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MIS CONVERSACIONES CON WILSON

Juan Carlos, Feb 3 2008, 01:18 PM

MIS CONVERSACIONES CON WILSON

“A veces pienso que Dios creando al hombre sobreestimó un poco su habilidad” O.W.

A ti y exclusivamente a ti, amigo Wilson, va dirigida esta historia.

Te he confesado en otros encuentros que hemos inmortalizado; que mi parte triste existencial, siempre la he interiorizado en lo sustancial, emitiéndola al exterior como la de una trayectoria con destellos de humor, siempre intentando acompañarla de una respetuosa y serena actitud en la que ve la única salida, ya que no la libertad, la de una existencia digna y tranquila
.
Voy a empezar por hacerte una trascendental confesión; hace ya muchos años que este que te habla, descubrió, mi querido Willy, que era un auténtico simplón.

No creas que con esto que te manifiesto solemnemente, aprovechando la parcialidad del momento, que por este hecho, considero a mi situación, la de marginal e inferioridad con el resto de los mortales. No, amigo, no; sentirse culpable o avergonzarse de las cosas que uno hace o se considera, no es más que un necesario sentimiento en la vida moral de las personas.

Me estás, por tu expresión lo veo, interpelando el por qué de este relato, ya que nunca hubieses imaginado que tu amigo espiritual había llegado a esta inferencia tan áspera sobre su propia personalidad. Te lo voy a razonar, y verás, si tienes un poco de condescendencia, que mi condición no es tan adversa como pudiera parecerte en un principio.

Recién entrada la década de los ochenta, me encontraba, una noche, en un estado en la que las únicas estrellas que podía localizar eran las latentes que pululaban en la parte superior de mi cerebro, me sentí; “como una mosca oscura en un pasillo oscuro”. Aunque pueda parecerte mentira, este raro y estúpido pensar me ha perseguido a lo largo de toda mi supervivencia, especialmente por ser el desencadenante de un contencioso violento con un amigo que se encontraba en situación parecida ya que también creía “que su reino no era de este mundo”.

-Tú no eres una mosca oscura en un pasillo oscuro, me apuntó.
-Tú lo que eres es una mosca verde de la carne, apostilló el perverso.

Este comentario afectó a mi estrellada reserva neuronal, como si de reacción química y explosiva se tratase. No podía tolerar aquel epíteto, es más, debía de restañar tremendo oprobio, a la mayor brevedad, ya que mi sentimiento de degradación era absoluto.

La situación se canceló como la de dos intelectuales que se precien, es decir; empujones, insultos, mandobles, etc. etc.

Pedro, mi malévolo amigo y yo, seguimos teniendo una gran relación en la actualidad. Cuando nos remitimos a este suceso, seguimos definiéndonos con una frase casi lapidaria; en aquella ocasión demostramos ser "complicadamente simplones".

Cierto es, amigo Wilson, que nos encontrábamos en un estado que casi podíamos definirlo como de “pedus tremens” -aunque nada ortodoxa, por gráfica, siempre me ha gustado esta definición-, pero también es cierto, que es precisamente este hecho el que me conduce a la creencia de la simpleza estructural de mi mente.

Acaso, ¿No me encontraba totalmente absuelto de cualquier tope social, libre, sin ningún maquillaje intelectual? Es decir, era yo en esencia pura y todo lo que se me había ocurrido decir como consecuencia de ello era, tamaña estupidez; soy una mosca oscura en un pasillo oscuro ¿Observas como va tomando forma mi teoría?

Solo unos meses más tarde me embarqué con mi amigo en una aventura inolvidable, allende los mares.

Encontrándonos en una pequeña isla de la zona del Caribe, nos hospedamos en un hotel en que las habitaciones eran como cabañas de paja, es decir y para que te hagas una idea; un poblado sioux pero con recepción. Después de una noche digamos que completa y al filo de recogernos para un merecido descanso, se nos ocurrió declararnos la guerra el uno al otro, teniendo como arma letal el flash de nuestras cámaras fotográficas -te significo que teníamos cumplidos ya los treinta-. En una de mis famosas y estratégicas emboscadas, sorprendí al enemigo, encubierto detrás de un poste, disparándole mi arma a la altura de la cara. Su reacción no se hizo esperar; se derrumbó como un fardo y empezó a gimotear el muy cobarde; “estic ferit de mort” (estoy herido de muerte). Este acontecer me produjo un incontrolado ataque de risa que duró hasta, que me percaté que debía avisar a la recepción, ya que la situación se estaba alargando en demasía. Una vez reconducida a la normalidad la angustiosa percepción de mi resucitado amigo, nos precipitamos hacia el chamizo para recuperarnos de nuestros desmanes.

Cierto es, mi buen amigo, que este sobrevenir, corrió como la pólvora hacia el personal activo del poblado, llegando incluso, -distorsión incluida-, a oídos de dos señoritas con las que habíamos organizado una excursión a una zona selvática al norte del lugar. Cuando fuimos a recordarles tal evento, observé, que su actitud hacia nosotros y nuestros planes, había cambiado radicalmente.

-Mañana no podemos ir al norte.
-¿Pasa algo, tenéis algún motivo especial?
- Sin tratar de disimular sus verdaderas razones nos contestaron con un sucinto; no nos apetece.

