Desvistiendo neblinas en la tarde
tus ojos me laceran con ausencias; y en el azul camino del deseo,
la ansiosa piel, esponja de caricias,
deja bañar mi alma en tu querencia.

En la insomne memoria del silencio
tu mirada sembró tu descendencia;
ternura fundadora de una estirpe  
de carnes o de sueños.

Con la inconsciente luz de lo innombrable,
al marcharte, me das tu pensamiento;
y al regresar, lo absorbes en tu carne
pletórica de sueños y de luna.

Tu presencia me absorbe las ideas;
a tu vórtice van, al torbellino;
y los hijos-poemas se me esconden.

A tu voz se conciben;
y se van alumbrando, poco a poco,
cuando, lejos de tí, estoy más cerca.

Gran ausente, que ignoras
de tu luz fecundante el estallido
que recoge mi alma abriendo sendas.

Oh, mar de un sueño mío inalcanzable...

Francis Gracián.

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