r.a.f...Papá Boneke
Jose Eduardo Padilla, Feb 8 2008, 08:28 PM
Recuerdos alrededor del fuego
5
Papá Boneke
Era un hombre anciano y de gran porte.
A pesar de estar sentado en una caja de madera desvencijada y algo encorvado, su presencia impresionaba y su aspecto transmitía dignidad y nobleza, a la vez que autoridad y bondad.
De cabello canoso y endiabladamente ensortijado. Su semblante mostraba las marcas y las huellas de una larga vida, disimuladas en parte tras una barba blanquecina.
Vestía un simple clothe algo gastado enrollado a la cintura y el resto de su atuendo lo formaba exclusivamente un tosco cayado de madera.
El vello de su torso desnudo y sus piernas, también cano, destacaba por el contraste con el intenso color oscuro de su piel.
Papá Boneke era un anciano bubi y a esa hora de la mañana, aprovechando que la lluvia había cesado, se preparaba para esperar al sol al aire libre, en el lugar que, como pude comprobar más adelante, era su favorito: a la sombra de un inmenso mango que había a la entrada del portón de acceso al patio de los braceros. Allí vivían todos los braceros nigerianos que trabajaban en Obras Públicas, y sus casas se organizaban alrededor de un gran patio central cerrado, con un solo portón de entrada enmarcado por un arco, el portón de Papá Boneke.
Ese día iba yo absorto en mi primera expedición en solitario, escudriñado rincones y apartando matorrales, cuando su presencia me sorprendió súbitamente. Tras un fugaz instante y una vez que me repuse, la situación pasó inmediatamente como por encanto, a su control.
La mirada y la actitud del anciano me despojaron de golpe de mi inseguridad y recelo iniciales.
Su semblante y todo su ser me transmitían una disposición inequívoca de afecto, comprensión, paternalismo y actitud protectora hacía mi persona.
Fue como el reconocimiento intuitivo de un maestro bondadoso y firme. Automáticamente me sentí relajado y oí sus palabras con claridad, por encima de cualquier otro sonido de los alrededores.
Hola “pikin”
Hola
¿Eres el hijo de masa Padilla?, ¿El que ha venido de España?
Si
Yo soy Boneke, y tú ¿cómo te llamas?
Jose, Jose Eduardo.
Muy bien
Y... ¿estás bien?, ¿te gusta Guinea?
Si, mucho.
Y así mantuvimos una breve “conversación” durante la cual, fui adquiriendo gradualmente seguridad. Al final acabé sintiéndome orgulloso y valorando mis posibilidades de relación, y el “don de gentes” que acababa de descubrir en mí.
No había estado mal, porque yo acababa de llegar a una tierra extraña y exótica en la que, si bien me sentía fascinado, atraído y feliz, mi carácter introvertido encontraba también un campo abonado a la timidez en las relaciones. El cambio respecto a Madrid había sido drástico.
Aquel hombre y su breve charla, habían inoculado en mí una alta dosis de auto estima. Era la primera vez que yo hablaba a solas con un guineano de color de tu a tu, y mucho menos con un adulto, y mucho menos con un anciano bubi.
Continué con mi exploración de los confines del recinto de Obras Públicas, pero ya no era lo mismo, indefectiblemente cada pocos pasos procuraba echar la vista atrás y asegurarme de que Papá Boneke seguía allí. A pesar de mi corta edad, me pareció que él también me observaba, aunque creo que con la sutileza y discreción suficientes, como para no hacerme sentir que estaba siendo observado.
Fue en esa segunda parte de mis indagaciones por Obras Públicas esa mañana, cuando mirando a Papá Boneke, ya desde cierta distancia, me di cuenta de una peculiaridad de su cuerpo que me había pasado inadvertida.
Su pierna derecha.
Desde el camuflaje que me brindaba la distancia y algunos matorrales cercanos, observé a Papá Boneke detenidamente. El sol había salido y el hombre se había puesto en pie dando algunos pasos lentamente, ayudado por su bastón. Su pierna derecha era anormalmente gruesa e hinchada. Tenía el grosor de un muslo en toda su longitud, desde la rodilla hasta el pie. Yo no tenía ni idea de que significaba aquello y no había visto nada igual en mi vida, no comprendía como no me había dado cuenta antes, estando a su lado. Seguí observándole un buen rato hasta que escuché una voz que me llamaba. Era un ordenanza del servicio, Simpampa se llamaba, y me avisaba de que mi madre me llamaba para ir a casa a comer.
