Les amenazo, esto es mi vida en verso no es de un famoso ni un ilustre
no es de un santo ni un converso es de un hombre que nunca está triste.
Ya que he pasado por mil peligros, he recorrido cuatro continentes, he sembrado el mundo de amigos y no he dejado cuentas pendientes.
Nacà en república y marché con dictadura, bombas, hambre, y malos momentos, de pulmonÃa y pleuresÃa tuve cura  cuando era mortal sin medicamentos.
Con nueve años me llevaron a Guinea huyendo de la miseria y del racionamiento, mis padres tuvieron esa feliz idea escogiendo el infierno como tabla de salvamento.
En un barco, el Domine, llegué al ParaÃso,  un mundo mágico de verde naturaleza donde los bichos te visitaban sin permiso, mordiendo, picando sin ninguna pereza.
Aquellas torres de la hermosa Catedral me saludaron con fuerte repicar, creyendo yo que era por mi funeral al ver suelto tanto animal.
Arañas peludas sin pasar por peluquerÃa jen-jen en nubes cubriendo el sol, las serpientes que yo tanto temÃa, todos pululaban en la ciudad sin pudor.
Ingresé en el nuevo Instituto Colonial en una mezcla de todos colores, las dependencias no estaban mal  lo malo eran algunos profesores.
Algunos eran militares de la Marina Otros no daban clases por ausencia, los sacerdotes enseñaban por rutina, casi todos carecÃan de experiencia.
Pese a mi anarquÃa y mi cabeza dura, terminé los siete años de bachillerato, y no me expulsaron gracias a un cura, aunque tuve que dar pruebas de beato.
Empecé en Papá Banana a trabajar, un portugués amable y trabajador, aunque el negocio le iba mal, le pusimos ganas y mucho sudor.
Se convirtió en un negocio formidable, contratando para el campo braceros, nuestra fama se convirtió en notable, y ganamos cifras de varios ceros.
La falta de mano de obra era importante, se traÃan magnÃficos trabajadores nigerianos, que sacaban las cosechas adelante trabajando a destajo a dos manos.
Hice el servicio militar, que eran tres meses, todos los dÃas dos horas de instrucción, el grupo era de doce juveniles cadetes el mando, brigadas, tenientes, un montón.
El paÃs progresaba a pasos gigantes, funcionaba el hospital y el servicio sanitario, habÃa luz y agua, no como antes, todos los dÃas noticias en prensa y radio.
No conocà a nadie limosna pidiendo, la naturaleza daba gratuita comida, el que diga lo contrario está mintiendo, al nativo su patrimonio le daba vida.
No precisaba de trabajar en el campo, el trabajo agrÃcola era para los extranjeros, los oficios y oficinas para el nativo, los blancos trabajos ligeros.
Un dÃa la inutilidad de un gobierno, desmontó el paraÃso de blancos y negros, el paÃs se convirtió en un infierno, y tuvimos que salir nadando o a remos.
Un loco expulsó a los trabajadores, quemó los libros de los blancos, asesinó de los suyos a los mejores, todo fueron sangre y llantos.
Aquà la lucha en la jungla del asfalto,  nos abrió nuevos y duros caminos, aunque en mi vida , no falto  en recodar a los muertos amigos.
Guinea en tu tierra dejé semilla Planté alegrÃa, afecto y amor  recordándote la mirada brilla aunque siento siempre cierto dolor.
Fernando el Africano   - Papá Mánji
Barcelona a 25 de junio 2012
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