ADIOS A SANTA ISABEL
ADIOS A SANTA ISABEL
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Escrito por Francis Gracián   


La noche lentamente
dio paso a la mañana;

y enmudeció de súbito
la voz en mi garganta.

Despertaron los pájaros,
callaron las cigarras;
el navío en el puerto
en sombras esperaba.

La bahía se tiñe
de sueños y desganas,
y se rompen sin plazos
antiguas esperanzas.

Asoman los perfiles
allá en Punta Fernanda
de las risas que antaño
nuestra niñez dejara.

Los Enriques al barco
marciales flanqueaban;
como si en vez de islotes
escoltas se pensaran.

Esconden la tristeza
que en sueños se agazapa,
y en silencio se tienen:
firmes, como dos guardias.

Allá en Punta Cristina
el sol se levantaba,
y el aire tiene acentos
de endechas desoladas.

Miro por vez postrera
la iglesia iluminada,
por las rosadas luces
de la última alborada.

Sus torres quietamente
me abrazaban el alma,
y respondo en susurros
con lágrimas calladas.

 

Mi infancia se ha escondido
para no ver la marcha,
y temo que ya nunca
pueda volver a hallarla.

El barco lanza un grito
de voz desesperada,
que vuelve, en lejanías
de selva impenetrada.

El adiós los cayucos
escriben en el agua;
y en el cielo, las nubes;
y la lluvia, en la cara.

Se me ha quedado yerta
la voz en la garganta;
y volviéronse azules
las frases color grana.

En la estela del barco
los recuerdos nadaban;
y una estampa en los ojos
el día troquelaba.

Mi secreta bahía
tantas veces soñada,
como ayer te recuerdo:
te llevo en la memoria y la mirada.

Francis Gracián

 

 

 

 

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