÓN

11. El proyecto concluyó como estaba programado el 30 de junio de 1997. Los fondos del proyecto fueron totalmente utilizados. Se proporcionó asistencia técnica para ayudar al Gobierno a vigilar las actividades de las empresas petroleras, examinar los planes de explotación propuestos por las mismas, auditar sus cuentas financieras, examinar la legislación relativa al petróleo y elaborar reglamentos detallados, negociar contratos nuevos, renegociar los contratos existentes y establecer un sistema de archivo de datos y estadísticas. Se impartió capacitación al personal del MME, especialmente en aspectos técnicos de exploración, perforación y producción de petróleo. Se prepararon varios estudios (estrategia de depleción óptima del reservorio del yacimiento Alba; estudio de utilización del gas de Alba; la reorganización del sector de energía; suministro y distribución de productos derivados del petróleo; y la rehabilitación y ampliación del sistema eléctrico). Finalmente, se llevó a cabo un análisis del impacto en el medio ambiente de las instalaciones de Alba. El Anexo B brinda detalles adicionales sobre estas actividades.

La ejecución del proyecto fue afectada por las siguientes circunstancias:

• Durante la ejecución del proyecto la situación macroeconómica del país no fue buena, lo que provocó que el gobierno a menudo entrara en mora en sus obligaciones de pago de su deuda con el Banco. Esto condujo a la suspensión de desembolsos. Además, las relaciones Banco-país eran tensas, debido al bajo rendimiento general de la mayoría de los proyectos del Banco en ejecución, la percepción de una gobernabilidad débil y de falta de transparencia.
• El acuerdo equívoco entre el gobierno y el Banco sobre los objetivos del proyecto dio lugar a malentendidos y a fricciones entre ambos. Según el IFE, el Banco sostenía que un objetivo implícito del proyecto era la renegociación del contrato de Alba. Esto aparentemente no era una prioridad inmediata para el gobierno, que correctamente percibía la renegociación de los contratos firmados como legalmente difícil, inoportuno y arriesgado (ya que minaría la confianza de los inversionistas y alejaría a los nuevos socios potenciales en el sector). Dada su necesidad de recursos inmediatos, el gobierno prefirió en el corto plazo negociar adelantos financieros sobre los ingresos futuros con los operadores de Alba y Zafiro.
• El énfasis del proyecto cambió después de 1995, debido al rápido aumento de actividades en el sector petrolero luego del descubrimiento de petróleo en el yacimiento Zafiro, lo cual aumentó considerablemente las demandas a las instituciones gubernamentales para que examinaran y negociaran los planes de producción anual y la supervisión de las operaciones de exploración y producción.
• Hubo un cambio de operador del yacimiento de Alba en 1995, debido a la presión sobre el operador original para que ejecutara las medidas recomendadas por la evaluación de impacto ambiental y el estudio de utilización del gas. Walter International vendió todos sus derechos a CMS-NOMECO, que adoptó una estrategia de desarrollo a mucho más largo plazo e hizo grandes inversiones en el desarrollo del yacimiento, la reducción al mínimo de la quema de gas mediante su aprovechamiento para el procesamiento a gas licuado (LPG), producción de metanol y generación de energía y la reinyección. A principios de 2002, CMS/NOMECO a su vez vendió todos sus derechos a Marathon, el socio y operador principal de la planta de metanol.

RESULTADOS

13. Los objetivos del proyecto relacionados a la optimización del desarrollo del yacimiento de Alba y la utilización del gas se lograron sustancial y muy eficientemente. Posteriormente el contrato se renegoció para que se ajustara a la Enmienda de 1998 de la Ley de Hidrocarburos (ver más abajo), y los desarrollos posteriores en el yacimiento y para el aprovechamiento del gas asociado (recomendadas por el proyecto) rebasaron las expectativas de la evaluación inicial, resultando en beneficios absolutos mucho mayores para el país. Sin embargo, los objetivos relacionados con el yacimiento de Alba se tornaron menos pertinentes durante la ejecución (después del descubrimiento del yacimiento Zafiro) y después de la finalización del proyecto, cuando se descubrieron otros yacimientos mucho más grandes (el yacimiento de Ceiba, frente a la costa de Río Muni).

14. Durante la ejecución, cuando se concedieron nuevas licencias y se hicieron descubrimientos sustanciales, los objetivos de política institucionales y sectoriales del proyecto se tornaron considerablemente más importantes y urgentes. El logro de estos objetivos exigió que el Gobierno tomara una serie de medidas de acuerdo a las recomendaciones de los estudios y la asistencia técnica financiada bajo el proyecto. Estas acciones incluían la aprobación de cambios para mejorar el marco legal y contractual; la publicación de reglamentos ambientales detallados y otros; la auditoría de las cuentas de las empresas petroleras y de los costos recuperables de forma sistemática; aumentar aún más la capacidad del MME para vigilar eficazmente la cantidad cada vez mayor de empresas petroleras; la reorganización del sector de energía; y la liberalización de las importaciones y la distribución de productos derivados del petróleo. A la finalización del proyecto, sin embargo, la mayoría de estos objetivos no se habían logrado. Además, el Gobierno no estaba cumpliendo con la cláusula de transparencia del presupuesto. Los resultados del proyecto por consiguiente fueron considerados insatisfactorios en el IFE.

15. Posteriormente, hubo mejoras en el marco institucional, particularmente la enmienda en 1998 de la Ley de Hidrocarburos de 1981; se renegociaron los contratos, lo que mejoró la proporción de ingresos del gobierno; y se liberalizaron las importaciones y privatizó la distribución de productos derivados del petróleo. Si bien los cambios diferían en algunos puntos de las propuestas preparadas bajo el proyecto, estas acciones justifican una mejora de la clasificación de eficacia del proyecto de insignificante a moderada. Dado que la relevancia aún se califica como alta, la eficiencia sustancial y la eficacia ahora se califica como moderada, los resultados del proyecto ahora se califican como moderadamente satisfactorios, aunque el caso para esta mejora se considera marginal.

CALIFICACIONES

Relevancia: Alta
16. Dado el rápido desarrollo del sector petrolero desde 1995 y su importancia abrumadora en la economía y en los ingresos del gobierno hoy en día, los objetivos del proyecto fueron y son todavía sumamente pertinentes y compatibles con las prioridades del gobierno y los objetivos del Banco. Si bien los diversos objetivos del proyecto no cambiaron durante la ejecución, el descubrimiento del yacimiento Zafiro y otros hicieron perder importancia relativa a aquellos asociados a la optimización del yacimiento de Alba. Los objetivos de alcance sectorial, incluyendo el fortalecimiento institucional, el marco de política, el medio ambiente y la seguridad y los objetivos de transparencia se han vuelto más urgentes. Este cambio en las prioridades fue reconocido, y el proyecto asignó fondos para asistencia técnica adicional para negociar y supervisar los programas anuales de exploración y producción con el contratista de Zafiro; preparar enmiendas a la Ley de Hidrocarburos, el modelo de los CPP y reglamentos detallados; y para aumentar aún más la capacidad en el MME.

Eficacia: Moderada
17. Cinco años después de la finalización, parece que en lo que se refiere al yacimiento de Alba, se lograron sustancialmente los objetivos del proyecto, pero los objetivos de política sectorial sólo se lograron parcialmente.

18. Los objetivos de mejoramiento de las operaciones en el yacimiento de Alba se lograron sustancialmente: (i) prácticamente se eliminó la quema del gas asociado de Alba mediante su aprovechamiento para gas licuado, metanol y generación de energía, y a través de la reinyección; (ii) se lograron sustancialmente los objetivos ambientales (ver el Recuadro 1); (iii) también se logró sustancialmente el objetivo de asegurar máximos ingresos del yacimiento al Gobierno como resultado del aumento de la producción de condensados muy por encima de los cálculos de la evaluación inicial; los ingresos adicionales generados del procesamiento del gas; y el reajuste de los términos contractuales después de la enmienda de la Ley de Hidrocarburos en 1998. El proyecto contribuyó al cambio beneficioso del operador en 1995, conduciendo a la explotación sólida a largo plazo del yacimiento y a una ampliación considerable de las reservas y la producción del gas de Alba. Se espera que estos logros se mejoren aún más con otro cambio de operador en 2002.

19. Los objetivos de transparencia y desarrollo institucional (es decir, aumento de la capacidad y fortalecimiento institucional del sector) sólo se lograron parcialmente. Durante la ejecución del proyecto, cuando en 1996-97 el complejo Topacio-Zafiro fue explotado en un tiempo récord, un logro importante del proyecto fue la provisión de asistencia crítica al Gobierno para que realizara sus funciones de monitoreo y control. Desde la finalización del proyecto, se han logrado avances positivos que, al menos en parte, se pueden atribuir al proyecto. Posteriormente, la asistencia técnica financiada bajo el proyecto ayudó a la renegociación exitosa del gobierno del CPP de Zafiro-Topacio en marzo de 1998 y subsiguientemente de otros contratos, incluido el de Alba y a la enmienda de la Ley de Hidrocarburos y del modelo de CPP en noviembre de 1998. De hecho, el gobierno decidió contratar a una de las compañías de asistencia técnica financiadas bajo el proyecto como asesora técnica oficial del MME, para que proporcionara asistencia continua en asuntos de exploración y producción. De acuerdo con las recomendaciones del estudio llevado a cabo bajo el proyecto, se liberalizó el marco para la importación, el almacenamiento y la distribución de productos derivados del petróleo, y se privatizaron los establecimientos después de la finalización del proyecto. El MME ha presentado los reglamentos ambientales preliminares preparados sobre la base de las recomendaciones de los consultores del proyecto al Ministerio del Medio Ambiente.

20. A pesar de estos logros, la eficacia en total sigue siendo moderada, en particular en los objetivos más pertinentes. Primero, se enmendaron la Ley de Hidrocarburos y el modelo de CPP, pero el marco contractual todavía sigue siendo muy generoso con los operadores en Guinea Ecuatorial en comparación con los de países vecinos. Segundo, todavía no se han aprobado los reglamentos detallados. Tercero, los reglamentos ambientales preliminares fueron presentados al Ministerio del Medio Ambiente, pero estos todavía no han sido examinados y aprobados y el ministerio carece de capacidad para hacerlos cumplir cuando se aprueben. Cuarto, la cláusula de transparencia de que todos los ingresos derivados de la explotación del yacimiento de Alba u otras recolecciones de hidrocarburos deben ser registrados en el presupuesto anual, no se había cumplido para la fecha de cierre del proyecto. Quinto, la capacitación del personal y la asistencia técnica sí mejoraron significativamente la capacidad y la eficiencia del MME al promover y vigilar las actividades de exploración y producción de petróleo, pero no en la medida necesaria para estar a la par con el aumento rápido posterior en las actividades de petróleo. Las grandes diferencias de sueldo entre la administración pública y las empresas petrolerasy el sector privado, combinado con las promociones del personal capacitado a otros puestos en el gobierno, han exacerbado aún más la escasez de personal capacitado. Sexto, el programa de capacitación financiado bajo el proyecto no se llevó a cabo sobre la base de una evaluación sistemática de necesidades: tendió a centrarse en las necesidades inmediatas de capacitación en los aspectos técnicos de la exploración y la producción, pero prestó mucho menos atención a los aspectos igualmente importantes de negociaciones empresariales, reglamentos, economía, contabilidad, auditoría financiera de las cuentas de las empresas petroleras y planificación financiera y estratégica. A pesar de la calidad de los consultores y los auditores financieros contratados bajo el proyecto para encarar estos aspectos, la capacidad en el gobierno para planificar, supervisar y cuestionar los resultados y las recomendaciones de los consultores externos sigue siendo limitada. El proyecto por lo tanto no logró establecer una capacidad institucional adecuada en muchas de estas áreas.

Eficiencia: Sustancial

21. En la preparación del proyecto (1992), se calculó que la producción en Alba aumentaría de 2,500-3,000 barriles por día (bpd) a 5,000-6,000 bpd en 1993, y la producción de gas aumentaría de 35 millones de pies cúbicos por día (mmcfd) a mega_shok.gif mmcfd. A la finalización del proyecto (finales de 1997), estas metas fueron plenamente cumplidas (6.700 bpd de condensados y mega_shok.gif mmcfd de gas) y, posteriormente, fueron excedidas considerablemente: para fines de 2001, la producción de condensados en Alba alcanzó los 10.000 bpd y pronto aumentarán a 30.000 bpd (cinco veces el cálculo original), y la producción de gas aumentó a más de 195 mmcfd (más de dos veces lo que se calculó originalmente). Las reservas de gas ahora se calculan en 8 bpc, más de 15 veces las reservas que se calcularon en la evaluación inicial. De acuerdo con las recomendaciones para la utilización del gas y los estudios de impacto ambiental financiados bajo el proyecto, prácticamente todo el gas se procesa a gas licuado (2.300 bpd, que pronto aumentará a 10.000 bpd), metanol (19.000 bpd) y energía (10MW), o reinyectado, casi eliminando la quema de gas y la contaminación asociada.

22. No es posible cuantificar en qué medida el proyecto contribuyó a la recaudación de ingresos del petróleo (mediante los servicios de expertos proporcionados para evaluar y aprobar los planes de producción y monitorear a las empresas petroleras). Durante la preparación del proyecto, se proyectó que la proporción del gobierno de los ingresos del petróleo de Alba aumentaría de cerca de US$3 millones por año a US$10,5 millones en 1995 y a cerca de US$19,0 millones en 1996-97. Los ingresos reales del gobierno por el petróleo de Alba probablemente estén sustancialmente por encima de estos niveles, como resultado de los aumentos en la producción, el aprovechamiento del gas asociado, el aumento de los precios internacionales del petróleo y los términos contractuales revisados. Los ingresos del yacimiento Zafiro, en el cual se centró gran parte de la asistencia técnica del proyecto, son considerablemente mayores que los de Alba. No se cuenta con datos sobre el desglose de los ingresos del petróleo, pero en general aumentaron sustancialmente (a cerca de US$200 millones en 2000).

23. Si bien los rendimientos probablemente son considerablemente mayores que los calculados en la evaluación inicial, la eficiencia se clasifica sólo como sustancial, debido a la incertidumbre con respecto a su nivel y a la falta de transparencia (no está claro si todos los ingresos pagables realmente se han recaudado).

Aspectos ambientales

Yacimiento Alba de gas y condensados

El yacimiento Alba de gas y condensados fue explotado en 1991 por un operador independiente, Walter International, a un costo de inversión muy bajo. Al inicio del proyecto, el yacimiento estaba quemando cerca de 35 mmpcd de gas, para producir 3.000 bpd de condensado de gas. Además, la seguridad y el control ambiental en las instalaciones frente a la costa y tierra adentro eran sumamente limitados. Se consideró que la solución a estos problemas era un objetivo importante en el diseño del proyecto.

Los usos del gas asociado – Se llevaron a cabo estudios para identificar el método más eficaz en función de los costos para usar el gas asociado de Alba durante la preparación del proyecto y al comienzo de la ejecución del proyecto y sus recomendaciones se ejecutaron. A principios de 2002, la central eléctrica era operada por Marathon (que tenía planes adicionales para ampliarla), la planta de gas licuado estaba en funcionamiento y se esperaba que su capacidad aumentara de 2.300 bpd a 10.000 bpd antes de 2004, una planta de metanol que producía 19.000 bpd estaba en funcionamiento desde mediados de 2001 y el gas restante se estaba reinyectando, disminuyendo la quema de gas. La planta de metanol aguas abajo se construyó de acuerdo a los estándares internacionales ambientales y de seguridad y se elaboraron los Planes de Monitoreo Ambiental, de Emergencia y de Seguridad con la asistencia de empresas internacionales especializadas. Además, la planta tiene una división ambiental en el lugar y está implantando un Sistema de Gestión Ambiental. Recientemente, Marathon, dueña y operadora principal de la nueva planta de metanol, adquirió todos los intereses de CMS Energy en Guinea Ecuatorial, incluyendo el yacimiento Alba. Esta adquisición debe contribuir aún más a optimizar la producción de Alba y el uso integrado y la comercialización del gas asociado.
Riesgos ambientales y de seguridad – El estudio de impacto ambiental de 1994 identificó algunos riesgos ambientales y de seguridad debidos a las deficiencias en las instalaciones de producción e hizo recomendaciones de las mejoras que se debían hacer. La presión del gobierno para poner en práctica las recomendaciones de este estudio de impacto, así como las del estudio de utilización del gas, también llevado a cabo bajo el proyecto, aceleró el cambio de operador en mayo de 1995. El nuevo operador ejecutó gradualmente las medidas recomendadas, como mejorar el alumbrado de la torre de producción, instalación de protección contra rayos y sistemas de prevención de incendios y la construcción de tanques nuevos (ya se eliminaron los viejos tanques de almacenamiento con fugas).

Yacimientos de producción de petróleo

El complejo Zafiro está equipado para el uso de hasta 90 mmpcd de gas asociado para la reinyección y la recuperación del gas, reduciendo la cantidad de gas quemado. Sin embargo, la necesidad de limitar la quema de gas será un cuello de botella para el futuro aumento de la producción.

El yacimiento Ceiba, frente a la costa de Río Muni, no tiene un problema de exceso de gas asociado. En realidad, el plan de ampliación a 160.000 bpd incluye instalaciones para inyectar agua para mantener la presión del yacimiento.
Instalaciones de importación, almacenamiento, y distribución de productos derivados del petróleo
El problema de las malas condiciones ambientales y de seguridad de las instalaciones de almacenamiento y distribución fue reconocido durante la preparación del proyecto pero no fue encarado directamente. Como se esperaba, la modernización de las instalaciones de almacenamiento y distribución de los productos derivados del petróleo fue financiado (US$3 millones) por la Caisse Centrale de Cooperation de Francia y llevada a cabo bajo el control del departamento técnico de Total (en ese momento estas instalaciones pertenecían al gobierno y eran operadas por Total). Desde 1998, después de la liberalización de la distribución de productos derivados del petróleo, el gobierno vendió las instalaciones a Total, que construyó nuevos tanques e instaló sistemas de protección contra incendios en Bata y Malabo.

