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Cuestión de sombras...

Ansha, Apr 1 2008, 11:55 AM

Al que a buen árbol se arrima...

Y como el intríngulis de esa sapiencia va por lo arbóreo, respetemos el entorno vegetariano, mantengámoslo y... ¿de ahí al cielo?...
Haciendo del contexto un seguro a la razón, maticemos un poco qué es eso de que un árbol sea bueno en función de su sombra, dónde está plantado y cuanto cuesta. En consecuencia, y como hay que partir de algo (hacer cierta esa afirmación, sin más, es demasiado para mi cuerpo), hemos de admitir que, la pretensión táctil de tal afirmación estriba en que la sublimación de ese tipo de bondad, necesariamente, habrá de estar en lo afrodisíaco de su sombra. En otras palabras: el arbol es bueno si su sombra es buena. Si para saber si el arbol es bueno he de constatar la bondad de su sombra, ¿cómo puedo hacer bueno el que haya de andar arrimándome como un torero a cada árbol que vea? ¿qué se pretende, hacer un gráfico con la ubicación de los árboles con buena sombra, o de detectar una sombra y elegirla en función de si me queda o no otro remedio?.
Como primera cuestión no está mal. Pero no es ahí donde quería ir a parar. Al menos no tan deprisa.

No cabe duda de que cualquier árbol da sombra, y ésta será tanto mayor cuanto más frondoso y grande sea el susodicho. Incluso si sólo tiene tres ramas esmirriadas y peladas, da sombra; sombra igualmente esmirriada, pero sombra al fin y al cabo. ¿Que no?... Incluso un tronco mondo y lirondo regala su trazo oscuro si se sabe situar uno en el lugar adecuado.
El texto madre, leído sin otra pretensión que la de entender lo que el saber popular ha querido inmortalizar, no tiene resquicio alguno, y hay que reverenciar su acierto. Es más, me atrevería a decir que es de lo más asumible desde el frente, desde el flanco o por detrás. Vamos, que es un modelo de acuerdo popular. No obstante, si lo que nos planteamos es la categoría intelectual del saber popular, es posible que lleguemos a una conclusión algo menos determinante respecto a las ventajas de una sombra tipo que te cagas. Entiéndaseme bien. No pretendo, para nada de nada, cuestionar la sapiencia del
prójimo, y mucho menos dar a entender que me siento en el mismísimo cenit de su paupérrimo planeta mental. Al contrario, muy al contrario, pues por muy atractivas que resulten las dudas (cuantas más tienes, más puedes disfrutar mareándote con la verdad camuflada) éstas son producto de no saber lo suficiente sobre muchas cosas, o demasiado sobre pocas. Desequilibrio por tanto.
Pero centrémonos en el límite exterior de esa sombra de película y miremos hacia los adentros de su reconfortante oscuridad, sin olvidar que, para razonar una alternativa a cualquier cosa primero hay que entender de cabo a rabo la cosa y luego, convencido de haberlo entendido con la humildad que ha de provocar la sapiencia de tantos, darle la vuelta y ver dónde puede hacer agua.
Analicemos el dicho en cuestión con algo más de detalle y veamos qué ocurre.
En primer lugar, se me antoja que es preciso determinar qué y hasta dónde abarcan los calificativos empleados al hablar de árboles y sombras. ¿Qué condicionantes se han tenido en cuenta para hacer de un árbol, un buen árbol, ó cuando un árbol es de segunda categoría y por tanto indigno de formar parte del bosque de unidades elegidas?.
Si nos acercamos de nuevo al dicho de marras, esperando que arroje algo de luz sobre qué y como hay que considerar qué para encontrar la bondad en un árbol, nos damos cuenta de que podemos estar columpiándonos, manejando la idea con mucha más profundidad que la empleada por el saber popular. El dicho sólo hace referencia al árbol en cuanto que es buen árbol, no trata ni cuestiona los condicionantes por los que haya de resultar bueno ó malo. La afirmación que defiende el grupo sólo habla del árbol que a cada cual, quien, cuyo, le de por catalogar como bueno. Así, si para alguien el árbol no constituye más que un seto, el dicho no deja de ser cierto, pues para otro puede ser el paradigma de los árboles del paraíso o puede no estar incluyendo aquel entre los árboles elegidos para la gloria. Es más, un árbol puede ser un buen árbol para mí a las 3 horas y 37 segundos y a las 4 y 23 ser poco menos que un arbusto; todo depende del talante, ánimo y apetito con que lo esté mirando.
Un buen árbol. De ahí parte la afirmación y no hay lugar más que para saber si tal condición le otorga una buena sombra, o lo que viene a ser lo mismo, es merecedor de los esfuerzos necesarios para disfrutarla. Esa es la cuestión.
Pues en esa cuestión hay un punto débil, tan débil que se cimbrea más que una espiga de trigo ante el soplo benigno de un suspiro misericordioso. No hay sombra buena porque el árbol sea de primera y tenga una copa tan alta como la luna o su sombra se proyecte más allá del horizonte. Una sombra es buena porque resulta buena en un momento dado, o durante más tiempo del que imaginemos, y seguirá siendo buena en tanto concurran las circunstancias por las que resulta ser buena. Un árbol hoy da buena sombra y mañana ni las gracias. Si el que una vez dio buena sombra, hoy ya no la da, o no la da tanto, no es por que haya dejado de ser un buen árbol según los criterios subjetivos que califican a un buen árbol sino que existe una necesidad más imperiosa de cobijarse bajo sombra (siendo mucho más flexible a la hora de elegirla) o la necesidad no es tanta y hay otro árbol más allá que, menos frondoso y más cerca del río, proyecta su sombra sobre ribera y cauce a las 15 y 42.