Mi amigo Pedro, que siempre fue más tenaz que yo en estas contiendas insistió sin mucha fortuna:
-¿Pero que ocurre, si ya estaba todo organizado?

Nos respondieron lo que yo personalmente nunca hubiera querido escuchar:
.”Sou un parell de simples” (Sois un par de simples).

Después de todos estos lodos consecuencia de la noche de marras, nos dispusimos resignadamente a realizar la aventura, mochila en ristre, por aquellos parajes. Mi amigo Pedro, que no es fácil de resignar, empezó a darme el día por el reproche e informalidad de esas féminas. No lograba hacerle entender que después de nuestra memorable actuación del día anterior, tuvieran ciertas reservas en acompañarnos. Era lo único que sabían de nosotros, y con esos antecedentes; podían pensar con toda justicia, que en otro ataque de enajenación mental, nos diera por la práctica del arte de “jibarizar cabezas” o colgarnos de los pulgares en un ébano verde. Solo la belleza del paraje que nos encontramos al llegar a la zona, pudo distraer de su fijación a mi ofendido amigo. Como verás todas estas historias han tenido como un denominador común la apreciación -de mi simpleza ya no solo endógena-.

No temas, Wilson, no soy único; somos un porcentaje muy amplio en este grupo. Lo realmente lamentable y peligroso es que hay muchos que desconocen ésta su situación. Por lo que no tienen constancia de sus limitaciones.

¿Frunces el ceño? Tú mismo el otro día fuiste testigo cuando por despiste, saludé, en una gasolinera, a un famoso de los medios, creyéndome que era un conocido mío. ¿Lo recuerdas? Mascullaste algo mientras él cruzaba la estancia, lentamente como un pavo real, para que todos nos recreáramos en su grácil y popular figura.

Me preguntas qué opino del personaje en cuestión: pues te diré que la imagen que acudió a mi retina en esos momentos, después de todo el repertorio escénico que había desplegado el sujeto; era, la de un infeliz que no sabía que si se aplicaba un poco, podría superar al mismísimo, Clodomiro el Ñajo.

Me miras extrañado. ¿Quién es Clodomiro El Ñajo? Correcto, Willy, olvidaba que eres más joven que yo y debo de aclararte este punto; Clodomiro es el personaje que dio vida a una canción de los años setenta compuesta por el nicaragüense Carlos Mejía Godoy.

¿Qué te la cante?

¿Qué como es la letra?

No, amigo mío, no; deberás buscar el contenido de la misma, tú solito, y sacar tus propias conclusiones. Pero te apunto; que solo en su audición, tendrás alguna posibilidad de entender la trastienda de toda esta teoría tan farragosa que te estoy “largando”.

De todas maneras, te veo escéptico, como si cavilases que me infravaloro para hacer lo mismo con mis análogos. Pues no, tienes un razonar totalmente equívoco; te expongo exclusivamente a través de mi persona, posición ante una sociedad en la que distingo en un cierto declive. Es solo una opinión pero es la que yo tengo. Los sentidos nos pueden engañar y la inteligencia está sujeta a continuos errores.

Asimismo existen prójimos que no están investidos con el traje de ramplón, pero no destacan por su abundancia y ellos no son el problema, como tampoco lo son los que, como ya te he comentado, encontrándose en un nivel inferior saben de sus restricciones.

¿Que si conozco alguien brillante? Claro.
¿Qué si le pongo cara y ojos? También.
¿Qué te diga algún nombre? ¡Jamás pienses que voy hacerte este tipo de confesión! puede ser persona muy cercana a mi; pero ya sabes que a esas profundidades me recojo prudentemente de mis opiniones.

Wilson, tu amigo, éste que te habla, no lo tiene todo perdido; albergo posibilidad en una noticia de última hora y que puede tirar por tierra todas mis teorías. Te transmito literalmente:

-“La mosca del vinagre puede ayudar a descifrar el sueño de los humanos

Esta regulación tiene lugar en una región del cerebro de la mosca similar al hipo-
tálamo de los humanos.

Esto no lo digo yo; lo dicen unos científicos de un importante centro de investigación en
San Diego, (California).

Si esta hipótesis es así, las esperanzas ecuánimes de aumentar mi autoestima son notables.

Te expongo: si yo en 1.982 tuve una asociación con este insecto, ésta, no era simplemente kafkiana ya que existe un nexo de conexión objetivo entre su cerebro y el mío. ¿fui realmente un visionario? No sé, no sé….. , este acaecer de la mosca del vinagre, debo de seguirlo con extrema cautela; después
de tantos años, asumir un cambio tan radical en mi propia apreciación personal, podría devenir en un futuro incierto que posiblemente no quiera ya ensayar.

Pongo en tu conocimiento, que esta reflexión que te he expuesto, no ha sido del agrado de personas de mi círculo más cercano. Que le voy hacer, si a mí este tema de la mosca, me parece un asunto muy interesante. Otra vez será.

Bueno Wilson haciendo alusión a otro tema melodioso “No creas que te estoy hablando en broma, aunque sería encantador verte sonreír” me despido de ti hasta una próxima.

En espera que el caudillo Breogán nos ampare con su paraguas de los peligros que nos acechan.

Tu amigo de siempre.


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