Marco ambiental
La evaluación de impacto ambiental de Alba también recomendó que se aprobara una ley ambiental y de seguridad para los sectores de minería y petróleo. En cambio, se estableció una sección ambiental dentro del Ministerio de Minas y Energía (MME) en 1995, y se han incluido disposiciones ambientales en los CPP, pero estos cambios siguen siendo insuficientes. Las disposiciones ambientales en los contratos son obligaciones generales para proteger el medio ambiente, pero el MME reconoce que los contratos nuevos deben tener obligaciones ambientales especificados, incluyendo medidas de mitigación. Finalmente, el Ministerio de Bosques y Medio Ambiente ya ha preparado un proyecto de ley ambiental nacional, que incluye reglamentos ambientales relativos al petróleo que fueron presentados por el MME. Se espera que la ley ambiental nacional se apruebe en 2002 después de haber sido analizada por los ministerios sectoriales. Los objetivos de transparencia y desarrollo institucional (es decir, aumento de la capacidad y fortalecimiento institucional del sector) sólo se lograron parcialmente. Han habido avances positivos desde entonces, que al menos en parte pueden acreditarse al proyecto. La asistencia técnica proporcionada bajo el proyecto sentó las bases para la renegociación exitosa del gobierno del CPP de Zafiro-Topacio en marzo de 1998 y posteriormente de otros contratos, incluido el de Alba y para la enmienda de la Ley de Hidrocarburos y el modelo de CPP en noviembre de 1998. En realidad, el gobierno ha decidido contratar a una de las compañías de asistencia técnica financiadas bajo el proyecto como asesora técnica oficial del MME, para que proporcione asistencia continua en asuntos relativos a la exploración y la producción. De acuerdo con la recomendación del estudio llevado a cabo bajo el proyecto, el marco para la importación, el almacenamiento y la distribución de productos derivados del petróleo fue liberalizado después de la finalización del proyecto y las instalaciones fueron privatizadas. El MME presentó los reglamentos ambientales preliminares preparados sobre la base de los reglamentos elaborados por los consultores del proyecto al Ministerio del Medio Ambiente.

Efecto sobre el desarrollo institucional: Moderado

24. La capacidad institucional del sector ha mejorado pero continúa siendo débil. Las mejoras son el resultado de la capacitación del personal y la asistencia técnica, que aumentó la capacidad y la eficiencia del MME. Se ha visto cierta mejora limitada en la estructura orgánica del sector de energía, incluyendo la transferencia de la responsabilidad del sector de energía del Ministerio de Industria al Ministerio de Minas e Hidrocarburos, que luego se convirtió en el MME. Se estableció una sección ambiental dentro del MME. Se liberaron la importación y la distribución de productos derivados del petróleo y las instalaciones se privatizaron. Finalmente, se han mejorado los marcos normativos y contractuales para la exploración y producción.

25. Sin embargo, el aumento rápido de las actividades petroleras, la creación de GE-Petrol, las promociones con transferencias del personal capacitado a otros organismos y las diferencias salariales con el sector privado, han limitado nuevamente la capacidad disponible. El marco normativo y contractual sigue siendo muy favorable para las empresas petroleras. Los reglamentos ambientales y otros reglamentos detallados aún no se han aprobado. Finalmente, la falta de transparencia en lo que se refiere a la recaudación, gestión y asignación de los ingresos del petróleo sigue siendo un tema serio (aunque recientemente se ha informado que ha habido cierto avance).

Sostenibilidad: Probable

26. La sostenibilidad en general se califica como probable a pesar de ciertas incertidumbres importantes respecto al compromiso o la capacidad del gobierno de encarar los temas institucionales, ambientales, económicos y sociales a largo plazo.

27. La adaptabilidad técnica y financiera de los beneficios del proyecto es alta. El proyecto ayudó a asegurar la aprobación de planes de desarrollo sólidos, a largo plazo para el desarrollo del sector petrolero. Se espera que los beneficios de las actividades petroleras actuales se mantengan al menos por los próximos 15 años, y resultados adicionales son probables. Ahora Guinea Ecuatorial es un destino importante para la IDE en el África.

28. La sostenibilidad ambiental de las operaciones en Alba es probable. El operador ha puesto en práctica las recomendaciones del estudio de impacto ambiental y el estudio sobre el uso del gas aguas abajo. Se ha disminuido enormemente la quema de gas en Alba. La planta de metanol se construyó y se opera usando normas internacionales. En otras áreas, los contratistas también están haciendo un esfuerzo para reducir al mínimo la quema de gas a través de la reinyección y están encarando otros asuntos ambientales (incluyendo la eliminación segura de desechos, fangos y productos químicos), y todos los contratistas tienen equipos ambientales que trabajan en el país. En lo que se refiere a la importación, el almacenamiento, y la distribución de los productos del petróleo, el problema de las malas condiciones ambientales y de seguridad en las instalaciones estatales identificado durante la evaluación inicial se resolvió con financiamiento de Caisse Centrale de Cooperation Economique en 1993. Desde entonces, las instalaciones se vendieron al concesionario, que ha construido tanques nuevos y sistemas de protección contra incendios. Los CPP incluyen cláusulas sobre las obligaciones generales de protección del medio ambiente. No obstante, la falta de reglamentos ambientales y de capacidad institucional para vigilar el desempeño ambiental y las repercusiones sigue siendo una preocupación.

29. La sostenibilidad de los logros institucionales seguirá dependiendo de la asistencia técnica externa, hasta que se desarrolle capacidad local suficiente. La aptitud de establecer y mantener la capacidad local dentro del Gobierno, sin embargo, se puede erosionar seriamente si el Gobierno sigue perdiendo al personal capacitado por pagarles sueldos muy por debajo de aquellos que ofrecen las empresas petroleras.

30. Dado el predominio del sector petrolero en la economía, la adaptabilidad de los beneficios económicos para el país, es decir, mantener el nivel de desarrollo económico general a largo plazo después de la depleción de las reservas, dependerá de la capacidad del gobierno para administrar bien el auge del petróleo y para crear las condiciones para que el sector privado desarrolle otros sectores de la economía. Si bien la creación de empleo directo en el sector petrolero es limitada, el empleo indirecto puede ser mayor. Por otro lado, existe el peligro de que el auge del petróleo presionará aún más a los sectores tradicionales. Evitar los efectos adversos dependerá de un compromiso firme del gobierno con una estrategia de desarrollo que garantice el desarrollo sostenible después de la depleción del petróleo (evitando el efecto denominado “enfermedad holandesa”). También requerirá un considerable fortalecimiento institucional en todo el gobierno, grandes mejoras en la gobernabilidad y la transparencia, y una estrategia clara de desarrollo. El gobierno ha dado señales positivas desde 2002 de estar comprometido con estas metas. La reciente solicitud de ayuda del gobierno a FIAS para la promoción de inversiones en los sectores no petroleros es un indicador de este cambio positivo, así como lo es el renovado interés del gobierno en la asistencia del FMI y del Banco después de varios años de ausencia.

31. La adaptabilidad de los beneficios económicos también dependerá de la estabilidad social y política, la cual a su vez está sujeta a cómo el gobierno asegura que los beneficios del descubrimiento y la explotación de petróleo beneficien a la masa de la población. Si se percibe que los ingresos del petróleo sólo benefician a una elite, y las disparidades regionales y de ingresos se agravan, la conmoción política y social puede amenazar el desarrollo económico. Los indicadores sociales del país entre 1990-96, durante la ejecución del proyecto, estaban entre los peores en África. Actualmente no hay datos uniformes y actualizados que muestren esos indicadores, pero es poco probable que hayan cambiado significativamente, ya que los principales ingresos del auge petrolero comenzaron a fluir recién después de 1998. Han habido algunas inversiones visibles en la infraestructura (caminos, puertos), pero hasta ahora las inversiones en los servicios sociales parecen haber sido muy limitadas. Existen grandes limitaciones de capacidad en todos los sectores para la planificación, preparación, adquisiciones, ejecución y control de proyectos.

Desempeño del banco: Insatisfactorio

32. En general, el diseño del proyecto fue suficientemente amplio y flexible para adaptarlo a los cambios en las prioridades durante la ejecución, pero los objetivos y los componentes no fueron presentados de forma uniforme entre el MP, el Anexo Técnico y el Convenio de Crédito, conduciendo a mucha confusión acerca de su importancia relativa e interpretación. En particular, el personal del Banco percibió que la renegociación del contrato existente era importante para lograr el objetivo del proyecto de maximizar los ingresos del yacimiento Alba. No obstante, la renegociación sólo se menciona en el MP y no en el Convenio de Crédito o en el Anexo Técnico al MP. Además, el diseño del proyecto debería haber identificado desde el principio más clara e integralmente la necesidad de aumentar la capacidad para vigilar y controlar todos los aspectos del desempeño de las empresas petroleras, incluidas las aptitudes requeridas para proyectar los ingresos devengados del petróleo, vigilar su recaudación eficaz, monitorear y auditar las cuentas financieras y los informes de las empresas y para revisar la aplicabilidad de los costos de operación e inversiones recuperados. Esto debería haber requerido más atención al establecimiento de estructuras apropiadas, sistemas y procedimientos, así como el diseño de un programa de capacitación basado en una evaluación de necesidades integrales.


33. Durante todo el proyecto, existió una diferencia fundamental de percepción entre el Banco y el Gobierno en lo que se refiere a la necesidad para la renegociación de los contratos firmados. Tanto el contrato de Alba como el de Zafiro, que se firmaron, respectivamente, en abril de 1990 y junio de 1992, se apegaban a la Ley de Hidrocarburos de 1981 y al modelo de CPP preparado en una operación anterior de asistencia técnica del Banco y el PNUD. Ambos contratos se negociaron y se firmaron sin asistencia del Banco (el contrato de Zafiro se firmó poco antes de la aprobación del proyecto, sin conocimiento del Banco). Durante la preparación del proyecto, sin embargo, las misiones del Banco estimaron que los términos del contrato eran excesivamente favorables a los operadores, especialmente en lo que se refiere a las disposiciones de impuestos sobre la renta y, durante la supervisión, llegaron a la conclusión de que la renegociación de ambos contratos era esencial y un objetivo implícito del proyecto. Las misiones de supervisión del Banco interpretaron la renuencia del gobierno de renegociar los contratos como una falta de compromiso con los objetivos fundamentales del proyecto, y como preferencia por los ingresos inmediatos en vez de la optimización financiera a largo plazo (asignando prioridad a la negociación de anticipos de ingresos futuros del petróleo). El gobierno sostenía que la renegociación de los contratos muy poco después de su firma socavaría la confianza de los inversionistas en el país, a menos que a cambio se pudiera ofrecer otras ventajas a los contratistas, como la expansión de las áreas otorgadas. Hasta el descubrimiento del yacimiento de Zafiro en 1995, las empresas petroleras no tenían mucha prisa en explorar y explotar bloques disponibles, de manera que en retrospectiva la posición del gobierno era válida. No obstante, las misiones del Banco parecen no haber tomado en cuenta el dilema que esto le planteaba al Gobierno. El no haber procurado un diálogo más constructivo y equilibrado sobre esta cuestión minó la confianza entre el gobierno y el Banco, y reforzó la renuencia del gobierno de compartir información crítica.

34. La supervisión del proyecto estuvo generalmente limitada a una misión anual por una persona. Si bien las misiones identificaron los temas más importantes e informaron sobre ellos, se habrían beneficiado si hubiesen incluido a abogados y expertos financieros con experiencia en planificación financiera y aspectos de auditoría de la industria petrolera, así como especialistas en gestión financiera de proyectos. Los recursos limitados de supervisión también explican por qué no se les dio seguimiento a algunos temas, incluido el mal desempeño ambiental en la importación, el almacenamiento y la distribución de las instalaciones de productos derivados del petróleo y, más importante aún, la comprobación del cumplimiento por el gobierno de la cláusula de transparencia del presupuesto del petróleo. Finalmente, el Banco no reaccionó firmemente a los retrasos en las auditorías del proyecto, la contabilidad inadecuada del proyecto y el incumplimiento de la cláusula de contabilizar explícitamente todos los ingresos provenientes del petróleo en el presupuesto.

35. Si bien se iniciaron conversaciones para una operación de seguimiento durante las visitas de supervisión y la necesidad de tal operación se registró en el IFE, el Banco decidió no proceder. Aunque había razones claras (cartera generalmente insatisfactoria del Banco, mora en los pagos de servicio de la deuda, falta de transparencia), esto fue un desacierto. Como resultado, el Banco estuvo ausente en los años críticos que siguieron a los descubrimientos importantes de petróleo y el gobierno se quedó sin apoyo para tratar los temas legales y contractuales pendientes, cuando el nivel y la variedad de aptitudes necesarias para vigilar todas las fases de las actividades y las cuentas de un número mucho mayor de empresas petroleras se tornaron sustancialmente mucho más complejas y exigentes.

36. En términos generales, el desempeño del Banco se considera insatisfactorio.

Desempeño del prestatario: Insatisfactorio

37. Durante la ejecución, el Gobierno pudo usar eficazmente la asistencia del proyecto para promover y desarrollar el potencial del petróleo del país, y para mejorar el desarrollo del yacimiento de Alba y resolver los temas ambientales y de utilización del gas que surgieron de sus operaciones. Después de la finalización del proyecto, el Gobierno tomó varias medidas pendientes relativas al fortalecimiento institucional, que eran parte de los objetivos del proyecto y para lo cual se había proporcionado asistencia técnica durante el proyecto. Estos incluían enmendar la Ley de Hidrocarburos y los CPP, liberalizar y privatizar las importaciones y la distribución de productos derivados del petróleo y la iniciación de un programa regular de auditoría de las cuentas de las empresas petroleras.

38. Sin embargo, durante la ejecución, el desempeño del Gobierno fue deficiente en varios frentes: primero, las medidas institucionales antedichas se tomaron con considerables retrasos. Segundo, las necesidades urgentes de ingresos condujeron al gobierno a negociar anticipos de dinero en efectivo fuera del presupuesto contra futuros ingresos del petróleo con operadores tanto de Alba y de Zafiro, contribuyendo así a la falta de transparencia. Tercero, la gestión, contabilidad y auditoría del proyecto fueron muy deficientes. Cuarto, la renuencia del gobierno a compartir información contractual crítica y su tendencia general hacia la ocultación obstaculizaron la eficacia del Banco y de uno de sus consultores principales. Quinto, lo que es todavía más importante, el gobierno incumplió y sigue incumpliendo su obligación bajo el proyecto de contabilizar todos los ingresos provenientes del petróleo en el presupuesto.

39. A pesar de la mejora de la calificación del resultado a Moderadamente Satisfactorio y los logros del Gobierno en años recientes, el desempeño del Prestatario sigue considerándose Insatisfactorio (aunque sólo marginalmente), debido principalmente a su gestión deficiente del proyecto y a la falta de transparencia.

LECCIONES

1) Tan pronto como se hacen descubrimientos significativos, surgen los temas importantes asociados con la repercusión y la distribución de la riqueza del petróleo, que necesitan ser encarados rápidamente mediante el diálogo Banco-país para asegurar la sostenibilidad a largo plazo. Estos incluyen los temas fundamentales de reglamentos ambientales nacionales y sectoriales y su capacidad de cumplimiento, la transparencia y asignación del presupuesto, las estrategias para el gasto público, el ritmo de la concesión de licencias nuevas y el desarrollo, los mecanismos de ahorro y la distribución del producto del petróleo entre los diversos niveles del gobierno. En el caso de Guinea Ecuatorial, el Banco planteó estos temas en 1998, pero sólo después de la terminación del proyecto, y cuando las relaciones entre el Banco y el país eran tensas.

2) Si el país está enfrentando fuertes limitaciones macroeconómicas en las primeras etapas del desarrollo petrolero, el Banco quizá considere la posibilidad de apoyar la adopción de políticas y estrategias que conduzcan a una gestión adecuada de la riqueza del petróleo mediante préstamos de ajuste o sectoriales.

3) En los países con bajos niveles de desarrollo institucional y capacidad, la continuidad del apoyo del Banco en los sectores críticos para el desarrollo del país es muy importante, particularmente cuando el desarrollo del sector ya ha comenzado a acelerarse.

4) Cuando el fortalecimiento institucional es esencial para el éxito del proyecto, es necesario realizar un examen de la estructura salarial de la administración pública durante la preparación para identificar los temas principales que pueden afectar la sostenibilidad de los esfuerzos de fortalecimiento institucional y para establecer arreglos institucionales alternativos si es necesario.

5) Si el gobierno debe ofrecer condiciones especialmente favorables para atraer a los primeros inversionistas para explorar nuevos territorios en busca de petróleo y gas, los contratos negociados deben incorporar los límites temporales y geográficos de esas condiciones.

6) Cuando el organismo de ejecución no tenga la capacidad para administrar el proyecto (incluyendo la contabilidad y notificación), la ejecución eficaz requiere que se incorporen las disposiciones apropiadas para contratar expertos externos para ese fin en el diseño del proyecto.

7) La uniformidad en los objetivos entre los documentos del Banco y la comprensión inequívoca y el compromiso del prestatario a esos objetivos son requisitos previos para la ejecución sólida del proyecto.


Invitado_el fantasma del blog_*
La Guinea colonial vuelve a la retina

Un libro recupera las fotografías y películas de Manuel Hernández Sanjuán

FERNANDO SAMANIEGO
-Madrid –
- 10/12/2006


"¿Usted hizo unas películas en Guinea?". Así comenzó el encuentro de Pere Ortín y Vic Pereiró, de la productora We Are Here Films, con Manuel Hernández Sanjuán, de 92 años, que entre los años 1944 y 1946 recorrió con su equipo de Hermic Films la Guinea española por encargo del régimen franquista. Durante 10 años han estudiado las 31 películas originales y 5.500 fotos, un material histórico, etnográfico y documental inédito que, junto a la editorial Altaïr (www.altair.es), aparece en el libro Mbini. Cazadores de imágenes en la Guinea colonial, acompañado de un DVD con películas y reportajes.

Como las grandes potencias coloniales europeas, Franco y el general Díez de Villegas quisieron conservar en imágenes la actividad colonial en Guinea. Hernández Sanjuán, madrileño de 1915, fotógrafo, reportero y pintor, que después de la Guerra Civil había creado la productora Hermic Films, aceptó el encargo oficial, pero de producción privada, de pasar dos años en Guinea con el equipo formado por Segismundo Pérez (operador de cámara), Luis Torreblanca (montador) y Santos Núñez (guionista).

