Estaba la mañana como siempre.
Derrotadoramente serpentina.
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Salà y me encontré con tu rastro en el ambiente, en las sombras borradas de la acera, en los cristales de los escaparates, en mi recuerdo.
Y fui siguiendo, camino de la Plaza y de la cuesta, entre el sol y la penumbra de los porches, tu aroma, borrado por las flores de los jardines escondidos, por los bombones ingleses de las latas, por los tintes de las telas de los indios, y por los bollos suizos y el café.
Te busqué temeroso de tu ausencia.
Y lo peor de todo es que no estabas. Y lo más terrible es que yo sÃ.
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(A M.A., la más pequeña de las tres hermanas.)
Moncho Núñez
Santa Isabel, 1961
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