Rota la magia del momento, decidí ir corriendo a toda prisa a casa. Aquellos confines estaban ya explorados, salvo algún camino seductor que había visto de pasada y que dejaría para otro día. El camino a casa estaba fácil de recordar y mi último acto de conquista era ir como una centella deshaciendo el trayecto hacía casa.
Me senté a la mesa con un apetito voraz.
La mañana, que había empezado plomiza y lluviosa, terminó con un limpio sol radiante y mi encuentro con Papá Boneke, no cesaba de revolotear en mi cabeza.
Comenté mi encuentro con él durante la comida y eso dio pie para que mis padres contaran cosas de él y su vida, ocasión que no desperdicié para escuchar con atención como si se tratara de un cuento infantil.
Boneke era un anciano bubi, ya jubilado, que había entregado a Obras Públicas una vida entera de trabajo y por ello era el veterano del servicio y respetado por todos, desde el más joven de los braceros nigerianos recién llegado, hasta por el ingeniero jefe.
Acorde con la estructura social bubi, sus años y experiencia le convertían en el jefe moral del grupo de trabajadores, y su estatus era el de consejero, sabio del grupo y jefe. Dirimía conflictos y litigios personales, daba consejos a quien los pedía y su opinión se tomaba de hecho, como regla de conducta. Las madres recurrían a él cuando los niños enfermaban y él hablaba con los jefes del servicio para llevarles al hospital. Si un bracero nigeriano tenía un carácter indisciplinado, la última palabra la tenía Papá Boneke, y si reincidía, su opinión era ley a la hora de repatriarle a su país.
En definitiva Papá Boneke era el consejero, el sabio de la tribu, pero adaptado a una nueva vida urbana en Santa Isabel, aunque íntegramente fiel a las tradiciones bubis.
También me enteré de lo de su pierna.
Era una enfermedad llamada Elephantiasis, endémica en algunas zonas de África y de difícil tratamiento. Se estaban haciendo gestiones en España para llevar a Boneke a Madrid y que le examinara un especialista. Las esperanzas, por su edad, no eran muchas, pero le llevarían a Madrid en breve.
Aquello me impresionó y me entristeció en parte, eran muchas emociones en una sola mañana y la enfermedad de aquel hombre al que acababa de conocer, me pareció una injusticia incomprensible para mí.
Me fui a la cama al acabar de comer como dictaba la costumbre, era la hora de la siesta. Intenté distraerme porque no tenía sueño, leyendo unos tebeos, pero no lo conseguía, eran tebeos viejos y ya los había leído varias veces, además, no conseguía dejar de pensar en la pierna de Papá Boneke.
En cuanto sentí a mi padre levantarse de la siesta para ir a trabajar, yo hice lo mismo. Ardía en deseos de volver al patio de Obras Públicas para terminar de inspeccionar todo y desde luego, para ver si veía a Papá Boneke.
Salí a toda prisa, la tarde estaba plomiza y oscura aunque no llovía.
Fui directamente al portón de Papá Boneke y solo tardé unos minutos en llegar.
Pero él no estaba.
Deambulé por los alrededores sin alejarme demasiado, por si era demasiado pronto, pero no aparecía.
Decidí sin más seguir inspeccionando el lugar y de paso hacer tiempo, de forma que di la vuelta al edificio de las oficinas del servicio.
Había montones de golondrinas atravesando el aire, haciendo acrobacias en vuelo rasante y trinando sin parar. También me di cuenta de que los murciélagos, que siempre estaban en las ramas más altas de los árboles, comenzaban a desperezarse y poco a poco iban emprendiendo el vuelo de uno en uno.
Al terminar de rodear el edificio de oficinas, me encontré de frente con el principio de una estrecha senda que, muy empinada, descendía hasta perderse en la vegetación. Me pareció que sin lugar a dudas, descendía hacia una playa, no tenía más remedio que ser así, porque el mar se vislumbraba entre el claro oscuro de la vegetación del fondo.