El cine colonial, conservado y estudiado en países como Francia, Italia, Inglaterra y Alemania, sigue sin tener un reconocimiento en España, con unos materiales, como los de Hernández Sanjuán, considerados los más importantes para documentar en imágenes y sonido el universo colonial español en el África negra.

Mbini designa en lengua fang una ciudad y la parte continental de Guinea Ecuatorial, que durante la colonización española se llamó Río Muni. Los autores han puesto este nombre al proyecto de rescatar los materiales que Hernández Sanjuán conservaba en una maleta de madera, con negativos, diarios, notas de campo, cartas, tras una revisión de sus documentales de 10 minutos, depositados en la Filmoteca Española y digitalizados. El libro publica 200 imágenes de la expedición sobre los colonos, nativos, misioneros, médicos, folclor y retratos, algunas de ellas comentadas por el autor, además de la historia de estos "cazadores de imágenes en el África negra" a través de una larga entrevista con Hernández Sanjuán y un diálogo con el periodista Donato Ndongo, donde señala que para los españoles los negros guineanos fueron "una herramienta de la naturaleza y unos niños grandes".

La edición se completa con un DVD que incluye tres películas originales, seleccionadas por el autor, entre ellas su favorita, Balele, de gran fuerza visual en las danzas, sobre la que la censura franquista intentó quitar a las jóvenes con pechos "demasiados europeos", y dos documentales de la productora, Le Mal d'Afrique y Cazadores de imágenes, una visión contemporánea sobre las sensaciones de la expedición cinematográfica española al corazón del África negra colonial.

"Es un trabajo pionero que inventa una mirada sobre África, que tiene valor sobre el pasado y sobre el presente, siempre conflictivo con el tema de Guinea Ecuatorial", declaró Pere Ortín en la presentación. "Nunca he cazado animales. Mi cámara era mi rifle", recuerda que le dijo Hernández Sanjuán en sus largas charlas. Señala que el 90% del material es inédito, ya que sólo se han publicado algunas fotos en revistas y de sus películas se hizo en 1946 una única presentación oficial en el Palacio de la Música de la Gran Vía madrileña.

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El libro publica 200 imágenes de la expedición sobre los colonos, nativos, misioneros, médicos, folclor y retratos…………………………a través de una larga entrevista con Hernández Sanjuán y un diálogo con el periodista Donato Ndongo, donde señala que para los españoles los negros guineanos fueron "una herramienta de la naturaleza y unos niños grandes".

Donato Ndongo- Bidyogo, ha sido citado en este foro en las siguientes ocasiones:

1) NDONGO, Donato, Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial, Madrid, Editorial Cambio 16, 1977.

2) NDONGO, Donato, Las tinieblas de tu memoria negra, Barcelona, Ediciones del Bronce, 2000.

3) NDONGO, Donato, Los poderes de la tempestad, Madrid, Morandi-Cooperación Española, 1997.

4) El 20 de noviembre de 2006 06:33 PM se ha incluido su texto “Bloquear las mentes”

5) El 21 de noviembre de 2006 03:20 PM se ha incluido su relato “El sueño”
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Esto es un método de trabajo serio y cualquier Guineano que lea este foro vera en el parte de su cultura reflejada.
Lo facil es poner ocurrencias………….que si spam…………………….….que si aburres a las piedras………que te las pires.............….…..Ataulfin…......…..que tu aun tienes que comer muchas fabes antes de ganarme a mi a nada.

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Pepin
Queridos amigos,

A veces el azar se porta bien y deposita en nuestras manos documentos de una rareza y un valor excepcionales. En este caso, lo son tanto para los amantes del cine documental que deseen conocer sus balbuceos en España como para los interesados en lo que fue la Guinea española. Cuando el periodista Pere Ortín y el diseñador gráfico Vic Pereiró, que los hallaron y restauraron, nos invitaron a participar en esta tarea, nos unimos a ellos para coeditarlos y darlos a conocer con la publicación de:

MBINI es un libro y un DVD fruto de diez años de trabajo de We Are Here! Films (WAHF), un equipo de profesionales de Barcelona procedentes de diversos campos de la cultura audiovisual contemporánea. Durante esta década años han recuperado la expedición a la Guinea española que realizó el madrileño Manuel Hernández Sanjuán y su equipo de Hermic Films entre 1944 y 1946. Aquel viaje cinematográfico pionero constituyó el esfuerzo más importante y significativo realizado en España para documentar audiovisualmente el universo colonial español en África Negra. Realizado por encargo del régimen franquista a imitación de las grandes potencias coloniales europeas y más allá de su intención propagandista, las imágenes de aquella expedición son de una gran calidad artística y muestran, además, un insólito y poco habitual, interés etnográfico por el universo africano retratado.

Mbini es un trabajo sobre fotografías, películas y los hombres que las hicieron. Mbini es un trabajo de imágenes y sobre imágenes. Habla de la manera cómo, ayer y hoy, retratamos, filmamos y documentamos África Negra. Aunque presenta un material audiovisual, único e inédito, susceptible de muchas lecturas posibles, Mbini no es, ni pretende ser un trabajo de historia. Aunque presenta imágenes que nos ponen frente al espejo de uno de los capítulos más complicados de la historia del siglo pasado, Mbini tampoco es un repaso del evidente atropello físico, cultural y sociológico que la colonización supuso para los pueblos de África Negra. Mbini sólo muestra, por primera vez en España, cómo, a través de las fotos y el cine, se inventó nuestra mirada sobre el mundo negro.

Ahora que se cumplen 60 años del final de aquella primera expedición cinematográfica de Hermic Films a la Guinea colonial española y, aunque persiste en España una incomprensible falta de interés por el análisis contemporáneo de este tipo de cine y fotografía africana, We Are Here! Films (WAHF) recupera con reflexiones actuales esta joya olvidada del cine documental español.

MBINI. IMÁGENES PARA LA CONQUISTA DE ÁFRICA

África Negra no existió hasta que fue contada. África Negra empezó a ser en el mundo occidental cuando los cronistas blancos la narraron. Aquel inmenso espacio central del continente oscuro fue conquistado a medida que fue descrito, dibujado, fotografiado y, hasta hoy, filmado, con palabras ideas, metáforas e imágenes blancas que substituyeron a las que allí existían.

Más que exploradores, comerciantes, negreros, militares, funcionarios, colonos o misioneros, fueron los cronistas los grandes conquistadores de África Negra. La colonización avanzó al mismo tiempo que progresaron sus relatos. Primero fueron las descripciones de viajeros o exploradores, sus crónicas y novelas. Luego, con el discurrir del siglo XIX, llegaron los artículos de la prensa, las conferencias o debates en ateneos, museos y sociedades científicas. A medida que los relatos sobre África Negra se hacían más sofisticados, sus medios de difusión también crecían. Los libros con dibujos o los dossiers ilustrados dieron paso a las más complejas y atractivas representaciones gráficas que se habían desarrollado: la fotografía y el cine.

En poco más de un siglo, los relatos blancos sobre África Negra no sólo habían conseguido modificar las sociedades y culturas africanas, sino, también, principalmente, habían cambiado las culturas occidentales. Los cronistas de la conquista de África Negra habían creado un sistema de imágenes, valores, símbolos, mitos y tópicos tan fuertes que aún hoy sigue vivo entre nosotros.

De uno de esos episodios, de la expedición cinematográfica que entre 1944 y 1946 realizó el cineasta Manuel Hernández Sanjuán y su equipo de Hermic Films a la Guinea colonial española, habla “Mbini”.

MANUEL HERNÁNDEZ SANJUÁN

Manuel Hernández Sanjuán es madrileño y sigue sonriendo hoy mientras su barba blanca ha visto pasar más de 90 primaveras. Regular estudiante de una carrera de derecho que no acabó por la Guerra Civil y pintor con buena mano acabó, por casualidades del destino, como fotógrafo, reportero y cineasta por pasión aventurera. Pasada la guerra, creó su productora cinematográfica Hermic Films con la que realizó un gran trabajo audiovisual, muy poco conocido, que incluye más de 600 películas de todo tipo.

De esa gran producción, casi olvidada en los libros de historia del cine español, destaca su expedición cinematográfica a la Guinea colonial española. El 17 de diciembre de 1944, a bordo del “Domine” y después de 21 días de navegación desde Cádiz, llegaba a la Guinea colonial española un equipo de cineastas dirigido por Manuel Hernández Sanjuán y formado por su operador de cámara, Segismundo Pérez, el montador, Luís Torreblanca, y el guionista, Santos Núñez. Durante más de dos años repletos de vicisitudes aquel equipo de Hermic Films rodó 31 películas documentales e hizo 5.500 fotografías.

Más allá de su intención propagandista y de sus planteamientos ideológicos, la labor audiovisual de Manuel Hernández Sanjuán y su equipo en Guinea es, analizada hoy e independientemente de otras lecturas posibles, una insólita y atractiva mezcla de intención visual apasionada, propaganda colonial franquista, observación privilegiada, fascinación aventurera e interés antropológico. Es, sin duda, el mejor exponente de documental colonial español sobre África Negra no sólo por su calidad visual, sino también por el gran volumen de material realizado así como el interés de las propuesta narrativa y formal de sus planteamientos audiovisuales.

MBINI . LIBRO Y DVD

Mbini consta de un libro en el que, además de diversos textos de análisis que contextualizan las imágenes de la expedición Hermic Films, presenta una larga entrevista con su director, Manuel Hernández Sanjuán. En el libro se muestra, además, una amplia selección de casi dos cientas imágenes procedentes del extraordinario archivo fotográfico personal sobre aquellos años de rodajes en África que su autor, Manuel Hernández Sanjuán, ha cedido a We Are Here! Films.

Por otra parte, en su interior, Mbini contiene un DVD en el que se incluyen cinco películas originales. Son tres de las treinta y una películas rodadas por Hernández Sanjuán y su equipo durante aquel viaje a la Guinea colonial (“Balele”, “Una cruz en la selva” y “Bajo la lámpara del bosque”). Las otras dos películas del DVD son documentales actuales producidos y realizados por We Are Here! Films (“Le Mal d’Afrique” y “Cazadores de imágenes”) que analizan, desde planteamientos experimentales y miradas audiovisuales contemporáneas, las experiencias, sensaciones y vivencias de aquella sorprendente expedición cinematográfica española al corazón del África Negra colonial.

Mbini - We Are Here! Films

Los autores de Mbini son el periodista Pere Ortín, ex presentador y reportero del programa de TVE “El Escarabajo Verde” y del diario La Vanguardia y su Magazine, así como el diseñador Vic Pereiró. Su empresa audiovisual We Are Here! Films (WAHF) es la coeditora de un libro/DVD en el que han trabajado profesionales audiovisuales como Àlex Guimerà, Dani Resines y Pedro Montesinos. Durante diez años han trabajado para recuperar y estudiar las fotografías y las películas de Manuel Hernández Sanjuán y su expedición Hermic Films a Guinea de la que, un día y por casualidad hace años, tuvieron noticias durante un viaje a la actual Guinea Ecuatorial. Con Mbini, Ortín y Pereiró han intentado mostrar, de una manera contemporánea, el valor actual que tiene el estudio de la iconografía colonial africana y cómo ésta aún condiciona la relación con África.

Mbini - Altaïr

La librería barcelonesa Altaïr está especializada en viajes, antropología y naturaleza desde sus inicios en 1979. Es una de las librerías más grandes del mundo en este campo y sus responsables se acercaron al proyecto Mbini con la pasión de poder paticipar en la creación de un trabajo singular dentro del panorama bibliográfico africano y en español. Su implicación en Mbini ha resultado decisiva para que todas estas imágenes, de gran calidad y de indudable interés histórico, etnográfico y documental, puedan ver la luz. Altaïr, como coeditora de Mbini, ha intentado aportar con este trabajo un novedoso elemento de reflexión sobre la controvertida etapa colonial que unió los destinos de España y Guinea.


ALTAIR :
Contacto prensa: Xènia Bagué - Gran Via, 616 - 08007.Barcelona
telf.: 93.342.71.70 - fax : 93.342.71.78. forum@altair.es www.altair.es
ALTAIR Distribución: c/Pamplona, 92-94 Bjs.7 - 08018.Barcelona
Telef.: (34) 93 320 86 48- Fax: (34) 93 300 75 51. distri@altair.es

We Are Here! Films
Contacto: Pere Ortín - Vic Pereiró
C/ Enric Granados, 72. Entlo. 1ª
08008 Barcelona telf.: 93 451 07 31 - 666 05 12 23
pere@wah-f.com

La edición del DVD que se incluye en Mbini ha contado con la ayuda de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) del Ministerio de Asuntos Exteriores.

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http://www.altair.es/

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Nov 29 2006, 09:50 PM

el próximo viernes 1 de Diciembre, a las 19:00h en la Asociación de la Prensa de Madrid. Juan Bravo, 6 - Madrid. T. 91 585 00 50, se presenta la obra MBINI CAZADORES DE IMÁGENES EN LA GUINEA COLONIAL de Pere Ortín y Vic Pereiró.

Según la información que remiten, Mbini rescata del olvido la expedición fotográfica a la Guinea Española que, entre 1944 y 1946, protagonizaron Manuel Hernández Sanjuán y su equipo de Hérmic Films. Su misión era plasmar aquel universo colonial africano a semejanza de como lo hacían los cineastas de las demás potencias europeas; pero, más allá de su función propagandística, consiguieron imágenes de gran calidad y de un elevado interés histórico y etnográfico.

Durante la investigación que le llevó hasta 31 películas y más de 5.000 fotografías, Pere Ortín también consiguió localizar al que fue su director: Manuel Hernández Sanjuán. Al cabo de sesenta años, este anciano pionero del cine documental español ha vuelto a visualizar las filmaciones que realizó y las ha complementado con sus opiniones y recuerdos actuales.

Además de una larga entrevista con él, Mbini recoge un diálogo con el periodista guineano Donato Ndongo y contiene un DVD con tres de las películas originales y otras dos que, montadas a partir de los materiales existentes, reflejan las vivencias de aquel grupo de expedicionarios.

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¿Cómo sabia esto Raimon el Nov 29 2006, 09:50 PM?

Este es el foro de los misterios.


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Francisco Alegre
Pero es que además el reportaje, La Guinea colonial vuelve a la retina, no esta en la Edición Impresa - 10-12-2006 porque la tengo yo aquí en la mano y en el ejemplar de El País de 10 de diciembre de 2006 año XXXI numero 10.777 no esta ese reportaje. Claro que yo estoy en provincia.

El que si figura es Iñigo de Barrón entrevistando a un banquero que no es de los que conceden entrevistas a cualquiera.
La sima del secreto de Unamuno se queda corta comparada con los misterios insondables de la Caldera de Luba

Gravisimo.
Julian Navascues
PRIMER TRATADO DE SAN ILDEFONSO (1 de octubre de 1777)

Tratado preliminar de límites en la América meridional, firmado entre España y Portugal por la que ésta cede a España la colonia del Sacramento y las islas de Fernando Poo y Annabón.

Antecedentes

El 19 de febrero de 1776 los portugueses atacaron barcos de guerra españoles en el Río de la Plata. En el verano de ese año el rey carlos III organizó una expedición al Sacramento que, al mando del teniente general don Pedro de Ceballos, nombrado así mismo primer virrey del recién creado virreinato del Río de la Plata, castigase a los portugueses y frenase su expansión hacia el sur sobre territorio español.

La expedición se hizo a la mar el 13 de noviembre de 1776. El 20 de febrero de 1777 anclaron en la isla portuguesa de Santa Catalina, cuya guarnición de rindió y haciendo los españoles 3.816 prisioneros. Tres dias más tarde, el 23 de febrero, el rey José I de Portugal murió, siendo sucedido por su hija María I, sobrina de Carlos III.

El 4 de marzo la reina María aceptó la dimisión del ministro de Estado portugués, el belicoso marqués de Pombal, siendo sustituido por Don Ayres de Sa y Mello. Mientras tanto, la colonia de Sacramento iba siendo conquistada por las tropas de Ceballos; el 4 de junio se rindió la plaza de San Antonio del Real, posteriormente Ceballos entró en Montevideo y el 28 de agosto se trasladó a Santa Teresa para preparar el ataque a la colonia del Río Grande de San Pedro. Ante estas victorias españolas, la reina María nombró a don Francisco Inocencio de Souza Cotinho nuevo embajador en Madrid y le autorizó a negociar la paz con el conde de Floridablanca, ministro de Estado de Carlos III.

Tratado de San Ildefonso

El 1 de octubre de 1777 se firmó el "tratado preliminar de límites en la América meridional", en virtud del cual España recobraba la colonia del Sacramento y las misiones jesuítas orientales del Paraguay, y devolvía a Portugal la isla de Santa Catalina y otros territorios menores en la colonia del Río Grande de San Pedro.

El Tratado de San Ildefonso era preliminar y los componían 25 artículos y 7 claúsulas secretas. Las tres primeras claúsulas secretas concedían a España la soberanía de las islas de Fernando Poo y Annabón, queridas por España para acabar con el monopolio de esclavos negros que realizaban ingleses, franceses, holandeses, italianos y portugueses:

I
Deseando S.M. Fidelísima corresponder a la magnanimidad de S.M. Católica y condescender con todo lo que le pueda ser grato y útil a sus vasallos, cede a la Corona de España la isla de Annabón en la costa de África con todos los derechos, posesión y acciones que tiene en la misma isla, para que desde luego pertenezca a los Dominios españoles del propio modo que hasta ahora ha pertenecido a los de la Corona de Portugal.

II
Igualmente cede S.M. Fidelísima en su nombre y en el de sus Herederos y Sucesores, todo el derecho y acción que tiene o puede tener a la isla de Fernando Poo en el Golfo de Guinea, para que los vasallos de la Corona de España se puedan establecer en ella y negociar en sus puertos y costas opuestas a la dicha isla, como son los puertos de río gabón, de los Camerones, de Santo Domingo, Cabo Formoso y otros de aquel territorio, sin que por eso se impida o estorbe el comercio de los vasallos de Portugal, particularmente los de las islas del Príncipe y Santo Tomé, que al presente van y que en lo futuro fueren a negociar en la dicha Costa y puertos, comportándose en ellos los vasallos españoles y portugueses con la más perfecta armonía sin que por algún motivo o pretesto se perjudiquen o estorben unos a otros.

