LA LIBERTAD EN LA HISTORIA.
manolo pizarro, Dec 27 2006, 10:01 PM in PENSAMIENTOS
Si hiciéramos una encuesta a pie de calle, o simplemente repasáramos alguna reciente, veríamos que la inmensa mayoría del común no siente amenazada la libertad que disfrutamos, en todo caso remite sus temores al poderío estadounidense como principal amenaza para la paz mundial. Hoy en día, nuestra libertad se considera un bien natural, del que no hace falta defenderlo para disfrutarlo. Esto es así en España y en la vieja Europa, con matices diferenciales que no anulan lo principal: está fuertemente arraigada la creencia de que el pacifismo de Europa es la mejor defensa contra esas amenazas a las que se ha acostumbrado Frederick Forsyth –ese excelente escritor de inteligentes bestsellers–, que apuntaba en una reciente entrevista, que desde que tiene uso de razón había sentido amenazada continuamente su vida por fuerzas impersonales que ni le conocían: Hitler, luego la URSS y finalmente el islamismo y que no había tenido más remedio que acostumbrarse. Lo que denota una inusual clarividencia, a la par que una laudable serenidad ante ese tipo de fuerzas, que no son otras que las que amenazan nuestra vida, nuestra libertad y nuestra propiedad. El lector inteligente se dará cuenta de inmediato a que fuerzas se refiere y tambien, que aún siguen presentes sin que hayan dejado de existir.
Sin embargo, la libertad que disfrutamos, es un bien muy poco natural que existe sólo si un Estado se apropia de su defensa y estabiliza el campo en el que sus ciudadanos la disfrutan, sabiendo que en el mundo son muy escasas las zonas donde realmente existe. No es, por lo tanto, un bien privado otorgado por nadie en el nacimiento: es un bien público, en pugna con otros. Un bien que sólo se encuentra en nuestra civilización occidental después de un largo proceso de decantación, nada pacífico, por cierto. Y que precisamente los primeros países que lo obtuvieron no lo hicieron mediante el levantamiento de una revolución contra el antiguo régimen, sino por un pacto con él de dignificación del pasado, pues en lo mejor de la tradición se encontró el punto de apoyo, la idea germinal, de la sociedad civil libre. Cada nación encontró su camino en su pasado, y la que intentó repudiarlo y empezar de nuevo, pasó y pasa aún por periodos de terror y de deshonor laboriosos de recomponer.
Esto puede tomarse como una simple conjetura o como una constatación serena de la historia. Si se respetan las evidencias –las prioridades cronológicas–, hay que asumir que antes que fuera efectiva la libertad hubo un estado que protegía la seguridad de sus ciudadanos, y que sin esa seguridad, sin esa nación, sin esas tradiciones, no hubiera crecido la libertad. En cierta medida, es el triunfo del pesimismo hobbesiano frente al buen salvaje de Rousseau, triunfo ahora puesto patas arriba por la opinión dominante, alentada últimamente sin cesar por unos líderes políticos de una dudosa talla moral. Y de esa observación serena, una conclusión ineludible es, que no hay libertad si no hay o hubo antes, una nación formada en el cristianismo.
Cuando ahora se despelleja sin piedad a dictadores que no han tenido más remedio, en un pasado reciente, que levantarse en armas para restituir esos valores de la seguridad nacional y la libertad, no se tiene en cuenta lo que decía Burke: "No quiero decir, Dios me libre, que la virtud de esos hombres debía de tomarse como contrapeso de sus crímenes, pero sí que procuraban algún correctivo a sus defectos". Esos hombres salvaron lo más básico, sin lo cual no hay libertad.
Es preciso abandonar definitivamente la doble vara de medir que aún mantienen algunos para juzgar a las distintas dictaduras que por desgracia han pervivido y aún perviven en el mundo. España ha alcanzado hoy un lugar relevante entre las naciones más desarrolladas y debe desempeñar un papel importante en el progreso de la libertad, especialmente en Iberoamérica y en el entorno de los paises arabes donde nuestra influencia política y cultural es aún mayor. Pero para poder ejercer ese efecto democratizador es necesario un compromiso más firme de nuestros actuales gobernantes con la causa de la libertad y abandonar definitivamente toda rémora ideológica de una izquierda nostálgica de un pasado totalitario felizmente superado o la embobatura del común con ilusiones de prestidigitador, en referencia a la alianza de las civilizaciones con el islam, donde esa libertad brilla por su ausencia.
en TERMINA EL AÑO Y ALGO HEMOS PERDIDO.