Forjada de la nada por los hombres y mujeres que te amaban. A la proporción justa de aquellos que en ti moraban.
A la medida de la felicidad, que generosa regalabas.
Y te hicieron una regia morada Como merecía una gran dama.
Tu recostada y al frente una gran balconada al mar Galería sin par, para pasear, contemplar solo o amar Y mira desde ella, África entera velaba erguida y alzada Su majestuosa ofrenda, en tus ojos quedaba reflejada.
En tu despertar al amanecer Vuelve al sol tu adormecida y nueva mirada
El inmenso río lavará tu piel naciente Para comenzar engalanada la mañana. Si al atardecer deseabas descansar Un inmenso espejo tras un soberbio mirador Para engalanarte en el, al costado sentada Mientras el sol se iba, creyéndose cautivador.
A tus pies estarás por siempre resguardada El mejor guardián, por ti velará siempre erguido. Te guardará de peligros y miradas Gran señor, de ti esclavo, noble y amigo.
Toma pues tu palacio señora, para siempre tuyo Como merece una gran dama.
Amiga, madre, amante y amada De tantos secretos cómplice, solo nuestros y tuyos.
José Eduardo padilla
4 noviembre 2006
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