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Cuestión de polaridad...

Ansha, Apr 7 2008, 03:39 PM

Los polos opuestos se atraen...
Sí, pero sólo para apreciar mejor cuales son las diferencias por las que no deben ni acercarse.

No cabe duda de que una de las intenciones, si no la mas importante, de que se recoja y se plasme ésta verdad, es la de aceptar como mas que posible el que exista entendimiento entre entidades manifiestamente distintas. No obstante hay matices que provocan pensar en ello como en un posibilidad, mas que en la aparente lógica de que sólo así es concebible que dos sea sinónimo de uno. En otras palabras, analizando un poco esa afirmación, y sin cuestionar para nada su veracidad, sí que me cuestiono el que sea el paradigma de la permanencia entre dos. Antes de adoptarla como digna de ser esculpida en los tratados de conjunción, y por tanto una invitación a creer que los polos distintos son los únicos con garantías de permanecer unidos, es un signo de esperanza ante el empeño de unificar identidades antagónicas.
¿Todo es posible?. Lo que es posible sí, lo que no lo es, es imposible, y de nada vale que haga sol y trinen las golondrinas en fa bemol.

Si un polo permanece aislado no deja de ser el polo que es, otra cosa es que precise de otro igual o distinto para sentirse más a gusto con el signo de polo que le ha tocado disfrutar o padecer.
Se necesita de otro polo para valorar la propia polaridad. Si no percibes la identidad que te muestra un polo igual, o la diferencia que te procura uno distinto, tu polaridad deja de tener sentido y te sientes solo. De ahí que tarde o temprano la tendencia del ser humano sea la de acercarse.
Una vez percibida esa necesidad una primera vez, conocer de la carencia hace que la tendencia a acercarse rumoree en todas y cada una de las actitudes de la vida. Nos aproximamos y dejamos que se nos aproximen, para después necesitar valorar la diferencia a solas y disfrutarla, a ella y por tenerla. Es por ello que el ser humano necesita compañía y soledad, una y otra, y a la vez. Soledad, sabiéndose acompañado por quien estará ahí cuando necesite reafirmar la diferencia o coincidencia, y compañía, para luego disfrutar cualquiera de las dos en la soledad de una compañía ausente de presencia.

La novedad de lo desconocido y la lógica necesidad del ser humano por saber qué hay fuera de él (bien para conocer de qué se priva y adquirirlo, o qué no padece e identificarlo como negativo) provoca en los polos opuestos una la tendencia innata a aproximarse, permaneciendo ésta en el tiempo en tanto no exista causa suficiente para temer que invada el espacio vital en el que se desarrollan las bondades que proporciona el propio polo.
La invasión de ese espacio se produce tarde o temprano, es irremediable, forma parte de la parte más común del ser humano y es inherente a él. Es una tendencia que va más allá de la más férrea voluntad y se explica en la necesidad imperiosa de echar un pulso a lo que de antemano sabe que no puede ser dominado por la voluntad. No obstante, se tiende a ello. Pero acercarse a un orbitar diferente, aunque ambas actitudes tengan la misma predisposición conlleva el desequilibrio del propio sistema orbital. En consecuencia, las órbitas interaccionan y la esencia de cada ser se ve alterada, desajustada, violentada, hay fricción y la armonía provoca que la mente no acepte lo que antes eran verdades desde las que comenzar cualquier razonamiento. La calma que antes reinaba en brazos del convencimiento de los propios criterios se torna caos y nace la inquietud, la entereza se desgasta ante una injerencia de tal magnitud y la inseguridad se adueña de la voluntad, trata de doblegarla y la distorsiona, y la somete al juicio inapelable de lo poco que aún va quedando inalterado e inalterable del "yo" que se resiste a ser manipulado. Roto el equilibrio, sin el orden lógico que procura un funcionamiento normal y con la necesidad de prevalecer a cualquier precio, la voluntad dañada y mermada se yergue en paladín del subsistir y pacta con el diablo, vuelca su último aliento en excomulgar las premisas que no son blasón de su existencia habitual y arremete de forma ciega, dolorida... harta. Y harta de no ser ya nada se derrama sobre el ser ante y por el que casi desaparece. Perdida y tras una causa que a duras penas puede ya defender, esa débil voluntad se realiza, al fin, de la única forma que nunca había sido antes rechazando sin condiciones el presente que le confunde y le crea un vértigo existencial, renunciando a la razón y abandonándose al vacío de sí misma. Reacciona silenciosa y violentamente negando hasta lo que le es común con quien la invade e impone su castigo con la única reserva intacta que aún está seguro de poseer: la negación absoluta.
Tras negar por sistema y rebatir de manera enconada, aparece el demonio con el que ya no va a poder ver otra cosa salvo que también está en el otro: el reproche con recelo.

