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causa

Conmigo...

Adoro mis pies: ellos me cumplen. Y sin dudar. El motivo básico de mi vida es que a cierta hora me guía un hambre voraz.
Eso me explica. Soy indirecta. Soy una persona que es de repente y me quedo un poco desesperada cuando pienso en lo imposible. Por ejemplo: jamás conseguiré que me telefonee el emperador de Japón (Japón, aún recuerdo ese apellido..., pero ese es otro tema). Podría estar muriéndome y no me telefonearía. O si no: ¿ cómo encontrar a una persona que no está en casa?. Lo imposible me somete. Fenezco. Sólo el domingo pasado por la tarde, sola con mi perro, mi cuerpo se unió a mi cuerpo. Y yo entonces fui. Fui yo.
Tengo hambre y estoy triste. Es bueno estar un poco triste. Es un sentimiento de dulzura. Y es bueno tener hambre y comer.
La música más hermosa del mundo es el silencio interestelar.
Disculpa, pero no puedo quedarme sola contigo si no nace una estrella en el aire. Quien ama la soledad no ama la libertad.
¿Flor? La flor asusta. El silencio perfecto de una flor. Suave como cuando se apaga la luz para dormir. Y el interruptor hace un ruido que quiere decir: buenas noches, mi amor.
¡Ah, tengo antojos! Quiero comer salmón y empaparme de Daniels. Y atiborrarme de leche frita...
Todo no es más que una gran comedia con visos de verbena.
Estuve sola todo un domingo. No telefonee a nadie y nadie me telefoneó. Estaba totalmente sola. Me quedé sentada en un sofá, cerca de la chimenea, con el pensamiento libre. Pero en el transcurso de ese día, hasta la hora de dormir, tuve tres veces un súbito reconocimiento de mí misma y del mundo que me asombró y me hizo sumergir en profundidades oscuras de donde salí hacia una luz de oro. Era el encuentro del yo con el yo.
La soledad es un lujo.

¿Dolor? ¿Alegría? Es simplemente cuestión de opinión.
Adivino cosas que no tienen nombre y que tal vez nunca lo tendrán. Sí. Siento lo que será siempre inaccesible para mí.
Sí. Pero lo sé todo. Todo lo que sé sin realmente saber no tiene sinónimo en el mundo que habla, pero me enriquece y me justifica. Aunque perdí la palabra porque intenté decirla. Y saber todo sin saber es un perpetuo olvido que va y viene como las olas del mar que avanzan y retroceden en la arena de la playa.
Civilizar mi vida es expulsarme de mí. Civilizar mi existencia más profunda sería intentar expulsar mi naturaleza y la sobrenaturaleza. Todo ello, no obstante, no habla de mi posible significado.
Lo que me mata es lo cotidiano. Sólo querría excepciones.
Estoy perdida: no tengo hábitos.




P.D ..., de nada, Sr..

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