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Cuestión de ofensas (1)

Ansha, Aug 5 2008, 02:23 PM

Dice el saber popular que no ofende quien quiere sino quien puede…

Hay que ver las cosas que se dicen por ahí… Y no sólo es por ahí que se dicen cosas así, también por aquí y por allá se dice de todo y no vale para nada.
Déjame escribirte algo, sobre eso que se dice y que acaba decir más o menos casi nada, tal vez te suene distinto.

Dicen, dice, decimos… digo, y digo que es preferible no decir nada y permanecer tres vidas callado antes de decir algo que suene a clarines y tenga menos fundamento que poner una piedra en un plato y esperar a que se pudra.

Se afirma y se niega con una rotundidad que no deja de sorprenderme... y mira que ya tengo edad para estar curado de espanto. Qué fácil nos resulta sentenciar y qué poco parece importar el contenido de la sentencia, y si ésta suena sublime ya ni te cuento. Cuando pienso cómo mentes respetables pueden concluir en errores tan absurdos imagino que la respuesta ha de tener algo que ver con que alguien, o algo, nos ha llegado a convencer de que la forma lo es todo y que el fondo es algo sólo útil y relevante para los peces, donde el intríngulis de una mayor profundidad no radica en un descenso acusado de temperatura o en una mayor presión sino una gratificante menor posibilidad de que el error sea descubierto.

Largamos una conclusión llenos de dignidad y luego regalamos un extra de silencio para que se cuele suavemente en el gaznate del sorprendido, y cuando éste pasa de sorprendido a escéptico, es tal la carga de señorío que lleva el bolo alimenticio que aquel, atontado ya con el soniquete que aún perdura en sus oídos, se queda sin opción de dudar y traga lo que venga. Pero si eso es triste, más triste aún es verlo soltar lo que sea que tenga en las manos y ponerse a aplaudir como un loco agradecido.

¿Cómo es posible que nos cueste tan poco pensar tan a la ligera antes de llegar a una conclusión?... ¿O es que pensamos poco?...
Una cosa es plasmar lo que vas pensando y disparatar, y otra muy distinta afirmar con cara de ceremonia lo que previamente otro ha pensado con el culo. Quien piensa con semejante parte de su anatomía necesita de alicientes para poder hacerlo dos veces seguidas, pues ni utilizando una sola vez el coco lograría la ignición necesaria para ponerlo en marcha. ¿Qué aliciente puede haber mejor para él que un aplauso bien ruidoso?... Para lograrlo recurre al ombligo. ¿Qué hace entonces?... Pues como su generosidad para no respetarte es grande, tras su sentencia insostenible te regala un silencio, y no lo hace para que pienses sino para poder escuchar mejor cómo empiezas a batir el aire con tus manos y le das esa temperatura que necesita para elevarse como un globo, a la vez que ruído.

- Contrólate…
- Déjame en paz, estoy controlado
- Vigila esa vehemencia…
- No estoy siendo vehemente, la vehemencia es el reverso de la inseguridad y ese no es mi caso. Estoy cabreado
- Vigila el cabreo pues…
- Mucha vigilancia pides tú. ¿Qué hago, me callo?
- Sólo vigila…
- Piérdete...

Es fácil ofender, demasiado fácil por desgracia. Ya ves, para ofenderme a mí bastaría con que alguien diera por hecho que soy estúpido cuando afirmo que sólo un estúpido se cree sus propias estupideces, pues si el estúpido que no se sabe serlo cree estúpido a quien le dice lo estúpido que resulta lo que ha dicho, es que su estupidez no tiene remedio. Pero si no siendo estúpido comete el error de decir estupideces y tacha de estúpido a quien le muestra la estupidez que ha cometido, es digno de que lo empalen, taponando así y de una vez el orificio por donde saca sus brillantes conclusiones.

- ¿Estás vigilando?…
- Sí, estoy vigilando
- No parece que se te dé muy bien…
- ¿Eres de Opus o qué?
- ¿Por qué te coges esos rebotes?...
- ¿Tanto te molesta que pronuncie la palabra culo?
- Tienes otras opciones… nalgas, palmito, posaderas…
- … bendito sur, sublime ojal, tierno final, rotundo terminal..
- ¿Lo ves?... anda que no hay alternativas…
- ¿Culo no es una alternativa más?
- Lo es…
- ¿Entonces?
- Eso digo yo… ¿entonces por qué no?
- Como quieras
- Quiero así
- Vale
- Pues vale