III
Todas las embarcaciones españolas, sean de guerra o del comercio de dicha Nación, que hicieren escala por las islas del Príncipe o de Santo Tomé pertenecientes a la Corona de Portugal, para refrescar sus tripulaciones o proveerse de víveres u otros efectos necesarios, serán recibidas y tratadas en las dichas islas como la Nación más favorecida; y lo mismo se practicará con las embarcaciones portuguesas de guerra o de comercio que fuesen a la isla de Annabón o a la de Fernando Poo pertenecientes a S.M. Católica.

Así mismo, el Tratado de San Ildefonso prevé la existencia de otros tres tratados: uno de alianza, otro de comercio y otro de límites.

Los dos primeros se fundieron en uno y que se denominó "Tratado de amistad, comercio, neutralidad y garantía recíproca", conocido como Tratado de El Pardo y firmado el 11 de marzo de 1778.

El segundo tratado no se terminó nunca. España comenzó sus reconocimientos de límites el 10 de enero de 1784, y se conservan sus trabajos día a día hasta enero de 1790. La Guerra de las Naranjas dió al traste con la política de acercamiento de Portugal.


http://www.ingenierosdelrey.com/guerras/17..._sacramento.htm


http://www.ingenierosdelrey.com/personajes...ro_ceballos.htm


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http://www.mgar.net/africa/poo.htm


http://www.bisila.com/historia.htm


El fantasma del Blog
EL PETROLEO CENTROAFRICANO:
¿PRIORITARIO PARA EUROPA?

SARA NSO

UNISCI DISCUSSION PAPERS Nº 11 (Mayo / May 2006)

Introducción

Cuando el precio del barril de petróleo se sitúa de manera sostenida por encima de los 70 dólares, y la inestabilidad endémica de la región del Golfo Pérsico viene a ser constatada por el empeño iraní en llevar a último término su programa de proliferación nuclear, la necesidad de definir una estrategia para salvar una más que posible crisis geopolítica del abastecimiento petrolífero se convierte en una prioridad de la agenda internacional.

Esto es, teniendo en cuenta que Irán posee el 15% de las reservas mundiales de gas y el 12% de las reservas de petróleo, tan sólo por detrás de las capacidades de Arabia Saudita (y por delante de Irak), siendo una figura clave para la estabilidad del mercado. Muy por debajo de estos productores, el conjunto del continente africano alberga el 8.9% de las reservas mundiales de petróleo –la mitad de éstas situadas al sur del Sahara. A pesar de su limitada capacidad, comparativamente hablando, el subcontinente se ha convertido en “objetivo prioritario” de la estrategia de seguridad nacional norteamericana, en lo que se refiere a diversificación del abastecimiento energético. ¿Pero cuál es la relación entre la producción petrolera de la región centroafricana y las necesidades de abastecimiento de la Unión Europea, la cual depende para cubrir un 48% de sus necesidades energéticas de importaciones de terceros países (77% en el caso del petróleo, año 2002)?


En el marco del debate suscitado por el libro verde “Hacia una estrategia europea de seguridad del abastecimiento energético”, de 29 de noviembre de 20006, cabría, así pues, cuestionarse si existe una coherencia entre la política de cooperación al desarrollo euro-africana y la necesaria proyección exterior de la estrategia europea de abastecimiento energético.

1. El Golfo de Guinea: emergencia de una nueva “región” petrolera

1.1. Diversificación de reservas e integración regional

La mayor parte de las áreas petroleras del África negra se concentran en el Golfo de Guinea: Nigeria, Camerún, Congo, Gabón, Guinea Ecuatorial y República Democrática del Congo –a los que cabría añadir Angola, Chad y Sudán. Así pues, con la excepción de Nigeria y Sudán, estos países forman parte de la Comunidad Económica de Estados de África Central, CEEAC, cuyas reservas petrolíferas representaban en 2003 el 1.6% de las reservas mundiales y el 17.9% de las africanas (la mitad de las cuales localizadas en Angola).

Además de Angola, los otros grandes productores de la región son Gabón y Congo, muy por detrás de los cuales se situarían Camerún y República Democrática del Congo7. Por su parte, Guinea Ecuatorial, a pesar de haber sido objeto de importantes descubrimientos recientemente, no cuenta más que con unas reservas probadas equiparables al 0.1% del total de la CEEAC. No hay reservas de petróleo conocidas en Burundi, ni en Ruanda, también miembros de la comunidad. Aparentemente, sí las hay en República Centroafricana, pero todavía no tasadas. En último lugar, las estimaciones apuntan a una capacidad de mil millones de barriles de Chad (7% de las reservas de la CEEAC), y de cuatro mil millones de Santo Tomé y Príncipe.

Si, por otro lado, nos ceñimos a la Comunidad Económica y Monetaria de África Central, CEMAC, geográficamente más limitada, pero más activa a nivel regional –y, lo que es más importante, interlocutora de la UE en el diálogo sobre la reforma de Cotonou; el petróleo es un elemento común a las economías de todos sus miembros (con la excepción de la República Centroafricana, que aún no estaría explotando su subsuelo). Esto apunta, quizás, a una posible ventaja europea —aún por explorar—, en lo que se refiere al afianzamiento de su aprovisionamiento de petróleo proveniente de África central.

1.2. La “nueva geopolítica” del petróleo y el valor de las reservas centroafricanas

Como preveía Pierre Noel desde el Institut d’Économie et Politique de l’Énergie (IEPE), en 1998, el crecimiento de la demanda y de la oferta petrolera hasta el 2030 marcaría el inicio de una nueva “era petrolera”. El riesgo no habría de venir de la dependencia, en concreto, de Francia o de Europa con respecto a un proveedor determinado, sino de la concentración de la oferta y de las exportaciones petroleras mundiales .

Las peores previsiones se han cumplido. La inestabilidad que padece la primera región petrolera del mundo, el Golfo Pérsico11, sumada al crecimiento a ritmo imprevisto de la demanda energética por parte de los países emergentes, sobre todo asiáticos (que, según Paillard, han alcanzado a día de hoy el consumo previsto para 2009), hacen necesaria la diversificación de las fuentes energéticas de Occidente, que posa sus ojos en el petróleo africano.

Desde esta perspectiva, las reservas centroafricanas representan aproximadamente un 4,45% de las reservas mundiales, y adquieren un nuevo valor geoestratégico. Se encuentran repartidas de la siguiente manera:

• Camerún (producción = 83.200 barriles/día, en 2005; reservas = 85 millones barriles,
en 2005);

• Gabón (producción = 268.900 barriles/día, en 2005; reservas = 1.921 billones barriles,
en 2005);

• Guinea Ecuatorial (producción = 420.000 barriles/día, en 2005; reservas = 563.5
millones barriles, a 1 de enero de 2002);

• Congo (producción = 267.100 barriles/día, en 2005; reservas = 93.5 millones barriles, a 1 de enero de 2002);

• Chad (producción = 225.000 barriles/día).

El petróleo africano, además, cuenta —de cara a los países consumidores— con una serie de ventajas con respecto a otros crudos: (a) tiene bajo contenido en azufre y, por tanto, se adapta fácilmente a las necesidades de las refinerías de los países de la OCDE (sobre todo, europeos); (cool.gif al tratarse de yacimientos marinos, permiten un más fácil acceso, sobre todo en comparación con el petróleo de Oriente Medio o Europa del Este; © así pues, es petróleo mayoritariamente off-shore, con excepción de Chad y de contados enclaves (notablemente, en Gabón), fácil de producir y al abrigo de los problemas de seguridad a los que se enfrenta la producción on-shore . Es por esto que, entre otros, EEUU tiene previsto aumentar su abastecimiento proveniente del Golfo de Guinea de un 15% a un 25%, en los próximos años.

2. Interés geoestratégico internacional de la región

2.1. El baile del “oro negro”: multinacionales y Estados africanos, mano a mano

La peculiaridad del mercado petrolífero es que, aunque a través de un “vínculo técnico”implicación de “proveedores exteriores”—, compromete la soberanía de los países productores, así como la de los consumidores, como quedó patente a principios de los años 70.

A este respecto, en el caso de los países africanos —donde la producción de petróleo comenzara tardíamente, a partir de 1950—, contrariamente a lo que sucede en Oriente Medio, donde la explotación la llevan a cabo los mismos Estados; son varios los actores que intervienen en la extracción del crudo:

(a) Las compañías nacionales, cuya gestión —a menudo controvertida— es, en la actualidad, objeto de la atención de inversores y del FMI, sobre todo antes de la concesión de préstamos. Ejemplo: GEPetrol, en Guinea Ecuatorial.

(cool.gif Las grandes compañías petroleras (Majors), que tienen normalmente el monopolio o quasi monopolio de la producción petrolera en África, incluso desde antes de las independencias; y que han servido a veces a los intereses geopolíticos de sus países de origen. Ejemplos: Exxon Mobil, Texaco, Shell y Total.

© Finalmente, las sociedades independientes o de entidad más modesta –las últimas en llegar al continente. Tienen lógicas comerciales diferentes, basadas en el aprovechamiento de los campos maduros, que ya no interesan a las Majors, o en la búsqueda de nuevos yacimientos en las zonas aún vírgenes .

La competencia entre los países centroafricanos para atraerse el favor de las petroleras, una importante fuente de crédito para sus economías en gran medida rentistas18 , se ha convertido en una de las claves de las relaciones regionales. Si bien es cierto que nos encontramos en un momento de evolución en las formas contractuales entre Estados y compañías de extracción, en el Golfo de Guinea —sobre todo en los países con reservas menores— se emplea la débil presión fiscal para involucrar el mayor número de firmas petroleras en la región. Esto, sumado a la evolución misma del mercado energético internacional, hace que la situación de monopolio de una empresa extranjera —como es el caso de Elf en Congo, Gabón y Camerún— sea cada vez más extraña. Así pues, el sector petrolero se ha vuelto más competitivo y las compañías internacionales, menos poderosas, permitiendo un cierto equilibrio en las relaciones de fuerza entre Estados y compañías.

Un último trazo en el dibujo de las relaciones comerciales petroleras en la región centroafricana nos remite a iniciativas como:
(a) acciones de ONG, por ejemplo Save the Children, con su campaña “Publica lo que pagas”, sobre transparencia en los ingresos del petróleo y del gas;
(cool.gif la nueva Iniciativa por la transparencia de las industrias extractivas (ITIE, en sus siglas francesas), lanzada por Tony Blair en la cumbre de desarrollo durable de
Johannesburgo, en septiembre de 2002;
© la implicación del Banco Mundial con Chad y Camerún, en la construcción del oleoducto Doba-Kribi, exigiendo transparencia en la gestión de los ingresos petroleros, con respecto al medioambiente y la indemnización a las poblaciones afectadas; etc.
Éstas involucran observadores exteriores en el negocio de la explotación petrolera centroafricana, para corregir las perversiones del sistema y salvaguardar los intereses de las poblaciones afectadas en los países productores. Aunque, de momento, los resultados no son alentadores, puesto que, como señala Pourtier, “la transparencia es indisociable de la gobernanza” –elemento que puede venir de la mano de la coordinación regional, en el seno de la CEMAC, previa reforma institucional para 2008 .

2.2. El petróleo africano: prioridad para la política de seguridad nacional de EEUU

La delicada situación geopolítica en el Golfo Pérsico (violencia post-bélica en Afganistán y en Irak, polémica proliferación nuclear en Irán, tensión endémica israelo-palestina, etc.), que puede desatar en cualquier momento una nueva crisis del abastecimiento petrolero mundial — teniendo en cuenta que la región alberga 2/3 de las reservas mundiales—, pesa tanto en la apuesta africana de la administración Bush, como la estrategia en la lucha antiterrorista, aunque a menudo se presenten ambos intereses vinculados .


Diversificar las fuentes de abastecimiento petrolero, para reducir la dependencia energética exterior y salvaguardar la seguridad nacional estadounidense: con este imperativo se constituye, en 2002, el African Oil Policy Initiative Group (AOPIG), en el transcurso de un simposio que subraya el valor estratégico del petróleo africano para los Estados Unidos. No en vano —según las estadísticas oficiales—, el 15’3% de las importaciones estadounidenses de petróleo proceden de África. En concreto, 1’5 millones de barriles llegan a Estados Unidos diariamente, procedentes de África del Oeste –lo que equipara el volumen de las importaciones de crudo a Arabia Saudita.

Desglosado por países: Nigeria —el sexto mayor exportador mundial de crudo— proporciona a Estados Unidos alrededor de 900.000 barriles diarios, ocupando el quinto lugar en su ranking de proveedores; Angola ha sido foco de extracción estadounidense incluso durante los largos años de guerra civil; países de nueva exploración, como Guinea Ecuatorial, Congo y Costa de Marfil, así como otros fuera del Golfo (Sudáfrica, Namibia y Mauritania) cuentan ya con la presencia de las Majors estadounidenses, en competencia con las compañías de las antiguas colonias, como Shell o Total. De hecho, las “inversiones masivas” de Exxon Mobil y Chevron Texaco, así como la presencia en África Central de numerosas compañías norteamericanas menos poderosas, si bien muy activas, se encamina a aumentar el aprovisionamiento norteamericano de un 15% a un 25% en los años a venir .

Así pues, teniendo en cuenta la inestabilidad de los cursos del petróleo, dada la cambiante geopolítica energética26, y considerando que en la próxima década, entre dos tercios y tres cuartos de la inversión extranjera directa en África estará dirigida al sector de la energía — con el consiguiente empuje de la economía regional centroafricana—, Washington viene tomando una serie de iniciativas desde 2002, para reorientar sus prioridades estratégicas en el continente, sobre todo en el Golfo de Guinea. Las directivas de su nueva implicación con la región serían:

(1) Una renovada cooperación militar con el continente africano, para la protección de las inversiones norteamericanas y la lucha contra el “terrorismo global y regional”;

(2) Inversión de capital estadounidense en proyectos de desarrollo de infraestructuras regionales, como el oleoducto Chad-Camerún, sin olvidar impulsar la diversificación económica en los ámbitos “agrícola, hidrológico y manufacturero”;

(3) Compromiso de condonación de la deuda a través de acuerdos bilaterales, que a su vez promuevan la liberalización del mercado en “sectores críticos, como el de la energía”, la banca y el transporte;

(4) Expansión de las ideas plasmadas en el Africa Growth and Opportunity Act, para la creación de un área de libre comercio entre Estados Unidos y el continente africano. Una óptica estratégica regional que podría menguar las posibilidades europeas, como partenaire de la CEMAC, a través de la reforma de Cotonou .

2.3. China: el gigante asiático, actor de peso en la geopolítica del Golfo de Guinea

La llamada “nueva era del petróleo” se caracteriza, como hemos visto, por un crecimiento y diversificación de la oferta, así como por un incremento de la demanda en los países en vías de desarrollo. Las economías del sudeste asiático, yendo más allá de toda previsión —sobre todo China, con una tasa de crecimiento anual cercana al 9%—, se han introducido certeramente en el continente africano en busca de abastecimiento energético. Esto ha provocado una competencia desenfrenada entre las compañías petroleras asiáticas, que quieren asegurarse nuevas fuentes de aprovisionamiento en África, pero que, en ocasiones, están dispuestas a trabajar juntas, como ocurre con China e India en Sudán .

En el caso chino —que tomamos a modo de ejemplo de economía asiática emergente—, la estrategia de abastecimiento energético conoce las siguientes maniobras: (a) actuación de una multitud de pequeñas compañías, llamadas “independientes”, que —aprovechando los nichos de mercado que las Majors dejan libres— exploran el continente y sus costas, allí donde pueden obtener el fuego verde de las autoridades; (cool.gif y cooperación técnica, militar y financiera con países africanos, a los que también brinda apoyo diplomático en foros internacionales. Este último factor, ligado al principio de respeto de la política interior de los países africanos con los que establece acuerdos, le ha valido al gigante asiático numerosas críticas por su connivencia con regímenes poco respetuosos con los derechos humanos – aunque, en este caso, el discurso humanitario no haya sido nunca eje de la política exterior china.

La voracidad energética china —causante de 2/5 del crecimiento en la demanda mundial de energía desde principios de 2004— es objeto de preocupación estadounidense, sobre todo por su ofensiva de acaparamiento del mercado petrolero africano34 . A este respecto, la pregunta que cabría hacerse es si Asia puede convertirse en una mejor opción para los africanos, que aquella ofrecida por los occidentales. El interés de los gobiernos centroafricanos puede resumirse en la declaración del Presidente Omar Bongo, de Gabón, subrayando el hecho de que la ayuda asiática no estuviese ligada a condiciones: “La cooperación con China se establece sin condiciones, en el respeto mutuo y con consideración por la diversidad” . De momento, la administración Bush apuesta a caballo ganador, acercándose a China —con el precedente de cooperación en el caso norcoreano— para llegar a través de ella a países con los que Estados Unidos mantiene un contacto diplomático muy limitado, como Libia y Sudán. La predisposición China a dejar maniobrar a los estadounidenses por esta vía está por ver.

3. El petróleo centroafricano: ¿prioritario para Europa?

Las fuentes de abastecimiento petrolero de Europa se han situado, en los últimos años, en un área geográfica próxima al espacio europeo, concentrándose en tres focos: (a) Noruega; (cool.gif Rusia y otros países de la antigua Unión Soviética; © Oriente Medio. La tendencia reciente sitúa a Rusia como el primer socio petrolero (y proveedor de gas) de la Unión Europea, según registros de la Dirección General de Energía y Transportes de la Comisión Europea seguido muy de cerca por Noruega, aunque los yacimientos del mar del Norte tengan aparentemente los días contados.