Existe otra alternativa para reflexionar sobre la sabiduría popular en tema de árboles y sombras. El desierto. Pero no un desierto con oasis plagados de palmeras datileras y agua reconfortante. Un desierto de los de aquí te espero porque yo no voy... donde el espécimen de árbol mejor es el único que hay, una palmera gigante, que atiborra en su base tal cantidad de beduinos que no cabe un alfiler. Sombra da, o daba porque ya ni pizca queda. ¿Qué hacer...?. ¿Se monta guardia bajo el tórrido sol, a la espera de que alguien se muera de egoísmo y así ocupar su sitio, o me alejo del sudor ajeno, me bebo
el mío y paso a paso me pongo arena de por medio, hacia donde la noche me dará más sombra de la que utilizaría en dos reencarnaciones y una eternidad completa?...
Si echas el resto y sigues tu camino, sediento y en soledad, en la noche de tu desierto, no solo encontrarás más sombra que la que te pueda dar todo un bosque si no que estarás hasta fresquito, y con un poco de suerte, disfrutarás de las estrellas que el árbol no te dejó ver cuando paraste a su vera y miraste hacia arriba.
No te arrimes al primer árbol frondoso que encuentres, aléjate del segundo y rehuye el tercero, están abarrotados o lo estarán. Sigue pasando calor hasta que puedas (siempre puedes) y desvía tu caminar hasta la de aquellos otros árboles, frondosos o no pero más alejados de tu camino, o que son sólo un espejismo.

Al que a un árbol no tan bueno se arrima, o se arrima al que no da tan buena sombra como la del árbol cuya frondosidad garantiza sombra de la buena, puede que no pille sombra de una calidad como la que es más que probable que no pille de ninguna forma, pero tiene todos los predicamentos para pillar la que, tras un sueño mas o menos descansado, le provoque un despertar exclamando... ¡vaya, pillé sombra!.
Arrímate al árbol frondoso y allí estará el mundo mundial dándose de codazos por disfrutar de una sombra que, sólo sin ellos, sería sombra digna de tan distinguido árbol.
Prescinde de sombras buenas de buenos árboles frondosos y espera a la noche, donde la sombra no es envidiada y hay sombra para todos.
Déjate de sombras de primera, atestadas de opiniones que han acabado por ser iguales a fuerza de taparlas los aplausos, y aprovecha instantes en sombras que hoy no son ni la mitad de nada y mañana serán menos.
Hay una sombra que aparece todos los días, a la misma hora, que es la más grande y aún así parece vacía de aquello que menos deseas cuando estás a la sombra: compañía. En ella duermen las voces que disputaron por un lugar abarrotado, y su eco no es más que un susurro que los vuelve a convencer de aquello que tanto aplaudían.
La sombra que siempre merece la pena siempre va contigo, y de ti se desprende para hacer del camino un lugar donde elegir quedarte. Es la sombra de las sombras: la que proyectas hacia dentro.




 
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