No me gusta dar consejos lo mismo que no admito que se me den, por eso no los doy. Me dirás tal vez que ese gusto porque las recomendaciones se queden quietecitas en el bolsillo más interior de todos dependerá de quien lo dé y de su actitud al darlo, pero yo te digo que ni pintándomelos de color fucsia acabarán por gustar, adminístramelos con un tañer de campanas y te armaré tal escándalo con cacerolas que creerás estar cocinándote a ti mismo. Que no me gustan ni un pelo, vaya. ¿Cómo puedo revestir como una sentencia lo que sólo puede ser una opinión? Las sentencias las reservo para mí y ni de manera implícita se me ocurre decir nada intentando que se te pegue a la piel.

Pero que no aconseje ni cómo hay que poner el timón para caer a la banda contraria al peligro, no implica que no sentencie. Si razono y no encuentro contrapuntos que echen por tierra el más mínimo matiz en todo el proceso que he empleado entonces sentencio. No vincula a nadie, pero sentencio. Y si mi conclusión puede reportar que algo provoque un pensamiento paralelo a raíz de él, entonces hago pública mi conclusión, publicidad que tanto puede ir dirigida al cuello de mi camisa como hacia el infinito y más allá, con lo que mi responsabilidad sólo alcanzará a las repercusiones que para mí, y sólo para mí tenga el que haya estado o no acertado, y de ti depende encontrar el error que no he detectado yo o complementar esa sentencia y desarrollarla en una línea acorde a tus propias necesidades.
Las conclusiones hay que mostrarlas de manera inequívoca, no como una opinión. Una opinión asume la posibilidad de que el enfoque utilizado no sea el más apropiado para sacarle el verdadero sentido a lo que baraja, una conclusión sin embargo implica que ese enfoque no sólo tiene la conclusión a la que has llegado sino que, como conclusión que es, ninguna otro enfoque puede contradecirla.
Pues bien, si mi talante a veces es de indignación no es porque se contravenga lo que acabo de decir, y que constituye uno de los principios por los que se rige mi pensamiento sobre la posibilidad de algo, es porque se muestran las opiniones como conclusiones y se elevan a sentencias sin más.

¿Quieres un consejo?... Tienes suerte entonces, pues odiándolos hasta su raíz y sabiendo que mi conciencia sacará los pies del plato para leerme la cartilla, te lo voy a dar. Eso sí, con el mejor de mis cariños.

- Eres un cínico…
- No te pases…
- Admite que lo eres…
- Te estás pasando…
- ¿No lo eres?
- Soy tan cínico como la propia existencia me obliga a serlo a veces
- Eso sí que es cinismo…
- Cierto, eso si es ser cínico, un cínico realista pero sí, un cínico. Lo que no soy es ese cínico que tú crees haber visto antes de que me mostrarme cínico
- ¿Tanto te cuesta ceder?...
- ¿Tú me preguntas eso, tú que me conoces y sabes que soy flexible como una espiga de trigo?… ¿acaso no confundes flexibilidad con adecuación?… ¿desde cuando niego la verdad que cualquiera puede mostrarme?
- Vas a dar un consejo que dices odiar dar…
- Cierto… ¿y?...
- Vas a sentenciar, mientras eres de los que dicen que todo es opinable y que por ello la sentencia ha de ser de puertas adentro…
- Sentenciar no es lo mismo que aconsejar. Sentencio cuando tengo los fundamentos y aconsejo cuando no me queda más remedio que comunicar mis conclusiones por que ellas pueden afectar de manera directa a los demás…
- ¿Cuándo no te queda más remedio?... ¿Es o no es eso cinismo?...
- Cinismo sería edulcorar la opinión con una sentencia. Aconsejar sin embargo es sentenciar confiando en que se asuma que puedes equivocarte si no cumples determinados fundamentos que han sido previa y suficientemente valorados y medidos. No me gusta aconsejar porque no confío en que los consejos se tomen con esa calidad de percepción, muy al contrario, se aceptan tal cual si se ajusta cómodamente a un tipo de alternativa desconocida por el aconsejado y provoca en él la esperanza de conseguir así sus objetivos. Que no me guste aconsejar no significa que no aconseje, y el que mi opinión sobre los consejos sea tan negativa como he intentado sentenciar no implica que deje de aconsejar cuando sólo así es posible evitar el probable daño que una simple opinión no evitaría.
- No te digo lo que pienso porque antes tendría que saber qué pensar para pillarte en un renuncio, ¿pero siendo los consejos algo bastante habitual, no será que tu gusto por no hacerlo sea la señal inequívoca de un egocentrismo que se retroalimenta con la ignorancia de los demás?…
- Aunque sí sé por qué dices lo que dices, tampoco te digo yo lo que pienso, pues lo que te mereces que te diga te gustaría aún menos que lo poco que te gusta admitir que la responsabilidad de no entender algo puede ser tanto porque no entiendas un pimiento de lo que te digo como porque tratas siempre de ver complicaciones donde sólo hay un sencillo y bonito lazo de terciopelo. Ese es tu problema, que mientras te hablo te dedicas a preguntarte cómo rebatirme, en lugar de asimilar lo que te digo, para luego analizar y que sea tu propio razonamiento el que te diga si me equivoco y dónde.