Sin embargo, desde una perspectiva regional, Europa importa el 45% del petróleo que consume de los países del Golfo Pérsico. Esta dependencia energética ha sido apuntalada con una estrecha vinculación comercial. Así pues, la UE es el primer comprador de petróleo a Arabia Saudita, pero también su principal proveedor (38% de las importaciones sauditas), lo mismo que sucede con Irán. Los países de la Unión son los principales socios comerciales del Golfo Pérsico –los primeros, en el caso de Kuwait y de los Emiratos Árabes Unidos, con entre el 30 y el 40% de sus importaciones. De todos modos, la inestabilidad de la zona obliga a Europa a trazar una estrategia de seguridad energética, lanzada a debate por el Libro Verde Hacia una estrategia europea de abastecimiento energético, en noviembre de 2000. Pero, en comparación con las estrategias internacionales ya abordadas: ¿Qué valor geoestratégico concede la Unión al petróleo africano?

Si nos remitimos al libro verde y a algunas de las discusiones que ha generado hasta el momento, se habla de cuatro ejes fundamentales de la estrategia europea: (1) control de la demanda, (2) diversificación de las fuentes de energía, (3) una mejor interconexión energética interna; (4) y la búsqueda de socios estratégicos, como Rusia –pero también en un radio geográfico más alejado de la Unión, como Irán. A este respecto, se subraya la necesidad de mantener un “diálogo constructivo con todos los proveedores de la Unión”, exponiendo como ejemplo la cooperación energética euro-mediterránea en el marco del proceso de Barcelona, al que dieran un nuevo empuje las cumbres de Atenas y de Roma, en mayo y diciembre de 2003, respectivamente. A África -aparte de una gráfica en la que aparece representada Nigeria, no en vano, único miembro africano de la OPEP-no se la menciona.


Sin embargo, los registros de la Comisión sobre abastecimiento petrolero vierten datos que apuntan a unas reservas africanas nada despreciables y las Majors europeas operan en el continente –en ciertos casos, y hasta hace poco, en situación de monopolio: como la francesa Total en Gabón, Camerún y Congo.

Quizás el fracaso del réengagement francés —tildado de neocolonial— en Costa de Marfil, en noviembre de 2004, esté detrás de un supuesto ocultamiento del interés de Francia (y, por extensión, de la Unión Europea) por el petróleo centroafricano –a pesar de la tradicional presencia casi monopolística de la petrolera francesa Total en varios países del Golfo. Así pues, en apariencia, el discurso oficial europeo ha olvidado deliberadamente a los proveedores de petróleo africanos, en un momento en que África tiene una visibilidad velada en Europa, excepto en el ámbito del diálogo sobre la reforma de los acuerdos de Cotonou –el llamado “acuerdo para acordar”, que debe ser negociado para el 2008.

Por otro lado, no debemos olvidar que en el marco de la cooperación euroafricana, la Unión ya ha decidido que sus interlocutores sean los organismos regionales preexistentes –de ahí la anteriormente citada reforma institucional que la CEMAC ha emprendido, con un calendario coincidente con el de Cotonou. Tampoco hemos de obviar el dato de que todos los países de la CEMAC disponen de reservas petrolíferas. Partiendo de estos supuestos, es probable —e incluso razonable— que la Unión no desee que se confundan sus políticas energética y de cooperación al desarrollo. Aunque la mascarada, a nivel de discurso, parezca apuntar a que la preocupante falta de coherencia entre muchas políticas estatales y sus correspondientes europeas, notablemente en el dominio de la energía, escapa al ámbito de la cooperación euroafricana y el abastecimiento de petróleo africano.

El fantasma del Blog
“El Desarrollo Participativo”

Objetivo de la política de cooperación al desarrollo de la Unión Europea

La sociedad ha dado el gran paso hacia la mundialización, y es en este ámbito donde el individuo no puede quedar anulado, no puede dejarse barrer por las oleadas económicas. Es necesaria la participación de las personas en los ámbitos internacionales, la solución parece venir de la mano de una democracia que se instaura tanto en la forma de entender los sistemas políticos, a través de la democracia cosmopolita (que se articula a través de diferentes estadios, local, regional, internacional, interactuando en todos estos niveles); como en la de comprender la ciudadanía (que se presenta rebasando fronteras, ciudadano cosmopolita, pero que no olvida sus deberes y derechos derivados de pertenencia a comunidades nacionales, sin que ninguno prime sobre el otro). La democracia deberemos entenderla de manera más evolucionada, responderá a intereses variados y a distintas concepciones del mundo, como único sistema capaz de propugnar consenso, no ya en las normas o valores (que también), sino en el reconocimiento de la diferencia y la participación ciudadana; sirviendo además como instrumento socio-psicológico de refuerzo de la relación entre identidad individual y colectiva.

El Acuerdo de Cotonou, Acuerdo de Asociación entre los Estados de África, el Caribe y el Pacífico y la Comunidad Europea y sus Estados miembros firmado en Cotonou (Benin) el 23 de junio de 2000, representa dentro de la Unión Europea la plasmación de estos ideales de participación en democracia de los actores implicados en el desarrollo. Como principales innovaciones en este acuerdo, sirviendo al objeto de nuestro trabajo, debemos destacar los siguientes puntos:

La apuesta sin condiciones por la relación tripartita: Derechos Humanos, Democracia y Estado de Derecho que constituye en sí misma objeto e instrumento para asegurar la efectiva realización de las acciones de cooperación al desarrollo. En la Declaración de Derechos Humanos de Viena 1993, se lanzó la premisa aceptada mayoritariamente de su conceptualización como indivisibles, interdependientes y universales, por lo que no podemos entender el derecho al desarrollo sin una plasmación veraz del resto de los derechos. Y de nuevo volvemos a ver la importancia de la democracia, al entender el derecho al desarrollo como un mecanismo participativo, elementos que, a su vez, adquieren legitimidad, respaldo soberano, dentro de un Estado de Derecho.

Un segundo punto sería el uso del diálogo, como canalizador de las expectativas de una población que se siente comprometida con este desarrollo que le afecta, del que se siente protagonista, como el acuerdo principalmente se basa un desarrollo que toma en cuenta las necesidades de los afectados por los déficit de calidad de vida, será la voz de los excluidos, que gracias a este diálogo plantearán sus necesidades, alcanzando de este modo una visión global de los problemas que afectan a los sectores marginales o menos favorecidos como pueden ser indígenas, discapacitados, mujeres...Como muestra el artículo 8 del Acuerdo de Cotonou, el objetivo general del diálogo político es organizar un debate franco y abierto entre las dos partes del acuerdo, y llegar a identificar las prioridades y compromisos mutuos.

Una de las novedades es el refrendo de que goza los procedimientos concernientes al Buen Gobierno, previsto en el artículo 9.3 del Acuerdo de Cotonou. Es sin embargo ciertamente difícil definir que se entiende por buen gobierno, acertamos a descubrir ciertas pistas que nos ayudan a comprenderlo como son la honestidad, la rendición de cuentas al público, gran participación popular en los debates y las decisiones que afectan cuestiones centrales y, de manera general, favorecer la iniciativa privada y comunitaria. Para los casos en que se ha producido un serio caso de corrupción, la Comunidad y los países ACP se han puesto de acuerdo en establecer un procedimiento sancionador que supone una gran innovación tanto en el campo de las relaciones ACP-UE, como en el contexto internacional. Se aplicará en casos en los que esté involucrado dinero procedente del FED, y más ampliamente, en aquel país en el que la Comunidad se encuentre involucrada financieramente, y esta corrupción suponga un obstáculo al desarrollo. De esta manera se envía una señal de garantía a los posibles inversores europeos, y así mismo legitima a los beneficiarios de la ayuda. De esta manera demuestra la importancia que se ha concedido a este punto.

Quizá uno de las líneas de actuación a las que concede mayor importancia el trabajo sea el de la Cooperación descentralizada. En la actualidad, para entender el concepto de desarrollo centrado en la persona humana, hay que concebirlo como cooperación y como participación del individuo en la comunidad y las estructuras sociales a la que pertenece y de la que siente formar parte, rechazando la idea de exclusión social que choca frontalmente con la idea de desarrollo.

El concepto de cooperación descentralizada desde una perspectiva estatal, se asemeja más a la concepción de cooperación bilateral pública no estatal, incluyendo así los fondos y las acciones de las administraciones regionales (ayuntamientos, diputaciones, cabildos) y universidades, empresas y demás entidades públicas. Deja por tanto fuera de la misma al sector privado y la sociedad civil, con los que establecerá estrechos lazos de colaboración. Sin embargo, en el sentido europeo, con una concepción más amplia, se hace referencia a la nueva tendencia dentro de la Unión a establecer relaciones de asociación directa con los actores representativos de los diferentes sectores de la sociedad civil, tanto en el Norte como en el Sur, para fomentar no sólo el desarrollo, sino también el fortalecimiento institucional y organizativo de las sociedades, así como su democratización. Entrando de lleno en el Acuerdo de Cotonou, reflejará un consenso, un creciente interés en la democracia descentralizadora, se construye sobre la experiencia que se ganó en la Convención Lomé, introduce amplias provisiones de asistencia en los procesos de descentralización e iniciativas para la reducción de la pobreza y desarrollo local en un nivel subnacional.

El papel estelar, como puede intuirse viene de la mano de la sociedad civil que protagonizará un movimiento asociativo desde abajo, es la llamada “globalización desde abajo”. Frente a los abusos, la falta de democracia en la toma de sus decisiones, el efectivo ninguneo a las exigencias de los individuos, que se produce desde las organizaciones que mueven la globalización de los mercados, se pretende una nueva respuesta con la sociedad como centro y objetivo de las mismas. Los organismos internacionales son los primeros que han de hacerse eco de esta nueva situación, Se trata de conectar lo global con lo local, promoviendo nuevas formas de entender lo político, abarcando la totalidad de la población, el mundo en su conjunto. Para alcanzar todos estos objetivos el medio indispensable será la “gobernabilidad democrática”, que implicará tomar decisiones y gestionar conflictos con mayor eficacia y legitimidad. Las aproximaciones desde una óptica centralizadora se han dejado de lado, el credo actual reza porque los actores públicos y privados se movilicen para acabar con las deficiencias, por todos conocidas, del desarrollo. Se deja de lado la confrontación

Estado-Mercado, de manera que se da entrada a un nuevo número de actores, organizados de forma asociativa, se concibe esta estrategia como fórmula para luchar contra la globalización, la pobreza, y para enfatizar un enfoque de sostenibilidad. El nuevo acuerdo de Cotonou reconoce explícitamente esta realidad y dota del rango de principio fundamental a la participación de la sociedad civil. Los actores no gubernamentales deberán así pues estar asociados al diálogo político, a la formulación y evaluación de estrategias, tanto en los países de los que procede la ayuda como en aquellos en que la sociedad será la receptora de la misma.

Partenariado, como modo de materializar las conclusiones anteriores. Partimos de una relación de cooperación en la que se ha dejado de lado la antigua noción de donación de ayuda a un receptor que permanece expectante, una noción de cooperación entendida en sentido unidireccional. La noción que ahora impera parte de una relación de colaboración, de mutua exigencia, de confianza y responsabilidad compartida. Es en este sentido en el que se encuadran los acuerdos de partenariado, o de asociación. Se trata de identificar conjuntamente las prioridades del desarrollo, definir las áreas de trabajo, delimitar las condiciones requeridas para que efectivamente se plasme la ayuda, y establecer en el proceso de desarrollo cuáles son las responsabilidades de cada uno. De esta manera el país destinatario aparece como responsable último de las políticas de desarrollo, como verdadero actor del cambio que experimente el país. Esta es la forma de generar una conciencia participativa de los receptores de la ayuda.

Todos estos puntos confluyen hacia un eje central que organiza la actuación de este Acuerdo de Cooperación y constituye su finalidad última:
Lucha contra la pobreza, se pretende radicar en el eje conductor del desarrollo, base de toda política de cooperación al desarrollo, elemento indispensable para alcanzar los niveles de vida necesarios. Este acercamiento integrado refleja la naturaleza compleja y multidimensional de la pobreza (Artículo 1Acuerdo de Cotonou) Se parte por tanto de un concepto de pobreza que no sólo contempla como referente el nivel de ingresos de la población, que si bien condicionan el acceso a bienes y servicios que permiten mantener un nivel de vida digno, no son el único referente a tener en cuenta. El enfoque multidimensional de la apuesta de la Unión Europea por la eliminación de la pobreza, deberemos entenderla también como la actuación en otros ámbitos, son tres las perspectivas a tomar en cuenta a la hora de analizar la pobreza: la del ingreso, es decir si la persona alcanza unos niveles de renta suficientes para cubrir sus necesidades; la cobertura de las necesidades básicas, condiciones mínimas para que el hombre pueda sobrevivir; y por último la perspectiva de la capacidad, que permite ver las oportunidades con que cuentan las personas para desarrollarse, las condiciones efectivas de opción para las personas en esta última se incluirían tanto las materiales, como aquellas necesarias para establecer una vida social.

A modo de conclusión debemos de entender el Acuerdo de la siguiente manera: participación como democracia y promoción del respeto por los derechos humanos. Es la nueva forma de entender el desarrollo que se acopla a los nuevos modos de entender el mundo, con la aparición del individuo a nivel internacional, que a partir de ahora contribuirá a la definición de su destino.


http://www.socialwatch.org/es/informesTematicos/14.html


http://selene.uab.es/_cs_iuee/catala/obs/W...s/wp032001.html



Katharina Von Strauger
Aqui tienen una iniciattiva seria respecto a Africa. Claro que es de la Republica Francesa.




http://www.france24.com/france24Public/fr/...es/afrique.html

El fantasma del Blog
Concepto del indígena en nuestra colonización de Guinea

POR EL EXCMO. SE. D. JUAN Mª BONELLI RUBIO
Gobernador General de los Territorios españoles del Golfo de Guinea

Señoras y Señores:

Entre los temas apasionantes que pueda haber en el mundo, no me parece que deba considerarse como el menor de ellos el que da motivo a una obra de colonización, porque el que colo¬niza, si coloniza con el alma limpia, el corazón puro y el ánimo desprendido, siéntese a la vez un poco creador y un poco maes¬tro, y como la labor de crear es la que más nos aproxima al Creador de todo, que es Dios mismo, y el mismo Dios fue el Maestro por excelencia, síguese que el que se sienta o pueda sentirse un poco maestro y un poco creador está más cerca de la fuente inagotable de todos los verdaderos goces. Nada más que por esta razón, paréceme que bien puede calificarse el tema de apasionante.

Como contrapartida, porque en el mundo lo amargo y lo dulce no suelen andar muy distantes, el que quiera ser al mismo tiempo un poco creador y un poco maestro ; esto es, el que quiera colonizar, no ha de estar exento de muchas y graves preocupa¬ciones por la responsabilidad que le pueda alcanzar por la mal¬dad posible de la cosa creada o por el torcimiento del ser edu¬cado, porque no basta de ser nocivo lo creado, como no basta educar, ni siquiera interesa educar, si de la educación no ha de nacer una mejor aptitud para obrar bien ; de donde resulta, en fin de cuentas, que la obra de colonizar puede ser bellísima y loable si con ella se crea un pueblo, en el que los nobles atributos del hombre estén lo menos dañados posible por sus torpes instintos, pero que ni basta colonizar, ni siquiera interesa colonizar, si el resultado ha de dar origen a una muchedumbre gregaria más, que se mueva en la sociedad al impulso funesto de sus concupiscencias.

Supongo yo que, por las palabras y los conceptos que hasta ahora llevo expresados, los que me hacen el honor de estarme escuchando se habrán dado cuenta de que cuando yo empleo la palabra colonización quiero hablar de la colonización en cuanto a su aspecto social y moral; es decir, en cuanto a la influencia ética que el pueblo colonizador ha de ejercer sobre el colonizado. Estoy hablando, o más bien, quiero hablar, de lo que -para darle un nombre- pudiéramos llamar «colonización sociológica» ; forma de la colonización que se podría enunciar diciendo : «Doctrina y método que ha de seguir el colonizador para civilizar al colonizado, entendiéndose por civilizar, elevar el nivel cultural, social y moral del que se civiliza».

Así pues, y cómo es evidente, el objeto de la colonización es el colonizado, y, por tanto, el que pretende colonizar lo primero que necesita es tener un concepto claro del sujeto de la obra que pretende, porque mal puede obrar y actuar sobre aquello que no conoce. Un ejemplo práctico para aclarar ideas : se puede hacer el mismo objeto —una caja, un teléfono, o una parte de la carrocería de un coche— de madera, de chapa, o de esa substancia moderna mal llamada cristal, pero, evidentemente, el proceso que haya de sufrir la materia que se emplee será profundamente distinto en uno u otro caso. Del mismo modo, como colonizar es civilizar, se puede civilizar todavía a muchos pueblos —más de los que parece a primera vista, ¿verdad, señores ?—pero el camino a seguir será distinto de acuerdo con las características de la materia prima que se emplee y que ha de ser objeto de la colonización.

Con esta cuestión que acabo de esbozar, nos hemos tropezado los españoles en muchas ocasiones de nuestra historia y, últimamente, en nuestro pequeño pero maravilloso y atrayente territorio de Guinea, y lo mismo que nuestros abuelos en otros tiempos, hoy nosotros, los que porque Dios así lo ha permitido estamos en la Colonia, tenemos que meditar sobre este asunto y tomar una decisión que nos permita obrar.

Un día —hace dos años—; un día afortunado para mí porque me deparó el honor de ocupar esta tribuna, hablé ya de este tema. Pero entonces me limité a plantear el problema de una manera doctrinal haciendo un esbozo, que no tuvo otro mérito que el de ser breve, y que me parece que va a ser el mismo de esta conferencia de hoy ; haciendo un esbozo —digo— de los distintos conceptos que por el mundo andaban y que, al intentar clasificarlos, habían dado lugar a los sistemas de colonización. Aquel día expuse la teoría, o, más bien, las teorías que, sobre este asunto, pululan por el mundo. Hoy, me parece que es llegado el momento de pasar de la teoría a la práctica y, por eso, trataré de daros una idea general de cómo, a la hora de actuar, hemos entendido los españoles de Guinea el problema de la colonización.

Decía, hace un momento, que lo más importante. para el que ha de colonizar es tener un concepto claro del pueblo que coloniza. Esto es evidente, y puesto que lo es, resulta que lo más interesante para nosotros es definir el concepto que tenemos del indígena de nuestros territorios, porque así tendremos el fundamento y la explicación de. por qué colonizamos como estamos colonizando.

