Guinea, Experiencia en Guinea |
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Guinea, Experiencia en Guinea |
Invitado_invitado_César_* |
Jan 29 2005, 10:18 PM
Publicado:
#1
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Invitado |
Dedico este relato principalmente a aquella joven cooperante –Ana Isabel Sánchez Torralba-, natural de Ocaña –Toledo- que murió de un disparo en uno de los innumerables puestos de control de este sufrido y gran pueblo, que a uno de los soldados se le “escapó por accidente”.
Pero creo que es demasiado largo para continuarlo de momento, la semana que viene, seguiré con él. Aunque no sé si esto es muy correcto. GUINEA Cuando bajé del avión la primera impresión fue de calor insoportable, húmedo y pegajoso, era como estar envuelto, sin escapatoria posible, en la nube de gases ardientes de un mundo infernal, hasta que caí en la cuenta de que habíamos salido por la puerta trasera y el chorro de aire caliente de uno de los motores iba dirigido exactamente hacia mí. Bajé corriendo las escaleras buscando un poco de alivio. Una vez en el asfalto, el calor fue algo más soportable, seguía siendo húmedo y pegajoso pero más soportable. Busqué la terminal del aeropuerto. Miraba y miraba buscando, pero solo veía una casucha baja, con el tejado deteriorado, renegrida por fuera, desconchada e iluminada con dos simples bombillas en cada una de sus esquinas y en la puerta media docena de soldados con la metralleta en ristre, todos negros, con la camisa desabrochada, mojada de sudor, mirada dura, de desprecio, y ademanes enérgicos, uno de ellos vociferaba gritando al pasaje “¡por aquí!” “¡por aquí!”... aquello hizo que sintiera escalofríos de... miedo, he de reconocerlo, sabía que estaba completamente indefenso, desorientado y sin saber que actitud tomar ante aquella situación increíble que por mucho que me advirtieron se alejaba bastante de la realidad. Si me hubiera dejado llevar por un irracional deseo, hubiera vuelto de inmediato al avión que me llevó. Tuve que hacer un esfuerzo para mantenerme lo más sereno posible. Eran las once de la noche. Pasé a la “casucha” que hacía de terminal. Sucia, con el suelo negro de no haberlo limpiado en años o... nunca y con pequeños socavones, las paredes sin color con manchas negras de humedad, la iluminación seguía siendo pobrísima, el olor a cuerpos sudados... apestoso, a axilas no lavabas, a cuerpos no lavados en mucho tiempo, había excrementos de perro en un rincón. La gente hablaba a voces. No existía, por más que miré, ni un solo ventilador en el techo. Me puse, como los demás, a esperar durante tiempo y tiempo, pensé que había confiado demasiado en unas fuerzas que yo no tenía ya que mi innato carácter es indeciso y no valiente precisamente. Hay quien nace con esa valentía y decisión, innatas y envidiables, yo no, yo siempre tengo que estar luchando para poder dominar las situaciones, para poder asumirlas y que no me arrastren. Pero ya estaba allí, y allí, pidiendo al cielo una especie de milagro, debía seguir. Todos, negros y blancos, llevaban el pasaporte en la mano, una cola interminable de personas, ante una ventanilla lúgubre demasiado pequeña y baja, -a menos de medio metro del suelo- me precedía. Intenté rezar buscando fuerzas para soportar aquello, pero no me centraba, solo veía metralletas, malos modales, gritos, sudores e incluso una mujer sentada y llorando porque le habían robado las maletas... “¡las maletas!”, me dije a mí mismo... Un negro joven iba por la cola, de persona en persona, pidiendo el resguardo de las maletas y también... dinero. -“Si me das uno de mil yo cojo tus maletas. O euros, es igual”. –Me dijo en un castellano extraño y casi ininteligible. En ese momento le habría dado no “uno de mil”, -El franco cefa es la moneda guineana, valía la cuarta parte de la antigua peseta, más o menos- como comprobé que decía allí el que pedía, si no todo lo que llevaba encima con tal de no moverme del sitio en donde estaba. Se lo di con la cara compungida como pidiéndole por favor que no me engañara. Creo que “captó” algo porque ante mi no verbalizada pregunta, respondió con un “no te preocupes, yo cojo maletas... yo cojo maletas”. Se guardó el resguardo y le perdí de vista ante el temor de que también a mí me robara las maletas... ¿qué haría en ese caso?. Decidí no preocuparme ante un problema que todavía no tenía, cuando llegara, si llegaba, lo solventaría como pudiera. Después de aproximadamente una hora y cuarto me llegó el turno frente a la ventanilla. Y el de las maletas sin aparecer. Una mujer, una negra bellísima de grandes ojos y busto prominente que descansaba en la mesa, con gesto adusto y de extenuación, me pidió el pasaporte. Al lado de la ventanilla, apoyado en la pared, había un soldado con un rostro brutal digno de la mejor película de terror, mirándome sin ningún disimulo, sin apartar la vista de mí, con desconfianza. La metralleta, entre los brazos.... y el miedo... el miedo seguía en mi cuerpo... César |
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Invitado_Beti Rodriguez_* |
Feb 6 2005, 02:01 PM
Publicado:
#2
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Invitado |
Estoy leyendo la polémica que se ha levantado con el relato de Cesar y me voy a sumar a ella con mi modesta opinión al respecto. Yo nací en Santa Isabel y tengo que reconocer que viví mis mejores años de infancia y juventud allí si ningún temor, entre las personas de raza negra.
Cuando nos vinimos, en plena revolución, también tuvimos un episodio desagradable en el aeropuerto, con soldados con metralletas apuntandonos y amenazando, pero.....era un estado de revolución y no los culpo en absoluto, defendían lo que era suyo. Pero lo que no disculpo en absoluto son las cosas que pasan en nuestro gran País civilizado y progresista, comparado con los guineanos. Alguien se ha olvidado del caso de Miguel Angel Blanco y todo un país pendiente de su ejecución? en un país tan civilizado.....y los atentados del 11 M?, en nuestro país tan avanzado comparado con los Guineanos, donde diariamente mueren mujeres a manos de sus parejas, donde gozamos de unas residencias de ancianos que dan pavor. En fín, no quiero parecer derrotista pero no nos llamemos tan civilizados ni nos comparemos con nuestros compatriotas guineanos como si nosotros fueramos la perfección y ellos unos perfectos salvajes. Y digo compatriotas guineanos porque yo me sigo sintiendo tan guineana como española, y no renuncio a ninguna de las dos a pesar de nuestro múltiples defectos. Yo sueño con volver a Santa Isabel y sueño volver sin miedos ni rencores y respetando a los que allí moran con sus costumbres y tradiciones. Querido Cesar, al leer tu relato me ha parecido un capítulo de una novela negra con detective cutre incluido. Y como no me gusta ese género, pienso seguir teniendo una imagen blanca de nuestro lejano país, con todos sus defectos y virtudes. Otro día os contaré el drama humano que se vive en las islas Canarias, donde resido actualmente, con la llegada de inmigrantes en pateras, y estas pobres personas no tienen derecho a nada. Creo que debemos ser conscientes de que somos unos privilegiados con obligaciones respecto a los más desvalidos. Bea |
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