Dejamos el cuerpo descansando en la tierra, tal vez como cenizas, o alimentando hiedra,
nuestra alma, libre de peso, como pluma ligera, se posa en algo, o ante una llamada vuela.
En las paredes de esa casa, dejaremos nuestro tacto, tal vez en el jardÃn y sus flores, nuestro secreto encanto. les recordará nuestra voz, al leer aquel libro porque no estaré muerto, sino en espÃritu vivo.
El crujir de las ramas, el rumor del viento, será mi alma cercana, mi cariñoso aliento la lluvia golpeando los cristales, será mi aviso de protegerte de los males.
Habrá momentos, en que sentirás en tu piel fina, caricias de mis dedos, que serán del amor brizna, el arroyo paseando por su cauce estrecho sonará como al mirarte el palpitar en mi pecho.
En energÃa mutamos nuestro cuerpo pesado, podemos volar, nadar, andar sin quedar agotados, durante un tiempo velamos por los nuestros, hasta verlos normalizar su vida, sus gestos.
Mi alma entonces como viajero africano, agitará para decir adios con la mano y volverá a su tierra, a su selva calurosa a transformarse en árbol u otra cosa.
Fernando el africano
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