Pero surge una cuestión: ¿cómo podría yo definir ese concepto de una manera clara y escueta? Las definiciones son siempre difíciles y, las más de las veces, incompletas. Yo recuerdo que Rey Pastor, el matemático eminente, es opuesto a definir lo que es un punto y una recta y un triángulo ; prefiere hablar de ellos sin definirlos, porque entiende que si el que estudia llega a adquirir conceptos claros, sabrá matemáticas sin que le haya hecho falta para nada saber definiciones. Yo voy a seguir una norma parecida ; los hechos de la obra que en Guinea se realiza me servirán para ir dando conceptos acerca de las distintas facetas del hombre indígena en cuanto es colonizable y el conjunto de todos ellos servirá —si es que acierto a expresarme de una manera fiel y comprensible— para que forméis vuestro propio concepto de cómo se concibe al indígena en la colonización de Guinea.

Puesto que España es católica, y, por serlo, concede valor excepcional y primordial a los valores religiosos, quizá la primera pregunta que debiéramos hacernos al colocarnos con la imaginación delante del indígena, es el concepto que de él tenemos desde el punto de vista religioso, pero precisamente porque somos católicos, la pregunta es innecesaria, porque un católico no puede pensar de otro hombre, sea de la religión que sea, nada más que una cosa misma : que es un hijo de Dios más, y que como a tal hay que mirarle.

Dejada, pues, esta pregunta aparte, creo yo que la más importante y la más decisiva que podemos hacernos es aquella que se refiera al concepto jurídico que nosotros tenemos del pueblo indígena y, por consecuencia, la situación jurídica del mismo.

El primer punto a tratar cuando se quiere encauzar jurídicamente una colonización, es saber qué se piensa de la psicología y de la mentalidad indígena. La cuestión es así: ¿piensa un indígena de nuestro territorio igual que nosotros? ¿Tiene los mismos conceptos de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo noble y lo desleal?

Si la contestación es afirmativa, el procedimiento a seguir es extraordinariamente sencillo, porque todo consiste en aplicar al indígena las mismas reglas, las mismas normas y los mismos conceptos que se aplican a los ciudadanos de la. nación colonizadora y, claro está, que de esta manera, el trabajo del legislador colonial se ha reducido a la nada porque la legislación se la darán hecha desde la metrópoli. Pero lo que pasa es que no hay nadie que se atreva a contestar -afirmativamente a estas preguntas, primero y principalmente, porque su conciencia le dice a gritos y a todas horas que no son ciertas, y segundo—y esto es lo más grave—, porque si son ciertas y si el indígena es exactamente igual en su psicología y en su mentalidad al habitante de un país civilizado, ¿quieren ustedes decirme qué pinta en la colonia el colonizador ? ¿ Por qué va a mandar a los que, por hipótesis, son tan capaces como él para el mando? Y si no va a mandar, y sí solamente a dar un consejo y a ofrecer una enseñanza, ¿ se los han pedido acaso ? Porque si no se los han pedido, y todos sabemos perfectamente que no se los han pedido, ¿a santo de qué se mete donde nadie le llama?

No puede ser. Contestar afirmativamente a las preguntas anteriores nos lleva inevitablemente a la consecuencia de que en las colonias sobran los colonizadores, y que hay que dejar al indígena que haga lo que le venga en gana. Pero esto sería otro disparate mayúsculo porque el indígena no es capaz de orientarse por sí mismo en este terrible y complicado mundo de la civilización, ni puede navegar por su cuenta en ese mar turbulento y alborotado de las naciones que a sí mismas se llaman cultas y sapientísimas. No puede ser; no hay ningún pueblo colonizable que tenga tras sí el legado inmenso de la civilización europea., Ningún pueblo colonizable sabe quién fue Aristóteles, ni quién Santo Tomás, y por eso su filosofía y su sabiduría es, cuando más, un vago reflejo de la ley natural. Ignora que hubo un hombre, hace muchísimos años, que se llamó Pericles, y otro, Catón, el de Utica, y que los hombres han escrito unos libros que se llaman las Pandectas, el Fuero Juzgo y las Siete Partidas, y por eso su sentido de la Justicia es sólo un atisbo de aquella tendencia hacia el bien con que el hombre salió de las manos perfectísimas de su Creador. No conoce el heroísmo de Leónidas a la sombra de las flechas persas, ni la indomable arrogancia de los numantinos frente al orgullo de los romanos, ni el gesto noble y doloroso de Guzmán el Bueno en las almenas de Tarifa, ni el poderoso aliento que necesita un corazón humano para sobreponerse al tormento de la Noche Triste y llegar altivo y confiado a conquistar la gloria inexplicable de Otumba, y por eso no comprende 'por qué se puede entregar la vida cuando parece innecesario aceptar la muerte, y cuál es .el verdadero mérito del sacrificio y en qué estriba la grandeza de la lealtad.

No puede ser ; el indígena no piensa ni siente como nosotros, y, ni que decir tiene, que no sabe lo que nosotros sabemos, luego ponerle en igualdad de condiciones con el elemento hombre procedente de un país civilizado, no es hacerle un beneficio —aunque parezca que se le otorga un honor—, sino dejarle indefenso en una lucha, la de la existencia, en la que irremisiblemente va a perecer.

Porque la realidad es que el indígena es menor de edad, por¬que tiene mucho de infantil en su modo de sentir y en su manera de proceder, y, por eso mismo, es preciso tratarle con el mismo exquisito cuidado con que se trata al niño. Los locos y los insensatos —si es que no son malvados— que se erigen en representantes exclusivos de la libertad y piden con voces trémulas igualdad de trato para el indígena, son esos mismos insensatos, locos, o malvados, que piden gimiendo que se respete la conciencia del niño, como si la tierra en la que no se siembra y en donde no se cultiva pudiera dar por sí misma y espontáneamente los frutos que, por esencia, es capaz de producir. Dejad rienda suelta al niño para que crezca libremente al solo influjo de sus propios instintos, y habréis hecho cuanto está en vuestra mano para conseguir el día de mañana un hombre inútil, parásito de la sociedad en que viva, si es que no es un peligro para ella. Otorgad a un indígena la plena posesión de su capacidad jurídica, y habréis dado el primer paso y el más decisivo para hacer de él un esclavo.

Hay pueblos dejados de la mano de Dios, que en su vesania y locura, embriagados por el veneno corrosivo de unas ideas mil veces malditas que van a dar al traste con esta desdichada civilización en que vivimos, han caído en la estupidez y en la incoherencia de conceder a los indígenas de sus colonias un grado tan excelso de ciudadanía, que tienen derecho al voto ; es decir, tienen derecho a ejecutar ese acto estúpido que permite a los hombres opinar de lo que no entienden, y con el agravante de que, a esa opinión, se le concede una cierta validez. Pero esos mismos que tal hacen, en los demás actos de la vida económica y social de la colonia, e incluso en la jurídica, desprecian al pueblo colonizado, se alejan de su trato y le aplican normas distintas. El disparate y la inconsecuencia saltan a la vista. Sí se concede el acto más sublime y más importante del «ciudadano consciente» —como dicen ellos en términos escalofriantes por su altisonancia—, acto : que lo menos que debe requerir es una madurez completa, ¿ por qué no se le conceden los demás derechos que son más simples que el que se ha concedido ? ¿ Por qué no se les concede la total igualdad? Y una vez concedida la igualdad que es lógico conceder después de dado aquel primer paso, ¿por qué no se marcha la nación colonizadora de aquella colonia y deja a los indígenas en paz para que se las arreglen como quieran? Pero... ¿a que prefieren ser ilógicos, y no se van ?

Lo grande del caso es que si no se van —y no tengan ustedes cuidado, que no se van—, harán bien y será lo mejor que pueden hacer en beneficio del pueblo indígena, porque aunque sus doctrinas y sus ideas son verdaderamente deplorables, al enfrentarlas con la realidad, la realidad se impone y hacen cosas que recuerdan muy poco a las doctrinas porque tienen atisbos de sentido común. En teoría, le conceden al indígena unas cualidades desorbitadas; luego, en la práctica, la fuerza de los hechos les obliga a poner cada cosa en su sitio y a desmentir con sus actos las vanas pretensiones de sus teorías.

A Dios gracias, porque en El nos fundamos, nuestra colonización de Guinea no se parece a esto en nada, y aunque en la práctica tiene facetas similares a las de otras colonizaciones, la doctrina que la sustenta y el fin que persigue son fundamentalmente no ya distintos, sino opuestos. «A priori» los españoles pensamos que el indígena, que es un hermano nuestro, porque del mismo barro nos hizo Dios a todos, no es por eso nuestro igual, sino que está en condiciones de inferioridad con respecto a nosotros, y puesto que lo está, y puesto que es nuestro hermano, tiene derecho y le debemos protección y amparo. Con arreglo a este concepto primario, qué es aplicable para todas las cuestiones de la vida, ya sean económicas, ya sean sociales, ya sean jurídicas, el colonizador cuando legisla debe olvidarse un poco de la metrópoli y hacer una ley que sea apropiada y eficaz para el sujeto de la colonización.

Ya empezamos a fijar conceptos de acuerdo con el plan que. dije al principio que pensaba seguir ; ya hemos expresado claramente :

1.° Que el indígena no es nuestro igual.
2.° Que tiene derecho y le debemos protección y amparo.

Y ahora, surge la pregunta : ¿ Responde nuestra legislación y nuestra actuación en la colonia actuación en la colonia a estos principios que acabamos de fijar?...

Vamos a ver que sí; vamos a ver que nuestra legislación es eco fiel de la buena doctrina, y vamos a ver el reflejo práctico de aquella teoría en aquello que, por sí mismo, es específicamente jurídico ; esto es, en la Organización y atribuciones de los Tribunales de Justicia.

Pues bien ; el indígena de nuestros territorios ni está sometido a nuestro Código civil, ni al penal, ni a la Jurisdicción de nuestros Tribunales. Existe una organización completa de Justicia indígena compuesta por los Tribunales de Demarcación, Tribunales de Distrito y Tribunal Superior Indígena, cuya equivalencia pudiéramos encontrarla en el Juzgado de Primera Instancia, Audiencia Territorial y Tribunal Supremo. En esos Tribunales se juzga con arreglo a la costumbre indígena, en cuanto no se oponga a la moral cristiana, y se procura en las sentencias ir aplicando discreta y paulatinamente los conceptos jurídicos de nuestra sociedad.

Claro está, que este modo de actuar no es nuestro exclusivamente. Con rara unanimidad, todas las naciones colonizadoras le emplean, y no hace mucho, por ejemplo —dos años escasos— los franceses promulgaron un nuevo Código penal de aplicación para los indígenas. Lo que sí es exclusivo en nosotros es la constancia y lógica en el modo de pensar, porque admitir que son necesarios unos Tribunales especiales para los indígenas y concederles después el derecho al voto, es un contrasentido que sólo puede caber en el cerebro de un liberal; el más paradójico de los cerebros, porque en él cabe todo y entra todo, y siempre está vacío. Nosotros, que no somos liberales, estamos a cubierto de semejantes desatinos y como empleamos una misma norma en todos los casos y esa norma es beneficiosa para el indígena, somos constantes en el beneficio mientras que los demás son intermitentes.

En nuestra colonia de Guinea siempre los españoles hemos seguido el mismo criterio. Unas veces con más clarividencia ; otras, con ciertas nebulosidades, pero siempre se adivina en el fondo de nuestra legislación colonial como un «leit motiv» de nuestra especial manera de ser, y así vemos que desde los primeros tiempos de nuestra presencia en Fernando Póo se piensa en el amparo y protección del indígena y se refleja esa preocupación en la obra de los Gobernadores aunque en algunas ocasiones sea —¿ cómo diría yo ?— sin serenidad ; sin visión clara y certera de lo que se pretende y por qué se pretende. Y así nos encontramos con que existe siempre una Curaduría indígena, cuya misión es, naturalmente, ejercer una acción tutora sobre los nativos, pero que defiende inexplicablemente la teoría de que el indígena de Fernando Póo no trabaje, y esto, como medida de protección a la raza, como si el trabajo fuera una fuente de depauperación superior a la del ocio, y como si no fuera infinitamente más deseable trabajar, que es una obligación impuesta al hombre por Dios mismo, que llevar una vida de holganza con la secuela de todos los vicios y miserias. Esto pensó un tiempo la Curaduría, pero a la vez, permitía y hasta estimulaba la recluta de braceros en nuestra zona continental concediendo de hecho una diferencia de trato al bubi y al pamue que no hay manera de explicar satisfactoriamente.

La razón de este desequilibrio está en que, en aquellos tiempos, reinaba en España un laberinto de ideas importadas del extranjero, que estaban muy de moda y que pugnaban y pugnarán siempre con la auténtica tradición española que es infinitamente mejor que todo lo que nos quieran ofrecer de fuera aunque venga vestido con las mejores galas y ropajes. El caso es que hubimos de padecer no poca confusión en las ideas y en las doctrinas, que fue causa de muchos desgraciados sucesos, y que repercutió en la Colonia como era lógico que repercutiera, enturbiando un tanto la limpieza y bondad de nuestra colonización y empañando el brillo de lo que siempre hemos sabido hacer los españoles con ventaja sobre los demás.

Por fortuna, pasaron aquellos años de indecisión y desconcierto, se purificaron las ideas, y al desechar lo que no estaba ni está de acuerdo con lo español y con lo cristiano, quedó la doctrina a aplicar, limpia, firme y decidida, y que puede definirse escuetamente en estos términos, ya expresados anteriormente : El indígena es menor de edad y como tal, necesita y tiene derecho a la protección de la nación colonizadora. Pero protección clara, definida, exacta ; no esa protección que sólo es de palabra y no se siente de hecho porque no está previsto el modo de ejercitarla, sino aquella otra en que lo primero es la creación y definición del órgano específicamente encargado de llevarla a cabo, de su misión y del modo de cumplirla.

Y así nace el Patronato de Indígenas, la más bella quizá de nuestras Instituciones coloniales y la que tiene un papel más digno y más hermoso, porque su misión es defender, amparar, educar y proteger. Es tutor del indígena y, según la ley, completa su capacidad jurídica para todos los actos de su vida que exijan de él una capacidad que no tiene. Contratos, ventas, cesiones, traspasos de dominio... ; todo ha de ser autorizado por el Patronato para que el acto pueda tener valor y efecto legal. El indígena no puede, aunque quiera, contraer deudas, porque el Patronato no autoriza préstamos onerosos; no. puede firmar contratos leoninos ; no puede hacer ventas ruinosas ; no puede dilapidar su hacienda... En una palabra; está a cubierto de todo quebranto y sólo puede obrar aquello que le beneficie» Y llega a tanto nuestra actual legislación en este aspecto que sí alguien a espaldas del Patronato hiciera préstamos a un indígena no emancipado, o firmara contrato de arrendamiento o trabajo, o compra o vendiera directamente, el acto es nulo y el indígena no viene obligado a cumplirlo, no sólo es nulo, sino que la parte contratante emancipada, cualquiera que sea su raza o color, incurre en delito y es acreedor a sanción.

Por si todo esto fuera poco, en nuestra legislación se define y especifica que el indígena, por el mero hecho de serlo, tiene derecho a una parcela de terreno completamente gratuita que, además, es inembargable. Es decir, que, como antes os decía, el indígena no puede perder nunca porque el Patronato está para impedirlo, pero aun en el peor de los casos, siempre tendrá esa parcela de terreno que le puede servir de habitación, base y sustento.

Sin que sea orgullo de español, sin vanagloria, sin presunción, creó sinceramente que no existe legislación alguna que sea tan proteccionista, tan eficaz y verdaderamente proteccionista para el indígena como la que ha dictado España en su obra de colonización de Guinea.

En el aspecto social, puede decirse otro tanto. La Humani¬dad entera anda hoy a vueltas y revueltas —y esto de la revueltas puede tener hasta sentido literal— con las reformas sociales. Por todas partes se habla de protección al trabajador ; al empleado, al modesto. Por todas partes se inventan y crean subsidios y seguros de todas clases ; ventajas preferencias en racionamiento y viviendas... ; un sin fin de disposiciones y medidas para remediar, o aliviar al menos, los graves problemas y las insalvables dificultades de los tiempos presentes. Por doquier se crean organismos de previsión y protección para proteger y prever todo lo humanamente previsible y protegible, con la consecuencia extraordinaria' y meditable de que cuanto más nos ocupamos de las cuestiones sociales, tanto más difíciles y enconadas se vuelven.

En cambio en la Colonia, con una legislación qué casi se puede calificar de microscópica al lado de las que se estilan por el mundo, tenemos el problema completamente resuelto, y me parece que la forma más sencilla de demostrarlo es con unos cuantos ejemplos :

¿De qué queréis que se trate?, ¿del seguro de enfermedad? Pues no hay problema. Si el indígena tiene un contrato de trabajo, el patrono viene obligado, en virtud de ese contrato, a proporcionar al bracero la asistencia médica que necesite sin que el indígena tenga que abonar ni un solo céntimo. Y si el "indígena no tiene contrato de trabajo y vive del fruto de su esfuerzo en la pequeña finca que posea en su poblado, es considerado como de Beneficencia y tiene derecho a estancia, manutención y asistencia en los establecimientos oficiales. Es decir, que en cualquier caso el indígena tiene su asistencia médica garantizada sin desembolso de ninguna clase por su parte.

¿ Seguro contra el paro ? Está absolutamente garantizado porque como el indígena, por el mero hecho de serlo, tiene derecho a una parcela de terreno, siempre tendrá un sitio donde emplear sus actividades y un medio de vida lucrativo y apropiado al país donde vive.

¿Seguro contra la vejez?... Esa misma parcela es su mejor garantía. Si puede cultivarla, porque, haciéndolo, nunca le faltará el sustento. Sí no puede por imposibilidad física, cualquiera que sea el origen de esa imposibilidad, porque el Patronato de Indígenas —esa Organización tutelar y admirable— arrendará la finca en su nombre y representación, y proporcionará al indígena la renta suficiente para subvenir a sus necesidades.

¿Protección a las familias numerosas?... También la tienen porque nunca con más precisión se podrá decir que los hijos traen el pan debajo del brazo si, por el hecho de su nacimiento, el patrimonio familiar se ve incrementado con la parcela de terreno que corresponde de derecho al nuevo individuo de la sociedad familiar.

