Quién pudiera llegar navegando a tus blancas arenas, en un cayuco o a vela, con suave brisa apenas,
para admirar el mar, espejo en que te miras, reflejo de tu sombrero, tu cielo azul de todos los dÃas.
Â
Si llego a tu playa, paraliza el reloj del tiempo, y si digo que no quisiera morir ahÃ, miento. Son del cielo tus palmeras puerta principal, y sobre tu suelo, uno no sabe si sigue siendo mortal.
Tus habitantes, los bengas, de la amistad son paladines, dominan la naturaleza, y en el mar son delfines, en su diáspora por esa tierra africana maravillosa, han aprendido que la vida es más poesÃa que prosa.
Déjame husmear tu historÃa por poblados y senderos, a tus costumbres y tradiciones tendré esmeros, rindiendo tributo a la llamada isla del Ensueño y Amor, en la que la naturaleza ejecuta perfecta sinfonÃa de color.
Fernando el Africano
11 enero 2007
Â
|