Punta Fernanda, Relato de un paseante Opciones

[Invitado_FernandoEl Africano_*]

Me voy a permitir transcribir el relato que hago en mi libro Fernando El Africano de

PUNTA FERNANDA

En las escapadas que hacíamos de clase a clase( entonces el Instituto esta en la Misión de la plaza de España), íbamos a Punta Fernanda, donde tenía los cuarteles y hacía la instrucción la Guardía Colonial. En ese paseo existían las lagartijas más hermosas y grandes de la Isla, con una mezcla de colores : verde, rojo y amarillo, a las que acribillábamos a pedradas, nos entusiasmaba ver sus rabos separados del cuerpo moverse reptando, como si estuvieran unidos a la cabeza. La juventud está compuesta de monstruos en período de desarrollo, unos logran que fructifique ese desarrollo y salen en las páginas de los periódicos en primer plano, otros frustan esa esperanza Gracias a Dios, pasando a ser la gran masa de ciudadanos de vida gris, normal, vegetativa, sin salir en la Prensa. Esa zona es la única de la isla donde existían unas hojas parecidas al trébol, que cuando pasabas la mano por encima de ellas, se cerraban rápidamente, no se volvían a abrir hasta transcurridas dos o tres horas, eran plantas carnivoras, lo triste es que como estaban al final del Paseo y este se va hundiendo se perderan algún día.

Punta Fernanda, es el paseo de los enamorados, las parejitas se iban a hacer sus primeros escarceos de amor, a ocultarse de los ojos mundanos, bajo los árboles del perfumado ilang-ilang. Cuando una señorita blanca ya había ido muchas veces a esos paseos acompañada por un joven, era tachada en las listas de posibles novias formales, ya que su reputación había quedado manchada, no ya por los paseos, sino en muchos casos por las malas lenguas que contaban lo que en realidad no acaecía en los grises de las tardes preferidas por las parejas, donde en sus penumbras, las mozas que se aventuraban a ir acompañadas, empezaban a ser fuente de murmuraciones y exhalar olores a azufre de los infiernos satánicos. Pero con azufre o sin azufre había cada vez más voluntarios. Aunque habría que decir que cada cierto número de años, se hundía como he dicho antes una parte de la punta, unos opìnaban que la erosión de las olas del mar hacían posible esa pérdida de tan magnífico y romático paseo, otros podrían opinar que Dios castigaba los pecados, hundiendo en el mar el sofá de nuestros primeros besos, de nuestros torpes abrazos, en fin la imaginación es libre y cada uno se proyecte su historia.

Desde los bancos de azulejos con motivos africanos de : oficios, hábitos, peinados y otros, se divisaba el Pico de Santa Isabel, rodeado de su corona de nubes, como recordándonos que en esas tierras había gobernado una dinastía de reyes bubis. La punta opuesta Punta Cristina cerraba la bahía, sus playas y sus dos puertos, el antiguo y el moderno. El monolito al primer gobernador que nombró España, que dada la ausencia de compatriotas, tuvo que nombrar a un inglés Beecroft, explorador yt comerciante afincado en Santa Isabel ( Clarence entonces)ese monolito era el límite del paseo, lo que era prueba que la Punta había sido más larga.

En mayo alegraban el horizonte las ballenas con sus surtidores de agua, como fuentes colocadas en el paseo para su mayor gozo, que se dirigían en su migración anual a los mares del Sur, así que sentados en aquellos bancos de azulejos, se observaba el juego de surtidores y los aletazos de aquellos enormes mamíferos. En aquellos años no les dabamos la importancia de su valor ecológico y de preservación de la naturaleza. No exitían en aquellos tiempos las grandes flotas de coreanos y japoneses esquilmando el Atlántico.

Fernando El Africano

Continuará.....