Y así podríamos continuar la serie, pero creo que no es necesario, porque los ejemplos puestos son buena prueba de la garantía social de la vida indígena y de las ventajas que, por suerte para ellos, tienen sobre los habitantes de otros países en los que la vida es incomparablemente más difícil y el porvenir, infinitamente más incierto. Me inclino a temer que, por lo que llevo dicho, piense alguno que la vida del indígena en nuestra Colonia es verdaderamente envidiable. Quien tal piense no crea que está, muy lejos de la verdad, y habrá muchos seres de los países civilizados que si conocieran a fondo las ventajas de los habitantes de la colonia, al compararlas con. la miseria y el abandono en que viven, llegarían a exclamar : ¡ quién fuera indígena!... Yo no me atrevo a decir tanto., pero sí afirmo que ningún país civilizado se encuentra tan protegido y amparado por un Estado como lo está por España el indígena de nuestros territorios.

Pero todo esto no llega todavía a ser suficiente para dar un concepto claro de lo que nosotros tenemos entendido por colonización. Lo dicho hasta ahora, habla, sí, clara y certeramente a mi juicio, del interés y desvelo con que España, nación colonizadora, se ocupa de su misión, pero no basta para definir qué es lo que se piensa hacer y cuál será el camino a seguir en cuanto a la transformación del salvaje en civilizado. Ya sabemos, porque lo acabamos de ver, que los españoles no consideramos iguales a los civilizados y los que todavía no lo son ; somos distintos, y la desventaja está de su parte, pero por esa misma desventaja, tenemos el deber moral de protegerlos y ampararlos. Y lo hacemos. Pero no basta con amparar y proteger; es preciso educar ; es preciso formar todo un nuevo pueblo, y si al principio de esta conferencia os decía que la belleza de la obra de la colonización estribaba en la posibilidad de ser, a la vez, un poco educador y un poco maestro; y, en cierta manera, un poco creador, nada habremos hecho si no conseguimos llegar a la cúspide de la misión que nos ha sido encomendada. Porque hasta ahora, yo he pretendido haceros ver la defensa eficaz que los españoles han ofrecido y ofrecen a los habitantes de la Guinea española, pero queda aún sin contestar la siguiente pregunta que pudiera muy bien, ser formulada: “Muy bien; efectivamente la protección al indígena es perfecta. Y, ¿ qué más ? ¿ O es que, acaso el indígena va a permanecer en su actual estado sin evolución alguna? Si, como es evidente, por el mero hecho de estar en contacto con el blanco el indígena evoluciona: ¿ se deja libre y espontánea esa evolución ? Y si no se deja libre, sino que se vigila y dirige: ¿ cómo se vigila ?¿Cómo y hacia dónde se dirige?”.

Muy cuerdamente obraría el que hiciera estas preguntas. Afortunadamente, también estamos en disposición de contestarlas. Es innegable que hay evolución por el solo acto de estar frente a frente dos civilizaciones profundamente distanciadas en el tiempo ; una, la blanca, la que pudiéramos llamar europea, actual, al día, fruto de un desarrollo intelectual y espiritual de siglos. Otra, la indígena, inmóvil desde hace un número incalculable de años y semejante en un todo a las primitivas civilizaciones de la prehistoria. Por cierto que, hasta tal punto es exacto este estado prehistórico de la civilización africana, que ha habido un cierto señor, aficionado y entendido en cuestiones de antropología, que llegó no ha mucho tiempo a la Colonia y exultó de júbilo ante el hallazgo, casi inmediato y milagroso, de objetos de arte y utensilios específicos de las civilizaciones primitivas. Su llegada a la colonia fue lo que se dice en términos vulgares, «llegar y besar el santo». Encontró hachas de piedra ; vasijas de barro con los clásicos dibujos prehistóricos y no sé cuántas maravillas más. Pero lo que yo no sé si él sabía, es que todo eso ya lo habían encontrado todos los coloniales que conocen de algún tiempo la colonia, porque todos han visto las hachas de piedra en manos de los bubis y porque, sin ir más lejos, en mi casa tengo unas vasijas de barro «como las prehistóricas», cocidas en Akurenan hace poco más de un año.

Lo cierto es que, como iba diciendo antes de esta pequeña disgresión momentánea, existen en la Colonia dos civilizaciones frente a frente y que como es más poderosa y más fuerte la europea, indefectiblemente obliga a evolucionar a la indígena. ¿Cómo vigilamos esa evolución? Por medio de la Escuela, de los Tribunales de Raza, de las Administraciones Territoriales, del Servicio Agronómico, del Sanitario, y, en realidad, de todos los organismos del Gobierno, porque unos más, y otros menos, todos tienen su faceta colonizadora por su contacto con el indígena y a todos alcanza aunque no a todos en las mismas proporciones, la obligación y el deber de cuidar la, evolución, y transformación del indígena.

Evidentemente, el Servicio que tiene una actuación más directa y más específica en este proceso es el de Enseñanza; es él el que ha de formar el nuevo pueblo africano. Entre el elemento europeo de la Colonia y el indígena hay hoy, salvo contadas excepciones, un abismo. Por un lado, el blanco, con su cultura y su nivel de vida, y por otro, la masa inmensa del elemento nativo en todo su primitivismo... Y, en medio, nada ;una laguna que es preciso llenar. Es demasiado brusco el escalón entre los dos elementos que conviven en Guinea y es obligado, necesario y conveniente dulcificar esas diferencias elevando la capa inferior para crear una especie de “burguesía indígena”que sirva de enlace entre las dos sociedades hoy profundamente distanciadas.

Esta es la labor de Enseñanza ya ella se tiende con las últimas recientes disposiciones. Hay que capacitar al indígena para ir ocupando puestos, tanto en la Administración como fuera de ella, que no sean los de las últimas capas sociales exclusivamente. Necesitamos hacer Auxiliares Administrativos y de Contabilidad, Capataces Agrícolas, Ayudantes Practicantes, Maestros; toda la gama, en fin, de los varios elementos auxiliares de una sociedad organizada, sin perjuicio de que, los que por su capacidad y facultades sean acreedores a ello, puedan escalar puestos más altos y llegar a los destinos técnicos principales.

Como puede verse, no es sólo la materialidad de la enseñanza primaria lo que interesa, sino grados más altos cada vez de cultura. Para ello se ha creado la Escuela Superior Indígena en donde se cursan los estudios necesarios de tipo general que pongan al indígena en condiciones de especializarse en la rama que desee, especialización que será dada por cada Servicio respectivo, coadyuvando así todos ellos a la labor común. Pero compete a la Enseñanza particularmente algo que no es el esfuerzo material de la cultura y del estudio, sino la formación moral de los nuevos hombres ; la solidez de principios que permitan esperar de ellos una conducta digna de la educación española y cristiana que ha de dárseles. El concepto de lo que se desea, lo expuse yo a los alumnos de la Escuela Superior Indígena, con ocasión de la inauguración de la nueva Escuela, en estas o parecidas palabras:

“...Aprended sobre todo a ser nobles, a ser trabajadores, a ser honrados, a ser honestos, a ser sinceros; a ser dignos hijos de una Patria buena, que es cosa que podemos enseñar los españoles mejor que nadie. Amad a África con todas vuestras fuerzas y con todo vuestro corazón, porque es la tierra donde habéis nacido, y porque es bella y merecedora de ser amada. Y amad después a España con toda la hombría de bien que os quepa en el pecho, porque le debéis gratitud y cariño pues ella lo puso todo: maestros, edificios y material necesario, para haceros hombres y para que pudierais llevar más dignamente el nombre hermosísimo de hijos de Dios”.

Esto es lo que pretendemos hacer. De esta forma y con arreglo a estas doctrinas España va encauzando y llevando adelante su obra de colonización en Guinea ; quizá la última que haya de escribirse en el libro incomparable y maravilloso de su fecunda y asombrosa historia. Por ser quizá la última, ha de ser más cuidada y más bella como corresponde a un pueblo sereno, noble y generoso, que está ya de vuelta de las inquietudes y vanas pretensiones de los pueblos jóvenes. Y esto es lo que los españoles de Guinea estamos intentando hacer... ¡Que Dios nos ayude en nuestra tarea para su mayor gloria y para el bien de nuestra bien amada España.

He dicho

[Conferencia pronunciada el 17 de noviembre de 1946 en el Instituto de Estudios Políticos Internacionales y Coloniales de Madrid.

Reproducimos una edición de 1947 de la Dirección General de Marruecos y Colonias]


http://www.asodegue.org/hcdf1d.430626.htm


http://www.asodegue.org/hcdf1d.441113.htm


http://www.asodegue.org/hcdf1d.441128.htm


http://www.asodegue.org/hcdf1d.441218.htm


El fantasma del Blog
Copa de Africa de las Naciones 2004: una mirada diferente.

Hoy a las 18:30 GMT tendrá lugar en Túnez el pistoletazo de salida de la gran misa africana de fútbol. Es un acontecimiento que va a regar los medios de comunicación e interesar a individuos de muchos sectores de actividad. Las radios del mundo les darán los comentarios oficiales, los comentarios que los grandes de este mundo quieren escuchar y quieren hacer escuchar. Es este mundo nuestro que se unipolariza o mejor que se desequilibra. Por contribución al pluralismo ideológico, al equilibrio, quisiera presentar a los lectores de Manengumba una visión diferente de este encuentro de fútbol. Les invito a mi máquina de remontar el tiempo para leer los acontecimientos de hoy desde el siglo XV, o más exactamente desde 1436.

He aquí lo que un viejo libro de historia propone: La trata de negros consiste en el comercio de esclavos negros. Comenzado en el siglo XV, este vergonzoso tráfico ha durado unos 400 años. La trata tomó mayor importancia tras el descubrimiento de América. Los españoles necesitaban obreros para trabajar en las plantaciones. Venían a comprar esclavos en las costas de Africa. Otros europeos, portugueses, holandeses, ingleses, franceses les imitaban. Los esclavos eran comprados a los jefes indígenas de la costa. Los barcos, llamados negreros, provenientes de Europa los transportaban a América antes de regresar a Europa. Este era el comercio triangular.

Esta tarde, como en 1436, los negreros vendrán de toda Europa, a la búsqueda de otros esclavos, que usarán, no para producir caña de azúcar, sino para producir espectáculo y dividendos al público europeo. Ayer se decía que la sangre del negro produce la buena caña de azúcar; hoy se dice: la sangre del negro produce buen espectáculo.

Esta tarde, como en 1436, los negreros vendrán de toda Europa, para comprar buenos negros. Habrá proposiciones de precio. Sí. Un verdadero comercio de hombres. El otro día leía en un periódico la condiciones de transferencia de un negro –mi compatriota- de un equipo europeo a otro y me daba cuenta que se trataba de un negocio de gran ganancia. Me había tocado la fibra más sensible de mi ser: mi hermano era vendido, sí vendido, como se vende una barrita de chocolate en un supermercado.

Esta tarde, como en 1436, los negreros vendrán de toda Europa, para comprar algunos buenos negros. Esta vez no se los comprarán a los jefes indígenas de la costa como ocurría ayer. La transacción será hecha por otros negreros que les preceden: se les llama entrenadores de club. En la mayoría de nuestros equipos de fútbol, son ellos quienes facilitan los contratos. Tienen a los jugadores entre sus manos, es su potencial humano o su fondo de comercio, por usar el lenguaje común de aquí. Ellos venderán a este algo más caro que aquel en función de la publicidad que los medios de información del mundo habrán querido hacer.

Esta tarde, como en 1436, los negreros vendrán de toda Europa, para comprar buenos negros. Nadie se preocupará de ese continente que se le sangra de sus preciosos talentos. Se dirá tranquilamente que lo que es bueno en Africa es bueno para Europa, como lo que es malo para Europa está hecho para Africa. Y habiendo tomado nuestros mejores jugadores, nuestros intelectuales, nuestros valerosos guerreros, se nos enviará la basura, los desechos tóxicos…

Esta tarde, como en 1436, los negreros vendrán de toda Europa para comprar buenos negros. Harán una selección estricta y a los felices elegidos para quienes San Pedro les abre las puertas del cielo se les hará rápidamente un visado, se les hará todos los papeles y se les enviará. Nadie se inquietará en su familia. En realidad nadie se dirá que tal vez sea el hijo mayor de una familia, que tiene parientes próximos o lejanos. No, nadie. Se le llevará solo y cuando dos semanas más tarde su hermano pequeño se quiera beneficiar de este talento familiar encontrándose con su hermano mayor que se ocupaba de sus estudios, no se le dará el visado. Se le hará esperar, perderá su tiempo en esperar y al fin, le propondrán el camino de la clandestinidad: El pobre se lanzará un día sin saber que el barco será bloqueado en la otra costa del Mediterráneo, hasta el día en que fracasará. Y cuando fracase, los medios de información del mundo insistirán sobre el número de víctimas y sus países de origen, como para desanimar todo otro intento. Y si consigue por milagro atravesar el mar y llega al paraíso, tendrá que sobrevivir cada día en ese miedo visceral que hace la vida invivible. Peor para él, el primer policía que lo encuentre le esposará y el próximo charter le llevará a su infierno.

Esta tarde, como en 1436, los negreros vendrán de toda Europa, para comprar buenos negros. Elegirán los negros plenos de vigor, que usarán a fondo. Seleccionarán los más explotables, que se darán sin hacer cuentas. Tras unos años, esos miserables, vacíos de jugo, serán machacados por el peso de la edad y la fatiga. Cuando se den cuenta que se les ha chupado toda la sangre se les abandonará a su suerte. Tendrán que regresar a donde les habían sacado, si las economías que han podido hacer no son suficientes para mantener el nivel de vida del país anfitrión.

Esta tarde, como en 1436, cuando llegarán de toda Europa para comprar buenos negros, otros negros menos buenos o simplemente malos, se quedarán detrás para mirar o simplemente llorar. Impotentes ante el rodillo compresor, tendrán tal vez algún resto de lágrimas para seguir llorando. De sus ojos caerán lágrimas que no han dejado de caer desde 1436. Estas lágrimas que se han derramado durante la colonización, las que se han derramado durante la neocolonización, las lágrimas que se han derramado a la llegada del SIDA, las lágrimas que se han derramado durante la devaluación, las lágrimas que se derraman en la mundialización.

Esta tarde, cuando las lágrimas de los malos negros se derramen, no serán lágrimas de venganza sino de compasión por su opresor, lágrimas de piedad para una civilización caníbal que se quiere universalizar, lágrimas de amor herido: lágrimas de sangre, que se unirán al torrente de lágrimas que se derraman del Gólgota desde hace 2000 años.
¿Quién nos consolará? ¿Quién osará ensuciarse las manos con las lágrimas de los negros?


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Bruce Beelher
La UE cierra la puerta



EL PAÍS

- Opinión -

16-12-2006
Los Veinticinco han decidido hacer una pausa indefinida en la ampliación de la UE, al menos hasta que resuelvan sus problemas institucionales internos. Y la solución no llegará hasta 2008. Lo podían haber pensado antes de lanzarse a la última y desordenada ampliación. El Consejo Europeo decidió ayer en Bruselas que, salvo Bulgaria y Rumania que ingresan el próximo 1 de enero, y Croacia, con la que están abiertas negociaciones de adhesión, las futuras ampliaciones deberán responder a los tres principios de "consolidación, condicionalidad y comunicación", lo que significa que la UE debe disponer de capacidad de absorción, sus ciudadanos desearlo y los aspirantes estar capacitados. Con Turquía, el proceso ya está frenado. Con los Balcanes occidentales se les asegura que el corazón europeo les está abierto, pero no las puertas. Y frente a Rusia, Polonia sigue bloqueando el nuevo acuerdo estratégico de la UE.

Internamente, hasta pasadas las elecciones presidenciales y legislativas francesas en la primavera de 2007, no empezará a despejarse la cuestión de qué hacer con la Constitución Europea y la reforma institucional que conlleva y que es imprescindible con ampliación o sin ella. Todos están trabajando ya en esta cuestión. La presidencia alemana debe hacer una propuesta en el Consejo Europeo de junio próximo, pero la solución no llegará hasta el turno francés en el segundo semestre de 2008.

España ha convocado una cumbre para el 26 de enero en Madrid con los 18 países que han ratificado ya la Constitución. Entre ellos está la propia Alemania, con un problema añadido: su Tribunal Constitucional ha dejado en suspenso la firma por el presidente del país de la ratificación del Tratado al opinar que el texto va a cambiar. Y ése es el secreto a voces: habrá que cambiar la Constitución para que la puedan aprobar sin un nuevo referéndum no sólo los franceses y los holandeses, sino también británicos, polacos y otros.

Quedan, pues, dos años más de incertidumbre institucional. Y sin embargo, la UE no está varada. Ayer lo demostró al adoptar por vez primera algo que Zapatero ha estado impulsando: una política global de inmigración, con el refuerzo de las patrullas marítimas, la cooperación de los países de origen y un mayor esfuerzo de los Veinticinco ante un problema que se considera ya común, y que hay que abordar desde "la solidaridad, la confianza mutua y la responsabilidad compartida". En el fondo se trata también de cerrar puertas, en este caso a los ilegales. Aunque se prometen los medios necesarios, faltan aún las dotaciones y que los miembros cooperen realmente. A la vez, la UE vuelve a mirar a África en busca de una asociación estratégica, con una segunda cumbre euroafricana finalmente, tras tres años de demora, prevista para 2007. Pero España ha forzado un cambio de mentalidad de la UE en esta enorme temática, y esto ya es mucho.
El fantasma del Blog
Alejo Carpentier
El siglo de las luces (fragmento)

" Detrás de él, en acongojado diapasón, volvía el Albacea a su recuento de responsos, crucero, ofrendas, vestuario, blandones, bayetas y flores, obituario y réquiem -y había venido éste de gran uniforme, y había llorado aquél, y había dicho el otro que no éramos nada...- sin que la idea de la muerte acabara de hacerse lúgubre a bordo de aquella barca que cruzaba la bahía bajo un tórrido sol de media tarde, cuya luz rebrillaba en todas las olas, encandilando por la espuma y la burbuja, quemante en descubierto, quemante bajo el toldo, metido en los ojos, en los poros, intolerable para las manos que buscaban un descanso en las bordas. Envuelto en sus improvisados lutos que olían a tintas de ayer, el adolescente miraba la ciudad, extrañamente parecida, a esta hora de reverberaciones y sombras largas, a un gigantesco lampadario barroco, cuyas cristalerías verdes, rojas, anaranjadas, colorearan una confusa rocalla de balcones, arcadas, cimborrios, belvederes y galerías de persianas -siempre erizada de andamios, maderas aspadas, horcas y cucañas de albañilería, desde que la fiebre de la construcción se había apoderado de sus habitantes enriquecidos por la última guerra de Europa. "

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LA EXPRESIVIDAD DE IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN EL SIGLO DE LAS LUCES , DE ALEJO CARPENTIER.
Por Julio Piñones Lizama,
Universidad de La Serena

INTRODUCCIÓN.