Era seductora la senda, pero no me decidí a investigarla porque era algo tarde, aquello se merecía una exploración en toda regla y sería mejor por la mañana.
Despacio, inicié la vuelta a casa; obligadamente tendría que pasar por los barracones de los braceros y hacia allí me dirigí sin prisas.
Cuando llegué allí, Boneke seguía sin aparecer, de forma que seguí ruta hacia casa tranquilamente, reconociendo cada rincón, como tomando mentalmente posesión de todo aquello, como el que recorre un rancho comprobando que todo está en orden.
Había decidido, que a la mañana siguiente iría otra vez al patio de Obras Públicas a ver como estaba Papá Boneke.
#1 manuela orovitg, Feb 10 2008, 08:57 AM
Precioso, relato, para mí, lo más bonito y enternecedor que has escrito hasta ahora en tu blog. Una pena que "papá Boneke" no llegase a ser tratado en España.... aunque si era de avanzada edad.... A lo mejor poca solución tendria.... Estos Nigerianos que se adaptaron...... a esta tierra merecen al menos nuestro recuerdo......... y respeto. Pues ellos también sufrieron como nosotros. No creo que yo nunca abra un blog. Pero realmente . Mis dos "Boys". Fueron Nigerianos......Y los dos, hombres leales.... con nosotros . el 1º hasta su muerte y el segundo.... nuestro "Démien"( lo pongo como lo pronunciábamos )tuvo dos hijos,hasta lo que yo sé de el, y les puso de nombres. Francisco y Francisca..... . . Me encanta, que cuentes cosas de allí... por que, yo no sé si no me acuerdo... o no quiero recordar........Que es diferente......Gracias.
causa, Feb 10 2008, 10:37 AM
Envidio la forma que tienes de recordar tus recuerdos. Tu capacidad para detenerte y hacer que me detenga en cada sensación que has vivido.
Sabes?..., también yo nací en África, pero ni un solo recuerdo soy capaz de escribir de ella. Lo más parecido a tu Papá Boneke que soy capaz de recordar, es lo que vivo a diario cuando entro por las mañanas a cualquier bar y allí me encuentro con que..,
el tipo del periódico espera la muerte en el bar y aburre a los que entramos a él para buscar un ratito de relax con sus tercas historias de juventud. Es un anciano solitario y a mí me produce una mezcla de lástima y ternura, lo que me lleva a escuchar sin demasiado interés las historias sobre los coches que tuvo, sus viajes a Norteamérica, las increíbles victorias de sus hijos (‘los mejores del mundo, amigo, los mejores…’)… cuando voy a tomar mi café en solitario, como siempre, debo entrar a hurtadillas, esconderme entre las mesas y buscar la columna que deja un ángulo ciego en la mirada del anciano solitario… y rezar para que nadie en el local pronuncie mi nombre a viva voz.
El tipo del periódico no es mala gente, pero para mí supone una compañía agobiante.
Y es que el que quiere soledad y lucha por encontrarla, como él falsamente dice de sí mismo, debiera pensar con justeza en que los demás también deseamos espacio vacío frente a los ojos, que probablemente no queramos compartir la escoria de otra vida porque en la nuestra no hemos sido capaces de encontrar aún un solo gramo de mena.
Podría decir ahora que odio al pobre hombre del periódico porque me roba mi momento feliz diario con su mirada de ‘hazme caso, que te necesito’, podría decir que le asesinaría con la cuchara del café… pero no lo digo porque sé en muy poco tiempo yo seré un alguien igual que él, perdido en un ambiente que no me corresponde y sobrado de un tiempo que no sabré utilizar.
Nada que ver con Boneke
P.D…, lo dicho, pura y sana envidia ( si es que la envidia alguna vez es pura y sana..)
Sabes?..., también yo nací en África, pero ni un solo recuerdo soy capaz de escribir de ella. Lo más parecido a tu Papá Boneke que soy capaz de recordar, es lo que vivo a diario cuando entro por las mañanas a cualquier bar y allí me encuentro con que..,
el tipo del periódico espera la muerte en el bar y aburre a los que entramos a él para buscar un ratito de relax con sus tercas historias de juventud. Es un anciano solitario y a mí me produce una mezcla de lástima y ternura, lo que me lleva a escuchar sin demasiado interés las historias sobre los coches que tuvo, sus viajes a Norteamérica, las increíbles victorias de sus hijos (‘los mejores del mundo, amigo, los mejores…’)… cuando voy a tomar mi café en solitario, como siempre, debo entrar a hurtadillas, esconderme entre las mesas y buscar la columna que deja un ángulo ciego en la mirada del anciano solitario… y rezar para que nadie en el local pronuncie mi nombre a viva voz.