Te amo... me amas... Me miras... te evito... Te odio... te ignoro... Te mueres... te quiero.

Los polos opuestos se atraen, sí... pero acércate a él y verás cómo termina lo que nunca tuvo posibilidades de empezar. Terminar sin empezar es un capacidad del ser humano para auto convencerse de que nada es imposible, y pocas cosas ha de haber menos apetecibles que vivir con un fracaso anunciado, del que sabes su sabor en presente y que vas a repetir en cuanto recuperes la confianza perdida por acercarte a quien no debías sabiendo que ibas a equivocarte.
También me atrae el fuego y no me meto en sus entrañas para poseerlo. No se deja, y el agua, única capaz de no dejar de ser lo que es cuando penetra en su esencia, no lo posee ni lo comparte, acaba con él.

No aconsejo porque, por suerte, no sé si lo que deduzco es fruto de mis aciertos o mis fracasos al considerarlos como tales, y sobre todo porque muy bien puedo saber menos que tú. Pero aunque no tuvieras más dedos de frente que la tercera parte de los que yo necesito para medir la mía, tampoco me daría ello la razón para incidir en lo acertado de mis errores o en el error de mis aciertos. Deducir no es patrimonio de los filósofos ni acertar lo es de los cuerdos, así que sé tú mismo quien decida si esto te sirve de algo o es sólo un soliloquio de los muchos que, a buen seguro, te habrás encontrado a lo largo de tu vida. Eso, como todo, es cosa tuya.

Ya que no es lo mismo el hecho de acercarse a que se te acerquen (sutil diferencia), si el polo es contrario al tuyo y detectas su presencia dentro de tu ámbito de influencia, ni te acerques. Mídelo de lejos, sopésalo, disfruta de lo que no te es habitual y añora lo que le distingue, pero no quieras hacer filigranas con hilos de oro ante quien sólo hace encaje de bolillos. Y si es aquel quien se acerca a ti, no te dejes tentar porque la pasividad no te habrá de servir de nada cuando rindas cuentas ante tu conciencia, sal por patas antes de que la fuerza gravitatoria de su órbitas más compactas te cieguen el raciocinio y silencien a tu Pepito Grillo, hazlo antes de creer que luego tendrás aún tiempo, porque sin que te des cuenta, y sin que él se percate de que no lo estás haciendo, le estarás dando la primera de las razones por las que no deberá de quejarse cuando le des la espalda que no se merece.

El que dos polos distintos, que con lógica y curiosa tendencia a conocer sobre lo que suelen ignorar estén predestinados a contratar asesinos a sueldo, no implica que los iguales hayan nacido para entenderse y evitar la gresca eterna, pues los errores propios, comunes a ambos, son difícilmente digeribles cuando los vemos permanentemente reflejados allí donde más necesitados estamos de mirar o mas nos tienta estar mirando. Es utópico (si no una estupidez) pretender asumir tus errores cuando alguien te los muestra constantemente con su propia actitud, pues tanto más negaremos ser como nos vemos reflejados cuanto mas y durante más tiempo nos esté desagradando lo que vemos.

La igualdad y la diferencia separan. Pero es inevitable que previamente exista un acercamiento, bien para separarse más aún tras detectar la entidad del contrario, bien para iniciar una carrera meteórica al suicidio y su consiguiente patada previa de venganza.
Así pues, si aún y así, creyendo que cualquier cesión a la tentación de acercarse está condenada al asesinato, suicidio o resignación anodina, alguien se empeña en necesitar un complemento y tiende a complicarse la existencia, debería hacerse la siguiente reflexión:
Si algo (alguien) te interesa hasta el punto de necesitar acercarte a compartir lo que ya no te resulta tan grato disfrutar a solas, hazlo hacia el polo que en principio y según las leyes de la física haya de repelerte. Siempre resultará más fácil asumir un error propio identificado en un reflejo, que hacerlo tras un razonamiento con el que no acabes de estar de acuerdo, pues tu capacidad para entenderlo puede no ser la que siempre creíste tener o no todos se esfuerzan lo necesario en ser entendidos, o no saben razonar ni para entenderse ellos mismos. Un error identificado es una demostración por sí mismo, pero un error demostrable siempre depende de la conjunción emisor-receptor.

Lo que se sabe en primera persona puede no ser normalmente sabido, como puede no saberse lo que muchos sepan bien. Lo que sí no es de recibo es pretender que tenga fundamento de sabiduría el saber adquirido sólo porque muchos lo digan. Lógico es que muchos tengan un conocimiento más contrastado que el saber de unos pocos, pero no es menos cierto que sólo unos cuantos consiguen librarse del saber de muchos para encontrar la verdad que todos buscamos.

Por cierto... alguien ha visto alguna vez las constelación de la Osa Mayor y de La Cruz del Sur en el mismo hemisferio?...




 
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