Los procedimientos expresivos que construyen la propuesta de El siglo de las luces (ESDLL) incluyen imágenes y símbolos que potencian uno de los aspectos más relevantes de esta obra: la visión crítica proyectada sobre el referente histórico de la novela --la Revolución Francesa (RF) y sus consecuencias en Centroamérica. En este sentido, gracias a las polisemias de imágenes y símbolos, pueden generarse diversas reacciones del lector sobre algunos términos confrontados en el mundo de la obra y en su referencialidad contextual , entre otros: la negatividad del acontecer racionalista en el espacio histórico europeo y las potencialidades mágicas y telúricas del espacio natural americano, la incoherencia entre los principios universales proclamados en Francia y su extensión en sus colonias de ultramar; la persistencia hegemónica europea sobre la periferia del planeta , a pesar de que el "Acontecimiento" de la RF sembrara la esperanza de una liberación mundial; en fin, la instrumentalización de las nuevas condiciones generadas por la RF en América como un nuevo factor de poder y de intervención externa en nuestro continente.

El estudio de estos problemas planteados por la riqueza espacial de ESDLL, estimamos que permitiría explorar el rumbo seguido por la singular "modernidad" que ha tenido lugar en América, e, incluso, haría posible evaluar el curso evolutivo y los resultados disímiles alcanzados en distintos planos por el liberalismo y el neoliberalismo, por sus modernidades y post-postmodernidades -como algunos dicen- en el Primer y Tercer Mundo, en este fin de siglo.

En relación a la ambigüedad del referente histórico de ESDLL, cabe señalar que esta opción contextual ofrece al lector un amplio campo de provocaciones temáticas sobre el proceso histórico-cultural latinoamericano. El "Acontecimiento" surgido en Europa sólo tiene una importancia relativa para esta obra, en particular, ocupada de las circunstancias que se vivieron coetáneamente a este hecho en la zona del Caribe. Creemos que esta opción novelesca y el tratamiento referencial asumido, implica una reflexión sobre la realidad latinoamericana, realizada por el narrador durante el proceso de composición de ESDLL, extendido entre los años 1956 / 1958.

DESARROLLO.

Anticipada la orientación global de esta investigación, hemos elegido la exploración de algunas imágenes y símbolos presentes en algunas instancias de ESDLL , como aperturas significantes de las cuales extraer sentidos integradores de lecturas posibles de la novela. Se ha señalado que el inconsciente de la humanidad comparte un extenso y profundo tesoro de imágenes y símbolos, los cuales conforman sueños, deseos, temores o aspiraciones de la especie en torno al pasado, presente y futuro de su destino colectivo. Si aceptamos esta teoría, basándonos en la recurrencia de algunos símbolos en la novela citada, lo que importa es cómo la voluntad constructiva de la obra hace uso artístico de esta disponibilidad con fines expresivos variados, alterando, a veces, las interpretaciones tradicionales de estas simbologías, de acuerdo a los intereses formales y semánticos de esta escritura.

Una primera imagen significativa que aparece en ESDLL es la denominada como "Máquina", que es, sin más, la "Máquina" de ejecución mortal que el Estado, la Ley , cualesquiera sean, han alzado contra la vida humana. En este caso, esta "Máquina" corresponde a la guillotina, pero también equivale a la Cruz, a la Horca, al Fusilamiento o a todo medio usado por quienes han creído poseer la verdad política o religiosa, o de la clase que fuera, para exterminar a sus detractores o disidentes. El trato aprensivo con que se alude a esta "Máquina", "como una presencia --una advertencia-que nos concernía a todos por igual", plantea el hecho histórico central implicado en las ejecuciones masivas perpetradas por todas las revoluciones; lo que abre la discusión sobre el poder , el uso de su fuerza y, en especial, sobre el ejercicio dictatorial revolucionario o contrarrevolucionario aplicado en contra de opositores, aun cuando la RF, como todas las revoluciones, haya prometido poner fin a la violencia y generar la liberación humana sobre la base de la plena justicia social.

Esta "Máquina" es la paradójica y violenta expresión legitimizada por la RF con el fin de ejecutar a todo opositor a las ideas de Fraternidad (¡!), Libertad e Igualdad. Es el símbolo instrumental de la "justicia revolucionaria", utilizada en este caso por la burguesía liberal emergente que necesita derribar las restricciones económicas y políticas de las monarquías y de las clases sociales que las sustentaban. Esta preeminencia original tendrá consecuencias posteriores: el acento puesto sobre la libertad económica será el que prevalecerá en el desarrollo posterior del capitalismo liberal, por sobre las otras libertades contenidas en ese ideario, al punto que, en tiempos cercanos, fue posible realizar una revolución económica neoliberal en Chile, bajo una dictadura política implacable; o el que la proliferación de instituciones educativas atienda más al lucro, que al interés específico de la actividad. El plano de las ejecuciones políticas antes citado, abre, además, la discusión sobre el examen contemporáneo de las relaciones conflictivas entre Estado totalitario y Sociedad, entre Doctrina de la Seguridad y Doctrina Democrática, en fin, entre Dictadura y Derechos Humanos, en especial , como reacciones ante la irrupción de los dictaduras del siglo XX.

Además, Víctor Hugues, durante aquel viaje victorioso de regreso a las colonias francesas de ultramar, prestó especial cuidado a esa "Máquina". En esta actitud, se evidencia cómo él se apoya en este instrumento para su futuro desempeño político, como si esa guillotina fuera una extensión de su cuerpo y de las decisiones que adoptará desde su nuevo cargo. En efecto, el conspirador pre-revolucionario se transforma, una vez "Investido de Poderes", en violento dictador de aquellas colonias por las cuales cruzaran las proclamas europeas sin afincarse en sus territorios.

Una segunda imagen polisémica que puede citarse en este ámbito de la visualidad expresiva de ESDLL es la del cuadro predilecto de Esteban: Explosión en una catedral . Se trata de una columnata esparcida en múltiples fragmentos, suspendidos e inmóviles en el aire, como una fantástica catástrofe, activa y estática a la vez, cuyo derrumbe pétreo aterroriza a los seres de esa tela. Esta imagen, valorada por Esteban antes de la RF, anuncia el inminente quiebre de un sistema ideológico que ya no puede sostenerse en la Historia: el monarquismo y sus instituciones de apoyo. La preferencia manifestada por este personaje revela su percepción puntual del tiempo que vive y su capacidad visionaria de las transformaciones que se avecinan en el corto plazo.

En una descodificación inmediata de la imagen, se implica la destrucción de la máxima edificación católica por la antirreligiosidad de la RF, la cual identifica a esta ideología como sustentadora del sistema monárquico, desde el momento que sostuvo el origen divino del poder dinástico. En este sentido, en principio, la Iglesia Católica fue para la RF un enemigo político, como ha ocurrido bajo otras formas, en otras revoluciones. Junto a este aspecto, surgirán más tarde otros frentes polémicos entre ambas tendencias adversarias, tales como el libre pensamiento opuesto al dogmatismo, o la educación religiosa confrontada a la educación laica.

Sin embargo, no es posible reducir las significaciones de esta imagen a esta obvia descodificación, pues su polisemia nos remite a descubrir en los aspectos activos y estáticos de la explosión catedralicia, la naturaleza indefinida e irresuelta de la nueva época abierta por una revolución que brindara, a pesar de sus contradictorias luces, posibilidades de participación individual y social --donde son posibles-- en un marco crítico liberado de condicionamientos rígidos. Dentro de este aperturismo no exento de amenazas, en los siglos siguientes surgirán diversos movimientos culturales fundados en la libertad individual, tales como la lucha por los derechos civiles y las garantías vitales para distintas minorías, p. e. Los aspectos o contenidos de estos valores humanos han ido cambiando según los tiempos o circunstancias, han sido rechazados o violentados en diferentes momentos, pero lo primordial es que ya han sido inscritos en la conciencia de la humanidad: el resguardo de los derechos democráticos y el consiguiente respeto hacia la dignidad de la persona humana, en palabras de Albert Einstein: la estimación que brinda el siglo XX al "sujeto partícipe".

No obstante, junto a esta valorización de los resultados de la modernidad europea a lo largo del tiempo, no puede dejar de indicarse la gran deuda del liberalismo y del neoliberalismo en el plano de la justicia social, sobre todo, en Asia, África y Latinoamérica, continentes sometidos durante siglos a la explotación de los imperios del Primer Mundo, aliados a las oligarquías locales. Más de dos tercios de estas poblaciones desposeídas han estado y están marginadas de las modernizaciones implantadas desde el mundo desarrollado.

El cuadro premonitorio simbolizaría la violencia rupturista de la RF, la cual destruiría todos los paradigmas del siglo XVIII y, a la vez, por su inmovilismo, representa la condición durativa del fenómeno que se extendería hacia los siglos posteriores en términos de una lucha histórica interminable. Así, la preeminencia de esta explosión en la novela constituye el ingreso a una intensa dinámica de cambios propios de nuestra época , generadora de las inestabilidades que siguen suspendidas sobre la humanidad en la actualidad. Esta inseguridad instalada en nuestra realidad, en parte, deriva de los espacios de libertad abiertos y del rechazo a las concepciones totalitarias que parecen ordenar todo. Vivimos en la muerte nietzscheana de Dios, es decir, más allá de lo religioso, en el fin de los valores absolutos; en la angustia existencial como síntoma de la libertad sartreana; en las provocaciones de la deconstrucción derridiana; en la pérdida de la "primera serenidad" de Altazor; en el sentimiento del "terror de ser" experimentado por este chamán contemporáneo; en la anulación de los conceptos éticos, filosóficos y estéticos, como dice Huidobro: "No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza".

En ESDLL, los esperanzados en la RF y sus decepcionados, viven sus diversas experiencias desplazándose marítimamente. Estos viajes implican los símbolos de la nave y de la navegación, que contienen ideas de fuerza y de seguridad en una travesía difícil. Se trata de imágenes vitales, cuyo centro y dirección corresponde a hombres escogidos. La nave recibe esa energía vital, la ansiedad por la aventura. La apertura de una vasta espiritualidad sintetiza los aspectos primordiales de la existencia. Con el primer viaje de Esteban y Víctor, se inicia la gran travesía de ambos personajes, la cual ya no se detendrá..

El sentido de lo maravilloso en el mundo americano se da -entre otras instancias-, cuando después de la batalla ganada a los ingleses por el control de la Guadalupe, en medio de grandes estragos y muertes en la isla, surge el florecimiento de los limoneros, que simbolizará la renovación incesante de la vida por medio de la Epifanía del árbol.

La figura del árbol ha sido interpretada como la del Cosmos vivo, en regeneración constante. Es el símbolo de la vida, en evolución incesante, siempre en ascenso vertical. Pero, los símbolos en ESDLL pueden asumir usos expresivos diferentes, p. e.; un Árbol de la Libertad, plantado frente a la Casa de Gobierno de Cayena, aparece reseco por falta de riego; lo que destaca la nula correspondencia entre la idea de Libertad y su vigencia en aquella infernal isla de ex_revolucionarios deportados, a pesar una militancia que parece no importar en estos procesos.

Sofía contemplará el Mar Caribe aproximándose poéticamente a esta realidad, experiencia que incluye la expresión de una sensibilidad que se desplaza y sobrevuela lo contemplado por medio de fantasías culturales. Aquí aparece con luces propias la propuesta americanista de lo real-maravilloso, según será formulada en El Reino de este Mundo. El mar representará la libertad de la vida recluida de Sofía, será el espacio sin límites en el cual explorar, desde la identidad de su ser que, superada su inicial actitud colonialista, por fin, se afinca en América.

El regreso de Esteban desde Europa, constituye su reencuentro con estas mismas maravillas de su espacio natal. Decepcionado del Magno Acontecimiento europeo, este personaje descubría ahora algo que ya no se sitúa en la megahistoria; sino que en lo fantástico de un suceso natural manifestándose en un pequeño rincón de la tierra americana.

La particularidad del nuevo viaje marítimo que emprende Esteban en Le Ami du Peuple, consiste en un ir más allá del mar , en un avanzar hacia el "Océano", el cual por su extensión aparentemente sin fronteras, viene a representar imágenes de indistinción primordial, de indeterminación original. También, lo oceánico contiene la espiritualidad plena, de las Aguas superiores, de la Esencia divina, del Nirvana, del Tao; y el Tao es para el mundo, lo que el mar es para los ríos..

La experiencia de Esteban en aquellas selvas de coral, implican su inmersión en lugares purísimos. En éstos, apenas se advertía el paso de las estaciones, se trataba de un espacio silencioso y religioso donde la vida transcurría de un modo sagrado y secreto. El Paraíso sería la morada de la inmortalidad, el centro inmutable y cordial del mundo, el puente de comunicación entre el Cielo y la Tierra. Esta aspiración al paraíso perdido y universal se orienta hacia aquella flora lujosa, espléndida y sin mancha. Es la recuperación del acceso al Paraíso, cerrado por la caída. Es la restitución del contacto entre Cielo y Tierra: es un estado que busca regresar al Edén, el logro de una vivencia central, desde la cual se puede realizar el ascenso espiritual a lo largo del eje terrestre y celeste.

La mitificación paradisíaca de América aparece en otro momento de ESDLL. Es el instante en el cual Esteban se reencuentra con las llamadas "Bocas del Dragón": en ese mismo lugar, Colón vio luchar el Agua dulce y el agua salada, la primera para que no entrase la segunda, y ésta porque la otra no saliese. La presencia simbólica del dragón en el mar americano es relevante: correspondería al severo guardián que tendría que ser eliminado para ingresar a los tesoros ocultos que está allí protegiendo. El símbolo contiene aspectos distintos de un símbolo único, que corresponden al principio activo y demiúrgico: poder divino, "élan espiritual", al decir de Grousset. Es un símbolo celestial: es poder de vida y de sus manifestaciones, vinculadas a las aguas primordiales o al Huevo del mundo, lo que hace del dragón una imagen del Verbo creador. Él derrama sobre nuestras cabezas la abundancia de sus aguas fertilizantes.

En esta fértil y vastísima concepción simbólica universal, se da la navegación de Esteban, como la que realizara el Almirante, rumbo a América, vista entonces como la Tierra Prometida. Esta instancia narrativa asume inmensos espacios y temporalidades, relatando la historia remota de una Gran Migración de los Caribes, quienes soñaron, quiméricamente, durante siglos, ingresar al Imperio Maya, lo que no lograrían porque se lo impediría la llegada de los europeos. En este último aspecto, ESDLL podría ser leído como un texto histórico fabulado de la Conquista de América, en el cual los sujetos del referente cobran vida en la poesía de una narración que hace uso de información contextual, dotándola de una dimensión legendaria por medio de una magia lingüística epopéyica en la grandeza de su proyecto literario.

El encuentro del "Paraíso Terrenal", el afincamiento en esta Tierra de Promisión, aparece alabado con gran exaltación en las Cartas de Colón, confundiéndose en éstas los gozos de la disponibilidad áurea y de la salvación espiritual de tantas almas perdidas que habrían estado esperando que los invasores las salvaran. El "Descubridor" no había sido devorado, como los conductores de otras expediciones, por las Bocas del Dragón, las cuales le habrían permitido atravesar el cruce de aguas saladas y dulces, tal como si fuera una señal de bendición divina.

Esteban reflexionaba en la borda del Amazon sobre la perdurabilidad del mito de la Tierra de Promisión, que había ido cambiando de siglo en siglo sus contenidos, manteniéndose siempre la aspiración utópica del encuentro de un Mundo Mejor. El mismo Esteban había partido tras esta misma esperanza hacia Europa y había regresado a su tierra natal, cansado y decepcionado de su búsqueda ("vengo de vivir entre los bárbaros", le había dicho a Sofía al llegar a la casa familiar); reencontrando, sin embargo, en los espacios antillanos, su plenitud vital su unión con la naturaleza, el sentido de su existencia y de su inscripción histórica en Latinoamérica.

Aquella Catedral en explosión perpetua, y la aspiración utópica por un Mundo Mejor, siguen expresando el desafío constante de la humanidad que sigue luchando por su liberación, por la superación del dogmatismo y de la intolerancia aún persistentes en nuestra contemporaneidad. A estas alturas, el pensamiento liberador de nuestra época, en sus diversas manifestaciones, ha ganado la conciencia de una libertad que expone un campo abierto a la creatividad; este mismo vacío posibilita el persistir en la búsqueda de ese Mundo Mejor, objetivo permanente de la humanidad. Plenamente responsables de nuestros destinos como individuos y pueblos surgidos de estas tierras, este tiempo hermoso y confuso -con todas sus negatividades-sigue ofreciendo ríos por descubrir, cimas por alcanzar, posibilidades de constituirnos efectivamente en "sujetos partícipes" de nuestra Historia, nutridos por la energía de una revolución espiritual que debe nacer y desarrollarse dentro de cada uno, será una nueva luz sin sombra alguna sobre el rostro que debe transformar, primero, a la persona, antes de expandir su voz hacia la comunidad . Libres de fundamentalismos , sólo involucrados con la inextinguible vida de las raíces histórico-culturales latinoamericanas, seguimos buscando esa Tierra de Promisión , que no es un lugar físico como lo soñaran los antiguos, sino que un espacio mental y social donde el hombre nuevo --proclamado en vano por todas las revoluciones del mundo-- podrá transitar un día, tranquilo, sereno, en paz con sus iguales.



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