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Publicado:
#1
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![]() mismamente yo ![]() ![]() ![]() Grupo: Admin Mensajes: 1474 Desde: 23-March 04 De: Madrid provincia Usuario No.: 102 ![]() |
SEÑORAS Y SEÑORES .... CON USTEDES ....
Una bella declaración ... ![]() GRACIAS -------------------- |
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Publicado:
#2
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![]() Usuario registrado ![]() ![]() ![]() Grupo: Miembros Mensajes: 597 Desde: 7-June 04 Usuario No.: 201 ![]() |
Tienes razón Fernando; tenemos que seguir contándonos historias, las nuestras...Me gusta cuando alguno de los nuevos amigos que se incorporan al Foro encuentra aquí dichos por otros una parte de sus recuerdos que tenían en parte olvidados.
TRES …y luego en la pequeña bajada ver ya la planicie de Moka deseada, las alfombras de helechos milenarios, los verdes de matices infinitos, las chozas del poblado originario, los campos cultivados, los caminos y llegar, ya cumplida la mañana, a los chalets plantados en el centro de la chorreante pradera entusiasmada, alrededor de la pista y después de la iglesia y sentir la seguridad del arroyo, de la vaca, del caballo repetido desde el año pasado, de la leche ordeñada en el instante, tan distinta del dulzor de la leche condensada de todos los días, allá abajo en el origen, junto al mar, y recorrer la línea del sendero hasta el río, hasta la poza de la umbría, bajo la enorme roca de basalto negro, de sombras permanentes y sentir el frío penetrar en alfileres por los poros sudorosos de la piel, que discurre, nadando, por el agua en el temor siempre presente de la serpiente que puede asomar su cabeza triangular detrás de cada una de las ramas que se descuelgan desde lo alto de la cúpula boscosa hasta la superficie del agua oscura, sin transparencia, sin luz, tan olvidada, que un poco más debajo de su discurrir se convierte en una columna vertical de espuma, la cascada del Ilache, y asomarse a verla despeñarse hacia el infinito, con la mano asida al leve tronco quebradizo, flexible y solitario, jalón donde muere el camino y se hace imposible seguir y hay que volver, otra vez, por la línea de la senda, con el cruce silencioso del largo y musculoso cilindro ondulante de la ceraster que huye de los amenazadores inconscientes caminantes que la pierden en el sotobosque de helechos, a la vista ya de los tejados rojos, de las voces y de la reunión vespertina, excursión incipiente de todos juntos a comprar las verduras frescas en la cooperativa, cultivadas en las huertas del poblado de los bubis, emplazado en la ladera, alrededor de la choza de su rey, un poco más aquí que aquella otra choza misteriosa en la espesura del bosque, solitaria, en la que, se dice en voz baja, se depositan las ofrendas al dios Morimó, omnipresente en ese cielo de la isla festoneado por las copas de los árboles, altas nubes de redondeados bordes y añoranza de lejanías olvidadas, -------------------- |
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