El tipo del periódico no es mala gente, pero para mí supone una compañía agobiante.
Y es que el que quiere soledad y lucha por encontrarla, como él falsamente dice de sí mismo, debiera pensar con justeza en que los demás también deseamos espacio vacío frente a los ojos, que probablemente no queramos compartir la escoria de otra vida porque en la nuestra no hemos sido capaces de encontrar aún un solo gramo de mena.
Podría decir ahora que odio al pobre hombre del periódico porque me roba mi momento feliz diario con su mirada de ‘hazme caso, que te necesito’, podría decir que le asesinaría con la cuchara del café… pero no lo digo porque sé en muy poco tiempo yo seré un alguien igual que él, perdido en un ambiente que no me corresponde y sobrado de un tiempo que no sabré utilizar.
Nada que ver con Boneke
P.D…, lo dicho, pura y sana envidia ( si es que la envidia alguna vez es pura y sana..)
José Mª Balboa, Feb 10 2008, 08:21 PM
Bueno, yo a papá Boneke le conocí también y escuche embobado todas aquellas amenas historias que contaba, y no se porqué extraña razón siempre que me veia, normalmente los domingos despues de misa en el camino a casa, terminaba diciendome que si él fuera yo, se metería en un seminario, porque en los seminarios daban muy buena educación.
Yo, muy joven aún y mas despistado que una cabra en un garaje, me quedaba pensando en esto y me preguntaba ¿ Y despues? ¿me podría casar? y cosas parecidas, lo decía con tanta convicción que podrias llegar a creetelo.
Uhmmm ...no me convenció.
Yo, muy joven aún y mas despistado que una cabra en un garaje, me quedaba pensando en esto y me preguntaba ¿ Y despues? ¿me podría casar? y cosas parecidas, lo decía con tanta convicción que podrias llegar a creetelo.
Uhmmm ...no me convenció.
malé chillida, Feb 13 2008, 09:09 PM
Esta foto se corresponde con un periodo anterior al que reflejas en tu relato, no?? ..... faltan cosas y "sobran" otras .. eso me parece al menos
manuela orovitg, Feb 18 2008, 08:48 AM
.Yo tambien , fuí muy féliz allí, pero siempre he tendido a la dispersión.... y te confieso...... que nunca ha sido importante para mí, las cosas... ni me he fijado mucho en las calles ., es evidente... Que tengo maravillosos recuerdos de allí... Sobre todo de mi infancia. Del Repuesto.... ,Del Hospital, De los amigos de mis padres.... De las fiestas que se organizaban en casa. De los Concursos de belenes ( un año) nos dieron el 3·º premio. Sabeis que pasaban por las casa... calificando los belenes. Teniamos ,dos maletas... llenas de figuritas, que mi padre... les dió a las Concepcionistas antes de venir ( ya le preguntaré a mi madre concretamente a quien). Creo que a las monjitas del Hospital. Otra cosa es que ... no me apetece escribir sobre ello. Lo siento.... no "puedo" compartir " esto con nadie........ No creo que nunca. JEP. No tengo ninguna foto de mi padre puesta en casa. Hace dos años... puse la de la boda.......Y nada más.Manolita, no olvida Jep, Pero no quiere hablar , ni escribir sobre ello.......Gracias....
manuela orovitg, Sep 26 2008, 08:32 PM
JESÚS QUE MEMORIA, me tienes TURULATA, lo que no me aclaro bien......... ¿donde "sastamente "viviais tú y JMª????... especifícame... un poco mas ..en la casa de la izquierda???. yo pensaba más hacia dentro de Punta Cristina.. En fin...hacia tiempo que no entraba en los BLOGS y veo el PANORAMA MUY CAMBIADO......., veremos si esto sale o no......... . Besos JEP. para empezar las caritas no sé ponerla..... AISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS