Mi hogar cuando por primera vez Apenas aprendÃa a andar
Â
Mi balcón cuando por primera vez Apenas aprendÃa a mirar También en la primera vez Mi cómplice cuando aprendÃa a amar.
Â
A veces lucias tu infinito verde pardo A veces cielos grises y oscuros Sofocantes y enfadados Y a veces tus tejados, como tambores BatÃan al ritmo y el fragor de un tornado Otras, lucias como un gran lienzo pintado De carmines y blancos salpicados Y siempre verdes, preñados de olores.
Â
Santa Isabel de noches profundas De indolente y calurosa negrura Adornada de candiles de luz de ámbar Como vibrantes luciérnagas lejanas Y quedabas asà en la bahÃa reflejada Y engarzada desde lejos tu figura Como perlas temblorosas en la noche oscura.
Â
Santa Isabel de mañanas bulliciosas De calles soleadas y acacias en flor De olor a hierba recién chapeada Y fragancias de cacao secado al sol De acogedores soportales sembrada Refugios del poderÃo de tu implacable sol Y del capricho de tus tardes lluviosas.
Â
Las mañanas y tus tardes competÃan Para ofrendar a tus aires perfumados Y confabuladas, las dos se sonreÃan Bajo la mirada de tu noche espléndida Las tardes, aromas a Ylán - Ylán traÃan Y las mañanas a panecillos horneados Yo nunca elegÃa, era tu aire y eras mÃa.
Â
Tardes finalmente en calma y sosegadas Por tus golondrinas cantadas Partidas del sol entre tus nubes rasgadas Como despedidas de un galán a su dama A la espera de verte, hasta otra mañana.
Â
Santa Isabel, siempre estoy en ti Y ayer y mañana, porque nunca me fui Solo es posible lo que hoy soy Porque se gestó creciendo en ti Y se que soy y he sido libre Porque solo soy aquello que aprendà Con mis raÃces para siempre en ti
Â
Â
José Eduardo Padilla
|