- Me das miedo…
- Me desquicias…

Pues te voy a dar ese consejo, aunque puede que llegue ya tarde.
Aparta de ti los objetos cortantes que sueles tener en casa tales como cuchillos, navajas de afeitar, tijeras, sierras, guañas, guillotinas y demás insignificancias, y te aconsejo que hagas lo mismo con caramelos y piruletas -aunque estés enganchado a ellos-, no vaya a ser que te atragantes con un disparate o al dedicarme un improperio. Es sólo un consejo, ahora tú haz lo que más te apetezca, o lo que menos, que como no te veo ni te escucho ni te siento, ni te… En definitiva, pélate si quieres, yo ya he cumplido con avisarte.

(Acto de contrición)
¿Crees sentirte ofendido con el tono que empleo?... Pues mira a ver si en realidad lo que te está pasando es que todo esto te importa un bledo y que no es tu santo. Oféndete y reclámame en silencio una disculpa más tarde, pero no olvides que pocas actitudes como la mía serán tan claras y sinceras.
¿Que no me quieres nada de nada?... Ya me querrás cuando me muera y sólo leas cosas dignas de ser leídas. Todo acaba por ser una monotonía, hasta la bellaza. ¿Has visto alguna vez la mirada de una mujer con bolsas violáceas bajo los ojos?... te aseguro que si esos ojos son negros y miran desde más allá de sí misma, la mirada queda grabada en tu retina hasta que un día te hablan.
¿Que me den?... Si me das lo acepto, si me dan devuelvo…
¿Qué te olvide?... Eso es fácil, a veces hay unos maravillosos instantes de mi vida en los que incluso me olvido de si tras un paso he de dar otro o girar como un trompo.

(Ya no hay contrición que valga)
Voy a plantearme la pregunta de manera directa y sin implicarte en ella, ya tienes motivos suficientes para aborrecerme por “tanta sinceridad” y por el silencio al que someto tu deseable opinión y el no menos interesante razonamiento.
¿De verdad solemos pensar lo que decimos, o por el contrario nos falta tiempo para manifestar lo primero que creemos ver porque no volveremos a pensarlo con mayor profundidad? Yo creo que una mayoría de las veces ni siquiera pensamos, intuimos. Eso está bien, es ideal, pero no es suficiente para tener un criterio, porque bien está que te pongas a escribir -o a decir, que no soy racista- y largues como un loro todo lo que en ese instante se te pase por la mente, pero que al sentar cátedra e inmortalizar tus conclusiones vayas y te desparrames con cosas como las que nos quieren vender por tres pesetas…

- Tienes que irte…
- ¿A dónde?
- Tú sabrás a dónde, pero tienes que hacer mutis.
- Vale
- ¿Pedo despedirme?...
- Hazlo, pero sé conciso y parco. Y sobre todo no te pases.
- Prometido. Ya casi me estoy yendo…

He de dejarte… Mi tiempo hoy se ha terminado.
Cierto es que no he dicho nada de lo que pretendía. Bueno, tampoco ha sido tanto como nada, algo sí ha salido. En serio, lo siento pero he de hacer encaje de bolillo en otra oarte (mi trabajo, ya tu sabes...), no obstante me voy dejándote mi compromiso de retomarlo en cualquier momento, tal vez cuando éste calor sea menos sofocante, o cuando vea que tu balcón vuelven tres o cuatro oscuras golondrinas despistadas.
Cuídate y mantén tu honor a salvo de depredadores, hay mucha envídia agazapada por las esquinas.

Fuerza a quien fuerza da y honor a quien ya lo tiene; o lo que es lo mismo, fuerza de mí para ti porque la tuya me llega o me llegará, y para honor el tuyo, que al mío hace grande cada vez que me lees.




 
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