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Publicado:
#1
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![]() mismamente yo ![]() ![]() ![]() Grupo: Admin Mensajes: 1474 Desde: 23-March 04 De: Madrid provincia Usuario No.: 102 ![]() |
SEÑORAS Y SEÑORES .... CON USTEDES ....
Una bella declaración ... ![]() GRACIAS -------------------- |
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Publicado:
#2
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![]() Usuario registrado ![]() ![]() ![]() Grupo: Miembros Mensajes: 597 Desde: 7-June 04 Usuario No.: 201 ![]() |
VALLES PARALELOS
Hay, sobre todo, dos imágenes hermosas que me pertenecen, que me son importantes en la cultura adquirida por quien viene de fuera, que no es la que me dieron, sino la que he cogido de andar por ahí, a las que sigo acariciando y arrullo desde la estepa. Mi más antiguo recuerdo de lo vasco está a cinco mil kilómetros de distancia y a miles de años de añoranza y lejanía. En Africa, en el centro teórico de Africa, Guinea, donde llueve más que en ningún sitio, tan distante aquel allí de mí aquí, secarral en la sequía de siempre. La Colonia. En la Colonia, los coloniales establecen extraños lazos, amistades insondables, inexplicables alianzas sentimentales que pueden durar toda una vida o toda una noche. En el centro de la red que urdieron los demás, mis demás, en la Colonia, están los domingos, la excursión de los domingos a la finca de los amigos vascos tan queridos, carretera y camión, carroza tambaleante descapotada, llena de sillas, de niños y mayores, divertidos y envidiados, avanzando por la cinta asfaltada, carretera y camión y ronroneo, entre los tres pisos vegetales de la selva, los mil niveles del verde lujuriante, desde la hierba que tapiza el seco potopoto de mañana, hasta la ceiba, solitaria, vecina de otra ceiba solitaria a la que mira por encima de la selva, glomérulos de bróculi infinito, en todos los grados de la vista. Y debajo el camión, excursionero de domingo ecuatorial, hacia la finca, hacia la casa de la finca, tropezando con millonarias ramas de cafeto a las que se puede arrancar las bolas verdes, redondas y amarguientas al mordisco que, rompiéndolas, hacen brotar las frescas medioesferas de café, blanquecinas y sedosas, que crean la ilusión de dejar la sed solo en recuerdo. La luz es entreverde, el aire limpio y la humedad es tanta que se hace deseosa la entrada en la explanada, delante de la casa de la finca, secaderos de café, tostaderos de café, poblado de los braceros del café a la izquierda y delante del parado camión una escalera que trepa entre la fuerza del sol y la esperanza del amigo, el bacalao al pill-pill o la paella, el whisky, el agua de Vichy, los butacones de anchas maderas y cojines envolviendo miraguanos. La luz, dominada por los años y el saber aprendido cada día, se filtra justamente en la medida querida del momento por entre complicadas celosías que la dejan llegar refilonada a iluminar mi conservado recuerdo que decía. En las paredes del comedor colonial, como otros muchos, la distinta presencia de los cuadros, pequeños, como el palmo, un poco bajos, colocados en todos los pilares, marco oscuro, de color de madera renegrida, enmarcando los fieltros recortados, superpuestos, que componen paisajes tan parejos a los paisajes míos desde siempre. Onduladas colinas que resaltan sobre el azul del fondo su verdura y dejan en los bajos de las curvas suponer que asoma el mar en lo lejano. Casero y neska se miran a los ojos complacidos, rodeados de ovejas y de metas, un grupo de hayas o de robles y al fondo el humeante caserío sempiterno del que algún día partieron los que hoy, en el hoy colonial y caluroso, nos ofrecen la abierta sonrisa de los vascos, su soledad de finqueros tropicales y un seguro de que mañana veré como se cambian los fieltros recortados en los más bellos paisajes de su tierra. Yo creo en la herejía de decir y sentir, con quien los ha visto también en su momento, el parecido de dos valles como el de Moka, allí, en los lejanos recovecos del recuerdo, y el de Regil en la Guipúzcoa de ahora tan cercana, los dos vistos desde el llegar en alto, desde arriba, verdes, nieblosos, pincelados de casitas y cabañas. Voy a Regil como quien va peregrino al templo de sus más inalcanzables añoranzas, al santuario de lo que un día perdí, mi Moka, rincón en que quisiera volver a refugiarme cansado de no estarle, desesperadamente triste y solo por la ausencia, a que su lluvia me lave la nostalgia y el sol me ilusione de mañanas escondidas en la bruma. Valles como ningunos entre los valles, tan plagados de impresiones pequeñitas, como los cuadros de fieltros superpuestos en la memoria lejana de mis días. -------------------- |
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Versión Lo-Fi | Fecha y Hora Actual: 10th May 2025 - 07:34 PM |